Antonio Bascones
Los clásicos griegos como Aristóteles, Sócrates y Platón, entre otros, hacían hincapié en los valores que debían impregnar sus enseñanzas, pues el conocimiento intelectual debía ir acompañado de la virtud y para eso, nada mejor, que el ejemplo del profesor.
Los jóvenes llegan a la Universidad en cierto modo inmaduros y es el profesor universitario el que tiene que modelar la personalidad del estudiante, jugando un papel decisivo actuando como guía y director. En la Universidad el joven entra, en cierto modo, desorientado debiendo buscar su afinidad personal que le lleve, posteriormente, a buscar su identidad profesional.
El profesor tiene un papel que supera la simple transmisión del conocimiento para entrar en ser un transmisor de valores y orientaciones. Junto con fomentar el espíritu crítico debe también estimular la curiosidad intelectual. Esta inquietud por encontrar respuestas es lo que debe acrecentar el profesor en sus alumnos, pero de nada sirve esto si el profesor solo comunica conocimientos. Debe, así mismo, dar ejemplo para así transmitir los valores morales que deben tener los jóvenes cuando acaben su período formativo. El profesor transmite conocimientos, pero es el maestro el que transmite valores morales y es aquí donde radica fundamentalmente la actividad y la grandeza de la enseñanza.
Un conocimiento, por muy bien expuesto que sea, no es nada o es simplemente baladí, si no va acompañado de los valores que el maestro infunde en sus alumnos. El profesor es ese escultor que moldea, que esculpe poco a poco la personalidad de sus alumnos. De esta manera el estudiante estará preparado para enfrentarse a los desafíos del mundo real y lo hará con las armas de los valores morales, del espíritu crítico y de la curiosidad que debe tener.
La empatía del profesor es un arte para conectar con el alumno y hacerle capaz de sintonizar sus emociones, pues el impacto que se consigue es entrar en el mundo emocional del alumno. Es necesario escuchar, acompañar, ofrecer una mano.
Las personas no suelen recordar lo que les dices o, a lo sumo, lo recuerdan ligeramente, pero lo que sí evocan, aunque pasen los años, es como les hiciste sentir y simplemente se resume en que supiste hacerles que emergieran los recursos necesarios para encontrar sus respuestas.
De la misma manera que Hipócrates dijo, refiriéndose a la medicina que «las fuerzas naturales que existen dentro de nosotros son las que verdaderamente curan las enfermedades», el profesor debe bucear en el interior del alumno para que sean sus fuerzas las que le marquen el objetivo a seguir.
El pueblo griego tuvo, a lo largo de su historia, grandes avances en medicina, astronomía, biología, filosofía, física y matemáticas entre otras ciencias y define, con Tales de Mileto, el Philotimo (de filos, amigo y timo, honor) como la cualidad de los griegos en dar la cara por los valores, el arriesgar la vida por la defensa del bien etc. Y todo esto se debió a que la educación de los jóvenes, más tarde adultos, era de una solidez espartana. El fhilotimo los hizo descubrir dimensiones diferentes de la realidad, algo que no tenían otros mortales
Los clásicos griegos como Aristóteles, Sócrates y Platón, entre otros, hacían hincapié en los valores que debían impregnar sus enseñanzas, pues el conocimiento intelectual debía ir acompañado de la virtud y para eso, nada mejor, que el ejemplo del profesor. Sócrates defendía el diálogo con su clásico método de preguntas y respuestas con el fin de estimular el espíritu crítico y el pensamiento racional.
En suma, el profesor es un constructor de esperanzas, un facilitador de sueños y un espejo en el que el estudiante debe mirarse. Su trabajo supera los límites del aula y puede que se extienda más allá enseñando, no sólo, a ser buenos profesionales, que también, sino a ser buenas personas, buenos ciudadanos. Debemos tener en cuenta que la educación es una herramienta potente que, en manos adecuadas, puede llegar a cambiar el mundo, pues al adquirir los valores necesarios, no solo se beneficia el medio ambiente, sino que, también, promovemos la justicia social y el desarrollo económico de nuestras sociedades. Los políticos se han dado cuenta del poder de la educación y por eso tratan de apropiarse de ella para cambiarla de acuerdo a sus inclinaciones ideológicas. Este es el gran peligro que conlleva si cae en manos equivocadas. La ingeniería social, educativa, se basa en estas premisas. Tratan de llevarse «el gato al agua» dicho en un lenguaje coloquial. Debemos estar atentos a quienes tratan de manejarnos con el pensamiento único sin darnos la posibilidad del razonamiento crítico que los profesores llevan a cabo.
Con la educación se puede cambiar una vida y el profesor lo sabe. En sus manos está que lo consiga. La educación no es sólo la adquisición de conocimientos, es un puente hacia el autodescubrimiento y evolución personal y aquí el profesor puede orientar al alumno en este camino.
Esa es la excelencia de la educación.
Fuente: eldebate.com