4/29/24

¿Para qué sirve la Iglesia?

 Juan Luis Selma


Su misión es la de recordarnos nuestra dignidad, lo que somos: hijos de Dios.

En la ceremonia del bautismo, después del saludo del sacerdote a los padres y padrinos, les hace dos preguntas. La primera es el nombre que le han puesto a la criatura, la segunda es: ¿Qué pedís a la Iglesia? El nombre propio nos recuerda que somos una persona, alguien con unas características definidas, somos seres relacionales, pero también individuos distintos, queridos por lo que somos, no por lo que podamos aportar. Portadores de valores eternos, criaturas de Dios.

La respuesta a la segunda pregunta es el Bautismo. El agua de la regeneración nos da una vida nueva, nos hace hijos de Dios. En el fondo, lo que pedimos a la Iglesia es que nos lleve a Dios, que nos dé una nueva vida en Dios. Este es el fin principal de la Iglesia.

Hace unos días me encontré en la puerta de la parroquia donde confieso un grupito de personas repartiendo panfletos a los que entraban en la iglesia. Pensé que eran Testigos de Jehová que, con perseverancia admirable, están siempre por los alrededores. Pero, según me informó un feligrés, eran miembros de Europa Laica, que animaban a no poner la “X” en la casilla de la Iglesia, ni en la de “Fines sociales” de la declaración de la renta. El folleto ponía en duda la labor social de la Iglesia Católica, además de otras afirmaciones bastante discutibles.

Dejando aparte la mayor o menor acción social que pueda hacer la Iglesia, que no debe ser poca, ya que los pobres no van a pedir a la sede de la Delegación del Gobierno o a la puerta de las demás instituciones, sino a las parroquias y de un modo intenso a los sacerdotes. Lo que realmente necesita el mundo, la sociedad, todos los hombres y mujeres, es a Dios. La gran pobreza actual, la que es causa de todas las pobrezas, es el vacío de Dios.

Es llamativo el bajo número de jóvenes españoles que se consideran creyentes, un tercio del total, según una reciente encuesta. La investigación de Footprints Group reconoce "el creciente proceso de secularización" presente en nuestro país, que, sin embargo, "corre paralelo a una tendencia opuesta menor pero significativa: el aumento de la fe vivida por convicción". Los creyentes están "reemplazando una especie de religión sociocultural vivida por mera tradición o costumbre". Confluyen la ausencia de Dios con la ausencia de sentido de la vida en muchos jóvenes.

“La Iglesia no es un movimiento político, ni una estructura bien organizada: no es esto. No somos una ONG y, cuando la Iglesia se convierte en una ONG, pierde la sal, no tiene sabor, es solo una organización vacía…El valor de la Iglesia, fundamentalmente, es vivir el Evangelio y dar testimonio de nuestra fe. La Iglesia es la sal de la tierra, es luz del mundo, está llamada a hacer presente en la sociedad la levadura del Reino de Dios y lo hace ante todo con su testimonio, el testimonio del amor fraterno, de la solidaridad, del compartir” decía el Papa Francisco poco después de su elección.

Nos dice Jesús en el Evangelio: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”. Para poder tener vida, para que la savia corra por los sarmientos, para dar fruto, hay que estar unidos a Cristo, a Dios. También en la Iglesia podemos caer en la tentación de la eficacia, de conseguir grandes números vendiendo lo que parece que quiere el “mercado”. Pero esto es la muerte pelá. Hay que hacer oídos sordos a los cantos de sirena de la postmodernidad, por mucho que halaguen la propia vanidad, por muchas promesas de felicidad de plástico, de vida fácil que prometan, pues nos llevan a estrellarnos en los acantilados.

La Iglesia de Cristo no está para solucionarnos los problemas, para ofrecernos ceremonias emotivas, para rellenar huecos estéticos o para remontarnos a los felices recuerdos de tiempos mejores. Su misión es la de recordarnos nuestra dignidad, lo que somos: hijos de Dios. Desde ahí, desde la cercanía y presencia de Dios, cogidos a su mano, recuperaremos nuestra grandeza: el amor a la verdad, la belleza, la paz, la auténtica libertad. No podemos ser humanos y, por lo tanto, solidarios, fraternos, felices, justos, sin ser divinos.

“Cuando Dios haya desaparecido totalmente para los seres humanos”, -aseguró Benedicto XVI hace cuarenta años-, “experimentarán su absoluta y horrible pobreza. Y entonces descubrirán la pequeña comunidad de los creyentes como algo totalmente nuevo”. Podemos mostrar a Dios con nuestras vidas, con nuestra fe vivida con alegría y sin complejos, podemos curar tantas heridas, como dice el Papa Francisco, podemos paliar tantas pobrezas y carencias, pero siempre desde Cristo.

Le pedimos a la iglesia que nos muestre a Dios, que nos ayude a buscar a Dios, que refleje a Dios en todas sus facetas. Que desde Dios calme nuestra sed.

Fuente: eldiadecordoba.es

4/28/24

El Papa en Venecia

Homlía V Domingo de Pascua

Jesús es la vid, nosotros los sarmientos. Y Dios, Padre misericordioso y bueno, como un agricultor paciente, nos trabaja con esmero para que nuestra vida se llene de frutos. Por eso Jesús nos recomienda que apreciemos el don inestimable que es el vínculo con Él, del que dependen nuestra vida y nuestra fecundidad. Repite con insistencia: «Permaneced en mí y yo en vosotros… El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto» (Jn 15,4). Sólo da fruto quien permanece unido a Jesús. Reflexionemos sobre ello.
Jesús está a punto de concluir su misión terrena. En la Última Cena con los que serán sus apóstoles, les da, junto con la Eucaristía, algunas palabras clave. Una de ellas es precisamente ésta: «permaneced», mantened vivo el vínculo conmigo, permanecer unidos a mí como los sarmientos a la vid. Con esta imagen, Jesús retoma una metáfora bíblica que el pueblo conocía bien y que también encontraba en la oración, como en el salmo que dice: «Dios de los ejércitos, vuelve / mira desde el cielo y ve / y visita esta viña» (Sal 80,15). Israel es la viña que el Señor ha plantado y cuidado. Y cuando el pueblo no da los frutos de amor que el Señor espera, el profeta Isaías formula una acusación utilizando precisamente la parábola de un labrador que ha labrado su viña, la ha limpiado de piedras, ha plantado vides finas esperando que produzca buen vino, pero en cambio sólo da uvas inmaduras. Y el profeta concluye: «Pues bien, la viña del Señor de los ejércitos / es la casa de Israel; / los habitantes de Judá / son su plantación predilecta. / Esperaba justicia / y he aquí el derramamiento de sangre, / esperaba justicia / y he aquí los gritos de los oprimidos» (Is 5,7). Jesús mismo, retomando a Isaías, cuenta la dramática parábola de los viñadores asesinos, subrayando el contraste entre la obra paciente de Dios y el rechazo de su pueblo (cf. Mt 21,33-44).
Así, la metáfora de la vid, al tiempo que expresa el cuidado amoroso de Dios por nosotros por otra parte nos advierte, porque si rompemos este vínculo con el Señor, no podremos generar frutos de buena vida y nosotros mismos corremos el peligro de convertirnos en sarmientos secos. Es feo este convertirse en sarmientos secos, esos sarmientos que se desechan.
Hermanos y hermanas, con el telón de fondo de la imagen utilizada por Jesús, pienso también en la larga historia que une a Venecia con el trabajo de la vid y la producción de vino, en el cuidado de tantos viticultores y en los numerosos viñedos que surgieron en las islas de la Laguna y en los jardines entre las calles de la ciudad, y en los que comprometían a los monjes en la producción de vino para sus comunidades. Dentro de este recuerdo, no es difícil captar el mensaje de la parábola de la vid y los sarmientos: la fe en Jesús, el vínculo con Él, no aprisiona nuestra libertad, sino que, al contrario, nos abre para recibir la savia del amor de Dios, que multiplica nuestra alegría, nos cuida con el esmero de un buen viñador y hace brotar sarmientos incluso cuando la tierra de nuestra vida se vuelve árida. Y muchas veces nuestro corazón se vuelve árido.
Pero la metáfora que salió del corazón de Jesús también puede leerse pensando en esta ciudad construida sobre el agua, y reconocida por esta singularidad como uno de los lugares más evocadores del mundo. Venecia es una con las aguas sobre las que se levanta, y sin el cuidado y la protección de este entorno natural podría incluso dejar de existir. Así es también nuestra vida: también nosotros, sumergidos desde tiempos inmemoriales en las fuentes del amor de Dios, hemos sido regenerados en el Bautismo, renacidos a una vida nueva por el agua y el Espíritu Santo, y colocados en Cristo como sarmientos en la vid. En nosotros fluye la savia de este amor. En nosotros fluye la savia de este amor, sin la cual nos convertimos en sarmientos secos que no dan fruto. El Beato Juan Pablo I, cuando era Patriarca de esta ciudad, dijo una vez que Jesús «vino a traer a los hombres la vida eterna [...]». Y continuaba: «Esa vida está en Él y pasa de Él a sus discípulos, como la savia sube del tronco a los sarmientos de la vid. Es agua fresca, que Él da a sus discípulos. Es el agua fresca que él da, un manantial que brota sin cesar» (A. LUCIANI, Venezia 1975-1976. Opera Omnia. Discorsi, scritti, articoli, vol. VII, Padua 2011, 158).
Hermanos y hermanas, esto es lo que cuenta: permanecer en el Señor, habitar en Él. Pensemos un momento en esto: permanecer en el Señor, habitar en Él. Y este verbo -habitar- no debe interpretarse como algo estático, como si quisiera decirnos que nos quedemos quietos, aparcados en la pasividad; en realidad, nos invita a ponernos en movimiento, porque permanecer en el Señor significa crecer en la relación con Él; siempre permanecer en el Señor significa crecer, crecer en la relación con Él, dialogar con Él, acoger su Palabra, seguirle en el camino hacia el Reino de Dios. Por tanto, se trata de ponernos en camino tras Él: permanecer en el Señor y caminar, ponernos en camino tras Él, dejarnos provocar por su Evangelio y convertirnos en testigos de su amor.
Por eso Jesús dice que el que permanece en Él da fruto. Y no es cualquier fruto. El fruto de los sarmientos en los que fluye la savia es la uva, y de la uva sale el vino, que es el signo mesiánico por excelencia. Porque Jesús, el Mesías enviado por el Padre, lleva el vino del amor de Dios al corazón humano y lo llena de alegría y esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, éste es el fruto que estamos llamados a dar en nuestra vida, en nuestras relaciones, en los lugares que frecuentamos cada día, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo. Si miramos hoy esta ciudad de Venecia, admiramos su encantadora belleza, pero también nos preocupan los numerosos problemas que la amenazan: el cambio climático, que repercute en las aguas de la Laguna y en el territorio; la fragilidad de los edificios, del patrimonio cultural, pero también la de las personas; la dificultad de crear un ambiente a escala humana mediante una gestión adecuada del turismo; y también todo lo que estas realidades corren el riesgo de generar en términos de relaciones sociales deterioradas, individualismo y soledad.

Y nosotros, cristianos, que somos sarmientos unidos a la vid, la vid del Dios que cuida de la humanidad y ha creado el mundo como un jardín para que florezcamos en él y lo hagamos florecer, nosotros los cristianos, ¿cómo respondemos? Permaneciendo unidos a Cristo, podremos dar los frutos del Evangelio en la realidad que habitamos: frutos de justicia y paz, frutos de solidaridad y cuidado mutuo; opciones de cuidado del medio ambiente, pero también del patrimonio humano: no olvidemos el patrimonio humano, la gran humanidad nuestra, la que Dios ha tomado para caminar con nosotros; necesitamos que nuestras comunidades cristianas, nuestros barrios, nuestras ciudades se conviertan en lugares hospitalarios, acogedores, inclusivos. Y Venecia, que siempre ha sido lugar de encuentro y de intercambio cultural, está llamada a ser signo de belleza accesible a todos, empezando por los últimos, signo de fraternidad y de cuidado de nuestra casa común. Venecia, tierra que hace hermanos. Gracias.


El Ángelus en la Plaza de San Marcos

¡Queridos hermanos y hermanas!

Antes de concluir nuestra celebración, quisiera saludar a todos ustedes que han participado. Doy las gracias de todo corazón al Patriarca, Francesco Moraglia, y con él a los colaboradores y voluntarios. Estoy agradecido a las autoridades civiles y a la policía que han facilitado esta visita. ¡Gracias a todos!

También desde aquí, como cada domingo, queremos invocar la intercesión de la Virgen María por las numerosas situaciones de sufrimiento en el mundo.

Pienso en Haití, donde está vigente el estado de emergencia y la población está desesperada por el colapso del sistema sanitario, la falta de alimentos y la violencia que empuja a la gente a huir. Confiamos al Señor el trabajo y las decisiones del nuevo Consejo presidencial de transición, que tomó posesión el pasado jueves en Puerto Príncipe, para que, con el renovado apoyo de la comunidad internacional, pueda conducir al país a alcanzar la paz y la estabilidad que tanto necesita.

Pienso en la atormentada Ucrania, en Palestina e Israel, en los Rohingya y en las muchas poblaciones que sufren la guerra y la violencia. Que el Dios de la paz ilumine los corazones, para que en todos crezca la voluntad de diálogo y de reconciliación.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias nuevamente por vuestra acogida! Gracias al Patriarca. Los llevo conmigo en la oración; y ustedes también, por favor, no se olviden de rezar por mí, ¡porque este trabajo no es fácil!

Fuente: vatican.va

4/26/24

El cardenal Parolin y las “cinco preguntas que agitan a la Iglesia”

Hernan Sergio Mora

El cardenal Pietro Parolin presentó el 24 de abril el libro "Cinco preguntas que agitan a la Iglesia", del periodista vaticano Ignazio Ingrao, de TG1 RAI.

El 24 de abril el periodista vaticano Ignazio Ingrao, de TG1 RAI, presentó su libro «Cinco preguntas que agitan a la Iglesia» junto al cardenal Pietro Parolin. Al término de la presentación del libro, el cardenal respondió a Omnes: «Lo más hermoso de este libro es que pone sobre la mesa las grandes preguntas que todos llevamos encima, en cambio sobre las respuestas…» (se limitó a mover un poco la cabeza como diciendo que estaba menos convencido).

El libro, de 160 páginas, en italiano, publicado por la editorial San Paolo, fue presentado en la sede del Ministerio de Cultura, en Roma, en presencia de ministros, embajadores, autoridades civiles y religiosas. Plantea cinco preguntas, por lo que el cardenal Parolin recordó otra obra, «De las cinco heridas de la Iglesia», del filósofo y teólogo Antonio Rosmini. 

En cambio -dijo el Secretario de Estado del Vaticano- «aquí se trata obviamente de cuestiones nuevas relacionadas con la actualidad de los tiempos, que sin embargo -me gusta subrayarlo- van en la misma direcció, que la ‘reforma de la Iglesia’ promovida por el Papa Francisco», aseguró.

«La Iglesia, como sabemos, es ‘semper reformanda'» -señaló el cardenal-, «es decir, debe ser reconducida a su forma propia, porque, como afirma la Constitución conciliar ‘Lumen Gentium‘, ‘Cristo es santo, inocente, inmaculado… [por lo que] la Iglesia, que tiene en su seno a los pecadores, es santa, pero al mismo tiempo está ‘siempre necesitada de purificación’, por lo tanto ‘avanza continuamente por el camino de la penitencia y de la renovación'».

El cardenal invitó a leer el libro presentado, sin olvidar algo parecido, la «situación de turbación y espanto que encontramos en el Evangelio de Mateo: ‘En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!'».

«Y, sin embargo, nosotros, a diferencia de los discípulos» -continuó el cardenal Parolin-, «sabemos que el Espíritu Santo, es decir, el soplo de Dios dado por Jesús en la cruz y luego el día de Pentecostés, hace que la Iglesia sea ante todo su Iglesia, es decir, capaz de resistir a las tempestades de las convulsiones culturales y a los pecados de los hombres y mujeres que pertenecen a ella».

A continuación, el cardenal se explayó sobre los capítulos del libro.

Iglesia en salida

Sobre la primera pregunta: «¿Hasta dónde ha llegado la Iglesia en salida de Bergoglio; cómo de lejos está la Iglesia de la realidad actual, a pesar de sus esfuerzos?», el cardenal señaló cómo el autor describe en una «fría teoría de cifras» números poco atractivos sobre la Iglesia en Europa y América, y cómo Benedicto XVI se preguntaba dónde había ido a parar el impulso del Concilio Vaticano II.

«Estábamos contentos» -dijo Benedicto XVI el 11 de octubre de 2012- «y llenos de entusiasmo. Se había inaugurado el gran Concilio Ecuménico; estábamos seguros de que iba a llegar una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, con una nueva presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio».

El libro también apunta a la visión del Papa Francisco en la «Evangelii Gaudium», como el programa de su pontificado: «Privilegiar acciones que generen nuevos dinamismos en la sociedad e involucren a otras personas y grupos que los lleven adelante, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos». Procesos que el autor «ve concretarse también en la elección por parte del Papa de nuevos colaboradores a los que se pide explorar nuevos caminos».

Del libro, el cardenal precisa que en este contexto el vaticanista Ingrao critica «la teología de escritorio, hija de una lógica fría y dura que busca dominarlo todo», indicando como ejemplo la Declaración «Fiducia Supplicans«, si bien el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe considera que se trata de un texto que «queda siempre abierto a la posibilidad de precisarlo, enriquecerlo, mejorarlo y quizás dejarlo iluminar mejor por las enseñanzas de Francisco».

La primera pregunta se cierra -explica el cardenal- con una instantánea sobre los jóvenes según el Papa Francisco, que son definidos por el autor como «exploradores, avanzadilla en la distraída sociedad de las redes sociales para despertar los verdaderos sentimientos, el deseo de autenticidad, la capacidad de soñar», con sensibilidad ecológica y una profunda atención a los tiempos y a los retos del pontificado.

Disminución de la práctica religiosa

La segunda cuestión se refiere a dos elementos problemáticos: la disminución de la práctica religiosa en el mundo. En particular, el autor se detiene en América Latina, donde la Iglesia católica ya no es la primera en número de fieles, sino que ha sido superada por las iglesias pentecostales. Sin olvidar las intervenciones de Benedicto XVI y de Francisco, que afirmaron con determinación cómo la Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción, es decir, por fuerza testimonial, explicó el cardenal.

Apertura a los laicos

El cardenal, sobre la «tercera pregunta, si la apertura a los laicos y a las mujeres es real o sólo una fachada», señala cómo el autor hace hincapié en una serie de experiencias y en el Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad. Y, por último, recuerda los roles de mando que hoy ocupan las mujeres dentro de la curia romana.

Urgencias antropológicas

«Las urgencias antropológicas abren la cuarta pregunta. Inicio y fin de la vida, fronteras de la medicina y cuestiones de género: de hecho, escribe Ingrao, ‘no se trata de buscar respuestas más o menos acordes con los tiempos o alineadas en defensa de la moral tradicional. Se trata más bien de hacer madurar un nuevo humanismo que, enraizado en el personalismo cristiano, sepa responder a los interrogantes de hoy'», explicó el cardenal.

¿Qué pasará con las reformas?

«Llegamos así a la última de las cinco preguntas, ¿qué pasará con las reformas emprendidas por el Papa Francisco? A la que se añade una que suena para algunos como una amenaza y para otros como una ilusión: ‘¿Existe el riesgo de volver hacia atrás?'».

«El último capítulo» -concluye el cardenal Parolin- «dedicado a estas preguntas permanece abierto, como debe ser. De hecho, habla de reformas, como las define el autor, ‘emprendidas’, es decir, ‘in itinere'». Por tanto, «el discernimiento, que no es simple intuición, sino fruto de la oración continua en el Espíritu, indicará, en el tiempo distendido de quien sabe ser paciente, cómo continuar y qué volver institucional. Precisamente porque es acción del Espíritu, no puede haber vuelta atrás».

Fuente: omnesmag.org


“Necesitamos redescubrir la belleza del matrimonio”

Francisco Otamendi

El pasado 15 de abril se celebró el ‘Foro Omnes’ "Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer", con los ponentes María Calvo y Fernando Simón


Los invitados destacaron que asistimos en la actualidad a un gran desconocimiento de la belleza del matrimonio, que se manifiesta entre otras cosas en no saber qué es el hombre ni qué es la mujer, en la “ausencia de la capacidad de amar”, en un “matrimonio en clave emotivista”, y en “la sustitución de la genealogía por la tecnología”.   

Las estadísticas indican que más de la mitad de los matrimonios se rompen en España, y en otros países occidentales existen tasas similares. Sin embargo, Álvaro González, director del Máster de Formación Permanente en Derecho Matrimonial y Procesal Canónico de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, aseguró ayer tarde en el Foro Omnes que “hay una sensación de que el matrimonio está en crisis, y no es verdad”. 

“Necesitamos redescubrir una vez más la belleza de esta auténtica maravilla del matrimonio, la realidad del matrimonio desde su misma naturaleza, conocer cada vez mejor esta realidad, para saber descubrir la belleza y la bondad, que siempre se apoyan en la verdad”, añadió Álvaro González, quien aseguró a Omnes hace tiempo que “hacen falta profesionales bien preparados para asistir y ayudar a quienes lo deseen”. Ayer lo reiteró: “Este Máster nació con la ilusión de contribuir a la formación de tanta gente que trabaja en los tribunales eclesiásticos, con el deseo de ayudar y aportar una formación integral”.

En paralelo, en la sociedad actual es fácil ver, por citar sólo dos o tres tendencias, padres que declaran no querer “ejercer de padres” al conocer su paternidad, mujeres en pareja, o solas, que deciden tener un hijo por reproducción asistida, prescindiendo del varón, con lo que se priva al niño de la referencia paterna, o la disminución de jóvenes que se casan.

Ponentes

En este contexto ha tenido lugar ayer tarde en Madrid este Foro organizado por Omnes junto a este Máster formativo, en la sede de Posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid, moderado por la redactora jefe de OmnesMaría José Atienza, y patrocinado por Fundación CARF, con la presencia de su director general, Luis Alberto Rosales, y el Banco Sabadell. El título fue “Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer”, y fue presentado por el citado Álvaro González y el director de OmnesAlfonso Riobó

El coloquio contó con la participación de María Calvo Charro, profesora titular de Derecho Administrativo, profesora del Máster, y autora de libros sobre hombre y mujer; maternidad y paternidad, como “La masculinidad robada” o “La mujer femenina”, y de Fernando Simón Yarza, catedrático acreditado de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra, y Premio Tomás y Valiente 2011 a la mejor obra en Derecho Constitucional. 

María Calvo: “Hemos perdido la capacidad de amar”

La profesora María Calvo, madre de cuatro hijos, comenzó afirmando que “hablar de matrimonio es hablar de la solución a muchos de los problemas sociales que hay actualmente. ¿Por qué se separa un matrimonio cada segundo en el mundo desarrollado?” “¿Por qué nuestros jóvenes no quieren casarse?” ¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Qué está pasando en la sociedad?”

“Hay muchísimas causas, muchísimas razones, pero yo creo que podríamos dar una respuesta muy genérica, y a la vez muy concreta: hemos perdido la capacidad de amar. Hemos perdido la capacidad de amar porque hemos perdido el conocimiento sobre nosotros mismos”. “Sin conocimiento no hay amor, es imposible amar lo que no se conoce, pero el gran problema es que no nos conocemos a nosotros mismos, no que no conozcamos al otro”. 

“Mutación antropológica”

“¿Y por qué no nos conocemos?”, prosiguió, “pues porque realmente, en las últimas décadas, hemos experimentado una mutación antropológica. Toda época histórica tiene crisis, pero yo creo sinceramente que esta época tiene una crisis con una novedad radical que no se ha dado nunca antes, y es esa mutación del ser humano, del concepto del ser humano, esa nueva ética, esa nueva metafísica que nos han impuesto, esa alteración también en los códigos simbólicos, especialmente en los códigos simbólico-familiares que se han vuelto muy líquidos: es lo mismo ser padre, que ser hijo, que ser hombre, que ser una mujer, que estar casado, que no estar casado. Hay una fluidez ahí que nos conduce al final a la angustia”. 

Según María Calvo, esta mutación antropológica “ha permeado con mucha facilidad, con mucha rapidez, bien por los medios tecnológicos que tenemos evidentemente, pero también porque se está utilizando un lenguaje performativo, muy manipulador, muy teatralizado que se ve en la legislación misma, y éste es el peligro para los jóvenes, que les hace parecer muy atractivos conceptos y principios que realmente son degenerados, y les hace parecer muy progresistas con otros conceptos y otras realidades que son realmente perversas”.

Entre otros ejemplos, la profesora y escritora considera que “hablar de salud reproductiva para identificar el aborto es una de esas manipulaciones del lenguaje. Realmente estamos hablando de violencia extrema contra la mujer y el hijo; y las leyes y la administración hablan de salud reproductiva cuando realmente es salud mental y salud espiritual, porque extirpas al hijo de tu cuerpo pero queda instalada en tu mente de por vida una huella indeleble, una fractura irreversible en el corazón de la feminidad. Ese es el lenguaje que hace que estos postulados vayan filtrándose con esa facilidad especialmente entre los jóvenes”.

Tres elementos, tres renuncias 

“¿En qué ha consistido esta mutación antropológica? Yo he podido detectar tres elementos que son los que tejen las bases de nuestra civilización occidental: la falta de naturaleza, la renuncia a la naturaleza humana, a la alteridad sexual, a la biología; la renuncia a la racionalidad y la renuncia a la trascendencia. Desnaturalizados, sin racionalidad y sin trascendencia. Esos son los postulados que sostienen al ser humano ahora. Y afectan directísimamente al matrimonio”.

A juicio de María Calvo, “sin naturaleza, sin biología, sin alteridad sexual, pensando que somos iguales, idénticos, intercambiables, que el sexo no es constitutivo de la persona y que por lo tanto el ser hombre o ser mujer depende de un sentimiento, de la voluntad, y que es absolutamente fluida y que la puedes escoger; esto produce un daño horrible a la pareja. Es imposible que un matrimonio se sostenga pensando que el que tiene al lado es idéntico, fungible, intercambiable, que va a ver el mundo desde el mismo prisma que lo estás viendo tú, cuando realmente hay diferencias entre los sexos que hay que tener en cuenta”.

Iguales, pero con diferencias

“Es verdad que (varón y mujer) somos iguales y que somos iguales en derechos, deberes, en dignidad, en humanidad y somos iguales en cociente intelectual, en objetivos a cumplir”, ha señalado la profesora del Máster. “Pero realmente, la forma de ver la vida, la forma de amar, la sexualidad es tan distinta y así lo ha demostrado la ciencia. De manera que no atender a esto produce conflicto, desencanto y ruptura realmente”.

“Y cuando somos padre y madre eso se exacerba porque realmente la neuroquímica cerebral de la mujer cambia, y cambia para proteger a esa criatura que ha llegado tan indefensa, y que es una mezcla entre necesidad y libertad, y también la del padre, porque de repente se vuelve protector, se da cuenta de que tiene que dar seguridad, protección, fortalecer a esa criatura, y entonces es verdad que diferencias que al principio nos parecían un poco nimias, luego, cuando ejercemos la paternidad y la maternidad se exacerban mucho; pero son necesarias para ese niño, para el equilibrio de ese niño”.

Fernando Simón: subjetivización del matrimonio

El catedrático de Derecho Fernando Simón Yarza realizó un enfoque de fundamentación jurídica, para “centrarme en la dualidad sexual como rasgo esencial de la institución matrimonial”, y pasó del análisis del concepto clásico “a la concepción emotivista”. El concepto clásico se ha roto, a su juicio, en la ley española 13/2005 (regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo), o en Estados Unidos en Obergefell v. Hodges (2015). 

Se trata de un fenómeno de “subjetivización del matrimonioNos encontramos ante un cambio que altera radicalmente el significado de la institución, que supone la subjetivización radical del matrimonio en clave emotivista”.

“La masculinidad y la feminidad son arquetipos, no estereotipos”, señaló el jurista. “No aluden a un modelo (typos) que se asiente simplemente sobre una convicción social firme (stereos), sino a algo que está en el principio u origen (archē) de la realidad. Por lo que es imposible suprimir el atractivo de la dualidad sexual, justamente porque es un arquetipo (Peter Kreeft)”.

Órgano reproductor, hombre y mujer unidos

Fernando Simón definió el matrimonio entre un hombre y una mujer como “una alianza comprehensiva de vida. Unión orgánica comprehensiva (expresión fascinante que emplean, entre otros, John Finnis)”, manifestó. “Es orgánica, forma un solo órgano. A diferencia de lo que sucede con la unión de los sexos, ninguna otra unión física entre dos personas puede formar tal órgano unitario. El individuo se basta a sí mismo para realizar sus funciones vitales (digestiva, respiratoria, etc.) porque es capaz de coordinar orgánicamente distintas partes de su cuerpo”.

“La función de transmitir la vida, sin embargo, es la única para la que el individuo no se basta a sí mismo, sino que es, a tal efecto, orgánicamente incompleto”, subrayó. “En sentido riguroso, es falso decir que el individuo tiene órganos reproductores. El órgano reproductor son el-hombre-y-la-mujer unidos. La donación de la vida trasciende al individuo, y sólo puede realizarse naturalmente en la coordinación biológica de hombre y mujer formando un único órgano. Por eso el Génesis no es metafórico cuando dice que el hombre y la mujer se hacen un solo cuerpo”.

Tres rasgos del matrimonio emotivista

“La nueva visión del matrimonio es esencialmente emotivista”, subrayó Fernando Simón en varios momentos, “y está plagada de aporías, de contradicciones, y se caracteriza por “tres rasgos: unión afectivo-sexual, entendiendo lo sexual como pura coexistencia en contacto libidinoso consentido, sin necesidad de complementariedad (1), cuidado y apoyo mutuo (2), y reparto de las cargas domésticas (3). El problema es que el afecto sexual, al margen de la orientación estructural a la vida que es propia del matrimonio, debería carecer de relevancia jurídica», señaló Simón.

Algunas consecuencias de sus palabras, son, a su juicio, que “la legalización de la nueva visión del matrimonio distorsiona el entendimiento conyugal del matrimonio. El sexo se entiende, en esencia, como libido, pero entonces se ve como carente de una orientación estructural y normativa más allá de la libido”. En segundo lugar, “oscurece la realidad de que la educación en un hogar con un padre y una madre natural favorece el desarrollo del niño, una tesis avalada, a mi modo de ver, por el sentido común, y defendida por destacados académicos. La lucha contra este lugar del “common sense” ha sido agresiva, y ha llevado a la cancelación de científicos sociales”.

Y también, en su opinión, “el oscurecimiento de las correlaciones entre “matrimonio conyugal” y “procreación y educación de los hijos” conduce inexorablemente a una pérdida de sentido de multitud de normas maritales basadas en dicha correlación”.

En sus conclusiones, Fernando Simón señaló que “el matrimonio es un arquetipo. Como tal, no puede oscurecerse de la conciencia. Para oscurecerlo en la conciencia hay que hacer violencia constante, vivir en el continuo activismo violento. El derecho que trata de alterar este arquetipo con ficciones constituye un acto de violencia sobre la sociedad. Incide en la conciencia de las personas confundiéndolas sobre el objeto de sus deseos, sobre el objeto de la justicia, sobre la verdad de las cosas”.

Los deseos se transforman en derechos

Tras Fernando Simón, María Calvo se refirió también al segundo factor de desestabilización del matrimonio, que es, a su juicio, “la pérdida de racionalidad terrible que estamos experimentando. Porque ahora mismo, y si miramos las leyes es increíble, por ejemplo la de transexualidad, pero muchas otras, la ley del aborto también está incluida en este emotivismo y en esta sensiblonería en la que hemos caído y en esta anulación de la razón”.

“Hemos eliminado la razón y hemos sublimado los deseos hasta un punto en el que, como dice algún autor, mi deseo es la ley”, añadióla profesora. “Entonces, si yo no deseo tener un hijo, pues tengo derecho al aborto, es decir, los deseos se transforman en derechos. El problema de sublimar los deseos, los sentimientos, las emociones y de anular la razón es que no podemos amar. No podemos amar porque el amor es uso de la razón”.

En sus intervenciones, Maria Calvo analizó la alteridad sexual: “El problema de ahora es qué es ser hombre y qué es ser mujer”. “Está haciendo mucho daño esta ideología de género que niega las diferencias biológicas”. “Qué es ser varón”. Ahora los niños se han adaptado culturalmente al arquetipo femenino, es cariñoso, empático, etc.”. “Hay miedo a ser hombre, y lo que implica (autoridad, protección, seguridad)”.

“Mi tiempo, mi libertad”

En una encuesta de 2022 del Instituto valenciano de infertilidad, el 62 % de las mujeres declaraba abiertamente que quería estar sola, no quería casarse ni tener hijos. Los motivos eran “mi tiempo y mi libertad”. Y si se plantean tener algún hijo, ¿para qué queremos el matrimonio, si puedo tener hijos sola?, reflexionó María Calvo, al aportar que un porcentaje alto de mujeres jóvenes españolas se plantea ser madre sola, sin padre, a lo largo de su vida, citando un trabajo del instituto valenciano de infertilidad.

“Este prescindir de los hombres ha llegado hasta extremos insospechados”, dijo en otro momento. “No necesitamos a los hombres, todo lo que tiene que ver con la maternidad ya está conseguido (técnicas de reproducción asistida): se sustituye la genealogía por la tecnología”.

“Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos”

En cuanto a la pérdida de la trascendencia, María Calvo señaló al final. “Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos. Porque realmente nos emancipamos del  reador, caemos en la idolatría del yo, entonces es mi yo autorreferencial, mi tiempo, mi libertad. En ese egocentrismo y en ese narcisismo el matrimonio es imposible, por lo que hemos dicho antes, el amor es pensar en el otro antes que en uno mismo como hábito”.

En el número de mayo de la revista Omnes, encontrarán éstas y otras cuestiones tratadas en el Foro Omnes, incluyendo preguntas de los asistentes.

Fuente: omnesmag.com


4/25/24

Vivir la vida de Cristo

5.° domingo de Pascua

Evangelio (Jn 15, 1-8)

«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos».

Comentario al Evangelio

Jesucristo se está despidiendo de sus amigos íntimos. Le cuesta abandonar a los suyos.

Rodeado de los doce apóstoles, en la última cena, va desgranando las horas en un clima de gran intimidad. Les abre su corazón y les muestra la profundidad de su amor.

En otras ocasiones, les había hablado del Reino de los Cielos comparándolo con una viña que es arrendada a unos labradores. Ahora, introduce una novedad. Él es la vid.

No dice: “vosotros sois la vid”, ni tampoco “vosotros sois los labradores de la viña”.

Sino, “yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. El hijo mismo, que en la parábola de la viña era el heredero, ahora se identifica con la vid. Ha entrado en la viña, en el mundo, y se ha hecho vid. Se ha dejado plantar en la tierra.

Con ello, Jesucristo les está mostrando la profundidad del Amor de Dios. La vid ya no es una criatura a la que Dios mira con amor. Él mismo se ha hecho vid, se ha identificado para siempre con la vid, con los hombres, con la vida de cada uno de nosotros.

Y, por ello, la vid ya nunca podrá ser arrancada, no podrá ser abandonada a los ladrones y furtivos. Pertenece definitivamente a Dios, porque el Hijo de Dios mismo vive en ella.

La promesa hecha a Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David, los profetas, se ha hecho definitiva. Con su Encarnación, Dios se ha comprometido a sí mismo, su amor es irrevocable.

Pero, al mismo tiempo, la imagen de la vid y de los sarmientos nos habla de una exigencia de ese amor. Se dirige a cada uno de nosotros, reclamando una respuesta. Es preciso, entrar en esa corriente de amor; quitar, podar, purificar todo aquello que impide que esa corriente llegue hasta el último rincón de este mundo.

El viñador toma las tijeras de labranza y poda los sarmientos para que tengan más sol y luz, para que den racimos de uva sabrosa. Cristo mismo quiere podarnos, para que vivamos su propia vida. Quiere introducirnos en su Pasión, que la incorporemos en nuestra propia vida, que la encarnemos.

De esa manera, recibimos un nuevo modo de ser. La vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús.

Y como consecuencia, podemos amar a los demás como él lo ha hecho: en su corazón, desde su corazón, con su corazón. Y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Este es el deseo de Jesucristo: arrancar nuestro corazón de piedra, y darnos un corazón de carne, lleno de vida, un corazón compasivo y misericordioso. Y nos pide que nos pongamos en sus manos llagadas, para que pueda quitar de nuestra vida lo que estorba, lo que nos separa de Dios.

Las pequeñas mortificaciones son, precisamente, un modo de decirle al Señor que nos quite soberbias, avaricias, enfados, iras, perezas, envidias, egoísmos, vanidades, rencores, impurezas. Dejamos que el Espíritu Santo vaya podando todo lo que no es vivir en Cristo. Hace que nuestro corazón tenga la medida del corazón de Jesucristo.

Si permitimos que la acción de Dios entre en nuestra vida, entonces permanecemos en su amor, damos fruto verdadero. Con nuestras pequeñas mortificaciones y actos de penitencia le estamos diciendo a Dios: “quiero vivir en ti, por ti, contigo”; “quiero hacer presente la fuerza de tu amor allí donde estoy”.

Por ello, no se trata de hacer grandes mortificaciones, sino de hacerlas con amor, pidiéndole al Señor que nos cambie el corazón y lo pongamos en los demás.

Cristo nos da así una vida enamorada. Hacemos nuestra su vida y su muerte, de manera que Él puede vivir en nosotros por el amor. Y nos hace capaces de seguir sus pasos, corredimiendo a todas las almas, llevando su vida redentora a todos los lugares donde nos encontramos (cfr. San Josemaría, Via Crucis, XIV Estación).

Fuente: opusdei.org 

Experiencias religiosas

Pedro López

Llama la atención el hecho corroborado de algunas experiencias religiosas que podemos calificar de singulares. En Francia, el día que la Iglesia celebra la vigilia pascual, se han bautizado más de 7.000 adultos; y a lo largo de este año lo harán unos 20.000. Y aumenta cada año. Algunos proceden del Islam y hay una cosa extraña: suele iniciarse el proceso de acercamiento al catolicismo tras una visión sorprendente, que destacan casi todos: sueñan mientras duermen con Jesucristo que les invita con dulzura a no tener miedo a acercarse a Él. Esto les impacta mucho, hasta el punto de que al día siguiente comienzan la lectura de los Evangelios que tienen prohibido no solo leer sino poseer. Este acercamiento produce un rechazo muy vivo por parte de los parientes, vecinos, amigos, que tratan por todos los medios de evitar. Saben los neófitos que si siguen adelante en su propósito han de renunciar a su familia (padres, hermanos, primos, etc.), pues serán considerados apóstatas y, en consecuencia, recusados y cancelados civilmente, e incluso con grave daño para su integridad física. Es muy duro.

En Gran Bretaña está sucediendo también una cosa un poco asombrosa, y ya se habla públicamente de un retorno al cristianismo, quizá todavía incipiente, pero perceptible. Por ejemplo, Richard Dawkins, famoso por ser adalid de los ateos y materialista convencido, autor de la fantasmal teoría del ‘gen egoísta’, acaba de declararse “cristiano cultural”, cuando a principios de siglo XXI auguró la desaparición total de la religión a favor del ‘culto a la ciencia’. O Tom Holland, escritor, quien tuvo una experiencia en Irak que le ha marcado profundamente y que significó un proceso de acercamiento a la fe cristiana. Mientras filmaba un documental en esa tierra asolada, quedó hondamente conmovido ante la matanza del ISIS contra varones cristianos que fueron crucificados. Un punto de inflexión en sus convicciones.

Como indicara C.S Lewis “los cristianos que más hicieron por el mundo actual son los que pensaron en el otro mundo”. Paradójico. Y esto es lo que está removiendo las estructuras aparentemente solidificadas e inamovibles del pensamiento irreligioso o antirreligioso de nuestros coetáneos. Algo se mueve.

Observaba Victor Frankl, en ‘el hombre en busca de sentido’, que “el ser humano tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro: sub specie aeternitatis. Y esto constituye su salvación en los momentos más difíciles de su existencia”. Y concluía afirmando que “el prisionero, en el campo de concentración, que perdía la fe en el futuro —en su futuro— estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía asimismo su sostén espiritual; se abandonaba y decaía”.

Y ya en nuestro solar patrio, es Unamuno quien nos habla del todo o nada: “¡Eternidad!, ¡eternidad! Este es el anhelo: la sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él. Lo que no es eterno tampoco es real”.

Fuente: levante-emv.com


La moral no ha muerto

Rafael Gómez Pérez

«Puede ser legal, pero no es ético». Se ve escrito y se oye cada vez con más frecuencia. A veces se añade: «Ni ético ni estético». Dejo lo de estético para otra ocasión.

¿Qué es lo ético? Existen sesudos estudios que distinguen, como un pelo en dos, la ética de la moral. Pero tanto la etimología como el hablar común los equipara. Ético viene del griego ethos, lo referente a las costumbres, al modo de comportarse. Moral, del latín mos, moris, con el mismo sentido. Cuando alguien dice que algo no es ético entiende que no es moral. Con la diferencia de que para lo no moral hay hasta dos términos, inmoral, amoral, y para lo no ético ninguno.

¿Por qué se evita tanto el término moral? Porque quizá se ve en eso algo religioso, confesional. Pero entonces también Cicerón es confesional, porque escribió, en De Fato (45 a.C.): «atañe a las costumbres, lo que los griegos llaman ethos mientras que nosotros solemos llamar a esa parte de la filosofía 'el estudio de las costumbres', pero conviene llamarla 'moral' para que se enriquezca la lengua latina».

El recurso eufemístico de hablar de ética y no de moral parece indicar «no moralicemos». Pero ahí está el fallo: moralizamos siempre. En la vida corriente es de lo más común: «Se portó mal conmigo», «me odia»; o «es una buena persona», «son gente de bien». Estas y cientos de expresiones más son morales. Casi todas las ideologías políticas moralizan. Y algunas leyes del Estado. Cuando, por ejemplo, se prohíbe fumar en tal o cual sitio se moraliza, porque se entiende que «fumar mata». Hasta una simple cajetilla de tabaco tiene su moraleja.

La ética o moral se mueve en el eje del bien y del mal y eso es pacífico. Lo decisivo es determinar cuál es el criterio de lo bueno y lo malo. Bueno y bien incluyen un toque de polisemia, porque hay un bien y mal «técnicos» y un bien y mal moral. Un asesinato bien hecho es algo malo; una acción buena realizada por interés no es tan buena o es medio mala.

Se ha escrito muchas veces que «haz el bien y evita el mal» es algo inserto en la naturaleza humana y que se llega a verlo sin más dilucidaciones. Pero cuando se desciende a lo concreto, ¿qué es bien?, ¿qué es mal?, las cosas ya no están tan claras. Por eso se vio como más intuitiva y cierta la expresión «no quieras para otro lo que no quieres para ti», denominada regla áurea. Está en el Evangelio y también en libros de otras religiones o cosmovisiones. En la filosofía de Confucio: «¿Hay alguna máxima que deba uno seguir en la vida? Lo que no deseamos que nos hagan no lo hagamos a los demás». En el Avesta indio: «Es bueno el que se abstiene de hacer a otros lo que no es bueno para uno mismo». En el Corán: «Ninguno de vosotros será verdadero creyente, a no ser que desee para su hermano lo mismo que desea para sí mismo». En la tradición hebrea del Talmud: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para tu prójimo; esto es toda la ley; lo demás es comentario».

Esa expresión permite concretar lo que se entiende por mal: no quiero que me maten, que me torturen, que me roben, que me insulten, que me calumnien, que me engañen... Luego no lo quieras ni lo hagas para cualquier persona, que es semejante a ti, porque en la igual dignidad de todos los seres humanos parece que sí hay acuerdo.

Todo lo anterior se puede entender racionalmente y da origen a una ética o moral natural. Esa moral es recogida y a la vez elevada desde dentro en el Antiguo Testamento y por Jesucristo en los Evangelios: «ama a tu prójimo como a ti mismo». Salvo en casos extremos de desesperación o de graves enfermedades mentales, cada ser humano desea lo bueno para sí mismo, que eso es amar, desear el bien. Y esa es la medida del amor al prójimo, que sería, en positivo, la regla áurea: «quiere para otros lo bueno que quieres para ti».

Cuando en una sociedad de tradición cristiana, ese fermento de vida que es el Evangelio viene a menos, el individualismo egoísta empieza a ganar terreno y se quiere para otros lo que no se quiere para uno mismo. Y con el individualismo egoísta viene el cinismo, el todo vale, el «los hechos se justifican por el simple hecho de darse». Esas son muestras de decadencia de una cultura. Si sus efectos no se notan hasta el límite, se debe a que, en esa misma sociedad, hay personas que, de modo callado y silencioso, llevan a Dios en sus corazones y en sus obras. De esto apenas se habla, porque es propio del bien no presumir de sí mismo, sino pensar que, por mucho que haga, nunca es suficiente.

En eso consiste la grandeza de alma, que revela, lo quiera o no, por contraste, las marrullerías y la mediocridad de otras muchas vidas. Y no me gustaría poner ejemplos de la vida política.

Fuente: eldebate.com


4/24/24

Vicios y virtudes

El Papa en la Audiencia General


 Catequesis 16. La vida de gracia según el Espíritu

Queridos hermanos y hermanas:

En las catequesis pasadas reflexionamos sobre las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Hoy nos acercamos a las tres virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad. Se denominan teologales porque son infundidas por Dios y se viven en la relación con Él. Estas virtudes nos dan una especial asistencia del Espíritu Santo para poder seguir las huellas de Jesús en nuestra vida cotidiana.

El Espíritu Santo nos ayuda a distinguir claramente el bien del mal y a tener la fuerza para optar por el bien. En el deseo de hacer lo correcto, sin embargo, podemos caer en la autosuficiencia o en el voluntarismo. Pero si nos abrimos con humildad al Espíritu Santo, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales. Así, cuando perdemos la confianza, Dios aumenta nuestra fe; cuando nos desalentamos, despierta en nosotros la esperanza; y cuando nuestro corazón se enfría, Él lo enciende en el fuego de su amor.    

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de creer, esperar y amar a imitación del Corazón de Cristo, siendo sus testigos en toda circunstancia. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.


“Necesitamos redescubrir la belleza del matrimonio”

Francisco Otamendi

El pasado 15 de abril se celebró el ‘Foro Omnes’ "Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer", con los ponentes María Calvo y Fernando Simón


Los invitados destacaron que asistimos en la actualidad a un gran desconocimiento de la belleza del matrimonio, que se manifiesta entre otras cosas en no saber qué es el hombre ni qué es la mujer, en la “ausencia de la capacidad de amar”, en un “matrimonio en clave emotivista”, y en “la sustitución de la genealogía por la tecnología”.   

Las estadísticas indican que más de la mitad de los matrimonios se rompen en España, y en otros países occidentales existen tasas similares. Sin embargo, Álvaro González, director del Máster de Formación Permanente en Derecho Matrimonial y Procesal Canónico de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, aseguró ayer tarde en el Foro Omnes que “hay una sensación de que el matrimonio está en crisis, y no es verdad”. 

“Necesitamos redescubrir una vez más la belleza de esta auténtica maravilla del matrimonio, la realidad del matrimonio desde su misma naturaleza, conocer cada vez mejor esta realidad, para saber descubrir la belleza y la bondad, que siempre se apoyan en la verdad”, añadió Álvaro González, quien aseguró a Omnes hace tiempo que “hacen falta profesionales bien preparados para asistir y ayudar a quienes lo deseen”. Ayer lo reiteró: “Este Máster nació con la ilusión de contribuir a la formación de tanta gente que trabaja en los tribunales eclesiásticos, con el deseo de ayudar y aportar una formación integral”.

En paralelo, en la sociedad actual es fácil ver, por citar sólo dos o tres tendencias, padres que declaran no querer “ejercer de padres” al conocer su paternidad, mujeres en pareja, o solas, que deciden tener un hijo por reproducción asistida, prescindiendo del varón, con lo que se priva al niño de la referencia paterna, o la disminución de jóvenes que se casan.

Ponentes

En este contexto ha tenido lugar ayer tarde en Madrid este Foro organizado por Omnes junto a este Máster formativo, en la sede de Posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid, moderado por la redactora jefe de OmnesMaría José Atienza, y patrocinado por Fundación CARF, con la presencia de su director general, Luis Alberto Rosales, y el Banco Sabadell. El título fue “Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer”, y fue presentado por el citado Álvaro González y el director de OmnesAlfonso Riobó

El coloquio contó con la participación de María Calvo Charro, profesora titular de Derecho Administrativo, profesora del Máster, y autora de libros sobre hombre y mujer; maternidad y paternidad, como “La masculinidad robada” o “La mujer femenina”, y de Fernando Simón Yarza, catedrático acreditado de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra, y Premio Tomás y Valiente 2011 a la mejor obra en Derecho Constitucional. 

María Calvo: “Hemos perdido la capacidad de amar”

La profesora María Calvo, madre de cuatro hijos, comenzó afirmando que “hablar de matrimonio es hablar de la solución a muchos de los problemas sociales que hay actualmente. ¿Por qué se separa un matrimonio cada segundo en el mundo desarrollado?” “¿Por qué nuestros jóvenes no quieren casarse?” ¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Qué está pasando en la sociedad?”

“Hay muchísimas causas, muchísimas razones, pero yo creo que podríamos dar una respuesta muy genérica, y a la vez muy concreta: hemos perdido la capacidad de amar. Hemos perdido la capacidad de amar porque hemos perdido el conocimiento sobre nosotros mismos”. “Sin conocimiento no hay amor, es imposible amar lo que no se conoce, pero el gran problema es que no nos conocemos a nosotros mismos, no que no conozcamos al otro”. 

“Mutación antropológica”

“¿Y por qué no nos conocemos?”, prosiguió, “pues porque realmente, en las últimas décadas, hemos experimentado una mutación antropológica. Toda época histórica tiene crisis, pero yo creo sinceramente que esta época tiene una crisis con una novedad radical que no se ha dado nunca antes, y es esa mutación del ser humano, del concepto del ser humano, esa nueva ética, esa nueva metafísica que nos han impuesto, esa alteración también en los códigos simbólicos, especialmente en los códigos simbólico-familiares que se han vuelto muy líquidos: es lo mismo ser padre, que ser hijo, que ser hombre, que ser una mujer, que estar casado, que no estar casado. Hay una fluidez ahí que nos conduce al final a la angustia”. 

Según María Calvo, esta mutación antropológica “ha permeado con mucha facilidad, con mucha rapidez, bien por los medios tecnológicos que tenemos evidentemente, pero también porque se está utilizando un lenguaje performativo, muy manipulador, muy teatralizado que se ve en la legislación misma, y éste es el peligro para los jóvenes, que les hace parecer muy atractivos conceptos y principios que realmente son degenerados, y les hace parecer muy progresistas con otros conceptos y otras realidades que son realmente perversas”.

Entre otros ejemplos, la profesora y escritora considera que “hablar de salud reproductiva para identificar el aborto es una de esas manipulaciones del lenguaje. Realmente estamos hablando de violencia extrema contra la mujer y el hijo; y las leyes y la administración hablan de salud reproductiva cuando realmente es salud mental y salud espiritual, porque extirpas al hijo de tu cuerpo pero queda instalada en tu mente de por vida una huella indeleble, una fractura irreversible en el corazón de la feminidad. Ese es el lenguaje que hace que estos postulados vayan filtrándose con esa facilidad especialmente entre los jóvenes”.

Tres elementos, tres renuncias 

“¿En qué ha consistido esta mutación antropológica? Yo he podido detectar tres elementos que son los que tejen las bases de nuestra civilización occidental: la falta de naturaleza, la renuncia a la naturaleza humana, a la alteridad sexual, a la biología; la renuncia a la racionalidad y la renuncia a la trascendencia. Desnaturalizados, sin racionalidad y sin trascendencia. Esos son los postulados que sostienen al ser humano ahora. Y afectan directísimamente al matrimonio”.

A juicio de María Calvo, “sin naturaleza, sin biología, sin alteridad sexual, pensando que somos iguales, idénticos, intercambiables, que el sexo no es constitutivo de la persona y que por lo tanto el ser hombre o ser mujer depende de un sentimiento, de la voluntad, y que es absolutamente fluida y que la puedes escoger; esto produce un daño horrible a la pareja. Es imposible que un matrimonio se sostenga pensando que el que tiene al lado es idéntico, fungible, intercambiable, que va a ver el mundo desde el mismo prisma que lo estás viendo tú, cuando realmente hay diferencias entre los sexos que hay que tener en cuenta”.

Iguales, pero con diferencias

“Es verdad que (varón y mujer) somos iguales y que somos iguales en derechos, deberes, en dignidad, en humanidad y somos iguales en cociente intelectual, en objetivos a cumplir”, ha señalado la profesora del Máster. “Pero realmente, la forma de ver la vida, la forma de amar, la sexualidad es tan distinta y así lo ha demostrado la ciencia. De manera que no atender a esto produce conflicto, desencanto y ruptura realmente”.

“Y cuando somos padre y madre eso se exacerba porque realmente la neuroquímica cerebral de la mujer cambia, y cambia para proteger a esa criatura que ha llegado tan indefensa, y que es una mezcla entre necesidad y libertad, y también la del padre, porque de repente se vuelve protector, se da cuenta de que tiene que dar seguridad, protección, fortalecer a esa criatura, y entonces es verdad que diferencias que al principio nos parecían un poco nimias, luego, cuando ejercemos la paternidad y la maternidad se exacerban mucho; pero son necesarias para ese niño, para el equilibrio de ese niño”.

Fernando Simón: subjetivización del matrimonio

El catedrático de Derecho Fernando Simón Yarza realizó un enfoque de fundamentación jurídica, para “centrarme en la dualidad sexual como rasgo esencial de la institución matrimonial”, y pasó del análisis del concepto clásico “a la concepción emotivista”. El concepto clásico se ha roto, a su juicio, en la ley española 13/2005 (regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo), o en Estados Unidos en Obergefell v. Hodges (2015). 

Se trata de un fenómeno de “subjetivización del matrimonioNos encontramos ante un cambio que altera radicalmente el significado de la institución, que supone la subjetivización radical del matrimonio en clave emotivista”.

“La masculinidad y la feminidad son arquetipos, no estereotipos”, señaló el jurista. “No aluden a un modelo (typos) que se asiente simplemente sobre una convicción social firme (stereos), sino a algo que está en el principio u origen (archē) de la realidad. Por lo que es imposible suprimir el atractivo de la dualidad sexual, justamente porque es un arquetipo (Peter Kreeft)”.

Órgano reproductor, hombre y mujer unidos

Fernando Simón definió el matrimonio entre un hombre y una mujer como “una alianza comprehensiva de vida. Unión orgánica comprehensiva (expresión fascinante que emplean, entre otros, John Finnis)”, manifestó. “Es orgánica, forma un solo órgano. A diferencia de lo que sucede con la unión de los sexos, ninguna otra unión física entre dos personas puede formar tal órgano unitario. El individuo se basta a sí mismo para realizar sus funciones vitales (digestiva, respiratoria, etc.) porque es capaz de coordinar orgánicamente distintas partes de su cuerpo”.

“La función de transmitir la vida, sin embargo, es la única para la que el individuo no se basta a sí mismo, sino que es, a tal efecto, orgánicamente incompleto”, subrayó. “En sentido riguroso, es falso decir que el individuo tiene órganos reproductores. El órgano reproductor son el-hombre-y-la-mujer unidos. La donación de la vida trasciende al individuo, y sólo puede realizarse naturalmente en la coordinación biológica de hombre y mujer formando un único órgano. Por eso el Génesis no es metafórico cuando dice que el hombre y la mujer se hacen un solo cuerpo”.

Tres rasgos del matrimonio emotivista

“La nueva visión del matrimonio es esencialmente emotivista”, subrayó Fernando Simón en varios momentos, “y está plagada de aporías, de contradicciones, y se caracteriza por “tres rasgos: unión afectivo-sexual, entendiendo lo sexual como pura coexistencia en contacto libidinoso consentido, sin necesidad de complementariedad (1), cuidado y apoyo mutuo (2), y reparto de las cargas domésticas (3). El problema es que el afecto sexual, al margen de la orientación estructural a la vida que es propia del matrimonio, debería carecer de relevancia jurídica», señaló Simón.

Algunas consecuencias de sus palabras, son, a su juicio, que “la legalización de la nueva visión del matrimonio distorsiona el entendimiento conyugal del matrimonio. El sexo se entiende, en esencia, como libido, pero entonces se ve como carente de una orientación estructural y normativa más allá de la libido”. En segundo lugar, “oscurece la realidad de que la educación en un hogar con un padre y una madre natural favorece el desarrollo del niño, una tesis avalada, a mi modo de ver, por el sentido común, y defendida por destacados académicos. La lucha contra este lugar del “common sense” ha sido agresiva, y ha llevado a la cancelación de científicos sociales”.

Y también, en su opinión, “el oscurecimiento de las correlaciones entre “matrimonio conyugal” y “procreación y educación de los hijos” conduce inexorablemente a una pérdida de sentido de multitud de normas maritales basadas en dicha correlación”.

En sus conclusiones, Fernando Simón señaló que “el matrimonio es un arquetipo. Como tal, no puede oscurecerse de la conciencia. Para oscurecerlo en la conciencia hay que hacer violencia constante, vivir en el continuo activismo violento. El derecho que trata de alterar este arquetipo con ficciones constituye un acto de violencia sobre la sociedad. Incide en la conciencia de las personas confundiéndolas sobre el objeto de sus deseos, sobre el objeto de la justicia, sobre la verdad de las cosas”.

Los deseos se transforman en derechos

Tras Fernando Simón, María Calvo se refirió también al segundo factor de desestabilización del matrimonio, que es, a su juicio, “la pérdida de racionalidad terrible que estamos experimentando. Porque ahora mismo, y si miramos las leyes es increíble, por ejemplo la de transexualidad, pero muchas otras, la ley del aborto también está incluida en este emotivismo y en esta sensiblonería en la que hemos caído y en esta anulación de la razón”.

“Hemos eliminado la razón y hemos sublimado los deseos hasta un punto en el que, como dice algún autor, mi deseo es la ley”, añadióla profesora. “Entonces, si yo no deseo tener un hijo, pues tengo derecho al aborto, es decir, los deseos se transforman en derechos. El problema de sublimar los deseos, los sentimientos, las emociones y de anular la razón es que no podemos amar. No podemos amar porque el amor es uso de la razón”.

En sus intervenciones, Maria Calvo analizó la alteridad sexual: “El problema de ahora es qué es ser hombre y qué es ser mujer”. “Está haciendo mucho daño esta ideología de género que niega las diferencias biológicas”. “Qué es ser varón”. Ahora los niños se han adaptado culturalmente al arquetipo femenino, es cariñoso, empático, etc.”. “Hay miedo a ser hombre, y lo que implica (autoridad, protección, seguridad)”.

“Mi tiempo, mi libertad”

En una encuesta de 2022 del Instituto valenciano de infertilidad, el 62 % de las mujeres declaraba abiertamente que quería estar sola, no quería casarse ni tener hijos. Los motivos eran “mi tiempo y mi libertad”. Y si se plantean tener algún hijo, ¿para qué queremos el matrimonio, si puedo tener hijos sola?, reflexionó María Calvo, al aportar que un porcentaje alto de mujeres jóvenes españolas se plantea ser madre sola, sin padre, a lo largo de su vida, citando un trabajo del instituto valenciano de infertilidad.

“Este prescindir de los hombres ha llegado hasta extremos insospechados”, dijo en otro momento. “No necesitamos a los hombres, todo lo que tiene que ver con la maternidad ya está conseguido (técnicas de reproducción asistida): se sustituye la genealogía por la tecnología”.

“Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos”

En cuanto a la pérdida de la trascendencia, María Calvo señaló al final. “Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos. Porque realmente nos emancipamos del  reador, caemos en la idolatría del yo, entonces es mi yo autorreferencial, mi tiempo, mi libertad. En ese egocentrismo y en ese narcisismo el matrimonio es imposible, por lo que hemos dicho antes, el amor es pensar en el otro antes que en uno mismo como hábito”.

En el número de mayo de la revista Omnes, encontrarán éstas y otras cuestiones tratadas en el Foro Omnes, incluyendo preguntas de los asistentes.

Fuente: omnesmag.com