10/30/09

La misión de la Iglesia en “continente digital”


Discurso de Benedicto XVI a la plenaria del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales

Señores cardenales,
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Con gran alegría os doy mi más cordial bienvenida con motivo de la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. Ante todo, deseo expresar mi gratitud a monseñor Claudio Maria Celli, presidente de vuestro Consejo Pontificio, por las corteses palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Extiendo mi saludo a sus colaboradores y a los que estáis aquí presentes, agradeciéndoos la contribución que ofrecéis a las sesiones de trabajo de la plenaria y el servicio que ofrecéis a la Iglesia en el campo de las comunicaciones sociales.
En estos días os detenéis a reflexionar sobre las nuevas tecnologías de la comunicación. Incluso un observador poco atento puede constatar fácilmente que en nuestro tiempo, gracias a las más modernas tecnologías, tiene lugar una auténtica revolución en el ámbito de las comunicaciones sociales, de la que la Iglesia está tomando cada vez más responsable conciencia. Estas tecnologías hacen posible una comunicación veloz y penetrante, con una capacidad para compartir ideas y opiniones; facilitan adquirir informaciones y noticias de manera personal y accesible a todos. El Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales sigue desde hace tiempo esta sorprendente y veloz evolución de los medios de comunicación, a la luz del magisterio de la Iglesia. Quisiera recordar aquí, en particular, dos instrucciones pastorales, la "Communio et Progressio" del Papa Pablo VI y la "Aetatis Novae", publicada por voluntad de Juan Pablo II. Dos documentos de autoridad de mis venerados predecesores, que han favorecido y promovido en la Iglesia una amplia sensibilización sobre estos temas.
Además, los grandes cambios sociales acaecidos en los últimos veinte años han exigido y siguen exigiendo un atento análisis sobre la presencia y la acción de la Iglesia en este campo. El siervo de Dios Juan Pablo II, en la encíclica "Redemptoris missio" (1990) recordaba que "el trabajo en estos medios no tiene solamente el objetivo de multiplicar el anuncio. Se trata de un hecho más profundo, porque la evangelización misma de la cultura moderna depende en gran parte de su influjo". Y añadía: "No basta, pues, usarlos para difundir el mensaje cristiano y el magisterio de la Iglesia, sino que conviene integrar el mensaje mismo en esta 'nueva cultura' creada por la comunicación moderna" (n. 37 c.). En efecto, la cultura moderna surge, antes aún que de los contenidos, del hecho mismo de que existen nuevos modos de comunicar con nuevos lenguajes, nuevas técnicas, nuevos comportamientos sicológicos. Todo esto constituye un desafío para la Iglesia, llamada a anunciar el Evangelio a los hombres del tercer milenio, manteniendo inalterado el contenido, pero haciéndolo comprensible gracias también a instrumentos y medios armoniosos con la mentalidad y las culturas de hoy.
Los medios de comunicación social, como son llamados en el decreto conciliar "Inter Mirifica", han asumido hoy potencialidades y funciones que en aquel momento eran difíciles de imaginar. El carácter multimedia y la interactividad estructural de cada uno de los nuevos medios, en cierto sentido, ha hecho disminuir el carácter específico de cada uno de ellos, generando poco a poco una especie de sistema global de comunicación, según el cual, si bien cada medio mantiene su propio carácter peculiar, la evolución actual del mundo de la comunicación obliga cada vez más a hablar de una única forma de comunicación, que sintetiza distintas fuentes o las conecta recíprocamente. Entre vosotros, queridos amigos, hay muchos expertos en esta materia y pueden analizar con más profesionalidad las diferentes dimensiones de este fenómeno, incluidas sobre todo las antropológicas. Quisiera aprovechar la oportunidad para invitar a quienes en la Iglesia trabajan en el ámbito de la comunicación y tienen responsabilidades de guía pastoral a acoger los desafíos que plantean a la evangelización estas nuevas tecnologías.
En el Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, al subrayar la importancia que tienen las nuevas tecnologías, he alentado a los responsables de los procesos comunicativos a todos los niveles, a promover una cultura del respeto por la dignidad y el valor de la persona, un diálogo arraigado en la búsqueda sincera de la verdad, de la amistad que no es fin en sí misma, sino capaz de desarrollar los dones de cada uno para ponerles al servicio de la comunidad humana. De este modo, la Iglesia ejerce lo que podríamos definir una "diaconía de la cultura" en el actual "continente digital", recorriendo sus caminos para anunciar el Evangelio, única Palabra que puede salvar al hombre. Al Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales le corresponde profundizar en cada elemento de la nueva cultura de los medios, comenzando por sus aspectos éticos, y ejercer un servicio de orientación y guía para ayudar a las Iglesias particulares a comprender la importancia de la comunicación, que representa hoy por hoy un punto firme e irrenunciable de todo plan pastoral. Las características de los nuevos medios hacen posible precisamente, incluso a amplia escala y en dimensión global, una acción de consulta, de intercambio, de coordinación, que además de incrementar una eficaz difusión del mensaje evangélico, evita en ocasiones una inútil pérdida de energías y recursos. Ahora bien, en el caso de los creyentes, la necesaria valoración de las nuevas tecnologías mediáticas debe ser apoyada siempre por una constante visión de fe, sabiendo que, más allá de los medios que se utilizan, la eficacia del anuncio del Evangelio depende en primer lugar de la acción del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia y el camino de la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas: este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la fundación de la Filmoteca Vaticana, instituida por mi venerado predecesor, el beato Juan XXIII, que ha recogido y catalogado material grabado desde 1896 hasta hoy, capaz de ilustrar la historia de la Iglesia. La Filmoteca Vaticana posee, por tanto, un rico patrimonio cultural, que pertenece a toda la humanidad. Mientras expreso viva gratitud por lo que se ha realizado, aliento a continuar en este interesante trabajo de recolección, que documenta las etapas del camino de la cristiandad, a través del sugerente testimonio de la imagen, para que estos bienes sean custodiados y conocidos.
A los que estáis aquí presentes, os agradezco nuevamente la contribución que ofrecéis a la Iglesia en un ámbito particularmente importante en estos momentos, como es el de las comunicaciones sociales, y os aseguro mi cercanía para que la acción de vuestro Consejo Pontificio siga ofreciendo muchos frutos. Sobre cada uno invoco la intercesión de la Virgen y os imparto a todos la bendición apostólica.
La teología debe estar iluminada por el amor a Dios


Audiencia General, miércoles 28

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy me detengo en una interesante página de la historia, relativa al florecimiento de la teología latina en el siglo XII, que tuvo lugar por una serie providencial de coincidencias. En los países de Europa occidental reinaba entonces una relativa paz, que aseguraba a la sociedad desarrollo económico y consolidación de las estructuras políticas, que favorecía una vivaz actividad cultural gracias también a los contactos con Oriente. Dentro de la Iglesia se advertían los beneficios de la vasta acción conocida como “reforma gregoriana”, que, promovida en el siglo anterior, había traído una mayor pureza evangélica a la vida de la comunidad eclesial, sobre todo en el clero, y había restituido a la Iglesia y al Papado una auténtica libertad de acción. Además se iba difundiendo una vasta renovación espiritual, apoyada por el exuberante desarrollo de la vida consagrada: nacían y se expandían nuevas órdenes religiosas, mientras que las ya existentes conocían una recuperación prometedora.
Volvió a florecer también la teología adquiriendo una mayor conciencia de su propia naturaleza: afinó el método, afrontó problemas nuevos, avanzó en la contemplación de los Misterios de Dios, produjo obras fundamentales, inspiró iniciativas importantes en la cultura, desde el arte a la literatura, y preparó las grandes obras del siglo posterior, el siglo de Tomás de Aquino y de Buenaventura de Bagnoregio. Dos fueron los ambientes en los que se desarrolló esta ferviente actividad teológica: los monasterios y las escuelas ciudadanas, las scholae, algunas de las cuales bien pronto darían vida a las Universidades, que constituyen uno de los típicos “inventos” del Medioevo cristiano. Precisamente a partir de estos dos ambientes, los monasterios y las scholae, se puede hablar de dos diferentes modelos de teología: la “teología monástica” y la “teología escolástica”. Los representantes de la teología monástica eran monjes, en general abades, dotados de sabiduría y de fervor evangélico, dedicados esencialmente a suscitar y alimentar el deseo amoroso de Dios. Los representantes de la teología escolástica eran hombres cultos, apasionados de la investigación; eran magistri deseosos de mostrar la razonabilidad y la fundamentación de los Misterios de Dios y del hombre, creídos con la fe, pero comprendidos también por la razón. La finalidad distinta explica la diferencia de su método y de su forma de hacer teología.
En los monasterios del siglo XII el método teológico estaba ligado principalmente a la explicación de la Sagrada Escritura, de la sacra pagina, para expresarnos como los autores de aquel período; se practicaba especialmente la teología bíblica. Los monjes, por tanto, eran oyentes y lectores devotos de las Sagradas Escrituras, y una de sus principales ocupaciones consistía en la lectio divina, es decir, en la lectura orante de la Biblia. Para ellos la simple lectura del Texto sagrado no bastaba para percibir su sentido profundo, su unidad interior y su mensaje trascendente. Era necesario por tanto practicar una “lectura espiritual”, conducida en docilidad al Espíritu Santo. En la escuela de los Padres, la Biblia era así interpretada alegóricamente, para descubrir en cada página, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, cuanto se dice de Cristo y de su obra de salvación.
El Sínodo de los obispos del año pasado sobre “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia” subrayó la importancia del acercamiento espiritual a las Sagradas Escrituras. Con este objetivo, es útil hacer un tesoro de la teología monástica, una exégesis bíblica ininterrumpida, como también de las obras compuestas por sus representantes, preciosos comentarios ascéticos a los libros de la Biblia. A la preparación literaria la teología monástica unía por tanto la espiritual. Era por tanto consciente de que una lectura puramente teórica y profana no es suficiente: para entrar en el corazón de la Sagrada Escritura, se la debe leer en el espíritu en el que fue escrita y creada. La preparación literaria era necesaria para conocer el significado exacto de las palabras y facilitar la comprensión del texto, afinando la sensibilidad gramatical y filológica. El investigador benedictino del siglo pasado Jean Leclercq tituló así el ensayo con el que presenta las características de la teología monástica: L’amour des lettres et le désir de Dieu (“El amor de las letras y el deseo de Dios”). En efecto, el el deseo de conocer y de amar a Dios, que nos sale al encuentro a través de su Palabra que hay que acoger, meditar y practicar, conduce a buscar la profundización de los textos bíblicos en todas sus dimensiones. Hay también otra actitud sobre la que insisten aquellos que practican la teología monástica, y es el de una actitud íntima de oración, que debe preceder, acompañar y completar el estudio de la Sagrada Escritura. Dado que, en último análisis, la teología monástica es escucha de la Palabra de Dios, no se puede no purificar el corazón para acogerla y, sobre todo, no se puede no encenderlo de fervor para encontrar al Señor. La teología se convierte por tanto en meditación, oración, canto de alabanza y empuja a una sincera conversión. No pocos representantes de la teología monástica han llegado, por esta vía, a las más altas metas de la experiencia mística, y constituyen una invitación también para nosotros a nutrir nuestra existencia de la Palabra de Dios, por ejemplo, mediante una escucha más atenta de las lecturas y del Evangelio especialmente en la Misa dominical. Es importante además reservar un cierto tiempo cada día a la meditación de la Biblia, para que la Palabra de Dios sea lámpara que ilumina nuestro camino cotidiano en la tierra.
La teología escolástica, en cambio – como decía – se practicaba en las scholae, surgidas junto a las grandes catedrales de la época, para la preparación del clero, o en torno a un maestro de teología y a sus discípulos, para formar profesionales de la cultura, en una época en la que el saber era cada vez más apreciado. En el método de los escolásticos era central la quaestio, es decir, el problema que se pone al lector al afrontar las palabras de la Escritura y de la Tradición. Ante el problema que estos textos autorizados plantean, surgen cuestiones y nace el debate entre el maestro y los estudiantes. En este debate aparecen por una parte los argumentos de la autoridad, y por otra parte, los de la razón y el debate se desarrolla en el sentido de encontrar, al final, una síntesis entre autoridad y razón para llegar a una comprensión más profunda de la Palabra de Dios. Al respecto, san Buenaventura dice que la teología es per additionem (cfr Commentaria in quatuor libros sententiarum, I, proem., q. 1, concl.), es decir, que la teología añade la dimensión de la razón a la Palabra de Dios y así crea una fe más profunda, más personal y por tanto también más concreta en la vida del hombre. En este sentido, se encontraban diversas soluciones y se formaban conclusiones que comenzaban a construir un sistema de teología. La organización de las quaestiones llevaba a la compilación de síntesis cada vez más extensas, es decir se componían las diversas quaestiones con las respuestas resultantes, creando así una síntesis, las llamadas summae, que eran en realidad amplios tratados teológico-dogmáticos nacidos de la confrontación de la razón humana con la Palabra de Dios. La teología escolástica buscaba presentar la unidad y la armonía de la Revelación cristiana con un método, llamado precisamente “escolástico”, de la escuela, que concede confianza a la razón humana: la gramática y la filología están al servicio del saber teológico, pero lo está aún más la lógica, es decir, esta disciplina que estudia el “funcionamiento” del razonamiento humano, de modo que aparezca claramente la verdad de una proposición. Aún hoy, leyendo las summae escolásticas uno se queda sorprendido por el orden, la claridad, la concatenación lógica de los argumentos y por la profundidad de algunas intuiciones. Con lenguaje técnico, se atribuye a cada palabra un significado preciso y, entre el creer y el comprender, se establecía un movimiento recíproco de clarificación.
Queridos hermanos y hermanas, haciendo eco de la invitación de la Primera Carta de Pedro, la teología escolástica nos anima a estar siempre dispuestos a responder a quien pida razones de la esperanza que está en nosotros (cfr 3,15). Sentir las preguntas como nuestras y ser así capaces también de dar una respuesta. Nos recuerda que entre fe y razón existe una amistad natural, fundada en el mismo orden de la creación. El Siervo de Dios Juan Pablo II, en el incipit de la Encíclica Fides et ratio escribe: "La fe y la razón son como las dos alas, con las que el espíritu humano se alza hacia la contemplación de la verdad”. La fe está abierta al esfuerzo de la comprensión por parte de la razón; la razón, a su vez, reconoce que la fe no la mortifica, al contrario, la empuja hacia horizontes más amplios y elevados. Se inserta aquí la perenne lección de la teología monástica. Fe y razón, en diálogo recíproco, vibran de alegría cuando ambas están animadas por la búsqueda de la íntima unión con Dios. Cuando el amor vivifica la dimensión orante de la teología, el conocimiento, adquirido por la razón, se engrandece. La verdad se debe buscar con humildad, acogida con estupor y gratitud: en una palabra, el conocimiento crece sólo si se ama la verdad. El amor se convierte en inteligencia y la teología auténtica, sabiduría del corazón, que orienta y sostiene la fe y la vida de los creyentes. Oremos por tanto para que el camino del conocimiento y de la profundización de los Misterios de Dios sea siempre iluminado por el amor divino.
Proposiciones al Papa aprobadas por el Sínodo

Diálogo interreligioso y justicia



Proposición 11
Diálogo interreligioso
La paz en África, como en otras partes del mundo, está ampliamente condicionada por las relaciones entre las religiones. Por eso, la promoción del valor del diálogo es importante para que los creyentes trabajen en las asociaciones dedicadas a la paz y la justicia, en un mutuo espíritu de confianza y apoyo, y que se enseñen a las familias los valores de la escucha paciente y del respeto recíproco sin miedo.
El diálogo con las demás religiones, especialmente el Islam y la religión tradicional africana, es parte integrante de la predicación del Evangelio y de la actividad pastoral de la Iglesia en nombre de la reconciliación y de la paz. En consecuencia la iniciativa del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de emprender el diálogo con las distintas religiones no cristianas es altamente recomendado.
Con todo, dado que la religión está constantemente politizada y se convierte en causa de conflictos, se requiere con urgencia el diálogo religioso con el Islam y la religión tradicional africana a todos los niveles. Este diálogo será auténtico y productivo en la medida en que cada religión se mueva desde lo profundo de su propia fe y encuentre a la otra en verdad y en apertura.
Los Padres Sinodales piden que disminuyan la intolerancia y la violencia religiosa y que se eliminen por medio del diálogo interreligioso. El importante acontecimiento ecuménico e interreligioso de Asís (1986) nos proporciona un modelo a seguir.
Proposición 12
Islam
Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia-Familia de Dios “mira también con estima a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres” (Nostra Aetate, 3).
Para servir a la reconciliación, la justicia y la paz, se debe superar cualquier forma de discriminación, de intolerancia y de fundamentalismo religioso. En lo que respecta a la libertad religiosa, el derecho al culto debe ser subrayado.
En las relaciones con los musulmanes, debemos:
- dar la prioridad al diálogo de la vida y al acuerdo en los contenidos sociales y en la reconciliación;
- tomar en consideración la variedad de situaciones y experiencias;
- confrontar con honradez nuestros malentendidos y dificultades;
- proporcionar mejores informaciones sobre el Islam en la formación de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos, y fieles laicos; y
- emprender iniciativas que promuevan el respeto, la amistad, la colaboración y la reciprocidad.
Proposición 13
La Religión Tradicional Africana (RTA)
Dado que la Iglesia-Familia de Dios en África sigue viviendo codo con codo con los seguidores de la religión tradicional africana, los padres Sinodales han recordado el sabio consejo del Vaticano II (Nostra aetate) que considera a la religión tradicional africana y las demás religiones en esta perspectiva: “Desde los tiempos antiguos hasta hoy en los diversos pueblos se encuentra una cierta sensibilidad a esa fuerza arcana que está presente en el curso de las cosas y sobre los acontecimientos de la vida humana…” (2).
La gente bien informada, que se ha convertido desde la religión tradicional africana, puede guiar a la Iglesia a un cada vez mayor y más preciso conocimiento de las culturas y las religiones africanas, haciendo más fácilmente discernimiento de los verdaderos puntos de oposición. Esto ayudará a la necesaria distinción que debe hacerse entre lo cultural y lo religioso, y especialmente entre lo cultural y esas perniciosas prácticas de brujería que causan la ruptura y la ruina de nuestras familias y sociedades.
Por tanto, siguiendo al Concilio Vaticano II, los Padres Sinodales no rechazan nada de cuanto “es verdadero y santo en estas religiones… [La Iglesia por eso exhorta a sus hijos para que, con prudencia y caridad, por medio del diálogo y de la colaboración con los seguidores de las demás religiones, siempre dando testimonio de la fe y de la vida cristiana, reconozcan, conserven y hagan conocer los valores espirituales, morales y socioculturales que se encuentran en ellas” (2).
Por tanto, este Sínodo propone que:
- la religión tradicional africana y las culturas sean sometidas a una cualificada y completa investigación científica en las Universidades Católicas de África y en las facultades de las Universidades Pontificias romanas a la luz de la Palabra de Dios;
- los obispos, en sus diócesis, deberían emprender una enérgica acción pastoral contra todos aquellos que están implicados en la brujería y decidir qué medidas disciplinares son necesarias; y
- cada obispo debería nombrar un exorcista, donde no lo haya.
Respecto a la brujería y a los cultos,
- la Iglesia local se debe basar en una confrontación equilibrada que estudie este fenómeno a la luz de la fe y de la razón, para liberar a los africanos de esta plaga; y
- un equipo pastoral diocesano multidisciplinar debe preparar un programa pastoral basado en la racionalidad, sobre la redención y la reconciliación.
B) IUSTITIA
Proposición 14
Justicia
“La Iglesia... atestigua al hombre, en nombre de Cristo, su dignidad y su vocación a la comunión de las personas; le enseña las exigencias de la justicia y de la paz, conforme a la sabiduría divina” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2419). Con todo en el estado actual de la pecaminosidad humana y de los corazones heridos, el Antiguo Testamento está seguro en su convicción de que la justicia no puede llegar a la persona humana a través de sus propias fuerzas, sino que es un don de Dios. El Nuevo Testamento desarrolla esta visión, haciendo de la justicia la revelación suprema de la gracia salvífica de Dios. Así la justicia es, ante todo y sobre todo, un don de Dios. Es Dios quien nos justifica a través de Cristo. Esto significa que es Dios quien hace al pecador digno de la relación de comunión y de alianza con Dios y capacita a cada uno a hacer justicia (cf. Relatio post disceptationem).
En realidad el fruto de la reconciliación con Dios y la humanidad está dentro de la misma familia humana, es la recuperación de la justicia y de las justas exigencias de relación. Es por esto que Dios justifica al pecador no teniendo en cuenta sus pecados. O bien uno justifica a aquel que ofendo perdonando sus errores. Ya que Dios nos ha justificado perdonando nuestros pecados reconciliándonos con él, también nosotros podemos instituir relaciones y estructuras justas entre nosotros mismos y en nuestras sociedades, perdonando y no tomando en cuenta los errores de los demás en virtud del amor y la misericordia. ¿Cómo podemos vivir en comunidad y en comunión?
En consecuencia, reunidos en Sínodo los obispos de la Iglesia-Familia de Dios en África, unidos a los sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, se comprometen:
- a buscar en la oración la justicia / justificación de Dios a cuya luz somos capaces de justificar a los demás con amor y misericordia; y
- a ser artífices de estructuras justas en nuestras sociedades a la luz de la justicia que viene de Dios.
Proposición 15
Seguridad en la sociedad
El Sínodo se dirige a todos los miembros de la Iglesia en África, para que promuevan la justicia para todos y el respeto de los derechos humanos a través de la educación cívica, y construyendo una cultura de justicia y de paz. Para realizar esto, las diócesis y las parroquias deberían instituir comisiones para la Justicia y la Paz en colaboración con los jefes de las comunidades locales que pueden actuar de intermediarios.
La actual movilización de las naciones africanas para la reducción de la pobreza y la consecución de una paz duradera ofrece grandes esperanzas. Es por esto que el Sínodo recomienda, por amor a la justicia, el bien común y el bienestar de los pueblos.
El Sínodo hace un llamamiento a los gobiernos para que, desde una justa distribución de los frutos del desarrollo, provean a la seguridad de la sociedad y a las necesidades esenciales de la vida de los más vulnerables.
El Sínodo recuerda a nuestros gobiernos africanos esta realidad y les llama a que promuevan la seguridad de la vida y de la propiedad. La vida es sagrada y debe ser protegida en la seguridad. Los gobiernos deberían poner en marcha un sistema para detener los asesinatos, los secuestros etc. en el continente. La inseguridad de la vida y de la propiedad y la falta del buen orden acrecienta la emigración y la fuga de cerebros, y en consecuencia aumenta la pobreza.
Proposición 16
Fuga de cerebros
Los países y las familias africanas invierten grandes sumas de dinero para formar profesionales para contribuir a mejorar las condiciones de vida de la gente. Por desgracia muchos de ellos abandonan el país nada más terminar la especialización con la esperanza de encontrar mejores condiciones de trabajo y de remuneración.
El Sínodo propone:
- que los países africanos tomen medidas urgentes para mejorar las condiciones de vida y de trabajo en el continente para prevenir la “fuga de cerebros”, de modo que las personas no dejen su país para ser absorbidas en las sociedades desarrolladas;
- que los profesionales ejerzan un sentido de sacrificio y de servicio hacia su propia gente, a cuyas expensas han sido formados; y
- que los países desarrollados apoyen a África al afrontar este problema, desarrollando centros de excelencia académica para que respondan a las necesidades de un desarrollo integral de las sociedades.
Proposición 17
La justicia social y la eliminación de la pobreza
Los Padres Sinodales hacen un llamamiento a una economía al servicio de los pobres y ha denunciado fuertemente un orden económico injusto que ha llevado a perdurar la pobreza.
Por tanto nosotros proponemos que:
1. la Iglesia-Familia de Dios en África se dedique al servicio de los pobres, huérfanos y excluidos a imitación de la vida de la Iglesia primitiva;
2. como la Iglesia primitiva, la Iglesia en África y en las Islas debe desarrollar un sistema interno para responder a sus propias necesidades. A propósito de situaciones de emergencia (catástrofes y desastres) es obligatorio instaurar relaciones de solidaridad entre las diversas diócesis y dentro de las mismas Conferencias Episcopales. Por este motivo es urgente establecer un fondo de solidaridad a nivel continental a través de la red Cáritas. Al mismo tiempo la Iglesia debería esforzarse en promover e inculcar una concepción integral del trabajo como expresión de gratuidad y solidaridad. De esta forma el talento humano será reconocido como necesario para el bien de todos;
3. que los políticos adopten las medidas adecuadas (acceso a la tierra, al agua, infraestructuras, etc.) para remediar la pobreza y para desarrollar políticas que garanticen la autosuficiencia alimentaria y programas educativos que estén orientados a la producción;
4. que se propugne la ulterior cancelación de la deuda en condiciones favorables y la eliminación de la práctica de la usura;
5. los gobiernos africanos deben ser más prudentes en el acceso a subsidios y préstamos, de forma que no traigan al pueblo ulteriores deudas;
6. África debe implicarse activamente como socio importante en los procesos de tomas de decisiones sobre el comercio internacional y sobre las cuestiones socio-económicas que le conciernen;
7. y los esfuerzos arriba mencionados deben estar inspirados y regulados por valores humanos auténticos de promoción integral y de desarrollo humano.
Proposición 18
La doctrina social de la Iglesia
La misión evangelizadora de la Iglesia-Familia de Dios en África se alimenta de materiales de distintas fuentes, la más importante de las cuales en absoluto es la Escritura, la Palabra de Dios. Pero, como se observó en el Sínodo (Relatio ante disceptationem, 6), la conducta y el carácter del ministerio de la Iglesia se ponen de relieve en muchos “acontecimientos y materiales de apoyo”, “subsidia fidei”, como el “Compendio de la Doctrina social de la Iglesia”, una guía muy exhaustiva sobre la misión y sobre la realización de la Iglesia como “maestra” y “levadura”, en el mundo y en su orden social.
En consecuencia, los Padres Sinodales, reconociendo la utilidad del “Compendio” en la tarea de la evangelización del continente y de sus Islas, proponen que cada Conferencia Episcopal nacional y regional:
- revise todos sus materiales catequéticos a todos los niveles (niños, jóvenes, parejas jóvenes, familias) para incluir los elementos de la doctrina social de la Iglesia y traducir el “Compendio” en las lenguas locales;
- exija que la doctrina social de la Iglesia se haga obligatoria en toda la educación de los seminarios y en los programas de formación permanente de los sacerdotes, hombres y mujeres religiosos y en la formación de los laicos al servicio de la Iglesia y de la sociedad;
- reúna, allí donde aún no existen, los mensajes y las cartas pastorales relativas a su enseñanza social;
- cree un grupo de investigadores para redactar el programa de un curso para la enseñanza y la comunicación de los valores sociales y cristianos, de modo que el programa, así concebido, sea enseñado desde la escuela primaria hasta la universidad; y
- haga conocer y amar el Evangelio y los valores africanos de la solidaridad, de la generosidad y del bien común.
Proposición 19
Educación
Los Padres Sinodales manifiestan interés por la educación, idea que a menudo es expresada por el Santo Padre Benedicto XVI. Como en otros lugares alrededor del mundo, África está experimentando la crisis de la educación. Un programa educativo completo e integrado es necesario para unir fe y razón a través del cual el fiel se prepare adecuadamente para afrontar todas las circunstancias de la vida y evitar que se vean abocados a regularse con criterios dualistas y relativistas en sus decisiones cotidianas. La educación no puede ser simplemente reducida a academia, sino que debería inculcar en la juventud el sentido profundo de la vida. La familia debe ser reconocida como primer lugar de educación y por esto asistida en esta misión. Los Padres Sinodales, por ello, insisten en la prioridad de la educación y defienden el derecho del ciudadano al trabajo educativo, que no debe ser monopolio del Estado.
Allí donde las Iglesias han instituido escuelas encaminadas a colaborar con el Estado para promover la educación, es necesario que el derecho de las Iglesias a mantener las escuelas sea respetado. Sería también deseable que el Estado estableciera una colaboración con la Iglesia en el campo educativo, apoyando las escuelas.
Proposición 20
Protocolo de Maputo
Los Padres Sinodales conocen los aspectos problemáticos del Protocolo de Maputo sobre las mujeres y la vida, por ejemplo en lo tocante a la salud reproductiva. Pero sobre todo consideran inaceptable la promoción del aborto en el artículo 14,2/c: “proteger los derechos reproductivos de las mujeres autorizando el aborto clínicamente asistido en los casos de violencia sexual, estupro, incesto, y cuando llevar adelante el embarazo comprometería la salud mental y física de la mujer o del feto”.
Según la enseñanza de la Iglesia, el aborto es contrario a la voluntad de Dios. Además este artículo está en contradicción con los derechos humanos y con el derecho a la vida. Banaliza la seriedad del crimen del aborto y minusvalora el papel de la maternidad. La Iglesia condena esta postura sobre el aborto, proclamando que por valor y dignidad la vida humana debe ser protegida desde la concepción hasta la muerte natural.
Los Padres sinodales invitan a la Iglesia en África y en sus Islas a dedicarse a usar los medios y las estructuras necesarias para acompañar a las mujeres y parejas tentadas de abortar. Además alaban el valor de los gobiernos que combaten el aborto en sus legislaciones.

10/28/09

Hacer que los anglicanos se sientan como en casa en la Iglesia Católica


Monseñor Stetson, experto en el diálogo con la Comunión Anglicana Tradicional


La semana pasada sorprendía la noticia de que Benedicto XVI permitirá a grupos de anglicanos que desean entrar en plena comunión con la Iglesia Católica, el hacerlo a través de Ordinariatos personales, preservando al mismo tiempo elementos de la tradición espiritual y litúrgica anglicana.
La provisión de Ordinariatos es la respuesta del Vaticano a los anglicanos que han expresado deseos de convertirse en católicos. Se estima que entre 20 y 30 obispos anglicanos han hecho una petición similar.
Hasta ahora existía una Provisión Pastoral, emanada por Juan Pablo II en 1980, pero que sólo contemplaba los casos individuales de sacerdotes episcopalianos que deseaban abrazar el catolicismo.
Para entender cómo funcionan los Ordinariatos personales y la importancia de esta iniciativa, ZENIT ha entrevistado a monseñor William Stetson, un sacerdote del Opus Dei y secretario del Delegado Eclesiástico de la Congregación para la Doctrina de la Fe para la Provisión Pastoral de ex sacerdotes episcopalianos (el término episcopaliano suele usarse para designar a los miembros de la Comunión Anglicana en Estados Unidos y en Escocia, n.d.t.).
Monseñor Stetson mantiene una Oficina de Provisión Pastoral en la parroquia de Nuestra Señora de Walsingham, una congregación de tradición anglicana en la archidiócesis de Galveston-Houston.
-¿Qué es un Ordinariato personal? ¿Existe en algún otro lugar en la Iglesia?
Monseñor Stetson: Un ordinariato es una estructura jurisdiccional compuesta por un prelado con jurisdicción ordinaria, su propio clero incardinado que le asiste en su trabajo pastoral, y los fieles laicos a los que pastorea.
Existe un ordinariato militar en muchos países, que tiene la responsabilidad del cuidado pastoral, de quienes sirven en los Ejércitos y sus familias. En los Estados Unidos se llama Archidiócesis para los Servicios Militares (Archdiocese for the Military Services). Que yo sepa no existen otros Ordinariatos.
-¿Cuál es la diferencia fundamental entre la Provisión Pastoral de 1980 y la nueva constitución apostólica?
Monseñor Stetson: La Provisión Pastoral no tenía contenido canónico y no contemplaba el ejercicio del poder de gobierno. La nueva constitución apostólica establecerá normas canónicas al más alto nivel para proveer la creación de nuevas estructuras canónicas llamadas “ordinariatos” en naciones individuales. En conformidad con las normas generales, cada ordinariato tendrá el poder de gobierno (jurisdicción) sobre un determinado tipo de personas y asuntos.
-¿Qué sucederá con las parroquias católicas de tradición anglicana (Anglican Use parishes) que han estado operando durante años?
Monseñor Stetson: Hasta este momento las llamadas parroquias de tradición anglicana en Estados Unidos son parroquias personales de la diócesis donde están presentes, que mantienen elementos de la tradición anglicana, especialmente la liturgia.
No hay relación canónica entre ellas o con el Delegado Eclesiástico de la Provisión Pastoral.
Presumiblemente, si se establece un ordinariato en los Estados Unidos, las parroquias pasarían a ser jurisdicción del nuevo ordinariato y quedarían bajo la jurisdicción del prelado del ordinariato.
Las futuras parroquias y comunidades de culto podrían ser establecidas por el ordinario del ordinariato a petición de grupos de fieles anglicanos con un sacerdote tras consultar al obispo diocesano del lugar donde se encuentran.
- ¿Cuál es el motivo de establecer estos ordinariatos personales? ¿Por qué la Provisión Pastoral no era suficiente?
Monseñor Stetson: La Provisión Pastoral es un mero proceso administrativo para preparar a los antiguos sacerdotes episcopalianos casados para ser ordenados como sacerdotes católicos a petición de los obispos diocesanos. El nuevo ordinariato proveerá una estructura canónica similar a una diócesis para el cuidado pastoral de los fieles laicos que se proceden de la Iglesia episcopaliana.
-Esta estructura canónica parece responder directamente a una petición realizada hace dos años por la Comunión Anglicana Tradicional, que tiene alrededor de 400.000 miembros en todo el mundo. ¿Cree que muchos de estos miembros entrará en comunión con la Iglesia católica a través del ordinariato personal?
Monseñor Stetson: La Comunión Anglicana Tradicional es en realidad una confederación de autodenominadas diócesis presentes en muchos países diferentes; está formada por sacerdotes, fieles laicos y obispos. La Comunión Anglicana Tradicional como tal nunca ha formado parte de la Comunión Anglicana bajo la autoridad del arzobispo de Canterbury.
Lo que suceda con las diócesis en los países concretos dependerá de las decisiones tomadas por la jerarquía católica en los respectivos países con la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su número es mayor en África y Asia.
-¿Cómo será el proceso para los anglicanos, especialmente sacerdotes y obispos, que entren en la Iglesia a través del ordinariato?
Monseñor Stetson: La Constitución Apostólica que permitirá la creación de ordinariatos en cada país aún no se ha presentado. Por esta razón no conocemos la naturaleza del proceso. Anticiparía que será similar al usado en los últimos 27 años por la Provisión Pastoral aquí en Estados Unidos, y su homóloga en Inglaterra (la cual, con todo, no había provisto de parroquias y liturgia, como en Estados Unidos).
- El anuncio vaticano contempla la posibilidad de que un ordinariato católico tenga seminaristas, que se prepararían junto con los seminaristas católicos, “aunque el ordinariato establecería una casa de formación dirigida a las necesidades particulares de formación en el patrimonio anglicano”. ¿Esto incluiría la posibilidad de matrimonio para estos seminaristas anglicanos?
Monseñor Stetson: Los puntos específicos de esta cuestión aún no se han dado a conocer. Al menos supongo que los seminaristas tendría que estar a la vez casados y estudiar en un seminario anglicano en el momento que trataran de entrar en plena comunión, y luego continuar estudiando para el sacerdocio en un seminario católico. Ellos tendrían que recibir la dispensa de la norma del celibato, estudiando la Santa Sede caso por caso. Los futuros seminaristas tendrían que ser célibes.
-¿Qué otras tradiciones mantendrían los anglicanos al entrar en la Iglesia católica por la vía del ordinariato personal?
Monseñor Stetson: Las parroquias pequeñas, que permiten una mayor cohesión. Una rica tradición de expresión litúrgica (lenguaje, música, vestimentas, espacio, etc) en inglés, que data del siglo XVI. Esto también incluiría una gran tradición de la utilización de la Sagrada Escritura en la predicación, el amor a los Padres de la Iglesia y una expresión teológica más allá de la escolástica católica romana.
-¿Por qué el Vaticano puede ofrecer esta concesión sólo a los anglicanos, y no a los luteranos, presbiterianos, etc. que quisieran entrar en la Iglesia?
Monseñor Stetson: Los anglicanos han disfrutado siempre de un lugar especial en la actitud católica hacia la ruptura de la unidad de los cristianos en Occidente después del siglo XVI. La Iglesia de Inglaterra intentó mantener muchos elementos de la Iglesia Católica y, al mismo tiempo ser protestante. La Iglesia de Inglaterra mantuvo una mayor unidad dentro de sí misma y por lo tanto podía tratarse como una entidad única en las conversaciones con Roma.
-Se ha hablado de que esta medida afectará negativamente al diálogo anglicano-católico, es decir, al Consejo Internacional Anglicano-Católico (ARCIC)? ¿Es esto cierto?
Monseñor Stetson: Aparentemente no, de acuerdo con las manifestaciones de las autoridades católicas y anglicanas en Inglaterra y en otros países que están implicadas en el diálogo ecuménico. Solo el tiempo lo dirá.
- ¿Por qué es una buena noticia para los anglicanos que buscan la plena comunión con la Iglesia Católica?
Monseñor Stetson: Los anglicanos que entran en la comunión plena encontrarán un hogar espiritual familiar en en la Iglesia Católica a través de las parroquias personales que el prelado de la ordinariato será capaz de establecer con los sacerdotes y el personal especialmente preparado, que también provendrán de la tradición anglicana.
La identidad europea sigue siendo cristiana


Benedicto XVI y el sociólogo americano Philip Jenkins comparten la idea


Cuando se habla de los valores fundamentales de Europa cabe el riesgo de pensar que fueron los propios europeos quienes se dieron esos valores. Según esta visión, el origen del Viejo Continente habría que buscarlo en un acuerdo tácito en torno a unos valores más o menos convencionales.
En el discurso que dirigió el 19 de octubre al nuevo jefe de la delegación europea ante la Santa Sede, Yves Gazzo, Benedicto XVI recordó "que la Unión Europea no se ha dotado de estos valores, sino que más bien han sido estos valores compartidos los que la han hecho nacer, y ser la fuerza de gravedad que ha atraído hacia el núcleo de los países fundadores a las diversas naciones".
"Estos valores son el fruto de una larga y tortuosa historia en la cual, nadie puede negarlo, el cristianismo ha tenido un papel rector". Las enseñanzas de la Iglesia sobre la dignidad de la persona humana, la libertad religiosa, la paz o el desarrollo integral son algunos de los "elementos centrales de la Revelación cristiana que siguen modelando la civilización europea".
El Papa explicó que, cuando la Iglesia habla de las raíces cristianas de Europa, no busca una posición de privilegio. Sólo pretende recordar "la inspiración decididamente cristiana de los Padres fundadores de la Unión Europea. En un plano más profundo, desea mostrar también que los valores básicos [que sustentan a Europa] proceden sobre todo de la herencia cristiana que sigue alimentándola aún hoy".
Esos valores comunes "forman un conjunto coherente que se ordena y se expresa históricamente a partir de una visión antropológica precisa". Para que esta visión permanezca, los europeos no pueden permitir "que su modelo de civilización se rompa en pedazos. El dinamismo que inspira a Europa no puede ser sustituido por el individualismo o el utilitarismo".
La herencia cristiana ofrece al Viejo Continente los recursos necesarios para afrontar los retos actuales. Entre otros, Benedicto XVI cita "la búsqueda del equilibrio entre eficiencia económica y exigencias sociales, la salvaguarda del medio ambiente y, sobre todo, el apoyo indispensable y necesario a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, y a la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer".
Al igual que hizo el pasado septiembre en su discurso a las autoridades civiles y al cuerpo diplomático de la República Checa, el Papa concluyó recordando que "Europa, más que un continente, es una casa espiritual".
El cristianismo no está en retirada
En una entrevista publicada en el diario italiano Avvenire (20-10-2009), el sociólogo estadounidense Philip Jenkis se muestra en desacuerdo con la idea de que en Europa el cristianismo está hoy en retirada ante el empuje del islam. A su juicio, "hay pocas posibilidades de que Europa ‘se haga’ musulmana".
Esa es la tesis de Jenkins en su libro God’s Continent: Christianity, Islam, and Europe's Religious Crisis (2007), recién publicado en italiano con el título Il Dio dell’Europa. Jenkins, profesor en la Penn State University (Pennsylvania) y en la Baylor University (Texas), es un conocido investigador en materia de tendencias religiosas.
A juzgar por el rápido crecimiento demográfico de los musulmanes en Europa, se podría pensar que el credo mahometano va a desbancar al cristianismo. Pero esta predicción olvida que los índices demográficos no se mantienen perpetuamente. "En cuanto los inmigrantes asimilan las costumbres europeas, su índice de natalidad se derrumba claramente". Esto no es exclusivo de los que emigran, observa Jenkins: "También está menguando rápidamente el crecimiento demográfico de los musulmanes residentes en países como Argelia o Marruecos".
Por tanto, no hay un avance tan neto del islam. "Si Europa se vuelve cada vez más musulmana, una consecuencia es que una gran parte del mundo musulmán se está volviendo más europea, con nuevas estructuras familiares y papeles inéditos para las mujeres. Ciertamente, Europa tendrá una buena porción de habitantes provenientes de países islámicos, quizá entre el quince y el veinte por ciento hacia 2040, pero esa cifra no deja de ser una minoría. Y no podemos saber cuáles serán las ideas religiosas y políticas de esas personas".
En todo caso, la población musulmana se occidentalizará en alguna medida. Según Jenkins, "el islam no tiene otra elección que hacerse europeo, y la fuerza principal que traerá este cambio serán los jóvenes musulmanes, en particular las mujeres".
Para el sociólogo americano, ya no puede sostenerse la teoría de la islamización de Europa y la progresiva desaparición del cristianismo. Esta teoría procede de ciertas élites intelectuales europeas, que muestran simpatía hacia el islam al tiempo que rechazan el cristianismo como un "símbolo rancio de una Europa vieja". Durante mucho tiempo consideraron el cristianismo como la religión europea, y el islam como la auténtica religión del Tercer Mundo; pero en realidad, "hoy el cristianismo se halla notablemente enraizado en África, Asia y Latinoamérica, especialmente entre los pobres".
Jenkins, en fin, hace algunas precisiones sobre el retroceso del cristianismo en Europa. "Lo que se ha perdido en la mayor parte de Europa no es el cristianismo, sino el presupuesto, que se tenía por obvio, de que era la religión de todos, una especie de religión automática". Las Iglesias cristianas tuvieron en Europa una especie de monopolio. Ahora que la fe cristiana cuenta con otros competidores, "tienen que mirar a Europa como un continente de misión, un objetivo de la evangelización".

10/27/09

Los obispos españoles “siempre han estado a favor de la vida”


Carta del director de la Oficina de Información de la Conferencia Episcopal Española


Hecha pública hoy por la Conferencia Episcopal Española en respuesta a un editorial del diario español El País, en el que con el título "Protesta Calculada", acusaba a los obispos españoles de “actuar con cálculos de oportunidad política” por su apoyo a la manifestación a favor de la vida del pasado 17 de octubre.
La Conferencia Episcopal ha decidido hacer pública el contenido de su réplica a dicho editorial, tras haberla enviado en dos ocasiones (los días 14 y 20 de octubre), en el que se pedía derecho de réplica, no habiendo obtenido respuesta por parte del diario, según informa la CEE en una nota oficial.

“El editorial de “El País” del martes 13 de octubre, titulado “Protesta calculada”, se articula en torno a una falsedad sobre la Conferencia Episcopal Española que me parece preciso aclarar.
No es verdad que la Conferencia Episcopal sólo reaccione sobre la cuestión del aborto “cuando un Gobierno socialista establece la ley o trata de reformarla”. Los obispos españoles no han dejado nunca de recordar que toda vida humana debe ser respetada como sagrada desde la concepción hasta la muerte natural. Son muchos los documentos y declaraciones a favor de la vida que pueden citarse a este respecto, pero valga de ejemplo la Nota de la Comisión Permanente, de 17 de febrero de 2000, cuando no gobernaba en España el Partido Socialista. En ella se afirma que la legislación vigente en ese momento sobre el aborto era “gravemente injusta” y que debía “ser abolida”.
De igual manera han sido muchas las declaraciones públicas de diferentes personas reconociendo esta posición de la Iglesia. También a modo de ejemplo, valga la de la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, el pasado día 6 de octubre cuando, preguntada sobre el tema en una entrevista, dijo que respetaba la actitud de la Iglesia Católica, que “ha mantenido siempre la misma posición, ha sido coherente”.
Isidro Catela Marcos
Director Oficina de Información
Conferencia Episcopal Española
Proposiciones al Papa aprobadas por el Sínodo

Comunión eclesial y reconciliación

INTRODUCTIO

Proposición 1
Documentos que se presentan al Sumo Pontífice
Los Padres Sinodales presentan a la consideración del Sumo Pontífice los documentos sobre “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Vosotros sois la sal de la tierra... vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13.14) relativos a este sínodo. Esta documentación comprende: los “Lineamenta”, es “Instrumentum laboris”, las Relaciones “ante” y “post disceptationem” y los textos de las intervenciones, tanto los presentads en el Aula como los “in-scriptis”, las Relaciones de los Círculos Menores y sus discusiones – sobre todo algunas propuestas específicas, que los Padres han considerado de fundamental importancia.
Los mismos Padres piden humildemente al Santo Padre que valore la oportunidad de ofrecer un documento sobre la Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz.
I - ECCLESIA IN SYNODO
Proposición 2
El Sínodo de un nuevo Pentecostés
Si la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos fue llamada “sínodo de la resurrección y de la esperanza” (EIA, 13), los Padres sinodales, en comunión con el Santo Padre el Papa Benedicto XVI, ven esta segunda Asamblea Especial como el sínodo de un “nuevo Pentecostés”.
Agradecidos a Dios, dan las gracias al Santo Padre por la providencial decisión de convocar este sínodo. Los Padres sinodales están contentos de atestiguar el carácter universal de una asamblea sinodal en presencia del Santo Padre, y también de sus más estrechos colaboradores y representantes de la Iglesia de los demás continentes.
Rezan para que el Espíritu de Pentecostés renueve nuestra dedicación apostólica a trabajar para que la reconciliación, la justicia y la paz y la humanidad en general prevalezcan en África y en el resto del mundo, y para que no suceda que los inmensos problemas que pesan sobre África nos superen, y para que seamos “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
Que este ejercicio de comunión eclesial y responsabilidad colegial inspire otras estructuras y formas de ministerio de cooperación en la Iglesia – Familia de Dios.
Proposición 3
Comunión eclesial
Por su naturaleza íntima, la Iglesia es una comunión que comporta una solidaridad pastoral orgánica. Los obispos, en comunión con el Obispo de Roma, son los principales promotores de comunión y colaboración en el apostolado de la Iglesia, en el que participan los sacerdotes, los diáconos, las personas consagradas y los fieles laicos. Esta comunión de la Iglesia aparece particularmente en la colegialidad efectiva y afectiva entre los obispos en sus provincias eclesiásticas y a nivel nacional, regional, continental e internacional.
Por esto el Sínodo recomienda que los obispos, los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y los laicos refuercen ulteriormente su cooperación a nivel diocesano, nacional, continental e intercontinental. Anima también a una ulterior y continua cooperación entre el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM) y la Confederación de las Conferencias de los Superiores/as Mayores de África y Madagascar (COSMAM).
De esta forma la Iglesia se convierte en un signo más eficaz y promotora de reconciliación, justicia y paz.
Proposición 4
Comunión eclesial a nivel regional y continental
Los Padres sinodales dan gracias a Dios por el trabajo desarrollado desde el SECAM/SCEAM (Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar), en los pasados cuarenta años de su existencia (1969-2009) como primera instancia de comunión eclesial a nivel continental.
Desean que, conservando el Espíritu de Pentecostés, las Conferencias Episcopales nacionales y la Asamblea de la Jerarquía Católica de Egipto renueven su adhesión al SECAM/SCEAM con el fin de asegurar un ministerio pastoral más fructífero en África, con especial referencia a la reconciliación, a la justicia y a la paz.
Por ello animan a los obispos de África a reavivar las estructuras de la comunión eclesial, especialmente la COSMAM (Confederación de las Conferencias de los Superiores/as Mayores de África y Madagascar) y promover otras como:
-un consejo continental para el clero;
-un consejo continental para los laicos y
-un consejo continental para las mujeres católicas.
Piden al SECAM/SCEAM que explore y elabore formas e instrumentos para asegurar una colaboración fructífera en dichas estructuras.
II - SYNODALIA THEMATA
A) Reconciliatio
Proposición 5
El sacramento de la reconciliación
La gracia de Dios crea en nosotros un corazón nuevo y nos reconcilia con él y con los demás. Es esencial para la “reconciliación” el sacramento de la reconciliación, que se debe celebrar según las normas canónicas y en el espíritu de la Exhortación Apostólica post-sinodal Reconciliatio et Poenitentia. Se trata de restituir toda su importancia a la celebración del sacramento de la penitencia en su doble dimensión, individual y comunitaria.
La reconciliación en el plano social favorece la paz. Tras un conflicto la reconciliación reconstruye la unidad de los corazones y la vida en común. En virtud de la reconciliación, naciones durante mucho tiempo beligerantes han reencontrado la paz, ciudadanos devastados por la guerra civil han reconstruido la unidad; personas o comunidades que piden y ofrecen perdón han purificado su memoria; familias divididas vuelven a vivir otra vez en armonía. La reconciliación supera las crisis, restituye dignidad al pueblo y abre el camino al desarrollo y a la duración de la paz en el pueblo a todos los niveles.
Los Padres sinodales lanzan de corazón un llamamiento a todos aquellos que están en guerra en África y hacen sufrir mucho a su pueblo: “cesad las hostilidades y reconciliaos”.
Ellos piden a todos los ciudadanos y los gobiernos de África que reconozcan su fraternidad y promuevan iniciativas de todo tipo que podrían alentar la reconciliación y reforzarla establemente a todos los niveles de la sociedad.
Invitan a la comunidad internacional a que rechace con fuerza los intentos de desestabilizar el continente africano y que provocan constantemente conflictos.
Proponen que las naciones africanas celebren cada año el Día de la reconciliación.
Iniciativas de reconciliación y diálogo ecuménico

Proposición 6
La forma no sacramental de la celebración de la reconciliación
Se favorezca prudentemente también la forma no sacramental de la celebración de la penitencia, de manera tal que revele el carácter eclesial de la penitencia y de la reconciliación. Esto permitirá a las comunidades dispersas, sin sacerdote, vivir un camino real de penitencia y de reconciliación. Permitirá a aquellos cristianos, privados de los sacramentos a causa de su propia condición personal, insertarse en un camino penitencial en la Iglesia. Al inicio de algunos tiempos litúrgicos como el Adviento y la Cuaresma, puede servir también a esas comunidades que tienen un sacerdote, como etapa hacia una recepción más fructífera del sacramento (cf. Reconciliatio et Poenitentia, 37).
Se recuerde a las Conferencias Episcopales que a ellas corresponde “adaptar este Ritual de la Penitencia a las necesidades de cada región” (Reconciliatio et Poenitentia, 38), y a los obispos diocesanos, que a ellos toca “regular la disciplina de la penitencia en su diócesis” (Reconciliatio et Poenitentia, 39).
Proposición 7
Inculturación del sacramento de la reconciliación
Un gran número de cristianos en África muestran una actitud ambigua frente a la conducta de cara a la reconciliación. Éstos adoptan un comportamiento de respeto escrupuloso de los ritos ancestrales de reconciliación, pero conceden poca importancia al sacramento de la penitencia.
Se confirma por tanto como necesario efectuar un estudio serio y profundo de los ritos tradicionales africanos de reconciliación, por ejemplo la reconciliación verbal (en el que un grupo de sabios llevan a cabo un arbitraje público de los casos judiciales), y la resolución de conflictos a través de un “grupo de mediadores”. Organismo similares pueden ser creados dentro de las Comisiones “Justicia y Paz”, para ayudar a los cristianos a realizar una conversión profunda en las celebraciones del sacramento de la reconciliación.
La gracia del sacramento de la penitencia celebrado con fe es suficiente para reconciliarnos con Dios y con el prójimo y no requiere ningún rito tradicional de reconciliación.
Proposición 8
Praxis pastoral de reconciliación
Para favorecer el desarrollo de una cultura de la reconciliación, las Iglesias locales podrán elegir entre las siguientes iniciativas:
1. una Jornada o una Semana de Reconciliación al año, especialmente en Adviento y Cuaresma, o un Año de Reconciliación a nivel continental, para pedir especial perdón a Dios por todos los males y heridas con que nos afligimos mutuamente, y para reconciliar a personas y grupos ofendidos en la Iglesia y en la sociedad. Se pueden organizar actos comunitarios de reconciliación y de perdón; y
2. un Año jubilar extraordinario durante el cual la Iglesia en África y en las Islas adyacentes agradece a Dios con la Iglesia universal y reza por el don del Espíritu Santo. Este periodo de reconciliación debe distinguirse por los siguientes elementos:
a. una conversión personal con la confesión sacramental y la absolución individual;
b. un Congreso Eucarístico continental;
c. la celebración de ritos penitenciales durante los cuales los participantes se perdonen mutuamente;
d. la renovación de las promesas bautismales, durante la cual nuestro ser discípulos de Jesús supera todas las formas de sometimiento al clan o a un partido político; y
e. una vida eucarística renovada.
Proposición 9
La espiritualidad de la reconciliación
“En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo” (2 Cor 5, 19-20). Reconciliación implica un modo de vida (espiritualidad) y una misión. Para llevar a cabo una espiritualidad de reconciliación, justicia y paz, la Iglesia necesita testigos arraigados profundamente en Cristo, nutridos de su Palabra y de los sacramentos. Así, estos podrán esforzarse hacia la santidad, sobre la base de una conversión permanente y de una intensa vida de oración, y entregarse a la tarea de la reconciliación, la justicia y la paz en el mundo, hasta el martirio, a ejemplo de Cristo. Con su valor en la verdad, con su abnegación y con su alegría, estos ofrecen un testimonio profético en un modo de vida coherente con la propia fe. María, la Madre de la Iglesia-Familia de Dios, que acogió voluntariamente la Palabra de Dios, escuchó las necesidades humanas y fue mediadora compasiva, será modelo de esto.
Los Padres sinodales recomiendan:
- que se preserve la memoria de los grandes testigos que dieron su vida al servicio del Evangelio, y que promovieron el bien común y defendieron la verdad y los derechos humanos, y que sean conmemorados fielmente;
- que los miembros de la Igelsia desarrollen un sentido de responsabilidad hacia sus propias acciones y una continua “metanoia”, que pueda celebrarse regularmente en el sacramento de la reconciliación;
y
- que la celebración y adoración de la Eucaristía, la oración y meditación sobre la Palabra de Dios, constituyan profundamente a la Iglesia-Familia de Dios en el Señor y le den la fuerza de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
Proposición 10
Dialogo ecuménico
En el servicio a la reconciliación, a la justicia y a la paz en el continente y en unión con la Iglesia universal, la Iglesia en África renueva su propio compromiso con el diálogo y la colaboración ecuménica. Una cristiandad dividida es un escándalo, porque contradice la voluntad del Maestro divino, que rezó para que sus seguidores pudiesen ser una sola cosa (cf. Jn 17, 21). Por ello el objetivo del diálogo ecuménico está tanto en dar testimonio de la comunión de los fieles en Cristo, como en proceder hacia la unidad cristiana con aquellos con quienes compartimos la misma fe, a través de la escucha de la Palabra de Dios y la colaboración en el servicio a los hermanos y hermanas “en un solo Señor… un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos…” (Ef 4, 5-6). En consecuencia el Sínodo alaba los esfuerzos del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, para iniciar y mantener el diálogo con las demás Iglesias y comunidades eclesiales.
El Sínodo es consciente de que, aunque la unidad de los cristianos no sea aún una realidad, cristianos en distintos países africanos se han reunido en varias asociaciones (como la Asociación Cristiana de Nigeria, el Consejo Cristiano de Liberia, etc.) para promover obras comunes de caridad y para salvaguardar los intereses de los cristianos en los modernos estados pluralistas. El Sínodo alaba estos esfuerzos y los recomienda en otros países, donde estas asociaciones pueden servir a la causa de la paz y de la reconciliación.
Además, el Sínodo invita a la Iglesia en cada diócesis o región a asegurarse de que la semana dedicada a la oración por la unidad de los cristianos esté marcada por oraciones y actividades comunes que promuevan la unidad de los cristianos “para que todos sean una sola cosa” (Jn 17, 21).

10/26/09

Biblia y Tradición, inseparables


Audiencia del Papa a los miembros del Pontificio Instituto Bíblico


Señores cardenales, Reverendísimo Prepósito General de la Compañía de Jesús, Ilustre Rector, Ilustres profesores y queridos alumnos del Pontificio Instituto Bíblico:
Con verdadero placer os encuentro con ocasión del 100° aniversario de la fundación de vuestro Instituto, querido por mi santo predecesor Pío X, con el fin de constituir en la ciudad de Roma un centro de estudios especializados sobre Sagrada Escritura y las disciplinas conectadas. Saludo con deferencia al cardenal Zenon Grocholewski, al que doy mi agradecimiento por las corteses palabras que me ha querido dirigir en vuestro nombre. Saludo igualmente al Prepósito General, padre Adolfo Nicolás Pachón, y acojo con gusto la oportunidad que se me ofrece para manifestar sincera gratitud a la Compañía de Jesús, la cual, no sin notable esfuerzo, despliega inversiones financieras y recursos humanos en la gestión de la Facultad del Oriente Antiguo, de la Facultad bíblica aquí en Roma y de la sede del Instituto en Jerusalén. Saludo al Rector y a los profesores, que han consagrado la vida al estudio y a la búsqueda en constante escucha de la Palabra de Dios. Saludo y agradezco al personal, los empleados y los trabajadores por su apreciada colaboración, como también a los benefactores que han puesto y siguen poniendo a disposición los recursos necesarios para el mantenimiento de las estructuras y para las actividades del Pontificio Instituto Bíblico. Saludo a los ex alumnos unidos espiritualmente a nosotros en este momento, y especialmente os saludo a vosotros, queridos alumnos, que procedéis de cada parte del mundo.
Han transcurrido 100 años desde el nacimiento del Pontificio Instituto Bíblico. En el transcurso de este siglo, ciertamente ha aumentado el interés por la Biblia y, gracias al Concilio Vaticano II, sobre todo a la Constitución dogmática Dei Verbum – de cuya elaboración fui testigo directo, participando como teólogo en las discusiones que precedieron su aprobación – se ha advertido mucho más la importancia de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Esto ha favorecido en las comunidades cristianas una auténtica renovación espiritual y pastoral, que ha interesado sobre todo a la predicación, la catequesis, el estudio de la teología y el diálogo ecuménico. A esta renovación vuestro Pontificio Instituto ha dado una significativa contribución propia con la investigación científica bíblica, con la enseñanza de las disciplinas bíblicas y la publicación de estudios cualificados y revistas especializadas. En el transcurso de las décadas se han sucedido varias generaciones de ilustres profesores – quisiera recordar, entre otros, al cardenal Bea –, que han formado a más de 7.000 profesores de Sagrada Escritura y promotores de grupos bíblicos, como también muchos expertos insertos actualmente en diversos servicios eclesiásticos, en cada región del mundo. Demos gracias al Señor por esta actividad vuestra que se dedica a interpretar los textos bíblicos en el espíritu en el que fueron escritos (cfr Dei Verbum, 12), y que se abre al diálogo con las demás disciplinas, con las distintas culturas y religiones. Aunque ha conocido momentos de dificultad, ha sido llevada en fidelidad constante al Magisterio según las finalidades propias de vuestro Instituto, surgido precisamente "ut in Urbe Roma altiorum studiorum ad Libros sacros pertinentium habeatur centrum, quod efficaciore, quo liceat, modo doctrinam biblicam et studia omnia eidem adiuncta, sensu Ecclesiae catholicae promoveat" (Pius PP. X, Litt. Ap. Vinea electa (7 mayo 1909): AAS 1 (1909), 447-448).
Queridos amigos, la celebración del centenario constituye una meta y al mismo tiempo un punto de partida. Enriquecidos por la experiencia del pasado, proseguid vuestro camino con renovado empeño, conscientes del servicio a la Iglesia que se os requiere, el de acercar la Biblia a la vida del Pueblo de Dios, para que sepa afrontar de forma adecuada los desafíos inéditos que los tiempos modernos ponen a la nueva evangelización. Es deseo común que la Sagrada Escritura se convierta en este mundo secularizado, no solo en el alma de la teología, sino también en la fuente de la espiritualidad y del vigor de la fe de todos los creyentes en Cristo. Que el Pontificio Instituto Bíblico siga, por tanto, creciendo como centro eclesial de estudio de alta cualidad en el ámbito de la investigación bíblica, valiéndose de las metodologías modernas y en colaboración con los especialistas en dogmática y en otras áreas teológicas; que asegure una cuidada formación a los futuros sacerdotes de Sagrada Escritura para que, valiéndose de las lenguas bíblicas y de las diversas metodologías exegéticas, puedan acceder directamente a los textos bíblicos.
La ya citada Constitución dogmática Dei Verbum, al respecto, ha subrayado la legitimidad y la necesidad del método histórico-crítico, reconduciéndolo a tres elementos esenciales: la atención a los géneros literarios, el estudio del contexto histórico; el examen de lo que se acostumbra llamar Sitz im Leben. El documento conciliar mantiene firme al mismo tiempo el carácter teológico de la exégesis, indicando los puntos de fuerza del método teológico en la interpretación del texto. Esto porque el fundamento sobre el que reposa la comprensión teológica de la Biblia es la unidad de la Escritura, y este presupuesto corresponde como camino metodológico la analogía de la fe, es decir, la comprensión de los textos individuales a partir del conjunto. El texto conciliar añade una ulterior indicación metodológica. Siendo la Escritura una sola cosa a partir del único pueblo de Dios, que ha sido su portador a través de la historia, en consecuencia leer la Escritura como unidad significa leerla a partir de la Iglesia como de su lugar vital, y considerar la fe de la Iglesia como la verdadera clave de interpretación. Si la exégesis quiere ser también teología, debe reconocer que la fe de la Iglesia es esa forma de "sim-patía" sin la cual la Biblia permanece como un libro sellado: la Tradición no cierra el acceso a la Escritura, sino que más bien lo abre; por otro lado, corresponde a la Iglesia, en sus organismos institucionales, la palabra decisiva en la interpretación de la Escritura. Es la Iglesia, de hecho, a quien se le ha confiado el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita y transmitida, ejerciendo su autoridad en el nombre de Jesucristo (cfr Dei Verbum, 10)
Queridos hermanos y hermanas, mientras os agradezco por vuestra agradable visita, os animo a proseguir vuestro servicio eclesial, en constante adhesión al magisterio de la Iglesia y asegurando a cada uno de vosotros el apoyo de la oración, os imparto de corazón, como prenda de los favores divinos, la Bendición Apostólica.
Ética y espiritualidad, indispensables en el cuidado del enfermo


Monseñor Zimowski en un congreso sobre medicinas tradicionales y complementarias


La persona enferma debe ser considerada en su integridad, afirmó el arzobispo Zygmunt Zimowski en su discurso inaugural del Seminario “Ética y espiritualidad de la sanidad. Medicinas tradicionales y complementarias. Nuevas investigaciones y orientaciones”.
Las sesiones de trabajo tuvieron lugar en el Palacio de la Cancillería de Roma los pasados 20 y 21 de octubre.
En su intervención, el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios destacó la dimensión espiritual del cuidado de los enfermos.
Afirmó que “la ética y la espiritualidad constituyen la esencia del ser humano” y por lo tanto revelan toda su riqueza en el ámbito de la salud, del sufrimiento y de la enfermedad.
La ética y la espiritualidad “se presentan mucho más como una exigencia y una experiencia” que como “una elaboración teórica”, añadió, según informó Radio Vaticano.
Dados los límites de la medicina oficial, dijo monseñor Zimowski, es necesario que el personal sanitario cuide a la persona enferma “en toda su integridad”.
El servicio a los enfermos, recordó, “abraza todas las dimensiones de la persona humana: física, psíquica, espiritual y social”.
Por eso, en su enseñanza, la Iglesia proporciona “una base antropológica sólida para la reflexión ética y bioética” y al mismo tiempo “reconoce expresamente las responsabilidades éticas de los agentes sanitarios”, explicó.
La pastoral de la salud no es sólo administrar sacramentos
La Iglesia, prosiguió, enseña que el ministerio pastoral “en el seno de las estructuras sanitarias no puede reducirse en ningún caso a la administración de los sacramentos a los enfermos”.
Se trata, en primer lugar, de “una acción eclesial en la que la vida sacramental de los enfermos y del personal médico se integra en el anuncio vigoroso y continuo del Evangelio”.
Y más hoy, dijo citando a Juan Pablo II, en un mundo en el que “los peligros pueden ocultarse tras un arsenal de técnicas y dispositivos de equipos ultramodernos o proceder de la desoladora soledad de los enfermos abandonados a sí mismos”.
Sin embargo, precisó, la salvaguarda de la buena salud no es el fin último de la vida.
Como afirma Benedicto XVI en la “Spe salvi”, “debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero eliminarlo completamente del mundo no está dentro de nuestras posibilidades”, “esto sólo lo puede hacer Dios”.

10/25/09

El Papa entrega a África los frutos del Sínodo


Hoy durante el rezo del Ángelus



Queridos hermanos y hermanas
Hace poco, con la celebración eucarística en la Basílica de San Pedro, se ha concluida la segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los obispos. Tres semanas de oración y de escucha recíproca, para discernir lo que el Espíritu Santo dice hoy a la Iglesia que vive en el continente africano, pero al mismo tiempo a la Iglesia universal. Los padres sinodales, llegados de todos los países de África, han presentado la rica realidad de las Iglesias locales. Juntos hemos compartido sus alegrías por el dinamismo de las comunidades cristianas, que continúan creciendo en cantidad y calidad. Estamos agradecidos a Dios por el empuje misionero que ha encontrado terreno fértil en numerosas diócesis y que se expresa en el envío de misioneros a otros países africanos y a diversos continentes. Particular relevancia se ha dado a la familia, que también en África constituye la célula primaria de la sociedad, pero que hoy está amenazada por corrientes ideológicas procedentes también del exterior. ¿Qué decir, además, de los jóvenes expuestos a este tipo de presión, influenciados por modelos de pensamiento y de comportamiento que contrastan con los valores humanos y cristianos de los pueblos africanos? Naturalmente han emergido en la Asamblea los problemas actuales de África y su gran necesidad de reconciliación, de justicia y de paz. Precisamente a esto la Iglesia responde volviendo a proponer, con renovado vigor, el anuncio del Evangelio y la acción de promoción humana. Animada por la Palabra de Dios y por la Eucaristía, ella se esfuerza para hacer que nadie se vea privado de lo necesario para vivir y que todos puedan llevar una existencia digna del ser humano.
Recordando el viaje apostólico que realicé a Camerún y Angola el pasado mes de marzo, y que había también el objetivo de dar luz verde a la preparación inmediata del segundo Sínodo para África, hoy deseo dirigirme a todas las poblaciones africanas, en particular a quienes comparten la fe cristiana, para entregarles idealmente el Mensaje final de esta Asamblea sinodal. Es un Mensaje que parte de Roma, sede del Sucesor de Pedro, que preside en la comunión universal, pero puede decirse, en un sentido no menos verdadero, que éste tiene su origen en África, de donde recoge las experiencias, las esperanzas, los proyectos, y ahora vuelve a África, llevando la riqueza de un acontecimiento de profunda comunión en el Espíritu Santo. ¡Queridos hermanos y hermanas que me escucháis desde África! Confío de modo especial a vuestra oración los frutos del trabajo de los Padres sinodales, y os animo con las palabras del Señor Jesús: ¡sed sal y luz en la amada tierra africana!
Mientras concluye este Sínodo, deseo ahora recordar que para el próximo año está prevista una Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos. Con ocasión de mi visita a Chipre tendré el placer de entregar el Instrumentum laboris de este encuentro. Demos gracias al Señor, que no se cansa nunca de edificar su Iglesia en la comunión, e invoquemos con confianza a la maternal intercesión de la Virgen María.
[Después del Ángelus]
Dirijo ante todo un especial saludo a los miles de fieles reunidos en Milán, en la Plaza del Duomo, donde esta mañana ha sido celebrada la liturgia de beatificación del sacerdote Don Carlo Gnocchi. Él fue ante todo válido educador de chicos y jóvenes. En la segunda guerra mundial se convirtió en capellán de los Alpinos, con quienes hizo la trágica retirada de Rusia, salvándose de la muerte por milagro. Fue entonces cuando proyectó dedicarse enteramente a una obra de caridad. Así en la Milán en reconstrucción, Don Gnocchi trabajó para “restaurar la persona humana" recogiendo a los huérfanos y mutilados ofreciéndoles asistencia y formación. Se entregó completamente a sí mismo hasta el final, y muriendo donó las córneas a dos niños ciegos. Su obra ha seguido desarrollándose y hoy la Fundación Don Gnocchi está en la vanguardia del cuidado de personas de todas las edades que necesitan terapias de rehabilitación. Mientras saludo al cardenal Tettamanzi, arzobispo de Milán, y me alegro con toda la Iglesia ambrosiana, hago mío el lema de esta beatificación: “Junto a la vida, siempre”.
“¡Iglesia en África, levántate, no estás sola!”


Homilía del Papa en la Clausura del Sínodo



Venerados hermanos,
Queridos hermanos y hermanas
He aquí un mensaje de esperanza para África: lo hemos escuchado ahora de la Palabra de Dios. Es el mensaje que el Señor de la historia no se cansa de renovar para la humanidad oprimida y abrumada de cada época y de cada tierra, desde que reveló a Moisés su voluntad sobre los israelitas esclavos en Egipto: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto; he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3,7-8). ¿Cuál es esta tierra? ¿No es quizás el Reino de la reconciliación, de la justicia y de la paz, al que está llamado la humanidad entera? El designio de Dios no cambia. Es lo mismo que fue profetizado por Jeremías, en los magníficos oráculos denominados “Libro de la consolación”, del que hoy se toma la primera lectura. Es un anuncio de esperanza para el pueblo de Israel, postrado por la invasión del ejército de Nabucodonosor, por la devastación del Jerusalén y del Templo y por la deportación a Babilonia. Un mensaje de alegría para el “resto” de los hijos de Jacob, que anuncia un futuro para ellos, porque el Señor los volverá a conducir a su tierra, a través de un camino derecho y fácil. Las personas necesitadas de apoyo, como el ciego y el cojo, la mujer embarazada y la parturienta, experimentarán la fuerza y la ternura del Señor: Él es un padre para Israel, dispuesto a cuidar de ellos como del primogénito (cfr Jr 31,7-9).
El designio de Dios no cambia. A través de los siglos y de las vueltas de la historia, Él apunta siempre hacia la misma meta: el Reino de la libertad y de la paz para todos. Y esto implica su predilección para cuantos están privados de libertad y de paz, por cuantos han visto violada su propia dignidad de seres humanos. Pensemos en particular en los hermanos y hermanas que África sufren pobreza, enfermedades, injusticias, guerras y violencias, migraciones forzadas. Estos hijos predilectos del Padre celestial son como el ciego del Evangelio, Bartimeo, que mendigaba “sentado junto al camino” (Mc 10,46), a las puertas de Jericó. Precisamente por ese camino pasa Jesús Nazareno. Es el camino que conduce a Jerusalén, donde se consumará la Pascua, su Pascua sacrificial, a la que el Mesías va por nosotros. Es el camino de su éxodo que es también el nuestro: el único camino que conduce a la tierra de la reconciliación, de la justicia y de la paz. En ese camino el Señor encuentra a Bartimeo, que ha perdido la vista. Sus caminos se cruzan, se convierten en un único camino. “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”, grita el ciego con confianza. Replica Jesús: “¡Llamadlo!”, y añade: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Dios es luz y creador de la luz. El hombre es hijo de la luz, hecho para ver la luz, pero ha perdido la vista, y se encuentra obligado a mendigar. Junto a él pasa el Señor, que se ha hecho mendigo por nosotros: sediento de nuestra fe y de nuestro amor. “¿Qué quieres que haga por ti?”. Dios lo sabe, pero pregunta; quiere que sea el hombre quien hable. Quiere que el hombre se alce en pie, que encuentre el valor de pedir lo que le corresponde por su dignidad. El Padre quiere oír de la viva voz del hijo la libre voluntad de ver de nuevo la luz, esa luz para la que lo ha creado. “Rabbuní, ¡que vea!”. Y Jesús a él: “Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista y le seguía por el camino”(Mc 10,51-52).
Queridos hermanos, demos gracias porque este “misterioso encuentro entre nuestra pobreza y la grandeza” de Dios se ha realizado también en la Asamblea sinodal para África que hoy concluye. Dios ha renovado su llamada: “¡Ánimo! ¡Levántate!” (Mc 10,49). Y también la Iglesia que está en África, a través de sus pastores, llegados de todos los países del continente, de Madagascar y de las demás islas, ha acogido el mensaje de esperanza y la luz para caminar en el camino que conduce al Reino de Dios. “Vete, tu fe te ha salvado” (Mc 10,52). Sí, la fe en Jesucristo – cuando es bien entendida y practicada – guía a los hombres y a los pueblos a la libertad en la verdad, o, por usar las tres palabras del tema sinodal, a la reconciliación, a la justicia y a la paz. Bartimeo que, curado, seguía a Jesús por el camino, es imagen de la humanidad que, iluminada por la fe, se pone en camino hacia la tierra prometida. Bartimeo se convierte a su vez en testigo de la luz, contando y demostrando en primera persona haber sido curado, renovado, regenerado. Esto es la Iglesia en el mundo: comunidad de personas reconciliadas, operadoras de justicia y de paz; “sal y luz” en medio de la sociedad de los hombres y de las naciones. Por eso el Sínodo ha reafirmado con fuerza – y lo ha manifestado – que la Iglesia es Familia de Dios, en la que no pueden subsistir divisiones de tipo étnico, lingüístico o cultural. Testimonios conmovedores nos han mostrado que, incluso en los momentos más oscuros de la historia humana, el Espíritu Santo opera y transforma los corazones de las víctimas y de los perseguidores para que se reconozcan hermanos. La Iglesia reconciliada es una potente levadura de reconciliación en cada país y en todo el continente africano.
La segunda carta nos ofrece una ulterior perspectiva: la Iglesia, comunidad que sigue a Cristo en el camino del amor, tiene una forma sacerdotal. La categoría del sacerdocio, como clave interpretativa del misterio de Cristo y, en consecuencia, de la Iglesia, fue introducida en el Nuevo Testamento por el Autor de la Carta a los Hebreros. Su intuición parte del Salmo 110, citado en el pasaje de hoy, donde el Señor Dios, con solemne juramento, asegura al Mesías: “Tu eres por siempre sacerdote, según la orden de Melquisedec” (v. 4). Referencia que recuerda otra, tomada del Salmo 2, en el que el Mesías anuncia el decreto del Señor que dice de él: “Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy” (v. 7). De estos textos deriva la atribución a Jesucristo del carácter sacerdotal, no en sentido genérico, sino más bien “según la orden de Melquisedec”, es decir, el sacerdocio sumo y eterno, de origen no humano sino divino. Si cada sumo sacerdote “es tomado de entre los hombres y está puesto entre los hombres en lo que se refiere a Dios” (Hb 5,1), solo Él, el Cristo, el Hijo de Dios, posee un sacerdocio que se identifica con su misma Persona, un sacerdocio singular y trascendente, del que depende la salvación universal. Este sacerdocio suyo Cristo lo ha transmitido a la Iglesia mediante el Espíritu Santo; por tanto la Iglesia tiene en sí misma, en cada miembro, por la fuerza del Bautismo, un carácter sacerdotal. Pero – aquí hay un aspecto decisivo – el sacerdocio de Jesucristo no es ya ante todo ritual, sino existencial. La dimensión del rito no es abolida pero, como aparece claramente en la institución de la Eucaristía, toma el significado desde el Misterio pascual, que lleva a cumplimiento los sacrificios antiguos y los supera. Nacen así al mismo tiempo un nuevo sacrificio, un nuevo sacerdocio y también un nuevo templo, y los tres coinciden con el Misterio de Jesucristo. Unida a Él mediante los Sacramentos, la Iglesia prolonga su acción salvífica, permitiendo a los hombres ser curados mediante la fe, como el ciego Bartimeo. Así la comunidad eclesial, tras las huellas de su Maestro y Señor, está llamada a recorrer decididamente el camino del servicio, a compartir hasta el fondo la condición de los hombres y las mujeres de su tiempo, para testimoniar a todos el amor de Dios y así sembrar esperanza.
Queridos amigos, este mensaje de salvación la Iglesia lo transmite conjugando siempre la evangelización y la promoción humana. Tomemos por ejemplo la histórica Encíclica Populorum progressio: es lo que el Siervo de Dios Pablo VI elaboró en términos de reflexión, los misioneros lo ha realizado y siguen realizando sobre el terreno, promoviendo un desarrollo respetuoso de las culturas locales y del medio ambiente, según una lógica que ahora, después de más de 40 años, parece la única en grado de hacer salir a los pueblos de la esclavitud del hambre y de las enfermedades. Esto significa transmitir el anuncio de esperanza según una “forma sacerdotal”, es decir, viviendo en primera persona el Evangelio, intentando traducirlo en proyectos y realizaciones coherentes con el principio dinámico fundamental, que es el amor. En estas tres semanas, la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos ha confirmado lo que mi venerado predecesor Juan Pablo II habían ya puesto en evidencia, y que he querido profundizar yo también en la reciente encíclica Caritas in veritate: es necesario renovar el modelo de desarrollo global, de modo que sea capaz de “incluir a todos los pueblos y no solamente a los adecuadamente preparados” (n. 39). Cuanto la doctrina social de la Iglesia ha siempre sostenido a partir de su visión del hombre y de la sociedad, hoy lo requiere también la globalización (cfr ibid.). Esta – es necesario recordar – no hay que entenderla de forma fatalista como si sus dinámicas fuesen producidas por fuerzas anónimas impersonales e independientes de la voluntad humana. La globalización es una realidad humana y como tal modificable según una u otra visión cultural. La Iglesia trabaja con su concepción personalista y comunitaria, para orientar el proceso en términos de relacionalidad, de fraternidad y de participación (cfr ibid., n. 42).
“¡Ánimo, levántate!". Así hoy el Señor de la vida y de la esperanza se dirige a la Iglesia a las poblaciones africanas, al término de estas semanas de reflexión sinodal. Levántate, Iglesia en África, familia de Dios, porque te llama el Padre celestial a quien tus antepasados invocaban como Creador, antes de conocer su cercanía misteriosa, que se ha revelado en su Hijo unigénito, Jesucristo. Emprende tu camino de una nueva evangelización con el valor que procede del Espíritu Santo. La urgente acción evangelizadora, de la que mucho se ha hablado en estos días, comporta también un fuerte llamamiento a la reconciliación, condición indispensable para instaurar en África relaciones de justicia entre los hombres para construir una paz justa y duradera en el respeto de cada individuo y de cada pueblo; una paz que necesita y que se abre a la aportación de todas las personas de buena voluntad más allá de sus respectivas pertenencias religiosas, étnicas, lingüísticas, culturales y sociales. En esta comprometida misión tu, Iglesia peregrina en el África del tercer milenio, no estás sola. Te está cercana con la oración y la solidaridad di facto toda la Iglesia católica, y desde el cielo te acompañan los santos y las santas africanas que, con la vida a veces hasta el martirio, han dado testimonio de plena fidelidad a Cristo.
¡Ánimo! Levántate, Continente africano, tierra que acogió al Salvador del mundo cuando de niño tuvo que refugiarse con José y María en Egipto para salvar su vida de la persecución del rey Herodes. Acoge con renovado entusiasmo el anuncio del Evangelio para que el rostro de Cristo pueda iluminar con su esplendor las múltiples culturas y lenguajes de tus poblaciones. Mientras ofrece el pan de la Palabra y de la Eucaristía, la Iglesia se empeña en obrar, con todo medio disponible, para que a ningún africano falte el pan cotidiano. Por esto, junto a la obra de primaria urgencia de la evangelización, los cristianos intervienen activamente en la promoción humana.
Queridos Padres sinodales, al término de estas reflexiones mías, deseo dirigiros mi saludo más cordial, agradeciéndoos por vuestra edificante participación. Volviendo a casa vosotros, pastores de la Iglesia en África, llevad mi bendición a vuestras comunidades. Transmitid al pueblo el llamamiento que ha resonado tan a menudo en este Sínodo a la reconciliación, la justicia y la paz. Mientras concluye la Asamblea sinodal no puedo dejar de renovar mi vivo reconocimiento al Secretario general del Sínodo de los Obispos y a todos sus colaboradores. Un grato pensamiento expreso a los coros de la comunidad nigeriana de Roma y del Colegio Etíope, que contribuyen a la animación de esta liturgia. Y finalmente quiero agradecer a cuantos han acompañado los trabajos sinodales con la oración. La Virgen María os recompense a todos y cada uno y obtenga a la Iglesia en África crecer en todas partes de ese gran continente, difundiendo por todas partes la “sal” y la “luz” del Evangelio.
El Sínodo ha hecho un buen trabajo


Discurso del Papa a los Padres Sinodales

Queridos hermanos y hermanas
ha llegado la hora de decir gracias. Gracias ante todo al Señor que nos ha convocado, nos ha reunido, nos ha ayudado a escuchar su Palabra, la voz del Espíritu Santo, y así ha dado también la posibilidad de encontrar el camino de la unidad en la multiplicidad de experiencias, la unidad de la fe y de la comunión en el Señor. Por esto la expresión “Iglesia-Familia de Dios” ya no es solo un concepto, una idea, sino una experiencia viva de estas semanas: hemos estado realmente reunidos, aquí, como Familia de Dios. Hemos hecho también, con la ayuda del Señor, un buen trabajo.
El tema, por sí mismo, no era un reto fácil, tenía dos peligros, diría yo. El tema “Reconciliación, justicia y paz” implica ciertamente una fuerte dimensión política, si bien es evidente que reconciliación, justicia y paz no son posibles sin una profunda purificación del corazón, sin una renovación del pensamiento, una metanoia, sin una novedad que debe surgir precisamente del encuentro con Dios. Pero aunque esta dimensión espiritual es profunda y fundamental, también la dimensión política es muy real, porque sin realizaciones políticas , estas novedades del Espíritu normalmente no se realizan. Por eso la tentación podía ser de politizar el tema, de hablar menos como pastores y más como políticos, con una competencia tal, que no es la nuestra.
El otro peligro ha sido – precisamente por huir de esta tentación – el de retirarse a un mundo puramente espiritual, a un mundo abstracto y bonito, pero no real. El discurso de un pastor, en cambio, debe ser realista, debe tocar la realidad, pero en la perspectiva de Dios y de su Palabra. Por tanto esta meditación comporta, por una parte, estar realmente pegados a la realidad, atentos a hablar de lo que hay, y por otra parte, a no caer en soluciones técnicamente políticas; esto significa indicar una palabra concreta, pero espiritual. Este era el gran problema del Sínodo y me parece que, gracias a Dios, hemos conseguido resolverlo, y para mí esto es también motivo de gratitud porque facilita mucho la elaboración del documento post-sinodal.
Quisiera ahora volver a los agradecimientos. Agradezco sobre todo a los presidentes delegados, que han moderado, con gran “soberanía” y también con alegría, las sesiones del Sínodo. Agradezco a los relatores: hemos visto y también tocado – por así decirlo – con la mano, que ellos han llevado la mayor parte del peso, han trabajado de noche y también los domingos, han trabajado durante la comida y ahora merecen realmente un aplauso por nuestra parte.
Puedo aquí comunicar que he decidido nombrar al cardenal Turkson, nuevo presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, sucesor del cardenal Martino. Gracias, Eminencia, por haber aceptado; estamos contentos de tenerle dentro de poco entre nosotros. Gracias también a todos los Padres, a los delegados fraternos, a los auditores, a los expertos y gracias sobre todo a los traductores porque han tenido una parte en la trama de “crear Pentecostés”, Pentecostés quiere decir comprenderse mutuamente; sin traductor faltaría este puente de comprensión. ¡Gracias! Y gracias sobre todo también al Secretario general, a su team, que nos ha guiado y ha organizado silenciosamente todo muy bien.
El Sínodo acaba y no acaba, no sólo porque los trabajos continúan con la Exhortación postsinodal: Synodos quiere decir camino común. Permanezcamos en el camino común con el Señor para prepararle los caminos, apara ayudarle, abrirle las puertas del mundo, para que pueda crear su Reino entre nosotros. En este sentido mi Bendición para todos vosotros. Recitemos ahora la oración de acción de gracias por la comida.

10/24/09

"¡África, levántate!"


Mensaje final del Sínodo

INTRODUCCIÓN
1. Ha sido un don especial de la gracia y, como su última voluntad y testamento para África, que el Siervo de Dios, Papa Juan Pablo II anunciara hacia el final de su vida, el 13 de noviembre de 2004, su intención de convocar una Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos. Este mismo anuncio fue confirmado por su sucesor, nuestro Santo Padre Papa Benedicto XVI, el 22 de junio de 2005, una de las primeras y grandes decisiones de su Pontificado. Mientras estamos aquí reunidos para este Sínodo, provenientes de todos los países de África, de Madagascar y de las Islas contiguas, con los hermanos Obispos y colegas de todos los continentes, juntamente con la Cabeza del Colegio Episcopal y bajo su guía, con la participación de algunos delegados fraternos de otras tradiciones cristianas, nosotros damos gracias a Dios por esta posibilidad providencial de celebrar las bendiciones del Señor sobre nuestro continente, para reflexionar sobre nuestro oficio de Pastores de la grey de Dios y buscar nueva inspiración y aliento para las tareas y desafíos que están ante nosotros. Ya han pasado quince años desde la primera Asamblea en 1994. Las enseñanzas y directrices de la Exhortación post - sinodal Ecclesia in Africa no han dejado de representar una válida guía para nuestra actividad pastoral. En esta segunda Asamblea, el Sínodo ha podido concentrarse en un tema de máxima urgencia para África: nuestro servicio en favor de la reconciliación, la justicia y la paz en un continente que tiene una urgente y profunda necesidad de estas gracias y virtudes.2. Hemos iniciado nuestro trabajo aquí, en Roma, con la celebración de la Santa Eucaristía, como acto inaugural, presidida por Su Santidad, Papa Benedicto XVI, e invocando al Espíritu Santo para que "nos conduzca hacia la verdad completa" (Jn. 16,13). En esta ocasión, el Papa nos recordó que el Sínodo no es en primer lugar una sesión de estudio. Es, más bien, la iniciativa de Dios que nos llama a escuchar: a escuchar a Dios, a escucharnos mutuamente y a escuchar al mundo que nos rodea, en una atmósfera de oración y de reflexión.3. Mientras estamos a punto de dispersarnos hacia los diversos lugares de nuestra misión, con renovado compromiso y valentía, dirigimos este mensaje a toda la Iglesia, Familia de Dios, y, de forma especial, a la Iglesia en África: a nuestros hermanos Obispos, en cuyo nombre estamos aquí; a los sacerdotes, diáconos y religiosos, a todos los fieles laicos y a todos a quienes Dios abrirá el corazón para escuchar nuestras palabras.
PARTE IUNA MIRADA A ÁFRICA DE HOY.
4. Vivimos en un mundo lleno de contradicciones y en plena crisis. La ciencia y la tecnología dan pasos gigantescos en todos los aspectos de la vida, suministrando a la humanidad todo lo que es necesario para hacer de nuestro planeta un lugar maravilloso para todos nosotros. Sin embargo, las situaciones trágicas de los refugiados, la pobreza extrema, las enfermedades y el hambre matan todavía a miles de personas cada día.5. En todo esto, África es la más afectada. África es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos en nuestro pueblo se debaten en medio de la pobreza y la miseria, de guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen ninguna consideración por el bien común, y esto, con frecuencia, debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre responsables locales e intereses extranjeros.6. Pero África no debe desesperarse. Las bendiciones de Dios todavía son abundantes y esperan ser aprovechadas, con prudencia y justicia, en favor de sus hijos. Donde las condiciones son justas, sus hijos han demostrado que pueden alcanzar, y de hecho han alcanzado, el más alto grado de compromiso humano y competencia. Existen muchas noticias positivas en diversas partes de África. Pero los medios de comunicación moderna prefieren, con frecuencia, las malas noticias y parecen concentrarse solamente en nuestras desgracias y defectos, y no en los esfuerzos positivos que estamos realizando. Hay naciones que han salido de largos años de guerra y caminan poco a poco por senderos de paz y prosperidad. El buen gobierno está produciendo un considerable impacto positivo en algunos países africanos, estimulando así a otros países a reconsiderar las malas costumbres del pasado y del presente. Abundan las señales de muchas iniciativas que intentan dar una solución efectiva a nuestros problemas. Este Sínodo, precisamente por la elección del tema, espera ser una de estas iniciativas positivas. Invitamos a todos, indistintamente, a colaborar para acoger los desafíos de la Reconciliación, de la Justicia y de la Paz en África. Muchos están sufriendo y muriendo: no se puede perder más tiempo.
PARTE IIA LA LUZ DE LA FE
7. Nuestro oficio de Obispos nos obliga a considerar cada cosa bajo la luz de la fe. Poco después de la publicación de Ecclesia in África (EIA), los Obispos de África, a través del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), publicaron una carta pastoral que llevaba como título: "Cristo, nuestra paz" (cfr. Documento Final de la Asamblea Plenaria del SECAM, celebrado en Rocca di Papa, los días 1-8 de octubre de 2000, y publicado en Accra en 2001) Durante esta Asamblea hemos recordado con frecuencia que la iniciativa para toda reconciliación y paz proviene de Dios. Como dice el Apóstol Pablo: "En Cristo, Dios ha reconciliado el mundo". Esto sucede por un don suyo gratuito de perdón sin condiciones, "sin tener en cuenta las transgresiones de los hombres", para introducirlos en su paz (cfr. 2Co 5,17-20). Por lo que se refiere a la justicia, también es obra de Dios, a través de la gracia justificante, en Cristo.8. En el mismo texto San Pablo continúa diciendo que Dios "pone en nosotros la palabra de la reconciliación" y que "somos, por tanto, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros". Éste es el altísimo mandamiento que hemos recibido de nuestro Dios, misericordioso y compasivo. La Iglesia en África, ya sea como familia de Dios que como cada uno de sus fieles, tiene el deber de ser instrumento de paz y reconciliación, según el corazón de Cristo, que es nuestra paz y reconciliación. Y será capaz de realizar esto en la medida en que ella misma esté reconciliada con Dios. Sus estrategias para la reconciliación, la justicia y la paz en la sociedad, deben ir más allá y más profundamente de cómo el mundo trata estas cuestiones. Con San Pablo, el Sínodo invita a todos los pueblos de África: "En nombre de Cristo, os suplicamos: reconciliaos con Dios" (2Co. 5,20). Con otras palabras, invitamos a todos a dejarse reconciliar con Dios. Esto abre el camino a la verdadera reconciliación entre las personas. Y es esto lo que puede quebrar el círculo vicioso de la ofensa, de la venganza y del contraataque. En todo esto, la virtud del perdón es decisiva, incluso antes de cualquier admisión de culpa. Quienes dicen que el perdón no sirve, deberían probar a vengarse y ver qué sucede. El verdadero perdón promueve la justicia del arrepentimiento y de la reparación, que conducen a una paz que llega a las raíces del conflicto y que transforman a quienes eran víctimas y enemigos, en amigos, hermanos y hermanas.Ya que es Dios quien hace posible esta reconciliación, en este ministerio debemos conceder el espacio adecuado a la oración y a los sacramentos, especialmente al Sacramento de la Penitencia.
PARTE IIIA LA IGLESIA UNIVERSAL
9. Esto proyecta su luz de atención y solidaridad sobre el continente africano. Agradecemos al Santo Padre su cercanía a África, con sus esfuerzos y con la defensa que de ella realiza, con todo el peso de su gran autoridad moral. Como sus predecesores, siempre ha sido un verdadero amigo de África y de los africanos. Confrontándonos con nuestros desafíos, hemos sido enriquecidos y guiados por los tesoros y la sabiduría del magisterio de los Papas sobre aspectos sociopolíticos. A este respecto, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia es un vademecum y un recurso que en este mensaje recomendamos vivamente a todos los fieles laicos, especialmente a los que tienen grandes responsabilidades en nuestras comunidades.10. La Santa Sede ha promovido muchas iniciativas que tienden al desarrollo y al bienestar de África. Un caso específico es la Fundación para el Sahel, para combatir la desertificación en estas regiones. No podemos tampoco quitar valor a los grandes servicios que prestan los representantes pontificios en nuestras Iglesias locales. La Santa Sede tiene hoy Nuncios en 50 países africanos, de un total de 53. Ésta es una fuerte indicación del compromiso de la Santa Sede para el servicio al continente, y por la cual el Sínodo expresa un profundo aprecio.11. Nosotros, miembros de la Familia de Dios difundida por todo el mundo, saludamos con afecto fraterno a toda la Iglesia, más allá de las costas africanas. La presencia y la participación activa de delegados de otros continentes en esta Asamblea, confirma nuestro vínculo de colegialidad efectiva y afectiva. Damos las gracias a todas las Iglesias locales que se han comprometido a prestar servicios en África y para África, tanto en el ámbito espiritual como material. En el campo de la reconciliación, de la justicia y de la paz, la Iglesia en África continuará contando con el efectivo patrocinio de los responsables de la Iglesia de los países ricos y poderosos, cuyas políticas, acciones y omisiones contribuyen a causar o agravar la difícil situación de África. Existe un vínculo especial histórico entre Europa y África. A este respecto, la relación que hoy existe entre los dos organismos episcopales a nivel continental, El Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y el SECAM, se debe fortalecer y profundizar. Acogemos también con alegría las emergentes relaciones fraternas entre la Iglesia en África y la Iglesia en América.12. Muchos hijos e hijas de África han abandonado sus casas para buscar morada en otros continentes. Muchos de ellos están bien y contribuyen válidamente al desarrollo de sus nuevos países de residencia. Otros luchan por sobrevivir. Encomendamos a todos ellos a la adecuada atención pastoral de la Iglesia, Familia de Dios, allí donde se encuentren. "Era forastero, y me acogisteis" (Mt 25,35), no es solamente una parábola sobre el fin del mundo, sino también un deber que se ha de cumplir hoy. La Iglesia en África da gracias a Dios por sus numerosos hijos e hijas que son misioneros en otros continentes. En este santo intercambio de dones, es importante que todas las partes implicadas continúen trabajando para construir una relación cristiana transparente, correcta, digna. Durante los trabajos del Sínodo, la Iglesia en África ha aceptado el desafío de interesarse por las personas de origen africano en otros continentes, especialmente en América.13. A este punto, este Sínodo siente el deber de expresar su profundo reconocimiento por los muchos misioneros, sacerdotes, religiosos y fieles laicos que, procedentes de otros continentes, han traído la fe a la mayor parte de los países de África, muchos de los cuales todavía están trabajando con celo y entrega heroica. Gracias, de formas especial, a los que han permanecido con sus gentes también en tiempos de guerra y de graves crisis. Algunos han pagado su fidelidad incluso con la propia vida.
PARTE IVLA IGLESIA EN ÁFRICA
14. Recordamos, con orgullo, que el Cristianismo está presente en África desde sus comienzos, en Egipto y Etiopía, e inmediatamente después en otras partes del norte de África. Esta antigua Iglesia ha enriquecido a la Iglesia universal con prestigiosas tradiciones, teológicas y espirituales, con famosos santos y mártires, como el Papa Juan Pablo II puso en evidencia tan elocuentemente (EIA, nº. 31). Las Iglesias de Egipto y de Etiopía, que han sobrevivido a numerosas pruebas y persecuciones, merecen una alta consideración y una colaboración más estrecha con las Iglesias, mucho más jóvenes, del resto del continente. Dicha colaboración es especialmente importante si consideramos los miles de emigrantes y de jóvenes estudiantes del sur del Sahara que cursan sus estudios superiores en el Magreb. Muchos de ellos son católicos y llevan consigo su apego a la fe, cosa que reanima enormemente a la Iglesia local de residencia. La Iglesia, formada en estos lugares y en otros sobre todo por extranjeros, cuenta con la solidaridad de las Iglesias hermanas de África para que manden sacerdotes Fidei Donum y otros misioneros.15. En todo el continente, la Iglesia seguirá caminando en solidaridad con su pueblo. Las alegrías y las penas, las esperanzas y las aspiraciones de nuestro pueblo son también las nuestras (cfr. Vat. II, Gaudium et spes, 1). Estamos convencidos de que la primera y específica contribución de la Iglesia a los pueblos de África es la proclamación del Evangelio de Cristo. Nos comprometemos, pues, a seguir proclamando vigorosamente el Evangelio a los pueblos de África, porque "la vida en Cristo es el primer y principal factor de desarrollo", como dice el Papa Benedicto XVI en Caritas in veritate (CV, 8). El compromiso en favor del desarrollo proviene de ese cambio del corazón que deriva de la conversión al Evangelio. En esta luz, aceptamos nuestra responsabilidad de ser instrumentos de reconciliación, de justicia y de paz en nuestras comunidades, "embajadores de Cristo" (2 Co 5,20) que es nuestra paz y reconciliación. A este respecto, se debe movilizar a todos los miembros de la Iglesia, clero, religiosos y fieles laicos, para trabajar juntos en la unidad que hace la fuerza. Nos provoca y nos anima el proverbio africano que dice que "un ejército de hormigas bien organizadas puede abatir a un elefante". No debemos tener miedo y menos aún dejarnos desanimar por la enormidad de los problemas de nuestro continente.16. La Iglesia en África acoge con alegría la invitación que se ha hecho en el aula del Sínodo para una colaboración ‘sur-sur' en nuestros esfuerzos. Muchos de los problemas de África, y muchas de las presiones sobre África, existen también en Asia y en Latinoamérica. Creemos que tenemos mucho que ganar no sólo intercambiándonos informaciones, sino también colaborando. Que el Señor nos muestre el camino para seguir en esta dirección.17. El SECAM es la institución de la solidaridad pastoral orgánica de la jerarquía de la Iglesia en África (EIA, nº 16). Lamentablemente, este organismo insustituible no ha recibido el apoyo que debería, ni siquiera de los obispos de África. Damos gracias a Dios porque este Sínodo ha representado una gran oportunidad para poner de relieve la importancia del SECAM. Tenemos muchas razones para creer que las sugerencias que han hecho muchos padres sinodales de un mayor compromiso con el SECAM no han caído en el vacío. Nos preparamos a regresar a casa, con el compromiso de dar al SECAM lo poco que necesita para desempeñar su misión. Creada por iniciativa del SECAM y operante en comunión leal con este, la Confederación de las Conferencias de los Superiores Mayores de África y Madagascar (COSMAM), está creciendo gradualmente para convertirse en un instrumento efectivo para promover en el continente una solidaridad pastoral orgánica en la vida y en el apostolado de los religiosos en África. El Sínodo acoge con alegría su valiosa contribución a la vida y la misión de la Iglesia en África.18. Como obispos aceptamos el desafío de trabajar unidos en nuestras distintas Conferencias episcopales, dando a nuestros países un modelo de institución nacional reconciliada y justa, dispuestos a ofrecernos como artesanos de paz y de reconciliación, en cada ocasión y en cada lugar que se nos pida. Elogiamos a aquellos obispos que han desempeñado esas funciones, especialmente en ámbito ecuménico y/o junto con religiones diferentes, como hemos visto en lugares como Mali, la República Democrática del Congo, Burkina Faso, Senegal, Níger y otros. La unidad del Episcopado es fuente de gran fuerza, mientras que su ausencia es un derroche de energías, hace vanos los esfuerzos y abre un espacio a los enemigos de la Iglesia para neutralizar nuestro testimonio. Un área importante en la que esa cooperación nacional y esa unidad son muy útiles es la de los medios de comunicación. Desde que EIA se publicó, hemos asistido a una auténtica explosión de emisoras de radio católicas en África: de sólo unas 15 que había en 1994 a más de 163 hoy, en 32 países. Elogiamos a los países que han impulsado este desarrollo. Invitamos a los países que todavía tienen reservas al respecto que revisen sus políticas por el bien de sus países y de su gente.19. Cada obispo tiene que plantear las cuestiones de la reconciliación, la justicia y la paz como una importante prioridad en la agenda pastoral de su diócesis. Debería asegurar la creación de Comisiones de Justicia y Paz a todos los niveles. Deberíamos seguir trabajando duro para formar las conciencias y cambiar los corazones, mediante una catequesis eficaz a todos los niveles. Esta tiene que ir más allá del "simple catecismo" para niños y catecúmenos que se preparan a los sacramentos. Necesitamos organizar un programa de formación continua para todos nuestros fieles, especialmente para los que están en altos puestos de autoridad. Nuestras diócesis tienen que ser modelos de buen gobierno, de transparencia y de buena gestión financiera. Debemos seguir haciendo todo lo que podamos para luchar contra la pobreza, un gran obstáculo para la paz y la reconciliación. Aquí las sugerencias para crear programas de micro-finanzas merecen una especial atención. Como último punto, el obispo, en cuanto jefe de su Iglesia local, tiene el deber de movilizar a todos sus fieles e implicarlos en las funciones que les son propias a la hora de planificar, formular, poner en práctica y evaluar políticas y programas diocesanos para la reconciliación, la justicia y la paz.20. El sacerdote es "el necesario y más estrecho colaborador del obispo". En este Año Sacerdotal, queridos hermanos en el sacerdocio, nos dirigimos a vosotros de manera especial: vosotros ocupáis una posición clave en el apostolado de la diócesis. Vosotros representáis para la gente el rostro más visible del clero, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella. Vuestro ejemplo de vida juntos y en paz, superando las barreras tribales y raciales, puede ser un imponente testimonio para los demás. Ello lo demuestra, por ejemplo, cuando acogéis con alegría a cualquier persona que la Santa Sede nombra como obispo vuestro, sin hacer distinciones por el lugar de nacimiento. La realización de los planes pastorales diocesanos para la reconciliación, la justicia y la paz dependerá mucho de vosotros. La catequesis, la formación del laicado, el cuidado pastoral de las personas de alta responsabilidad: nada de todo esto irá demasiado lejos sin vuestro pleno compromiso en las parroquias y en los distintos lugares de vuestra competencia. El Sínodo os exhorta a no descuidar vuestro deber en este ámbito. Obtendréis resultados mayores si sois capaces de trabajar en un ministerio basado en la cooperación, implicando a todos los demás agentes de la comunidad pastoral: diáconos, religiosos, catequistas, laicos, hombres y mujeres, y a los jóvenes. En muchos casos, el sacerdote es una de las personas mejor formadas de la comunidad local y a veces se espera que desempeñe un papel de líder en los asuntos de la comunidad. Deberíais saber cuál es la mejor manera de ofrecer vuestro servicio pastoral y evangélico, sin partidismos. Vuestra fidelidad a los compromisos sacerdotales, especialmente a una vida de celibato en la castidad, como también un desapego de las cosas materiales, es un testimonio elocuente para el Pueblo de Dios. Muchos de vosotros habéis dejado África para la misión en otros continentes. Cuando trabajáis con respeto y orden, dais una buena imagen de África. El Sínodo elogia vuestro compromiso en la obra misionera de la Iglesia. Que todos recibáis la recompensa prometida a los que "han dejado casa... por el Reino" (Lc 18,28).21. África en estos últimos años se ha convertido también en un terreno fértil para numerosas vocaciones: sacerdotes, frailes y monjas. Damos gracias a Dios por esta gran bendición. Queridos hombres y mujeres de vida consagrada, os estamos agradecidos por el testimonio de vuestra vida religiosa en los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, que a menudo os convierten en profetas y modelos de reconciliación, justicia y paz en circunstancias de extrema presión. El Sínodo os exhorta a dar la máxima eficacia a vuestro apostolado mediante la comunión leal y comprometida con la jerarquía local. El Sínodo se congratula especialmente con vosotros, religiosas, por la dedicación y el celo en vuestro apostolado en el campo de la sanidad, la educación y otros aspectos del desarrollo humano.22. Este Sínodo se dirige con profundo afecto a los fieles laicos de África. Vosotros sois la Iglesia de Dios en los lugares públicos de la sociedad. En vosotros y a través de vosotros la vida y el testimonio de la Iglesia son visibles en el mundo. Por lo tanto, vosotros compartís el mandato de la Iglesia de ser "embajadores de Cristo" comprometidos en la reconciliación del pueblo con Dios y entre sí. Esto exige que permitáis que vuestra fe impregne cada aspecto y rincón de vuestra vida; en familia, en el trabajo, en la profesión, en política y en la vida pública. No es un compromiso fácil. Por eso, debéis acercaros asiduamente a las fuentes de la gracia, mediante la oración y los sacramentos. El texto de las escrituras elegido como tema del Sínodo, dirigido a todos los seguidores de Cristo, se refiere especialmente a vosotros: "Vosotros sois la sal de la tierra...Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5,13-14). Aquí queremos reiterar la recomendación de Ecclesia in Africa a propósito de las Pequeñas Comunidades Cristianas (EIA, 93). Además de la oración, os tenéis que armar de un conocimiento suficiente de la fe cristiana para ser capaces de "dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 Pt 3,15) en los lugares públicos donde se forman las ideas. Aquellos de vosotros que estén más arriba tienen el deber de adquirir un nivel proporcional de cultura religiosa. Sobre todo recomendamos encarecidamente las fuentes básicas de la fe católica: la Santa Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica, y lo que es más relevante para el tema del Sínodo, el Compendio de la Doctrina social de la Iglesia. Todos están a la venta aquí a precios accesibles. No tenemos excusas para seguir siendo ignorantes de nuestra fe. A este respecto Ecclesia in Africa recomendaba con vehemencia la fundación de universidades católicas. Damos gracias a Dios porque en los últimos 15 años se han creado muchas de estas instituciones, y se están creando muchas otras. Este proyecto tiene una importancia capital y es necesario, si tenemos que invertir en un futuro con un laicado católico bien formado, especialmente de intelectuales, preparados y capaces para dar testimonio de su fe en el mundo contemporáneo. Este es sin duda un campo en el que la solidaridad universal de la Iglesia-Familia de Dios resulta imprescindible.23. El Sínodo tiene un mensaje muy importante y especial para vosotros, queridos católicos africanos comprometidos en la vida pública. Elogiamos a los muchos de vosotros que se han ofrecido para el servicio público en vuestro pueblo, sin preocuparse de todos los peligros y de las incertidumbres de la política en África, pues se lo han tomado como un apostolado para promover el bien común y el reino de Dios, que es reino de justicia, de amor y de paz, según las enseñanzas de la Iglesia (cfr. Vat. II Gaudium et spes, 75). Podéis contar siempre con el estímulo y el apoyo de la Iglesia. Ecclesia in Africa manifestaba la esperanza de que salieran en África políticos y jefes de estado santos. Por supuesto, este no es un deseo vano. Es estimulante que la causa de canonización de Julius Nyerere de Tanzania ya esté en marcha. África necesita santos en puestos políticos relevantes: políticos santos que limpien de la corrupción el continente, que trabajen por el bien de la gente y que sepan cómo animar a otros hombres y mujeres de buena voluntad fuera de la Iglesia para que se unan contra los males comunes que asolan nuestras naciones. El Sínodo ha recomendado vivamente que las Iglesias locales intensifiquen su apostolado para el cuidado espiritual de quienes tienen cargos públicos, designen capellanes celantes para ellos y organicen centros de conexión de alto nivel para evangelizar los parlamentos. Os exhortamos, a todos vosotros fieles laicos dedicados a la política, a que aprovechéis plenamente estos programas allí donde existan. Por desgracia, muchos católicos en puestos de prestigio no han respondido adecuadamente al ejercicio de sus cargos. El Sínodo invita a estas personas a que se arrepientan o a que dejen el escenario público y que así dejen de perjudicar al pueblo y de crearle mala fama a la Iglesia Católica.24. Dirigimos nuestra atención ahora a nuestras queridas familias católicas en África. Nos congratulamos con vosotros por haber permanecido tenazmente fieles a los ideales de la familia cristiana y por haber conservado los mejores valores de nuestra familia africana. Os ponemos en guardia ante los ataques de algunas venenosas ideologías procedentes del extranjero, que pretenden ser cultura "moderna". Seguid acogiendo a los niños como don de Dios y criadlos en el conocimiento y en el temor de Dios, para que sean personas de reconciliación, de justicia y de paz en el futuro. Somos conscientes de que muchas de nuestras familias son objeto de una gran presión. La pobreza hace a menudo a los padres incapaces de cuidar bien a sus hijos, con consecuencias desastrosas. Invitamos a los gobiernos y a las autoridades civiles a que recuerden que el país cuya legislación destruye a las familias, lo hace en detrimento suyo. La mayor parte de las familias piden sólo lo necesario para sobrevivir. Tienen derecho a vivir.25. El Sínodo tiene una palabra especial para vosotras, queridas mujeres católicas. Vosotras sois, con frecuencia, la espina dorsal de nuestra Iglesia local. En muchos países las Organizaciones de las mujeres católicas son una gran fuerza para el apostolado de la Iglesia. Ecclesia in Africa aconsejaba que en la Iglesia "las mujeres, formadas adecuadamente, participaran, a niveles apropiados, en la actividad apostólica de la Iglesia" (nº 121). En muchos lugares se registra un progreso en esta dirección. Pero aún queda mucho por hacer. La contribución específica de las mujeres debería ser reconocido y fomentado, no sólo en casa como mujeres y madres, sino de forma más general también en la esfera social. El Sínodo recomienda a nuestras Iglesias locales que vayan más allá de la afirmación general de Ecclesia in Africa y que creen unas estructuras concretas para asegurar la real participación de las mujeres "a niveles apropiados". La Santa Sede nos ha dado un buen ejemplo en este sentido al nombrar a algunas mujeres para unos cargos de elevado nivel. Por toda África se habla mucho de los derechos de las mujeres, especialmente mediante programas de acción preparados por algunas agencias de la ONU. Mucho de lo que dicen es justo y se corresponde con lo que la Iglesia está diciendo. Pero hay que tener mucha cautela en los proyectos concretos que ellos proponen, a menudo con segundos fines. Nosotros os encargamos a vosotras, mujeres católicas, que os comprometáis plenamente en los programas para mujeres de vuestros países, con los ojos de la fe bien abiertos. Provistas de una buena información y de la doctrina social de la Iglesia, debéis actuar de manera que las buenas ideas no sean distorsionadas por los traficantes de ideologías extranjeras y moralmente venenosas que afectan al género y a la sexualidad del hombre. Que cuando actuéis así os guíe María nuestra Madre, sede de la Sabiduría.26. El Sínodo os pide igualmente a vosotros, queridos hombres católicos, que desempeñéis vuestros importantes papeles de padres responsables y de maridos rectos y fieles. Seguid el ejemplo de san José (cfr.Mt 2,13-23) en el cuidado de la familia, en la protección de la vida desde el momento de la concepción y en la educación de los hijos. Procurad organizaros en asociaciones y en grupos de Acción Católica que os hagan capaces de mejorar la calidad de la vida cristiana y el compromiso hacia la Iglesia. Ello os situaría también en una posición mejor para interpretar los papeles de guías de la sociedad y para convertiros en unos testigos más eficaces y promotores de la reconciliación, la justicia y la paz, como sal de la tierra y luz del mundo.27. Por último nos dirigimos a vosotros, nuestros hijos e hijas, jóvenes de nuestras comunidades. Vosotros no sois sólo el futuro de la Iglesia: vosotros sois ya el presente en un gran número. En muchos países de África más del 60% de la población está por debajo de los 25 años. El porcentaje en la Iglesia no debe de ser muy diferente. Vosotros tenéis que ser instrumentos de paz y estar a la vanguardia de un cambio social positivo. Sentimos que debemos dedicaros una atención particular a vosotros, jóvenes adultos. A menudo os dejan de lado, abandonados a la deriva como blancos para ideologías y sectas de todo tipo. Muchas veces sois reclutados y empleados para prácticas violentas. Exhortamos a todas las Iglesia locales a que consideren el apostolado hacia los jóvenes como una importante prioridad.28. Jesús ha dicho: "Dejad que los niños vengan a mi; porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos"(Mt 19,14). El Sínodo no se ha olvidado de vosotros, queridos niños. Sois siempre objeto de nuestro tierno interés. Pero reconocemos y deseamos valorizar vuestro entusiasmo y compromiso como fuerzas activas de evangelización, especialmente entre vuestros coetáneos. A vosotros también se os debe asegurar un espacio adecuado, medios y dirección para habilitaros al apostolado. Os recomendamos especialmente la organización para niños de las Obras Pontificias Misioneras: la Obra de la Santa Infancia.
PARTE VUN LLAMAMIENTO A LA COMUNIDAD INTERNACIONAL
29. La Familia de Dios se extiende más allá de los confines visibles de la Iglesia: incluye a toda la humanidad. Cuando pensamos en argumentos como reconciliación, justicia y paz, todos nos encontramos en el nivel más profundo de nuestra común humanidad. Este proyecto nos afecta a todos y exige una acción común. Por tanto, alzamos nuestra voz para un llamamiento a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. De modo particular nos dirigimos a aquellos con los que profesamos la misma fe en Jesucristo, y también a hombres y mujeres de otros credos.30. En general las agencias de la ONU realizan un buen trabajo en África para el desarrollo, el mantenimiento de la paz, la defensa de los justos derechos de las mujeres y de los niños, la lucha contra la pobreza, contra las enfermedades, contra el HIV/SIDA, la malaria, la tuberculosis y otros problemas. El Sínodo elogia la labor positiva que están realizando. Sin embargo les pedimos que sean más coherentes y transparentes a la hora de hacer sus programas. Les recomendamos vivamente a los países de África que evalúen con cuidado los servicios que se ofrecen a nuestra gente, que se aseguren que sean buenos para nosotros. El Sínodo denuncia en particular todos los intentos furtivos de destruir y eliminar los ricos valores africanos de la familia y de la vida humana (por ejemplo, el detestable art. 14 del Protocolo de Maputo y otras propuestas similares).31. La Iglesia es la primera en la lucha contra el HIV/SIDA y en el cuidado de las personas infectadas y contagiadas por el mismo. El Sínodo da las gracias a todos los que están comprometidos generosamente en este difícil apostolado de amor y de cuidado. Invocamos un apoyo prolongado para que podamos cubrir las necesidades de los muchos que piden asistencia (EIA, 31). Con el Santo Padre Benedicto XVI, este Sínodo advierte que el problema no puede ser superado con la distribución de profilácticos. Pedimos a todos los que estén interesados de verdad en detener la transmisión sexual del HIV/SIDA que reconozcan el éxito obtenido por los programas que aconsejan la abstinencia entre los no casados y la fidelidad entre los casados. Este modo de proceder no sólo ofrece la mejor protección contra la difusión de esta enfermedad sino que además está en armonía con la moral cristiana. Nos dirigimos particularmente a vosotros, jóvenes. No permitáis que nadie os engañe a la hora de pensar que no podéis autocontrolaros: sí, con la gracia de Dios, podéis hacerlo.32. A los grandes poderes de este mundo les dirigimos una súplica: tratad África con respeto y dignidad. África desde hace tiempo reclama un cambio en el orden económico mundial en cuanto a las estructuras injustas acumuladas que pesan sobre ella. La reciente turbulencia en el mundo financiero demuestra la necesidad de un radical cambio de reglas. Pero sería una tragedia si las modificaciones se hicieran sólo en interés de los ricos y una vez más en perjuicio de los pobres. Muchos de los conflictos, guerras y pobreza de África derivan principalmente de estas estructuras injustas.33. La humanidad tiene mucho que ganar si escucha las palabras sabias del Santo Padre Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate. Un orden mundial nuevo y justo no es solamente posible, sino necesario para el bien de toda la humanidad. Se pide un cambio respecto a la deuda que pesa sobre los países pobres, que está matando literalmente a los niños. Las compañías multinacionales tienen que detener la devastación criminal del ambiente para su codiciosa explotación de los recursos naturales. Es una política miope la de fomentar guerras para obtener unos beneficios rápidos del caos, a costa de vidas humanas y de sangre. ¿Es posible que nadie sea capaz de interrumpir, y quiera hacerlo, estos crímenes contra la humanidad?
PARTE VI"ÁFRICA, ¡LEVÁNTATE !"
34. Se dice que la cuna del género humano se encuentre en África. Nuestro continente tiene una larga historia de grandes imperios y de civilizaciones ilustres. La historia futura del continente todavía debe ser escrita. Dios nos ha bendecido con inmensos recursos naturales y humanos. Entre los índices internacionales del desarrollo material, los países de África ocupan muchas veces los últimos lugares. Ésta no es una razón para desesperar. Existen graves actos de injusticia histórica, como la trata de esclavos y el colonialismo, cuyas consecuencias negativas todavía persisten. Pero éstas ya non son excusas para no seguir adelante. De hecho, muchas de estas cosas están ocurriendo. Elogiamos los esfuerzos para liberar África de la alienación cultural y de la esclavitud política. Ahora África debe afrontar el desafío de ofrecer a sus propios hijos un nivel digno en sus condiciones de vida. En el ámbito político, hay progresos en la integración continental: la Organización para la Unidad Africana (OAU) que ahora es la Unión Africana (AU). La Unión Africana y las otras agrupaciones regionales, a veces en colaboración con las Naciones Unidas, han puesto en marcha iniciativas para resolver los conflictos y mantener la paz en situaciones de crisis. En el frente económico, África ha tratado de elaborar, a medida de su identidad, una estructura estratégica para el desarrollo llamada NEPAD (Nuevo Partenariado económico para el Desarrollo Africano). Ha previsto también un APRM (African Peer Review Mechanism) para su seguimiento y control de su puesta en práctica por parte de varios países. El Sínodo elogia estos esfuerzos ya que dichos programas relacionan de manera clara la emancipación económica de África con el establecimiento de un buen gobierno. Por desgracia aquí hay un punto muerto. Para la mayoría de los países africanos, los bellos documentos de la NEPAD siguen siendo letra muerta. Por ello, esperamos un mejoramiento general del buen gobierno en África.35. El Sínodo felicita calurosamente a aquellos países africanos que han emprendido el camino de una verdadera democracia. Estos están ya mostrando los buenos resultados que produce el hacer bien las cosas. Otros han salido de muchos años de guerras y conflictos para empezar a reconstruir progresivamente sus naciones hundidas en el desastre. Esperamos que el buen ejemplo impulse a los demás para que cambien sus malas costumbres.36. El Sínodo se entristece en señalar que la situación de más de un país africano sigue siendo vergonzosa. Pensamos en particular en la dolorosa situación de Somalia, inmersa en un conflicto virulento desde hace casi dos decenios que ya compromete a sus países vecinos. No olvidemos la trágica condición de millones de personas en la región de los Grandes Lagos y la crisis que todavía perdura en Uganda septentrional, en el Sudán meridional, en Darfur, en Guinea Conakry y en otros lugares. Aquellos que controlan la suerte de estas naciones deben asumir la plena responsabilidad por su deplorable comportamiento. En la mayor parte de los casos, estamos ante la avidez del poder y de la riqueza, en desmedro de la población y la nación. Cualquiera sea la ingerencia de los intereses extranjeros, se da siempre la vergonzosa y trágica colusión de los líderes locales: políticos que traicionan y malbaratan sus naciones, hombres de negocios corruptos que están coludidos con multinacionales rapaces, comerciantes y traficantes de armas africanos que han hecho fortuna con el comercio de armas pequeñas que causan gran destrucción de vidas humanas, así como de agentes locales de las organizaciones internacionales a quienes se les paga para difundir ideologías letales en las que ellos mismos no creen.37. La consecuencia negativa de todo esto está a la vista del mundo entero: pobreza, miseria y enfermedades; refugiados dentro y fuera del país y en ultramar, la búsqueda de praderas más verdes lleva a la fuga de cerebros, emigración clandestina y tráfico de seres humanos, guerras y derramamiento de sangre, frecuentemente hechos por encargo, la atrocidad de los niños soldados y la indecible violencia hacia las mujeres. ¿Cómo se puede estar orgullosos de gobernar sobre un caos semejante? ¿Qué decir de nuestro tradicional sentido africano de vergüenza? Este Sínodo lo proclama de forma clara y fuerte: ha llegado el tiempo de cambiar estos comportamientos por amor a las generaciones presentes y futuras.
PARTE VIIUNIÓN DE LAS FUERZAS ESPIRITUALES
38. Queremos recordar nuevamente lo que el Papa Benedicto XVI ha dicho en su homilía durante la misa de inauguración del Sínodo: África es el "pulmón espiritual" de la humanidad actual. Éste es una precioso recurso, más precioso que nuestros minerales y el petróleo. Pero nos ha puesto en guardia sobre el riesgo que corre este pulmón de ser infectado por el doble virus del materialismo y del fanatismo religioso. El Sínodo, determinado a preservar nuestro patrimonio espiritual de todos los ataques e infecciones, nos invita a una colaboración ecuménica cada vez mayor con nuestros hermanos y hermanas de las otras tradiciones cristianas. Deseamos también que haya más diálogo y cooperación con los musulmanes y los seguidores de la Religión Tradicional Africana (RTA) y de las personas de otras creencias.39. El fanatismo religioso se está difundiendo en todo el mundo. Es causa de decadencia en muchas partes de África. De la cultura religiosa tradicional, los africanos han absorbido un significativo sentido del Dios Creador. Han llevado este sentido a su conversión al Cristianismo y al Islam. Cuando este fervor religioso está mal dirigido por fanáticos o manipulado por los políticos, se generan conflictos que tienden a hundir a todos. Pero, dirigidas y guiadas de manera adecuada, las religiones son una potente fuerza de bien, especialmente a favor de la paz y de la reconciliación.40. El Sínodo ha escuchado el testimonio de muchos padres sinodales que han recorrido con éxito el camino del diálogo con los musulmanes. Han dado testimonio del hecho que el diálogo es eficaz y que la colaboración es posible y también ella muchas veces es eficaz. Los temas de la reconciliación, de la justicia y de la paz, generalmente son de interés para enteras comunidades, independientemente de su credo. Trabajando sobre los diferentes valores que se comparte con los dos credos, musulmanes y cristianos, pueden dar un gran aporte para restablecer la paz y la reconciliación en nuestras naciones. Esto ya ha sido demostrado en muchos casos. El Sínodo elogia estos esfuerzos y se los recomienda a los demás.41. El diálogo y la colaboración prosperan cuando existe respeto recíproco. Como obispos católicos, tenemos claras directivas para realizar el diálogo y para permanecer firmes en nuestra fe, pero dejando a los otros la libertad de escoger. El Sínodo ha tenido buenas resultados en relación a comunidades islámicas que conceden libertad de culto a la Iglesia. Éstas también las acogen con alegría y se benefician con las obras sociales de la Iglesia. Cuando elogiamos todo esto, insistimos en repetir que no es suficiente. La libertad de religión comprende también la libertad de compartir la propia fe, de proponerla y no de imponerla, de aceptar y acoger a aquellos que se convierten. Las naciones que por ley les prohíben a sus ciudadanos que abracen la fe cristiana, les privan del derecho humano fundamental a decidir libremente sobre el credo que quieren abrazar. Si bien esto se da desde hace mucho tiempo, es hora de rever dicha situación, a la luz del respeto de los derechos humanos fundamentales. Este Sínodo denuncia tal restricción de la libertad porque trastorna el diálogo sincero y frustra una auténtica colaboración. Ya que los cristianos que deciden cambiar su religión son bien acogidos en las filas musulmanas, debe haber reciprocidad en este campo. El respeto recíproco es el camino que se debe recorrer. En el mundo nuevo que está naciendo, es necesario dar espacio a cada fe para que contribuya al bien de la humanidad.
CONCLUSIÓN
42. Queridos hermanos en el episcopado, queridos hijos e hijas de la Iglesia, Familia de Dios en África, todos vosotros hombres y mujeres de buena voluntad en África y en otros lugares, compartimos con vosotros la fuerte convicción de este Sínodo: África no es impotente. Nuestro destino todavía está en nuestras manos. Todo lo que ella pide no es más que el espacio para respirar y prosperar. África ya se ha puesto en movimiento y la Iglesia se mueve con ella, ofreciéndole la luz del Evangelio. Las aguas pueden estar agitadas, pero con la mirada orientada a Cristo Señor (cfr. Mt 14, 28-32) llegaremos seguros al puerto de la reconciliación, de la justicia y de la paz.África, ¡levántate, toma tu camilla y anda! (Jn 5,8)"Por lo demás, hermanos, alegraos;sed perfectos;animaos; tened un mismo sentir;Vivid en paz;y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros" (2 Cor 13,11).Amén.