12/31/17

Urgencia de sensatez

Para afrontar la actual escalada de desconcierto social, es urgente que se imponga una reflexión que permita ordenar la realidad para que, descubriendo su sentido, alcancemos el equilibrio vital
Despedimos, prácticamente, el año con una nueva y generosa colaboración de Pedro Paricio Aucejo, a quien le agradezco mucho que me facilite disfrutar un poco más de la familia y del ocio navideño y de fin de año; mi familia también le da las gracias…
Él sabe bien que lo que “se come en tres minutos” no suele “cocinarse” exactamente en tres. Así que, gracias de corazón, Pedro. Gracias por esta interesante entrada que comienza por un canguro y… salta y se eleva −y nos “lleva”− a otro nivel intelectual: aquí hay… sustancial sustancia. ¡Y valga la redundancia!
Tuya es la palabra, amigo Pedro:

Urgencia de sensatez, por Pedro Paricio

Que no nos entendamos con los canguros no nos autoriza a que, cada vez que nos encontremos con ellos, se lo digamos constantemente. Porque eso es −a fin de cuentas− lo que hacemos cuando les nombramos. Me explicaré, aunque para ello tenga que remitirme a lo sucedido hace varias centurias: en concreto, al mundo del XVIII, época conocida como Ilustración, Iluminismo o Siglo de las Luces, en que se profesó una sólida fe en el progreso ilimitado de la razón como faro iluminador de la humanidad −de ahí la denominación de ese período histórico−, cuya luz haría desvanecer las tinieblas de nuestra condición. ¡Ahí es nada!
Corría el año 1766 cuando el navegante, explorador y cartógrafo británico James Cook(1728-1779) fue contratado por la Royal Society de Londres −la más antigua institución científica del Reino Unido para el avance de la ciencia natural− con el fin de investigar el tránsito de Venus sobre el Sol en el océano Pacífico. Su expedición llegó en 1770 a la costa de la actual Australia. Cuando los británicos entraron en contacto con los indígenas del lugar, cuenta la leyenda que, al observar la presencia de unos animales de cola larga, con grandes y poderosas patas traseras y pies diseñados para saltar, quisieron aprender su nombre e incorporaron a la lengua inglesa −por confusión− la palabra “kangaroo” (canguro), que es la respuesta (“Kan Ghu Ru”) que los nativos les dieron al preguntar los occidentales el nombre de aquel animal. Sin embargo, con su contestación los aborígenes no estaban dándoles la denominación del marsupial, sino sólo les decían en su lengua tribal: “No lo entendemos”.
Algo parecido a esta simpática alteración lingüística −pero mucho menos trivial que ella y, desde luego, nada graciosa− es la actual mutación de la racionalidad humana en irracionalidad. No hace falta acudir a las hemerotecas para hacer acúmulo de las innumerables noticias con las que, cada día, los medios de comunicación social nos informan puntualmente del torbellino sistémico en que está inmerso nuestro mundo: guerras, incremento de la violencia, hambre, desempleo, corrupción, injusticia social, confusión ideológica y moral, crisis estructurales abiertas en distintos flancos… constituyen una buena muestra del agujero negro de nuestro vigente estilo de vida, abocado −si no se abjura pronto de él− al colapso por irracionalidad.
Para afrontar la actual escalada de desconcierto social, es urgente que se imponga una implacable terapia de sensatez generalizada, es decir, una reflexión que permita ordenar la realidad para que, descubriendo su sentido, alcancemos el equilibrio vital. Ahora bien, a pesar de que somos “pensamiento viviente”, la percepción que se tiene de la racionalidad como capacidad humana ha sido con frecuencia la de una especie de tormento civilizatorio. Sin embargo, su presencia supone todo lo contrario. Gracias a su intervención, se nos muestra la racionalidad en sí de la existencia y, a la vez, se nos conduce por la senda cuya dirección está inscrita en la esencia del hombre, aquella que le permite alcanzar su destino propio.
Y ello no puede ser de otra manera: porque la racionalidad humana está engarzada en una superior Razón creadora −el Logos divino−, que no solo da origen a las leyes internas que rigen la racionalidad objetiva del mundo, sino que es el verdadero poder en él y sobre él. Al ser Dios lo único que “racionaliza” realmente el mundo, el hombre no puede sustituir esta racionalidad, sin riesgo de profanarla, por la irracionalidad, pues −como señaló en su día el cardenal Joseph Ratzinger (1927- )–, incluso cuando se piensa lo irracional, la razón no puede abstenerse de hacerlo según su medida, es decir, racionalmente.
Este “estar traspasado todo” de racionalidad impone una prioridad de ella sobre lo irracional, a la que no puede renunciarse sin padecer sus nefastas consecuencias: buena parte del sufrimiento psíquico que se detecta hoy en nuestra sociedad −entre otros muchos perjuicios− no tiene otro origen que el del cercenamiento de la racionalidad humana por su cerrazón a la Razón creadora, pues la irracionalidad de su estilo de vida es enemiga de la auténtica vida.
Aplicando en parte a este asunto la argumentación seguida respecto del tema del mal por la influyente pensadora Hannah Arendt (1906-1975), cabría decir que, al transmitirse de generación en generación la falsa creencia en la banalidad de lo irracional, el individuo aislado se hace cómplice, primero, de su propio desatino vital y, después, del de la sociedad entera, que queda atrapada en el totalitarismo de aquella engañosa trivialidad, convertida de insustancial en relevante. Se impone así la trascendencia de la irracionalidad pura, la destrucción personificada de la vida.
¡Pero ya fuimos advertidos de ello por Immanuel Kant (1724-1804), contemporáneo también del explorador James Cook! Si, como señaló el filósofo prusiano, “se hace muy mal uso de la sabiduría universal cuando se la emplea para invertir los principios de la sensatez”, deberíamos percatarnos de que la relevancia de las secuelas de nuestra irracionalidad es incomparable con la de la confusión lingüística protagonizada por los expedicionarios británicos y los aborígenes australianos. ¡Además de no tratarse de un canguro, nosotros “sí entendemos lo que se nos está diciendo!”

12/30/17

La esencia del cristianismo, de Romano Guardini

El 15 de diciembre de 2017 se introduce la causa de beatificación de este gran teólogo, y en el año 2018 se cumplen 50 años de su muerte
Es un buen momento para recordar este libro, uno de los más importantes de la teología del siglo XX.
Siempre es difícil trazar la historia de las ideas: cuáles son los momentos y contextos en que se perfilan, se formulan y logran difusión. Que el cristianismo se centra en la persona de Cristo lo formula bella y claramente Guardini, con un impacto que ha marcado toda la teología católica del siglo XX. Pero evidentemente no se lo ha inventado.
El mismo Señor lo da a entender cuando dice “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6). Con toda la misteriosa fuerza del “Yo soy” de Cristo, en el Evangelio de San Juan: “Yo soy el pan de vida” (Jn 6, 35.48.51), “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12; 12, 46-48), “Yo soy la puerta” (Jn 10, 1-6), “Yo soy la resurrección” (Jn 11, 25).

Los contextos

Por un lado está el esfuerzo “racionalista liberal”, que desde el XVIII, intenta reducir el cristianismo a alguna idea o esencia “universal”, prescindiendo de sus concreciones históricas, que le parecen dudosas. Por otro lado, desde el siglo XIX, ha crecido exponencialmente el conocimiento de otras religiones: ¿qué tienen en común?, ¿qué caracteriza el hecho religioso? Y, dentro de esto, ¿qué singulariza a lo cristiano?
La teología liberal protestante, desde Schleiermacher, ha asumido la idea de que el cristianismo representa la esencia de lo religioso en su concreción histórica más acabada. En efecto, lo religioso puede definirse como la relación de sumisión y reconocimiento hacia el absoluto. Y, para Schleiermacher, el cristianismo lo realiza de manera eminente.
Pero en paralelo, durante el siglo XIX, se ha extendido el estudio comparado de las religiones. Y al igual que se intenta encontrar en otras religiones el esquema y los elementos que tan claramente se observan en la cristiana, con sus creencias, sus libros sagrados, su moral, su culto y su iglesia o comunidad creyente, también se intenta tipificar la religión cristiana por comparación con las demás. Y se ve en Cristo al Fundador y Profeta de la religión cristiana.
Desde luego, Jesucristo es el fundador y profeta de la religión cristiana, el vehículo por el que este mensaje llega y se difunde en el mundo. Pero, sobre todo, es el centro y el contenido del mensaje.
Esto es lo singular, que no encuentra parecido en la historia de las religiones. Buda o Mahoma pueden ser vehículos e incluso modelos en la práctica de una religión (aunque en el caso de Buda fuera más bien una filosofía), pero no son su esencia. En cambio, con su Encarnación, la Palabra de Dios se ha hecho presente en la historia en forma de persona. En Jesucristo, el Hijo encarnado, Dios se manifiesta y salva. Por eso la religión cristiana no se compendia en una idea sino en una persona.
Explicará Guardini: “Jesús no es solo portador de un mensaje que exige una decisión, sino que es Él mismo quien provoca la decisión, una decisión impuesta a todo hombre, que penetra todas las vinculaciones terrenas y que no hay poder que pueda ni contrastar ni detener” (La esencia del cristianismo, Cristiandad, Madrid 1984, p. 47)

El título

Dos famosos libros llevaban ya el mismo título. En 1841, Ludwig Feuerbach había publicado su La esencia del cristianismo. Era una explicación hermenéutica reductiva del cristianismo. El cristianismo sería lo contrario de lo que pretende ser. No la manifestación de un Dios que quiere salvar al hombre, sino la ilusión del hombre que sublima sus propias aspiraciones en la idea de Dios. Dios es solo lo que nos gustaría ser, llevado al infinito.
Adolf von Harnack, famoso historiador de la antigüedad cristiana y protestante liberal, le contestó con unas conferencias reunidas en su libro La esencia del cristianismo (1901). No se trata de una ilusión, sino que el mandamiento del amor es la máxima expresión histórica del progreso interior humano. La historia cristiana ha prestado, quizá, demasiada atención a la doctrina sobre Dios o sobre Jesucristo −eso le parece−, pero la esencia está en la realización del hombre interior en la justicia y la caridad. Eso es lo que le da su significado universal, para los hombres de todos los tiempos.
En realidad, tenían bastante en común. Como hijos de su tiempo, les parecía problemática la historia de la salvación y solo le daban un valor alegórico. Pero donde Feuerbach veía un infeliz espejismo, von Harnack encontraba la máxima manifestación del espíritu humano.
La ingenuidad liberal que quiere contemplar el progreso humano en la historia, también religioso, naufragaría en la primera guerra mundial. Y Barth juzgaría duramente el intento de la teología liberal de hacer razonable el cristianismo, convirtiéndolo en idea y esencia. Es el escándalo de la revelación el que tiene que juzgar la razón, y no al revés. Así la salva y la saca de sus límites. Pero Barth no desciende a la historia concreta.

El libro de Guardini

Sin citarlo, Guardini sigue el itinerario contrario a Harnack: parte del hecho histórico de Jesucristo y muestra su significado universal, que no puede reducirse a ninguna idea. Jesucristo, tal como fue y como es, es la esencia de la religión cristiana.
Como señala en la “Advertencia preliminar”, La esencia del cristianismo se publicó en 1929, en la revista Die Schildgenossen. Pero Guardini vio conveniente publicarlo aparte, porque le parecía que podía servir de ”introducción metódica”, para sus otros libros sobre Cristo, especialmente La imagen de Jesús, el Cristo, en el Nuevo Testamento, y El Señor.
Desarrolla la argumentación en cuatro partes que seguiremos brevemente: I. El problema; II. A modo de diferenciación; III. La persona de Cristo y lo propia y esencialmente cristiano. Finalmente, en el apartado IV, Resultado, resume brevemente su tesis.

El problema

“La pregunta por la esencia del cristianismo ha sido contestada de modos muy diversos. Se ha dicho que lo esencial del cristianismo es que en él la personalidad individual avanza al centro de la conciencia religiosa; se ha afirmado asimismo que la esencia del cristianismo radica en que en él Dios se revela como Padre, quedando el creyente situado frente a Él […]: también se ha sostenido que lo peculiar del cristianismo es ser una religión que eleva el amor al prójimo a la categoría de valor fundamental […]. De todas estas respuestas no hay ninguna que dé en el blanco” (16). Además de que son falsas, “se hallan formuladas en forma de proposiciones abstractas, subsumiendo su ‘objeto’ bajo conceptos generales” (17).
“El cristianismo no es, en último término, ni una doctrina de la verdad ni una interpretación de la vida. Es eso también, pero nada de ello constituye su esencia nuclear. Su esencia está constituida por Jesús de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos; es decir, por una personalidad histórica” (19).
Esto plantea un “problema”. Porque estamos acostumbrados a someternos a normas o a leyes, pero aquí se trata de “reconocer a otra persona como ley suprema de toda la esfera religiosa”.

A modo de diferenciación

Se necesita un discernimiento: “Una mirada superficial basta para percatarse de la inconmensurable significación que reviste la persona de Jesús en el Nuevo Testamento” (25). Recuerda el caso de Buda, y también de los profetas de Israel: “El profeta como el apóstol son portadores del Mensaje, obreros en la gran obra, pero nada más” (32). “Por contraste con todo eso, se pone de manifiesto cuán fundamentalmente diferente es la posición de la persona de Jesús en el orden religioso proclamado por él” (33).

La persona de Cristo y lo propia y esencialmente cristiano

Hay muchas versiones sobre el mensaje de Cristo: predicó el Reino que venía, el amor universal, una nueva idea de Dios. En definitiva, “se ha afirmado repetidamente que Jesús no forma parte del contenido de su mensaje” (37). Pues bien, “esta teoría es falsa” (38). Por muchos motivos.
El primero es que Jesús “exige explícitamente que los hombres le sigan” (38), que opten por él, de una manera plena. Además, sus palabras y gestos “hacen aparecer la persona de Cristo como criterio y motivo de la conducta” (40). Hasta el escándalo que supone “el hecho de que una persona histórica pretenda para sí una significación religiosa absoluta” (50). “Todo lo cristiano que viene de Dios a nosotros, y lo mismo todo lo que va de nosotros a Dios, tiene que pasar por Aquel” (52). Es una mediación que forma parte del contenido.
“La doctrina de Jesús es la doctrina del Padre. Pero no como en un profeta que recibe y da a conocer la revelación, sino en el sentido de que su punto de partida se halla en el Padre, pero, a la vez, también en Jesús” (60).
También la salvación se da en él y a través de él. Por eso se entiende la expresión frecuente en San Pablo: “en él”, recogida en la liturgia: “Por Cristo, con él y en él”. Así viven, así rezan, así se salvan los cristianos, por la acción del Espíritu Santo. Cada uno en particular y, a la vez, todos en la Iglesia. Y se expresa de manera especial en la Eucaristía: todos están llamados a comer su Cuerpo, condición necesaria para entrar en el Reino de los Cielos.

Resultado

En este último y breve apartado concluye todo: “No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa ni ningún orden vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es Él mismo, lo que a través de Él llega al hombre y la relación que a través de Él puede mantener el hombre con Dios” (103).
El cristianismo tiene una doctrina y una moral (un sistema de valores) y un culto público y una oración personal. Tiene; pero no es ni una doctrina, ni una moral, ni un culto, ni una iglesia. Su esencia es Jesucristo. Su doctrina, su moral, su culto se realizan en Cristo. Y no hay doctrina ni moral ni culto que sean cristianos si no se enraízan y expresan en Cristo.
Y, por último, citando sin citar las otras “esencias del cristianismo”, concluye: “La tesis de que el cristianismo es la religión del amor solo puede ser exacta en el sentido de que el cristianismo es la religión del amor a Cristo y, a través de Él, del amor dirigido a Dios, así como a otros hombres […]. El amor a Cristo es, pues, la actitud que en absoluto presta sentido a cuanto es. Toda vida tiene que ser determinada por él” (105).
El teólogo y obispo italiano Bruno Forte tiene un ensayo sobre La esencia del cristianismo(2002), con un replanteamiento del tema en la actualidad y algunas valoraciones históricas; y también el teólogo español Olegario González de Cardedal escribió La entraña del cristianismo (1997), mucho más voluminoso y amplio, aunque con menos detalle en lo que se refiere a Guardini.

Después del relativismo, la posverdad (los falsos textos del Papa)

También la Iglesia está incluida en esta espiral de falsificación que dice ser verdad, de muchos modos
En las décadas pasadas, el catolicismo, pero más en general el cristianismo, debió confrontarse con un fenómeno nuevo, el relativismo, que ponía en duda la existencia misma de una verdad. No fue fácil, pero al menos se trataba de una contraposición clara entre quien creía en la verdad y quien negaba incluso la posibilidad. Hoy al relativismo le ha sustituido la llamada posverdad, su pariente cercano, pero que es más difícil de afrontar porque es evasiva y generalizada. Sobre todo también porque la posverdad −que según el filósofo francés Marcel Gauchet es la hija adulterina de lo políticamente correcto− pretende ser una verdad más auténtica porque se presenta precisamente como un discurso alternativo al oficial.
También la Iglesia está incluida en esta espiral de falsificación que dice ser verdad, de muchos modos. Algunos propaladores de la posverdad, siguiendo una práctica que ciertamente no es nueva en el mundo de los medios, se limitan por ejemplo a difundir y a enfatizar del Papa Francisco solamente las frases que a ellos les parecen en línea con la personalidad mediática que se ha construido en torno al Pontífice. Por decirlo con palabras más simples, ellos silencian todo lo que podría parecer prueba de un pensamiento coherente con la tradición cristiana, para exagerar en cambio las afirmaciones −tal vez sacándolas de contexto− que se adaptan a la imagen de Pontífice progresista que tienen en mente y que quieren acreditar a toda costa, incluso forzando la realidad. Su efecto no debe ser infravalorado: incluso si hoy es muy fácil para cualquiera recuperar las palabras originales del Papa, muy pocos lo hacen porque la mayoría se fía ciegamente de los medios y sobre todo de los titulares que gritan.
Pero si este proceso de selección consciente de las palabras del Pontífice no se puede considerar del todo nuevo −incluso si nunca se ha utilizado con tanta frecuencia e intensidad− está en curso un mecanismo informativo, típico de la posverdad, realmente sin precedentes: la difusión de falsos discursos papales, gracias sobre todo a los nuevos medios. Discursos que circular a menudo en español, con la tentativa de hacer que parezcan más verosímiles y que pretenden reportar las verdaderas palabras de Francisco, cada vez más revolucionarias e imprevisibles que aquellas que la Curia, obviamente demonizada, le atribuiría con una continua operación censoria. La construcción de la imagen de un Papa progresista y permisivo alcanza aquí niveles más elevados, pero en el fondo no hace otra cosa que volver a proponer, reforzándolo, el modelo habitual apreciado por los medios.
Estos falsos discursos naturalmente circulan sobre las llamadas redes sociales y se difunden por vías que se presentan como privadas, pero precisamente por eso parecen más confiables que los textos que se difunden por los órganos de la Santa Sede. Este tipo de distorsión de la verdad hace entender lo poco que cuenta entender la línea programática del pontificado, leer los documentos fundadores y las disposiciones más importantes. En la posverdad lo que cuenta, de hecho, es solo la personalidad del líder y por lo tanto todo lo que contribuye a definirla funciona, incluso si no corresponde con la realidad. El resto no interesa.

Una teología que muestre “el rostro salvífico de Dios”

El Papa a los miembros de la Asociación Teológica Italiana

“Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso”, ha dicho el Papa Francisco.
El Pontífice ha recibido esta mañana, 29 de diciembre de 2017, en audiencia a los miembros de la Asociación Teológica Italiana, con ocasión del 50º aniversario de su fundación, en la sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
“En estos días estamos inmersos en la contemplación de nuestro Dios, que se ha implicado y comprometido con nuestra pobre humanidad hasta llegar a enviar a su Hijo y a tomar, en Él nuestra frágil carne”.
“Todo pensamiento teológico cristiano no puede no comenzar siempre e incesantemente desde aquí, en una reflexión que nunca extinguirá el manantial vivo del Amor divino, que se ha dejado tocar, mirar y saborear en la gruta de Belén”, con estas palabras comenzaba su discurso el Papa.
Francisco ha alentado a los teólogos italianos a perseverar ‘en el espíritu de servicio y de comunión indicado por el Concilio Ecuménico Vaticano II’; impulsando la ‘fidelidad creativa’ y el ‘hacer teología juntos’, poniendo en guardia contra el individualismo, señala Radio Vaticano en español.
En este sentido, el Santo Padre les ha pedido que asuman también la tarea de repensar la Iglesia “para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar”.
Teología para la humanidad
Asimismo, el Papa argentino hizo hincapié en la importancia de la tarea de los teólogos, para que la Iglesia pueda seguir anunciando el corazón del Evangelio a las mujeres y a los hombres de hoy, en una cultura profundamente cambiada:
“Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso, en especial ante algunos desafíos inéditos que involucran hoy a la humanidad: como el de la crisis ecológica, el desarrollo de las neurociencias o de las técnicas que pueden modificar al hombre; como el desafío de las cada vez más grandes desigualdades sociales o de las migraciones de pueblos enteros; como el del relativismo teórico, pero también el del relativismo práctico”.
El Papa reiteró su aliento a no perder nunca la capacidad del ‘estupor’: «El estupor que nos lleva a Cristo, el encuentro con Cristo». Y sin olvidar que “el teólogo estudia, piensa, reflexiona, pero lo hace de rodillas”, recordó asimismo que es importante “hacer teología ‘en’ la Iglesia, es decir ‘en’ el santo pueblo fiel de Dios, que tiene – dijo- con una palabra que no es teológica el ‘olfato de la fe’”.

12/29/17

El balance sobre la Iglesia del Papa ante la Curia romana

La importancia de los titulares en la información

Dudo que una imagen valga por mil palabras. Estoy bastante más seguro de la importancia de los titulares en la información, que tantas veces la ocultan o falsean: lo he pensado al leer en muy sesudos diarios la noticia de la felicitación navideña del papa Francisco a la Curia Romana el pasado 21 de diciembre: un inciso −una leve riña a los que no se portan bien− oscurecía un gran texto. Aparte de homilías y mensajes en esta época del año, existe cierta tradición de que el pontífice haga balance de la situación de la Iglesia al reunirse con sus más destacados colaboradores en vísperas de la Navidad. Como luego, a comienzos de año, resumirá la perspectiva vaticana sobre la situación del mundo delante de los diplomáticos acreditados ante la Santa Sede.
Sus votos iniciales, ante la gran “fiesta de la fe en los corazones que se convierten en un pesebre para recibirlo, en las almas que dejan que del tronco de su pobreza Dios haga germinar el brote de la esperanza, de la caridad y de la fe”, no podían ser más clásicos: “Que esta Navidad nos haga abrir los ojos y abandonar lo que es superfluo, lo falso, la malicia y lo engañoso, para ver lo que es esencial, lo verdadero, lo bueno y auténtico. Muchas felicidades, de verdad”.
En el discurso del año anterior, el papa hizo una espléndida síntesis del proyecto de reforma de la Curia: un tema de máxima entidad, probablemente de poco interés para el conjunto de los fieles. En cambio, ahora, manifestó sus reflexiones sobre “la Curia ad extra, es decir, sobre la relación de la Curia con las naciones, con las Iglesias particulares, con las Iglesias orientales, con el diálogo ecuménico, con el Judaísmo, con el Islam y las demás religiones, es decir, con el mundo exterior”. Buena parte de esos criterios son aplicables por todos, más allá de cualquier trabajo eclesiástico. Compensa leer el texto íntegro del discurso.
Las palabras introductorias sobre la Curia serían aplicables a toda la Jerarquía de la Iglesia: “es una institución antigua, compleja, venerable, compuesta de hombres que provienen de muy distintas culturas, lenguas y construcciones mentales y que, de una manera estructural y desde siempre, está ligada a la función primacial del Obispo de Roma en la Iglesia, esto es, al oficio «sacro» querido por el mismo Cristo Señor en bien del cuerpo de la Iglesia en su conjunto”.
Esa universalidad −catolicidad− es una de las notas clásicas: un cristiano no puede ser localista ni pueblerino, ni encerrarse en sí mismo. Tiene la responsabilidad del anuncio a todo el mundo de la Buena Noticia: “el Dios Emmanuel, que nace entre los hombres, que se hace hombre para mostrar a todos los hombres su entrañable cercanía, su amor sin límites y su deseo divino de que todos los hombres se salven y lleguen a gozar de la bienaventuranza celestial (cf. 1Tm 2,4); el Dios que hace salir su sol sobre buenos y malos (cf. Mt 5,45); el Dios que no ha venido para que le sirvan sino para servir (cf. Mt 20,28); el Dios que ha constituido a la Iglesia para que esté en el mundo, pero no del mundo, y para ser instrumento de salvación y de servicio”.
A los responsables de trabajos eclesiásticos se les habla de “actitud diaconal”, no muy distinta del espíritu de servicio que debe caracterizar al creyente. “La comunión con Pedro refuerza y da nuevo vigor a la comunión entre todos los miembros”. Ciertamente, si uno se deja llevar por intrigas o capillitas, se pierde la alegría del Evangelio. Más aún si se traiciona la confianza o se cae en ambición o vanagloria. No es el caso de la “inmensa mayoría de personas fieles que trabajan con admirable compromiso, fidelidad, competencia, dedicación y también con tanta santidad”.
En la Sala Clementina, el papa repasó grandes cuestiones: la diplomacia Vaticana al servicio de la Santa Sede como “un constructor de puentes, de paz y de diálogo entre las naciones”; el apoyo de la Curia a diócesis y eparquías: la compenetración entre lo universal y lo particular parece a Francisco “una de las más bellas experiencias de quien vive y trabaja en Roma”; con una especial atención a las Iglesias orientales y al diálogo ecuménico, así como con especial perspectiva del judaísmo, el islam y las demás religiones, con tres orientaciones fundamentales, enunciadas ya en El Cairo: “el deber de la identidad, porque no se puede entablar un diálogo real sobre la base de la ambigüedad o de sacrificar el bien para complacer al otro. La valentía de la alteridad, porque al que es diferente, cultural o religiosamente, no se le ve ni se le trata como a un enemigo, sino que se le acoge como a un compañero de ruta, con la genuina convicción de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos. La sinceridad de las intenciones, porque el diálogo, en cuanto expresión auténtica de lo humano, no es una estrategia para lograr segundas intenciones, sino el camino de la verdad, que merece ser recorrido pacientemente para transformar la competición en cooperación”.
Antes de concluir, el papa señaló que “la Navidad nos recuerda que una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe estar animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida. En realidad, una fe solamente intelectual o tibia es sólo una propuesta de fe que para llegar a realizarse tendría que implicar al corazón, al alma, al espíritu y a todo nuestro ser, cuando se deje que Dios nazca y renazca en el pesebre del corazón, cuando permitimos que la estrella de Belén nos guíe hacia el lugar donde yace el Hijo de Dios, no entre los reyes y el lujo, sino entre los pobres y los humildes”.

Ideología de género y visión cristiana

La fe cristiana, que no es ideología, proyecta luz sobre los acontecimientos, y recuerda que la diferencia (que no significa desigualdad) entre hombre y mujer proviene del designio creador de Dios
Continúa en muchos lugares, y se acentúa, la presión para introducir en la educación, en las costumbres y en los diversos ámbitos la que se suele denominar ideología de género. Si el segundo término de la expresión, el género, ha adquirido bajo este empuje usos lingüísticos nuevos y discutibles, el primero, la ideología, apunta a que el contenido de esta manera de pensar se inserta en la sucesión de los enfoques que en la época contemporánea han buscado minar, uno detrás de otro, el sentido trascendente de la vida humana.
La fe cristiana, que no es ideología, proyecta sin embargo luz sobre los acontecimientos, y recuerda que la diferencia (que no significa desigualdad) entre hombre y mujer proviene del designio creador de Dios. Por eso el Magisterio reciente, tanto del Papa Franciscocomo de los Papas anteriores, ha señalado las deficiencias de ese planteamiento, y en concreto sin limitarse al nivel de la discrepancia intelectual o teórica, sino respondiendo también a la pretensión de imponerlo en las distintas esferas de la vida social; sobre ese trasfondo se sitúa la repetida denuncia que hace Francisco de la ideología de género como una “colonización ideológica” que pretende “cambiar la mentalidad o estructura” de un pueblo.
En la práctica, y también en la intención de sus diseñadores, la ideología de género se convierte en presión, y la presión se traduce en imposición, por ejemplo cuando busca dominar la legislación, muy principalmente la educativa (entrando así en la conciencia de los menores, para influir desde la raíz) y convertir en obligatoria en todos los campos la observancia de sus principios. La batalla por el género ya se ha abierto decididamente en el terreno legislativo, en muchos países. Si en el terreno de las ideas apenas ha encontrado resistencia la ideología “colonizadora”, como señala un artículo sobre este tema que publica el presente número de la revista[1], es deseable que ahora asuman su responsabilidad los legisladores, políticos, profesores y formadores.
Es muy plausible la opinión según la cual no parece suficiente la conciencia que tenemos acerca de lo que está sucediendo y de la necesidad de actuar con prudencia y claridad. Y tampoco debe sorprender el rechazo que produce recordar la verdad del ser humano y desvelar lo ficticio de un género construido socialmente, y amparado por el clima de permisivismo y relativismo morales. En último término, como dice el autor del artículo, “la orientación abiertamente unilateral en sus enfoques impide el necesario diálogo”, como es natural y propio de toda ideología.

12/28/17

“Te veneramos María, por ser la Madre de Dios”

Antonio Rivero, L.C. 

Solemnidad de Santa María Madre de Dios 
 de enero - Ciclo B
Textos: Nm 6, 22-27; Gal 4, 4-7: Lc 2, 16-21


Idea principal: Hoy celebramos la solemnidad de Santa María, Madre de Dios y el día internacional de la paz.
Síntesis del mensaje: Fue el Papa Pablo VI quien trasladó al día 1 de enero la fiesta de la Maternidad divina de María, que antes caía el 11 de octubre. En efecto, antes de la reforma litúrgica realizada después del concilio Vaticano II, en el primer día del año se celebraba la memoria de la circuncisión de Jesús en el octavo día después de su nacimiento —como signo de sumisión a la ley, su inserción oficial en el pueblo elegido— y el domingo siguiente se celebraba la fiesta del nombre de Jesús.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, en este primer día del año ponemos a Santa María como intercesora, para que nos consiga la paz que necesitamos. Es el primer día del año y se lo dedicamos a Ella, a la Madre de Dios, a la Reina de la Paz, para que bendiga también todos nuestros esfuerzos y deseos de paz. La escena del Evangelio también nos trae sentimientos de paz. Volvemos a Belén, al pesebre, a contemplar “a María, a José, y al niño acostado en el pesebre”. Nos unimos a los pastores en este momento de adoración, contemplando esta escena, sintiéndonos parte de ella, como aquella gente sencilla que supo ver en aquel niño a todo un Dios que venía a nacer entre nosotros. También damos gloria a Dios, como los pastores, por haberle descubierto en nuestras vidas, por haber dejado que Dios nazca, un año más, en nuestros corazones. Ese niño llena nuestros corazones y nuestras vidas de paz, de su paz. “La paz os dejo, mi paz os doy”. Una paz verdadera y para siempre.
En segundo lugar, pedimos en este día que el Señor se fije en nosotros y nos conceda la paz. Es esta una oración que hacía todo buen israelita, y es una oración y un deseo que debemos hacer hoy nuestro todas las personas de buena voluntad. Queremos que el Señor conceda la paz, su paz, a todos nuestros familiares y amigos, y a todas las personas que quieran recibirla, al mundo entero. Hoy es la jornada mundial de la paz. ¡La paz de Dios! El salmo 84 nos dice que la justicia y la paz se abrazan, se besan. Queremos una paz que sea fruto de la justicia, no una paz impuesta violentamente por la fuerza de las armas o por la fuerza del dinero. No queremos la paz de personas que viven aplastadas por el poder político, o social, o económico. No queremos la paz de los cementerios. Queremos la paz de los cuerpos y de las almas, la paz material y la paz espiritual. Sabemos que esta paz de Dios no la podemos conseguir plenamente mientras vivamos en esta tierra, pero debemos aspirar cada día a acercarnos un poco más a ella. Tampoco la vamos a conseguir con nuestras solas fuerzas humanas, necesitamos la ayuda de Dios. Por eso, vamos a pedirle hoy a Dios que, por intercesión de su madre, Santa María, se fije en nosotros y nos conceda la paz. 
Finalmente, este es un día para dar gracias a Dios. Gracias por todo lo que hemos vivido en este año que terminamos, gracias por lo que viviremos en el año que comienza, gracias por todo lo nuevo que aparece en nuestra vida. Le pedimos a Dios que todos los buenos deseos que tenemos y que nos decimos en el Nuevo Año sepamos hacerlos realidad. Hacemos nuestro propósito de favorecer todo lo que ayude a que haya más felicidad para todos, amigos y desconocidos. Este es nuestro deseo: “Paz y bien para todos”.
Para reflexionar: ¿Cómo inicio el nuevo año: con esperanza y fe? ¿Con alegría y optimismo? ¿Dispuesto a generar la paz en mi familia y por donde vaya?
Para rezar: Porque Jesús, fue nacido de mujer, amamos y veneramos el nombre de esa mujer: María. Porque María, es espejo de la humanidad redimida, bendecimos y veneramos, en este Año Nuevo, a la nueva Eva, a Aquella que nos ha dado tanto el mejor regalo, Jesús.Para ser Madre de Dios y Madre nuestra, no dejó atrás su pobreza ni su sencillez, su obediencia y su ser maternal. ¡Bendecimos tu docilidad, María! Porque María, meditaba las cosas sagradas en lo más hondo de su corazón, bendecimos su memoria, su espíritu y su fe. ¡Bendita, Tú, María! Porque María, como el sol que amanece, ilumina los rincones más oscuros de nuestra casa.

Aprendamos a priorizar: ¿urgente o importante?

Estos días nos ofrecen una buena ocasión para hacer balance anual, también para que, a la vista del mismo, nos detengamos a reflexionar sobre nuestras prioridades vitales
La vida corre que vuela. Ya estamos llegando a fin de año… y al comienzo de otro.
Precisamente por eso, quiero regalarte un post práctico, sencillo. De cara a 2018. Útil para ti y para quienes te rodean; trabajen o estudien…
Solemos decir eso de “año nuevo, vida nueva”.

« Un buen momento

Estos días nos ofrecen una buena ocasión para hacer balance anual.
También para que, a la vista del mismo, nos detengamos a reflexionar sobre nuestras prioridades vitales.
Siempre cabe intentar reparar errores, rectificar rumbos, mejorar…
2018 nos ofrece la posibilidad de hacer eso que llamamos “borrón y cuenta nueva”.
Nos llega como una especie de folio en blanco, inmaculado, en el que nos va a tocar redactar… y queremos hacerlo bien. Con la mejor caligrafía y sin faltas de ortografía.
Es habitual iniciar el año cargados de buenos propósitos. Sabemos que, de alguna manera, empezamos a escribir un nuevo capítulo −y no hay tantos− en el libro de nuestra vida.
Hoy quisiera proponerte que hagamos, que hagas, un parón especial para plantearnos cuáles son nuestras prioridades vitalesLas de cada cual.
Que mires, que miremos, si estamos logrando eso que ahora se repite mucho:
Lo más importante es que lo más importante sea lo más importante.
A veces nos enredamos en asuntos menores, menudos, banales, si no contraproducentes. Cuestiones que nos distraen y nos roban el siempre limitado tiempo. Cosas que no merecen demasiado la pena. Y, así, no llevamos a cabo aquello que… aunque a veces cuesta esfuerzo, merece la alegría. La alegría, la satisfacción, de saber que hemos hecho lo que debíamos.
No sé −ni me concierne− cuáles son tus prioridades vitales.
Pero te invito a que veas este vídeo que te puede ser de utilidad. No para concretar las que hayas de marcarte (el profesor ofrece las suyas) sino para hacerte pensar y que veas lo relevante de la tarea de priorizar:                  https://youtu.be/Aw1lOieUVDs
Una vez que ya has establecido tus objetivos, toca gestionar el día a día.
Y para ello es esencial sacarle jugo a tu tiempo, que no es que sea oro: es vida.

« Enfócate

Por eso, en el marco de tus prioridades, has de establecer cada jornada la diferencia entre lo urgente y lo importante.
Te facilito la denominada matriz de Eisenhower, que nos enseña a ser más productivos y eficientes. Y aprovecho para comentarte que, si has hecho clic en lo destacado en negrita, tienes un buen post para aprender. O para recordar; y disfrutar.
Te subrayo, con Eisenhower, que lo que es importante rara vez es urgente; y lo que es urgente rara vez es importante.
Las tareas importantes, en palabras de Brett McKay, son las que contribuyen a nuestra visión, valores y objetivos.
Te dejo aquí un cuadro que te va hacer muy visual el planteamiento:
Eisenhower.png
  • Has de abordar de inmediato lo urgente e importante. Y actuar.
  • Lo importante pero no urgente requiere ser programado, planificado, para llevarlo a cabo una vez superado lo importante y urgente.
  • Las tareas urgentes pero no importantes puedes delegarlas en alguien (o acometerlas en tiempos residuales).
  • Piensa seriamente antes de gastar tu tiempo en llevar a cabo algo que no es ni importante ni urgente; valora si puedes darle un mejor uso a ese bien escaso que son las horas de tu día, las horas de tu vida.
Tus acciones (no lo olvides) son las que expresan tus prioridades: las reales (que, a veces, desmienten las teóricas). Recuerda que tus hechos hablan tan alto que pueden no dejar oír lo que dices.
Te aporto unas cuantas frases del interesante libro de Francisco Alcaide titulado Aprendiendo de los mejores:
  • Lo primero de todo: decide lo que quieres ser, hacer y tener.
  • Vivir es elegir y elegir es descartar.
  • El secreto de avanzar es comenzar.
  • Productividad no es hacer muchas cosas, sino eliminar todo lo que no tiene que hacerse.
  • El único fracaso es no intentar aquello que deseas.
  • Lo que realmente tiene mérito es continuar cuando no puedes más.
Como escribe Brian Tracy, una persona cualquiera que desarrolla el hábito de establecer claras prioridades y completar rápidamente tareas importantes superará a un genio que habla mucho y hace planes maravillosos, pero consigue hacer muy poco.
Lo habrás leído más de una vez: si te organizas bien, y realmente quieres hacer algo, verás que no existe la falta de tiempo que algunos aducen: existe falta de interés; porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día, el martes se vuelve sábado y un momento se vuelve una oportunidad.
La frase queda bien; pero… para mí, los martes siguen siendo martes, oye. Y nunca se me convierten en sábado. Más bien, todo lo contrario: a veces algún sábado se trueca en… día de labor. Para “júbilo” propio y de los míos… Tengo que mejorar…
Has visto en el vídeo las prioridades del profe. Tú puedes tener otras diferentes. Y yo. Como decía uno: disculpa si no cumplo tus expectativas. Mi prioridad es cumplir las mías.
Cada cual, las suyas… Así que me decía un amigo, bastante goloso: −Lo único que necesitamos es un chocolate que no engorde. Pero no. La NASA se empeña en saber si hay agua en Marte… Así nos va.

12/27/17

“Es Jesús quien da sentido a todo lo que celebramos”


El Papa en la Audiencia General



Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
Hoy quisiera detenerme con vosotros en el significado de la Navidad del Señor Jesús, que en estos días estamos viviendo con fe y con las celebraciones. La construcción del pesebre y, sobre todo, la liturgia, con sus Lecturas bíblicas y sus cantos tradicionales, nos han hecho revivir «el hoy» en que «ha nacido para nosotros el Salvador, el Cristo Señor» (Lc 2,11).
En nuestros tiempos, especialmente en Europa, asistimos a una especie de “desnaturalización” de la Navidad: en nombre de un falso respeto, que no es cristiano, que a menudo esconde la voluntad de marginar la fe, se elimina de la fiesta toda referencia al nacimiento de Jesús. Pero, en realidad, ¡ese acontecimiento es la única verdadera Navidad! Sin Jesús no hay Navidad; es otra fiesta, pero no la Navidad. Y si en el centro está Él, entonces también todo el entorno, es decir, las luces, los sonidos, las varias tradiciones locales, incluidas las comidas típicas, todo concurre a crear la atmósfera de la fiesta, pero con Jesús en el centro. Si le quitamos a Él, la luz se apaga y todo se vuelve postizo, aparente.
A través del anuncio de la Iglesia, nosotros, como los pastores del Evangelio (cfr. Lc 2,9), debemos buscar y encontrar la verdadera luz, la de Jesús que, hecho hombre como nosotros, se muestra de modo sorprendente: nace de una pobre muchacha desconocida, que lo da a luz en un establo, con la única ayuda de su marido... ¡El mundo no se da cuenta de nada, pero en el cielo, los ángeles que lo saben, exultan! Y es así como el Hijo de Dios se presenta también hoy a nosotros: como el don de Dios para la humanidad que está inmersa en la noche y en el torpor del sueño (cfr. Is 9,1). Y todavía hoy asistimos al hecho de que a menudo la humanidad prefiere la oscuridad, porque sabe que la luz desvelaría todas esas acciones y pensamientos que nos harían ruborizar o remorder la conciencia. Así, se prefiere permanecer en la oscuridad y no cambiar las propias costumbres equivocadas.
Nos podemos preguntar entonces qué significa acoger el don de Dios que es Jesús. Como Él mismo nos enseñó con su vida, significa convertirse diariamente en un don gratuito para los que se encuentran en su camino. Por eso en Navidad se intercambian regalos. El verdadero regalo para nosotros es Jesús y, como Él, queremos ser don para los demás. Y, si queremos ser don para los demás, intercambiamos regalos, como signo, como señal de esa actitud que nos enseña Jesús: Él, enviado del Padre, fue don para nosotros, y nosotros somos dones para los demás.
El apóstol Pablo nos ofrece una clave de lectura sintética, cuando escribe −es bonito este pasaje de Pablo−: «Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» (Tt 2,11-12). La gracia de Dios “ha aparecido” en Jesús, rostro de Dios, que la Virgen María dio a luz como todo niño de este mundo, pero que no vino “de la tierra”, vino “del Cielo”, desde Dios. De este modo, con la encarnación del Hijo, Dios nos ha abierto la vía de la vida nueva, fundada no en el egoísmo sino en el amor. El nacimiento de Jesús es el gesto de amor más grande de nuestro Padre del Cielo.
Y, finalmente, un último aspecto importante: en Navidad podemos ver cómo la historia humana, la movida por los poderosos de este mundo, es visitada por la historia de Dios. Y Dios involucra a los que, confinados a los márgenes de la sociedad, son los primeros destinatarios de su don, es decir −el don− la salvación traída por Jesús. Con los pequeños y despreciados Jesús establece una amistad que continúa en el tiempo y que nutre la esperanza por un futuro mejor. A estas personas, representadas por los pastores de Belén, «apareció una gran luz» (Lc 2,9-12). Eran marginados, estaban mal vistos, despreciados, y ellos son los primeros a los que se les aparece la gran noticia. Con estas personas, con los pequeños y despreciados, Jesús establece una amistad que sigue en el tiempo y que nutre la esperanza por un futuro mejor. A estas personas, representadas por los pastores de Belén, se les apareció una gran luz, que los condujo derechos a Jesús. Con ellos, en todo tiempo, Dios quiere construir un mundo nuevo, un mundo donde ya no haya personas rechazadas, maltratadas ni indigentes.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días abramos la mente y el corazón a acoger esta gracia. Jesús es el don de Dios para nosotros y, si lo acogemos, también nosotros podemos serlo para los demás −ser don de Dios para los demás−, en primer lugar para los que nunca han experimentado atención y ternura. Cuánta gente en su vida jamás ha experimentado una caricia, una atención de amor, un gesto de ternura... La Navidad nos empuja a hacerlo. Así Jesús viene a nacer una vez más en la vida de cada uno de nosotros y, a través de nosotros, sigue siendo don da salvación para los pequeños y excluidos.

Saludos

Me alegra dar la bienvenida a los peregrinos francófonos, en particular a los fieles de la diócesis de Séez, con su obispo, Mons. Jacques Habert, y a las familias de la diócesis de Cambrai. Queridos amigos, en este tiempo de Navidad, que Jesús pueda nacer también en vuestras vidas y, a través de vosotros, convertirse en don de salvación para los más pequeños y para los excluidos. Feliz Navidad y que Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los de Estados Unidos de América. A vosotros y a vuestras familias os deseo que protejáis la alegría de este tiempo de Navidad, encontrando en la oración al Príncipe de la Paz, que desea hacerse cercano a todos. Dios os bendiga.
Un saludo de corazón dirijo a los peregrinos de lengua alemana. El Misterio de la Navidad debe tener lugar también en cada uno de nosotros, como dijo el Peregrino Querúbico: «Ay, si pudiera tan sólo hacerse pesebre tu corazón, se haría Dios otra vez niño en esta tierra». Que el Señor nos acompañe a llevar su paz y su amor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. En estos días los animo a abrir la mente y el corazón para acoger a Jesús que es el don de Dios para nosotros, y si lo acogemos también nosotros podremos serlo para los demás, especialmente para los necesitados de atención y de ternura. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Queridos peregrinos de lengua portuguesa, os deseo a vosotros y a vuestras familias una Navidad verdaderamente cristiana, de tal modo que los deseos de «Felices Fiestas», que intercambiamos entre nosotros, sean expresión de la alegría que sentimos por saber que Dios está presente en medio de nosotros y camina con nosotros. A todos deseo un Feliz Año Nuevo, lleno de las bendiciones de Dios Niño.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua árabe, en ‎‎‎particular a los ‎provenientes ‎de Siria, Irak, Tierra Santa y Medio Oriente. El nacimiento de Jesús es el cumplimiento de las promesas divinas. Dios no ama con palabras, Su ‎amor no se limita al envío de profetas, mensajeros o testigos, sino que le lleva a abrazar nuestra debilidad y nuestra condición humana para devolvernos la dignidad filial perdida. La encarnación de Dios es la prueba cierta de la autenticidad de su ‎amor: quien ama de verdad se identifica con el amado. Que el Señor os bendiga y muchas felicidades de gloriosa Navidad y feliz año nuevo.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, en estos días abramos la mente y el corazón para recibir el don del amor de Dios que es Jesús, su Hijo nacido de la Virgen María. Si lo acogemos en la vida ordinaria, también nosotros podemos ser don para los demás. Agradezco mucho las felicitaciones navideñas que llegan de Polonia y de todo el mundo, y sobre todo las oraciones por mis intenciones. Os ruego que me recordéis siempre ante el Señor. Os bendigo de corazón.
Acojo con la alegría del ambiente navideño a los queridos peregrinos de lengua italiana. Saludo a los artistas y a los obreros del Golden Circus de Liana Orfei, y les agradezco su agradable exhibición. ¡El arte circense, como la belleza, siempre nos acerca a Dios! Y vosotros, con vuestro trabajo, con vuestro arte, acercáis a la gente a Dios. Gracias por lo que hacéis. Saludo a la Hermandad Santísima Annunziata en Panza d’Ischia en el 4° centenario de su fundación, al grupo del departamento de pediatría del Hospital de Padua y a los grupos parroquiales, particularmente a los fieles de Gromlongo de Palazzago, de Vignanello, de Aprilia, de Curno y de Catanzaro. En este Tiempo de Navidad tengamos ante los ojos el maravilloso misterio de Jesús, don de Dios para toda la humanidad. Sin Jesús, recordémoslo, no es Navidad, es otra cosa.
Con gusto saludo especialmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, sabed ser fuertes en la fe, mirando al divino Niño que, en el misterio de la Navidad, se ofrece como don a toda la humanidad. Queridos enfermos, deseo que descubráis, en la vívida luz de Belén, el sentido de vuestro sufrimiento. Y os animo a vosotros, recién casados, a mantener constantes, al construir vuestra familia, el amor y la entrega más allá de todo sacrificio.