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JOQUIVESA

Encontrado en la "red" (Mateo 13:47-50)

11/30/24

Corazones enamorados

Domingo de la 1.° semana de Adviento (Ciclo C)

Evangelio (Lc 21, 25-28. 34-36)

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra angustia de las gentes, consternadas por el estruendo del mar y de las olas: y los hombres perderán el aliento a causa del terror y de la ansiedad que sobrevendrán al mundo. Porque las potestades de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene sobre una nube con gran poder y gloria.

Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención.

Vigilaos a vosotros mismos, para que vuestros corazones no estén ofuscados por la crápula, la embriaguez y los afanes de esta vida, y aquel día no sobrevenga de improviso sobre vosotros, porque caerá como un lazo sobre todos aquellos que habitan en la faz de toda la tierra. Vigilad orando en todo tiempo, a fin de que podáis evitar todos estos males que van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del Hombre».

Comentario al Evangelio

Empieza el Adviento, tiempo litúrgico que nos prepara para la Navidad.

El Evangelio de este primer domingo recoge parte del discurso escatológico de Jesucristo en Jerusalén en los últimos días de su vida.

Nos invita a levantar la mirada y abrir nuestros corazones para recibirle.

El Adviento nos lleva a la Navidad, y desde allí, a la espera del regreso glorioso de Cristo.

Nos llama a un encuentro personal con Él: cada día nos llama; cada día nos quiere sacar de nuestros nubarrones, de nuestras angustias, de nuestros desalientos y desamparos.

Un tiempo para dejarnos despojar de nuestra vida rutinaria y llenarnos de esperanzas, luces en el corazón, anhelos de plenitud.

El Evangelio de este domingo nos enseña dos modos de vivir: con la cabeza elevada o con el corazón ofuscado.

El cristiano está llamado a vivir con la cabeza elevada, como hijos de un Dios Padre, que es Amor. Sabiendo descubrir la grandeza de lo que nos rodea, del amor de Dios que nos rodea en nuestras situaciones concretas y reales, en nuestra familia, en nuestro trabajo y descanso, en nuestros amigos.

Cristo nos da sus luces, su fuerza, su vida para saber descubrirle en cada cosa. Allí está Él, esperándonos, para llenarnos de su gracia, de su modo de vivir y amar.

Pero, muchas veces, vivimos con el corazón ofuscado.

Nuestros problemas y dificultades, nuestras miserias y debilidades, nuestros temores, nuestras decepciones, nuestros egoísmos y soberbias, parecen tener más fuerza. Llenamos nuestros anhelos profundos de felicidad, de abundancia, de generosidad, con un alimento que no sacia, porque vivimos mirándonos a nosotros mismos.

En el Evangelio de hoy, Jesucristo nos da la clave para vivir cada día con la cabeza levantada.

Nos llama a estar despiertos y orar.

Estar despiertos de ese sueño que siempre gira en torno a uno mismo, que nos encierra en nuestra vida con sus problemas, alegrías y dolores.

Un sueño que aletarga nuestra capacidad de amar y ser amados, que nos impide gozar de esta vida, que nos lleva a perdernos lo más bonito que hay en ella: la belleza de la creación, el rostro de nuestros seres queridos, la conversación tranquila, los paseos en compañía.

Nos perdemos lo mejor: la presencia real de Dios y de los demás.

Y acabamos llenándonos de tristeza y aburrimiento, lamentándonos y quejándonos por todo.

Estar despiertos para mirar más allá de nosotros mismos: allí donde Dios está mirando, allí donde Dios quiere llevarnos, sus sueños de amor para nosotros y para este mundo.

Estar despiertos para hacernos preguntas que vayan a lo profundo de nuestro corazón: cómo y para quién quiero gastar mi vida.

En segundo lugar, el Señor nos llama a orar.

Levantados, esperando a Jesucristo para que en cada rato de oración redirija nuestros pensamientos y corazones hacia Él y hacia nuestros anhelos más profundos de felicidad.

Le esperamos levantados, rezando, para que nos abra hacia los demás, para que nos saque de nuestra pequeñez, para que podamos mirar este mundo con un corazón enamorado.

Fuente: opusdei.org

Publicado por JOQUIVESA en 11:37

11/29/24

¿Es posible crear una nueva cultura cristiana?

Javier Segura

Si queremos crear una nueva cultura cristiana que sirva de alternativa a la actual, ¿cuáles son los pasos que debiéramos dar?

Estamos llamados a ser sal y luz en nuestro mundo actual, por complejo que sea. Debemos preocuparnos por nuestros hermanos y luchar con todas nuestras fuerzas por la regeneración de nuestra sociedad. No lo hemos elegido, pero este es el tiempo que Dios nos ha regalado para que vivamos entre nuestros hermanos los hombres, para que caminemos a su lado.

Como le dijo Gandalf a Frodo Bolsón en "El Señor de los Anillos": «No podemos elegir los tiempos que nos toca vivir, lo único que podemos hacer es decidir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado». Dios nos ha dado este tiempo, y somos responsables de abrir nuevos caminos, además de mantener viva nuestra herencia. Pero entonces, si queremos crear una nueva cultura cristiana que sirva de alternativa a la que ya está surgiendo en nuestro mundo actual, ¿cuáles son los pasos que debiéramos dar?

En mi vida he tenido muchos maestros, como lo fuera Gandalf para Bilbo. Uno al que guardo mayor afecto fue D. Fernando Sebastián, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, con el que tuve el privilegio de trabajar codo con codo como delegado de enseñanza de la diócesis navarra.

Una vez le escuché una idea que me ayudó a situarme en este punto que tratamos. Estaba impartiendo una conferencia en la que precisamente analizaba nuestro mundo y señalaba tres círculos de acción sobre los que debe reformarse una sociedad.

El primero, decía el cardenal aragonés, era el de la conversión personal. Todo debe empezar desde ahí. Si no, cualquier reforma o cambio, se cimentará sobre arena. En un tiempo en el que se clama por la reforma de estructuras sociopolíticas, en realidad lo más urgente es la transformación de las personas, de cada persona, empezando por mi propia conversión.

La segunda parte de la frase de san Agustín nos devuelve a este punto inicial: «Nos sumus tempora; quales sumus, talia sunt tempora» (Nosotros somos los tiempos; tal cual nosotros seamos, así serán los tiempos). Quizá, si miramos a los tiempos que nos toca vivir nos demos cuenta de cómo somos nosotros. Simplemente dándole la vuelta a la frase nos refleja el grado de la vitalidad de los cristianos que vivimos en este tiempo, como lo haría un espejo. Es sin duda, un acicate. Y a la vez nos marca el único camino para recomenzar. Empezar por nuestra conversión.

Este primer círculo me parece especialmente importante hoy en día. La conciencia es el último reducto de libertad en una sociedad en la que existe la posibilidad de dirigir nuestros impulsos conociendo hasta los últimos rincones de nuestra vida gracias al big data (inteligencia de datos). Saben lo que nos gusta, nos sirven contenidos adecuados, personalizados para nosotros, según nuestra edad, lugar donde vivimos, preferencias, etc. 

Y tienen la posibilidad de guiar nuestras conductas y configurar nuestro pensamiento. Nunca ha sido tan potente la capacidad de manipulación de las personas. Por eso la auténtica resistencia cultural, la verdadera barrera contra la alienación más radical, es un hombre configurado por Cristo.

El segundo círculo es el de las relaciones cercanas. Empezando por la propia familia, que sin duda es el primer y principal núcleo social. D. Fernando nos llamaba a cuidar nuestra familia y vivir como cristianos, como iglesia doméstica, nuestra vida ordinaria. ¡Cuántas resonancias también me llegaban al oír estas palabras! ¡Y cómo lo hemos tenido que vivir en los tiempos de confinamiento por la COVID-19! La iglesia doméstica se ha hecho una realidad tangible en ese tiempo en que nos encerraron en nuestros hogares; no fue una simple idea teológica.

Ese círculo familiar, esa primera instancia social, es la más importante y fundamental a la hora de generar una nueva sociedad, radicalmente alternativa a la que nos ofrece el mundo actual. Nunca como ahora fue tan impactante el testimonio de ver una familia unida, fecunda, con esposos fieles que se aman en cualquier situación. Hoy en día, este tipo de relación es radicalmente contracultural, pero cimenta la base sólida de una nueva forma de entender la vida.

Regalar a los hijos la vida de la fe es el mejor don que les podemos hacer, pero es también una forma de construir la sociedad del mañana. Transmitir la fe, pasar el testigo de generación en generación, es la mejor evangelización que puede hacer la Iglesia.

Debemos transmitir una fe que sea viva, que enseñe a nuestros hijos a vivir en medio de este mundo y a ser ellos mismos cristianos comprometidos. Muchas veces escucho a padres que viven asustados por el mundo que van a dejar a sus hijos. Me gusta recordar la frase de Abilio de Gregorio: «No te preocupes por el mundo que vas a dejar a tus hijos, sino por los hijos que vas a dejar a este mundo». La educación de los hijos es una gran aportación a la creación de una nueva cultura cristiana.

En este segundo círculo de las relaciones sociales, D. Fernando animaba a que familias cristianas creasen lazos y comunidad con otras familias que tuviesen los mismos criterios, los mismos valores que emanan desde el Evangelio de Jesucristo. Ese es el siguiente paso que hay que dar, el que debemos abordar para construir una nueva sociedad. Tenemos que crear lazos, establecer relaciones entre familias que tengan esa misma visión del mundo para crear una pequeña comunidad en la que ser cristiano sea algo natural.

Pero dando un paso más, D. Fernando nos invitaba a participar, juntos los cristianos, en la sociedad civil más cercana a nuestra vida, la realidad en la que nos vemos inmersos: la comunidad de vecinos, el consejo escolar de nuestros hijos, las fiestas del barrio, el trabajo en la oficina… ¡Cuánta vida podemos dar en todos esos ambientes creando una verdadera corriente que nace desde la Buena Noticia del Señor! Todo se transforma cuando lo viven los cristianos.

Y las comunidades de vecinos pueden ser verdaderamente comunidad y no broncas constantes; las fiestas del barrio pueden ser celebración y unidad, creativas y gozosas; el trabajo puede convertirse en un núcleo de amistad, con lazos estrechos, que van más allá de los meramente económicos.

Este círculo segundo ha sido siempre vital para hacer frente a regímenes totalitarios. Era la lucha cultural que san Juan Pablo II mantuvo, por ejemplo, con su grupo de teatro en la Polonia comunista. Pequeños núcleos de identidad que, por distintos medios, mantienen vivas las raíces y las transmiten a otros.

El tercer círculo es el de la vida política. Cuando ha nacido una nueva cultura, unas nuevas relaciones, una nueva visión de la vida en la sociedad civil, entonces de forma natural nacerá una nueva política. Las grandes relaciones institucionales, los sindicatos, los partidos políticos, los medios de comunicación… todo ello se cristianizará, en verdad, cuando los anteriores círculos tengan vitalidad.

Porque, lo sabemos, la gran tentación es pensar que cuando gane las elecciones un partido político supuestamente cristiano, cuando haya medios de comunicación potentes que puedan llevar el Evangelio como otros difunden sus mensajes, entonces ya estará todo solucionado. Pero la experiencia nos dice que, en el mejor de los casos, esto sería un gigante con los pies de barro que acabaría desmoronándose.

Ese es el camino: construir desde abajo, cimentar bien el edificio, soñar, quizá, con grandes proyectos para el futuro, haciendo las pequeñas acciones que podemos y nos toca realizar en el presente.

Fuente: omnesmag.com


Publicado por JOQUIVESA en 11:54

11/28/24

Necesitamos que Él vuelva a reinar

Juan Luis Selma


Podemos trabajar todos juntos, buscar el bien y no perder energías tirándonos los trastos a la cabeza

Mucho me temo que la gran mayoría no estamos muy a gusto con nuestro orden social. Sin que haga falta recurrir a las noticias fake, lamentablemente tan abundantes, muchas de las actuaciones de nuestros gobernantes no nos gustan. No nos sentimos protegidos, cuidados y respetados.

La confrontación, el revanchismo, la división entre “buenos y malos”- que ahora no es por el bien o mal que hagan, sino por el hecho de ser de los míos o no-, no nos gusta. El ciudadano medio prefiere la paz social, la justicia, el orden y el bien. En medio de todo el fango de Valencia hemos visto nacer algunas flores: la riada de solidaridad, el heroísmo de muchos volcándose con los demás, la fuerza para el bien y el servicio de la juventud y, también, la unión de algunos políticos.

El emotivo abrazo entre dos senadores valencianos, uno del PSOE y uno del PP, durante un pleno sobre la DANA, es motivo de esperanza. Podemos trabajar todos juntos, buscar el bien y no perder energías tirándonos los trastos a la cabeza. La pena es que lo que se ve en la gran política es reflejo de la pequeña, de la casera. Hemos cambiado el reinado de paz, que Jesucristo instituyó, por el de la confrontación. El perdón y la reconciliación, por la lucha de clases, de género, de cultura y religión. Ahora, el que no está conmigo está contra mí.

“Pilato le dijo: -¿O sea, que tú eres Rey? Jesús contestó: - Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz”, nos dice el Evangelio. También la liturgia de este domingo nos habla del reino de Cristo: reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.

Estas son las características de los tiempos mesiánicos. Si dejamos que Él nos presida, si le escuchamos, tendremos paz y armonía. Sabremos vivir unidos, todos a una levantaremos nuestra sociedad, la regeneraremos.

Hace unos días me comentaba un chico de Bachillerato que estaba muy contento. Se le notaba una gran mejoría: sacaba buenas notas, era buen compañero, tenía ilusión por prepararse un buen futuro profesional, rezaba. Al preguntarle qué le había hecho cambiar, cómo lo había conseguido, la respuesta fue: “Cuando tengo que tomar una decisión, cuando tengo que hacer un plan o elegir algo, me pregunto cómo lo haría Jesús. Esto ha enriquecido mi vida”.

Dejar que Cristo reine no tiene nada que ver con la política, con un volver a una sociedad teocrática: forma de gobierno en que la autoridad política se considera emanada de Dios, y es ejercida directa o indirectamente por un poder religioso, como una casta sacerdotal o un monarca. Jesús dice que su reino no es de este mundo. Se trata de dejarle reinar en nuestro corazón; de regirnos en nuestro comportamiento cotidiano por sus enseñanzas; de apoyarnos en su gracia. En definitiva, de compartir nuestra vida con Él.

Los grandes principios de nuestras vidas, de nuestras familias, serían el amor a la verdad y la libertad, el respeto de toda vida, la justicia, el amor y la paz. Para que esto sea posible no podemos olvidar la gracia y la santidad.

No creo que, al margen de Dios, de su ayuda, podamos edificar un mundo más justo. Más o menos nos conocemos, o deberíamos hacerlo, nos damos cuenta de que junto a grandes arranques de generosidad y de grandeza, tenemos unas pocas miserias, de que el bien que nos gustaría hacer se queda en un “me gustaría” y, en cambio, hacemos el mal que queremos evitar, como dice san Pablo.

El Papa nos invita: "Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, nuestro camino. Cada uno de nosotros tiene su historia; cada uno tiene también sus equivocaciones, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos tristes. En este día, nos vendrá bien pensar en nuestra historia, y mirar a Jesús, y desde el corazón repetirle a menudo, pero con el corazón, en silencio, cada uno de nosotros: Acuérdate de mí, Señor, ahora que estás en tu Reino. Jesús, acuérdate de mí, porque yo quiero ser bueno, quiero ser buena, pero me falta la fuerza, no puedo: soy pecador, soy pecadora. Pero, acuérdate de mí, Jesús. Tú puedes acordarte de mí porque tú estás en el centro, tú estás precisamente en tu Reino".

Pensando en nuestra vida, viendo la de los demás, llegamos a la convicción de que nos conviene que Cristo reine en nosotros, así todo nos irá mejor. Tengamos la valentía de reconocer nuestros pecados y equivocaciones, de apartar de nuestra vida todo lo que no va. Veamos el bien de los demás. Procuremos abrazar en lugar de increpar. Vayamos todos a una a construir un mundo mejor.

Fuente: eldiadecordoba.es

 

Publicado por JOQUIVESA en 11:32

11/27/24

El Espíritu y la Esposa

El Papa en la Audiencia General


 Catequesis. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza 14. Los dones de la Esposa. Los carismas, dones del Espíritu para el bien común.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Después de haber hablado de la gracia santificante y de los carismas, quisiera detenerme hoy en una tercera realidad vinculada a la acción del Espíritu Santo: los «frutos del Espíritu». ¿Qué cosa es el fruto del Espíritu? San Pablo ofrece una lista de éstos en su Carta a los Gálatas. Escribe: «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (5,22). Nueve frutos del Espíritu. ¿Pero qué cosa es este “fruto del Espíritu”?

A diferencia de los carismas, que el Espíritu concede a quien quiere y cuando quiere para el bien de la Iglesia, los frutos del Espíritu – repito: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio – son el resultado de una colaboración entre la gracia y la nuestra libertad.

Estos frutos expresan siempre la creatividad de la persona, en la que «la fe obra por medio de la caridad» (Gal 5,6), a veces de forma sorprendente y llena de alegría.

No todos en la Iglesia pueden ser apóstoles, profetas, evangelistas; pero todos indistintamente pueden y deben ser caritativos, pacientes, humildes, constructores de paz, y etcétera. Todos nosotros, si, debemos ser caritativos, debemos ser pacientes, debemos ser humildes, artífices de paz y no de guerra.

Entre los frutos del Espíritu indicados por el Apóstol, me gustaría destacar uno de ellos, recordando las palabras iniciales de la exhortación apostólica Evangelii gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.» (n. 1). A veces habrá momentos tristes, pero siempre existirá la paz. Con Jesús existe la alegría y la paz.

La alegría, fruto del Espíritu, tiene en común con cualquier otra alegría humana un cierto sentimiento de plenitud y satisfacción, que hace desear que dure para siempre. Sin embargo, sabemos por experiencia que eso no ocurre, porque todo aquí abajo pasa rápidamente: Todo pasa rápidamente. Pensemos juntos: la juventud, pasa rápidamente, ¿la salud, las fuerzas, el bienestar, las amistades, el amor... duran cien años? Pero después no más.

Por otra parte, aunque estas cosas no pasaran rápidamente, después de un tiempo ya no son suficientes, o incluso se vuelven aburridas, porque, como dijo San Agustín a Dios: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» [1]. Existe la inquietud del corazón por buscar la belleza, la paz, el amor, la alegría.

La alegría del Evangelio, la alegría evangélica, a diferencia de cualquier otra alegría, puede renovarse cada día y volverse contagiosa. «Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto referencialidad. [...] Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?» (Evangelii gaudium, 8). Esta es la doble característica de la alegría que es fruto del Espíritu: no sólo no está sujeta al inevitable desgaste del tiempo, ¡sino que se multiplica al compartirla con los demás! Los demás. Una verdadera alegría se comparte con los demás, y se “contagia”.

Hace cinco siglos, vivía en Roma un santo llamado Felipe Neri. Él pasó a la historia como el santo de la alegría. A los niños pobres y abandonados de su Oratorio les decía: “Hijos, estén alegres; no quiero escrúpulos ni melancolía; me basta con que no pequen”. Y todavía: “¡Sean buenos, si pueden!”. Menos conocida es, sin embargo, la fuente de la que procedía su alegría. San Felipe Neri sentía un amor tal por Dios que a veces parecía que el corazón le iba a estallar en el pecho. Su alegría era, en el sentido más pleno, un fruto del Espíritu. El santo participó en el Jubileo de 1575, que enriqueció con la práctica, mantenida posteriormente, de visitar las Siete Iglesias. Fue, en su época, un verdadero evangelizador a través de la alegría. Y tenía esta característica de Jesús: perdonaba siempre, perdonaba todo. Quizás alguno de nosotros puede pensar: “pero he cometido este pecado, y esto no tendrá perdón…”. Escuchen bien: Dios perdona todo, Dios perdona siempre. Y esta es la alegría: ser perdonados por Dios. A los sacerdotes y a los confesores siempre digo: perdonen todo, no preguntar mucho, pero perdonar todo, todo y siempre.

La palabra «evangelio» significa buena nueva. Por tanto, no se puede comunicar con caras largas y rostro sombrío, sino con la alegría de quien encontró el tesoro escondido y la perla preciosa. Recordemos la exhortación que San Pablo dirigió a los creyentes de la Iglesia de Filipos, y que ahora nos dirige a todos nosotros: «Estén siempre alegres en el Señor, les repito estén alegres, y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca» (Fil 4,4-5).

Queridos hermanos y hermanas, alégrense con la alegría de Jesús en el corazón. Gracias.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, de modo particular a los miembros de ESNE, El Sembrador, y les agradezco su labor evangelizadora a través de los medios de comunicación. El próximo domingo vamos a empezar el Adviento; es un tiempo de preparación a la Navidad. Vivamos este tiempo de gracia irradiando la alegría que es fruto del encuentro con Jesús. Que Dios los bendiga y que la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
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Anuncio y llamamiento

No olvidemos al martirizado pueblo ucraniano. Sufre demasiado. Y ustedes niños, muchachos, piensen en los niños y en los muchachos ucranianos que sufren en este tiempo, sin calefacción, con un invierno muy duro, muy fuerte. Recen por los niños y los muchachos ucranianos. ¿Lo harán? ¿Rezarán? Todos ustedes. No lo olviden. Y recemos también por la paz en Tierra Santa; Nazaret, Palestina, Israel … que haya paz, que haya paz. La gente sufre demasiado. Recemos por la paz todos juntos. 

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Resumen leído por el Santo Padre en español 

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre los frutos del Espíritu Santo. San Pablo, en la Carta a los Gálatas, nos dice que «el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia» (Gal 5,22). Estos frutos son el resultado de una colaboración entre la gracia de Dios y la libertad humana, algo que todos estamos llamados a cultivar, para poder crecer en la virtud.

Entre todos estos frutos, quisiera destacar el fruto de la alegría. A diferencia de cualquier otra alegría que podamos experimentar en la tierra, que al final será siempre pasajera, la alegría del Evangelio no está sujeta al tiempo, puede renovarse cada día y se vuelve contagiosa. Más todavía, compartirla con los demás hace que crezca y se multiplique. Este fruto del Espíritu Santo lo vemos presente, por ejemplo, en la vida de muchos santos. Por ejemplo san Felipe Neri, que supo dar testimonio del Evangelio contagiando a todos la alegría, la bondad y la sencillez de corazón.

Publicado por JOQUIVESA en 13:45

11/25/24

La hermosa alegría de la confesión

 José María Montiu de Nuix

La Iglesia invita especialmente en este tiempo de Adviento a recibir dicho sacramento.

Tiempos especialmente penitenciales del año litúrgico son Adviento y Cuaresma. El mismo color de la casulla de dichos períodos, el morado, significa penitencia. La penitencia vale especialmente cuando está enriquecida con su sacramento, el sacramento de la penitencia. La Iglesia invita especialmente en este tiempo a recibir dicho sacramento.

El sacramento de la penitencia, sacramento de la confesión, es una realidad bellísima, estupenda, resplandeciente, admirable, maravillosa, muy deseable. Un emperador romano decía que los sacerdotes eran más poderosos que él. Pues, mientras él extendía su poder únicamente sobre el mundo, el poder del sacerdote alcanzaba desde el infierno hasta el cielo, ya que con la absolución sacramental cerraba el infierno y abría el cielo. ¡Qué alegría, qué bien, cuanto mal superado, cuando uno ve que se le ha cerrado el infierno y se le ha abierto el cielo! El Doctor Angélico afirmó que la omnipotencia de Dios resplandece más admirablemente en el perdón del sacramento que en la creación del mundo de la nada. Un Dios, que es padre que perdona, ¡es una maravilla!

Charlando con un seglar, teniendo éste experiencia de haberse confesado muchas veces, al decirle que en algunos pueblos había pocas confesiones, me respondió: ¡No puedo entenderlo!, ¡No me cabe en la cabeza!, pues ¡la confesión es el sacramento de la alegría!, ¡El sacramento de la alegría! ¡De la alegría!

Recuerdo un feligrés mío, señor mayor, que invitó a un conocido a confesarse, y me comentó que en toda su vida no había visto una persona tan contenta como este conocido suyo después de confesarse. Muchas veces el Papa Francisco ha dicho que en la confesión está la alegría de recibir el abrazo de Dios. También me acuerdo que una mujer, con rostro vivamente muy emocionado, muy ilusionado, fue a confesarse, más que para recibir el beso de Dios, que para recibir el perdón de los pecados. ¡Jamás podré olvidar episodio tan bello! Recuerdo unas hermosas niñas pequeñas que iban corriendo, muy contentas, a confesarse, dando alegres saltitos de alegría.

Puede aplicarse aquí esta idea de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei: “Hemos de comportarnos como un pequeño que se sabe con la cara sucia y decide lavarse, para que su madre después le dé un par de besos”. La hermosura de una persona es la hermosura de su alma, que es la bondad. El sacramento de la confesión, purificando nuestro corazón, nos pone guapos, nos asemeja más a la belleza de Dios. De modo que el Señor pueda exclamar de nosotros: ¡qué guapo!, ¡qué guapa!, ¡qué alegría! ¡Qué alegría la del Señor viendo a su hijo, a su hija, con el corazón así purificado y adornado, por la confesión! ¡Es la alegría de Dios!

El sacramento de la penitencia es una maravilla de la alegría. Es el sacramento de la alegría, de la paz y de la misericordia amorosa de Dios. Hace de nosotros una nueva creación, un mundo nuevo de gozo y de alegría; una tierra nueva, hermosa, bella, guapa; un corazón nuevo, rejuvenecido; un espíritu nuevo, convertido; una cuna amorosa para Dios; hombres nuevos, esperanzados, llenos de ilusión; mujeres nuevas con la alegría de la esperanza brillando en los ojos; nuevo impulso; nueva fuerza; nueva energía, nueva alegría; nuevos designios; nueva gracia; nuevo brillar de las maravillas de Dios en el alma. En definitiva, el sacramento de la confesión, dice, a los que todavía titubean sobre si se confesaran: ¿a qué esperas para ser verdaderamente feliz? ¡Decídete de una vez a ser feliz! ¡Decídete a quitar de tu alma el peso de los pecados que la oprimen! ¡Para qué retardar más tu felicidad! ¡Qué ganas con no ser feliz!

El Papa Francisco, que quiere nuestra felicidad y nuestra alegría, nos ha invitado a confesarnos, a dejarnos amar por Dios, a paladear esta dicha. Así, ha dicho: a la Iglesia ya le ha llegado la hora de anunciar el perdón. Recuerdo una mujer, que antes no estaba muy convencida de confesarse, pero que se dio cuenta de que la voz del Papa era más valiosa que las voces que en sentido contrario había oído, y exclamó: ¡Ahora, lo que toca es confesarse! Sí, como diría el gran san Agustín: “Roma locuta est, causa finita est”. Roma ha hablado, la solución está dada. Sí, vale más la palabra del Vicario de Cristo, del que en sí mismo realiza el dicho: “Tú eres Pedro”.

El Papa Francisco, además, predica con el ejemplo. Todos hemos podido ver fotografías de él confesándose y confesando. El cardenal Beniamino Stella ha afirmado que el Papa Francisco insiste constantemente en que la gente se confiese. El Papa Francisco, en su libro “El nombre de Dios es misericordia” afirmó que uno de los objetivos más importantes del año de la misericordia consistía en que todos los fieles cristianos, sin excepción, se confesaran. Así, a la pregunta “¿Cuáles son las experiencias más importantes que un creyente debe vivir en el Año Santo de la Misericordia?”, respondió: “Abrirse a la misericordia de Dios, abrirse uno mismo y el propio corazón, permitirle a Jesús que le salga al encuentro, acercándose con confianza al confesonario. Procurar ser misericordioso con los otros”. También en Misericordia et Misera pidió, a todos los fieles, sin excepción, que se confesaran: “No perdamos la oportunidad de vivir también la fe como una experiencia de reconciliación. ‘Reconciliaos con Dios’ (2 Co 5, 20), esta es la invitación que el Apóstol dirige también hoy a cada creyente, para que descubra la potencia del amor que transforma en una ‘criatura nueva’ (2 Co 5, 17)”.

Hay cosas evidentísimas, como 1=1. Sabemos que lo central es lo más importante. Luego, pocas cosas son tan evidentes como que lo central es lo más importante. De una religión, pues, lo que vale principalmente es lo central. Pues bien, el Papa Francisco ha dicho que confesarse está en el centro del cristianismo. “De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia”. “El sacramento de la Reconciliación necesita volver a encontrar el puesto central en la vida cristiana (…)”.

En definitiva, cuando el Papa nos pide que nos confesemos, no es que el Papa se equivoque, son las voces que discrepan de él las que se equivocan. El Papa tiene la razón. Así pues, confesémonos. Y, entonces: ¡alegría, alegría, alegría!.

Fuente: exaudi.org

Publicado por JOQUIVESA en 18:31

¿Por qué los filósofos tienen una patrona y no un patrón?

Enrique Esteban

A muchos les sorprende saber que los filósofos cuentan con una patrona y no con un patrón, especialmente porque en la historia de la filosofía la mayoría de los grandes filósofos han sido varones. Este artículo explica por qué una mujer tiene este singular privilegio.

La Iglesia cuenta con un puñado de santos que han sido grandes filósofos -San Agustín, Santo Tomás, San Anselmo, San Buenaventura o San Alberto Magno-, por eso llama la atención que la patrona de los filósofos sea precisamente una mujer, Santa Catalina de Alejandría. Ahora bien, ¿qué méritos hizo esta joven de 18 años para ser proclamada patrona de tantos grandes pensadores? ¿Qué inteligencia tan grande poseía?

La historia de Santa Catalina de Alejandría

La hagiografía nombra por primera vez a Catalina de Alejandría entre los siglos VI y VIII, documentación bastante tardía habida cuenta de que en ella se explica que la mártir murió en Egipto a principios del siglo IV. 

La distinta documentación sobre la historia de la santa culminó en la «Leyenda de Oro» del arzobispo de Génova, Santiago de la Vorágine, donde se cuenta que Catalina era una noble cristiana, hija del rey Costo de Alejandría, joven instruida en artes liberales, de gran belleza y virtud. Catalina tenía con dieciocho años cuando el emperador Majencio (o Maximino), llegado a Alejandría, mandó realizar sacrificios paganos con motivo de su visita. Catalina rehusó y, entrando en el templo, trató de convencer al emperador con una retórica impecable.

El emperador, abrumado por su elocuencia, mandó llamar a sabios de todo el Imperio para que refutaran los argumentos de la joven. Estos sabios fueron convertidos al cristianismo por Catalina y quemados vivos por ello. Catalina fue azotada y encarcelada, condenada a morir de hambre. Pero dos ángeles la acompañaron en su cautiverio, curando las marcas de los azotes, y una paloma le llevó comida a diario. Durante su reclusión, logró convertir a la esposa del emperador, a su general Porfirio y a doscientos soldados más.

Llegado de nuevo el emperador, hizo torturar a Catalina con una máquina compuesta por ruedas dentadas que, al tocar el cuerpo de la joven, saltó en mil pedazos, matando a cuatro mil paganos que contemplaban la condena. La emperatriz, reprochando a su marido la crueldad de sus actos y reconociendo su conversión, fue también decapitada, así como el general Porfirio y sus soldados conversos.

Finalmente, el emperador hizo decapitar a la joven tras rechazar Catalina su propuesta de matrimonio. De su cuerpo no salió sangre, sino leche.

Varias centurias de desconocimiento de la santa ponen en duda incluso su existencia; no obstante, como ejemplo didáctico de vida cristiana, Santa Catalina ostenta el patronazgo de numerosos oficios, dada su extremada erudición, y es considerada intercesora ante problemas de toda índole.

La Historia Eclesiástica de Eusebio, del siglo IV, habla de una mujer alejandrina que se enfrentó al emperador (tampoco está claro si fue a Majencio o a Maximino). Se considera asimismo que la historia de Santa Catalina pudiera estar inspirada y ser contrapunto de la de Hipatia (muerta en 415), filósofa egipcia de gran erudición, de religión pagana, supuestamente asesinada por una turba de cristianos en momentos de gran tensión política y religiosa en la zona. Otras fuentes que hablan de la santa son la Passio (siglos VI-VII) o el Menogolio griego del emperador Basilio, donde aparece representada con sus atributos por primera vez. Todas estas fuentes documentales culminarían en la Leyenda de Oro.

Sea como fuere, parece ser que a partir del siglo VIII la veneración de Santa Catalina fue habitual entre los cristianos de Egipto, pues se creía que estaba enterrada en el Sinaí. Las reliquias de la santa fueron halladas en dicho monte en el siglo IX, adonde según la tradición habían sido transportadas por ángeles; de Bizancio y de finales del siglo X proceden las representaciones más antiguas (ilustración del Menologio de Basilio), bien como figura aislada, bien como ciclo biográfico o bien con escenas narrativas concretas.

Estudio del tipo iconográfico del martirio de Santa Catalina de Alejandría

Las primeras imágenes aparecidas en Occidente de la santa pertenecen al siglo XII, extendido su culto por los Cruzados, poco antes de que Santiago de la Vorágine recogiera el relato de la vida de Catalina en su Leyenda de Oro.

A partir del siglo XIV se produce un auge notable en el número de representaciones y se diversifican los temas. No solo aparece de manera aislada con los atributos tradicionales, como la rueda dentada de su tortura, la palma como símbolo del martirio, los distintos signos de erudición (como libros, útiles matemáticos o una esfera terrestre), la corona como signo de procedencia noble o aplastando la cabeza del emperador; sino que se extienden nuevos temas como los desposorios místicos. La idea de la vida consagrada a Dios como una forma de matrimonio es recurrente a partir del siglo XIV. Así, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, hacen referencia en sus escritos (o lo leemos en escritos ajenos posteriores a su muerte) a una relación de entrega similar. De hecho, no existe en la documentación conservada de Santa Catalina de Alejandría ningún episodio referente a esto; ni siquiera Santiago de la Vorágine relata tal situación, y solo indica lo que Dios dijo a la santa momentos antes de su decapitación. “¡Ven amada mía, ven esposa mía, ven!”. Otros temas recurrentes son el del debate con los filósofos del emperador, su martirio o su conversión.

Conviene mencionar las similitudes encontradas entre esta santa y la ya mencionada Santa Catalina de Siena: a ambas se les atribuye una gran erudición (no en vano Santa Catalina de Siena es Doctora de la Iglesia), un debate contra sabios de la época o el episodio del desposorio místico, además de su propio nombre de pila. No es descabellado pensar que exista cierta relación entre la vida de la santa del siglo XIV (mejor documentada) y la evolución en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría.

Ya se ha mencionado que la representación artística de Santa Catalina de Alejandría ha sido muy habitual en la iconografía cristiana desde la Edad Media. El siglo XVI dejó muestras ricas y variadas de la iconografía de la santa en todas sus variantes. Muy conocida es la pintura de Caravaggio (1598) mostrando a Santa Catalina con sus atributos más característicos: la palma, la rueda y la daga.

Entre los desposorios místicos, es habitual encontrar representaciones donde la santa, arrodillada ante Jesús niño, besa su mano o recibe un anillo en señal de alianza. Suelen aparecer asimismo los atributos típicos. Sirva como ejemplo el óleo de Alonso Sánchez Coello (1578) en el que se puede apreciar a la santa con la alianza en el dedo.

Una pintura de Lucas Cranach el Viejo (1506) nos muestra el momento en que la rueda de tortura se quiebra y mata a los paganos que hay alrededor de la santa contemplando el espectáculo.

Existe una variedad riquísima de representaciones de Santa Catalina de Alejandría a lo largo de toda Europa, donde su figura es venerada en numerosos lugares. Es considerada santa por la Iglesia Católica, Copta, Ortodoxa y Anglicana.

Fuente: omnesmag.com

Publicado por JOQUIVESA en 12:19

11/24/24

Dos palabras: la palabra “rey” y la palabra “mundo”.

 El Papa en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

Hoy el Evangelio de la liturgia (Jn 18,33-37) nos presenta a Jesús frente a Poncio Pilato: fue entregado al procurador romano para que lo condene a muerte. Pero entre los dos inicia – entre Jesús y Pilato – un breve diálogo. A lo largo de las palabras de Pilato y las respuestas del Señor, dos palabras en particular se transforman, adquiriendo un nuevo sentido. Dos palabras: la palabra “rey” y la palabra “mundo”.

En un primer momento, Pilato pregunta a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?» (v. 33). Razonando como un funcionario del imperio, quiere entender si el hombre que tiene frente a él constituye una amenaza y para él un rey es la autoridad que manda sobre todos sus súbditos. ¿Esto sería una amenaza para él, no? Jesús afirma que es un rey, sí, pero de una manera muy diferente. Jesús es rey por ser testigo: es Aquel que dice la verdad (cf. v. 37). El poder real de Jesús, el Verbo encarnado, está en su palabra verdadera, en su palabra eficaz, que transforma el mundo.

Mundo: he aquí el segundo momento. El “mundo” de Poncio Pilato es aquel donde el fuerte vence sobre el débil, el rico, sobre el pobre, el violento, sobre el manso, es decir, un mundo que desafortunadamente conocemos bien. Jesús es Rey, pero su reino no es de ese mundo, tampoco es de este mundo (v. 36). El mundo de Jesús, de hecho, es el nuevo, el eterno, que Dios prepara para todos entregando su vida por nuestra salvación. Es el reino de los cielos, que Cristo lleva a la tierra derramando gracia y verdad (cf. Jn 1,17). El mundo del que Jesús es Rey rescata la creación arruinada por el mal con la fuerza precisamente del amor divino, Jesús salva la creación, porque Jesús libera, Jesús perdona, Jesús da paz y justicia. “¿Pero es cierto, padre, esto? – “Sí”. ¿Cómo es tu alma? ¿Hay algo pesado allí dentro? ¿Alguna vieja culpa? Jesús perdona siempre. Jesús no se cansa de perdonar. Este es el Reino de Jesús. Si hay algo feo dentro de ti, pide perdón. Y Él perdona siempre.

Hermanos y hermanas, Jesús habla a Pilato desde muy cerca, pero este permanece lejos, porque habita en un mundo diferente. Pilato no se abre a la verdad, aunque la tenga enfrente. Hará crucificar a Jesús y ordenará que se escriba sobre la cruz: «El rey de los judíos» (Jn 19,19), pero sin entender el sentido de esta palabra: “Rey de los Judíos”, de esas palabras. Sin embargo, Cristo vino al mundo, a este mundo nuestro: quien es de la verdad, escucha su voz (cf. Jn 18,37). Es la voz del Rey del universo, que nos salva.

Hermanos y hermanas, escuchar al Señor infunde luz en nuestro corazón y en nuestra vida. Y entonces probemos a preguntarnos, que cada uno se pregunte en su corazón: ¿Puedo decir que Jesús es mi “rey”? ¿O dentro del corazón tengo otros “reyes”? ¿En qué sentido? ¿Su Palabra es mi guía, mi certeza? ¿Yo veo en Él el rostro misericordioso de Dios que siempre perdona, que siempre perdona, que nos está esperando para darnos el perdón?

Recemos juntos a María, sierva del Señor, mientras aguardamos con esperanza el Reino de Dios.
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Después del Ángelus

Estos dos muchachos coreanos han recibido hoy la Cruz de la Jornada de la Juventud que se celebrará en Seúl y la llevarán a Corea para preparar la Jornada. ¡Un aplauso para los coreanos! Y también un aplauso para los jóvenes portugueses que han entregado la Cruz.

Ayer en Barcelona fueron beatificados el sacerdote Cayetano Clausellas Ballvé y el fiel laico Antonio Tort Reixachs, asesinados por odio a la fe en 1936, en España. Demos gracias a Dios por el gran don de estos testigos ejemplares de Cristo y del Evangelio. ¡Un aplauso para los nuevos Beatos!

Hoy se celebra, en las Iglesias particulares, la 39ª Jornada Mundial de la Juventud, sobre el tema: “Los que esperan en el Señor caminan y no se cansan” (cf. Is 40,31). ¡Incluso los jóvenes se cansan a veces, si no esperan en el Señor! Saludo a las delegaciones de Portugal y de Corea del Sur, que han hecho el paso del “testigo” en el camino hacia la JMJ de Seúl en el 2027.Un aplauso para las dos delegaciones.

Como ya he anunciado, el próximo 27 de abril, en el contexto del Jubileo de los Adolescentes, proclamaré Santo al Beato Carlo Acutis. Además, habiendo sido informado por el Dicasterio de las Causas de los Santos de que está a punto de concluirse positivamente el proceso de estudio de la Causa del Beato Pier Giorgio Frassati, tengo en mente canonizarlo el próximo 3 de agosto durante el Jubileo de los Jóvenes, después de haber obtenido el parecer de los Cardenales. Un aplauso para los próximos nuevos santos.

Mañana Myanmar celebra su Fiesta Nacional, en recuerdo de la primera protesta estudiantil que encaminó el país hacia la independencia, y en la perspectiva de una temporada pacífica y democrática que todavía hoy no termina de materializarse. Expreso mi cercanía a toda la población de Myanmar, en particular a quienes sufren por los combates en curso, sobre todo a los más vulnerables: niños, ancianos, enfermos y refugiados, entre los que se encuentran los Rohingya. Dirijo un sentido llamamiento a todas las partes implicadas, para que callen las armas y se abra un diálogo sincero e inclusivo, capaz de asegurar una paz duradera.

Y os saludo de corazón a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los grupos de fieles procedentes de Malta, Israel, de Eslovenia y de España, como también de las diócesis de Mostar-Duvno y Trebinje-Mrkan y del territorio de la Abadía de Fossanova.

Y continuemos rezando por la martirizada Ucrania, que sufre tanto, recemos por Palestina, por Israel, el Líbano, Sudán. Pidamos la paz.

Y a todos, a todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!.

Fuente: vatican.va

Publicado por JOQUIVESA en 20:44

11/23/24

Solemnidad de Cristo Rey

Último Domingo del tiempo ordinario (Ciclo B)

Evangelio (Jn 18, 33b-37)

Pilato entró de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: —¿Eres tú el Rey de los judíos?

Jesús contestó: —¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?

—¿Acaso soy yo judío? —respondió Pilato—. Tu gente y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí: ¿qué has hecho?

Jesús respondió: —Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.

Pilato le dijo: —¿O sea, que tú eres Rey?

Jesús contestó: —Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz.

Comentario al Evangelio

¿Eres tú el Rey de los judíos?

Es la pregunta que Pilato hace a Jesús cuando se encuentran frente a frente.

Los judíos para que el gobernador aprobara la muerte de Jesús habían cambiado la acusación. Si le habían condenado por ser Hijo de Dios, delante de Pilato le acusan de hacerse el rey de los judíos.

Pilato quizás más por curiosidad que por verdadero interés de conocer quién es Jesús le hace una pregunta que nos hacemos todos los hombres: ¿Quién eres Jesús? Esta pregunta tiene tanto interés que Jesús mismo se la hizo en una ocasión a los Apóstoles: ¿Quién decís vosotros que soy yo?

Esta pregunta goza de un enorme interés porque Jesús ha venido a la tierra a invitarnos a participar en su reino a ofrecernos su amistad. Quiere Jesús que tengamos con Él un trato de amistad. Jesús quiere reinar en cada corazón humano.

En el diálogo con Pilato, Jesús enseguida pasa del terreno impersonal al terreno personal. Desde la pregunta inicial de Pilato: ¿eres tú el rey de los judíos? pasa Jesús a preguntarle: ¿dices esto por ti mismo o te lo han dicho otros de mí? Era como preguntarle: Pilato, ¿quién piensas que soy yo? Jesús quiere poner a Pilato ante la pregunta fundamental porque acoger a Jesús es acoger a Dios. Porque Jesús es el Verbo Encarnado y a través de su humanidad conocemos a Dios.

Pilato trata de eludir la respuesta: ¿acaso soy yo judío? Realmente no es fácil ponerse delante de Jesús y de su Reino. Abrir la puerta del corazón a Jesús significa estar dispuesto a cambiar de vida. Es vivir de una manera diferente y eso no siempre es fácil. Quizás con esta respuesta Pilato manifiesta cierta indiferencia hacia Jesús. Aunque bien es verdad que a medida que avanza el diálogo Pilato tendrá que mojarse.

Jesús sigue dando oportunidades a Pilato, invitándole a que tome parte de su Reino. Lo hace respondiendo a la pregunta que Pilato le formula a continuación: ¿qué has hecho? Es decir, ¿por qué los judíos te han traído a mi presencia para ser juzgado? ¿por qué quieren darte muerte?

Responde Jesús: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores lucharían para que no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”.

Pilato escucha, pero realmente no entiende nada. Jesús por su parte se manifiesta con una enorme sencillez. En la respuesta que le da a Pilato deja clara una de las características de su Reino: “mi reino no es de aquí”.

Aunque Jesús le explica con claridad, Pilato no entiende. Más bien parece que quiere quitarse de encima un problema engorroso. No se detiene en conocer lo que le ha contestado Jesús, sino que actúa de una manera pragmática. Es como si le Pilato le dijera: vamos al grano a lo que me interesa: ¿eres Rey o no lo eres?

Jesús le contesta: “Tú lo dices: yo soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz”.

Esas palabras que pronuncia Jesús delante de Pilato son las que le conducirán a la muerte. Jesús muere por dar testimonio de la verdad.

¿Cuál es la verdad que anuncia? La principal es el Amor que Dios tiene al hombre que para rescatarle del poder del pecado y de la muerte, envió a su Hijo como Salvador del mundo y “él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando, destruyó la muerte y nos dio nueva vida” (Plegaria Eucarística IV).

¿Eres tú el Rey de los judíos? Así comienza el diálogo de Pilato con Jesús. También nosotros debemos preguntarle y nos enseña que su reino es “el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (Prefacio de la Misa de Cristo Rey).

Fuente: opusdei,org

Publicado por JOQUIVESA en 11:31

Pío XII y el nacionalsocialismo

José M. García Pelegrín

El origen de la leyenda negra sobre Pío XII puede situarse con precisión: el 20 de febrero de 1963, fecha del estreno de la obra teatral “El Vicario” de Rolf Hochhuth. Esta obra presentaba a Pío XII como un cínico sin escrúpulos que, obsesionado con combatir el comunismo, había justificado e incluso apoyado las acciones nazis.

El Papa Pío XII representa posiblemente el caso más dramático de transformación en la percepción pública del siglo XX. Como señala el historiador y periodista Sven Felix Kellerhoff, “probablemente no exista ninguna otra figura histórica de rango mundial que, como Eugenio Pacelli, haya pasado en tan poco tiempo después de su muerte de ser un modelo ampliamente respetado a una persona condenada por la mayoría”.

Durante su vida y en el momento de su fallecimiento, el 9 de octubre de 1958, Pío XII gozaba de un prestigio internacional incuestionable, reflejado en hechos como su aparición en la portada de Time con la cita “The work of Justice is Peace”. En Alemania se le dedicaron calles y avenidas, mientras que la primera ministra israelí Golda Meir lo describió como “un gran amigo del pueblo de Israel”.

El rabino jefe de Roma, Israel Zolli, quien posteriormente se convirtió al catolicismo adoptando el nombre de Eugenio en honor al Papa, defendió esta postura: “Ningún héroe de la historia ha comandado un ejército tan combativo como el que Pío XII movilizó contra Hitler. Dirigió una batalla incruenta pero implacable”. El Gran Rabino de Jerusalén, Isaac Herzog, expresó en 1944: “El pueblo de Israel nunca olvidará lo que Su Santidad está haciendo por nuestros desafortunados hermanos y hermanas en esta hora más trágica”. La Unión de Comunidades Judías Italianas llegó a acuñar una medalla de oro en su honor.

Pío XII, ¿el Papa de Hitler?

Sin embargo, esta percepción experimentó un giro radical poco después, hasta el punto de que, en 1999, John Cornwell publicó un libro titulado “Hitler’s Pope” (“El Papa de Hitler”). El origen de la leyenda negra sobre el papa Pacelli puede situarse con precisión: el 20 de febrero de 1963, fecha del estreno de la obra teatral “El Vicario” de Rolf Hochhuth. Esta obra presentaba a Pío XII como un cínico sin escrúpulos que, obsesionado con combatir el comunismo, había justificado e incluso apoyado las acciones nazis. Quien se sorprenda de que una obra de teatro pudiera tener tanta repercusión subestima el poder de la ficción; piénsese por ejemplo en “El código de Da Vinci”.

La realidad histórica, sin embargo, contradice frontalmente esta caracterización. Ya en 1924, siendo Nuncio Apostólico en Múnich, Pacelli demostró una clarividencia excepcional al telegrafiar a la Secretaría de Estado vaticana: “El nacionalsocialismo es la herejía más grave de nuestro tiempo”. Esta declaración resulta especialmente significativa considerando que, en aquel momento, la Iglesia identificaba al comunismo como su principal amenaza.

Los propios líderes nazis lo consideraban uno de sus enemigos más peligrosos. Joseph Goebbels, en su diario, menciona a Pío XII más de cien veces, siempre en tono de advertencia. Por ejemplo, respecto al discurso navideño papal de 1939, Goebbels anotó: “Lleno de ataques muy mordaces y escondidos contra nosotros, contra el Reich y el nacionalsocialismo”.

El acto de protesta

Un momento crucial en la oposición de Pacelli al régimen nazi se produjo durante su etapa como Secretario de Estado, bajo el pontificado de Pío XI. Fue uno de los principales artífices de la histórica encíclica “Mit brennender Sorge” del 14 de marzo de 1937, cuyo título fue modificado personalmente por él, sustituyendo la palabra “großer” (“Con gran preocupación”) por “brennender” (“Con preocupación ardiente”). Esta encíclica, la única redactada en otro idioma distinto del latín, constituyó el acto de protesta más significativo durante los doce años del régimen nazi. Su distribución clandestina en Alemania permitió su lectura simultánea desde los púlpitos de numerosas iglesias católicas.

La represalia nazi fue inmediata y severa: además de la quema sistemática de ejemplares, más de 1.100 sacerdotes fueron detenidos, y 304 de ellos acabaron deportados a Dachau. Estos acontecimientos dejaron una huella indeleble en la conciencia de Pacelli, quien comprendió que los desafíos públicos al régimen nazi podían tener consecuencias devastadoras para los católicos.

Pío XII y los refugiados judíos

Durante la ocupación alemana de Roma, entre el 10 de septiembre de 1943 y el 4 de junio de 1944, la intervención directa de Pío XII resultó crucial para la salvación de los judíos romanos. El Papa ordenó abrir no sólo los conventos de clausura, sino también el Vaticano y su residencia veraniega en Castelgandolfo para dar refugio a los perseguidos. Las cifras son elocuentes: 4.238 judíos romanos encontraron refugio en 155 conventos de la ciudad, otros 477 fueron acogidos en el Vaticano, y aproximadamente 3.000 más hallaron protección en Castelgandolfo.

En la propia habitación papal, varias mujeres judías embarazadas dieron a luz; cerca de 40 niños nacieron allí, y muchos recibieron el nombre de Eugenio o Pío como agradecimiento. Como señala el historiador Michael Hesemann: “En ningún país de Europa ocupado por los nazis sobrevivió un porcentaje tan elevado de judíos como en Italia; en ninguna otra ciudad fueron tantos como en Roma, gracias a Pío XII y a su prudente iniciativa”.

Las críticas que acusan a Pío XII de no haber protestado suficientemente ante las autoridades nazis ignoran las consecuencias contraproducentes que tales protestas podían tener. El caso más ilustrativo es el del obispo católico de Utrecht en agosto de 1942: su protesta pública contra la deportación de judíos en los Países Bajos provocó que los nazis incluyeran también a los católicos de origen judío en las deportaciones. Entre las víctimas se encontraba Edith Stein, conversa del judaísmo al cristianismo y monja carmelita. 

Ya en 1942 Pío XII comentó a su confidente Don Pirro Scavizzi: “Una protesta por mi parte no sólo no habría servido de ayuda a nadie, sino que habría desatado las cóleras contra los judíos y multiplicado las atrocidades. Quizá hubiera despertado las alabanzas del mundo civilizado, pero a los pobres judíos solo les habría producido una persecución más atroz que la que sufrieron”.

Una investigación histórica

Tras la publicación de “Le Bureau – Les juifs de Pie XII” (edición italiana: “Pio XII e gli ebrei”) por Johan Ickx, director del Archivo Histórico del Departamento para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, se han revelado tanto los éxitos como las limitaciones de la diplomacia vaticana durante la Segunda Guerra Mundial. Ickx ha analizado documentos del pontificado de Pío XII (1939-1958), abiertos a la investigación en marzo de 2020. En sus 400 páginas divididas en 18 capítulos, documenta la extensa red de vías de escape para perseguidos organizada por el Papa, junto con una red de clérigos distribuida por toda Europa cuyo único objetivo era salvar vidas.

Una de las revelaciones más importantes de Ickx es que Pío XII estableció, al inicio de la guerra, una unidad específica en la Secretaría de Estado dedicada exclusivamente a gestionar las peticiones de ayuda de judíos perseguidos en Europa. Esta “oficina” centralizó información sobre deportaciones, redadas y el exterminio sistemático en los campos de concentración nazis. La documentación demuestra que esta oficina actuaba bajo instrucciones directas del Papa. Ickx establece un paralelo con “la lista de Schindler”, denominándola “lista Pacelli”, aunque reconoce que la creación de un expediente no garantizaba una intervención exitosa en cada caso.

Un ejemplo significativo fue la protesta de Monseñor Cesare Orsenigo, sucesor de Eugenio Pacelli como Nuncio Apostólico en Berlín, ante las autoridades alemanas en abril de 1940 por el trato inhumano a sacerdotes polacos en campos de concentración, especialmente en Sachsenhausen. En septiembre del mismo año, Orsenigo volvió a intervenir por los sacerdotes católicos en aislamiento. El régimen nazi se negó a liberarlos, temiendo que generaran propaganda antinazi en el extranjero. La única concesión obtenida fue la concentración de los sacerdotes en el campo de Dachau.

El 20 de marzo de 1942, el nuncio en Eslovaquia, arzobispo Giuseppe Burzio, intervino ante el gobierno eslovaco para detener la deportación de judíos, respondiendo a una petición del rabino de Budapest. La oficina papal envió una nota oficial al embajador eslovaco ante la Santa Sede declarando: “La cuestión judía es una cuestión de humanidad. Las persecuciones contra los judíos en Alemania y en los países ocupados o sometidos son una ofensa a la justicia, a la caridad y a la humanidad. El mismo trato brutal se extiende a los judíos bautizados. Por tanto, la Iglesia católica está plenamente autorizada a intervenir tanto en nombre de la ley divina como de la ley natural”. Un mes después, el nuncio en Budapest, Angelo Rotta, informó que las deportaciones se habían intensificado, sugiriendo que las intervenciones vaticanas podían haber exacerbado la represión nazi en algunos casos.

Guerra contra la Iglesia católica

Ickx dedica 23 páginas a un caso que ilustra las tácticas nazis para neutralizar las intervenciones vaticanas. En febrero de 1943, una nota de protesta de la Santa Sede dirigida al ministro de Asuntos Exteriores alemán, Joachim von Ribbentrop, fue interceptada por el secretario de Estado Ernst von Weizsäcker, quien la devolvió al nuncio sin entregarla. Esto permitió a los nazis negar haber recibido protestas oficiales del Vaticano. Sobre este incidente, Ickx concluye: “Quedó claro para la oficina que los nacionalsocialistas habían declarado la guerra a la Iglesia católica. No había nada que la Iglesia pudiera decir o hacer para modificar la política de persecución nazi. No haber comprendido esto explica parcialmente las falsedades que circularon durante décadas sobre Pío XII y su actuación durante la Segunda Guerra Mundial”.

El Vaticano logró algunos éxitos puntuales, como la obtención de visados para profesores judíos alemanes e italianos que escaparon a universidades en Estados Unidos, Uruguay y Brasil. Como atestiguó el diplomático estadounidense Myron Taylor, enviado de Roosevelt a Roma, Pío XII defendió consistentemente a la humanidad sufriente, sin distinción de raza o credo.

La investigación de Johan Ickx permite comprender mejor el papel de la Santa Sede en uno de los períodos más oscuros de la historia reciente, confirmando que Pío XII mantuvo una postura coherente y comprometida en defensa de los judíos y otros perseguidos, en línea con los principios morales que sostuvo.

Fuente: omnesmag.com

Publicado por JOQUIVESA en 11:26

11/21/24

“Amar la libertad implica amar el pluralismo”

Mons. Fernando Ocáriz 

En esta entrevista concedida a ‘The Pillar’, el Prelado responde a cuestiones sobre la misión de los laicos y sobre el momento actual del Opus Dei. Preguntado por las personas que pertenecieron a la Obra y luego se desvincularon, afirma: “Las queremos con toda el alma y les agradecemos sinceramente el bien que hicieron en ese tiempo y el que siguen sembrando en el presente”

1) Uno de los temas principales del actual Sínodo sobre la Sinodalidad es el papel de los laicos en la Iglesia. ¿Qué podría aportar el Opus Dei a estas reflexiones, teniendo en cuenta la centralidad de los laicos en su mensaje, misión y espiritualidad?

El papel de los laicos en la Iglesia no es principalmente el de ocupar cargos en sus estructuras, que por lógica serán muy pocos (algunos podrán ser necesarios) con relación al conjunto. Es algo que ha emergido de nuevo en las conversaciones sinodales y que está muy presente en el carisma del Opus Dei: facilitar que cada fiel laico —cada hombre y mujer que ha recibido el bautismo— tome conciencia de la grandeza y belleza de su misión. Como sucedió entre los primeros cristianos, especialmente hoy recae en ellos y ellas la tarea evangelizadora del futuro, en unión y comunión con los pastores.

La Iglesia no son principalmente los templos o las estructuras, sino las personas incorporadas a Cristo por el bautismo. Un laico, una laica que llevan a Jesucristo en su corazón y en su estilo de vida, serán una presencia de la Iglesia, vibrante y abierta en sus respectivos barrios y comunidades de vecinos; entre sus parientes y amigos, entre creyentes y no creyentes, en el mundo del deporte y del entretenimiento; en los distintos ámbitos profesionales, sociales, culturales, científicos, políticos, comerciales.

En su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, el Papa Francisco habla de la centralidad de los laicos cuando invita a descubrir esa “santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”. Desde sus inicios, la Obra trata de ir en esa dirección: recuerda que la gente con virtudes y defectos, como cada uno de nosotros, puede convertirse en una mano tendida por Dios hacia muchas otras personas, también aquellas que quizá no entrarían jamás en una iglesia.

Por ese motivo, diría que un gran desafío es dedicar mucho tiempo y cuidado a la formación y al acompañamiento espiritual de los cristianos corrientes, verdaderos apóstoles en su propio ambiente. Es una prioridad en la vida cotidiana de la Iglesia que, gracias a Dios, se hace presente en miles de parroquias e iniciativas.

2) ¿Por qué esta identidad laical es tan esencial para el Opus Dei como institución y como camino espiritual?

Es esencial porque es lo que Josemaría Escrivá entendió que le pedía Dios: explicar, mostrar, descubrir, recordar… la llamada universal a la santidad en medio del mundo y a través de las realidades cotidianas, como son principalmente la vida familiar y laboral. El fundador comenzó su actividad para impulsar la Obra a través del acompañamiento de estudiantes y profesionales, así como formando grupos, y rezando y pidiendo oraciones por ellos. También involucró a esos jóvenes en sus visitas a los pobres y enfermos de Madrid y organizó cursos de retiro espiritual y clases de formación que, con el mismo estilo, se fueron expandiendo por muchas culturas y naciones, entre personas de toda clase y condición social.

Cuidar y hacer fructificar este carisma es lo que el Señor y la Iglesia nos piden: la evangelización —como he dicho— en la familia y en el trabajo, en medio de la sociedad, que de modo permanente plantea grandes retos como la guerra, la pobreza, la enfermedad, etc. Son los fieles corrientes que habitan estas realidades quienes en primer lugar pueden dar testimonio de cómo Cristo se hace presente en su vida y cómo supone un impulso para la transformación personal y de su entorno. Para eso, el Opus Dei, como institución, ofrece formación, acompañamiento y una espiritualidad concreta, adaptada a mujeres y hombres con familias que cuidar, horarios exigentes de trabajo, dificultades económicas, traslados, etc. Algunas personas, al descubrir este espíritu, sienten una llamada vocacional a difundirlo con su vida.

3) En 1946, cuando san Josemaría buscó por primera vez la aprobación canónica para el Opus Dei, le dijeron que había llegado con un siglo de anticipación. Con la reforma canónica de la Obra en curso, ¿cree que estas palabras siguen siendo ciertas?

En 1946 el Opus Dei estaba establecido en cuatro países y su mensaje era menos conocido. Ya entonces estaba formado por una minoría de sacerdotes y una gran mayoría de hombres y mujeres corrientes. En esa época chocaba la predicación del fundador al animar a los laicos a buscar la santidad en medio del mundo, a llevar el Evangelio a todos los ambientes y profesiones... Su mensaje parecía anticipatorio, a pesar de estar plenamente enraizado en el Evangelio. Hoy la Obra trabaja en más de 70 naciones, su mensaje ha sido plenamente acogido y difundido por el Concilio Vaticano II. Al mismo tiempo, es patente la dificultad que encuentra el derecho para encuadrar fenómenos pastorales novedosos y quizá el protagonismo que el Concilio deseaba que se diera a los laicos aún tiene mucho recorrido por realizar. Más allá de este punto, lo que puedo asegurarle es que la actual modificación de los estatutos solicitada por el Santo Padre se está realizando, precisamente, con el criterio fundamental de ajustarse al carisma, que en muchos lugares hoy es más comprendido y compartido. El derecho, tan necesario, sigue a la vida, al mensaje encarnado, para dar apoyo y continuidad a la vida.

4) Europa, Estados Unidos y, en menor medida, América Latina, se están secularizando rápidamente. El Opus Dei está presente en muchas de las ciudades más grandes y secularizadas del mundo. ¿Qué hace el Opus Dei para ser una presencia fiel de la Iglesia en medio de estas sociedades y para evangelizar en esos ambientes?

El 3 de marzo de 2017 fui recibido por primera vez en audiencia por el Papa Francisco. En aquel encuentro hizo a los fieles de la prelatura una petición muy concreta, cuando nos animó a dar prioridad a una periferia: las clases medias y el mundo profesional que se encuentran alejados de Dios. Sin dejar a nadie de lado, esta prioridad abre un panorama apostólico tan inmenso como apasionante, que se encuadra bien en el próximo jubileo sobre la esperanza.

El Opus Dei trata de estar presente en esos ambientes secularizados, aportando una formación integral desde iniciativas educativas o asistenciales, pero lo más importante no son esas iniciativas o estructuras sino las personas que lo forman y los cientos de miles que participan en sus apostolados: la amistad con Dios que cada miembro de la Obra trata de vivir interiormente y contagiar en todo el entramado de sus relaciones. Es bueno tener conciencia que ya en los inicios de la Iglesia la evangelización se realizó en distintos contextos: algunos de tradición profundamente religiosa —como vemos en los Evangelios— y otros en los que no era así. Esta realidad es una luz que puede darnos confianza, pues podemos aprender mucho de cómo vivió la Iglesia en ese tiempo apostólico.

De un modo sintético, y pensando en el tiempo de hoy, podríamos decir que lo esencial en la misión del Opus Dei es la amistad y la confidencia con cada hombre y mujer, usando palabras de san Josemaría. Colaborar con la gracia de Dios al encuentro con Cristo de personas y naciones, persona a persona, de tú a tú. En todos los lugares, y en especial donde hay una mayor secularización, necesitamos confiar aún más en la ayuda de Dios y de mostrar esa fuerza a través del propio estilo de vida y de iniciativas muy variadas. Cada cristiano está llamado a hacer visible el atractivo de la vida con Dios y en Dios; la Obra trata de sostener a quienes viven esa misión.

5) Parece que el Opus Dei tiene muchos «frentes abiertos» entre la reforma de los estatutos, la situación de Torreciudad, diferentes artículos, libros y documentales en los que antiguos miembros hablan en contra de la Obra, y una investigación judicial de denuncias de 43 exnumerarias auxiliares en Argentina. ¿Es este el momento más difícil de la historia del Opus Dei? ¿Cómo afronta el Opus Dei las denuncias de antiguos miembros?

La Obra se acerca a sus cien años de historia y este es un buen momento para poner los ojos en el origen y hacer balance del camino recorrido, como el mejor modo de seguir aprendiendo, de rectificar lo que haya que rectificar, de ilusionarse con el presente y proyectar el futuro.

En este marco, los “frentes abiertos” que usted menciona son también llamadas para examinar a fondo cómo hemos sabido reflejar la belleza de este carisma y, al mismo tiempo, en qué aspectos ha podido prevalecer una falta de adaptabilidad para cambiar cuestiones no esenciales, que —como decía el mismo fundador— es condición de todo organismo vivo.

Como le decía anteriormente, el trabajo de los estatutos marcha a buen ritmo y también deseamos de todo corazón llegar a una solución adecuada acerca de la diversidad de pareceres sobre Torreciudad, que está en las manos de la Santa Sede.

Cada libro, artículo o documental a los que usted se refiere nos pesa en la medida en que expresan un dolor o frustración en alguna persona. Como comprenderá, trabajamos para que no haya motivos para ello, porque deseamos que vivir la vocación a la Obra sea un motivo de felicidad, como gracias a Dios lo es para muchos miles de personas. Pero siempre cometeremos errores, porque somos una institución formada por seres humanos. Naturalmente, deseamos detectarlos a tiempo y poner remedio en la medida de lo posible.

Al mismo tiempo, las críticas –también cuando no respondan a la realidad– pueden ser una ayuda para descubrir aspectos en los que mejorar. Aunque puedan no ser agradables ni sean siempre justas, en ocasiones resultan momentos de examen y, a veces, de maduración interior. Siempre, en general, es importante afrontar con serenidad y confianza lo que sea preciso mejorar o corregir.

En referencia a las reclamaciones que menciona en Argentina, allí se llevó a cabo una comisión de escucha. Con la experiencia adquirida, se puso en marcha una primera oficina de sanación y resolución para resolver cada eventual conflicto. Nos dio alegría llegar a acuerdos con varias personas y eso facilitó también ofrecer una petición de perdón personal y concreta. Además, la escucha amplia permitió aliviar el dolor de quienes han pertenecido durante un tiempo a la institución o han buscado en ella un acompañamiento y una ayuda que no encontraron. Después de ese trabajo, que está generando procesos de sanación, se están habilitando procedimientos similares en otros países.

A las personas que han formado parte de la Obra y que, por el motivo que sea, se desvincularon, las queremos con toda el alma, y les agradecemos sinceramente el bien que hicieron en ese tiempo y el que siguen sembrando en el presente. Tenemos un gran respeto por cada una, además, porque en esa decisión de ser del Opus Dei había un deseo de entregar su vida a Dios. En numerosas ocasiones he tenido la oportunidad de pedir perdón a quienes conservan alguna herida, por alguna falta de caridad o de justicia, o por el motivo que sea. En muchas otras, soy testigo de su agradecimiento por el tiempo pasado en la Obra y por el acompañamiento recibido, que les lleva a seguir participando en las actividades espirituales y formativas. En el último año, como he tenido la posibilidad de explicar en otra ocasión, casi cada día hemos recibido alguna petición de admisión en el Opus Dei de personas que anteriormente han formado parte de la Obra: la vida muestra que la realidad tiene más matices de los que podríamos suponer según una narrativa excesivamente dicotómica o polarizada.

6. En ciertos medios, especialmente en Estados Unidos, se acusa al Opus Dei de estar detrás de una conspiración ultraconservadora para hacer presidente a Donald Trump, entre otras cosas. ¿Qué tiene que decir de esto?

No le puedo decir mucho porque sencillamente es fantasía. En el Opus Dei no damos indicaciones, consejos u órdenes políticas de ningún tipo a nadie: si alguien lo hiciera los demás nos rebelaríamos. Es contrario a nuestro espíritu. Hay buenos católicos que votan por distintos partidos o candidatos, según su sensibilidad. Yo no les diré, ni nadie en el Opus Dei les dirá, por quién votar, a quién apoyar o qué causa promover. Tampoco sería adecuado que indirectamente se creara un clima en las actividades formativas que diera por descontado que hay una sola opción legítima para las personas del Opus Dei. Amar la libertad implica amar el pluralismo.

En estos medios a los que se refiere se hacen hipótesis y teorías conspirativas, mencionando a personas con nombre y apellido que sin embargo no son miembros del Opus Dei. Estoy seguro de que serán muy buenos católicos, pero simplemente se manipula la verdad con el fin de comprometer en cuestiones políticas a una institución de la Iglesia.

Por otro lado, ojalá se entendiera mejor la libertad de los laicos en lo político, lo social, lo cultural... En el ámbito de la gestión pública, cada cristiano tiene la responsabilidad de formar su conciencia según la doctrina social de la Iglesia, informarse de las propuestas de los candidatos o partidos, reflexionar sobre la mejor opción para el bien común y decidir libremente. Por eso, la labor de acompañamiento espiritual que realiza el Opus Dei evita interferir en sus legítimas opciones terrenas. Ante un laico que participa en política (sea o no del Opus Dei) es clave el respeto a su autonomía: sus aciertos y sus errores son responsabilidad suya, no de la Iglesia. Atribuir al Opus Dei o al conjunto de la Iglesia las iniciativas culturales, políticas, económicas o sociales de sus fieles es clericalismo.

Fuente: Redacción de opusdei.org

Publicado por JOQUIVESA en 12:29
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