5/31/17

La esperanza es como una vela que recoge el viento del Espíritu Santo que empuja la nave

El Papa en la Audiencia General


«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ante la inminencia de la Solemnidad de Pentecostés no podemos dejar de hablar de la relación existente entre la esperanza cristiana y el Espíritu Santo. El Espíritu es el viento que nos impulsa adelante, que nos mantiene en camino, nos hace sentir peregrinos y forasteros, y no nos permite recostarnos y convertirnos en un pueblo “sedentario”.
La Carta a los Hebreos compara la esperanza con un ancla (Cfr. 6,18-19); y a esta imagen podemos agregar aquella de la vela. Si el ancla da seguridad a la barca y la tiene “anclada” entre el oleaje del mar, la vela en cambio, la hace caminar y avanzar sobre las aguas. La esperanza es de verdad como una vela; esa recoge el viento del Espíritu Santo y la transforma en fuerza motriz que empuja la nave, según sea el caso, al mar o a la orilla.
El apóstol Pablo concluye su Carta a los Romanos con este deseo, escuchen bien, escuchen bien qué bonito deseo: ‘Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo’ (15,13). Reflexionemos un poco sobre el contenido de estas bellísimas palabras.
La expresión “Dios de la esperanza” no quiere decir solamente que Dios es el objeto de nuestra esperanza, es decir, de Quien tenemos la esperanza de alcanzar un día en la vida eterna; quiere decir también que Dios es Quien ya ahora nos da esperanza, es más, nos hace ‘alegres en la esperanza’ (Rom 12,12): alegres de en la esperanza, y no solo la esperanza de ser felices.
Es la alegría de esperar y no esperar de tener la alegría. Hoy. “Mientras haya vida, hay esperanza”, dice un dicho popular; y es verdad también lo contrario: mientras hay esperanza, hay vida. Los hombres tienen necesidad de la esperanza para vivir y tienen necesidad del Espíritu Santo para esperar.
San Pablo –hemos escuchado– atribuye al Espíritu Santo la capacidad de hacernos incluso ‘sobreabundar en la esperanza’. Abundar en la esperanza significa no desanimarse nunca; significa esperar ‘contra toda esperanza’ (Rom 4,18), es decir, esperar incluso cuando disminuye todo motivo humano para esperar, como fue para Abraham cuando Dios le pidió sacrificar a su único hijo, Isaac, y  aún más como fue para la Virgen María bajo la cruz de Jesús.
El Espíritu Santo hace posible esta esperanza invencible dándonos el testimonio interior de que somos hijos de Dios y sus herederos (Cfr. Rom 8,16). ¿Cómo podría Aquel que nos ha dado a su propio Hijo único no darnos todo con Él? (Cfr. Rom 8,32). ‘La esperanza –hermanos y hermanas– no defrauda: la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado’ (Rom 5,5). Por esto no defrauda, porque está el Espíritu Santo dentro que nos impulsa a ir adelante, siempre adelante. Y por esto la esperanza no defrauda.
Hay más: el Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de tener esperanza, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros –como Él y gracias a Él– los ‘paráclitos’, es decir, consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza.
Un cristiano puede sembrar amargura, puede sembrar perplejidad y esto no es cristiano, y si tú haces esto no eres un buen cristiano. Siembra esperanza: siembra el bálsamo de esperanza, siembre el perfume de esperanza y no el vinagre de la amargura y de la falta de esperanza. El beato Cardenal Newman, en uno de sus discursos decía a los fieles: ‘Instruidos por nuestro mismo sufrimiento, por el mismo dolor, es más, por nuestros mismos pecados, tendremos la mente y el corazón ejercitados a toda obra de amor hacia aquellos que tienen necesidad. Seremos, según nuestra capacidad, consoladores a imagen del Paráclito –es decir, del Espíritu Santo– y en todos los sentidos que esta palabra comporta: abogados, asistentes, dispensadores de consolación. Nuestras palabras y nuestros consejos, nuestro modo de actuar, nuestra voz, nuestra mirada, serán gentiles y tranquilizantes’ (Parochial and plain Sermons, vol. V, Londra 1870, pp. 300s.).
Son sobre todo los pobres, los excluidos, los no amados los que necesitan de alguien que se haga para ellos “paráclito”, es decir, consoladores y defensores, como el Espíritu Santo se hace para cada uno de nosotros, que estamos aquí en la Plaza, consolador y defensor. Nosotros debemos hacer lo mismo por los más necesitados, por los descartados, por aquellos que tienen necesidad, aquellos que sufren más. Defensores y consoladores.
El Espíritu Santo alimenta la esperanza no sólo en el corazón de los hombres, sino también en la entera creación. Dice el Apóstol Pablo –esto parece un poco extraño, pero es verdad. Dice así: que también la creación ‘está proyectada con ardiente espera’ hacia la liberación y ‘gime y sufre’ con dolores de parto (Cfr. Rom 8,20-22). ‘La energía capaz de mover el mundo no es una fuerza anónima y ciega, sino es la acción del Espíritu de Dios que ‘aleteaba sobre las aguas’ (Gen 1,2) al inicio de la creación’ (Benedicto XVI, Homilía, 31 mayo 2009). También esto nos impulsa a respetar la creación: no se puede denigrar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado.
Hermanos y hermanas, la próxima fiesta de Pentecostés –que es el cumpleaños de la Iglesia: Pentecostés– esta próxima fiesta de Pentecostés nos encuentre concordes en la oración, con María, la Madre de Jesús y nuestra. Y el don del espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza. Les diré más: nos haga derrochar esperanza con todos aquellos que están más necesitados, los más descartados y por todos aquellos que tienen necesidad. Gracias».



5/30/17

Solemnidad de Pentecostés

L.C.


Ciclo A – Textos: Hechos 2, 1-11; 1Co 12, 3-7.12-13; Jn 20, 19-23


Idea principal: la acción visible del Espíritu Santo en la Iglesia, a través de un viento estruendoso, un fuego y unas lenguas (primera lectura).

Resumen del mensaje: en el sexto domingo de Pascua vimos la acción invisible del Espíritu Santo en el alma de cada uno de nosotros: es nuestro Consolador o Paráclito. Hoy, Pentecostés, la liturgia resalta la acción visible del Espíritu Santo en la Iglesia. El Espíritu Santo convierte a la Iglesia en misionera y católica, cuyos efectos son: viento que lleva el polen divino, fuego que quema con la caridad cuanto toca y lengua para llevar el mensaje de Cristo.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, el Espíritu Santo hoy se manifiesta como viento, como soplo vivificador. El Espíritu Santo es como el alma de la Iglesia, que infunde santidad y estabilidad, a pesar de todos los pecados y miserias de sus integrantes. Es soplo que barre toda escoria para dejar en cada corazón el aroma del cielo. Si la Iglesia fuese solamente una institución humana, hace tiempo que se hubiera corrompido y desaparecido totalmente; como sucedió a tantas empresas e imperios humanos. La Iglesia, a pesar de retrocesos, contramarchas y crisis terribles, permanece siempre con el aroma de lo esencial, pues el Espíritu es soplo que limpia y purifica. Y ese aroma es transmitido como polen divino que fecundará todas las culturas con el amor de Cristo.

En segundo lugar, el Espíritu Santo también se manifiesta como fuego. Ese viento se convierte también en fuego que nos arde por dentro y nos lleva a salir fuera a todas las periferias existenciales, como diría el Papa Francisco, para incendiar este mundo con la palabra del Evangelio. En Pentecostés nace la Iglesia misionera y ardorosa, lanzada a llevar el calor divino a todos los lugares del mundo. Siempre tendremos la tentación de volver al Cenáculo y a cerrar la puerta, especialmente cuando fuera soplan vientos de contradicción. Solamente el Espíritu nos dará fuerza para vencer esos miedos y parálisis, como hizo con los primeros apóstoles, que de apocados y miedosos, los convirtió en intrépidos y audaces mensajeros de la Buena Nueva, que llevaron con ardor misionero el mensaje de salvación de Jesús.
Finalmente, el Espíritu Santo se manifiesta como lengua. Lengua, no lenguas, como pasó en la Babel soberbia del Génesis donde nadie se entendía. La lengua del Espíritu Santo es una: la caridad, que nos une a todos en un mismo corazón y una misma alma. Y con esa lengua, la caridad, formamos un solo cuerpo en Cristo por el Espíritu (segunda lectura); y con esa lengua podemos hacernos entender por todas partes, como sucedió a los apóstoles, y llevar a todo el mundo el mensaje del amor y perdón traído por Cristo a este mundo (primera lectura y evangelio). Lo que destruye esta lengua del Espíritu son los mil dialectos ideológicos que a veces queremos hablar en las relaciones con los demás para defender nuestro egoísmo, nuestros intereses y nuestras ambiciones. En el Cenáculo, donde el Espíritu Santo es infundido, las diferencias y las divisiones son superadas. La verdadera unidad sólo proviene de Dios Espíritu que es principio de cohesión (segunda lectura).

Para reflexionar: ¿Dejaré la puerta y las ventanas abiertas de mi ser para que entre el viento y el fuego del Espíritu Santo en este Pentecostés para después contagiarlo a mi alrededor con mi lengua y conducta? ¿Experimento en mí otros vientos y fuegos que quieren destruirme y devorar mi vida de gracia y mi amor a Cristo? ¿Hablo la lengua del Espíritu Santo que es la caridad o tengo otros dialectos ideológicos?

Para rezar: oración al Espíritu Santo

No te conozco, pero sé que nos sostienes
No te veo, pero te siento
Cuando estoy débil, me levantas
Cuando me alejo de Dios, me acercas hasta El
Cuando olvido a Jesús, Tú me lo recuerdas
¡ESPIRITU SANTO, VEN!
Si no doy testimonio de mi fe, Tú me animas
Si me duermo en la comodidad, Tú me despiertas
Si me conformo con los mínimos, Tú me perfeccionas
Si estoy confundido, Tú me aclaras
Si tengo miedo, Tú me das valentía
¡ESPÍRITU SANTO, VEN!
Si caigo, Tú me sostienes
Si me equivoco, Tú me corriges
Si me enojo, Tú me das la paz
Si caigo en la tristeza, Tú me regalas la alegría
¡ESPIRITU SANTO, VEN!

5/29/17

Una Fe que no escucha al Espíritu Santo se vuelve ideológica


El Papa en Santa Marta

El Espíritu Santo mueve el corazón, inspira y suscita emociones. Esta semana, como preparación de Pentecostés el próximo domingo, la Iglesia nos pide rezar para que el Espíritu Santo venga al corazón, a la parroquia, a la comunidad. En la primera lectura (Hch 19,1-8) se narra lo que podríamos llamar la Pentecostés de Éfeso. Porque la comunidad de Éfeso recibió la fe, pero no sabía ni que existía el Espíritu Santo. Era gente buena, gente de fe, pero no conocían ese don del Padre. Por eso, cuando Pablo impuso sus manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas.
El Espíritu Santo mueve el corazón, como se lee en los Evangelios, donde tantas personas –Nicodemo, la hemorroísa, la samaritana, la pecadora– se sienten empujadas a acercarse a Jesús precisamente por el Espíritu Santo. ¿Qué sitio ocupa en nuestra vida el Espíritu Santo? ¿Soy capaz de escucharlo? ¿Soy capaz de pedir inspiración antes de tomar una decisión o de decir una palabra o de hacer algo? ¿O mi corazón está tranquilo, sin emociones, un corazón quieto? Porque de ciertos corazones, si les hiciésemos un electrocardiograma espiritual, el resultado sería lineal, sin emociones. También en los Evangelios aparecen, como los doctores de la ley: eran creyentes en Dios, sabían todos los mandamientos, pero su corazón estaba cerrado, quieto, no se dejaban inquietar.
Hay que dejarse inquietar por el Espíritu Santo: He sentido esto…, pero Padre, ¿eso no será sentimentalismo? –No, puede serlo, pero no. Si vas por la senda correcta, no es sentimentalismo. He sentido ganas de hacer esto, de visitar aquel enfermo o de cambiar de vida o de dejar esto… Sentir y discernir: discernir lo que siente mi corazón, porque el Espíritu Santo es el maestro del discernimiento. Una persona que no tiene esos movimientos en el corazón, que no discierne lo que pasa, es una persona que tiene una fe fría, una fe ideológica. Su fe es una ideología.
Y ese era el drama de aquellos doctores de la ley que se enfrentaban a Jesús. Preguntémonos sobre nuestro trato con el Espíritu Santo. ¿Pido que me guíe por el camino que debo elegir en mi vida, y también todos los días? ¿Pido que me dé la gracia de distinguir lo bueno de lo menos bueno? Porque lo bueno de lo malo se distingue en seguida. Pero está el mal escondido que es lo menos bueno, y esconde el mal. ¿Pido esa gracia? Esta pregunta me gustaría sembrarla hoy en vuestro corazón.
Hay que preguntarse si tenemos el corazón inquieto, porque lo mueve el Espíritu Santo. Cuando nos vienen ganas de hacer algo, ¿pedimos al Espíritu Santo que nos inspire, que nos diga sí o no, o hacemos solo cálculos con la mente? En el Apocalipsis, el apóstol Juan empieza invitando a las siete Iglesias –las siete diócesis de aquel tiempo– a que escuchen lo que el Espíritu Santo les dice. Pidamos también nosotros esta gracia de escuchar lo que el Espíritu dice a nuestra Iglesia, a nuestra comunidad, a nuestra parroquia, a nuestra familia y, para cada uno de nosotros, la gracia de aprender ese lenguaje de escuchar al Espíritu Santo.

5/28/17

La fiesta de la Ascensión “revela el por qué la Iglesia existe”

El Papa en el Regina Coeli


Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Celebramos hoy en Italia y en otros países la fiesta de la Ascensión, sucedida 40 días después de Pascua.
La página evangélica (cf. Mt 28, 16-20), que concluye el evangelio de San Mateo, nos presenta el momento de la despedida definitiva del Resucitado a sus discípulos. La escena se sitúa en Galilea, el lugar donde Jesús les había llamado a seguirle y a formar el primer núcleo de su nueva comunidad. Ahora, estos discípulos son pasados por el “fuego” de la pasión y de la resurrección. A la vista del Señor resucitado, se prosternan delante de él, pero algunos tenían todavía dudas. En esta comunidad asustada, Jesús deja la inmensa tarea de evangelizar el mundo y concretiza esta misión con la orden de enseñar y de bautizar en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (cf. v. 19).
La Ascensión de Jesús al Cielo constituye así el término de la misión que el Hijo ha recibido del Padre y la puesta en marcha de la continuación de esta misión por parte de la Iglesia. A partir de este momento, la presencia de Cristo en el mundo tiene como medidores a sus discípulos, aquellos que creen en él y que lo anuncian.
Esta misión durará hasta el final de la historia y disfrutará cada día de la asistencia del Señor resucitado, que declara: ”Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (v. 20).
Su presencia aporta fuerza en la persecución, reconforte en las tribulaciones, apoyo en las situaciones de dificultad que se conocen en la misión y en el anuncio del Evangelio.
La Ascensión nos recuerda esta asistencia de Jesús y de su espíritu que da confianza, da seguridad a nuestro testimonio en el mundo. Nos revela por qué la Iglesia existe: La Iglesia existe para anunciar el Evangelio! Solo por eso. Y también es la alegría de la Iglesia anunciar el Evangelio. La Iglesia, somos todos nosotros, los bautizados!
Estamos todos invitados hoy a comprender mejor que Dios nos ha dado la gran dignidad y la gran responsabilidad de anunciarle al mundo, de hacerle accesible a la humanidad. He aquí nuestra dignidad, he aquí el mayor honor de cada uno de nosotros, de todos los bautizados!
En esta fiesta de la ascensión, cuando nosotros volvemos la mirada hacia el Cielo, donde subió Cristo y está sentado a la derecha del Padre, fortalecemos nuestros pasos sobre la tierra, para continuar con decisión y entusiasmo nuestro camino, nuestra misión de testimoniar y de vivir el Evangelio en todos los medios.
Pero somos conscientes que esto no depende ante todo de nuestras fuerzas, de la capacidad de organización o de recursos humanos. Es solamente con la luz y con la fuerza del Espíritu Santo que podemos cumplir eficazmente nuestra misión de dar a conocer siempre cada vez más y de hacer que los otros tengan la experiencia del amor y de la ternura de Jesús.
Pidamos a la Virgen María que nos ayude a contemplar los bienes celestes que el Señor nos promete y a convertirnos en los testigos siempre creibles de su Resurrección, de la verdadera Vida.
Regina Coeli laetare, alleluia…

Fiesta de la Ascensión, verdadera esperanza

Alberto Ramirez Mozqueda 


Cristo no sube solo, somos parte suya, y por lo tanto, algo nuestro ya está en la casa el Padre.
Los niños de hoy están acostumbrados a oír de los viajes espaciales, a naves que viajan a velocidades que escapan a la imaginación y que tocan países insospechados con otras costumbres y otras formas de vida. Por eso podrían quedarse con la impresión de que Cristo en su Ascensión a los cielos, se hubiera adelantado al tiempo, subiendo en su propia nave hasta desplazarse hasta el mismísimo cielo.
Tenemos que decir entonces de entrada que el cielo y el espacio de las estrellas, los astros, los asteroides y los cometas, un mundo vastísimo, es otro totalmente distinto del que nos presentan los evangelistas que afirman que Cristo subió al cielo, donde “Dios habita en una luz inaccesible” (1 Tim 6.16), lo cual quiere decir que nosotros mismos estaremos invitados a subir con Cristo pero no precisamente a un espacio o a un lugar sino a una situación nueva si vivimos en el amor y en la gracia de Dios.
La fiesta de la Ascensión del Señor es entonces la fiesta de la Verdadera esperanza para los cristianos y en general para todos los hombres, pues cuando Cristo envía a sus apóstoles al mundo, quiere hacer que su mensaje llegue precisamente a todos los hombres, rotas ya las barreras y todas las fronteras, hasta hacer de la humanidad una sola familia salvada por la Sangre de Cristo. Cristo no sube solo, somos parte suya, y por lo tanto, algo nuestro ya está en la casa el Padre, esperando la vuelta de todos para sentarnos con Cristo a ese banquete que se ofrece a todos los que fueron dignos de entrar al Reino de los cielos.
La fiesta en cuestión comenzó a celebrarse hasta el siglo VI pues los siglos anteriores se consideraba como una sola festividad tanto la Resurrección de Cristo como su misma Ascensión, pero se pensó en celebrar ésta última como la plena glorificación de Cristo, su exaltación a los cielos, el sentarse a la diestra de Dios Padre, su constitución como Juez y Señor de vivos y muertos y por lo tanto con poder para enviar a su Iglesia al mundo a hacerlo presente en sus sacramentos, en su Eucaristía, descubriéndole en los pobres y los marginados del mundo, comprometiéndose seriamente con ellos como él lo hizo con cada uno de los actos de su vida, pero sobre todo con su muerte en lo alto de la cruz.
La Ascensión tiene lugar en Galilea, donde Jesús comenzó su ministerio público pero no fue tanto un dato meramente geográfico, sino para hacerles entender a sus apóstoles que Jerusalén ya no era el centro de religiosidad y de culto, sino que desde ahora él se constituía en Aquél por el que se podía tener libre acceso al Padre. Galilea sería como un símbolo de una humanidad que vive una nueva esperanza y una nueva acogida por el Buen Padre Dios, invitándonos a romper toda esclavitud, pues él ya no quiere más sirvientes sino hijos.
Cristo tuvo mucho cuidado antes de su subida de darles poder a sus Apóstoles para hacerlo presente en el mundo, pero también afirmó, y con un verbo en presente que él estaría con ellos siempre, hasta el fin de los tiempos. Esa es la gran alegría de los cristianos, poder unirse desde ahora al Salvador sin tener que esperar hasta el momento final, y hacerlo como discípulos del único Maestro, que quiere a la humanidad unida en su Amor.

5/27/17

Programa del Papa en Génova



El programa oficial de la Visita Pastoral del Papa Francisco a Génova (Italia) será este sábado 27 de mayo de 2017.
 

– 8:15 de la mañana, el Santo Padre llegará al aeropuerto de Génova. Será recibido por el Arzobispo de la Ciudad acompañado por las Autoridades civiles.
 
– 8:30 El Papa se trasladará a la fábrica siderúrgica “Ilva”, donde tendrá lugar el Encuentro con los representantes del Mundo del trabajo.

– 10.00 En la catedral de San Lorenzo de Génova, el Papa Francisco encontrará a los obispos, el clero, los seminaristas y religiosos de la Región Eclesiástica de Liguria y a los representantes de otras confesiones religiosas.

– 12:00 El Pontífice saludará a los Jóvenes de la misión diocesana de Génova en el Santuario de Nuestra Señora de la Guardia.

-13:00 El mismo Santuario, el Santo Padre almorzará con los pobres, los refugiados, los sin techo y los encarcelados.

– 15:15  Papa visitará el hospital pediátrico “Giannina Gaslini”, para saludar a los niños hospitalizados en este centro de salud.

– 17:00 El sucesor de Pedro presidirá la Santa Misa en la “Plaza Kennedy”, con todos los fieles allí congregados. Culminada la Celebración Eucarística, el Papa Francisco se despedirá del Arzobispo de Génova y de las Autoridades civiles en el aeropuerto de la ciudad y tomará un vuelo hacia Roma para regresar al Vaticano.


Rezar, llevar y estar en el mundo con el Señor

Al concluir su visita invita a “ejercitar la fuerza suave de la oración con la que se pueden también detener las guerras y obtener la paz”
Con una misa presidida por el santo padre Francisco en una explanada de la costa de Génova, concluyó la visita apostólica de 12 horas en la ciudad portuaria.
Vistiendo paramentos crema con los bordes dorados y endosando el palio, el Santo Padre se dirigió a los varios miles de personas allí reunidos en esta zona del puerto.
El altar puesto en el centro de una construcción de fondo blanco, enarbolaba una hermosa cruz de madera y plata, como de plata era el altar.
“Recordemos de echar cada día el ancla en Cristo”, dijo el Papa en su homilía, “Jesús es nuestro abogado” debemos llevarle las situaciones y las dificultades”. Invitó a rezar para llevar todo a Dios, a confiarle el mundo, porque “la oración es intercesión, non es tranquilidad, es caridad”. Invitó así a ponerse en juego para interceder “los unos por los otros”, sin cansarnos porque “es nuestra primera responsabilidad”; “es nuestra primera misión”.
No gritar con más fuerza según la lógica de este mundo. Dijo, sino “ejercitar la fuerza suave de la oración con la que se pueden también detener las guerras y obtener la paz”.
“El Señor envía a los suyos a anunciarlo con la fuerza del Espíritu”. El Señor nos quiere en salida, libres de la tentación de contentarnos cuando estamos bien. “Nuestra identidad es ir en el mundo con el Señor”. “Pongámonos en juego, con coraje, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir”, dijo. Y concluyó exhortando: “Que el Señor sea el coraje de nuestro caminar”.

5/26/17

La mujer en la sociedad y en la Iglesia


Mons.    

Obispo de San Cristóbal de Las Casas



Estamos reunidos en asamblea diocesana casi 300 personas, sacerdotes, religiosas y la mayoría laicas y laicos de las 57 parroquias de nuestra diócesis, con el objetivo de profundizar la situación, identidad y misión de la mujer en la sociedad y en la Iglesia hoy, iluminados por las Sagradas Escrituras y el Magisterio eclesial, para que vivamos la dignidad de hijas e hijos de Dios, con la que Él nos soñó al crearnos a su imagen y semejanza.
Se escogió este tema con ocasión de los 25 años del área diocesana de mujeres, que ha promovido el lugar que Dios quiere para ellas, leyendo la vida y la Biblia con ojos, mente y corazón de mujer. Su aportación ha sido muy valiosa. Se nota en la vida familiar, social y eclesial, pues ya hay muchas mujeres que hablan, defienden sus derechos y son promotoras de cambios y desarrollo social.
Como siempre, partimos de un análisis de la realidad. Para ello, hicimos una consulta previa a las sietes regiones pastorales de la diócesis y escuchamos el aporte de un equipo diocesano que hace un análisis permanente de la realidad. Pero, sobre todo, escuchamos testimonios directos de una mujer indígena, una joven, una mujer que ha sufrido violencia, una mujer migrante, una mujer catequista, una mujer indígena universitaria, una madre soltera, una mujer anciana. Escuchar las experiencias de estas mujeres nos ayuda mucho a conocer mejor la real situación que viven.
Desde luego, constatamos una vez más que persisten el machismo, la marginación, el menosprecio, y no faltan casos de prostitución familiar, trata, cierta esclavitud y feminicidios. Sin embargo, cada día las mujeres defienden y adquieren su lugar y sus derechos en todos los ámbitos. Hay muchas mujeres indígenas universitarias y profesionistas. Ya no las casan sus padres con quienes éstos deciden, sino que ellas asumen su dignidad. Pero falta mucho por avanzar.
Como iluminación doctrinal, escuchamos exposiciones sobre la mujer en la Sagrada Escritura, en el magisterio pontificio, en el magisterio latinoamericano, en nuestro Sínodo y Plan Diocesano y en la reflexión teológica actual. Al final, proponemos acuerdos a nivel personal, parroquial, equipo pastoral regional y diócesis. 

PENSAR

El Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii gaudium, dice: La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque el genio femenino es necesario en todas las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en las estructuras sociales” (103).
Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder. La configuración del sacerdote con Cristo Cabeza no implica una exaltación que lo coloque por encima del resto. En la Iglesia las funciones no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros. De hecho, una mujer, María, es más importante que los obispos. Aquí hay un gran desafío para los pastores y para los teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia” (104).

ACTUAR

Debemos convertirnos, cambiar nuestras actitudes, para dar a la mujer el lugar que Dios quiere para ella tanto en la familia y en la comunidad, como en la estructura y vida de la Iglesia.

El lugar del cristiano es el mundo, para predicar a Jesús

El Papa en Santa Marta


Las Escrituras nos indican tres palabras y tres lugares de referencia para el camino cristiano. La primera palabra es la memoria, y el primer lugar es Galilea. Jesús resucitado dice a los discípulos que le precedan en Galilea, que es donde tuvo lugar el primer encuentro con el Señor. Y cada uno de nosotros tiene su propia Galilea, donde Jesús se nos manifestó por primera vez, lo conocimos y tuvimos esa alegría y ese entusiasmo de seguirlo. Para ser un buen cristiano es necesario siempre tener la memoria del primer encuentro con Jesús o de los sucesivos encuentros. Es la gracia de la memoria que en el momento de la prueba me da certeza.
La segunda palabra es la oración y el segundo lugar es el Cielo. Cuando Jesús sube al Cielo no se separa de nosotros. Físicamente sí, pero siempre está vinculado a nosotros para interceder por nosotros. Muestra al Padre sus llagas, el precio que pagó por nosotros, por nuestra salvación. Así pues, debemos pedir la gracia de contemplar el Cielo, la gracia de la oración, el trato con Jesús en la oración, que en ese momento nos escucha, está con nosotros.
Y la tercera palabra es la misión y el tercer lugar es el mundo. Jesús, antes de irse –lo vimos ayer en el Evangelio de la Ascensión*– dice a los discípulos: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos. Id: el sitio del cristiano es el mundo para anunciar la Palabra de Jesús, para decir que estamos salvados, que Él vino para darnos la gracia, para llevarnos a todos con Él ante el Padre.
Esta es la topografía del espíritu cristiano, los tres lugares de referencia de nuestra vida: la memoria, la oración, la misión, y las tres palabras para nuestro camino:Galilea, Cielo y mundo. Un cristiano debe moverse en esas tres dimensiones y pedir la gracia de la memoria. Decid al Señor: Que no me olvide del momento en que tú me elegiste, que no me olvide de los momentos en que nos hemos encontrado. Y luego, rezar, mirando al Cielo, porque Él está allí para interceder por nosotros. Y luego ir de misión: o sea, no quiere decir que todos deban ir al extranjero; ir en misión es vivir y dar testimonio del Evangelio, es hacer saber a la gente cómo es Jesús. Y eso, con el ejemplo y con la Palabra, porque si yo digo cómo es Jesús, cómo es la vida cristiana, pero vivo como un pagano, eso no sirve; la misión no va.
Si, en cambio, vivimos en la memoria, en la oración y en misión, la vida cristiana será hermosa y también gozosa. Y esa es la última frase que Jesús nos dice hoy en el Evangelio: el día en que viváis la vida cristiana así, se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Nadie, porque tengo la memoria del encuentro con Jesús, tengo la certeza de que Jesús está en el Cielo en este momento e intercede por mí, está conmigo, y yo rezo y tengo el valor de hablar, de salir de mí y hablar a los demás y dar testimonio con mi vida de que el Señor resucitó, está vivo. Memoria, oración, misión. Que el Señor nos dé la gracia de entender esta topografía de la vida cristiana e ir adelante con alegría, con esa alegría que nadie nos podrá quitar. 

* En el Vaticano, la Ascensión del Señor se celebró ayer jueves. En casi todos los demás lugares se traslada al domingo próximo (ndt).


5/25/17

Promover la paz, negociar, diálogo interreligioso y tutelar las minorías cristianas

El Papa a Trump


Lo indica un comunicado de prensa de la Santa Sede. Elogia el compromiso pro-vida, la libertad religiosa y de conciencia
La Oficina de prensa de la Santa Sede emitió esta mañana un comunicado, en el cual indica que “Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de América, ha sido recibido en audiencia por el Santo Padre Francisco y, a continuación, se ha reunido con Su Eminencia el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, acompañado por S.E. Mons. Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados”.
El comunicado añade que “durante las cordiales conversaciones, se ha expresado la satisfacción por las buenas relaciones bilaterales existentes entre la Santa Sede y los Estados Unidos de América, así como por el compromiso común en favor de la vida y de la libertad religiosa y de conciencia”.
“Se ha manifestado -prosigue la nota- el deseo de una colaboración serena entre el Estado y la Iglesia Católica en los Estados Unidos, comprometida en el servicio a la población en los campos de la salud, la educación y la asistencia a los inmigrantes”.
El comunicado concluye señalando que “las conversaciones también han permitido un intercambio de puntos de vista sobre algunos temas relacionados con la actualidad internacional y con la promoción de la paz en el mundo a través de la negociación política y el diálogo interreligioso, con especial referencia a la situación en Oriente Medio y a la tutela de las comunidades cristianas”.

5/24/17

La esperanza cristiana

El Papa en la Audiencia General


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera detenerme en la experiencia de los dos discípulos de Emaús, del cual habla el Evangelio de Lucas. Imaginemos la escena: dos hombres caminaban decepcionados, tristes, convencidos de dejar atrás la amargura de un acontecimiento terminado mal. Antes de esa Pascua estaban llenos de entusiasmo: convencidos de que esos días habrían sido decisivos para sus expectativas y para la esperanza de todo el pueblo. Jesús, a quien habían confiado sus vidas, parecía finalmente haber llegado a la batalla decisiva: ahora habría manifestado su poder, después de un largo periodo de preparación y de ocultamiento. Esto era aquello que ellos esperaban, y no fue así.
Los dos peregrinos cultivaban sólo una esperanza humana, que ahora se hacía pedazos. Esa cruz erguida en el Calvario era el signo más elocuente de una derrota que no habían pronosticado. Si de verdad ese Jesús era según el corazón de Dios, deberían concluir que Dios era inerme, indefenso en las manos de los violentos, incapaz de oponer resistencia al mal.
Por ello en la mañana de ese domingo, estos dos huyen de Jerusalén. En sus ojos todavía están los sucesos de la pasión, la muerte de Jesús; y en el ánimo el penoso desvelarse de esos acontecimientos, durante el obligado descanso del sábado. Esa fiesta de la Pascua, que debía entonar el canto de la liberación, en cambio se había convertido en el día más doloroso de sus vidas. Dejan Jerusalén para ir a otra parte, a un poblado tranquilo. Tienen todo el aspecto de personas intencionadas a quitar un recuerdo que duele. Entonces están por la calle y caminan. Tristes. Este escenario –la calle– había sido importante en las narraciones de los evangelios; ahora se convertirá aún más, desde el momento en el cual se comienza a narrar la historia de la Iglesia.
El encuentro de Jesús con esos dos discípulos parece ser del todo casual: se parece a uno de los tantos cruces que suceden en la vida. Los dos discípulos caminan pensativos y un desconocido se les une. Es Jesús; pero sus ojos no están en grado de reconocerlo. Y entonces Jesús comienza su “terapia de la esperanza”. Y esto que sucede en este camino es una terapia de la esperanza. ¿Quién lo hace? Jesús.
Sobre todo pregunta y escucha: nuestro Dios no es un Dios entrometido. Aunque si conoce ya el motivo de la desilusión de estos dos, les deja a ellos el tiempo para poder examinar en profundidad la amargura que los ha envuelto. El resultado es una confesión que es un estribillo de la existencia humana: «Nosotros esperábamos, pero Nosotros esperábamos, pero …».
¡Cuántas tristezas, cuántas derrotas, cuántos fracasos existen en la vida de cada persona! En el fondo somos todos un poco como estos dos discípulos. Cuántas veces en la vida hemos esperado, cuántas veces nos hemos sentido a un paso de la felicidad y luego nos hemos encontrado por los suelos decepcionados. Pero Jesús camina: Jesús camina con todas las personas desconsoladas que proceden con la cabeza agachada. Y caminando con ellos de manera discreta, logra dar esperanza.
Jesús les habla sobre todo a través de las Escrituras. Quien toma en la mano el libro de Dios no encontrará historias de heroísmo fácil, tempestivas campañas de conquista. La verdadera esperanza no es jamás a poco precio: pasa siempre a través de la derrota.
La esperanza de quien no sufre, tal vez no es ni siquiera eso. A Dios no le gusta ser amado como se amaría a un líder que conduce a la victoria a su pueblo aplastando en la sangre a sus adversarios. Nuestro Dios es lámpara suave que arde en un día frío y con viento, y por cuanto parezca frágil su presencia en este mundo, Él ha escogido el lugar que todos despreciamos.
Luego Jesús repite para los dos discípulos el gesto central de toda Eucaristía: toma el pan, lo bendice, lo parte y lo da. ¿En esta serie de gestos, no está quizás toda la historia de Jesús? ¿Y no está, en cada Eucaristía, también el signo de qué cosa debe ser la Iglesia? Jesús nos toma, nos bendice, “parte” nuestra vida, porque no hay amor sin sacrificio, y la ofrece a los demás, la ofrece a todos.
Es un encuentro rápido, el de Jesús con los discípulos de Emaús. Pero en ello está todo el destino de la Iglesia. Nos narra que la comunidad cristiana no está encerrada en una ciudad fortificada, sino camina en su ambiente más vital, es decir la calle. Y ahí encuentra a las personas, con sus esperanzas y sus desilusiones, a veces enormes. La Iglesia escucha las historias de todos, como emergen del cofre de la conciencia personal; para luego ofrecer la Palabra de vida, el testimonio del amor, amor fiel hasta el final.
Y entonces el corazón de las personas vuelve a arder de esperanza. Todos nosotros, en nuestra vida, hemos tenido momentos difíciles, oscuros; momentos en los cuales caminábamos tristes, pensativos, sin horizonte, sólo con un muro delante. Y Jesús siempre está junto a nosotros para darnos esperanza, para encender nuestro corazón y decir: “Ve adelante, yo estoy contigo. Ve adelante”
El secreto del camino que conduce a Emaús es todo esto: también a través de las apariencias contrarias, nosotros continuamos a ser amados, y Dios no dejará jamás de querernos mucho. Dios caminará con nosotros siempre, siempre, incluso en los momentos más dolorosos, también en los momentos más feos, también en los momentos de la derrota: allí está el Señor. Y esta es nuestra esperanza: vamos adelante con esta esperanza, porque Él está junto a nosotros caminando con nosotros. Siempre.

5/23/17

El mal espíritu entra siempre por los bolsillos

El Papa en Santa Marta

 
Muchos consagrados fueron perseguidos por denunciar las actitudes mundanas. Lo indicó este martes el papa Francisco en la homilía de la misa que celebró en la Residencia Santa Marta. E invitó a pasar de un estilo de vida tibio al anuncio gozoso del Jesús.
El su homilía el Papa parte de las lecturas del día, cuando narran de la presencia de Pablo y Sila en Filippi, ciudad en la que aceptaban la doctrina “pero todo quedaba tranquilo y no había conversiones”. “No era -aseguró el Santo Padre- la Iglesia de Cristo”.
“Y que quienes dicen la verdad son perseguidos “se repite en la historia de la salvación”, aseguró. Cuando el pueblo de Dios servía, no digo los ídolos, pero la mundanidad, entonces el Señor enviaba a los profetas, que eran perseguidos porque “incómodos” como sucedió con Pablo.
“En la Iglesia cuando alguien denuncia las modalidades que existen de mundanidad, es mirado con los ojos torcidos, esto no va, mejor que se aleje”, dicen.
“Yo recuerdo en mi tierra, tantos y tantos hombres y mujeres consagrados, buenos, no ideológicos, pero que decían: “No, la Iglesia de Jesús es así…”. Este es comunista, fuera, y los echaban y los perseguían. Pensemos al beato Romero ¿no?, lo que le sucedió por decir la verdad. Y tantos y tantos en la historia de la Iglesia, también aquí en Europa. ¿Por qué? Porque el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila, sin riesgos, una Iglesia que hace negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad y la tibieza, tibia”.
“El mal espíritu entra siempre por los bolsillos. Cuando la Iglesia es tibia, tranquila, bien organizada, no hay problemas, miren dónde están los negocios”, dijo el Papa. Pero además del dinero, hay otra palabra en la cual el Papa se detiene: ‘alegría’.
Paolo y Sila son llevados delante de los magistrados que ordenan hacer apalearlos y después meterlos en la cárcel. El Pontífice recuerda que la narración del Evangelio indica que ellos dos cantaban. Y hacia media noche se siente un fuerte temblor y se abre las puertas de la cárcel. El carcelero que quería suicidarse porque si los prisioneros se hubieran escapado lo mataban, cuando  escucha que Pablo le invita a no hacerse mal. El carcelero se convierte, se hace bautizar y “fue lleno de alegría”.
“Este es el camino de la historia de la conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo, sin riesgos, católico, sí, sí, pero tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio del Jesucristo, a la alegría del anuncio de Cristo. Pasar de una religiosidad que mira demasiado a las ganancias, a la fe y a la proclamación: “Jesús es el Señor”.
Porque “una Iglesia sin mártires, crea desconfianza; una Iglesia que no arriesga, crea desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y echar a los demonios, a los ídolos, al otro señor que es el dinero no es la iglesia de Jesús.

5/22/17

“Cada día hay que aprender el arte de amar”

El Papa ayer en el Regina Coeli



Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El evangelio de hoy (cf. Jn 14,15-21), continuación de la del domingo pasado nos lleva a ese momento emocionante y dramático que es la Última Cena de Jesús con sus discípulos. El evangelista Juan, recoge de la boca y del corazón del Señor, sus últimas enseñanzas antes de su pasión y de su muerte. Jesús promete a sus amigos en ese momento triste, sombrío, que después de Él recibirían “otro Paráclito” (v.16) es decir otro “Abogado”, otro defensor, otro consolador, “el Espíritu de verdad” (v.17); y añade: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros” (v.18). Estas palabras transmiten la alegría de una nueva venida de Cristo: resucitado y glorificado, él permanece en el Padre y al mismo tiempo, viene a nosotros en el Espíritu Santo. Y en esta nueva venida se revela nuestra unión con Él y con el Padre: “Reconoceréis que estoy en mi Padre, y que vosotros estáis en mí, y yo en vosotros” (v.20).
Mediante estas palabras de Jesús, hoy percibimos con el sentido de la fe, que somos el pueblo de Dios en comunión con el Padre y con Jesús por el Espíritu Santo. En este misterio de comunión, la Iglesia encuentra la fuente inagotable de su misión, que se realiza por el amor. Jesús dice en el Evangelio de hoy: El que recibe mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ame será amado de mi Padre; yo también le amaré y me manifestaré a él” (v.21).
Es el amor el que nos introduce en el conocimiento de Jesús, gracias a la acción de este “abogado” que Jesús ha enviado, el Espíritu Santo. El amor hacia Dios y hacia el prójimo es el mayor mandamiento del Evangelio. El Señor hoy nos llama a corresponder generosamente a la llamada evangélica del amor, poniendo a Dios en el centro de nuestra vida y dedicándonos al servicio de los hermanos, y especialmente a aquellos que más necesidad tienen de apoyo y consuelo.
Si hay una actitud que nunca es fácil, que nunca se da por seguro, incluso para una comunidad cristiana, es la de saberse amar, de amarse al ejemplo del Señor y por su gracia. A veces, los conflictos, el orgullo, la envidia, divisiones, dejan una marca en el bello rostro de la Iglesia. Una comunidad de cristianos debería vivir en la caridad de Cristo, y por el contrario, es precisamente aquí donde el mal “se involucra” y, a veces nos dejamos engañar.
Son las personas espiritualmente débiles quienes están pagando el precio. Cuantas de entre ellas, – y vosotros conocéis a algunas – cuantas de entre ellas se han alejado porque no se han sentido acogidas, no se han sentido comprendidas, no se han sentido amadas. Cuantas personas se han alejado, por ejemplo de una parroquia o de una comunidad, a causa del ambiente de críticas, de celos y de envidias, que han encontrado.
Para un cristiano también, saber amar no se adquiere de una vez por todas; hay que recomenzar cada día, es necesario ejercitarse para que nuestro amor hacía los hermanos y hermanas que encontramos sea maduro y purificado de estas limitaciones o pecados que le hacen parcial, egoísta, estéril e infiel.
Escuchad bien esto, cada día hay que aprender el arte de amar, cada día hay que seguir con paciencia la escuela de Cristo, cada día hay que perdonar y mirar a Jesús, y esto con la ayuda de este “Abogado”, de este Consolador que Jesús nos ha enviado, que es el Espíritu Santo.
Que la Virgen María, perfecta discípula de su Hijo y señor, nos ayude a ser siempre más dóciles al Paráclito, el Espíritu de verdad, para aprender cada día a amarnos como Jesús nos ha amado.

5/21/17

Poner ilusión



Hay que dejar de ser cenizo, triste y negativo, porque con ese tipo de gente es metafísicamente imposible hacer nada animante, alegre y positivo
Hace tiempo, en el AVE, pusieron una película. Tomé nota del título. O quizá fue algo que dijo uno de los protagonistas. No me acuerdo. Hoy encuentro el apunte:
“Aquí acaba el mundo. ¿O hay algo más?”
Hablando del mundo: me encuentro con un amigo. Está enfadado con el mundo, y dice que “no hay derecho”. Esta actitud le convierte en una persona amargada, porque, tal y como están las cosas, arreglarlas del todo es una tarea imposible.
Tal y como están las cosas, tal y cómo estaban, tal y como estarán. Porque hace falta ser muy incauto para creerse que lo que pasa ahora no ha pasado nunca. Y más incauto creer que enfadarse sirve para algo, excepto para ahondar en la úlcera de estómago que te detectaron en la última revisión.
Por cierto, hace poco me hice una revisión. Cuando se lo dije a ese amigo, me riñó: “¡No vayas! ¡Siempre encuentran algo!” Fui, me revisaron a fondo… y no encontraron nada. No me he atrevido a contárselo a mi amigo, por si me pega bronca.
La contestación a la pregunta de la película del AVE, es, sin ninguna duda: “el mundo no se acaba aquí. Sí, hay algo más”.
Lo que pasa es que hay que dejar de ser cenizo, triste y negativo, porque con ese tipo de gente es metafísicamente imposible hacer nada animante, alegre y positivo.
Ya sé que las cosas están difíciles, pero eso no nos autoriza a “cerrar la tienda”, tentación que, en teoría, solo sufren los viejos y en la práctica, los no tan viejos. Dicen que el saber ocupa lugar y que ya no les cabe más. O que han visto tantas cosas que están seguros de que ya no hay nada nuevo. No quieren saber nada, según dicen.
Digo “según dicen”, porque cuando ven algo malo, da la impresión de que se alegran. Si el que lo ha hecho es joven, lo achacan a “la juventud”. Si es viejo, dicen que “parece mentira” y si la actuación de una persona ha sido limpia, sonríen mostrando un colmillo retorcido y dicen: “por ahora. Ya sé verá más adelante”.
Pues eso. Que esta época y la de antes y la de después necesitan gente que estén dispuestos a ser jóvenes “de los buenos”, de los que se ilusionan por las cosas, de los que dicen que el mundo no se acaba, ni aquí, ahora, ni después, por aquello de “un nuevo cielo y una nueva tierra”, del Apocalipsis.
Entre paréntesis. No me gusta hablar de los “corruptos”, como si fuese un estado fijo y definitivo. Prefiero pensar que alguien ha hecho mal una cosa o muchas cosas. Me parece que llamarle “corrupto” es ponerle una etiqueta, condenándole a la imposibilidad de arreglar su vida, o sea, de comenzar y recomenzar. Y esa posibilidad la tenemos todos, gracias a Dios. Y bastantes la aprovechan, aunque no me atreva a decírselo a mi amigo.
Por lo de la bronca.

5/20/17

Es un deber de la Iglesia esclarecer la doctrina

El Papa ayer en Santa Marta


En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles (15,22-31), vemos que hasta en la primera comunidad cristiana había celos, luchas de poder, algún listillo que quería salir ganando y comprar el poder. Es decir, que siempre ha habido problemas: somos humanos, somos pecadores, y las dificultades existen, también en la Iglesia. Pero ser pecadores nos lleva a la humildad y a acercarnos al Señor, como Salvador de nuestros pecados.
A propósito de los paganos que el Espíritu Santo llama a ser cristianos, en el texto de hoy, los apóstoles y los ancianos eligen a algunos de ellos para ir a Antioquía junto a Pablo y Bernabé. Se describen dos grupos de personas: los que tenían discusiones fuertes, pero con buen espíritu, y los que creaban confusión; es decir, el grupo de los apóstoles que quiere discutir el problema, y los otros que van a crear problemas, dividen a la Iglesia, y dicen que lo que predican los apóstoles no es lo que Jesús dijo, que no es la verdad. Los apóstoles, en efecto, discuten entre ellos y al final se ponen de acuerdo. Pero no es un acuerdo político, sino la inspiración del Espíritu Santo, que les lleva a no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos —porque sería como estar en comunión con los ídolos—, de sangre, de animales estrangulados y de uniones ilegítimas.
La libertad del Espíritu pone de acuerdo: así, los paganos pueden entrar en la Iglesia sin pasar por la circuncisión. Se trataba, en el fondo, del primer Concilio de la Iglesia —el Espíritu Santo y ellos, el Papa con los obispos, todos juntos— reunido para aclarar la doctrina, y que ha seguido así a través de los siglos, por ejemplo con el de Éfeso o el Vaticano II, porque es un deber de la Iglesia aclarar la doctrina para que se comprenda bien lo que Jesús dijo en los Evangelios, cuál es el espíritu del Evangelio. Pero siempre ha habido esa gente que —sin encargo nuestro, dice el texto os han alborotado con sus palabras, desconcertando vuestros ánimos: “Eh, no. Lo que ha dicho ese es herético, eso no se puede decir, eso no, la doctrina de la Iglesia es esta”. Son fanáticos de cosas que no están claras, como estos fanáticos que iban sembrando cizaña para dividir a la comunidad cristiana. Y ese es el problema: cuando la doctrina de la Iglesia, la que viene en el Evangelio, la que inspira el Espíritu Santo —porque Jesús dijo: Él os enseñará y os recordará lo que yo os he enseñado—, se convierte en ideología: ese es el gran error de esa gente. Porque esos individuos no eran creyentes, eran ideólogos, tenían una ideología que cerraba el corazón a la obra del Espíritu Santo. En cambio, los apóstoles seguro que discutieron fuerte, pero no estaban ideologizados: tenían el corazón abierto a lo que el Espíritu decía. Y tras la discusión: nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…
Así pues, no nos asustemos ante las opiniones de los ideólogos de la doctrina. La Iglesia tiene su propio magisterio, el magisterio del Papa, de los obispos, de los concilios, y debemos ir por ese camino que viene de la predicación de Jesús y de la enseñanza y la asistencia del Espíritu Santo, que está siempre abierta, siempre libre, porque la doctrina une, los concilios unen a la comunidad cristiana, mientras que la ideología divide.

5/19/17

Su Presencia, nuestra fuerza – VI Domingo de Pascua



Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17: “Les impusieron las manos y recibieron al Espíritu Santo”
Salmo 65: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya”
I San Pedro 3, 15-18: “Murió en su cuerpo y resucitó glorificado”
San Juan 14, 15-21: “Yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito”

Él ya no es un jovencito pero lo lleva prendido en su mente y en su corazón. Y aunque ya hace muchos años que falleció su padre, platica sus últimos momentos como si fuera ayer. “Es que sus últimas palabras las llevo grabadas en mi corazón y no las puedo olvidar. Para mí fueron como la gran herencia que me dejó para toda la vida. Más que las riquezas sus consejos últimos me han sostenido en todas las dificultades”. Y me detalla sus conceptos sobre los valores, sobre la verdad, sobre el trabajo, sobre Dios. “Ahora ya no hay valores que sostengan la vida. Hay palabras que valen más que un tesoro”.
Jesús no quiere dejar en la orfandad a sus discípulos, ni los quiere desprotegidos, ni que vivan como abandonados. En la intimidad de la Última Cena, abre su corazón y les confía sus tesoros más preciados: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos”. Coloca Jesús el amor como el más valioso de sus tesoros, como el imprescindible para ser su discípulo, como la señal distintiva. No les dice, si ustedes son muy valientes, si me obedecen o si no quieren ir al infierno. La razón fundamental del cristiano, lo que lo mueve, el estilo propio de su conducta es el amor. Podríamos aducir muchas otras motivaciones, muchas implicaciones, pero si en la base no está el amor, es mentira que seamos cristianos. Quizás hemos perdido mucho tiempo en busca de disciplina, doctrina u organización y hemos descuidado lo fundamental: el amor a Cristo y a los hermanos. Es su mandamiento fundamental. Jesús no espera soldados que lo defiendan, Jesús no busca científicos que demuestren su verdad, Jesús no llama legisladores que sostengan su ley, Jesús busca enamorados que vivan a plenitud su misma vida. Entonces sí, bienvenidos los evangelizadores, bienvenidos los soldados, bienvenidos los legisladores, porque si tienen en su corazón el amor sabrán proclamar su Evangelio.
El hombre sufre de angustia y de inseguridad. Le teme al silencio, al fracaso y a la soledad. Porque es cierto que “la soledad purifica pero la ausencia mata”. El evangelio de este domingo está envuelto en la atmósfera de despedida. Jesús está dando las últimas instrucciones a sus discípulos porque ya se va. Los discípulos empiezan a entrever el dolor de la ausencia, pero Jesús anuncia, promete y revela una nueva presencia. Una presencia que cambia el concepto antiguo de Dios y la relación del hombre con Él. En el Antiguo Testamento, y quizás en la mente y vivencia de muchos de nosotros, se tenía el concepto de un Dios como una realidad exterior al hombre y como distante de él. Se necesitan mediaciones para llegar a Él. Así se ponen una serie de elementos que nos llevan a Dios: el templo, la observancia de las leyes, los sacrificios, el sacerdote, los santos. Dios quedaba fuera del mundo y nosotros a veces nos quedábamos anclados en los signos y no llegábamos a Dios, y no es raro que terminábamos dando más importancia al rito, a la ley, al signo que al mismo Dios.
Y Cristo hoy nos descubre una relación dinámica, interior, vivificante. Cristo anuncia esa nueva presencia divina en nosotros, muy dentro en nuestro corazón, en nuestra vida diaria. Y nos asegura tres diferentes modos de presencia que sostendrán la comunidad: su permanencia viva en medio de nosotros, la donación del Espíritu Santo y la presencia íntima de la Trinidad en el corazón de los creyentes al darnos a conocer “Yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes”. No estamos solos, Cristo nos asegura: “No los dejaré desamparados”. Y nos descubre este profundo cambio de relación entre Dios y nosotros. La comunidad y cada miembro se convierten en morada de la divinidad. Nos hacemos templo y santuario de Dios. Dios ya no está fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y de ahí brotan infinidad de consecuencias: la dignidad del hombre y de la naturaleza, la exigencia del respeto al otro que también es santuario de Dios, la primacía del amor sobre los ritos y de la vida sobre la doctrina. Dios está vivo en medio de nosotros, no es doctrina, ni ley, sino vida.
Jesús se va y se queda. Al marcharse el que es el Guía, cuando parece que se agrieta y se desmorona el grupo ante la ausencia del Maestro, recibe la promesa de esta nueva presencia que se hará realidad en la vida de la primera Iglesia, al recibir el Espíritu Santo y descubrir la realidad de la presencia y asistencia de Jesús en medio de todas las vicisitudes de una Iglesia que recién empieza. A pesar de los riesgos que los apóstoles corrían cuando Jesús los dejó “solos”, siguieron conservando su identidad y su tarea porque contaban con el dinamismo del Espíritu Santo. Cada paso, cada nueva crisis, siempre es resuelta con la presencia de Jesús y con la asistencia del Espíritu Santo. Pero es también todo un reto, porque están más propensos a construir su propia iglesia, su propio grupo y olvidarse de la Iglesia de Jesús. Todo esto tiene una condición: “si me aman…” Si no, todo está perdido.
Hoy debemos preguntarnos seriamente: ¿Qué importancia le damos nosotros a este amor que nos propone Jesús? ¿No hemos perdido demasiado el tiempo en cosas secundarias y nos hemos olvidado de amar al estilo de nuestro Maestro y Pastor? ¿Cuál sería la señal distintiva de nosotros cristianos, de nuestras familias y de nuestras comunidades? ¿Es el amor?
Gracias, Padre Bueno, por el regalo que nos has hecho de la presencia de Jesús. Él es nuestro pastor, nuestro camino y nuestro guía. Concédenos vivir plenamente su mandamiento de amarte y amarnos unos a otros para ser sus dignos discípulos. Amén.

La alegría y el amor

 El Papa en Santa Marta
 

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo (Jn 15,9-11). El amor de Jesús es infinito. El Señor nos pide que permanezcamos en su amor porque es el amor del Padre, y nos invita a guardar sus mandamientos. Está claro que los Diez Mandamientos son la base, el fundamento, pero hay que seguir también todas las otras cosas que Jesús nos enseñó, esos mandamientos de la vida ordinaria, que representan un modo de vivir cristiano.
Es muy amplia la lista de los mandatos de Jesús, pero el núcleo es uno: el amor del Padre por Él y el amor de Él por nosotros. Hay otros amores; de hecho, el mundo nos propone otros amores: el amor al dinero, por ejemplo, el amor a la vanidad, pavonearse, el amor al orgullo, el amor al poder, incluso haciendo muchas cosas injustas para tener más poder… Son otros amores, pero esos no son de Jesús ni del Padre. Él nos pide permanecer en su amor, que es el amor del Padre. Pensemos también en esos otros amores que nos alejan del amor de Jesús. Además, hay otras medidas de amar: amar a medias, ¡eso no es amar! Una cosa es querer y otra es amar. Amar es más que querer. ¿Cuál es, pues, la medida del amor? La medida del amor es amar sin medida*. Y así, cumpliendo esos mandatos que Jesús nos dio, permaneceremos en el amor de Jesús que es el amor del Padre, es lo mismo. Sin medida. Sin ese amor tibio o interesado. ¿Señor, para qué nos recuerdas estas cosas?, podemos decirle. Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Si el amor del Padre viene a Jesús, Jesús nos enseña la senda del amor: el corazón abierto, amar sin medida, dejando aparte otros amores.
El gran amor a Él es permanecer en ese amor, y viene la alegría; el amor y la alegría son un don. Dones que debemos pedir al Señor. Hace poco tiempo un sacerdote fue nombrado obispo. Fue a su padre, a su anciano padre a darle la noticia. Aquel hombre anciano, ya jubilado, hombre humilde, fue obrero toda su vida; no había ido a la universidad, pero tenía la sabiduría de la vida. Y aconsejó al hijo solo dos cosas: ‘Obedece y da alegría a la gente’. Ese hombre lo había entendido: obedece al amor del Padre, sin otros amores, obedece a ese don y luego, da alegría a la gente. Y los cristianos, laicos, sacerdotes, consagrados, obispos, debemos dar alegría a la gente. ¿Por qué? Pues por eso, por amor, sin ningún interés, solo por la vía del amor. Nuestra misión cristiana es dar alegría a la gente.
Que el Señor proteja, como hemos pedido en la oración, ese don de permanecer en el amor de Jesús para poder dar alegría a la gente.

* La frase se atribuye a San Agustín (pero nunca se cita la obra). También la recogen San Francisco de Sales (Tratado del Amor de Dios) y San Josemaría (Amigos de Dios, 232) (ndt).

5/18/17

Texto completo de la conferencia de prensa del Papa en el vuelo de regreso de Fátima


Periodistas portugueses: Primero, muchas gracias por su viaje. Santo Padre, ha venido a Fátima como peregrino, para canonizar a Francisco y Jacinta cuando se cumplen 100 años de las apariciones. Desde este punto histórico, ¿qué queda ahora para la Iglesia y para el mundo entero? Después, Fátima tiene un mensaje de paz. Santo Padre, va a recibir en el Vaticano los próximos días, el 24 de mayo, al presidente norteamericano Donald Trump. ¿Qué puede esperar el mundo de este encuentro y que espera también el Santo Padre de este encuentro? — El papa Francisco: Gracias. Que Fátima tiene un mensaje de paz es cierto. Y llevado a la humanidad por tres grandes comunicadores que tenían menos de 13 años, lo cual es interesante. Que vine como peregrino, sí. Que la canonización fue una cosa que al principio no estaba planeada, porque el proceso del milagro estaba en marcha pero de golpe las pericias dieron todas positivas y se aceleró, así que se juntaron las cosas. Para mí fue una felicidad muy grande. ¿Qué puede esperar el mundo? Paz. ¿Y de que voy a hablar yo de aquí en adelante con quien sea? De la paz.
Qué queda ahora en este momento histórico?
— El papa Francisco: Un mensaje de paz. Y quisiera decir una cosa que me tocó el corazón. Antes de embarcarme recibí a unos científicos de varias religiones que estaban haciendo estudios en el Observatorio Vaticano en Castelgandolfo, incluso agnósticos y ateos. Y un ateo me dijo: Hombre, si yo soy ateo, no me dijo de que etnia era, ni de qué lugar venía, hablaba en inglés así que no supe y no le pregunté: ‘le pido un favor: diga a los cristianos que amen más a los musulmanes y su mensaje de paz’.
Santidad, en Fátima, usted se presentó como el obispo vestido de blanco.  Hasta ahora esta expresión se aplicaba a la visión de la tercera parte del secreto, san Juan Pablo II, y los mártires del siglo XX. ¿Qué cosa significa ahora su identificación con esta expresión?
— El papa Francisco: La oración no la hice yo sino el Santuario. Pero yo también busqué por qué han dicho esto y hay una relación con el blanco. El obispo de blanco, la Virgen de blanco, la vestidura blanca de la inocencia de los niños y luego el bautismo. Es la inocencia. Hay una relación en esa oración sobre el color blanco. Creo que, porque no lo hice yo, literariamente han buscado de expresar ese aspecto de inocencia, de paz, inocencia, no hacer mal al otro, de no hacer la guerra, lo mismo.
¿Hay alguna interpretación de las visiones del secreto?
— El papa Francisco: No, qué visiones… Creo que el entonces cardenal Ratzinger, en ese tiempo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo explicó todo claramente.
Claudio Lavagna (NBC): Santo Padre, usted pidió derribar todos los muros y el próximo 24 de mayo se encontrará con un jefe de estado que amenaza con construir muros. Es un poco contrario a lo que usted expresa y sobre otras cuestiones como la necesidad de actuar ante el calentamiento global o la acogida de los migrantes. En la víspera de este encuentro, ¿Usted qué opinión tiene sobre las políticas que ha adoptado el presidente Trump hasta ahora sobre estos temas? y ¿Qué se espera con un jefe de estado que parece actuar y pensar al contrario suyo?
— El papa Francisco: La primera pregunta… puedo responder también las dos. Yo nunca hago un juicio sobre una persona sin escucharla, creo que no debo hacerlo. En el diálogo giran las cosas. Yo diré lo que pienso y ellos dirán lo que piensan. Pero yo nunca quiero hacer un juicio sin escuchar a la persona. Sobre esto lo saben bien.
¿Qué piensa de una persona, de un jefe de estado que piensa lo contrario de usted?
— El papa Francisco: Siempre hay puertas que no están cerradas. Buscar las puertas que al menos están un poco abiertas y entrar a hablar sobre las cosas comunes, ir adelante paso a paso. La paz es artesanal, se hace cada día. También la amistad, entre las personas, el conocimiento mutuo, la estima artesanal, se hace todos los días.
Sobre lo otro diré lo que yo pienso, pero con respeto para caminar juntos. Uno lo piensa de un modo, y el otro dirá otra cosa. Ser muy sincero con lo que uno piensa. Esto es un cálculo político que no me permito hacer. También en el plano religioso yo no soy proselitista.
Elisabetta Piqué (La Nación): Después de este viaje breve y muy intenso quería preguntarle: hoy se cumplen los 100 años de las apariciones de la Virgen en Fátima, pero también se celebra el aniversario de un hecho importante de su vida sucedido hace 25 años cuando el Nuncio Calabresi le anunció que sería obispo de Buenos Aires, un hecho que supondría el fin de su exilio en Córdoba y un gran cambio en su vida. La pregunta es: ¿Ha meditado esta fecha con la Virgen y si en estos días que rezó ante ella pensó pensado en esto y qué nos puede contar?.
— El papa Francisco: Las mujeres lo saben todo. No lo pensé como una coincidencia. Solo ayer cuando rezaba ante la Virgen, me acordé que un 13 de mayo recibí la llamada telefónica del Nuncio hace 25 años. Sí. Hablé con la Virgen un poco de esto y le pedí perdón de todos mis fallos.
Nicolas Seneze (La Croix): Volvemos de Fátima, por la cual la Fraternidad San Pío X tiene una gran devoción. Se habla mucho de un acuerdo que debería hacerse oficial entre la Fraternidad y la Iglesia. ¿Piensa Su Santidad que este acuerdo será posible en breve o todavía hay algunos obstáculos? ¿Cuál es para usted el sentido de esta reconciliación? ¿Será el retorno triunfal de fieles que mostraron que significa ser realmente católico u otra cosa?
— El papa Francisco: Yo descartaría toda forma de triunfalismo. Nada. Hace algunos días, en la “Feria cuarta”, la llaman así porque se hace el cuarto miércoles, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se estudió un documento cuyas conclusiones aún no me han llegado. Yo lo estudio. Segundo, el estado actual de las relaciones es de relaciones fraternales. El año pasado di la licencia para la confesión a todos ellos también como una forma de jurisdicción para el matrimonio.
Pero en primer lugar, los problemas que deben resolverse en la Doctrina de la fe, los resuelve la Doctrina de la Fe, como son los casos de los abusos. Los casos de abusos nos los trasladaban a nosotros, y también en la Penitenciaría, también la reducción al estado laical de un sacerdote nos lo pasan a nosotros. Son relaciones fraternales.
Con monseñor Fellay tenemos una buena relación, hablamos algunas veces. No me gusta apresurar las cosas, caminar, caminar, y luego ya veremos. Para mí no es un problema de vencedores o de derrotados. Es un problema de hermanos que deben caminar juntos buscando la forma de dar pasos adelante.
Tassilo Forcheimer (ARD): Santo Padre, con motivo del aniversario de la reforma, los cristianos evangélicos y católicos han hecho un tramo del camino juntos. ¿Existe la posibilidad de celebrar la misma mesa eucarística? Hace algunos meses, el cardenal (Walter) Kasper dijo que se podría dar un paso adelante durante este año.
— El papa Francisco: Se han dado grandes pasos para avanzar, pensamos en la primera declaración sobre la justificación, desde ese momento no ha parado el camino. El viaje a Suecia fue muy significativo porque fue propiamente el inicio y también una conmemoración con Suecia. También significativo fue con el ecumenismo del camino, esto es, caminar juntos con la oración, con el martirio, con las obras de caridad y de misericordia, y ahí la Cáritas luterana y la Cáritas católica han hecho un acuerdo de trabajar juntos y esto es un gran paso, y se esperan siempre pasos, y se sabe que Dios es Dios de las sorpresas pero nunca debemos parar, siempre avanzar, orar juntos, testimoniar juntos, hacer las obras de misericordia juntos, que es anunciar la verdad de Jesucristo, que Jesucristo es el Señor, el único Salvador y que la Gracia solamente viene de Él. En este camino los teólogos seguirán estudiando, pero el camino se debe andar y el corazón abierto a las sorpresas.
Mimmo Muolo, Avvenire (Italia): En Fátima hemos visto un gran testimonio de fe popular, la misma que se encuentra en otros santuarios marianos como en Medjugorje, ¿Qué cosa piensa de aquella apariciones, si es que existen, y del fervor popular religioso que suscita en vista a que decidió nombrar un obispo delegado para los aspectos pastorales? — El papa Francisco: Todas las apariciones o las presuntas apariciones pertenecen a la esfera privada, no son parte del magisterio público ordinario de la Iglesia. Medjugorje: Se creó una comisión precedida por el cardenal Ruini, la hizo Benedicto XVI. A fines del 2013 o inicios de 2014 recibí del cardenal Ruini el resultado. Una comisión de buenos teólogos, obispos, y cardenales, pero buenos, buenos.
El informe Ruini es muy, muy bueno. Luego había algunas dudas en la Congregación de la Doctrina de la Fe, y la Congregación juzgó oportuno enviar a cada uno de los miembros de esta “Feria cuarta” toda la documentación, también aquella que parecía contra el informe Ruini. Recuerdo que recibí la notificación un sábado por la noche y no me pareció justo: era como poner ‘a remate’ el informe Ruini, que está muy bien hecho. Así el domingo por la mañana el prefecto de la Doctrina de la Fe recibió una carta en la que le pido en cambio que en vez de enviar a la Feria IV esas opiniones contrarias, las envíen a mi personalmente.
Estas opiniones fueron estudiadas y todas subrayan la densidad del informe Ruini en el que se debe distinguir 3 cosas:
Primero, es necesario distinguir entre las primeras apariciones, cuando los videntes eran jóvenes y que es necesario seguir investigando y en cambio sobre las presuntas apariciones actuales, el informe presenta sus dudas. Yo personalmente soy más malo, prefiero a la Virgen como madre y no como jefe de la oficina de telégrafos que cada día envía un mensaje. Esta no es la mamá de Jesús y estas presuntas apariciones no tienen tanto valor: lo digo como opinión personal, pero es claro.
El tercer punto y centro del informe Ruini es la repercusión espiritual y pastoral. Hay gente que se convierte, que encuentra a Dios, que cambia vida. Y esto no es gracias a una varita mágica. Este hecho no se puede negar. Ahora para investigar sobre esto nombré a un obispo capaz, que tiene experiencia para ocuparse de la parte pastoral.
Joshua Mc Elwee (National Catholic Reporter): El último miembro de la Comisión de Menores para la Tutela de Menores que fue abusada cuando era una niña dimitió en marzo. Ella, la señora Marie Collins, dijo que tuvo que renunciar porque los oficiales del Vaticano no la tenían en cuenta así como sus consejos a la Comisión. Tengo dos preguntas ¿De quién es la responsabilidad y qué está haciendo usted Santo Padre para asegurar que los sacerdotes y los obispos en el Vaticano realizan sus recomendaciones aconsejadas por su Comisión?
— El papa Francisco:  Marie Collins me explicó bien el asunto. Yo hablé con ella, es una mujer valiente y ella seguirá trabajando con la comisión para la formación, con sacerdotes sobre este punto. Es una mujer valiente que quiere trabajar, pero hizo esto porque, por alguna razón, hay muchos casos atrasados que se han ido apilando ahí, porque en este tiempo se tuvo que hacer una legislación para esto.
¿Qué deben hacer los obispos diocesanos? Hoy en casi todos los casos existe un protocolo de actuación. Necesitamos a más gente capaz de hacer esto, el Secretario de Estado está buscando, y también monseñor Müller. Hace falta presentar nueva gente que se pueda encargar de esto. El otro día fueron admitidos dos o tres más.
Se cambió al director de la oficina disciplinar, que era bueno, muy bueno, pero estaba un poco fatigado y regresó a su país para hacer la misma labor en su episcopado. El nuevo es un irlandés, monseñor (John) Kennedy. Una persona muy capaz, muy eficiente y responsable. Creo que será de gran ayuda.
En el procedimiento actual para revisar los casos de abusos los obispos envían sus expedientes y si están bien rápidamente pasa a la ‘feria cuarta’ y ahí se estudia y decide. Si el protocolo no encaja, debe darse marcha atrás. Por esto se piensa en ayudas continentales, como pre-tribunales. De repente uno en Colombia, uno en Brasil, como pre-tribunales, o tribunales continentales, pero esto es planificación.
Tras el estudio en la feria cuarta, se procede a retirarle el estado clerical al sacerdote hallado culpable de abusos sexuales y el expediente se devuelve a la diócesis donde el presbítero puede presentar un recurso de apelación. Antes, el recurso lo estudiaba la misma ‘feria cuarta’ que había dado la sentencia, y esto es injusto. He creado otro tribunal que tiene como máxima autoridad a una persona indiscutible, el arzobispo de Malta, monseñor (Charles) Scicluna, que es uno de los principales luchadores contra los abusos.
Debemos ser justos y aquel que hace el recurso tiene derecho a tener un defensor. Si este tribunal aprueba la primera sentencia, se cierra el caso. Cuando esto sucede, el sacerdote aún tiene la posibilidad de escribir una carta al Papa pidiendo la gracia. Yo jamás he firmado una gracia. Y así es como están las cosas. Estamos avanzando, pero estamos en el camino, pero hay dos frentes acumulados. Hay como 2000 casos acumulados. En algunas cosas Marie Collins tiene razón.
Joana Haderer (Agencia Lusa): En Portugal, casi todos los portugueses dicen identificarse como católicos. Pero la forma como la sociedad se organiza, las decisiones que tomamos, muchas veces son contrarias a las orientaciones de la Iglesia. Me refiero al matrimonio de los homosexuales, a la despenalización del aborto, ahora mismo vamos a empezar a discutir la eutanasia. ¿Cómo ve esto?
— El papa Francisco: Yo creo que es un problema político. Y que también la conciencia católica no es una conciencia de pertenencia total a la Iglesia, y que detrás de eso no hay una buena catequesis, una catequesis humana. Creo que hay falta de formación, y también de cultura. En algunas otras regiones, pienso en Italia o en América Latina, son muy católicos, pero son anticlericales y “mangia-preti” (come-sacerdotes) que es un fenómeno que se da. Me preocupa. Por eso digo, a los sacerdotes, lo habrán leído: huyan del clericalismo porque el clericalismo aleja a la gente. Huyan del clericalismo, y añado: es una peste en la Iglesia. Pero acá hay trabajo también de catequesis, de concientización, de diálogo, incluso de valores humanos.
Les agradezco muchísimo el trabajo y la agudeza de las preguntas. Y recen por mí, no se olviden.