Francisco Otamendi
La petición a “María, Reina de los Santos, para que nos ayude “a hacer de nuestra vida un camino de santidad”; la oración por los difuntos, en especial por los niños no nacidos, y por Valencia, con la pregunta ‘¿qué hago yo por la gente de Valencia’?; y la reflexión en el Ángelus de este domingo de si ‘el amor a Dios es el centro de mi vida’, marcan estos días del Papa Francisco.
El Vaticano, instituciones de la Iglesia como Cáritas y muchas otras personas, con el Papa Francisco a la cabeza, acostumbrados a las inclemencias y a las guerras, han estado y siguen muy pendientes de la dura situación en la Comunidad Valenciana, provocada por una gota fría o Dana, que se ha llevado por delante centenares de personas, sus casas, sus enseres y sus propiedades, dejando azotadas por el sufrimiento y la ruina a tantas familias.
Hoy en el Ángelus, el Romano Pontítice ha dedicado la última parte del Ángelus a pedir que “callen las armas, que vayan adelante las conversaciones” (de paz), que “recemos por la martirizada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, Sudán del Sur”, y que “sigamos rezando por Valencia, y por los demás pueblos de España que sufren tantos estos días. ¿Qué hago yo por la gente de Valencia? ¿Rezo, ofrezco algo? Piensen en estas preguntas”, ha manifestado el Santo Padre.
La noche del 29 de octubre y primeras horas del 30 marcaron la vida y la muerte de centenares de españoles, víctimas de la Dana. El Romano Pontífice envió un videomensaje y habló por teléfono con el arzobispo de Valencia, Monseñor Enrique Benavent, en lo que reiteró su “cercanía al pueblo de Valencia”.
El viernes día 1, solemnidad de Todos los Santos, en el rezo del Ángelus, el Papa oró “por los difuntos y sus seres queridos y por todas las familias. Que el Señor sostenga a los que sufren y a los que los están socorriendo. Nuestra cercanía al pueblo de Valencia”.
En paralelo, miles de voluntarios se pusieron en marcha para ayudar, como han reflejado las imágenes, desde numerosos puntos de España, y también de la vecina Francia.
Beato Carlos Acutis, nuestro “sí”
Justo antes de rezar la oración mariana del Ángelus, el Papa había había señalado en su alocución que “hoy, solemnidad de Todos los Santos, en el Evangelio Jesús proclama las Bienaventuranzas, documento de identidad del cristiano y camino de santidad (cf. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, 63)”.
“Nos muestra un camino, el camino del amor, que Él mismo recorrió primero haciéndose hombre, y que para nosotros es a la vez un don de Dios y nuestra respuesta. Y enseguida, tras citar al Beato Carlo Acutis, Francisco manifestó que “esto nos lleva al segundo punto: nuestra respuesta”.
“En efecto, el Padre celestial nos ofrece su santidad, pero no nos la impone. La siembra en nosotros, nos hace gustarla y ver su belleza, pero luego espera y respeta nuestro ‘sí’. Nos deja la libertad de seguir sus buenas inspiraciones, de dejarnos implicar en sus proyectos, de hacer nuestros sus sentimientos (cf. Dilexit nos, 179), poniéndonos, como nos enseñó, al servicio de los demás, con una caridad cada vez más universal, abierta y dirigida a todos, al mundo entero”.
Santos Maximiliano Kolbe, Teresa de Calcuta, Óscar Romero…
Este servicio lo vemos en la vida de los santos, añadió el Papa. “Pensemos, por ejemplo, en san Maximiliano Kolbe, que en Auschwitz pidió ocupar el lugar de un padre de familia condenado a muerte; o en santa Teresa de Calcuta, que gastó su existencia al servicio de los más pobres entre los pobres; o en el obispo san Óscar Romero, asesinado en el altar por haber defendido los derechos de los últimos contra los abusos de los matones”.
“En ellos, como en tantos otros santos –a los que veneramos en los altares y a los de ‘al lado’, con los que convivimos cada día– reconocemos a hermanos y hermanas modelados por las Bienaventuranzas: pobres, mansos, misericordiosos, hambrientos y sedientos de justicia, artífices de paz. Son personas ‘llenas de Dios’, incapaces de permanecer indiferentes ante las necesidades del prójimo; testigos de caminos luminosos, que también son posibles para nosotros”.
Y llegaron las preguntas: “¿Le pido a Dios, en la oración, el don de una vida santa? ¿Me dejo guiar por los buenos impulsos que su Espíritu suscita en mí? ¿Y me comprometo personalmente a practicar las Bienaventuranzas del Evangelio, en los ambientes en los que vivo? Que María, Reina de todos los Santos, nos ayude a hacer de nuestra vida un camino de santidad”.
Difuntos, oración por los niños no nacidos
Este sábado, el Papa celebró la liturgia del 2 de noviembre de Conmemoración de los difuntos en el Cementerio Laurentino, en Roma. Antes, se detuvo en el Jardín de los Ángeles, zona dedicada a la sepultura de los niños que no han visto la luz, donde rezó ante las lápidas rodeadas de juegos y estatuillas y saludó a un padre que perdió a su hija. No hubo homilía en la Misa, sino un momento de meditación y oración.
Ángelus: “la fuente de todo es el amor”
En el Evangelio de este Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, la liturgia nos presenta una de tantas discusiones que Jesús tuvo en el Templo de Jerusalén. Uno de los escribas se acerca y le pregunta cuál es el primero de todos los mandamientos, ha explicado el Papa al comenzar su alocución previa al rezo del Ángelus.
“Jesús responde poniendo juntas dos palabras fundamentales de la ley mosaica: ‘Amarás al Señor tu Dios, y amarás a tu prójimo’”. La pregunta es esencial también para nosotros, para nuestra vida y para el camino de nuestra fe, dónde puedo encontrar el centro de mi vida”, ha proseguido Francisco.
Reconocer en los demás la presencia del Señor
“Jesús nos da la respuesta uniendo dos mandamientos que son los principales: Amarás al Señor tu Dios, y amarás al prójimo. Éste es el corazón (…). Jesús nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos separar nunca a Dios del hombre. Cada cosa debe ser hecha con amor. El Señor nos preguntará ante todo acerca del amor”.
“Hagamos cada día nuestro examen de conciencia, y preguntémonos: ¿el amor por Dios y por el prójimo es el centro de mi vida? ¿Reconozco en el rostro de los demás la presencia del Señor? Que la Virgen Maria, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, nos ayude a amar a Dios y a los hermanos”, ha concluido el Papa antes de rezar el Ángelus con los romanos y peregrinos en la Plaza de San Pedro.
Fuente: omnesmag.com