7/05/24

El consejo de santa Teresa de Jesús a los padres que es perfecto para antes de vacaciones

José Antonio Méndez


En su ‘Libro de la Vida’, la gran mística española y primera mujer Doctora de la Iglesia recuerda un episodio «de mucho daño» en su adolescencia y alerta de «cuán mal lo hacen los padres algunas veces»

Mística, reformadora eclesial, poetisa, fundadora, escritora, consejera del rey, amiga de santos y hasta primera mujer Doctora de la Iglesia. La riqueza espiritual y doctrinal de santa Teresa de Jesús es tanta que cinco siglos después de su muerte sigue siendo un pozo inagotable de inspiración para católicos y no católicos.

Buena prueba de ello son las constantes adaptaciones de su biografía al cine y al teatro –algunas un tanto heterodoxas–, o las constantes reediciones de sus obras, singularmente de su poesía mística y de su gran autobiografía: El libro de la Vida, escrito por obediencia a sus superiores.

Es precisamente en esta obra donde Teresa de Jesús narra un episodio traumático de su adolescencia, cuando ella ya rondaba los catorce años y su madre acababa de fallecer. Un momento «de mucho daño», que ella aprovecha para dirigirse a los padres y madres de familia «si yo tuviera que aconsejarles», con unas advertencias que son perfectas para el final del curso y el comienzo de las vacaciones de verano, con su constante ajetreo de visitas familiares y trato con amigos.

«Cuán mal lo hacen los padres…»

«Paréceme que comenzó a hacerme mucho daño lo que ahora diré», arranca el capítulo 2 del libro, en el que aborda su adolescencia y su primera juventud. Y antes de referirse a lo importante que es que los padres conozcan los hábitos de los hijos y las compañías que frecuentan, advierte a las familias de «cuán mal lo hacen algunas veces los padres, que no procuran que vean sus hijos siempre cosas de virtud de todas las maneras».

Así, Teresa recuerda cómo su excesiva afición por los libros de caballerías y las distracciones mundanas comenzaron tan sólo como «una pequeña falta». Pero la ausencia de control paterno y el hecho de tratarse de una edad crucial para el desarrollo de la persona, hizo que aquel hábito empezase a «enfriar los deseos y a comenzar a faltar en lo demás; y parecíame no era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan vanos ejercicios aunque escondida de mi padre».

Vigilar las amistades de los hijos

Sus palabras de advertencia más severas no serían sobre los hábitos y costumbres de los hijos, sino sobre la vigilancia que los padres deben tener de las compañías que frecuentan los jóvenes… y los propios padres. Un consejo que la propia Teresa explica en el contexto de los tiempos de descanso y vacaciones, en los que es más fácil que entren y salgan de nuestra familia personas ajenas como amigos, familiares o conocidos.

«Ahora veo el peligro que es tratar en la edad que se han de comenzar a crear virtudes, con personas que no conocen la vanidad del mundo sino que antes despiertan para meterse en él», alerta refiriéndose a sus propios primos, «casi de mi edad», de quienes «oía sucesos de sus aficiones y niñerías nonada buenas». Y remarca: «Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos, porque aquí está mucho mal: que se va nuestro natural antes a lo peor, que a lo mejor».

La mujer de la que «tomé todo el daño»

Y para no cargar la responsabilidad sólo a las amistades de los hijos, llama la atención a los padres sobre los adultos que dejan entrar en casa y sobre sus propios amigos. Y pone el caso concreto de «una parienta que trataba mucho en casa», de la que «tomé todo el daño» por ser «de tan livianos tratos».

«Espántame algunas veces el daño –escribe la santa abulense– que hace una mala compañía, y si no hubiera pasado por ello, no lo pudiera creer. En especial, en tiempo de mocedad debe ser mayor el mal que hace. Y querría que escarmentasen en mí los padres, para mirar mucho en esto. Y es así que de tal manera me mudó esta conversación [con aquella mujer], que de natural y alma virtuosa no me dejó casi nada».

«Gran provecho que hace la buena compañía»

Y concluye alentando a los padres y madres: «Por esto entiendo el gran provecho que hace la buena compañía, y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas virtuosas, estuviera entera en la virtud». Tres meses después de aquel verano en tan malas compañías, el padre de la joven Teresa vio la necesidad de intentar enderezar el rumbo de su hija, llevándola al monasterio de las agustinas de Santa María de Gracia, «adonde se criaban personas semejantes».

Una enfermedad y cierta incapacidad de corregirse la llevaría a dejar la orden de San Agustín. Años más tarde, ingresaría en el Carmelo. El resto de su historia es también una buena enseñanza para los padres: incluso las adolescencias difíciles pueden acabar dando grandes frutos de santidad.

Fuente: eldebate.com


7/04/24

Sobre el obispo de Roma y la sinodalidad

Ramiro Pellitero

El documento “El obispo de Roma”, publicado por el Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, permite asomarse a la figura del Papa desde una perspectiva ecuménica y sinodal.

¿Cómo debe entenderse y ejercerse el ministerio del Papa? Se trata de una cuestión central para la Iglesia católica, para sus relaciones con las otras Iglesias y comunidades cristianas, así como para el desarrollo de su misión evangelizadora. 

Esto es lo que plantea el documento de estudio publicado por el Dicasterio para la Unidad de los cristianos con el título “El Obispo de Roma. Primacía y sinodalidad en los diálogos ecuménicos y respuestas a la encíclica ‘Ut unum sint’” (13-VI-2024).

En esa encíclica, san Juan Pablo II invitaba en 1995 a replantear las formas en que el Papa pueda ejercer su ministerio, para que “pueda cumplir un servicio de fe y de amor” reconocido por todos los interesados (n. 95). Desde entonces, el ahora Dicasterio y antes Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos ha venido ocupándose de recoger las respuestas a esa invitación, especialmente las surgidas en los diálogos teológicos del ecumenismo.  

En el subtítulo, “primacía y sinodalidad” indica no sólo la circunstancia del proceso sinodal actualmente en marcha como referencia, sino, y más profundamente, el que la figura del primado y su ministerio se desea expresar en el marco de la sinodalidad de la Iglesia. 

El texto responde también a lo que ha constatado el Papa Francisco: “Hoy el ministerio petrino no puede ser plenamente comprendido sin esta apertura al diálogo con todos los creyentes en Cristo” (Homilía en las vísperas de la Conversión de san Pablo, 25-I-2014).

Por exigencias de espacio, aquí nos limitamos a presentar las principales cuestiones teológicas implicadas y las propuestas finales del Dicasterio al conjunto de la Iglesia Católica.

Cuestiones teológicas fundamentales

Francisco ha señalado: “El camino del ecumenismo nos ha permitido llegar a una comprensión más profunda del ministerio del Sucesor de Pedro, y debemos confiar en que seguirá haciéndolo en el futuro” (Homilía en las vísperas de la Conversión de san Pablo, 25-I-2014). 

Como frutos de los diálogos ecuménicos se han identificado cuatro cuestiones en las que han surgido nuevos enfoques o matices.

1) Los fundamentos bíblicos del ministerio petrino. Hay un reconocimiento del lugar especial de Pedro, como creyente y como apóstol, entre los doce apóstoles; y que, precisamente por su fragilidad, hace que brille más la gracia de Dios y la capitalidad primordial de Cristo en la Iglesia. Así surgen “tres dimensiones fundamentales en la confesión de fe de la Iglesia: una dimensión comunitaria, una dimensión colegial y una dimensión personal” (n. 37). Por otra parte se distingue entre la “Iglesia madre” (de Jerusalén), dentro del Nuevo Testamento, y la posterior primacía de la Iglesia de Roma.

Además de reconocer el lugar especial de Pedro, se subraya la categoría del episcopado con interdependencia mutua de ayuda y servicio entre sus miembros y al servicio de toda la Iglesia. En este marco se entiende el sentido de la autoridad en la Iglesia y la “función petrina” con especial encargo de cuidar y expresar la unidad, facilitar la comunicación, la ayuda o corrección mutua y la colaboración en la misión. Como sucesor de Pedro, al Obispo de Roma le corresponde la primacía.   

2) “El Derecho divino” fue un argumento que utilizó el concilio Vaticano I (1870) en su declaración sobre el primado romano (const. “Pastor aeternus”), mientras que tanto los ortodoxos como los protestantes lo consideraban simplemente un desarrollo humano o histórico. Actualmente se entiende que esta expresión, ius divinum (al igual de otras como “oficio petrino”), se sitúa en el contexto de un primado universal concebido dentro de la colegialidad de los obispos, de la koinonía-communio y de la dimensión histórica de la Iglesia. La esencia (doctrinal) del primado se puede vivir (y se ha vivido) en formas (históricas) muy distintas. 

3) y 4) En cuanto a las definiciones del Vaticano I sobre la primacía de jurisdicción y la infalibilidad papal, diversos grupos de diálogo teológico-ecuménico han señalado la necesidad de profundizar en la interpretación de las definiciones dogmáticas del Vaticano I, “no de forma aislada, sino a la luz del Evangelio, de toda la tradición y en su contexto histórico” (n. 59). 

Profundizar en el Vaticano I a la luz del Vaticano II

Por lo que se refiere a este último, el contexto histórico, hay que recordar: los riesgos de conciliarismo; la interrupción del Concilio por el estallido de la guerra franco-prusiana; la distinción entre los enunciados del Concilio y sus intenciones (asegurar la unidad de la Iglesia en la fe y el amor, así como su libertad para anunciar el Evangelio y su independencia en el nombramiento de los cargos eclesiales); la distinción entre el texto y su interpretación es también importante (cfr. la Carta de los obispos alemanes de 1875, refrendada por el Papa Pío IX, con la afirmación de que el episcopado es tan de institución divina como el papado; y  que la infalibilidad del Papa se sitúa en el marco de la infalibilidad de la Iglesia en determinadas condiciones, y no por encima, sino al servicio de la Palabra de Dios).

En conjunto, se entiende que “el Vaticano I sólo puede ser recibido correctamente a la luz de la enseñanza del Concilio Vaticano II” (n. 66). Este resituó el ministerio papal en su relación con el episcopado (colegialidad episcopal). Y restableció la conexión entre las “potestades” sacramentales y jurídicas otorgadas a través de la ordenación episcopal, manteniendo que el ejercicio de la autoridad del obispo está controlado en última instancia por la autoridad suprema de la Iglesia. En nuestros días –observa el documento– “el concepto conciliar de colegialidad se ha desarrollado aún más dentro del principo más amplio de la sinodalidad, especialmente en la enseñanza del Papa Francisco” (n. 66; cfr. Francisco, Discurso con motivo del 50 aniversario de la Institución del Sínodo de los Obispos, 17-X-2015). 

Con todo, a pesar de estas declaraciones, en los diálogos ecuménicos todavía se señalan algunas dificultades respecto a ciertos principios: asegurar las expresiones de la infalibilidad a la luz de la revelación dada en la Sagrada Escritura; situar la infalibilidad al servicio de la indefectibilidad de toda la Iglesia (la certeza de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella); facilitar el ejercicio de la colegialidad episcopal; valorar la “recepción” de la doctrina por parte de los fieles (perteneciente al “sensus fidei et fidelium”).

Propuestas del Dicasterio para la Unidad 

En las propuestas del Dicasterio, se distingue entre aportaciones, principios y sugerencias para una comprensión y un ejercicio renovados del Primado. 

a) Aportaciones. El texto subraya que estamos ante una oportunidad para avanzar en algunas direcciones: una reflexión común sobre la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo: la interdependencia entre primacía y sinodalidad a todos los niveles de la Iglesia; la comprensión de la sinodalidad como cualidad fundamental de toda la Iglesia incluyendo la participación activa de todos los fieles; la distinción e interrelación entre colegialidad y sinodalidad. 

Como futuros pasos en los diálogos teológicos, se proponen:

– Mejorar la conexión y articulación entre los diálogos ecuménicos, especialmente entre los orientales y occidentales;

– Abordar conjuntamente la primacía y la sinodalidad como dimensiones eclesiales. 

– Tener presente que “el ministerio primacial (‘uno’) es un elemento intrínseco de la dinámica de la sinodalidad, como lo son también el aspecto comunitario que incluye a todo el Pueblo de Dios  (‘todos’) y la dimensión colegial que forma parte del ejercicio del ministerio episcopal (‘algunos’)” (Francisco, Discurso al grupo de trabajo ortodoxo-católico San Ireneo, 7-X-2021).

– Articular esa reflexión tripartita tanto a nivel local, como regional y universal.

– Clarificar el vocabulario (significado más preciso de sinodalidad/conciliaridad, colegialidad, primacía, autoridad, poder, administración, gobierno, jurisdicción; entender el significado de “Iglesia universal” no como poder sino como autoridad al servicio de la comunión.

– Promover la recepción (“recepción ecuménica”) de los resultados de estos diálogos para que se conviertan en patrimonio común en el Pueblo de Dios, facilitar el acceso a los documentos del diálogo, organizar actos académicos, fomentar las respuestas y la aplicación local de algunas de ellas.

– Valorar debidamente el “diálogo de la vida al lado de la doctrina”. En palabras de Francisco, “el diálogo de la doctrina debe adaptarse teológicamente al diálogo de la vida que se desarrolla en las relaciones locales y cotidianas entre nuestras Iglesias; éstas constituyen un auténtico ‘locus’ o fuente de la teología” (Discurso a la Comisión para el diálogo teológico entre Iglesia católica e Iglesias ortodoxas orientales, 23-VI-2022)

– Impulsar gestos particulares y acciones simbólicas por parte del Obispo de Roma, con creatividad y generosidad, promoviendo que se reflexione sobre ellos teológicamente. 

b) Principios y sugerencias para el ejercicio renovado de la primacía

Para asumir y responder a las propuestas de los diálogos ecuménicos y demás estudios sobre la renovación del ejercicio del primado, se sugieren las líneas siguientes:

– La inspiración del principio de subsidiariedad para facilitar la participación de todos el Pueblo de Dios en la sinodalidad.

– La re-recepción católica o comentario oficial del Vaticano I, a la luz del Vaticano II, la eclesiología de comunión y el marco de la “jerarquía de las verdades” (UR 11). El primado romano debería explicarse subrayando la convergencia ecuménica sobre el fundamento bíblico, la evolución histórica y el significado teológico del primado y la sinodalidad. Todo ello podrá facilitar la comprensión de la terminología del Vaticano I. 

– La distinción más clara entre las diferentes responsabilidades del Papa, destacando su ministerio episcopal a nivel local (y en este sentido el significado de la catedral de la diócesis de Roma: San Juan de Letrán).

– El avance en la configuración sinodal de la Iglesia, con reflejos concretos en las instituciones y prácticas, inspirándose en las Iglesias orientales católicas, y sirviéndose de los nuevos medios de comunicación, todo ello según diversidad de niveles y contextos culturales.

– La profundización en el estatuto jurídico de las conferencias episcopales dotándolas de la autoridad conveniente, tomando el modelo de los antiguos patriarcados (cfr. LG 23), así como de los organismos episcopales continentales.

– El estudio de la posibilidad de que el Sínodo de los obispos sea un órgano deliberativo, siempre con y bajo el sucesor de Pedro.

– La posibilidad de constituir un sínodo permanente que represente al colegio episcopal.

– La promoción de la sinodalidad ad extra a través de la “comunión conciliar” (reuniones de los líderes eclesiales para promover, con procesos de discernimiento conjunto, el “ecumenismo práctico”  de la oración, la acción y el testimonio conjunto de los cristianos) 

– La invitación a otras comuniones cristianas a participar en los procesos sinodales católicos.

Conclusión 

La conclusión del documento subraya que el primado debe estar enraizado con el misterio de la Cruz, y que la unidad de los cristianos es ante todo un don del Espíritu Santo que hemos de implorar en la oración, puesto que el “ecumenismo espiritual” es el alma del movimiento ecuménico. 

Así lo ha expresado Francisco: “La unidad no surgirá como un milagro al final. Más bien la unidad surge en el camino; el Espíritu Santo lo hace en el camino. Si no caminamos juntos, si no rezamos los unos por los otros, si no colaboramos de las muchas maneras que podemos en este mundo por el Pueblo de Dios, ¡entonces la unidad no se dará! Pero sucederá en este camino, en cada paso que damos. Y no lo hacemos nosotros sino el Espíritu Santo, que ve nuestra buena voluntad” (Homilía en las vísperas de la Conversión de San Pablo, 25-I-2014).

Fuente: omnesmag.com

7/03/24

6 claves para descansar mejor en vacaciones

Francisco Otamendi


Llegan días de descanso, y no viene mal repasar qué concepto de descanso tenemos. Existen dos premisas bíblicas. Dice el Génesis 2,1-2: ”Así quedaron concluidos el cielo, la tierra y todo el universo. Y habiendo concluido (Dios) el día séptimo la obra que había hecho, descansó el día séptimo”. Y Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. 

El texto del Génesis prosigue así: “Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque en él descansó de toda la obra que Dios había hecho cuando creó”. Así santificó Dios el descanso, como haría Jesús con el trabajo (treinta años en el taller de José),  y también con el descanso, cuando estaba fatigado del camino. 

El que suscribe es periodista, no experto en Sagrada Escritura, ni en artes vacacionales, ni en psicología. Tan solo se recogen aquí algunos puntos que pueden ayudarnos a descansar, en alguno de los significados del término que recoge la Real Academia Española. Son éstos:

1Cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud.

2. Tener algún alivio en las preocupaciones.

3. Desahogarse, tener alivio o consuelo comunicando a un amigo o a una persona de confianza los males o penalidades.

4. Reposar, dormir.

5. Dicho de una persona: estar tranquila y sin cuidado por tener la confianza puesta en algo o alguien.

6. Aliviar a alguien en el trabajo, ayudarle en él.

Hay más significados del término “descansar”, pero éstos son suficientes para una rápida reflexión con una óptica cristiana, que cualquiera puede realizar.

1. Cesar en el trabajo, reparar las fuerzas con la quietud

Es la primera acepción. Señala el Catecismo de la Doctrina Católica  que “así como Dios ‘cesó el día séptimo de toda la tarea que había hecho’ (Gn 2, 2), así también la vida humana sigue un ritmo de trabajo y descanso. La institución del día del Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo de descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar su vida familiar, cultural, social y religiosa”  (n. 2184).

2. Tener algún alivio en las preocupaciones

Escribe san Mateo: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

En el conocido fragmento del abandono en la Providencia, san Lucas recoge. “Y dijo a sus discípulos: ‘Por eso os digo: no os inquietéis por la vida, qué vais a comer; ni por el cuerpo, con qué os vais a vestir, pues la vida es más que el alimento y el cuerpo más que el vestido. Fijaos en los cuervos: ni siembran ni cosechan, no tienen despensa ni granero, y Dios los alimenta; ¡cuánto más valéis vosotros que los pájaros! ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? Por tanto, si no podéis lo más pequeño, ¿por qué inquietaros por lo demás?”

3. Desahogarse, comunicar a un amigo males o penalidades

Papa Francisco: “Dios, en el Decálogo, muestra otra luz de lo que es el descanso, que es ‘la contemplación y la alabanza’. “Al descanso como fuga de la realidad, el Decálogo opone el descanso como bendición de la realidad”, añadió en una Audiencia general en 2018.

“Para nosotros cristianos, el día del Señor es el domingo, y en la Eucaristía, que significa ‘dar gracias’, se encuentra el culmen de esa jornada de contemplación y bendición, en la que acogemos la realidad y alabamos al Señor por el don de la vida, dándole gracias por su misericordia y por todos los bienes que nos concede”. Descansar en el Señor es doctrina asentada en autores espirituales. Francisco ha recordado en varias ocasiones las palabras del Salmo: “Solo en Dios descansa mi alma”, y la necesidad de cultivar el silencio y la oración.

En la misma catequesis, el Papa manifestó que “el reposo es también un momento propicio para la reconciliación, para confrontarnos con las dificultades sin escapar de ellas, para encontrar la paz y la serenidad de quien sabe valorizar lo bueno que tiene, incluso en el lecho del dolor o en la pobreza”.

4. Reposar, dormir

Numerosos médicos, psiquiatras y psicólogos, han argumentado las propiedades beneficiosas del sueño, en una sociedad en la que a menudo se recorta el tiempo necesario para dormir. También lo han hecho con el apoyo del ejercicio moderado, según edades y con indicación o supervisión médica.

5. Estar tranquilos y sin cuidado por confiar en algo o alguien

En los puntos 2 y 3 se ha mencionado esta cuestión. Quizá se puede añadir la conveniencia de cultivar la amistad, ese tipo de amor que se da “en dos direcciones y que desea todo bien para la otra persona, amor que produce unión y felicidad”, como escribió san Juan Pablo II, y sobre la que ha meditado el Papa Francisco en la Exhortación apostólica Christus vivit y en sus catequesis.

6. Aliviar a alguien en el trabajo, ayudar a otra persona

Ocuparse de los demás, en especial de los más necesitados, pobres, ancianos y enfermos, además de cumplir el mandato de la caridad, es siempre beneficioso para el espíritu, y buena prueba de ello son los testimonios de numerosas personas que se entregan a los otros.

Fuente: omnes,ag.com


7/02/24

«El Evangelio y la idea cristiana de Dios corrigen a la filosofía y nos hacen ver que el amor es más grande que el puro pensar»

José María Sánchez Galera

Ratzinger, sin servilismos ni nostalgias hacia la Edad Media, sale al paso de la manera como la Modernidad ha disociado razón de realidad, libertad de verdad, y al hombre de Dios e incluso de su propia naturaleza

A lo largo de su vida, Ratzinger (1927–2022) publicó una nutrida colección de libros, artículos, ensayos de toda índole y extensión. Uno de sus títulos más conocidos, Introducción al cristianismo (1968), lo escribió unos diez años antes de su ordenación episcopal; su Mi vida: Autobiografía (1997) abarca sólo hasta el momento en que recibió el birrete cardenalicio ─apenas un mes tras su nombramiento como arzobispo de Múnich─; Informe sobre la fe (1985) es, en diálogo con Vittorio Messori, un substancioso y sucinto libro editado cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe; sus tres volúmenes de Jesús de Nazaret (2007, 2011, 2012) salieron a la luz cuando Ratzinger era Benedicto XVI, aunque no forman parte de la publicación oficialmente pontificia, sino personal del autor. Aunque todas sus obras versan sobre religión, sus enfoques son todo lo variados que se pueda ser. No tanto porque los enfoques sean relativos, sino porque la realidad misma requiere de distintas aproximaciones, métodos y planteamientos. Lo común de los diferentes enfoques es la búsqueda de la verdad.

Fascinado por esta mentalidad y por la calidad intelectual y humana de Ratzinger, el profesor José María Carabante (Universidad Complutense de Madrid) ofrece en un libro de extensión adecuada y muy manejable las coordenadas del pensamiento del tudesco. Pero no se trata sólo de un resumen de sus obras más destacadas, con citas y extractos pertinentes, sino que enmarca la trayectoria de Ratzinger en el tiempo. Carabante explica qué ha supuesto este teólogo dentro de la cultura cristiana en general y occidental en particular. Porque señala la manera como Ratzinger recibía todo el legado de la fe y de la cultura, desde la gentilidad griega hasta la postmodernidad. Incide Carabante en cómo la Modernidad ha implicado un fenómeno de creciente ruptura, no sólo con respecto a una Edad Media definida por su condición cristiana y teocéntrica, sino por la manera como la Modernidad ha disociado razón de realidad y libertad de verdad, al hombre de Dios e incluso de su propia naturaleza. Por tanto, mediante la inspección de la obra de Ratzinger, este libro nos ayuda a situarnos en las claves de nuestro tiempo, desde una perspectiva cristiana integradora que retoma a los Padres, revisa a Tomás de Aquino y sabe dialogar con quienes no aceptan que filosofía y teología sean dos saberes hermanados.

La lectura de este libro es traslúcida, elegante y delicada. En este sentido, parece imitar, sin darse cuenta, el estilo de Ratzinger. Dentro de las citas al papa bávaro que traslada Carabante, cabe destacar dos. Por un lado: «Frente a la ciencia, la sabiduría aparece como la apertura del hombre al todo, al fundamento soportador de lo eterno. Se identifica con aquel estar en camino del hombre; es, incluso, aquella inquietud que le impele a ser peregrino hacia el eterno y le impide contentarse con menos». Por otro lado: «Desenmascaremos otro prejuicio. Siempre nos parece evidente que lo infinitamente grande, el espíritu absoluto, no puede ser ni sentimiento ni pasión, sino pura matemática del todo. Afirmamos, aunque sin darnos cuenta, que el puro pensar es más grande que el amor, mientras que el Evangelio y la idea cristiana de Dios corrigen a la filosofía y nos hacen ver lo contrario, que el amor es más grande que el puro pensar. El pensar absoluto es un amor, no una idea insensible».

Fuente: eldebate.com

7/01/24

La iglesia es de todos, pero hacen falta los sacerdotes

Juan Luis Selma

Hace unos días pude visitar la impresionante iglesia de Villacarrillo, la parroquia de la Asunción, obra de Andrés de Vandelvira declarada Monumento Nacional. Coincidió con que estaban limpiando un equipo de feligresas voluntarias y ellas nos la enseñaron muy orgullosas. Comentaban que la iglesia no era de los curas, era de todos, que los sacerdotes pasaban, pero el pueblo permanecía.

Ayer se ordenaron ocho nuevos presbíteros en la Diócesis de Córdoba. Ocho jóvenes que han seguido la llamada de Dios lo han dejado todo y se disponen a servir a todos. Esto no tiene una explicación fácil hoy, con el duro ambiente que nos toca vivir de materialismo, egoísmo y consumismo.

La Iglesia la formamos todos los bautizados, todos estamos llamados a la santidad, todos nos incorporamos a Cristo y debemos ser otros Cristo. En ella caben todos, como repite el Papa; la mayoría está llamada al matrimonio, a dar gloria a Dios con el amor humano, a formar una familia y vivir la paternidad. Otros, que no reciben el don de los hijos, pueden ejercer esa paternidad dando amor y calor a muchos. Otras personas permanecerán solteras y podrán dedicar tiempo y atención a los suyos, a sus amigos.

También Dios llama a unos pocos a ser especialmente suyos en el sacerdocio, la vida consagrada o en la entrega a los demás en medio del mundo. Jesús les llama a la preciosa vocación del celibato apostólico, a darle el corazón entero, indiviso. Yo, que soy sacerdote, no lo considero como una renuncia, sino como otro enamoramiento, una ganancia: he encontrado al Amor de los amores. Así lo consideran los jóvenes recién ordenados.

Álvaro, uno de ellos, comenta que ha descubierto el celibato como algo muy bonito: “entregarle alma y cuerpo a Él es una experiencia muy bonita, no me imaginaba que fuera tan precioso”. De todos modos, no es lo único que le ha costado entregar: “He jugado toda mi vida al fútbol, aquí en Córdoba y en el Osasuna, en Pamplona. Esta fue la auténtica prueba de fuego. Ahora me ha fichado el equipo eterno que tiene al Mejor Entrenador, y que promete darme el ciento por uno”.

Otro joven ordenado, Jesús, dice: “Mi llamada surge en el seno de una familia creyente e implicada en la vida de parroquia y de colaboración en la Delegación Diocesana de Misiones. El testimonio de mis padres y de mis abuelos ha contribuido a formarme y crecer en el camino de la fe”.

También se ordenó sacerdote hace poco un joven más mayor, José de la Pisa. Es numerario del Opus Dei y durante 25 años ha estado al servicio de la Armada, donde llegó al rango de teniente coronel de Infantería de Marina. Ante la pregunta sobre en qué se parece el ejército al sacerdocio, responde: “¡Yo diría que en todo! Es una vida de servicio a los demás, de disposición permanente para ayudar al otro, de ponerte en su lugar, de defenderle, de acercarle a Cristo, de acudir allí donde hacen falta brazos, bien para detener una masacre, bien para responder ante una emergencia, o para detener una invasión; bien para llevar el consuelo la misericordia y la esperanza de Dios".

“Me planteo mi servicio sacerdotal del mismo modo que me planteaba mi servicio en las Fuerzas Armadas. Quiero ayudar a los demás, quiero poder servirles en aquello que ellos o no pueden, o no son capaces de hacer, y quiero servir en aquello que sea importante”.

Ángel, seminarista, dice: “Desde muy pequeño recuerdo tener muy presente la llamada a ser sacerdote, sobre todo cada domingo en la eucaristía, al salir de monaguillo y, sobre todo, el momento de la Consagración me cautivaba”. “Sacerdote es aquel que da su vida para entregar al que es la Vida”.

En el Evangelio vemos cómo Jesús realiza dos grandes milagros: resucita a una niña y cura a una enferma que toca sus vestidos. Leemos también en el libro de la Sabiduría: “Dios no ha hecho la muerte, ni se complace destruyendo a los vivos”. Sigue derrochando gracias, vida, amor; y lo hace sirviéndose de sus hijos. Hoy, que nos fijamos especialmente en los sacerdotes, los vemos como una transparencia suya, como sus manos que curan y acarician, como su voz que enseña y consuela. “El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús. Si comprendiésemos bien lo que es el sacerdote, moriríamos, no de pavor, sino de amor”, decía san Juan María Vianney.

Pero los sacerdotes no vienen caídos del cielo, surgen de las familias cristianas. Han aprendido de sus padres el amor. Quisiera rendir un agradecido homenaje a los padres que generosamente educan a sus hijos en el amor de Dios, que, con su generosidad, hacen posible que surjan nuevas vocaciones. Si tenemos fe, siempre será un orgullo ver que nuestros hijos se entregan a Dios y deciden vivir para los demás.

Fuente: eldiadecordoba.es