11/30/17

“¡Sed valientes, generosos y alegres!”

Homilía del Papa a los jóvenes en Myanmar


A punto de concluir mi visita a vuestro hermoso país, me uno a vuestra acción de gracias a Dios por tantos dones que nos ha concedido en estos días. Mirándoos a vosotros, jóvenes de Myanmar, y a todos los que desde otros lugares se unen a nosotros, quisiera compartir con vosotros una frase de la primera lectura de hoy que resuena en mi interior. Está tomada del profeta Isaías, y san Pablo la repitió en su carta a la joven comunidad cristiana de Roma. Escuchemos una vez más esas palabras: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,15; cf. Is 52,7).
Queridos jóvenes de Myanmar, después de haber escuchado vuestras voces y haberos oído cantar hoy, os aplico a vosotros esas palabras. Sí, son hermosos vuestros pasos; vuestra presencia es hermosa y alentadora, porque nos traéis «buenas noticias», la buena nueva de vuestra juventud, de vuestra fe y de vuestro entusiasmo. Así es, vosotros sois una buena noticia, porque sois signos concretos de la fe de la Iglesia en Jesucristo, que nos hace experimentar un gozo y una esperanza que nunca morirán.
Algunos se preguntan cómo es posible hablar de buenas noticias cuando tantas personas a nuestro alrededor están sufriendo. ¿Dónde están las buenas noticias cuando hay tanta injusticia, pobreza y miseria que proyectan su sombra sobre nosotros y nuestro mundo? Quiero que de aquí salga un mensaje muy claro. Quiero que la gente sepa que vosotros, muchachos y muchachas de Myanmar, no tenéis miedo a creer en la buena noticia de la misericordia de Dios, porque esta tiene un nombre y un rostro: Jesucristo. Como mensajeros de esta buena nueva, estáis listos para llevar una palabra de esperanza a la Iglesia, a vuestro país y al mundo en general. Estáis dispuestos a llevar la Buena Noticia a vuestros hermanos y hermanas que sufren y que necesitan vuestras oraciones y vuestra solidaridad, pero también vuestra pasión por los derechos humanos, por la justicia y porque crezcan el amor y la paz que Jesús nos da.
Quiero también plantearos un desafío. ¿Escuchasteis con atención la primera lectura? Allí, san Pablo repite tres veces la palabra «sin». Es una palabra sencilla, pero que nos hace pensar sobre nuestro papel en el proyecto de Dios. En efecto, Pablo propone tres preguntas que yo quiero dirigir a cada uno de vosotros personalmente. La primera, ¿cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él? La segunda, ¿cómo puede alguien oír hablar del Señor sin un mensajero que lo anuncie? Y la tercera, ¿cómo puede haber un mensajero sin ser enviado? (cf. Rm 10,14-15).
Me gustaría que todos vosotros pensarais profundamente en estas preguntas. ¡Pero no tengáis miedo! Como buen «padre» (¡aunque mejor sería decir «abuelo»!), no quiero dejaros solos ante estas preguntas. Permitidme que os ofrezca algunas ideas que puedan guiaros en el camino de fe y ayudaros a discernir qué es lo que el Señor os está pidiendo.
La primera pregunta de san Pablo es: «¿Cómo puede alguien creer en el Señor sin haber oído hablar de él?». Nuestro mundo está lleno de ruidos y distracciones, que pueden apagar la voz de Dios. Para que otros se sientan llamados a escucharlo y a creer en él, necesitan descubrirlo en personas que sean auténticas. Personas que sepan escuchar. Seguro que vosotros queréis ser genuinos. Pero sólo el Señor os puede ayudar a serlo. Por eso hablad con él en la oración. Aprended a escuchar su voz, hablándole con calma desde lo más profundo de vuestro corazón.
Pero hablad también con los santos, nuestros amigos del cielo que nos sirven de ejemplo. Como san Andrés, cuya fiesta celebramos hoy. Andrés fue un sencillo pescador que acabó siendo un gran mártir, un testigo del amor de Jesús. Pero antes de llegar a ser mártir, cometió sus errores, tuvo que ser paciente y aprender gradualmente a ser un verdadero discípulo de Cristo. Así que no tengáis miedo de aprender de vuestros propios errores. Dejad que los santos os guíen hacia Jesús y os enseñen a poner vuestras vidas en sus manos. Sabed que Jesús está lleno de misericordia. Por lo tanto, compartid con él todo lo que lleváis en vuestros corazones: vuestros miedos y preocupaciones, así como vuestros sueños y esperanzas. Cultivad la vida interior, como cuidaríais un jardín o un campo. Esto lleva tiempo; requiere paciencia. Pero al igual que un agricultor sabe esperar que lo cultivado crezca, así también a vosotros, si sabéis esperar, el Señor os hará dar mucho fruto, un fruto que luego podréis compartir con los demás.
La segunda pregunta de Pablo es: «¿Cómo van a oír hablar de Jesús sin un mensajero que lo anuncie?». Esta es una gran tarea encomendada de manera especial a los jóvenes: ser «discípulos misioneros», mensajeros de la buena noticia de Jesús, sobre todo para vuestros compañeros y amigos. No tengáis miedo de hacer lío, de plantear preguntas que hagan pensar a la gente. Y no os preocupéis si a veces sentís que sois pocos y dispersos. El Evangelio siempre crece a partir de pequeñas raíces. Por eso haceos oír. Os pido que gritéis, pero no con vuestras voces, no, quiero que gritéis, para ser con vuestra vida, con vuestros corazones, signos de esperanza para los que están desanimados, una mano tendida para el enfermo, una sonrisa acogedora para el extranjero, un apoyo solícito para el que está solo.
La última pregunta de Pablo es: «¿Cómo puede haber un mensajero sin que sea enviado?». Al final de esta Misa, todos seremos enviados, para llevar con nosotros los dones que hemos recibido y compartirlos con los demás. Esto puede provocar un poco de desánimo, ya que no siempre sabemos a dónde nos puede enviar Jesús. Pero él nunca nos manda sin caminar al mismo tiempo a nuestro lado, y siempre un poquito por delante de nosotros, para llevarnos a nuevas y maravillosas partes de su reino.
¿Cómo envía nuestro Señor a san Andrés y a su hermano Simón Pedro en el Evangelio de hoy? «¡Seguidme!», les dice (Mt 4,19). Eso es lo que significa ser enviado: seguir a Cristo, y no lanzarnos por delante con nuestras propias fuerzas. El Señor invitará a algunos de vosotros a seguirlo como sacerdotes, y de esta forma convertirse en «pescadores de hombres». A otros los llamará a la vida religiosa, a otros a la vida matrimonial, a ser padres y madres amorosos. Cualquiera que sea vuestra vocación, os exhorto: ¡sed valientes, sed generosos y, sobre todo, sed alegres!
Aquí, en esta hermosa Catedral dedicada a la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, os animo a que miréis a María. Cuando ella respondió «sí» al mensaje del ángel, era joven, como vosotros. Sin embargo, tuvo el valor de confiar en la «buena noticia» que había escuchado, y de traducirla en una vida de consagración fiel a su vocación, de entrega total de sí y completa confianza en los cuidados amorosos de Dios. Que siguiendo el ejemplo de María, llevéis a Jesús y su amor a los demás con sencillez y valentía.
Queridos jóvenes, con gran afecto os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a su maternal intercesión. Y os pido, por favor, que os acordéis de rezar por mí.
Dios bendiga a Myanmar [Myanmar pyi ko Payarthakin Kaung gi pei pa sei]

11/29/17

A 500 años de la Reforma Luterana

Mons. Felipe Arizmendi Esquivel


Hacia la unidad de los creyentes en Jesús
El 31 de octubre pasado, se cumplieron 500 años del inicio de la reforma que promovió Martín Lutero. Es verdad que su intención inicial era reformar algunas cosas negativas que había en la Iglesia Católica; sin embargo, su oposición a Roma se contaminó con intereses políticos de aquellos lugares y tiempos, y desarrolló doctrinas no sólo contra el Papa y la jerarquía, sino también contra varios sacramentos, a partir de su principio de la libre interpretación de la Biblia. Según él, el Espíritu Santo ilumina a cada quien para interpretar la Palabra de Dios, sin ninguna intervención o mediación de aquellos a quienes Jesús dejó como maestros en la fe, los apóstoles y sus sucesores. Esto ha dado lugar a una incontable e imparable multiplicidad de nuevas religiones, pues muchos se sienten iluminados y fundan una nueva religión, condenando como erróneas a todas las demás. Conozco a varios fundadores de religiones que pertenecían a x denominación, pero tuvieron diferencias con su pastor, se salieron, atrayendo a grupos de personas, y fundaron una nueva religión, que con el tiempo recibió el reconocimiento jurídico de la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, de la Secretaría de Gobernación. La división actual no afecta sólo a la Iglesia Católica, sino que entre ellos mismos hay grandes divisiones, lo cual es muy triste y lamentable.
Se han hecho muchos esfuerzos y ha habido varias iniciativas de diálogo interreligioso, para dar pasos hacia la unidad que Jesús quiere para su Iglesia, y por la que hizo oración en la Última Cena. La Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos emitieron una declaración, en la que resaltan los avances del acercamiento entre ambas confesiones, que tuvo su punto sobresaliente en la aceptación conjunta sobre la doctrina de la justificación, firmada en 1999, que también fue asumida en 2006 por el Consejo Metodista Mundial y por la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, acogida recientemente por la Comunión Anglicana. Son avances notables, que no se han logrado con otras denominaciones evangélicas más recientes.
En nuestro Estado, donde hay mucha diversidad religiosa, y ha habido confrontaciones violentas y expulsiones, desde 1992 formamos el Consejo Interreligioso de Chiapas, en que participamos líderes bautistas, presbiterianos, adventistas, nazarenos, mormones, asambleas de Dios, Buen Pastor, algunos otros, y los obispos del lugar. Oramos, analizamos los conflictos religiosos que haya, para ver la forma de solucionarlos, organizamos oraciones y conciertos interconfesionales, promovemos foros sobre libertad religiosa, emitimos documentos sobre el derecho a la vida, la dignidad del matrimonio y la familia, la participación en tiempos electorales, hacemos programas conjuntos de radio y televisión sobre valores humanos y cristianos, y sobre todo, nos conocemos, nos apreciamos y nos respetamos. Ha sido un gran servicio a la unidad de los cristianos.
PENSAR
El Papa Francisco, en la histórica oración ecuménica conjunta en la catedral luterana de Lund, Suecia, dijo: “No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia, superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos unos a otros. Debemos mirar con amor y honestidad a nuestro pasado, reconocer el error y pedir perdón; solamente Dios es el juez. Es momento de dar gracias a Dios por el esfuerzo de tantos hermanos nuestros, de diferentes comunidades eclesiales, que no se resignaron a la división, sino que mantuvieron viva la esperanza de la reconciliación entre todos los que creen en el único Señor” (octubre 2016).
En esa fecha, el Papa y líderes luteranos dijeron: “Reconocemos y lamentamos ante Cristo que luteranos y católicos hayamos dañado la unidad visible de la Iglesia, pues las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Exhortamos a todas las comunidades y parroquias luteranas y católicas a que sean valientes, creativas, alegres, y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros”.
ACTUAR
Sigamos dando pasos hacia la unidad de los creyentes en Jesús. En vez de pelear entre nosotros y de hacer proselitismo, sólo condenando a los otros,  para atraer fieles hacia la propia denominación, ayudémonos a ser más fieles al proyecto de Jesús; amémonos como hermanos; conozcámonos y valoremos lo positivo que hay en hermanos de otras religiones. Aí, ayudaremos a construir la paz social que nuestros pueblos necesitan.

“Tenemos una brújula segura: el Señor crucificado”

Homilía del Papa en el llano de Kyaikkasan


Queridos hermanos y hermanas:
Desde antes de venir a este país, he estado esperando que llegara este momento. Muchos de vosotros habéis venido de lejanas y remotas tierras montañosas, algunos incluso a pie. Vengo como peregrino para escuchar y aprender de vosotros, y para ofreceros algunas palabras de esperanza y consuelo.
La primera lectura de hoy, tomada del libro de Daniel, nos ayuda a ver lo limitada que era la sabiduría del rey Baltasar y sus videntes. Ellos sabían cómo alabar «a sus dioses de oro y plata, de bronce y de hierro, de madera y de piedra» (Dn 5,4), pero no poseían la sabiduría para alabar a Dios, en cuyas manos está nuestra vida y nuestro aliento. Daniel, sin embargo, tenía la sabiduría del Señor y fue capaz de interpretar sus grandes misterios.
El intérprete definitivo de los misterios de Dios es Jesús. Él es la sabiduría de Dios en persona (cf.1 Co 1,24). Jesús no nos enseñó su sabiduría con largos discursos o grandes demostraciones de poder político o terreno, sino entregando su vida en la cruz. A veces podemos caer en la trampa de confiar en nuestra propia sabiduría, pero la verdad es que podemos fácilmente desorientarnos. En esos momentos, debemos recordar que tenemos ante nosotros una brújula segura: el Señor crucificado. En la cruz, encontramos la sabiduría que puede guiar nuestras vidas con la luz que proviene de Dios.
Desde la cruz también nos llega la curación. Allí, Jesús ofreció sus heridas al Padre por nosotros, las heridas que nos han curado (cf. 1 Pe 2,4). Que siempre tengamos la sabiduría de encontrar en las heridas de Cristo la fuente de toda curación. Sé que muchos en Myanmar llevan las heridas de la violencia, heridas visibles e invisibles. Existe la tentación de responder a estas heridas con una sabiduría mundana que, como la del rey en la primera lectura, está profundamente equivocada. Pensamos que la curación pueda venir de la ira y de la venganza. Sin embargo, el camino de la venganza no es el camino de Jesús.
El camino de Jesús es radicalmente diferente. Cuando el odio y el rechazo lo condujeron a la pasión y a la muerte, él respondió con perdón y compasión. En el Evangelio de hoy, el Señor nos dice que, al igual que él, también nosotros podemos encontrar rechazo y obstáculos, sin embargo él nos dará una sabiduría a la que nadie puede resistir (cf. Lc 21,15). Está hablando del Espíritu Santo, gracias al cual el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (Rm 5, 5). Con el don de su Espíritu, Jesús nos hace capaces de ser signos de su sabiduría, que vence a la sabiduría de este mundo, y de su misericordia, que alivia incluso las heridas más dolorosas.
En la víspera de su pasión, Jesús se entregó a sus apóstoles bajo los signos del pan y del vino. En el don de la Eucaristía, no sólo reconocemos, con los ojos de la fe, el don de su cuerpo y de su sangre, sino que también aprendemos cómo encontrar descanso en sus heridas, y a ser purificados allí de todos nuestros pecados y de nuestros caminos errados. Queridos hermanos y hermanas, que encontrando refugio en las heridas de Cristo, podáis saborear el bálsamo saludable de la misericordia del Padre y encontrar la fuerza para llevarlo a los demás, para ungir cada herida y recuerdo doloroso. De esta manera, seréis testigos fieles de la reconciliación y la paz, que Dios quiere que reine en todos los corazones de los hombres y en todas las comunidades.
Sé que la Iglesia en Myanmar ya está haciendo mucho para llevar a otros el bálsamo saludable de la misericordia de Dios, especialmente a los más necesitados. Hay muestras claras de que, incluso con medios muy limitados, muchas comunidades anuncian el Evangelio a otras minorías tribales, sin forzar ni coaccionar, sino siempre invitando y acogiendo. En medio de tanta pobreza y dificultades, muchos de vosotros ofrecéis ayuda práctica y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Con el servicio diario de vuestros obispos, sacerdotes, religiosos y catequistas, y en particular a través de la encomiable labor de la Catholic Karuna Myanmar y de la generosa asistencia proporcionada por las Obras Misionales Pontificias, la Iglesia en este país está ayudando a un gran número de hombres, mujeres y niños, sin distinción de religión u origen étnico. Soy testigo de que la Iglesia aquí está viva, que Cristo está vivo y está aquí con vosotros y con vuestros hermanos y hermanas de otras comunidades cristianas. Os animo a seguir compartiendo con los demás la valiosa sabiduría que habéis recibido, el amor de Dios que brota del corazón de Jesús.
Jesús quiere dar esta sabiduría en abundancia. Él recompensará ciertamente vuestra labor de sembrar semillas de curación y reconciliación en vuestras familias, comunidades y en toda la sociedad de esta nación. ¿No nos dijo él que nadie se puede resistir a su sabiduría (cf. Lc 21,15)? Su mensaje de perdón y misericordia se sirve de una lógica que no todos querrán comprender y que encontrará obstáculos. Sin embargo, su amor revelado en la cruz, en definitiva, nadie lo puede detener. Es como un GPS espiritual que nos guía de manera inexorable hacia la vida íntima de Dios y el corazón de nuestro prójimo.
La Santísima Virgen María siguió a su Hijo hasta la oscura montaña del Calvario y nos acompaña en cada paso de nuestro viaje terrenal. Que ella nos obtenga la gracia de ser mensajeros de la verdadera sabiduría, profundamente misericordiosos con los necesitados, con la alegría que proviene de encontrar descanso en las heridas de Jesús, que nos amó hasta el final.
Que Dios os bendiga a todos. Que Dios bendiga a la Iglesia en Myanmar. Que él bendiga a esta tierra con su paz. Que Dios bendiga a Myanmar.

11/28/17

Respeto por “cada grupo étnico y su identidad”

El Papa ante las autoridades y la sociedad civil


Señora Consejera de Estado, excelentísimos miembros del Gobierno y otras Autoridades, señor Cardenal, venerados Hermanos en el Episcopado, distinguidos miembros del Cuerpo Diplomático, señoras y señores:


Deseo expresar mi viva gratitud por la amable invitación para visitar Myanmar y agradezco a la Señora Consejera de Estado sus cordiales palabras.
Doy las gracias de corazón a todos aquellos que han trabajado incansablemente para hacer posible esta visita. He venido especialmente para rezar con la pequeña pero ferviente comunidad católica de esta nación, para confirmarla en la fe y alentarla a seguir contribuyendo al bien del País. Estoy muy contento de que mi visita se realice tras el establecimiento de relaciones diplomáticas formales entre Myanmar y la Santa Sede. Quiero ver esta decisión como una señal del compromiso de la nación para continuar buscando el diálogo y la cooperación constructiva dentro de la comunidad internacional, así como también para seguir esforzándose en renovar el tejido de la sociedad civil.
Quisiera además en esta visita llegar a toda la población de Myanmar y ofrecer una palabra de aliento a todos aquellos que están trabajando para construir un orden social justo, reconciliado e inclusivo. Myanmar ha sido bendecido con el don de una belleza extraordinaria y de numerosos recursos naturales, pero su mayor tesoro es sin duda su gente, que ha sufrido y sigue sufriendo a causa de los conflictos civiles y de las hostilidades que durante demasiado tiempo han creado profundas divisiones. Ahora que la nación está trabajando por restaurar la paz, la curación de estas heridas ha de ser una prioridad política y espiritual fundamental. Quiero expresar mi agradecimiento al Gobierno por los esfuerzos para afrontar este desafío, de modo particular a través de la Conferencia de Paz de Panglong, que reúne a representantes de los diversos grupos con el objetivo de poner fin a la violencia, generar confianza y garantizar el respeto de los derechos de quienes consideran esta tierra como su hogar.
En efecto, el difícil proceso de construir la paz y la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los derechos humanos. La sabiduría de los antiguos ha definido la justicia como la voluntad de reconocer a cada uno lo que le es debido, mientras que los antiguos profetas la consideraban como la base de una paz verdadera y duradera. Estas intuiciones, confirmadas por la trágica experiencia de dos guerras mundiales, condujeron a la creación de las Naciones Unidas y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos como fundamento de los esfuerzos de la comunidad internacional para promover la justicia, la paz y el desarrollo humano en todo el mundo y para resolver los conflictos ya no con el uso de la fuerza, sino a través del diálogo. En este sentido, la presencia del Cuerpo Diplomático entre nosotros testimonia no sólo el lugar que ocupa Myanmar entre las naciones, sino también el compromiso del país por mantener y aplicar estos principios fundamentales. El futuro de Myanmar debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo —sin excluir a nadie— ofrecer su contribución legítima al bien común.
En la gran tarea de reconciliación e integración nacional, las comunidades religiosas de Myanmar tienen un papel privilegiado que desempeñar. Las diferencias religiosas no deben ser una fuente de división y desconfianza, sino más bien un impulso para la unidad, el perdón, la tolerancia y una sabia construcción de la nación. Las religiones pueden jugar un papel importante en la cicatrización de heridas emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos años de conflicto. Inspirándose en esos valores profundamente arraigados, pueden contribuir también a erradicar las causas del conflicto, a construir puentes de diálogo, a buscar la justicia y ser una voz profética en favor de los que sufren. Es un gran signo de esperanza el que los líderes de las diversas tradiciones religiosas de este país, con espíritu de armonía y de respeto mutuo, se esfuercen en trabajar juntos en favor de la paz, para ayudar a los pobres y educar en los auténticos valores humanos y religiosos. Al tratar de construir una cultura del encuentro y la solidaridad, contribuyen al bien común y sientan las bases morales indispensables en vistas de un futuro de esperanza y prosperidad para las generaciones futuras.
Ese futuro está todavía en manos de los jóvenes de la nación. Ellos son un regalo que hay que apreciar y alentar, una inversión que producirá un fruto abundante si se les ofrecen oportunidades reales de empleo y una educación de calidad. Esta es una exigencia urgente de justicia intergeneracional. El futuro de Myanmar, en un mundo interconectado y en rápida evolución, dependerá de la formación de sus jóvenes, no sólo en el campo de la técnica, sino sobre todo en los valores éticos de la honestidad, la integridad y la solidaridad humana, que aseguran la consolidación de la democracia y el aumento de la unidad y la paz en todos los niveles de la sociedad. La justicia intergeneracional también exige que las generaciones futuras reciban en herencia un entorno natural que no esté contaminado por la codicia y la rapacería humana. Es esencial que no se les robe a nuestros jóvenes la esperanza y la posibilidad de emplear su idealismo y su talento en remodelar el futuro de su país, es más, de toda la familia humana.
Señora Consejera de Estado, queridos amigos.
En estos días, me gustaría alentar a mis hermanos y hermanas católicos a perseverar en su fe y a seguir anunciando su mensaje de reconciliación y fraternidad a través de obras de caridad y humanitarias, que beneficien a toda la sociedad en su conjunto. Espero que, en cooperación respetuosa con los seguidores de otras religiones y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, contribuyan a abrir una nueva era de concordia y progreso para los pueblos de esta querida nación. Larga vida a Myanmar. Les agradezco su atención y, con los mejores deseos por su servicio al bien común, invoco sobre ustedes los dones celestiales de sabiduría, fortaleza y paz.
Gracias

“¡No tengamos miedo a las diferencias!”


Discurso del Papa  en Myanmar



En primer lugar, muchas gracias por haber venido. Quizás tendría que haber ido yo a visitar a cada uno de ustedes, pero ustedes han sido generosos y me ahorraron el trabajo. Gracias. En el momento en que ustedes hablaban me vino a la mente una oración, una oración que rezamos a menudo, tomada del Libro de los Salmos: «Qué hermoso es ver a los hermanos unidos». Unidos no quiere decir iguales. La unidad no es uniformidad, aun dentro de la misma confesión. Cada uno tiene sus valores, sus riquezas, y también sus deficiencias. Somos todos diferentes y cada confesión tiene sus riquezas, sus tradiciones, sus riquezas para dar, para compartir. Y esto solamente puede ser si se vive en paz. Y la paz se construye en el coro de las diferencias. La unidad siempre se da con las diferencias. Por tres veces uno de ustedes usó la palabra «armonía». Esa es la paz: la armonía.
Nosotros, en este tiempo que nos toca vivir, experimentamos una tendencia mundial hacia la uniformidad, a hacer todo igual. Eso es matar la humanidad. Eso es una colonización cultural. Y nosotros debemos entender la riqueza de nuestras diferencias -étnicas, religiosas, populares-, y desde esas diferencias se da el diálogo. Y desde esas diferencias uno aprende del otro, como hermanos… Como hermanos que se van ayudando a construir este País, que incluso geográficamente tiene tantas riquezas y diferencias. La naturaleza en Myanmar ha sido muy rica en las diferencias. No tengamos miedo a las diferencias. Uno es nuestro Padre, nosotros somos hermanos. Querámonos como hermanos. Y si discutimos entre nosotros, que sea como hermanos.
Que enseguida se reconcilian. Siempre vuelven a ser hermanos. Yo pienso que sólo así se construye la paz. Yo les agradezco que ustedes hayan venido a visitarme. Pero soy yo el que estoy visitando a ustedes, y quisiera al menos que espiritualmente tuvieran esa visita: la de un hermano más.
Gracias. Construyan la paz. No se dejen igualar por la colonización de culturas. La verdadera armonía divina se hace a través de las diferencias. Las diferencias son una riqueza para la paz.
Muchas gracias. Y me permito una oración, de hermano a hermanos. Una antigua bendición que nos incluye a todos: “El Señor los bendiga y los proteja. Haga brillar su rostro sobre ustedes y les muestre su gracia. Les descubra su rostro y les conceda la paz”.

11/27/17

Viaje apostólico del Papa a Myanmar y Bangladés

El Papa Francisco ya se encuentra en Myanmar y da inicio a su viaje apostólico (26-XI / 2-XII-2017)

El Papa Francisco se encuentra ya en Myanmar después de un viaje de diez horas que le llevó de Italia al país asiático, donde fieles y ciudadanos de diferentes confesiones religiosas le esperan con gran interés y alegría por una visita que tendrá un marcado carácter pastoral y evangélico en un momento de especial dificultad. Durante el vuelo el Papa se dirigió a los periodistas que le acompañaban en el avión para agradecerles su compañía y desearles un buen trabajo: “Buenas noches y muchas gracias por la compañía. Gracias por vuestro trabajo. Les deseo una buena estancia…, dicen que hace mucho calor, lo lamento. Que por lo menos sea fructífero”, afirmó con buen humor.

Programa

Domingo 26 de noviembre de 2017
21.40 - Salida en avión desde el aeropuerto de Roma/Fiumicino hacia Rangún
Lunes 27 de noviembre de 2017
13.30 - Llegada al aeropuerto internacional de Rangún
Recibimiento oficial
Martes 28 de noviembre de 2017
14.00 - Salida en avión hacia Naipyidó
15.10 - Llegada al aeropuerto de Naipyidó
Recibimiento oficial
15.50 - Ceremonia de bienvenida en el Palacio Presidencial
16.00 - Visita de cortesía al Presidente
16.30 - Encuentro con la Consejera de Estado y Ministra de Asuntos Exteriores
17.15 - Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el International Convention Centre
18.20 - Salida en avión hacia Rangún
19.25 - Llegada al aeropuerto de Rangún y traslado al Arzobispado
Miércoles 29 de noviembre de 2017
08.30 - Santa Misa en la Kyaikkasan Ground
16.15 - Encuentro con el Consejo Supremo de la Sangha de los monjes budistas en el Kaba Aye Centre
17.15 - Encuentro con los obispos de Myanmar en un salón de la Catedral de Santa María
Jueves 30 de noviembre de 2017
10.15 - Santa Misa con los jóvenes en la Catedral de Santa María
12.45 - Despedida oficial en el aeropuerto internacional de Rangún
13.05 - Salida en avión hacia Daca, Bangladés
15.00 - Llegada al aeropuerto internacional de Daca
Ceremonia de bienvenida
16.00 - Visita al monumento de los Mártires Nacionales de Savar
16.45 - Homenaje al Padre de la Patria en el Bangabandhu Memorial Museum y firma del Libro de honor
17.30 - Visita de cortesía al Presidente en el Palacio Presidencial
18.00 - Encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el Cuerpo Diplomático en el Palacio Presidencial
Viernes 1 de diciembre de 2017
10.00 - Santa Misa y ordenación sacerdotal en el Suhrawardy Udyan Park
15.20 - Visita del Primer Ministro en la Nunciatura Apostólica
16.00 - Visita a la Catedral
16.15 - Encuentro con los obispos de Bangladés en la Casa para sacerdotes ancianos
17.00 - Encuentro interreligioso y ecuménico por la paz en el jardín del arzobispado
Sábado 2 de diciembre de 2017
10.00 - Visita privada a la Casa Madre Teresa de Tejgaon
10.45 - Encuentro con los sacerdotes, religiosos, consagrados, seminaristas y novicias en la iglesia del Santo Rosario
11.45 - Visita al cementerio parroquial y a la antigua iglesia del Santo Rosario
15.20 - Encuentro con los jóvenes en el Notre Dame College de Daca
16.45 - Despedida oficial en el aeropuerto internacional de Daca
17.05 - Salida en avión hacia Roma/Fiumicino
23.00 - Llegada a Roma/Fiumicino
Huso horario
Roma: +1h UTC
Rangún: +6h 30’ UTC
Naipyidó: +6h 30’ UTC
Daca: +6h UTC

El Papa Francisco ha llegado a Rangún en Myanmar (antigua Birmania), a las 13:30 hora local (8 horas en Roma), el 27 de noviembre de 2017, para su viaje 21º internacional.
Su avión, un A330 de la compañía Alitalia, partió del aeropuerto romano ‘Leonardo da Vinci’ la noche anterior poco después de las 22 horas, y realizó unas diez horas de viaje. Durante el vuelo, el Papa saludó a los reporteros que viajaban con él, agradeciéndoles por su trabajo “que siembra mucho bien”.
“Le deseo un buen viaje … dicen que hace demasiado calor … al menos será fructífero”, deseó antes de saludar uno a uno a los representantes de los medios.
A su llegada al Aeropuerto de Rangún, el Pontífice fue recibido por el Ministro Delegado del Presidente de la República, Autoridades civiles y religiosas del país, entre ellos los Obispos de Myanmar, junto a un grupo de niños vestidos con trajes tradicionales y agitaban banderas del Vaticano y de Myanmar, informa Radio Vaticano en español.
La actividad del Papa Francisco durante este día comprende la ceremonia de bienvenida, el traslado al Arzobispado de Rangún, residencia donde alojará el Papa durante su estadía en Myanmar. Posteriormente, el Santo Padre celebrará la Santa Misa de forma privada, para luego cenar y descansar, apunta Radio Vaticano. 
Autoridades birmanas
Desde el avión que lo trasladó a Myanmar, el Papa Francisco envió un telegrama de saludo a las autoridades de los países sobrevolados, tales como Italia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Serbia, Bulgaria, Turquía, Georgia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Afganistán, Pakistán e India.
Mañana, 28 de noviembre, la reunión se realizará con las autoridades birmanas, la sociedad civil y el cuerpo diplomático en Naypyidaw, capital del país. El Papa se reunirá en privado con el presidente Htin Kyaw, así como con la consejera de Estado y Ministra de Asuntos Exteriores, Aung San Suu Kyi.
El Papa permanecerá en Birmania hasta el 30 de noviembre. Luego se irá a Bangladesh y regresará a Roma el próximo sábado 2 de diciembre. Este es el tercero en el Lejano Oriente, después de Sri Lanka y Filipinas (enero de 2015) y Corea (agosto de 2014).

“Seremos juzgados sobre el amor concreto”

El Papa ayer en el Ángelus


¡Queridos hermanos y hermanas buenos días!.
En este último domingo del año litúrgico, celebramos la solemnidad de Cristo Rey del Universo. Su realeza es una realeza de guía, de servicio, y también una realeza que se afirmará, al final de los tiempos, como juicio.
Hoy tenemos delante de nosotros a Cristo como Rey, pastor y juez que muestra los criterios de pertenencia al Reino de Dios. Estos son los criterios.
La página evangélica se abre sobre una visión grandiosa. Jesús se dirige a sus discípulos y dice: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y con él todos los ángeles, se sentará en su trono de gloria” (Mt 25,31).
Se trata de la introducción solemne del texto del juicio universal. Después de haber vivido la existencia terrestre en humildad y pobreza, Jesús se presenta ahora en la gloria divina que le pertenece rodeado por un coro angélico. La humanidad entera es convocada ante él y él ejerce su autoridad separando a unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras.
A los que ha emplazado a su derecha, les dice: “Venid, benditos de mi Padre, recibid en herencia el Reino preparado para vosotros después de la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed y me distéis de beber; era extranjero, y me acogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; estuve enfermo y me visitasteis; estuve en prisión, y vinisteis a verme!” (vv. 34-36).
Los justos se sorprendieron porque no recordaban haber encontrado nunca a Jesús, y menos aún haberle ayudado en lo que sea. Pero él declara:
“Cada vez que lo habéis hecho a uno de los mas pequeños de mis hermanos, a mi me lo habéis hecho”. (v. 40).
Esta palabra no acaba nunca de sorprendernos; porque nos revela hasta dónde llega el amor de Dios; hasta identificarse con nosotros, no solo cuando vamos bien cuando tenemos buena salud y estamos alegres, no, sino cuando tenemos necesidad.
Y, de esta manera oculta, se deja encontrar, nos tiende la mano cuando mendigamos. Jesús revela así el criterio decisivo de su juicio, es decir el amor concreto hacia el prójimo en dificultad. Y así es como se revela el poder del amor, de la Realeza de Dios: solidario con el que sufre para suscitar por todas partes actitudes y obras de misericordia.
La palabra del juicio continúa presentando al rey que aleja de el a aquellos que, durante su vida, no se han preocupado de las necesidades de sus hermanos. En ese caso ellos también están sorprendidos y preguntan:
“Señor, cuando te hemos visto tener hambre, tener sed, estar desnudo, extranjero, enfermo o en prisión, sin ponernos a tu servicio”? (v.44).
Se sobreentiende: “que si te hubiéramos visto, seguramente, te habríamos ayudado”! Pero el rey responderá: “Cada vez que no lo habéis hecho a ninguno de los más pequeños, a mi no me lo habéis hecho” (v.45).
Al final de nuestra vida, seremos juzgados sobre el amor, es decir sobre nuestro compromiso concreto de amar y de servir a Jesús en nuestros hermanos mas pequeños y necesitados. Ese mendigo, ese que tiende la mano es Jesús ; ese enfermo que debo visitar es Jesús; ese prisionero es Jesús; ese hambriento es Jesús. Pensemos esto.
Jesús vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las naciones, pero él viene a nosotros todos los días, de muchas maneras y nos pide que le acojamos.
Que la Virgen María nos ayude a encontrarle y a recibirle en su Palabra y en la Eucaristía, y al mismo tiempo en nuestros hermanos y hermanas que sufren el hambre, la enfermedad, la opresión, la injusticia. Que nuestros corazones puedan acogerle en el hoy de nuestra vida, para que seamos acogidos por el en la eternidad de su Reino de luz y de paz.

Iglesias de servicio

El Papa el 24 en Santa Marta


Las lecturas de hoy, la primera del libro de los Macabeos (4,36-37.52-59), y la segunda del Evangelio de San Lucas (19,45-48), nos hablan de un mismo tema: la purificación del templo. Como Judas Macabeo y sus hermanos volvieron a consagrar el templo profanado por los paganos, así Jesús expulsa a los mercaderes de la casa del Señor, convertida en una cueva de ladrones.
Pero, ¿qué hay que hacer para volver puro el templo de Dios? Pues a través de la vigilancia, el servicio y la gratuidad.
El templo de Dios más importante es nuestro corazón, porque dentro de nosotros habita el Espíritu Santo. ¿Y qué sucede en mi corazón? ¿He aprendido a vigilar dentro de mí, para que el templo de mi corazón sea solo para el Espíritu Santo? ¡Purificar el templo, el templo interior y vigilar! Estate atento: ¿qué pasa en tu corazón? ¿Quién viene, quién va? ¿Cuáles son tus sentimientos, tus ideas? ¿Hablas con el Espíritu Santo? ¿Escuchas al Espíritu Santo? Vigilar: estar atentos a lo que pasa en nuestro templo, dentro de nosotros.
Jesús, de modo especial está presente en lo enfermos, en los que sufren, en los hambrientos, en los encarcelados. Él mismo lo dijo. Y yo me pregunto: ¿Sé proteger ese templo? ¿Cuido del templo con mi servicio? ¿Me acerco a ayudar, para vestir, para consolar a los que lo necesitan? San Juan Crisóstomo reprochaba a los que hacían muchas ofrendas para adornar, para embellecer el templo físico, pero no se preocupaban por los necesitados. ¡Les regañaba! Y decía: “No, eso no está bien. Primero el servicio, luego la ornamentación”. Así pues, purificar el templo que son los demás. Y, cuando nos acercamos a prestar un servicio, a ayudar, nos parecemos a Jesús que está allí dentro.
Finalmente, la tercera actitud es la gratuidad. Cuántas veces entramos con tristeza en un templo —pensemos en una parroquia, en un obispado, no sé—  y no sabemos si estamos en la casa de Dios o en un supermercado. Porque hay comercio allí, hasta está la lista de los precios por los sacramentos. ¡Falta gratuidad! Y Dios nos salvó gratuitamente, no nos hizo pagar nada. Ciertamente, se podría plantear una objeción: “pero es necesario tener dinero para sacar adelante las estructuras, mantener a los sacerdotes, etc.”. ¡Tú da con gratuidad y Dios hará el resto! ¡Dios pondrá lo que falta! Que nuestras iglesias sean iglesias de servicio, iglesias gratuitas.

Recordar los valores

El Papa el 23 en Santa Marta


Quitar la libertad, eliminar la memoria y adoctrinar a los jóvenes: son los tres indicadores de las colonizaciones culturales e ideológicas de todos los tiempos. Así lo estamos viendo en las lecturas de esta semana, que narran la persecución del rey Antíoco Epifanes contra los Macabeos fieles a la ley de los Padres.
Lo que le pasó al pueblo de Dios sucede cada ver que surge en la Tierra una nueva dictadura cultural o ideológica, que es una colonización. Pensad en lo que hicieron las dictaduras del siglo pasado en Europa y en las escuelas de adoctrinamiento que de ahí nacieron: se quita la libertad, se “deconstruye” la historia, la memoria del pueblo, y se impone un sistema educativo a los jóvenes. ¡Todas, todas lo hicieron así! Incluso algunas con “guante blanco”. No sé, un País, una Nación, por ejemplo, pide un préstamo: “te lo doy, pero tú, en las escuelas, debes enseñar esto, esto y esto”, y te indican hasta los libros, libros que eliminan todo lo que Dios creó y cómo lo creó. Eliminan las diferencias, borran la historia: “desde hoy se empieza a pensar así”. Y quien no piense así es dejado de lado, e incluso perseguido. Así pasó en Europa, donde los que se oponían a las dictaduras genocidas, eran perseguidos, amenazados, privados de libertad, que corresponde a otra forma de tortura. Y con la libertad, las colonizaciones ideológicas y culturales quitan también la memoria, reduciéndola a “fábulas”, a “mentiras”, a “cosas de viejos”.
Recordad la figura de la madre de los Macabeos, de la lectura de ayer, que exhortaba a sus hijos a mantenerse firmes ante el martirio. ¡Ese papel único de la mujer en la defensa de la memoria y de las raíces históricas! Proteger la memoria: la memoria de la salvación, la memoria del pueblo de Dios, la memoria que fortalecía la fe del pueblo perseguido por esas colonizaciones ideológico-culturales. La memoria es la que nos ayuda a vencer todo sistema educativo perverso. Hay que recordar, recordar los valores, recordar la historia, recordar las cosas que hemos aprendido. Y luego, la madre. La madre que hablaba dos veces –dice el texto– “en su idioma”, hablaba en dialecto. Y no hay ninguna colonización cultural que pueda vencer al dialecto.
La ternura femenina y el valor “viril” de la madre de los Macabeos, que se hace fuerte por las raíces de la lengua de los Padres, en la defensa de sus hijos y del Pueblo de Dios, nos lleva a pensar que solo la fuerza de las mujeres es capaz de resistir a una colonización cultural. Son ellas, las madres y las mujeres, las defensoras de la memoria, del dialecto, capaces de defender la historia de un pueblo y de trasmitir la fe que luego los teólogos explicarán. El pueblo de Dios salió adelante por la fuerza de tantas mujeres valientes, que supieron dar a sus hijos la fe, y solo ellas –las madres– saben trasmitir la fe en dialecto. Que el Señor nos dé siempre la gracia, en la Iglesia, de tener memoria, de no olvidar el dialecto de los padres y de tener mujeres valientes.

11/23/17

Familia y relación

Aunque la mejora personal es siempre un avance provechoso, la solución a los problemas matrimoniales o familiares se encuentra más fácilmente centrándose en la relación
El agua es una realidad emergente, es decir, tiene unas cualidades y propiedades que no son deducibles de las cualidades y propiedades de sus componentes, el hidrógeno y el oxígeno. Esta imagen sirvió a Pier Paolo Donati, prestigioso sociólogo italiano, para hablar de la familia como ‘bien relacional’ en el acto de investidura del doctorado honoris causa que le fue conferido por la Unversitat Internacional de Catalunya el pasado miércoles, 15 de noviembre.
La tesis de autor, muy sugerente y útil para mejorar la calidad de la vida de la familia, es que también la familia es una realidad emergente, consecuencia de unas relaciones que no estaban anticipadas ni preanunciadas en los individuos que la componen. “Puesto que la relación es un efecto emergente −afirmó−, no está escrito que de dos elementos positivos nazca un efecto emergentemente positivo”. Es decir, no basta con que dos personas sean individualmente buenas para que lo sea la relación entre ellas.
El efecto que esta realidad emergente tiene en las personas deriva de las relaciones que se establezcan. Las personas reciben el influjo de la relación que viven, y esta relación se incorpora a ellas hasta formar parte de su identidad: “es la relación la que me dice quién soy yo. Mi identidad depende del tipo de relación en que estoy”.
Haría falta algo más que un post para desarrollar todas las ricas derivadas de esta tesis de la familia como realidad y bien relacional, pero me parece que hay dos muy evidentes que me gustaría exponer aquí:
La primera, que claramente enunció Donati, es considerar que la relación con mi mujer o mi marido es constitutiva de mi identidad personal. Y si esto es así, me obliga a repensar mi matrimonio desde mi nueva identidad, sin añoranzas de un tiempo pasado ni ensoñaciones de una persona que ya no existe en mí, a pesar de que mi misma memoria me traicione y me quiera seducir con el espejismo de un pasado idealizado. Si, ante las dificultades que puedan surgir en la relación matrimonial, me empeño en huir de esta misma relación que ya es parte constitutiva de mi ser, me acabaré apartando no ya de mi mujer o marido, sino de mí mismo, provocando una quiebra interior difícil de recomponer: “afirmar que la identidad del marido viene generada solo por su conversación interior significa ignorar que la relación con su mujer es constitutiva de su identidad de marido”, afirma el profesor Donati.
Y la segunda, que también destacó el autor, es reconocer que una mejora individual no asegura una mejora en la relación. Cambiar o mejorar la familia o la relación de pareja transformando solo al individuo no es una ecuación segura, porque la relación tiene su propia dinámica, que no siempre resulta de los comportamientos individuales ni depende necesariamente de la calidad individual de sus componentes. Aunque la mejora personal es siempre un avance provechoso, la solución a los problemas matrimoniales o familiares se encuentra más fácilmente centrándose en la relación: pensando en “cómo generar y regenerar una relación en que los defectos propios y de los demás sean aceptados e incluso amados”. No se trata, añado yo, de amar los defectos en sí mismos considerados, pero sí a la persona que los tiene, de modo que esos defectos o carencias pasen a formar parte de la fisonomía de nuestro amor.
Si esto hacemos, en lugar de poner la atención en nuestro ‘yo’, como reclama la cultura postmoderna, desviamos la atención hacia la relación, nos olvidamos un poco de nuestros ‘derechos’, y, mejorando la relación, acabamos progresando nosotros mismos. Se trata, como propone Aaron Beck en alguno de sus libros, de ir eliminando de nuestra lista de agravios pequeñas ofensas sin consistencia real que no son sino las actuales aristas de una personalidad en continua progresión a la que amamos como es y como llegará a ser, en parte gracias a la incorporación de lo mejor de nosotros.
Donati propone edificar la estructura personal sobre dos principios: la ética de la primera persona (quién soy yo para mí) y de la segunda persona (quién soy yo para ti). La relación, en síntesis, me dice quién soy. Si cuido la relación, a mí me cuido.

El testimonio del ejemplo

El Papa en Santa Marta el día 21


En la primera lectura (Macabeos 6,18-31) hemos escuchado el martirio de un hombre que fue condenado a morir por fidelidad a Dios, a la ley, en una persecución. Hay muchos motivos para una persecución, pero podemos señalar principalmente tres. Primero, la persecución solo religiosa: yo voy contra tu fe porque mi fe dice que no y, con el poder que tengo, hago una persecución. Otro motivo es la persecución religioso-política: religiosa, cultural, histórica y política, donde se mezcla lo religioso con lo político, como la guerra de los treinta años o la noche de san Bartolomé, que fueron guerras religioso-políticas. Y otro motivo es la persecución puramente cultural: viene una nueva cultura que quiere hacerlo todo nuevo y hace tabla rasa de las tradiciones, de la historia, también de la religión de un pueblo: es los que pasa en la lectura de hoy, porque el martirio de Eleazar es precisamente de estilo cultural.
Ayer comenzó el relato de esta persecución cultural. Algunos, viendo el poder y también la belleza magnífica de Antíoco Epifanes, y la cultura que venía de aquella parte, dijeron: Vayamos y hagamos alianza con las naciones que nos rodean, seamos modernos, estos tienen una modernidad más grande, estos están ‘al día’; nosotros estamos con nuestras tradiciones que no sirven para nada. Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas. Y así, no pidieron introducir las ideas o los dioses, no: las instituciones, es decir, este pueblo que había nacido, que había crecido en torno a la ley del Señor, al amor del Señor, a través de sus dirigentes, hace entrar nuevas instituciones, nueva cultura que hacen tabla rasa de todo, de todo: cultura, religión, ley, todo. Todo es nuevo.
La “modernidad” es una auténtica colonización cultural, una verdadera colonización ideológica. Y quiere imponer al pueblo de Israel la costumbre única: todo se hace así, no hay libertad para otras cosas. Algunos aceptaron porque les parecía algo bueno: es verdad, debemos ser como los demás. Y la gente que llegaba a las nuevas instituciones quita las tradiciones y el pueblo comienza a vivir de modo distinto. Pero para defender la historia, para defender la fidelidad del pueblo, para defender las tradiciones, las verdaderas tradiciones, las buenas tradiciones del pueblo, hay algunas resistencias. La primera lectura de hoy nos dice que Eleazar no quiso: era un hombre digno, muy respetado, y no quiso hacerlo. Y como él tantos otros, en el libro de los Macabeos se cuenta la historia de esos mártires, de esos héroes.
Así avanza siempre una persecución nacida de una colonización cultural, de una colonización ideológica, que destruye, lo hace todo igual, no es capaz de tolerar las diferencias. Hay una palabra clave en la lectura de ayer —del primer libro de los Macabeos— cuando empieza este relato: En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes. Así se quita la raíz del pueblo de Israel y entra esa raíz, calificada como perversa porque hará crecer en el pueblo de Dios esas costumbres nuevas, paganas, mundanas, y lo hará crecer con el poder, con el dominio. Ese es el camino de las colonizaciones culturales que acaban persiguiendo a los creyentes. Además, no tenemos que ir muy lejos para ver algunos ejemplos: pensemos en los genocidios del siglo pasado, que era una cosa cultural, nueva: Todos iguales y los que no tengan la sangre pura, fuera... Todos iguales, no hay sitio para las diferencias, no caben los demás, no hay lugar para Dios. Esa es la raíz perversa. Ante estas colonizaciones culturales que nacen de la perversidad de una raíz ideológica, Eleazar, él mismo, se hace raíz: es interesante, Eleazar muere pensando en los jóvenes. Hasta tres veces, al final del relato de hoy, se habla de los jóvenes. Eleazar afirma: Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley. Y de nuevo, dos veces más habla de los jóvenes. En definitiva, Eleazar, el mártir, el que da la vida por amor a Dios y a la ley, se hace raíz para el futuro: de vida, hace crecer al pueblo, y ente aquella raíz perversa que nació y hace esa colonización ideológica y cultural, está esta otra raíz que da su propia vida para hacer crecer el futuro.
Es verdad, lo que llegó del reino de Antíoco era una novedad. Por eso, si nos preguntamos si todas las novedades son malas, todas, la respuesta es «no». De hecho, el Evangelio es una novedad, Jesús es una novedad, es la novedad de Dios. Así pues, hay que discernir las novedades: ¿esta novedad es del Señor, viene del Espíritu Santo, viene de la raíz de Dios, o esta novedad viene de una raíz perversa? Antes sí, era pecado, no se podía matar a los niños; pero hoy se puede, no hay tanto problema: es una novedad perversa. Más aún, ayer las diferencias eran claras, como hizo Dios, la creación se respetaba; pero hoy somos un poco modernos: tú haces, tú comprendes, las cosas no son tan diferentes y se hace una mezcla de cosas. Y esa es la raíz perversa. En cambio, la novedad de Dios nunca mezcla, jamás “negocia”: es vida, va de frente, es raíz buena, hace crecer, mira al futuro. Pero las colonizaciones ideológicas y culturales solo miran el presente, reniegan del pasado y no miran el futuro: viven en el momento, no en el tiempo, y por eso no pueden prometernos nada. Y con esa actitud de hacer a todos iguales y eliminar a las diferentes cometen un pecado feísimo de blasfemia contra Dios creador. Por eso, cada vez que llega una colonización cultural e ideológica se peca contra Dios creador porque se quiere cambiar la creación que hizo Él. Y contra este hecho, que a lo largo de la historia ha pasado tantas veces, hay solo una medicina: el testimonio, o sea, el martirio. Hay algunos, como Eleazar, que dan el testimonio de su vida, pensando en el futuro, en la herencia que daré yo con mi ejemplo: Yo vivo así, sí, dialogo con los que piensan de otro modo, pero mi testimonio es así, según la ley de Dios, según lo que Dios me ha ofrecido.
Pensemos en Eleazar, que en aquel momento no pensó: dejaré dinero a este, dejo esto a otro; no, sino que piensa al futuro, en la herencia de propio ejemplo, en ese testimonio que sería para los jóvenes una promesa de fecundidad.  Espero que su ejemplo nos ayude en los momentos de confusión ante las colonizaciones culturales y espirituales que se nos proponen.

11/22/17

El riesgo de enamorarse de las ideas

Cuando el debate se simplifica la sociedad se divide en "buenos" y "malos"

Leticia Soberón Mainero, psicóloga mexicana, doctora en Ciencias Sociales por la Pontificia Universidad Gregoriana y Cofundadora del Innovation Center for Collaborative Intelligence, explica que es nuestra manera de ver el mundo la que nos permite afrontar el día a día y “actuar de manera coherente”. Pero en este día a día, muchas veces se demoniza al otro, y se hacen pasar las ideologías por delante de las personas.
“El ser humano tiene muchas maneras de construirse ideas sobre la perfección y de luchar para adecuarse en todo lo posible a esa construcción mental. De hecho no hay casi nadie que no tenga una imagen de la perfección a la que aspira, tanto individual como colectivamente”, explica esta doctora, que ha estado dos décadas en la Santa Sede trabajando en asuntos de comunicación.
Para Soberón, “el riesgo que siempre podemos correr es el de «enamorarnos» de esas ideas y convertirlas en el único criterio al que todo el mundo debería aspirar. Podemos llegar a estar tan convencidos de que todo debería ser como pensamos, que padezcamos una disconformidad creciente con la realidad propia y la de los demás”.
Esto todavía puede considerarse, a pesar de sus riesgos, “una situación frecuente que aboca a la persona en una fricción interminable con la realidad”, y un “descontento profundo” que no termina de desaparecer hasta que es capaz de cuestionar −al menos un poco− las propias ideas e incorporar nuevos elementos a su pensamiento.
Pero no es fácil hacerlo. Nuestro modo de ver el mundo nos permite afrontar el día a día y actuar de manera coherente. Por eso −explica− cuanto más simplista y «en blanco y negro» sea nuestro sistema ideológico y de creencias, más fácil será asumirlo y más difícil ser críticos con él.
“Las creencias y las ideologías pueden radicalizarse tanto en la cabeza y el corazón de las personas, que se conviertan en fanatismo”. Esa manera apasionada, acrítica y primaria de adherirse a unas afirmaciones que nos permiten colocarnos en situación de juzgar como inadecuados a todos aquellos que no las comparten.
Dice José Lázaro en su libro La violencia de los fanáticos que no hay actos más mortíferos que los cometidos por personas que tienen unas creencias fanatizadas, porque convierte sus propias ideas en un paradigma que debe ser seguido por todo el mundo.
Así pues, no se asesina a unas pocas personas −como en los crímenes pasionales−, sino se aniquila a todo aquél que no piense como el fanático. Hay innumerables ejemplos históricos dramáticos en el siglo XX, pero presentes en toda la historia, que nos alertan de su peligro.
Soberón cree que “los fanatismos son una manera de escapar a los límites propios” y de la propia «tribu», sea ésta cual sea. También se convierten en una fuente de perfección obligatoria: «O eres como yo y piensas lo que yo, o no mereces vivir».
La simplificación del mundo es la que hace que se divida en término de buenos y malos.
El núcleo de la construcción del enemigo es la deshumanización: el otro es un ser anónimo, sin rostro y sin individualidad. Sólo una amenaza. En su forma más extrema, ésta es la lógica terrorista.
Citando al psiquiatra Enrique Baca, se hace “construyendo sistemáticamente al enemigo”. Y se hace así:
  • Los líderes políticos o los líderes de opinión insisten sobre las grandes diferencias entre el propio grupo y el del adversario. −Se describe al adversario como una amenaza para la propia familia, modo de vida, hijos, patria, etc. Esa amenaza está personificada en cualquier miembro de ese grupo, por lo cual se apoya sobre el prejuicio, la generalización y la etiqueta.
  • Se hace ver al propio grupo como víctima de esa amenaza. −Se generalizan los calificativos hacia el otro grupo, se deshumaniza progresivamente al adversario y se le convierte en enemigo; cada vez tiene menos rango de persona y más de caricatura, la etiqueta de bestia salvaje. −Entonces ya no es sujeto de diálogo: debe ser destruido. La lógica de la perfección obligatoria para todos termina siendo obviamente una fuente de sufrimiento, violencia y disgregación social: no todos los seres humanos están obligados a buscar la perfección de la misma manera y es cruel imponer un solo paradigma, fuera del cual se dice que no hay vida digna de ser llamada humana.
Soberón compartió estas ideas en el marco del Ámbito Maria Corral.

El Catecismo joven de 25 años

“La Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener”
El Papa Francisco ha pronunciado un discurso para conmemorar el XXV aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica diciendo que ha nacido para iluminar con la luz de la fe las nuevas situaciones del mundo, enseñando las verdades de la fe y de la vida cristiana con la novedad en la continuidad como afirmaba Benedicto XVI.

Sin naftalina

La novedad en la continuidad es la clave para entenderlo y encontrar luces nuevas para impartir unas clases, una catequesis, o tener claridad sobre temas candentes: naturaleza del matrimonio, la defensa de la vida, la resurrección futura, los ángeles, o la murmuración. En este sentido Francisco ha subrayado que el «depósito de la fe» no puede entenderse como algo estático, pues «la Palabra de Dios no puede ser conservada en naftalina como si se tratara de una vieja manta que hay que proteger contra los parásitos». Por el contrario, «la Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener».
Hoy día una persona de veinticinco años está ya situada en la sociedad con un poco de suerte. La vida es identidad y crecimiento con frutos pues si falta alguna de estas notas se ha petrificado o ha cambiado del todo dando origen a otra cosa, algo que por cierto no se da en el mundo natural porque lo engendrado es de la misma naturaleza que el generante, si nos atenemos al ser mismo y no a las adherencias ajenas que pueden incluso arruinarle. Y esto se puede aplicar al Catecismo en este aniversario pues sigue siendo joven a sus 25 años.
Recordemos que se tardaron más de treinta años en su redacción consultando a expertos de todo el mundo, tanto en la teología y catequesis como en la pastoral. Y esta obra salió completa y práctica. Está presente la buena tensión entre novedad y continuidad que proclamaba el Vaticano II al afirmar que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y para siempre.

Anclajes para nuestro tiempo

En el tiempo desconcertado de la post verdad, que es la nueva máscara de la mentira, hay que agradecer al Catecismo que ofrezca asideros firmes para que los católicos sepamos orientar la vida, el trabajo y nuestro papel en la sociedad. No es sólo una defensa de las verdades de la fe hacia dentro sino una ayuda a la cultura actual que ha perdido en varios aspectos el lenguaje común para poder dialogar con las otras personas y culturas. En efecto, el Catecismo utiliza el lenguaje natural que llama a las cosas sencillamente por su nombre: naturaleza humana, alma, ley natural, amor humano, matrimonio, virtud, fidelidad, oración, etcétera.
Responde de este modo a los interrogantes de todas las personas, incluso las que todavía no conocen a Jesucristo. Por ejemplo: ¿Dios es todopoderoso también contra el mal?; ¿dónde está el origen del hombre?, ¿Qué hay más allá de la muerte?, ¿es posible la resurrección?, ¿para qué sirve la Iglesia?, ¿la democracia admite cualquier ideología?, ¿el matrimonio puede ser para siempre?, ¿el embrión es un ser humano?, o también ¿escucha Dios nuestras peticiones? Y tantas otras.
La estructura del Catecismo y del Compendio muestran la unidad de la fe en sus principales facetas como compartida, celebra, vivida y orante, todo bien armonizado. Se reconoce la unidad del pensamiento sobre el hombre en el mundo, para superar la fragmentación actual del saber, que desorienta a muchos científicos y aún más a la gente común. Por ello es como un remedio para el agnosticismo, esa enfermedad del pensamiento moderno, que lo mantiene en la desconfianza de nuestra capacidad para hallar la verdad y vivir conforme a sus exigencias.

Curarse del animismo moderno

Todas esas verdades tienen una profunda relación con Jesucristo puesto que es el centro del Catecismo y de la vida cristiana: creemos en Cristo y en lo que nos ha enseñado; le "tocamos" en los Sacramentos recibidos dignamente; con el impulso de la gracia somos capaces de vivir en cristiano, aunque nos cueste; y mediante la oración dialogamos con Jesucristo, y el Padre y el Espíritu Santo. Así aprendemos que la vida cristiana no es autocomplacencia del hombre, sino fiel acogida de la salvación que Dios ofrece haciéndonos hijos suyos en Cristo.
Sin embargo, algunos confunden hoy la auténtica espiritualidad con un sentimiento ecológico convirtiendo la naturaleza en algo animista sin trascendencia que sustituye al Dios real. Entonces esa ‘religión’ carece de contenidos de fe concretos, apenas incluye obligaciones morales y se apoya en las solas fuerzas humanas: es una elaboración de los hombres para los hombres. En cambio, el cristianismo es religión revelada por Dios personal, Uno y Trino, en la persona divina de Jesucristo, que enseña verdades bien determinadas contenidas en el Credo, concede la gracia eficazmente mediante los sacramentos como prolongación de la Humanidad santísima de Señor, y solicita nuestra libertad para cumplir fielmente los mandamientos de Dios.
Es una buena ocasión para comprobar que lo tenemos en casa y reconocer si lo consultamos para tener claridad sobre Dios y sus misterios, sobre la persona humana y su misión en el mundo actual, y sobre la rectitud moral con una conciencia bien formada.