10/31/25

2 de noviembre: todos los fieles difuntos

Conmemoración de todos los fieles difuntos

Evangelio (Jn 14,1-6)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De lo contrario, ¿os hubiera dicho que voy a prepararos un lugar? Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dijo: — Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? — Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida — le respondió Jesús—; nadie va al Padre si no es a través de mí».

Comentario al Evangelio

Después de celebrar ayer la fiesta dedicada a todas las personas que gozan de la presencia de Dios en el Cielo, la Iglesia nos invita a rezar hoy de modo especial por los difuntos.

El Evangelio seleccionado recoge una pequeña parte del diálogo de Jesús con sus apóstoles durante la Última Cena, en el que, a raíz de una pregunta de Tomás, les revela que solo a través de Él se puede llegar al Padre.

Podemos imaginar la inquietud e incertidumbre de los apóstoles ante los acontecimientos que están viviendo. Desde la preparación de la cena los días previos con las indicaciones concretas sobre el lugar de la celebración; el comienzo con el lavatorio de los pies y el mandato universal de amarse y servirse los unos a los otros como él hizo durante los tres años de enseñanza con ellos. El Maestro se ha mostrado en un modo especialmente solemne y, también, emotivo. Seguramente percibirían que estaban a las puertas de algo grande, quizá ese algo que no terminaban de entender desde que comenzaron gozosos a seguirle.

Es natural que los hombres, ante la muerte, sintamos también inquietud e incertidumbre. Incluso miedo. Es el momento final, aquel al que nos hemos preparado desde siempre y que sabemos que a todos nos llegará algún día. En este contexto, Jesús nos pide que confiemos en él. Que creamos en Él, porque no nos dejará solos en ese momento y nos llevará a su morada celestial. Por eso Jesús es el Camino, porque no somos nosotros quienes alcanzamos el cielo, sino que nos conduce Él.

Jesús es la Verdad porque en ese trance imponente de la muerte, todas las verdades que nos rodean se deshacen ante la única Verdad del amor de un Dios que da la vida por sus hijos y que solo espera que le acojamos. Por último, Jesús es también la Vida porque Él participa desde toda la eternidad de la vida divina junto a su Padre de la que, mediante su resurrección, nos dejó un testimonio inquebrantable a todos los hombres.

Fuente: opusdei.org

1 de noviembre: todos los Santos

 Solemnidad de todos los Santos.

Evangelio (Mt 5,1-12a)

Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

—Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque quedarán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque suyo es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados cuando os injurien, os persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo tipo de maldad por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas de antes de vosotros.

Comentario al Evangelio

Hoy la Iglesia conmemora a todas aquellas personas que vivieron la amistad con Dios en su caminar terreno y entraron por eso en su gloria. Algunos santos son elevados a los altares como modelos de virtud y amor de Dios. Pero muchos otros dejaron día a día una impronta de santidad que pasó quizá desapercibida a ojos humanos, pero que nunca escapa a la mirada atenta y amorosa de Dios.

“Todos los Santos es la fiesta de la santidad discreta, sencilla —comentaba Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei—. La santidad sin brillo humano, que parece no dejar rastro en la historia; y que, sin embargo, brilla ante el Señor y deja en el mundo una siembra de Amor de la que no se pierde nada”.

Como evangelio de la Misa de este día de todos los Santos, la liturgia eligió el pasaje de las bienaventuranzas según san Mateo, como para subrayar que ellas son el equivalente de la santidad, tanto de aquella que se hace famosa, por decirlo así, y destinada a algunos, como de aquella que solo es conocida plenamente en el Cielo.

Los evangelios recogen dos versiones del discurso de Jesús sobre las bienaventuranzas: la de Lucas, con sus cuatro bienaventuranzas y cuatro ayes, y la de Mateo, que es la que contemplamos hoy y que incluye nueve bienaventuranzas. Mateo nos muestra a Jesús enseñando al pueblo, sentado en lo alto de un monte, rememorando a Moisés, que entregó a los israelitas las tablas de la Ley después de permanecer en lo alto del monte Sinaí junto a Dios. Jesús baja a la tierra y enseña con autoridad, para llevar a plenitud aquella primera ley e invita a los hombres a ser perfectos como el Padre celestial (cfr. Mt 5,48).

Cada una de las bienaventuranzas, con su lenguaje desconcertante, han suscitado numerosos comentarios a lo largo de la historia de la Iglesia. A modo de síntesis, el Catecismo explica que sobre todo “las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad”. Jesús es el principal bienaventurado y dichoso porque vivió en la tierra en unión amorosa con el Padre, que es la mayor dicha, por encima de cualquier tribulación.

Por eso las bienaventuranzas son un compendio de la santidad y una llamada a la misma, ya que “iluminan las acciones y las actitudes características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la esperanza en las tribulaciones; anuncian a los discípulos las bendiciones y las recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de todos los santos”.

Jesús nos invita, en palabras del Papa Francisco, a “que emprendamos el camino de las Bienaventuranzas. No se trata de hacer cosas extraordinarias, sino de seguir todos los días este camino que nos lleva al cielo, nos lleva a la familia, nos lleva a casa. Así que hoy vislumbramos nuestro futuro y celebramos aquello por lo que nacimos: nacimos para no morir nunca más, ¡nacimos para disfrutar de la felicidad de Dios! El Señor nos anima y a quien quiera que tome el camino de las Bienaventuranzas dice: ‘Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos’ (Mt 5,12). ¡Que la Santa Madre de Dios, Reina de los santos, nos ayude a caminar decididos por la senda de la santidad! Que Ella, que es la Puerta del Cielo, lleve a nuestros amados difuntos a la familia celestial”.

Fuente: opusdei.org

JUBILEO DEL MUNDO EDUCATIVO

DISCURSO DEL PAPA A LOS EDUCADORES


En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

La paz esté con ustedes.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Estoy muy contento de poder encontrarme con ustedes, educadores provenientes de todo el mundo y comprometidos en todos los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad.

Como sabemos, la Iglesia es Madre y Maestra (cf. S. Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra, 15 mayo 1961, 1), y ustedes contribuyen a encarnar su rostro para tantos alumnos y estudiantes a cuya educación se dedican. Gracias a la luminosa constelación de carismas, metodologías, pedagogías y experiencias que representan, y gracias a su compromiso “polifónico” en la Iglesia, en las diócesis, en congregaciones, institutos religiosos, asociaciones y movimientos, ustedes garantizan a millones de jóvenes una formación adecuada, manteniendo siempre en el centro, en la transmisión del saber humanístico y científico, el bien de la persona.

Yo también fui docente en instituciones educativas de la Orden de San Agustín y por eso quisiera compartir con ustedes mi experiencia, retomando cuatro aspectos de la doctrina del Doctor Gratiae que considero fundamentales para la educación cristiana: la interioridad, la unidad, el amor y la alegría. Son principios que quisiera que se conviertan en los pilares de un camino a recorrer juntos, haciendo de este encuentro el inicio de un proceso común de crecimiento y enriquecimiento mutuo.

Respecto a la interioridad, san Agustín dice que «el sonido de nuestras palabras golpea los oídos de ustedes, pero el verdadero Maestro está dentro» (In Epistolam Ioannis ad Parthos Tractatus 3,13), y añade: «A los que no enseña interiormente el Espíritu Santo, regresan con la misma ignorancia» (ibíd.). Nos recuerda así que es un error pensar que para enseñar son suficientes palabras bonitas o aulas escolares en buen estado, laboratorios o bibliotecas. Estos son sólo medios y espacios físicos, ciertamente útiles, pero el Maestro está dentro. La verdad no circula a través de sonidos, muros y pasillos, sino en el encuentro profundo entre las personas, sin el cual cualquier propuesta educativa está destinada al fracaso.

Vivimos en un mundo dominado por pantallas y filtros tecnológicos, a menudo superficiales, en el que los estudiantes, para entrar en contacto con su propia interioridad, necesitan ayuda. Y no sólo ellos. También los educadores, con frecuencia cansados y sobrecargados de tareas burocráticas, corren el riesgo real de olvidar lo que san John Henry Newman sintetizaba con la expresión cor ad cor loquitur —“el corazón habla al corazón—, y que san Agustín recomendaba diciendo: «No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad» (De vera religione, 39, 72). Son expresiones que invitan a considerar la formación como un camino en el que maestros y discípulos caminan juntos (cf. S. Juan Pablo IIConst. ap. Ex corde Ecclesiae, 15 agosto 1990, 1), conscientes de no buscar en vano, pero, al mismo tiempo, sabiendo que deben seguir buscando incluso después de haber encontrado. Sólo este esfuerzo humilde y compartido —que en los contextos escolares se configura como proyecto educativo— puede acercar a alumnos y docentes a la verdad.

Y llegamos así a la segunda palabra: unidad. Como quizá sepan, mi “lema” es In Illo uno unum. También esta es una expresión agustiniana (cf. Ennaratio in Psalmum 127, 3), que recuerda que sólo en Cristo encontramos verdaderamente la unidad, como miembros unidos a la Cabeza y como compañeros de camino en el proceso de continuo aprendizaje de la vida.

Esta dimensión del “con”, constantemente presente en los escritos de san Agustín, es fundamental en los contextos educativos, como desafío para “salir de sí mismo” y como estímulo para crecer. Por esta razón, he decidido retomar y actualizar el proyecto del Pacto Educativo Global, que fue una de las intuiciones proféticas de mi venerado predecesor, el Papa Francisco. Además, como enseña el Maestro de Hipona, nuestro ser no nos pertenece: «Tu alma —dice— no es tuya propia, sino de todos tus hermanos» (Ep. 243, 4, 6). Y si esto es verdad en sentido general, lo es con mayor razón en la reciprocidad propia de los procesos educativos, en donde el compartir el saber no puede tomar otra forma que la de un gran acto de amor.

Precisamente, la tercera palabra es amor. Resulta muy iluminador, al respecto, un dístico agustiniano que afirma: «El amor a Dios es primero en el orden de lo preceptuado; el amor al prójimo, en cambio, es primero en el orden de la acción» (In Evangelium Ioannis Tractatus 17, 8). En el ámbito formativo, entonces, cada uno podría preguntarse cuál es su compromiso para captar las necesidades más urgentes, qué esfuerzo realiza para construir puentes de diálogo y de paz, incluso dentro de las comunidades docentes; cuál es su capacidad de superar prejuicios o visiones limitadas; cuál su apertura en los procesos de co-aprendizaje; y qué empeño pone en responder a las necesidades de los más frágiles, pobres y excluidos. Compartir el conocimiento no basta para enseñar, se necesita amor. Sólo así el conocimiento será provechoso para quien lo recibe, en sí mismo y, sobre todo, por la caridad que comunica. La enseñanza nunca puede separarse del amor, y una de las dificultades actuales de nuestras sociedades es no saber valorar suficientemente la gran contribución que los maestros y educadores brindan a la comunidad en este sentido. Pero tengamos cuidado, dañar el papel social y cultural de los formadores es hipotecar el propio futuro y una crisis en la transmisión del saber conlleva una crisis de esperanza.

Y llegamos así a la última palabra clave: alegría. Los verdaderos maestros educan con una sonrisa, y su apuesta es lograr despertar sonrisas en el fondo del alma de sus discípulos. Hoy, en nuestros contextos educativos, preocupa ver crecer los síntomas de una fragilidad interior generalizada, en todas las edades. No podemos cerrar los ojos ante estos reclamos silenciosos de auxilio; al contrario, debemos esforzarnos por identificar sus causas profundas. La inteligencia artificial, en particular, con su conocimiento técnico, frío y estandarizado, puede aislar aún más a estudiantes ya aislados, dándoles la ilusión de no necesitar a los demás o, peor aún, la sensación de no ser dignos de ellos. El papel de los educadores, en cambio, es un compromiso humano, y la alegría misma del proceso educativo es plenamente humana, una llama que «funde las almas y de muchas hace una sola» (S. Agustín, Confesiones, IV, 8,13).

Por eso, queridos amigos, quiero invitarlos a hacer de estos valores —interioridadunidadamor y alegría— los “puntos cardinales” de la misión de ustedes para con sus alumnos, recordando las palabras de Jesús: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Hermanos y hermanas, ¡les agradezco el valioso trabajo que realizan! Los bendigo de corazón y rezo por ustedes.

Fuente: vatican.va

10/30/25

20 medidas prácticas para Halloween

Por: ApostolesDeLaPalabra.org

¿Qué hacer frente al Halloween?, una lista de ideas que creemos son útiles.

Veinte medidas prácticas para padres de familia, escuelas y parroquias

1) Como cristianos, no mantenerse apáticos ante el tema. "Hacerse de la vista gorda" es un modo de convertirse en cómplice.

2) Comenzar a llamar a las cosas por su nombre, en lugar de tratar de disfrazarlas. Los obispos de muchas partes del mundo han sido claros: la fiesta del Halloween tiene un trasfondo de ocultismo. El arzobispado de México señaló en 2007 que, "si buscamos ser fieles a nuestra fe y a los valores del Evangelio, debemos concluir que la fiesta del Hallowen no sólo no tiene nada que ver con la celebración que le dio origen [la de Todos Santos], sino que incluso es nociva y contraria a la vida cristiana".

3) Hacer conciencia de que es una contradicción que, por un lado, se eduque a los niños para que aprendan a respetar a los demás, pero en Halloween, con el "dulce o travesura", se esté aceptando y hasta justificando que una vez al año se haga mal al prójimo si éste no cumple caprichos.

4) A los niños pequeños hay que explicarles de manera sencilla y clara, pero firme, lo negativo que hay en el Halloween y su festejo. Es necesario explicarles que Dios no quiere que nos identifiquemos ni con brujas ni con monstruos, pues somos hijos de Dios. La enseñanza para niños mayores,  adolescentes y jóvenes debe ser mucho más completa, evidenciando las prácticas satánicas de la religión celta de los druidas, en la cual se inspiran todos los elementos propios de la actual fiesta de Halloween, y mostrar con las Sagradas Escrituras cómo esto se opone tajantemente a la voluntad de Dios. Entre las citas bíblicas que conviene incluir figuran Ex 22, 17; Dt 18, 10; Lv 19, 26 y Lv 20, 6. El Catecismo de la Iglesia Católica, números del 2111 al 2117, son también indispensables en esta educación.


5) En las catequesis y demás enseñanzas relativas a esa fiesta es buena idea que los niños inviten a sus amigos, para que se atenúe el impacto de rechazo social que sufrirán los primeros por no celebrar Halloween, y sus compañeros entiendan por qué no participan.

6) El día 31 de octubre, pero no por la noche, se sugiere invitar a un sacerdote a las escuelas católicas, o a asistir a la propia parroquia, para que, después de una breve enseñanza, se bendiga a los niños y adolescentes. Por la noche es conveniente que no salgan a la calle y que tampoco vean películas de terror ni programas de TV del Halloween (Nota: todas las caricaturas y series de televisión tienen al menos un capítulo relativo a la promoción de la  "noche de brujas", la solución: comprar una película para verla en familia).

7) Cada familia puede reunirse esa noche para que todos juntos vean alguna película en DVD que realmente aliente la conciencia cristiana. Si en la familia hay niños pequeños, hay opciones en dibujos animados como Los niños y el sol (sobre las apariciones de la Virgen a los niños de Fátima), Príncipe de Egipto (la historia de Moisés y el Éxodo), José, rey de los sueños (sobre el hijo de Jacob), El Hombre que hacía milagros (película sobre Cristo, hecha con muñecos de plastilina), Juan Pablo II, amigo de la humanidad, etc. Si los hijos son adolescentes o jóvenes, el panorama es mucho más ancho: en las librerías católicas es posible conseguir películas acerca de la vida de santos (¡Cuidado!, en algunas de estas librerías se han colado cintas como Amén, que difama a Pío XII y a la Iglesia, y Juana de Arco, interpretada por Milla Jovovich y dirigida por Luc Besson, en la que se niegan las experiencias sobrenaturales de la santa francesa).

8) Si la familia quiere dar algo a los que tocan a su puerta "pidiendo" Halloween, en lugar de darles dulces -sería un modo de complicidad con la fiesta, además de que el 50% de los niños de nuestro país ya padece obesidad- se les podrían obsequiar estampitas de santos; éstas pueden comprarse también en librerías católicas, pero otra opción sería bajar algunas de internet, ponerles una breve biografía e imprimirlas.

9) En el caso de hijos jóvenes o adolescentes, no es conveniente que esa noche asistan a fiestas, ya que es una fecha en la que suele aumentar el número de delitos: es más fácil que la gente que porta un disfraz y que, por tanto, de algún modo aparece "velada" frente al mundo, se desinhiba y realice actos malos que en su vida normal no realizaría. Recuerden, papás y mamás, que los tiempos de ahora son más peligrosos que cuando ustedes eran adolescentes, y que por eso sus hijos ya no pueden hacer todo lo que ustedes hacían.



10) Para evitar que sus hijos jóvenes corran peligro al salir, no se vale que presten su propia casa para la fiesta: con ello están haciendo que otros jóvenes salgan de las suyas para ir a la de ustedes y que igual se expongan a los peligros de esa noche. Además, haciendo la fiesta en casa ¿no sería, finalmente, hacerle el juego al Halloween? Al abrir las puertas de la casa a la "noche de brujas", ¿a quién creen que están invitando en realidad?

11) La mayoría de las escuelas privadas -católicas o laicas-, con el pretexto de ser bilingües y, supuestamente, biculturales, han adoptado casi todas las costumbres de Estados Unidos -aunque la escuela se llame "francesa", "suiza", "canadiense", "alemana", etc.-, y especialmente han tenido mucho de la culpa de que el Halloween se extienda en el mundo entero. Hoy se les propone algo diferente:

a) Que dejen de prestar sus instalaciones para este tipo de actos.

b) Que declaren pública y abiertamente que el mandato constitucional es el de "proporcionar una educación nacionalista", y que la celebración del Halloween, el 4 de julio o el Thanksgiving atenta contra la identidad.

c) Que de manera individual o colectiva los colegios soliciten a la Secretaría de Educación Pública que se prohiba abiertamente la celebración del Halloween en todas las escuelas del país.

12) Así como no es necesario que busquemos una "alternativa" a la fiesta musulmana del Ramadán, o a la fiesta judía del Yom kippur, tampoco existe una verdadera razón  para tener que hacerlo con la fiesta del Halloween. Aun así, para padres que no puedan resignarse a dar un "no" definitivo a la fiesta del 31 de octubre, al menos se les sugiere lo siguiente:

a) Que los niños se disfracen de santos o de personajes de la Biblia.

b) Que en lugar de pedir, obsequien algunas cosa. Por ejemplo, que preparen tarjetitas con mensajes cristianos (hay bonitos "separadores" en las librerías católicas), y que toquen a las casas y los regalen a la gente diciendo algo así como: "Le regalo esta …. (estampa, separador, tarjeta, etc.) porque mañana es el Día de Todos los Santos, una fiesta muy importante para nosotros los cristianos".

c) Que los niños, por ningún motivo, salgan sin la constante vigilancia de un adulto.

13) Hay que "rescatar" la celebración del Día de Todos Santos. En la Iglesia esta fecha tiene rango de "fiesta de guardar", pero como en México las autoridades políticas no permiten faltar a la escuela o al trabajo para asistir a la Eucaristía, se dispensa a los católicos de su cumplimiento. Sin embargo, se recomienda:

a) En los templos, dar atención especial a las Misas de ese día; no hay por qué conformarse con las que de ordinario se celebran entre semana. Búsquense horarios realmente adecuados para que el Día de Todos Santos acuda a Misa la mayor cantidad posible de fieles.

b) Las escuelas católicas pueden pedir a un sacerdote que celebre la Eucaristía en sus instalaciones.

c) Las familias harían bien en renunciar a un rato de descanso vespertino para participar en la Santa Misa. Ése será siempre el mejor modo de glorificar a Dios por su triunfo en la vida de los santos.

14) La fiesta de Todos Santos puede prepararse con bastante anticipación. Fray René Alcocer Sáenz, O.F. , de la Rectoría de Cristo Rey de la Paz, de la ciudad de México, y fundador de la Fraternidad Sacerdotal de Oblatos Franciscanos en la ciudad de Monterrey, comienza el 1º de octubre, fiesta de santa Teresita del Niño Jesús. Ese día entrega a los fieles unas papeletas conteniendo el nombre de un santo. Cada uno tiene la tarea de buscar una estampita y la historia del santo que les había tocado, además de imitar durante todo el mes alguna de sus virtudes y hacer alguna oración en familia, por ejemplo el rezo del Santo Rosario. Para cuando llega el 1º de noviembre ya todos están familiarizados con ese santo.

15)  Otra opción -para el catecismo o para las escuelas- es que a los alumnos se les encomiende buscar una imagen y datos del santo al que fueron encomendados el día de su bautizo -por desgracia, hoy muchos niños y jóvenes tienen nombres no cristianos; en tal caso se les pide que escojan a un santo al cual deseen convertir en su patrono personal-; en una fecha determinada, todos hablarán brevemente de la vida de su santo.

16) En casa se puede invitar a todos los miembros de la familia a prepararse con anticipación a la fiesta de Todos los Santos eligiendo algún santo como patrono de la familia. Todos habrán de investigar datos sobre el santo, y los compartirán en una reunión que hagan el 1º de noviembre.

17)  Si se quiere que la fiesta de Todos Santos salga de los confines familiares, puede invitarse a los amigos de los hijos.

a) Par ambientar el lugar pueden adquirirse estampitas con imágenes de santos para regalar a los invitados; adornar la mesa con  tarjetas con versículos de la Biblia  relativos a la santidad, incluso se pueden poner letreros en las sillas con nombres de santos.

b) A los platillos se les pueden poner letreritos con nombres adecuados a la ocasión: "emparedados celestiales",  "galletas de los diez mandamientos", "malteadas angelicales" etc. Para ello aproveche sus recetas favoritas y sólo cambie el decorado, haciéndolo alusivo a la ocasión.

c) Use su inventiva para organizar juegos y competencias que involucren a los niños en conocer mejor a los santos, a los personajes de la Biblia, los mandamientos, las obras de misericordia, etc.

18) Para la Iglesia el Día de los Fieles Difuntos no es fiesta -ni fiesta de guardar- sino conmemoración. La intención principal de este día es orar y hacer penitencia por los difuntos para que, si aún no entran a la gloria del Cielo, nuestras intercesiones ante Dios sirvan para apresurar ese momento. Por tanto se recomienda:

a) Anotar los nombres de los familiares y amigos difuntos en la lista que todos los templos parroquiales y capillas ponen a disposición de la feligresía, para que sean recordados en las celebraciones eucarísticas.

b) De ser posible, asistir a Misa.

c) Rezar en familia por los parientes muertos. La oración del Rosario sería muy conveniente.

19) Las tradiciones nacionales, (por ejemplo en México se tiene el pan de muerto,las calaveritas de azúcar, las calaveras (poemas) y los altares de muerto), no tienen relevancia en la vida cristiana, pero son adecuadas como preservación de la identidad patria siempre y cuando no se contaminen con ideas paganas. Es un grave error, por ejemplo, decir que la noche entre el 1 y el 2 de noviembre el muerto al que se le dedica el altar "viene" del otro mundo y se come su comida favorita. Tampoco se vale tomar ese día de pretexto para vestir a los niños de mamarrachos y salir en la noche pidiendo casa por casa.

20) En unos cuantos colegios católicos de Querétaro, México, el tradicional "altar de muerto" es dedicado a personas de innegable vida de santidad y, a la vez, cercanos la experiencia de los alumnos (por ejemplo, a la madre Teresa de Calcuta o a Juan Pablo II), o bien a los niños no nacidos a causa del crimen del aborto, este cambio ha tenido un impacto inesperadamente positivo y evangelizador que realmente vale la pena imitar adaptándolo a la tradición existente en cada país.

Fuente: apostolesdelapalabra.org

10/29/25

Catequesis con motivo del 60.º aniversario de la Declaración conciliar Nostra aetate

El Papa en la Audiencia General

¡Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas! ¡Buenos días, bienvenidos!

En el centro de la reflexión de hoy, en esta Audiencia general dedicada al diálogo interreligioso, deseo colocar las palabras del Señor Jesús a la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). En el Evangelio, este encuentro revela la esencia del auténtico diálogo religioso: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento mutuo. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios por el corazón humano y la sed humana de Dios. En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de la cultura, el género y la religión. Invita a la mujer samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar concreto —«ni en este monte ni en Jerusalén»—, sino que se realiza en Espíritu y en verdad. Este momento capta la esencia misma del diálogo interreligioso: el descubrimiento de la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarlo juntos con reverencia y humildad.

Hace sesenta años, el 28 de octubre de 1965, el Concilio Vaticano II, con la promulgación de la Declaración Nostra aetate, abrió un nuevo horizonte de encuentro, respeto y hospitalidad espiritual. Este luminoso documento nos enseña a tratar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de viaje en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación.

No hay que olvidar que la primera orientación de Nostra aetate fue hacia el mundo judío, con el que San Juan XXIII quiso refundar la relación original. Por primera vez en la historia de la Iglesia, debía tomar forma un tratado doctrinal sobre las raíces judías del cristianismo, que representara un punto de no retorno en el plano bíblico y teológico. «El pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente vinculado con la estirpe de Abraham. La Iglesia de Cristo reconoce, en efecto, que los orígenes de su fe y de su elección se encuentran ya, según el misterio divino de la salvación, en los patriarcas, en Moisés y en los profetas» (NA, 4). Así, la Iglesia, «consciente del patrimonio que tiene en común con los judíos, y movida no por motivos políticos, sino por la caridad religiosa evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos» (ibíd.). Desde entonces, todos mis predecesores han condenado el antisemitismo con palabras claras. También yo confirmo que la Iglesia no tolera el antisemitismo y lo combate, en razón del Evangelio mismo.

Hoy podemos mirar con gratitud todo lo que se ha logrado en el diálogo judeo-católico en estas seis décadas. Esto no se debe solo al esfuerzo humano, sino a la asistencia de nuestro Dios que, según la convicción cristiana, es en sí mismo diálogo. No podemos negar que en este período también ha habido malentendidos, dificultades y conflictos, pero estos nunca han impedido la continuación del diálogo. Tampoco hoy debemos permitir que las circunstancias políticas y las injusticias de algunos nos alejen de la amistad, sobre todo porque hasta ahora hemos logrado mucho.

El espíritu de Nostra aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia. Esta reconoce que todas las religiones pueden reflejar «un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (n. 2) y buscan respuestas a los grandes misterios de la existencia humana, por lo que el diálogo debe ser no solo intelectual, sino profundamente espiritual. La Declaración invita a todos los católicos —obispos, clero, personas consagradas y fieles laicos— a participar sinceramente en el diálogo y la colaboración con los seguidores de otras religiones, reconociendo y promoviendo todo lo que es bueno, verdadero y santo en sus tradiciones (cf. ibíd.). Esto es necesario hoy en día prácticamente en todas las ciudades del mundo donde, debido a la movilidad humana, nuestras diversidades espirituales y de pertenencia están llamadas a encontrarse y a convivir fraternalmente. Nostra aetate nos recuerda que el verdadero diálogo tiene sus raíces en el amor, único fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación, al tiempo que rechaza con firmeza toda forma de discriminación o persecución, afirmando la igual dignidad de todo ser humano (cf. NA, 5).

Por lo tanto, queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra Aetate, podemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer juntos? La respuesta es sencilla: actuar juntos. Más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra unidad, nuestra amistad y nuestra colaboración. Cada una de nuestras religiones puede contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de nuestra casa común, nuestro planeta Tierra. Nuestras respectivas tradiciones enseñan la verdad, la compasión, la reconciliación, la justicia y la paz. Deben reafirmar el servicio a la humanidad, en todo momento. Juntos, debemos estar atentos al abuso del nombre de Dios, de la religión y del diálogo mismo, así como a los peligros que representan el fundamentalismo religioso y el extremismo. También debemos abordar el desarrollo responsable de la inteligencia artificial, ya que, si se concibe como una alternativa al ser humano, puede violar gravemente su dignidad infinita y neutralizar sus responsabilidades fundamentales. Nuestras tradiciones tienen una inmensa contribución que aportar a la humanización de la tecnología y, por lo tanto, a inspirar su regulación, en defensa de los derechos humanos fundamentales.

Como todos sabemos, nuestras religiones enseñan que la paz comienza en el corazón del ser humano. En este sentido, la religión puede desempeñar un papel fundamental. Debemos devolver la esperanza a nuestras vidas personales, a nuestras familias, a nuestros barrios, a nuestras escuelas, a nuestros pueblos, a nuestros países y a nuestro mundo. Esta esperanza se basa en nuestras convicciones religiosas, en la convicción de que un mundo nuevo es posible.

Hace sesenta años, Nostra aetate trajo esperanza al mundo que salía de la Segunda Guerra Mundial. Hoy estamos llamados a refundar esa esperanza en nuestro mundo devastado por la guerra y en nuestro entorno natural degradado. Colaboremos, porque si estamos unidos todo es posible. Hagamos que nada nos divida. Y con este espíritu, deseo expresar una vez más mi gratitud por su presencia y su amistad. Transmitamos este espíritu de amistad y colaboración también a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.

Y ahora, detengámonos un momento en oración silenciosa: la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Roguemos al Señor para que todas las tradiciones religiosas puedan contribuir a aliviar el sufrimiento humano y a cuidar de la creación. Sabemos que la oración tiene el poder de transformar nuestras actitudes, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones. Que Dios los bendiga.

Llamamiento

En estos días, el huracán «Melissa», una tormenta de potencia catastrófica, ha azotado Jamaica, provocando violentas inundaciones y, en estas horas, con la misma fuerza devastadora, está atravesando Cuba. Hay miles de personas desplazadas, y se han dañado casas, infraestructuras y varios hospitales. Les aseguro a todos mi cercanía, rezando por quienes han perdido la vida, por quienes están huyendo y por aquellas poblaciones que, a la espera de la evolución de la tormenta, están viviendo horas de ansiedad y preocupación. Animo a las autoridades civiles a hacer todo lo posible y agradezco a las comunidades cristianas, junto con las organizaciones de voluntariado, la ayuda que están prestando.

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Resumen leído por el Santo Padre en españo

Queridos hermanos y hermanas, peregrinos en la fe y representantes de las diversas tradiciones religiosas:

Nuestra reflexión está dedicada al diálogo interreligioso cuyo centro es el diálogo del Señor Jesús con la mujer samaritana: «Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad».  

La esencia del auténtico diálogo interreligioso son las personas que se abren y escuchan recíprocamente con sinceridad. Este diálogo nace de la sed que tiene Dios del corazón humano y de la sed que la humanidad tiene de Dios. Es un diálogo no limitado a un lugar específico: «ni en esta montaña ni en Jerusalén» sino que se establece «en espíritu y en verdad».

La Declaración conciliar Nostra aetate ―de la cual celebramos el sesenta aniversario de su promulgación―, nos enseña a ver a los seguidores de otras religiones como compañeros en el camino hacia la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra humanidad común.

Queridos hermanos y hermanas, sesenta años después de Nostra aetate, ¡actuémos juntos!. Transmitamos el espíritu de amistad y colaboración entre religiones a la generación futura, porque es el verdadero pilar del diálogo.

Fuente: vatican.va

10/27/25

La libertad religiosa, en «caída libre»: casi dos tercios de la humanidad vive en represión

Teresa Aguado Peña

Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) da a conocer su informe sobre libertad religiosa en el mundo, que revela un retroceso de la libertad religiosa: más de 5.400 millones de personas viven bajo persecución o discriminación.

“La libertad religiosa no mejora, está en caída libre” asegura José María Gallardo, director de ACN España. Según el informe sobre libertad religiosa emitido por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), que analiza el periodo que abarca desde enero de 2023 a diciembre de 2024, casi dos tercios de la humanidad (más de 5.400 millones de personas) vive en países sin libertad religiosa. En 62 países de los 196 analizados la libertad religiosa sufre graves vulneraciones y solo dos —Kazajistán y Sri Lanka— mostraron alguna mejora.

24 países se encuentran en la categoría más grave, la persecución.  Las restricciones son sistemáticas y violentas: incluyen represión, arrestos, vigilancia masiva y ataques directos, afectando a más de 4.100 millones de personas en países como China, India, Nigeria y Corea del Norte. En el 75 % de estos países (en 18 de 24), la situación ha empeorado.

La discriminación religiosa, aunque menos extrema, continúa afectando a más de 1.300 millones de personas en 38 países. En estos contextos, las minorías religiosas enfrentan restricciones sistemáticas en su vida espiritual y social, sufriendo desigualdad legal, acoso y marginalización. Aunque no son víctimas de violencia abierta, la discriminación a menudo prepara el terreno para situaciones más graves. Además, 24 países han sido señalados como «en observación» por mostrar indicios alarmantes de deterioro, como el aumento del extremismo religioso, el debilitamiento de las protecciones legales y la interferencia estatal en asuntos religiosos.

Amenazas a la libertad religiosa

Entre las principales amenazas identificadas en el informe, el autoritarismo destaca como la causa más extendida. En al menos 19 países, regímenes autoritarios utilizan leyes restrictivas, vigilancia digital y represión institucional para suprimir la vida religiosa, y fomentan patrones de discriminación en otros 33. China, Irán, Eritrea y Nicaragua figuran entre los casos más preocupantes. Paralelamente, la violencia yihadista se ha expandido a través de redes descentralizadas que operan con brutalidad en regiones como el Sahel, Mozambique y la República Democrática del Congo. Grupos como Jama’at Nusrat al-Islam, el Estado Islámico de la Provincia del Sahel o las Fuerzas Democráticas Aliadas han convertido la persecución religiosa en un instrumento para consolidar su poder e imponer ideologías extremistas.

El auge del nacionalismo religioso también aumenta y alimenta la represión de las minorías. En India y Myanmar, es la principal causa de persecución, mientras que en otros países como Israel, Palestina o Nepal, alimenta la discriminación sistemática. En estos contextos, la religión mayoritaria se convierte en elemento definitorio de la identidad nacional, relegando a los demás credos a una posición de inferioridad legal y social. A esta situación se suman los efectos de la guerra y el crimen organizado. En regiones como Sudán, Gaza o Ucrania, los conflictos han destruido templos, desplazado comunidades enteras y convertido a las minorías religiosas en objetivos estratégicos. En países como México, Nigeria y Haití, grupos criminales atacan directamente a líderes e instituciones religiosas para ejercer control territorial o silenciar voces críticas.

El informe también señala un alarmante incremento de los crímenes de odio antisemitas y antimusulmanes, especialmente tras el estallido del conflicto en Gaza en octubre de 2023. En países como Francia y Alemania, los delitos motivados por odio religioso se han multiplicado por diez, mientras que en América Latina también se ha registrado una preocupante escalada. Por otro lado, los incidentes contra cristianos en Europa y América del Norte han aumentado de forma notable. En 2023 se documentaron cerca de mil ataques contra iglesias y símbolos cristianos, desde incendios en Canadá hasta profanaciones y agresiones físicas en Grecia, España o Estados Unidos.

Otro fenómeno alarmante es el uso creciente de herramientas digitales y de inteligencia artificial para reprimir la vida religiosa. En regímenes como China, Corea del Norte o Pakistán, la tecnología se emplea para vigilar, perfilar y castigar a creyentes, haciendo de la fe un motivo de criminalización. Asimismo, el derecho a la objeción de conciencia enfrenta crecientes restricciones, incluso en países democráticos, donde instituciones religiosas son presionadas para actuar en contra de sus principios, por ejemplo, en temas como el aborto o la eutanasia.

El informe pone también el foco sobre una de las realidades más crueles: la doble vulnerabilidad de mujeres y niñas pertenecientes a minorías religiosas. En países como Pakistán, Egipto o Mozambique, se han registrado cientos de casos de secuestros, conversiones forzadas y matrimonios obligados, en ocasiones con niñas de apenas diez años. La impunidad en estos delitos es casi absoluta.

A pesar de este panorama sombrío, Ayuda a la Iglesia Necesitada destaca la resiliencia de las comunidades religiosas, que continúan ofreciendo esperanza, ayuda humanitaria y mediación para la paz en contextos profundamente hostiles. En lugares como Burkina Faso o Mozambique, los líderes religiosos siguen promoviendo la unidad, el diálogo y la dignidad humana a través de iniciativas interreligiosas. El informe subraya que la libertad religiosa no es solo un derecho individual, sino un pilar esencial de toda sociedad plural y pacífica. Este informe es una advertencia clara: en medio de la inestabilidad global, la libertad religiosa se ha convertido en una de las principales víctimas del siglo XXI. Su deterioro no es un fenómeno aislado, sino el síntoma de un orden mundial cada vez más intolerante, desigual y violento. La defensa de este derecho básico —el de creer, practicar y vivir conforme a la propia fe— se vuelve hoy más urgente que nunca.

Así, por primera vez ACN lanza una campaña de recogida de firmas a nivel internacional en un llamamiento global por la libertad religiosa. Invitan a unirse a esta iniciativa para proteger el derecho a creer en todo el mundo, que quieren presentar ante las Naciones Unidas, a la Unión Europea y a distintos representantes diplomáticos. 

Fuente: omnesmag.com

Valorar la debilidad

Juan Luis Selma

El Papa León, en continuidad con sus predecesores -Francisco, Benedicto, Juan Pablo- nos regala una preciosa reflexión sobre la fragilidad humana, deteniéndose en sus pobrezas y carencias. La exhortación apostólica Dilexi te es una invitación a no apartar la mirada de aquello que no resulta grato, complaciente o placentero. La realidad es mucho más rica que todo eso. Hay dolor, pobreza, fragilidad… y todo ello forma parte de la belleza del ser humano: imagen de Dios, que también asume nuestra precariedad.

La sociedad del descarte, la opulencia en la que vivimos, la búsqueda ansiosa de dopamina, la inmediatez sin esperanza… crean un caldo de cultivo nocivo, una atmósfera de fantasía que nos evade de lo real. El ser humano -hombres y mujeres- no es como nos lo pintan. Tampoco lo son la familia, las relaciones laborales, la sexualidad o la salud. Esto no es Jauja, aunque, como he defendido en repetidas ocasiones, creo que el mundo es bueno.

En el mundo de la moda hemos admitido que “la arruga es bella”, como también lo son los rotos y descosidos. Nos falta descubrir lo que de hermoso hay en la pobreza y la debilidad, en las carencias y defectos. Son componentes propios de nuestra condición, de nuestras relaciones, de la realidad. Contar con ellas, sin mirar hacia otro lado, es condición necesaria de nuestra vida. Al igual que hay carencias, también tenemos medios para aliviarlas y superarlas.

Dilexi te nos propone el amor como forma de vida, no solo de pensamiento. Inspirado en el gesto evangélico de la mujer que derrama perfume sobre Jesús, el Papa subraya que el amor no se calcula ni se racionaliza: se vive con gratuidad y entrega. El amor sale de sí mismo y lleva a fijarse en el otro, en sus necesidades. Lleva a compartir.

Nos dice el libro del Eclesiástico: “El Señor es juez, y para él no cuenta el prestigio de las personas. Para él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, sino que escucha la oración del oprimido. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento”.

Nuestro corazón debe ser como el del Señor, que no hace distinciones: para Él todos son iguales, importantes, queridos.

Señala el Papa: “He decidido recordar esta bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres para mostrar que esta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia.

El cuidado de los pobres forma parte de la gran tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren”.

Todos experimentamos trazos de pobreza: en la salud o el carácter, en el comportamiento, en nuestra formación. También la notamos en nuestros seres queridos, en nuestros contemporáneos. En la exhortación se reconocen múltiples rostros de la pobreza, todos ellos interconectados y reveladores del clamor de los más pequeños, donde se deja ver el rostro de Cristo: pobreza material, cultural, espiritual, relacional, estructural y existencial. Esta pobreza puede abrirnos a la compasión y a la conversión.

El documento invita a abandonar una existencia centrada en el poder, la relevancia o el prestigio, para abrazar la humildad y la cercanía. El vernos frágiles puede llevarnos a Dios. De hecho, en muchas personas -sobre todo jóvenes- hay un volver a Dios, a la Iglesia, como entornos seguros, con sentido. También se despierta la preocupación por los más débiles y necesitados.

Dice el Papa que los pobres no solo son sostenidos por los medios económicos de los pudientes, sino que nos evangelizan: “¿De qué manera? Los pobres, en el silencio de su misma condición, nos colocan frente a la realidad de nuestra debilidad. El anciano, por ejemplo, con la debilidad de su cuerpo, nos recuerda nuestra vulnerabilidad, aun cuando buscamos esconderla detrás del bienestar o de la apariencia. Además, los pobres nos hacen reflexionar sobre la precariedad de aquel orgullo agresivo con el que frecuentemente afrontamos las dificultades de la vida”.

Fuente: eldiadecordoba.es

10/26/25

No tengamos miedo de reconocer nuestros errores

El Papa en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen domingo!

Hoy el Evangelio (cf. Lc 18,9-14) nos presenta a dos personajes, un fariseo y un publicano, que oran en el Templo.

El primero se jacta de una larga lista de méritos. Las buenas obras que realiza son muchas, y por eso se siente mejor que los demás, a quienes juzga con desprecio. Se mantiene de pie, con la frente en alto. Su actitud es claramente presuntuosa: denota una observancia exacta de la Ley, sí, pero pobre en amor, hecha de “haber” y “tener”, de deudas y créditos, carente de misericordia.

El publicano también está rezando, pero de manera muy diferente. Tiene mucho por qué pedir perdón: es un recaudador de impuestos al servicio del imperio romano que trabaja con un contrato público, el cual le permite especular con los ingresos en detrimento de sus propios compatriotas. Sin embargo, al final de la parábola, Jesús nos dice que, de los dos, es precisamente él quien vuelve a casa “justificado”, es decir, perdonado y renovado por el encuentro con Dios. ¿Por qué?

En primer lugar, el publicano tiene el valor y la humildad de presentarse ante Dios. No se encierra en su mundo, no se resigna al mal que ha hecho. Abandona los lugares donde es temido, seguro, protegido por el poder que ejerce sobre los demás. Acude al templo solo, sin escolta, aun a costa de enfrentarse a miradas duras y juicios severos, y se coloca delante del Señor, al fondo, con la cabeza inclinada hacia abajo, pronunciando unas pocas palabras: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» (v. 13).

Así, Jesús nos da un mensaje poderoso: no es ostentando nuestros méritos como nos salvamos, ni ocultando nuestros errores, sino presentándonos honestamente, tal como somos, ante Dios, ante nosotros mismos y ante los demás, pidiendo perdón y confiando en la gracia del Señor.

Al comentar este episodio, san Agustín compara al fariseo con un enfermo que, por vergüenza y orgullo, oculta sus llagas al médico, y al publicano con otro que, con humildad y sabiduría, muestra al médico sus heridas, por muy feas que sean, y le pide ayuda. Y concluye: «No es, pues, extraño que saliera más curado el publicano, que no tuvo reparos en mostrar lo que le dolía» (Sermón 351,1).  

Queridos hermanos y hermanas, hagamos lo mismo. No tengamos miedo de reconocer nuestros errores, de ponerlos al descubierto asumiendo nuestra responsabilidad y confiándolos a la misericordia de Dios. Así podrá crecer, en nosotros y a nuestro alrededor, su Reino, que no pertenece a los soberbios, sino a los humildes, y que se cultiva, en la oración y en la vida, a través de la honestidad, el perdón y la gratitud.

Pidamos a María, modelo de santidad, que nos ayude a crecer en estas virtudes.

Fuente: vatican.va

10/24/25

El publicano y el fariseo

30.º domingo del Tiempo ordinario (Ciclo C)

Evangelio (Lc 18,9-14)

Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y que despreciaban a los demás:

— Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo». Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy un pecador». Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.

Comentario

Con la parábola del fariseo y el publicano que suben al Templo a orar Jesús nos instruye de nuevo sobre la humildad, virtud imprescindible para tratar a Dios y a los demás y “disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración”, como recuerda el Catecismo de la Iglesia (n. 2559).

El contraste entre los dos personajes de la parábola es llamativo y provocador, sobre todo porque, para la opinión pública de entonces, la figura de un fariseo sintetizaba el modelo de la virtud y la instrucción, mientras el solo nombre de publicano era ya sinónimo de pecador (cfr. p.ej. Lc 5,30) y eran tachados como impuros por trabajar para los gentiles.

Jesús presenta al fariseo orgulloso de sí mismo y con rasgos casi cómicos: reza “quedándose de pie” y más adelantado que el publicano; se dirige a Dios de forma grandilocuente; repasa la lista de sus méritos cumplidos incluso más allá de lo prescrito, como sus ayunos; y vive en constante comparación con los demás, a los que considera inferiores. El fariseo cree que reza, pero en realidad vive un monólogo “para sus adentros”, buscando su satisfacción personal y cerrándose a la acción de Dios.

En cambio, el publicano se queda lejos y con la mirada baja, porque se siente indigno de dirigirse a su Señor; y en su oración se golpea el pecho, como para romper la dureza del corazón y dejar entrar el perdón de Dios. Como señala san Agustín, “aunque le alejaba de Dios su conciencia, le acercaba a él su piedad”.

Jesús dibuja con perfiles tan marcados la arrogancia del fariseo que ninguno querría parecerse a él, sino más bien al publicano humilde. Sin embargo, nos acecha una forma similar de arrogancia, aunque se presente más sutil, puede filtrarse en nuestro comportamiento y en nuestra forma de orar. San Juan Crisóstomo comentaba así este pasaje: “Porque así como la humildad supera el peso del pecado y saliendo de sí llega hasta Dios, así la soberbia, por el peso que tiene, hunde a la justicia. Por tanto, aunque hagas multitud de cosas bien hechas, si crees que puedes presumir de ello, perderás el fruto de tu oración. Por el contrario, aun cuando lleves en tu conciencia el peso de mil culpas, si te crees el más pequeño de todos, alcanzarás mucha confianza en Dios”.

Jesús dice que el publicano bajó justificado mientras el fariseo no. Señala así el fruto que se obtiene con la verdadera vida de piedad: la justificación, que en esta parábola podría traducirse como el arte de agradar a Dios, y que no consiste tanto en sentirnos seguros y mejores por el cumplimiento exacto de normas, sino más bien en reconocer ante Dios nuestra pobre condición de criaturas, necesitadas de su misericordia y llamadas a amar a los demás como Dios los ama.

De la parábola obtenemos un medio seguro para evitar la arrogancia en nuestra vida de piedad: será humilde y agradable a Dios si nos lleva a frecuentes actos de contrición y a amar a los demás. Será arrogante e infructuosa si nos hace sentirnos seguros de nuestros propósitos cumplidos y nos lleva a frecuentes juicios críticos hacia los demás. Como explica el Papa Francisco, “no es suficiente, por lo tanto, preguntarnos cuánto rezamos, debemos preguntarnos también cómo rezamos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar la arrogancia e hipocresía”. Para evitar este mal del alma, mientras tratamos de mejorar y para vivir con un verdadero conocimiento propio, puede servirnos lo que escribió san Josemaría: “No es falta de humildad que conozcas el adelanto de tu alma. –Así lo puedes agradecer a Dios. –Pero no olvides que eres un pobrecito, que viste un buen traje… prestado”.

Fuente; opusdei.org