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JOQUIVESA

Encontrado en la "red" (Mateo 13:47-50)

12/31/24

1 de enero: Santa María, Madre de Dios

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Evangelio (Lc 2,16-21)

Y fueron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño.

Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón.

Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno.

Comentario al Evangelio

Ser madre siempre es un plan de Dios. Pero ser la Madre de Dios estaba pensado solo para una mujer en la historia, María de Nazaret.

El evangelio de hoy nos revela algo sobre el misterio de la maternidad divina de María. No sabemos cómo Jesús fue concebido materialmente, como actuó el Espíritu Santo, pero sabemos cómo Jesús entendía lo que suponía ser su Madre: “Quien hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mc 3,35). Así el Hijo de Dios aclara que María es su Madre más por ser dócil al querer de Dios que por todas las tareas naturales de una madre.

Y ¿qué hace quien hace la voluntad de Dios? En los acontecimientos de la Navidad muchos oyen palabras divinas, como los pastores el anuncio de los ángeles o Zacarías la predicción de Gabriel, pero María hace algo más, ella “guarda todas estas cosas y las pondera en su corazón”. Se trata de una actitud que encontramos otras veces en María (cf. Lc 2,51).

Algunos artistas representan la escena de la anunciación como la Palabra de Dios que entra en el oído de María. Durante siglos en la antigüedad y la Edad Media tuvo especial difusión la creencia que la Virgen habría concebido a Jesucristo por el oído.

Esta actitud específica de nuestra Madre nos invita a renovar el deseo, al principio de un nuevo año, de acercarnos a la Palabra como algo que genera vida divina en nosotros y a nuestro alrededor. A veces será una frase de una lectura de la Misa, otras veces un salmo o un versículo del Evangelio leído antes de ir a la cama.

Una vez, a una mujer que escuchaba a Jesus le brotó del corazón una alabanza al vientre que le había llevado, pero el Maestro había replicado: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,28).

Si intentamos escuchar con atención lo que Dios nos dice y lo ponemos por obra, nos llenaremos de maravilla como los pastores y toda nuestra vida será para la gloria de Dios.

Fuente: opusdei.org

Publicado por JOQUIVESA en 12:03

Navidades silenciosas

Carmen Cordón

Dice el sacerdote y escritor Pablo D’Ors que disfrutar es sencillamente comulgar con la realidad. Si sales a comprar, compra; si vas a comer, come; si tienes una conversación, atiende; si es tomar un café, cierra los ojos y deléitate con su aroma. Disfrutar es entregarse a lo que se está

No sé si es falta de previsión o si es que en estas fechas sistemáticamente me absorbe un agujero de gusano espacio-temporal que acelera los acontecimientos, pero soy mártir recurrente de los recados de última hora en estas fechas de Navidad. Turistas despistados buscándose a sí mismos en pantallas taponando las aceras, adolescentes grabándose morritos y piruetas absurdas al son de una música que sólo ellas escuchan, repartidores frenéticos al teléfono sorteando velozmente baches por las aceras, pantallas brillantes de anuncios de ropa y perfumes… La ciudad parece tener prisa por decirlo todo, como si fuera consciente de que su sola posibilidad de conquistar al comprador resida en el aturdimiento y la vehemencia sin freno. Goya, Serrano, Gran Vía, tienen tanto color, brillan tan centelleantes, que hasta el ojo lagrimea al contemplarlas… Paseaba ayer cargada hasta el moño de paquetes relucientes y resbaladizos como suelos encerados, mi teléfono vibraba sin descanso y decidí buscar refugio en una cafetería para contestar sentada sin chirimbolos colgando. Fue entonces cuando los vi sentados frente a mi: eran un abuelo con sus dos nietos; él, discreto y elegante al estilo tradicional, los tenía hipnotizados frente a unos churros con chocolate, de hecho, los tres estaban en éxtasis. Disfrutaban a manos llenas completamente ajenos al mundo: olfateando el chocolate, rociando azúcar, zampando churros, lamiéndose los dedos, extrayendo cada instante con un empeño y una concentración que desafiaban el trajín imperante. Recordé mi infancia, la Navidad tiene una inquietante capacidad rememorativa, el sabor de los deliciosos churros de la cafetería Ceres en Zaragoza, las luces del Paseo Independencia...los primeros años de la vida de uno son el tramo de edad en que se celebra la creación del mundo, es ese tiempo sin tiempo, esa época que se recuerda más en las manos frías, el labio lleno de mocos, el calor de las mejillas, en los aromas y en los sabores. Es esa época de la vida en la que tu tú verdadero está totalmente presente en ese plato de churros, y nada más. Es el verdadero disfrute de la vida.

Dice el sacerdote y escritor Pablo D’Ors, al que sigo como una «groupie» en todos sus libros, escritos y entrevistas en la red, que disfrutar es sencillamente comulgar con la realidad. Si sales a comprar, compra; si vas a comer, come; si tienes una conversación, atiende; si es tomar un café, cierra los ojos y deléitate con su aroma. Disfrutar es entregarse a lo que se está. Vivimos acelerados: Acabamos rápido de fregar para llevar la niña al cole, corremos comprando regalos vacíos mientras felicitamos la Navidad reenviando un wasap; nos perdemos el presente y convertimos nuestra vida en una carrera de obstáculos. Nos negamos el disfrute en este mundo.

Me pregunté si el desconocido y misterioso tiempo de la vejez, al que me acerco sin remedio, consistirá en redescubrir precisamente eso: Andar paradójicamente sobrados de un tiempo menguante para dedicarlo al mero disfrute de lo que te rodea, contemplando a tus nietos cuando el mundo se abre por primera vez ante sus ojos y deleitándote de la mera comunión con la vida. Apagando el móvil para desafiar esa soledad colectiva en la que vivimos el resto de nosotros, tan acelerados, tan pendientes de zumbidos y mails sin apreciar el regalo de estar, de ser.

Ya fuese por la ingenua juventud de aquellos nietos o por la sabia longevidad del abuelo, allí me encontré con esos tres sabios merendadores de churros, coetáneos en tiempo pero de eras diferentes, amándose, cuidándose, saboreando con miradas cómplices las ocasiones que la vida les regalaba, demostrándonos cómo ellos eran más capaces que ninguno de nosotros de encauzarlos, de dirigirlos, de gozarlos. Yo y mi mundo de radiantes paquetes, frente a ellos, éramos una fauna absurda actuando al dictado de prisas y pantallas inoportunas, pasando por la vida sin tocarla.

Quietud, lentitud y plenitud, aconseja mi admirado escritor de biografía del silencio. Actuamos tan rápidamente que nuestra atención e intención están puestas en el después, nunca en el ahora y la clave de la felicidad es el ejercicio lento de lo cotidiano. Cualquier actividad realizada con lentitud, con atención, construye la vida interior porque si no nos miramos con atención no nos conocemos, si no nos conocemos no nos amamos (no puedes amar lo que no conoces) y si no nos amamos a nosotros mismos, tampoco podemos amar a los demás (porque nadie puede dar lo que no tiene) y si no amamos a los demás, apaga y vámonos porque en eso es exactamente en lo que consiste la vida. En la capacidad de amar y ser amado. Y si no nos enteramos de qué va la vida, mucho menos podremos vislumbrar el misterio que los creyentes llamamos Dios. Ésa es la esencia de lo que renovamos en estas fechas. Humildad, amor al prójimo, unidad familiar y esperanza ante la adversidad. Él está con nosotros, sólo hay que frenar y escuchar.

Fuente: eldebate.com 


Publicado por JOQUIVESA en 11:57

12/30/24

Comienza el Jubileo 2025: Una Iglesia de puertas abiertas y mirada esperanzada

María Candela Temes

El Papa Francisco ha dado inicio al Año Jubilar de la Esperanza con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, en una ceremonia que ha sido un resumen y la culminación de su pontificado

El día 24 a las siete de la tarde ─hora de Roma─ el Papa Francisco dio inicio a un nuevo Año Jubilar, con el rito de apertura de la puerta santa en el atrio de San Pedro.

Fue una ceremonia de gran belleza litúrgica y cargada de simbolismo, que precedió a la celebración de la Santa Misa de la Natividad del Señor en la Basílica vaticana.

El llamado Jubileo de la Esperanza que la Iglesia acaba de estrenar se extenderá hasta el 6 de enero de 2026.

Recuerdo del Jubileo del año 2000

En el atrio del imponente templo, frente a una puerta circundada de flores, el Papa ejecutó un rito que lleva 600 años celebrándose, desde que Martín V abriera por primera vez el portón de la basílica de San Juan de Letrán.

La memoria voló inevitablemente a lo ocurrido hace un cuarto de siglo, cuando Juan Pablo II cruzó la puerta de San Pedro envuelto en una brillante capa pluvial de colores, conmemorando los dos mil años de la redención.

El mismo gesto cansado y orante del Papa polaco en aquella noche lo vimos también en Francisco, que llevó un sencillo manto de color blanco e iba sentado en una silla de ruedas, debido a su delicado estado de salud.

Con 88 años recién cumplidos y más de una década de ministerio petrino, verle atravesar la puerta santa tuvo una especial fuerza expresiva, pues presenciamos una imagen que resumía el magisterio con el que lleva once años guiando a la Iglesia.

Ya en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, que es la carta programática de su pontificado, publicada en noviembre de 2013, hablaba de su deseo de “una Iglesia con las puertas abiertas”.

Otra frase, “en la Iglesia caben todos”, ha sido el leitmotiv de su predicación en los últimos meses, desde que lo repitiera con insistencia en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, en agosto de 2023. 

Los primeros en cruzar la puerta santa

Esta apertura y universalidad estuvieron presentes en toda la ceremonia. Tras el Papa, 54 fieles provenientes de los cinco continentes ─algunos de lugares como Egipto, Eritrea, Vietnam, Samoa o Papua Nueva Guinea─ entraron por la puerta santa.

En la Misa, la oración de los fieles arrancó con una petición en chino e incluyó, no por coincidencia, otra en árabe rogando por la paz.

Las ofrendas fueron llevadas por personas ataviadas con sus vestidos regionales: se podían distinguir trajes asiáticos, árabes y africanos, las plumas y la manta de una india americana, y el atuendo típico de los gauchos argentinos.

En otro momento, niños de varios países llevaron una ofrenda floral al Niño Dios.

Un pontificado de esperanza

La celebración de la Nochebuena fue el culmen de un pontificado que ha subrayado la centralidad de la misericordia en la vida de la Iglesia.

Vimos a un Papa recogido en oración, gastado, sostenido para atravesar una puerta que simboliza la reconciliación con Dios y sobre todo simboliza a Jesucristo, que se autoproclamó “la puerta de las ovejas”. 

Francisco personifica él mismo la esperanza que la Iglesia predica a sus hijos en este Año Santo. Sobre esta virtud teologal versó su homilía de la Misa: “Hermanos y hermanas, este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar”. En un mundo atravesado de guerras y dolor, el Papa venido del nuevo mundo nos deja como legado la esperanza.

Fuente: omnesmag.com


Publicado por JOQUIVESA en 11:53

Para que la paz sea posible

Juan Luis Selma


Acaba de comenzar el jubileo de la Esperanza, tengamos confianza, recorramos el nuevo año con un corazón renovado y pacificador

Quedan pocas horas para terminar el 2024, año rico en acontecimientos y, aunque nada comparable con los de la pandemia, ajetreado también. Muchos sueños se han quedado en el tintero, como el de la paz. ¿Es posible? ¿Me atrevo a volver a soñar? ¿Por dónde empezar?

Hoy es el día de la Sagrada Familia, tras la Navidad, dejamos el Portal de Belén y nos fijamos en el Hogar de Nazaret. Volvemos a día a día, a lo cotidiano y normal. Ya no hay grandes acontecimientos, viajes, ángeles y pastores asomándose. Herodes cebándose con los niños inocentes. Familiares cerrando las puertas a los suyos. Prisas para convertir un pobre y sucio estable en una maternidad medio decente. Reyes y magos con regalos. Incluso las estrellas retornan a la normalidad: el cielo de siempre, hermoso como siempre, si fijamos la mirada en él.

Todo vuelve a estar en nuestras manos, al menos así parece. Una humilde casa, un precioso niño y unos padres que se quieren y le quieren. El trabajo diario en el taller para José y las alegres y humildes tareas del hogar para María. El descanso del atardecer, las conversaciones con los vecinos. Los arrumacos al bebé. Un entorno de paz. Ahora y desde el hogar retorna la paz cantada y anunciada por los coros angélicos.

"Mirad cuál es el ambiente, donde Cristo nace. Todo allí nos insiste en esta entrega sin condiciones: José —una historia de duros sucesos, combinados con la alegría de ser el custodio de Jesús— pone en juego su honra, la serena continuidad de su trabajo, la tranquilidad del futuro; toda su existencia es una pronta disponibilidad para lo que Dios le pide. María se nos manifiesta como la esclava del Señor (Lc 1,38) que, con su fiat, transforma su entera existencia en una sumisión al designio divino de la salvación".

¿Y Jesús? Bastaría decir que nuestro Dios se nos muestra como un niño; el Creador de todas las cosas se nos presenta en los pañales de una pequeña criatura, para que no dudemos de que es verdadero Dios y verdadero Hombre (…). Hay que embeberse de esta lógica nueva, que ha inaugurado Dios bajando a la tierra. En Belén nadie se reserva nada. Allí no se oye hablar de mi honra, ni de mi tiempo, ni de mi trabajo, ni de mis ideas, ni de mis gustos, ni de mi dinero. Allí se coloca todo al servicio del grandioso juego de Dios con la humanidad, que es la Redención» Así describía san Josemaría el ambiente de ese hogar.

Para que la paz sea posible, no bastan las grandes conferencias, los encuentros entre los grandes del mundo. La paz nace de la suma de miles y miles de corazones pacíficos, pacificados y pacificadores. Por mucho fango y barro que haya, la suma de un voluntario tras otro, palada a palada, barrido y barrido, devuelve la esperanza a un pueblo devastado y abatido. Lo estamos viendo en el Levante. Necesitamos voluntarios de la paz, hombres y mujeres, maduros, niños y jóvenes constructores de la paz, de un mundo mejor.

Leemos en el Evangelio: “Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. Con Jesús podemos crecer, no solo en estatura, en fuerza y belleza física, sino en gracia. Cuidar nuestro interior, crecer en interioridad, reflexión, sabiduría. La paz nace en los corazones purificados, sanados, agradecidos. Veamos todo lo bueno, todo lo que recibimos. No seamos ciegos para el bien.

Copio esta noticia: “Catarroja vuelve a sonreír gracias a la historia de Carmen, una mujer de 91 años cuya vida dio un giro inesperado tras las devastadoras inundaciones provocadas por la dana. La tragedia dejó su hogar inhabitable, obligándola a depender de la bondad de familiares para tener un techo. Sin embargo, cuando parecía que el desastre había arrasado también con sus esperanzas, la solidaridad de un empresario local marcó la diferencia. Gustavo, conocido por su compromiso con la comunidad, movilizó un equipo de profesionales que en apenas cinco días reconstruyó la vivienda de Carmen, devolviéndole no solo un hogar, sino también la dignidad”. "¡Gracias, gracias, gracias!", repetía Carmen entre lágrimas, visiblemente conmovida”.

Si todos hacemos lo que está en nuestras manos, si nos ponemos a ayudarnos, a construir, en vez de criticar y “tirarnos los trastos a la cabeza”, cambiaremos el mundo. Acaba de comenzar el jubileo de la Esperanza, tengamos confianza, recorramos el nuevo año con un corazón renovado y pacificador. Primero pongamos paz y orden en nuestro interior, llamemos a las cosas por su nombre: soy egoísta, soberbio; proyecto sobre los demás mis defectos y pecados.

Voy a cambiar yo, el modo de ver las cosas, y así mejorarán los demás. Busquemos la paz y la reconciliación familiar perdonando y olvidando. Juntemos esfuerzos y caminemos junto a los que piensan de otro modo. Dejemos de ver contrincantes y enemigos por todas partes y veamos hermanos.

Fuente: eldiadecordoba.es

Publicado por JOQUIVESA en 11:50

12/29/24

La Sagrada Familia de Nazaret

 El Papa en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz domingo!

Hoy celebramos a l. El Evangelio narra cuando Jesús, de 12 años, al final de la peregrinación anual a Jerusalén, fue perdido por María y José, que lo encontraron más tarde en el Templo discutiendo con los doctores (cf. Lc 2,41-52). El evangelista Lucas revela el estado de ánimo de María, que pregunta a Jesús: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo, angustiados, te buscábamos» (v. 48). Jesús le responde: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (v. 49).

Es una experiencia casi habitual de una familia que alterna momentos tranquilos con otros dramáticos. Parece la historia de una crisis familiar, una crisis de nuestros días, de un adolescente difícil y de dos padres que no logran comprenderle. Detengámonos a observar a esta familia. ¿Saben por qué la Familia de Nazaret es un modelo? Porque es una familia que dialoga, que se escucha, que habla. ¡El diálogo es un elemento importante para una familia! Una familia que no se comunica no puede ser una familia feliz.

Es hermoso cuando una madre no empieza con un reproche, sino con una pregunta. María no acusa ni juzga, sino que intenta comprender cómo acoger a este Hijo tan diferente a través de la escucha. A pesar de este esfuerzo, el Evangelio dice que María y José «no entendieron lo que les decía» (v. 50), lo que demuestra que en la familia es más importante escuchar que entender. Escuchar es dar importancia al otro, reconocer su derecho a existir y a pensar por sí mismo. Los hijos necesitan esto. Piensenlo bien, ustedes los padres, escuchen, los hijos lo necesitan!

Un momento privilegiado para el diálogo y la escucha en la familia es el momento de la comida. Es bueno estar juntos a la mesa y hablar. Esto puede resolver muchos problemas y, sobre todo, une a las generaciones: los hijos hablando con sus padres, los nietos hablando con sus abuelos... Nunca permanecer encerrado en sí mismo o, peor aún, con la cabeza en el teléfono móvil. Esto no está bien…nunca, nunca esto. Hablar, escucharse, ¡este es el diálogo que hace bien y que hace crecer!

La familia de Jesús, María y José es santa. Sin embargo, hemos visto que ni siquiera los padres de Jesús comprendieron siempre. Podemos reflexionar sobre esto, y no nos sorprendamos si a veces nos sucede en la familia que no nos entendemos. Cuando nos ocurra, preguntémonos: ¿nos hemos escuchado? ¿Afrontamos los problemas escuchándonos unos a otros o nos encerramos en el mutismo, a veces el resentimiento, el orgullo? ¿Nos tomamos un poco de tiempo para dialogar? Lo que podemos aprender hoy de la Sagrada Familia es la escucha mutua.

Encomendémonos a la Virgen María y pidámosle el don de la escucha para nuestras familias.
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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Una cordial bienvenida a todos ustedes, romanos y peregrinos. Hoy dirijo un saludo especial a las familias aquí presentes y a las que están conectadas desde casa a través de los medios de comunicación. La familia es la célula de la sociedad, ¡la familia es un tesoro precioso que hay que apoyar y proteger!

Mis pensamientos están con las numerosas familias de Corea del Sur que hoy están de luto tras el dramático accidente aéreo. Me uno en la oración por los sobrevivientes y por los fallecidos.

Y recemos también por las familias que sufren a causa de las guerras: en la martirizada Ucrania, en Palestina, en Israel, en Myanmar, en Sudán, en Kivu del Norte, recemos por todas estas familias en guerra.

Saludo a los fieles de Pero-Cerchiate, al grupo del decanato de Varese, a los jóvenes de Cadoneghe y San Pietro in Cariano; a los chicos de confirmación de Clusone, Chiuduno, Adrara San Martino y Almenno San Bartolomeo; a los scouts de Latina, Vasto y Soviore. ¡Y saludo a los chicos de la Inmaculada!

Les deseo a todos un feliz domingo y un feliz fin de año en serenidad. Por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Fuente: opusdei.org


Publicado por JOQUIVESA en 21:11

12/28/24

La Sagrada Familia: Jesús, María y José (Ciclo C)

Evangelio (Lc 2, 41-52)

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.

Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.

Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.

Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.

Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Comentario al Evangelio

Hoy celebramos en la Iglesia la fiesta de la Sagrada Familia. Qué maravilla que Dios haya querido encarnarse en una familia.

Jesús nos enseñó que Dios es familia. No es que sea como una familia, sino que Dios es una familia en sí mismo. Son las familias en la tierra las que imitan el modo de ser de Dios. Dios es uno y es trino. Dios Padre engendra al Hijo. Y fruto de este Amor entre el Padre y el Hijo, surge el Espíritu Santo. Este es el misterio de la Santísima Trinidad, revelado por Cristo a los hombres. Por tanto, en Dios está la paternidad, la filiación y el amor incondicional. Todos los elementos de una familia.

Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. No es casualidad que Dios haya querido darnos una naturaleza humana, y que seamos semejantes a Él. No es casualidad que el hombre necesite una familia.

Chesterton decía que, cuando ingresamos en una familia, entramos en un mundo incalculable, que no hicimos nosotros, un auténtico cuento de hadas donde la aventura suprema es nacer. La familia es el lugar en el que eres amado sólo por el hecho de formar parte de ella, no depende ni de lo que haces, ni de lo que produces ni de una determinada cualidad. Los padres quieren a los hijos por el hecho de ser sus hijos. Una madre o un padre hacen lo que sea por sus hijos, son amados incondicionalmente.

Y si esto es verdad para cada familia, cuánto más lo es para la Sagrada Familia de Nazaret. Meditemos un momento sobre cómo es la familia de Jesús.

Miremos la docilidad de María a los planes de Dios. El Espíritu Santo le pide que se convierta en la Madre del Mesías, y cuando es llamada por Dios para esta misión, no duda en proclamarse su "sierva". El Papa Francisco señaló en una audiencia que Jesús exalta la grandeza de Su madre, y lo hace “no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a Dios” María siempre se pone a disposición de Dios, siempre reza, reflexiona y da gloria a Dios.

También José destaca por su obediencia a los planes de Dios. Es sorprendente que José no dice ni una palabra en el Evangelio. En cambio, no para de hacer aquello que le pide Dios. Se fía totalmente de Dios. No habla, sino que actúa poniendo a salvo a su familia. Tuvieron que exiliar a un país extranjero, abandonar su propia tierra.

¿Y qué decir de la obediencia de Jesús? “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió” (Jn 4, 34) O en el huerto de los olivos "Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, que se cumpla tu voluntad" (Mt 26,42). Jesús es el ejemplo de una vida entregada por Amor, de una obediencia absoluta a los planes de Dios.

La Sagrada Familia de Nazaret representa “una respuesta coral a la voluntad del Padre”, dice el Papa Francisco. Y esta es una de las grandes enseñanzas de este Evangelio: la felicidad del hombre viene de cumplir la voluntad de Dios. No viene de hacer un plan propio, por muy grande que sea. Dios tiene planes mucho más grandes. Nos enseña que cumpliendo esos planes, podemos ser completamente felices. Y eso, a pesar de las dificultades. Cada día se nos presenta la oportunidad de cumplir los planes de Dios para nuestra vida.

Hoy es un buen día para rezar por nuestra familia y por todas las familias que padecen sufrimientos, dificultades o persecución. Imploramos la protección divina. No se trata de no sufrir o no tener dificultades en esta vida, sino aceptar la voluntad de Dios para nosotros y para nuestra familia. El ejemplo de la docilidad de la Sagrada Familia de Nazaret nos ayudará en esta tarea.

Fuente: opusdei.org

Publicado por JOQUIVESA en 12:37

San Juan apóstol y evangelista

Evangelio (Jn 20, 1a. 2-8)

El día siguiente al sábado, María Magdalena echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo:

- Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.

Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto a los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó.

Comentario al Evangelio

La liturgia celebra hoy la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista, hijo de Zebedeo. Según la tradición, Juan es el “discípulo amado” que se recostó sobre el pecho del Maestro en la última cena (Jn 13,25), acompañó a Jesús en el suplicio de la Cruz junto a María (Jn 19, 26-27), fue testigo del sepulcro vacío y posteriormente de la Presencia del Resucitado (Jn 20, 2; 21, 7).

En la escena del evangelio de hoy vemos a María Magdalena, Pedro y Juan en torno al sepulcro vacío. Esta escena es de suma importancia porque está en juego la verdadera dimensión del mensaje de Jesús, que Juan supo transmitir con tanta fuerza. Sólo si el amor de Jesús era más fuerte que la fatídica muerte, valdría la pena arriesgarlo todo por el Maestro. Sin esta victoria, sus palabras quedarían en meras promesas que se perderían con el correr del tiempo.

Es quizá, gracias al amor real y concreto que Juan recibió estando cerca del Maestro, que lo ayudaron a mantenerse expectante y como en guardia después de los sucesos de la pasión y muerte de Jesús. Había algo de auténtico e inmortal en el amor de Jesús, que hacía presentir que la historia del Maestro no podía terminar en tinieblas.

Estos y otros numerosos recuerdos de Jesús se agolparían en su mente al escuchar las noticias de María Magdalena, sobre la tumba vacía. La emoción lo hace correr más velozmente que Pedro, aunque al llegar lo espera en señal de respeto hacia el jefe de los apóstoles. Al asomarse no encuentra a Jesús pero ve los lienzos plegados, que le recuerdan vivamente que el misterio del resucitado es también el del crucificado.

Y aunque los lienzos no ofrecían una certeza absoluta, Juan contaba en su corazón con la claridad que sólo el amor puede otorgar. Viendo aquello supo en su interior que las palabras que escuchó tan atentamente de los labios del Maestro no eran sino verdades. Jesús había resucitado y ahora quedaba esperar a poder verlo y escucharlo nuevamente.

Existe un antiguo himno, que se reza en la liturgia de las horas, compuesto en honor al evangelista, que puede servirnos para terminar este comentario. El texto nos recuerda que en el discípulo amado tenemos un modelo para que todos imitemos, ya que todos estamos llamados a esa relación de amor con el Señor resucitado.

Tú que revelaste a Juan
tus altísimos decretos
y los íntimos secretos
de hechos que sucederán,
haz que yo logre entender
cuánto Juan ha contado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Tú que en la cena le abriste
la puerta del corazón,
y en la transfiguración
junto a ti lo condujiste,
permíteme penetrar
en tu misterio sagrado.
Déjame, Señor, posar
mi cabeza en tu costado.

Tú que en el monte Calvario
entre tus manos dejaste
el más santo relicario:
la carne donde habitaste;
tú que le dejaste ser
el hijo bien adoptado.
Déjame, Señor, poner
mi cabeza en tu costado.

Y tú, Juan, que a tanto amor
con amor correspondiste
y la vida entera diste
por tu Dios y tu Señor,
enséñame a caminar
por donde tú has caminado.
Enséñame a colocar
la cabeza en su costado. Amen.

Fuente: opusdei.org

Publicado por JOQUIVESA en 12:34

12/27/24

¿Quién quiso asesinar a la Navidad? Tres intentos fallidos y tres resurrecciones gloriosas

Jorge Soley

Siempre encontró en su defensa grandes valedores: escritores, reyes, pueblo llano…

Afortunadamente aún no es muy frecuente en nuestro país, pero ya no es imposible cruzarse con alguien malhumorado que proclama que la Navidad es horrorosa, deprimente, un periodo del año a evitar en lo posible. Pero antes de la aparición de estos malajes, antes incluso de los “Scrooge” que reducen la Navidad a meras “paparruchas”, hubo un gobierno que se atrevió a prohibir la Navidad.

El ataque de los «Cabezas redondas»

Si la celebración de la Navidad ha tenido altibajos a lo largo de la historia, sin duda la Inglaterra de mediados del siglo XVII tocó fondo. ¿Los responsables? Los puritanos inspirados en las ideas de Calvino y liderados por Oliver Cromwell. Para aquellos puritanos los doce días de festividades navideñas eran un despilfarro inaceptable y, sobre todo, un lamentable residuo de papismo para el que no había suficiente base bíblica: el calendario litúrgico medieval era considerado demasiado católico y una distracción respecto de lo único importante, la «sola Biblia».

Fue en 1647 cuando el Parlamento, controlado Cromwell y sus seguidores, los llamados “Roundheads”, en plena guerra civil contra el rey Carlos I, decretó la prohibición de lo que ellos llamaban el “Día del Jolgorio de los Paganos”, es decir, de la Navidad. Se decretó que las tiendas debían permanecer abiertas durante esos días y se prohibió también la asistencia a celebraciones religiosas vinculadas a la Navidad, la exhibición de decoraciones navideñas, las fiestas, los villancicos, el intercambio de regalos, el consumo de alcohol e incluso la fabricación de los tradicionales mince pies, un dulce típico de la Navidad británica a base de hojaldre relleno de frutas, pasas, almendras, especias y licor. De hecho, en el decreto se podía leer que: “habiéndose juzgado la celebración de la Navidad un Sacrilegio, el intercambio de regalos y felicitaciones, el vestir con ropas bonitas, las fiestas y otras prácticas satánicas similares quedan prohibidas”. Para dar ejemplo, el propio Parlamento celebró sesión en el mismo día de Navidad desde el año 1644 hasta 1656.

Asegurar el cumplimiento de estas medidas no fue tarea fácil. Se produjeron disturbios y enfrentamientos en muchas ciudades, especialmente sonados en Canterbury y en todo el condado de Kent. Incluso en el propio Westminster, en la iglesia de Santa Margarita, varias personas fueron arrestadas al participar en una celebración y el alcalde de Londres fue agredido mientras intentaba arrancar adornos navideños. Pero donde la situación tomó tintes de mayor dramatismo fue en Norwich: en los disturbios que enfrentaron a vecinos con hombres armados que querían hacer cumplir la ley, explotó el almacén de municiones de la ciudad causando la muerte de al menos 40 personas. Pero a pesar de todos los enfrentamientos, lo cierto es que durante 13 años en Inglaterra no se pudo entonar un villancico, colocar una guirnalda o preparar un copioso festín para celebrar el nacimiento del Niño Jesús. Una prohibición que se mantuvo hasta dos años después del fallecimiento de Cromwell, cuando en 1660, nada más asumir el poder, el rey Carlos II reinstauró la celebración de la Navidad en todo su esplendor.

Cuando Dickens desbarató la ofensiva de la Revolución Industrial

Dos siglos después tuvo lugar un nuevo ataque contra la Navidad, esta vez en el contexto de la Revolución Industrial, aunque recuperando alguno de los argumentos de los puritanos, como que dejar de trabajar con ocasión de la Navidad era un despilfarro inadmisible en el siglo de la productividad. Pero en esta ocasión la Navidad tuvo un paladín que la defendió con una obra cuya popularidad se ha mantenido hasta nuestros días: nos referimos a Charles Dickens y su Cuento de Navidad.

Dickens era muy consciente de que la Navidad estaba desapareciendo en su país a causa del impacto social de la industrialización. Miles de personas abandonaban sus pueblos para ir a trabajar a las grandes ciudades fabriles, abandonando también sus tradiciones por el camino. En muchas fábricas eran reacios a dar días festivos, y aún menos retribuidos, mientras que las largas jornadas, los salarios bajos y las míseras condiciones de vida de quienes estaban engrosando las filas de lo que se llamaría “proletariado” hacían que la celebración de la Navidad fuera quedando arrinconada. Un viaje de Dickens a Manchester en octubre de 1843, donde contempló de primera mano las condiciones de vida de las familias obreras (algunas, quizás, empleadas en durísimas condiciones por Ermer & Engels, la fábrica copropiedad de la familia de Engels de la que vivieron tan ricamente Carlos Marx y el propio Federico Engels, los firmantes del Manifiesto Comunista), le decidió a escribir un relato que iba a rescatar y dar nuevo vigor a la Navidad.

El Cuento de Navidad fue publicado el 19 de diciembre de 1843 y los 6.000 ejemplares de la primera edición se vendieron en solo cuatro días. Hubo reimpresiones varias, se hicieron versiones dramáticas y el mismo Dickens realizó lecturas públicas de la obra ante aforos repletos. Pronto llegarían las traducciones y el efecto Cuento de Navidad se extendió por Europa y América en lo que fue una auténtica fiebre navideña. Una moda, si se quiere, que volvió a situar la Navidad como una fiesta principal en el calendario y que la asoció definitivamente a las reuniones familiares, con buena comida y villancicos, y a la generosidad hacia los pobres. Dickens no inventó nada de esto, pero sí lo recuperó y popularizó.

¿A qué se debe el inmenso éxito de esta obra? Probablemente a que en el nuevo y a menudo desalmado mundo de la primera Revolución industrial eran muchos quienes anhelaban recuperar algo de humanidad. Además, Dickens lo bordó, con un relato que combina suspense, fantasmas, humor y buenos sentimientos y unos personajes creíbles e inolvidables. Un relato que expone también algunas ideas brillantes. Como que lo que les ocurre a los demás también es responsabilidad nuestra: cuando Scrooge le dice al fantasma de su antiguo socio, Jacob Marley, que mientras había estado con vida había sido un buen hombre de negocios, éste le responde: “¡Negocios!, la humanidad era mi negocio. El bienestar común era mi negocio; la caridad, la misericordia, la tolerancia y la benevolencia eran, todas, mi negocio. Los negocios de mi comercio no eran más que una gota de agua en el amplio océano de mi negocio”.

O como el proceso de conversión del propio Scrooge, que nos muestra primero el camino por el que se convirtió en el ser egoísta que ha llegado a ser al inicio del relato, alguien que prefiere la seguridad del dinero al más arriesgado amor de su novia, transformando su corazón en un témpano de hielo. Es interesante notar que Dickens, más allá de los accidentes de la vida de Scrooge, responsabiliza de su corrupción a esa ideología que considera que no hay que apiadarse de los pobres porque se lo tienen merecido. Por eso nos pone ante una escena, al inicio de la obra, en la que dos caballeros le piden una aportación para obras caritativas: Scrooge responde con cajas destempladas sugiriendo que los pobres lo mejor que pueden hacer es morirse, “reduciendo así la sobrepoblación”.

Una expresión que se pudo escuchar en público y en la vida real un par de años después de la publicación de la obra de Dickens, cuando en 1845 se desató la Gran Hambruna en Irlanda en la que murió alrededor de un millón de personas y otro millón hubo de emigrar. Puro maltusianismo, vigente aún hoy en día en muchos ambientes, que no es más que una excusa para justificar la codicia y falta de compasión hacia los pobres. Eso sí, la transformación de Scrooge al final de la obra es total… pero imposible sin la intervención de lo sobrenatural, una gracia que le ha hecho enfrentarse a la verdad sin remilgos y le ha cambiado hasta el punto de hacerlo irreconocible.

Chesterton, paladín de la Navidad

Vayamos ahora hasta el día de Navidad de 1931. Dickens había pasado de moda y el ateísmo “científico” era el último grito. La Navidad había pasado a ser algo propio de mentes infantiles, supersticiosas, poco sofisticadas. La gente a la última despreciaba las viejas historias de abuelas sobre un niño nacido en Belén y Dickens era considerado un trasnochado sentimental. Pero aquel día, miles de hogares en Estados Unidos sintonizaron la radio y oyeron estas palabras: “Me han pedido que les hable durante un cuarto de hora sobre Dickens y la Navidad”. ¿Quién podía ser el responsable de algo tan provocador y en apariencia demodé?

‘El espíritu de la Navidad’ recoge la forma en la que Chesterton entendía el misterio del nacimiento del Niño Dios

Un entusiasta de ambos: el gran Gilbert Keith Chesterton quien, tras los pasados embates del puritanismo y el utilitarismo, defendió con su voz y con su pluma a la Navidad de las arremetidas del ateísmo del siglo XX, ese que nos promete placeres sin fin en una vida definitivamente liberada de toda atadura religiosa. No es casualidad que Chesterton fuera también responsable de la renovada popularidad de Dickens, causante de que se reeditaran libros que llevaban años agotados: ambos gigantes de la literatura compartían una visión del hombre y de la vida con muchos puntos en común.

En su breve charla radiofónica Chesterton defendió que la Navidad es insustituible. Ninguna nueva religión, incluyendo las políticas, ha creado una nueva fiesta no ya que se le parezca, sino que le llegue a la suela de los zapatos. Ninguna nueva filosofía ha sido lo suficientemente popular como para crear una fiesta tan popular. Aquellos que se supone que viven en búsqueda del último placer, en realidad son gente profundamente triste, infeliz. Algunos les acusan de ser paganos, Chesterton responde que eso es injusto… para los paganos.

“Los dioses y poetas paganos del pasado ─afirma Chesterton─ nunca fueron tan ordinarios, de décima división, como las ofertas rápidas y los que se las dan de inteligentes del presente. Venus nunca fue tan vulgar como lo que ahora llaman Sex Appeal. Cupido nunca fue tan burdo y ordinario como una novela realista moderna. Los antiguos paganos eran imaginativos y creativos; hacían cosas y construían cosas. De alguna manera ese hábito desapareció del mundo... Los paganos modernos son simplemente ateos que no adoran nada y por lo tanto no crean nada. No podrían, por ejemplo, ni siquiera hacer un sustituto del Día de Acción de Gracias. Porque la mitad de ellos son pesimistas que dicen no tener nada que agradecer, y la otra mitad son ateos que no tienen a nadie a quien agradecer”.

Frente a esta fría tristeza, Chesterton lee con fervor a Dickens porque escribe sobre la felicidad, porque incluso “Dickens sigue siendo el único hombre que exagera la felicidad”. Algo inaudito en una literatura moderna cuyos autores de más fama “si algo exageran, es la desesperación, el espíritu de la muerte”. Frente a este espíritu, el Niño Jesús lleva consigo precisamente “esa misteriosa revelación que trajo la alegría al mundo”.

Es ésta una idea muy nuclear en Chesterton, que ya se encuentra en el artículo que publicó en The Illustrated London News el 9 de enero de 1909 (recogido en la recopilación de artículos recientemente publicada bajo el título La amenaza de los peluqueros) y que le hace escribir que “El mundo moderno tendrá que encajar con la Navidad o morir”.

Este artículo se publicó originalmente en el primer número de La Antorcha, la nueva revista gratuita impulsada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) para ofrecer una mirada cristiana para iluminar la realidad.

Por ello puede escribir en El hombre eterno (recogido en ese tesoro de citas chestertonianas que es Un buen puñado de ideas) que “cualquier agnóstico o ateo que haya conocido de niño una auténtica Navidad tendrá después y para siempre, le guste o no, una asociación en su mente que la mayoría de la humanidad debe considerar como remota: la idea de un recién nacido y la idea de una fuerza desconocida que sostiene las estrellas”. Lo más poderoso y lo más frágil y vulnerable, algo que concebimos de manera natural como polos opuestos, es en Navidad lo mismo. Una vez expuestos a esta idea, ya nunca miraremos igual, ni a los potentados, ni a los miserables. El pasmo, la admiración, se repetirán por generaciones: “Un sinfín de leyendas y literatura, que aumenta y no terminará nunca, ha repetido y repite variaciones sobre esa única paradoja: que las manos que habían hecho el sol y las estrellas eran demasiado pequeñas para alcanzar las enormes cabezas del buey y la mula”.

La Navidad pervive contra cualquier intento de hacerla desaparecer porque es el milagro sobre el que se fundan nuestras vidas. Frente a puritanos, utilitaristas, ateos y lo que esté por venir, siempre aparecerán adalides como Dickens o Chesterton para clamar que está más viva que cualquier moda aparentemente incontenible. Como explicaba Chesterton en un pasaje que sigue resonando en nuestro tiempo, “si un hombre quiere adorar a la Fuerza Vital por el mero hecho de que es una Fuerza, puede adorarla muy naturalmente en la batería eléctrica. Estoy tentado de decir que le servirá de algo si finalmente adora a la fuerza vital en la silla eléctrica. Pero si quiere adorar la vida porque está viva, no encontrará nada en la historia tan vivo como esa pequeña vida que comenzó en la gruta de Belén y que ahora vive, visiblemente, para siempre”.

Fuente: religionenlibertad.com

Este artículo se publicó originalmente en el primer número de La Antorcha, la nueva revista gratuita impulsada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) para ofrecer una mirada cristiana para iluminar la realidad.


Publicado por JOQUIVESA en 13:07

12/26/24

Devuélveme la Navidad que me la has “quitao”

Paloma López Campos

Ojalá no nos quiten la Navidad. Ojalá no nos acomodemos entre decoraciones y regalos, sino que aprovechemos las pistas. Lo importante no es la estrella, sino el lugar que señala

El Grinch no existe, pero igualmente parece que nos están intentando robar la Navidad. Basta con mirar alrededor estos días para darse cuenta de ello. Hay luces maravillosas iluminando nuestras ciudades: bolitas de árbol de Navidad, renos, regalos envueltos… ¿No falta algo?

Paseando por un centro comercial uno se queda impresionado con los miles de detalles que se despliegan por los pasillos. Los tonos rojizos, dorados y verdes están ahora de moda. Si vas caminando demasiado rápido, tal vez te choques con el Papá Noel inflable que han colocado en medio del centro comercial para que los niños se hagan fotos con él. ¿No falta algo?

Entra en un supermercado y disfruta pensando en todos esos turrones, polvorones y roscones que te vas a tomar en los próximos días. En Navidad los placeres de la comida no son culpables, pero… ¿no falta algo?

Parece que, como en esa típica película navideña, hemos olvidado el auténtico sentido de estas celebraciones. Es época de reunirse con la familia, de ir a ver a tu hijo cantando el “Burrito Sabanero” en el recital del colegio, de decorar la casa y pensar en los regalos que puedan gustar a tus seres queridos. Ahora bien, ¿por qué?

Y es importante subrayar que no estoy criticando todas estas cosas. Pienso que pueden ser muy buenas, siempre que nos demos cuenta de que son solo pistas, luces que nos señalan lo realmente importante. Podríamos incluso pensar que son como aquella estrella que hace años marcó el camino a unos sabios de Oriente. Y si seguimos esa estela, nosotros también nos encontraremos con ese pesebre en el que hay un Niño recién nacido.

Es cierto que hemos rodeado la Navidad de cosas ajenas a su sentido original: el “Black Friday”, las rebajas, las comidas de empresa… Y, si no tenemos cuidado, esas luces tan bonitas de las ciudades nos pueden cegar. Pero como Dios sabe aprovechar todo, pienso que hasta esto puede ser una oportunidad para despertarnos.

Ojalá no nos quiten la Navidad. Ojalá no nos acomodemos entre decoraciones y regalos, sino que aprovechemos las pistas. Lo importante no es la estrella, sino el lugar que señala.

Ojalá tengamos la valentía de poner el Belén, de sacar al Niño Jesús a las balconeras, de recordar el sentido de la Navidad. Miremos a ese Niño que viene al mundo por nosotros. En esa noche de paz, demos un poco de guerra al Grinch.

Fuente: omnesmag.com


Publicado por JOQUIVESA en 9:56

12/25/24

MENSAJE URBI ET ORBI


Del Papa en la Navidad 2024


Queridos hermanas y hermanos: ¡Feliz Navidad!

Anoche se ha renovado el misterio que no cesa de asombrarnos y conmovernos: la Virgen María dio a luz a Jesús, el Hijo de Dios, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre. Así lo encontraron los pastores de Belén, llenos de alegría, mientras los ángeles cantaban: “Gloria a Dios y paz a los hombres” (cf. Lc 2,6-14). Paz a los hombres.

Sí, este acontecimiento, ocurrido hace más de dos mil años, se renueva por obra del Espíritu Santo, el mismo Espíritu de amor y de vida que fecundó el seno de María y de su carne humana formó a Jesús. Y así hoy, en los afanes de nuestro tiempo, realmente se encarna de nuevo la Palabra eterna de salvación, que dice a cada hombre y a cada mujer; que dice al mundo entero —este es el mensaje—: Yo te amo, yo te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta para ti.

Hermanas y hermanos, la puerta del corazón de Dios está siempre abierta, regresemos a Él. Volvamos al corazón que nos ama y nos perdona. Dejémonos perdonar por Él, dejémonos reconciliar con Él. Dios perdona siempre, Dios perdona todo. Dejémonos perdonar por Él.

Este es el significado de la Puerta Santa del Jubileo, que ayer por la noche abrí aquí en San Pedro: representa a Jesús, Puerta de salvación abierta a todos. Jesús es la Puerta; es la Puerta que el Padre misericordioso ha abierto en medio del mundo, en medio de la historia, para que todos podamos volver a Él. Todos somos como ovejas perdidas y tenemos necesidad de un Pastor y de una Puerta para regresar a la casa del Padre. Jesús es el Pastor, Jesús es la Puerta.

Hermanas y hermanos, no tengan miedo. La Puerta está abierta, la puerta está abierta de par en par. No es necesario tocar a la puerta. Está abierta. Vengan, dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos. La misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, abate todo muro que divide, la misericordia de Dios disipa el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la paz.

Con frecuencia nos detenemos en el umbral; no tenemos el valor para atravesarlo, porque nos interpela. Entrar por la Puerta requiere el sacrificio de dar un paso adelante, de dejar atrás contiendas y divisiones, para abandonarnos en los brazos abiertos del Niño que es el Príncipe de la paz. En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones.

Que callen las armas en la martirizada Ucrania. Que se tenga la audacia de abrir la puerta a las negociaciones y a los gestos de diálogo y de encuentro, para llegar a una paz justa y duradera.

Que callen las armas en Oriente Medio. Con los ojos fijos en la cuna de Belén, dirijo mi pensamiento a las comunidades cristianas de Palestina e Israel, y en particular a la comunidad de Gaza, donde la situación humanitaria es gravísima. Que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se ayude a la población extenuada por el hambre y la guerra. Llevo en el corazón también a la comunidad cristiana del Líbano, sobre todo del sur, y a la de Siria, en este momento tan delicado. Que se abran las puertas del diálogo y de la paz en toda la región, lacerada por el conflicto. Y quiero recordar aquí también al pueblo libio, animándolo a buscar soluciones que permitan la reconciliación nacional.

Que el nacimiento del Salvador traiga un tiempo de esperanza a las familias de miles de niños que están muriendo a causa de la epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo, así como a las poblaciones del oriente de ese país y a las de Burkina Faso, de Malí, de Níger y de Mozambique. La crisis humanitaria que las golpea está causada principalmente por conflictos armados y por la plaga del terrorismo y se agrava por los efectos devastadores del cambio climático, que provoca la pérdida de vidas humanas y el desplazamiento de millones de personas. Pienso también en las poblaciones de los países del Cuerno de África para los que imploro los dones de la paz, la concordia y la fraternidad. Que el Hijo del Altísimo sostenga el compromiso de la comunidad internacional para favorecer el acceso de la población civil de Sudán a las ayudas humanitarias y poner en marcha nuevas negociaciones con el propósito de un alto el fuego.

Que el anuncio de la Navidad traiga consuelo a los habitantes de Myanmar, que, a causa de los continuos enfrentamientos armados, padecen grandes sufrimientos y son obligados a huir de sus casas.

Que el Niño Jesús inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad del continente americano, con el fin de encontrar lo antes posible soluciones eficaces en la verdad y la justicia, para promover la armonía social, en particular pienso en Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua, y se trabaje, especialmente durante este Año jubilar, para edificar el bien común y redescubrir la dignidad de cada persona, superando las divisiones políticas.

Que el Jubileo sea ocasión para derribar todos los muros de separación: los ideológicos, que tantas veces marcan la vida política, y también los materiales, como la división que afecta desde hace ya cincuenta años a la isla de Chipre y que ha lacerado el tejido humano y social. Hago votos para que se pueda alcanzar una solución compartida, una solución que ponga fin a la división respetando plenamente los derechos y la dignidad de todas las comunidades chipriotas.

Jesús, el Verbo eterno de Dios hecho hombre, es la Puerta abierta de par en par; es la Puerta abierta de par en par que estamos invitados a pasar para redescubrir el sentido de nuestra existencia y la sacralidad de cada vida —cada vida es sagrada—, y para recuperar los valores fundamentales de la familia humana. Él nos espera en ese umbral. Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles. Espera a los niños, a todos los niños que sufren por la guerra y sufren por el hambre. Espera a los ancianos —nuestros ancestros—, obligados muchas veces a vivir en condiciones de soledad y abandono. Espera a cuantos han perdido la propia casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro. Espera a cuantos han perdido o no encuentran trabajo. Espera a los encarcelados que, a pesar de todo, son hijos de Dios, siguen siendo hijos de Dios. Espera a cuantos son perseguidos por su fe. Que son muchos.

En este día de fiesta, que no falte nuestra gratitud hacia quien se esmera al máximo por el bien de manera silenciosa y fiel. Pienso en los padres, los educadores y los maestros, que tienen la gran responsabilidad de formar a las nuevas generaciones; pienso en el personal sanitario, en las fuerzas del orden, en cuantos llevan adelante obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo, que llevan luz y consuelo a tantas personas en dificultad. A todos ellos queremos decirles: ¡gracias!

Hermanos y hermanas, que el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres. Cada uno de nosotros está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios, que nació en la fría oscuridad de la noche, perdona todas nuestras ofensas. Él ha venido a curarnos y perdonarnos. Peregrinos de esperanza, vayamos a su encuentro. Abrámosle las puertas de nuestro corazón. Abrámosle las puertas de nuestro corazón, como Él nos ha abierto de par en par la puerta del suyo.

A todos les deseo una serena y santa Navidad.

Fuente: vatican.va

Publicado por JOQUIVESA en 19:48

INICIO DEL JUBILEO ORDINARIO

Homilía del Papa


Un ángel del Señor, envuelto de luz, alumbró la noche y dio el anuncio gozoso a los pastores: «Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11). Entre el asombro de los pobres y el canto de los ángeles, el cielo se abrió sobre la tierra; Dios se hizo uno de nosotros para hacernos como Él, descendió entre nosotros para elevarnos y llevarnos al abrazo del Padre.

Esta, hermanas y hermanos, es nuestra esperanza. Dios es el Emanuel, el “Dios con nosotros”. El infinitamente grande se hizo pequeño; la luz divina brilló entre las tinieblas del mundo, la gloria del cielo se asomó a la tierra. ¿Cómo? En la pequeñez de un Niño. Y si Dios viene, aun cuando nuestro corazón se asemeja a un pobre pesebre, entonces podemos decir: la esperanza no ha muerto, la esperanza está viva, y envuelve nuestra vida para siempre. La esperanza no defrauda.

Hermanas y hermanos, con la apertura de la Puerta Santa damos inicio a un nuevo Jubileo. Cada uno de nosotros puede entrar en el misterio de este anuncio de gracia. En esta noche, la puerta de la esperanza se ha abierto de par en par al mundo; en esta noche, Dios dice a cada uno: ¡también hay esperanza para ti! Hay esperanza para cada uno de nosotros. Pero no se olviden, hermanas y hermanos, que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No se olviden de esto, que es un modo de entender la esperanza en el Señor.

Para acoger este regalo, estamos llamados a ponernos en camino con el asombro de los pastores de Belén. El Evangelio dice que ellos, habiendo recibido el anuncio del ángel, «fueron rápidamente» (Lc 2,16). Esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo rápidamente. ¡Y hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Pensemos a las guerras, a los niños ametrallados, a las bombas sobre las escuelas y sobre los hospitales. Disponerse rápidamente, sin aminorar el paso, dejándose atraer por la buena noticia.

Sin tardar, vayamos a ver al Señor que ha nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro, para ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia.

Aprendamos del ejemplo de los pastores, la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar —y muchos de nosotros, tenemos el peligro de acomodarnos en nuestro propio bienestar—; la esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo, también a través de  y nuestra compasión. Y aquí tal vez nos hará bien interrogarnos sobre nuestra compasión: ¿tengo compasión?, ¿sé padecer-con? Pensémoslo.

Viendo cómo a menudo nos acomodamos a este mundo, adaptándonos a su mentalidad, un buen sacerdote escritor rezaba en la santa Navidad de esta manera: “Señor, te pido algún tormento, alguna inquietud, algún remordimiento. En Navidad quisiera encontrarme insatisfecho. Contento, pero también insatisfecho. Contento por lo que haces Tú, insatisfecho por mi falta de respuestas. Quítanos, por favor, nuestras falsas seguridades, y coloca dentro de nuestro ‘pesebre’, siempre demasiado lleno, un puñado de espinas. Pon en nuestra alma el deseo de algo más” (cf. A. Pronzato, La novena de Navidad). El deseo de algo más. No quedarnos quietos. No olvidemos que el agua estancada es la que primero se corrompe.

La esperanza cristiana es precisamente ese “algo más” que nos impulsa a movernos “rápidamente”. A nosotros, discípulos del Señor, se nos pide, en efecto, que hallemos en Él nuestra mayor esperanza, para luego llevarla sin tardanza, como peregrinos de luz en las tinieblas del mundo.

Hermanas y hermanos, este es el Jubileo, este es el tiempo de la esperanza. Este nos invita a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación del mundo, para que este llegue a ser realmente un tiempo jubilar. Que llegue a serlo para nuestra madre tierra, desfigurada por la lógica del beneficio; que llegue a serlo para los países más pobres, abrumados por deudas injustas; que llegue a serlo para todos aquellos que son prisioneros de viejas y nuevas esclavitudes.

Todos nosotros tenemos el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido; allí donde la vida está herida, en las expectativas traicionadas, en los sueños rotos, en los fracasos que destrozan el corazón; en el cansancio de quien no puede más, en la soledad amarga de quien se siente derrotado, en el sufrimiento que devasta el alma; en los días largos y vacíos de los presos, en las habitaciones estrechas y frías de los pobres, en los lugares profanados por la guerra y la violencia. Llevar esperanza allí, sembrar esperanza allí.

El Jubileo se abre para que a todos les sea dada la esperanza, la esperanza del Evangelio, la esperanza del amor, la esperanza del perdón.

Volvamos al pesebre, contemplemos el pesebre, miremos la ternura de Dios que se manifiesta en el rostro del Niño Jesús, y preguntémonos: “¿Tenemos esta expectativa en nuestro corazón? ¿Tenemos esta esperanza en nuestro corazón? Contemplando la benevolencia de Dios, que vence nuestra desconfianza y nuestros miedos, contemplamos también la grandeza de la esperanza que nos aguarda. Que esta visión de esperanza ilumine nuestro camino de cada día” (cf. C. M. Martini, Homilía de Navidad, 1980).

Hermana, hermano, en esta noche la “puerta santa” del corazón de Dios se abre para ti. Jesús, Dios con nosotros, nace para ti, para mí, para nosotros, para todo hombre y mujer. Y, ¿saben?, con Él florece la alegría, con Él la vida cambia, con Él la esperanza no defrauda.

Fuente: vaatican.va

Publicado por JOQUIVESA en 19:44
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