7/30/20

“Denles de comer”

Monseñor Enrique Díaz Díaz

Domingo XVIII  Domingo Ordinario

Isaías 55, 1-3: 

Salmo 144: “

Romanos 8, 35. 37-39: 

San Mateo 14, 13-21: 

Ante una misma situación qué diferentes actitudes. En todo nuestro país hemos sufrido la pandemia. Por casualidad escuché en estos días dos conversaciones muy diferentes ante el mismo problema. Unas personas se organizaron para dar comidas, despensas, insumos, en la parroquia… En cambio, otro grupo de personas presumía cómo la necesidad favoreció su negocio y esperan sacar jugosas ganancias “con el hambre” de los que lo necesitan.

La pandemia ha evidenciado las diferencias. Es insultante el contraste entre los millones de gastos superfluos e innecesarios, en armas, en protección, en propaganda y ruido, mientras los niños desnutridos y las mujeres anémicas siguen desfalleciendo en nuestro territorio. Los famosos programas pretenden disfrazar con tantos por cientos y proporciones medias, la realidad del hambre que se siente en el estómago y en la enfermedad de cada persona. Yo quisiera creer que son verdaderas las cifras que se ofrecen y que vamos avanzando, pero en la mesa pobre de miles de familias se ve cada día más miseria, menos alimentos y más enfermedad. Y frente a un mundo de despilfarro, resuenan las palabras del profeta Isaías: “¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?”.  Si lo primero es vivir con dignidad ¿por qué seguimos las normas de un mundo tan injusto, desequilibrado y superficial?

Los milagros de Jesús no tienen solamente como objeto demostrar su divinidad y su poder, encierran muchas más enseñanzas y nos confrontan con las actitudes ordinarias que tomamos. Así el milagro no quedará solamente en la bella escena de la multiplicación de los panes que sació a aquella multitud, sino que nos colocará irremediablemente frente a la ola de migrantes, campesinos, obreros, desempleados, que empujados por el hambre parecen desfallecer. Simbólica y muy llamativa la nota que nos describe el momento concreto puesta en los labios de los discípulos: “Estamos en despoblado, empieza oscurecer… no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. Ahora podríamos añadir muchas otras circunstancias que hacen difícil proporcionar alimentos a las multitudes hambrientas: la escasez de alimentos, la multiplicación de la población, el desplome comercial y un largo etcétera que parecería disculparnos. Pero frente al hambre y la necesidad del hermano, Jesús no admite excusas: “No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer”. Jesús no acepta nuestra retirada ni nuestra indiferencia, nos mete de lleno en un problema que es nuestro y frente al cual no podemos estar indiferentes.

Los discípulos no adoptan la postura despreocupada de muchos de nuestros contemporáneos que culpan de la pobreza y del hambre a quienes la padecen. Ya San Juan Crisóstomo solía decir que la división de la humanidad en ricos y pobres convierte a unos en inhumanos y a los otros en infrahumanos. Pero ahora todo lo quieren disimular con el anonimato y se piensa que nadie tiene la culpa de todas estas injusticias, como si tuvieran la culpa las leyes naturales y no fuera responsabilidad de la ambición de los hombres. Sin embargo, los discípulos tampoco se quieren hacer responsables y buscan la salida fácil: “que cada quien se rasque con sus propias uñas”, los despedimos y asunto arreglado. Jesús no permite jamás una solución que ponga en peligro a las personas, que rompa la comunidad y que propicie la injusticia. Exige a sus discípulos que asuman sus responsabilidades y que aporten lo que tienen para formar la mesa común. Jesús, ni en las peores circunstancias, claudica de su sueño y de mostrarnos que otro mundo es posible, que se puede vivir y compartir como hijos de un único Padre. Que un pan, partido y compartido, lejos de disminuir, se multiplica. En la narración se nos manifiesta muy claramente que una mesa en común, donde todos puedan satisfacerse, ciertamente es un regalo y un milagro de Dios, pero también necesita la disposición y el compartir humano.

La respuesta de Jesús

Denles de comer, es la respuesta de Jesús y no bromea. Sabe que un hermano no debe dar la espalda a su hermano y que la persona tiene la capacidad en sí misma para solventar los problemas que afectan el reparto de los bienes de la vida. Esa capacidad existe, pero es preciso ponerla en funcionamiento. El discípulo se excusa con lo más fácil: pone la pobreza como obstáculo insalvable. Pero Jesús hace ver que ese no puede ser un impedimento definitivo para un reparto de los bienes. La dificultad está en el corazón de la persona que se abalanza sobre la posesión y el dominio. El sentido de posesión vela y oculta las posibilidades de reparto. ¿No se ponen muros para que los demás no vengan a molestarnos con su hambre y su miseria? ¿Acaso no se gasta más en armamentos y guerras que en soluciones para el hambre? ¿No volteamos la espalda con la excusa de que apenas la vamos pasando? Para Jesús no hay excusa y hoy sigue insistiendo: denles de comer.

Pero no dice que demos migajas, si revisamos el relato, encontramos que hay diálogo, escucha de la palabra,  mesa común; les pide que se sienten sobre el pasto, como lo hace quien es libre; hay la participación plena y la colaboración mutua. Se entrega todo lo que se tiene, así sea muy poco, pero también se está dispuesto a recibir; sólo esta entrega y apertura hace posible el milagro. Un milagro de aquellos tiempos, pero también un milagro actual: las palabras que nos dice Mateo nos recuerdan mucho la Eucaristía: tomó…miró al cielo… bendijo… los repartió. La Eucaristía es la más grande expresión de gratuidad y entrega. Es el más grande milagro, pero también debe ser el más grande compromiso con un deber social fortísimo hacia el hermano necesitado. Si no, la Eucaristía se convierte en una mentira y en una contradicción. ¿A qué nos comprometemos al participar en la Eucaristía? ¿Cuáles son nuestras actitudes ordinarias ante las necesidades? ¿Cuáles son las pequeñas acciones que estamos haciendo frente a la pobreza?

Señor, tú que eres nuestro creador y quien amorosamente dispone toda nuestra vida, renuévanos conforme a la imagen de tu Hijo, ayúdanos a imitarlo y a ser coherentes con nuestra fe. Amén.

COVID-19: Prefacio del Papa para el libro ‘Comunión y esperanza’

Reflexiones teológicas sobre la pandemia

A lo largo del mismo, el Santo Padre señala que las raíces de nuestra vida están en Cristo, en Él está la fuerza para enfrentar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis, en Él está el modelo de cercanía, amor y servicio.

Nueva esperanza y solidaridad

Según el medio vaticano, 

Efectivamente, la obra ha sido escrita por el cardenal Walter Kasper, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el padre George Augustin, sacerdote alemán que fundó y dirige el Instituto que lleva el nombre de su compatriota cardenal.

Interrogativos fundamentales

Francisco plantea la pandemia como un “tiempo de prueba y elección”. Tal y como expuso en la 

Esta dramática situación, que desenmascara la vulnerabilidad del hombre, su inconsistencia y su necesidad de redención y cuestiona muchas certezas ha desencadenado “interrogativos fundamentales sobre la felicidad” y “sobre el tesoro de nuestra fe cristiana”, escribe en el prefacio.

¿Dónde están las raíces más profundas que nos sostienen a todos en la tormenta? ¿Qué es realmente importante y necesario? La pandemia, continúa el Pontífice “es una señal de alarma” que nos lleva a reflexionar precisamente sobre esto. “Es un tiempo de prueba y elección para que podamos orientar nuestras vidas de una manera renovada a Dios, nuestro apoyo y nuestra meta”.

Solidaridad y servicio

En el texto, el Obispo de Roma insiste en su llamado a la “solidaridad” y al “servicio”, contra la “injusticia global” y la indiferencia. De hecho, la situación de emergencia conduce a entender cuánto “dependemos de la solidaridad de los demás y nos empuja a servir a los que nos rodean de una manera nueva”.

«Debemos ser sacudidos por la injusticia mundial”, apunta, “para poder despertar y escuchar el grito de los pobres y de nuestro planeta tan gravemente enfermo”.

El contagio del amor

Por otra parte, el Papa Francisco resalta que el inicio de la pandemia coincidió con el tiempo de la Pascua y de ahí procede el mensaje que ilumina el presente y el futuro y evita la parálisis.

Se trata del mensaje de la victoria de la vida sobre la muerte: “La Pascua nos da esperanza, confianza y valor, nos fortalece en la solidaridad” y en la fraternidad, recuerda.

“El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de ‘contagio’, el del amor, que se transmite de corazón a corazón. Estoy agradecido por los muchos signos de disponibilidad a la ayuda espontánea y de compromiso heroico del personal sanitario, de los médicos y de los sacerdotes. En estas semanas hemos sentido la fuerza que provenía de la fe”.

La Eucaristía, fuerza

El último pasaje del Prefacio está dedicado a la fe en Cristo. En este sentido, el Santo Padre recuerda el “doloroso ayuno eucarístico” que muchos cristianos han experimentado debido al cese de las celebraciones públicas y la solución de emergencia de las transmisiones mediáticas.

No obstante, también subraya que ninguna “transmisión virtual puede sustituir la presencia real del Señor en la celebración eucarística”. A ello se debe la la alegría por la reanudación de la vida litúrgica normal, pues “la presencia del Señor Resucitado en su Palabra y en la celebración eucarística nos dará la fuerza necesaria para afrontar los difíciles problemas que nos esperan después de la crisis”Y a toda la humanidad, como Jesús a los discípulos de Emaús repite, como signo de esperanza para el futuro: “¡No tengan miedo! Yo he vencido a la muerte”.

7/29/20

“Para qué tanto rezar”

Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas
“¡A cuántos habrán ayudado nuestras plegarias!”
VER
En efecto. Hemos rezado mucho para que pase la pandemia por el SARS-CoV-2, pero en nuestra América no se detiene. Aunque nuestro presidente (en México) afirme que ya tocamos fondo, que ya la domamos, que vamos a salir adelante, los contagios y las muertes aumentan. Hemos ofrecido muchas Misas, muchos rosarios y otras oraciones, y el virus está llegando a mucha gente conocida, también a familiares y a nuestras pequeñas poblaciones. Ante esto, ¿sirve rezar? Ciertamente en el centro de Europa han logrado contener su avance; pero en nuestros países, es todo lo contrario. Y ¡qué pasará cuando azote más a África!
Yo estoy muy convencido de la gran eficacia de la oración, sobre todo de la santa Misa, pues ésta no es sólo nuestra plegaria, sino la actualización de la ofrenda plena de Jesús por la humanidad, y su valor es incuestionable e incomparable. Aprecio mucho las Horas Santas ante el Santísimo Sacramento, el Rosario y tantas otras formas de piedad popular. Gracias a esas Misas y oraciones, el virus no ha hecho más estragos. ¡De cuánto nos habrá salvado el Señor, precisamente gracias a esas oraciones! ¡A cuántos habrán ayudado nuestras plegarias! ¡Sólo Él lo sabe!
Sin embargo, la frase ¡Para qué tanto rezar! manifiesta un sentimiento que a veces nos puede llegar, como un cansancio en nuestra fe, o como una queja ante Dios, porque parece que no escucha lo que le pedimos.
PENSAR
Cuando el pueblo de Israel hacía una queja semejante, Dios le respondió que él no acepta oraciones y ofrendas porque el pueblo no se convierte, porque la gente no cambia de vida. Es lo mismo que nos puede decir a nosotros, pues quizá muchos seguimos igual, sin convertirnos. Entresaco algunas frases de este mensaje de Dios, dicho por medio del profeta Isaías: “Escuchen la palabra del Señor. Presten atención a la enseñanza de nuestro Dios. ¿Para qué me traen tantos sacrificios? Estoy harto de holocaustos. Detesto sus fiestas y sus reuniones; se volvieron para mí una carga imposible de soportar. Cuando ustedes levantan las palmas de las manos para orar, yo me tapo los ojos; y aunque digan muchas oraciones, no las escucharé. Las manos de ustedes están manchadas de sangre. Lávense, purifíquense, aparten de mi vista sus malas acciones. Dejen de hacer el mal y aprendan a practicar el bien. Busquen lo que es justo; reprendan al opresor; hagan justicia al huérfano y defiendan el derecho de la viuda. Y después vengan y discutamos, dice el Señor” (Is 1,10-18). “Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Es lo mismo que se nos dice por el profeta Amós: “Odio y desprecio las fiestas de ustedes; me repugnan sus asambleas. Aunque ofrezcan holocaustos y ofrendas en mi honor, en nada logran complacerme. No tomo en cuenta sus sacrificios. Aparta de mí el ruido de tus cánticos; no quiero oír la música de tus arpas. ¡Que el derecho fluya como el agua, y la justicia, como un manantial inagotable!” (Am 5,21-24).
Jesús se expresa en el mismo sentido: “No todo el que me dice: ‘¡Sí, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos… Aléjense de mí, ustedes que hacen el mal” (Mt 7,21.23).
Es decir, si las oraciones no van acompañadas por nuestro compromiso de ser justos, de no dañar a los otros, de hacer el bien a los demás, sobre todo a quienes más sufren, entonces Dios no nos escucha. Toma en cuenta las Misas, porque es el sacrificio de Jesús y ministerio de su Iglesia, pero personalmente no nos aprovechan como debería ser. Si no salimos con una nueva vida después de la pandemia, habremos perdido el tiempo.
Con todo, Jesús nos invita a perseverar en la oración, como cuando contó a sus discípulos aquella parábola del juez injusto que hizo justicia a una pobre viuda por la insistencia de ésta: “Jesús contó una parábola para enseñar a sus discípulos que debían orar siempre sin desanimarse” (Lc 18,1). Es lo mismo que recomienda el apóstol Pablo: “Dedíquense a la oración, perseverando en ella con corazón agradecido. Oren también por nosotros” (Col 4,2-3). Y Jesús dice: “Todo cuanto rueguen y pidan a Dios, crean que ya lo han conseguido y lo obtendrán. Y cuando se pongan de pie para orar, perdonen si tienen algo contra alguno, para que su Padre, que está en el cielo, les perdone a ustedes sus faltas” (Mc 11,24-25).
ACTUAR
Que la pandemia sea una ocasión de cambiar aquello de nuestra vida que no sea conforme con la Palabra de Dios. Si es así, sacaremos bien del mal. Haremos con más confianza nuestras oraciones, aunque siempre dispuestos a acatar la voluntad de nuestro buen Padre Dios, que nos ama y nunca nos abandona, a pesar de que no seamos merecedores de sus gracias.

7/28/20

Teología para Millennials: “Iglesia en llamas”

Pbtº Mario Arroyo Martínez

¿Qué significado tiene tal actitud?

“La única Iglesia que ilumina es la que arde” es uno de los eslóganes preferidos de las asociaciones activistas de ateos. Pareciera, simplemente, una entusiasta profesión de fe atea, provocativa quizá, pero finalmente inocua. Con el tiempo, tristemente, hemos descubierto el error. Se va convirtiendo en habitual protestar por la causa que sea y vandalizar por lo menos, cuando no quemar una Iglesia o monumento religioso. La última fue la Catedral de Nantes, joya del gótico francés, la más dolorosa Notre Dame en París, más cercana a nosotros, la Misión de San Gabriel, en California, fundada por San Junípero Serra. Pero, además de estas, cuyos daños no son solo una ofensa religiosa, sino una irreparable pérdida histórica, artística y cultural, están multitud de casos en Chile, Argentina, Inglaterra, España e incluso México.

¿Qué significado tiene tal actitud?, ¿cuál mensaje nos transmite?, ¿qué sentido tiene utilizar la violencia para ofender el sentido religioso, artístico, histórico y cultural? ¿Por qué elegir la violencia como camino para presentar cuestionables reclamos políticos y sociales? Son preguntas que quedan en el aire y nos gustaría poder responder primero, para resolver después.

Se trata del doloroso alumbramiento de un cambio epocal, donde se busca abandonar la narrativa cristiana, que ha dado luz y sentido a la historia de occidente, por otras visiones alternativas, poco definidas del mundo. El cristianismo ha proporcionado una respuesta coherente a lo que significa la vida, ser persona, la familia, la cultura y la sociedad; se trata de rechazarlo de raíz, de patear el tablero y proponer algo diferente, no importa qué, lo importante es que sea distinto. Ni siquiera la forma es original, pues remeda el estilo de los bárbaros, durante el ocaso del Imperio Romano.

¿Son absolutamente incompatibles ambos paradigmas? En algunos extremos son claramente antagónicos, pero en otras ocasiones podrían ser complementarios: es decir, no resulta evidente que sea preciso cambiarlo todo o prescindir de los elementos valiosos de la narrativa anterior. ¿Pueden continuar manteniendo vigencia ambos modelos? Parece ser que sí, pues cuando la vía para descalificar a uno de ellos es la violencia y la mentira, queda en evidencia y resulta manifiesta la falta de herramientas intelectuales de la postura alternativa. Cuando elijo la violencia –quemar iglesias, vandalizar símbolos religiosos- significa que se me acabaron las razones, o son menos sólidas que las de mi contraparte. Significa que estoy inquieto, pues se cuestionan legítimamente los fundamentos de mi cosmovisión y eso me incomoda; pero también que algo me molesta, la cuestión es hacer un diagnóstico oportuno e intentar una solución civilizada.

Cuando existen unos cauces culturales y públicos civilizados, adecuados para el debate académico, y estos no se utilizan, quiere decir que se carece de argumentos sólidos para esa discusión, optando por abortarla a través de la violencia. Tanto en el lado cristiano en general, como católico en particular, ha estado siempre abierta la puerta y extendida la mano para sostener un debate público y racional sobre los fundamentos de la cultura y la sociedad.

Una muestra de ello reciente, es la iniciativa surgida durante el pontificado de Benedicto XVI denominada “Atrio de los gentiles”, donde se promovía positivamente un debate público con no creyentes, sobre los temas estructurantes de la sociedad y la cultura. El entero pontificado de Francisco puede verse como un continuo intento de tender puentes con los temas emergentes de la sociedad contemporánea. Muchas personas, en vez de recoger el guante y aceptar el desafío, han optado por el cobarde expediente de la violencia. Pero ello manifiesta que o no tienen razones sólidas para sustentar su postura, o no están seguros de ellas.

La fe se convierte en baluarte de la razón, defendiendo una forma civilizada, racional, dialógica de enfrentar los problemas reales de la sociedad. Sin embargo, un grupo incansable de activistas abandona la discusión racional y el diálogo, optando por la violencia, para tomar la iniciativa en el debate y captar la atención. Esperemos que el cambio de narrativa no implique el abandono del diálogo y la razón, fundamentos de nuestra civilización defendidos por el cristianismo.

Mario Arroyo

Doctor en Filosofía

7/27/20

¿Tiene sentido mi vida? ¿A dónde voy?

Nos gusta poder elegir dónde ir de vacaciones, la marca del coche, el menú, incluso el barrio dónde vivir. Esto está muy bien, pero ahí no se agota la capacidad de elección. Podemos determinar qué tipo de persona queremos ser, qué hacer en la vida, qué sentido dar a la existencia. Si solamente hacemos estas pequeñas elecciones no creceremos, seremos unos liliputienses toda la vida, no dejaremos huella.

Optar por cosas grandes compromete, asusta, incluso puede dar vértigo, pero es lo propio de la persona, de su grandeza. Todos estamos aquí para algo, cada uno tiene su misión y es importante descubrirla. Si no, en la madurez, nos veremos con las manos vacías, sentiremos haber desperdiciado nuestros talentos. Cada uno tiene su propia vocación: una llamada de lo alto, una estrella y un don. ¿Soy consciente de ello? ¿He descubierto mi misión-vocación?

"El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo". De pequeños hemos jugado a la búsqueda del tesoro, hemos soñado con encontrarlo. Pues ese juego puede ser una realidad. El Evangelio nos lo muestra, podemos ser nosotros quien lo vende todo. Y esta renuncia es una gran inversión, no consideramos pérdida el desprenderse de un montón de cachivaches, sino ganancia, y nos llena de alegría. Lo mismo sucede con el mercader de la otra parábola, ha encontrado la perla preciada, el gran tesoro, y lo deja todo para adquirirla. Esta es la vocación que da sentido a mi vida, la misión que me hace feliz y útil a los demás.

Hace poco falleció de coronavirus en Nigeria el sacerdote Joaquín Cabañes; murió con lucidez y bromeando en un hospital estatal de Nigeria. Hace años descubrió su vocación, lo vendió todo para seguir al Señor por el camino del Opus Dei. Renunció, al ordenarse sacerdote, al marquesado de Loreto en favor de su hermano, dejó las comodidades de España para ir a esparcir la semilla del Evangelio a Nigeria y allí sirvió a sus hermanos con alegría.

En una necrológica se escribía: "Para mí ha sido un muy buen cuñado, lo más parecido que yo he visto a lo que suponemos que debe ser un santo". Esta es la vocación de este sacerdote, pero historias parecidas las podemos encontrar entre muchos laicos: buenos profesionales solteros o casados que sirven a los demás con su trabajo, que son apoyo de sus amigos y compañeros de profesión, que en su mayoría sacan una familia adelante o dedican todo su tiempo libre al apostolado y al servicio desinteresado de los demás. Renunciar por ganar es como "no comer por haber comido", en realidad es ganancia.

Me gustaría animar a los jóvenes, a que den sentido a su vida, que se preparen para amar y para dar, que no se queden en la postura cómoda del egoísmo, de satisfacer sus ensoñaciones, sentidos y pasiones viviendo una vida vacía, que se comprometan con la vida, con el servicio, que sueñen con metas altas. Que den su vida, que encuentren su tesoro, que lo vendan todo para adquirir esa perla preciosa. Lo pueden hacer desde su trabajo serio, entregado, como lo hacen tantos profesionales de la sanidad; desde la política −como líderes fiables−; desde el inmenso campo de la solidaridad; en el ámbito familiar comprometiéndose de por vida en un gran amor humano; desde la Iglesia en su multitud de vocaciones: sacerdotal, religiosa, misionera, laical.

Como dice el Papa Francisco: "La vocación es una invitación a no quedarnos en la orilla con las redes en la mano, sino a seguir a Jesús por el camino que ha pensado para nosotros, para nuestra felicidad y para el bien de los que nos rodean… esto significa que para seguir la llamada del Señor debemos implicarnos con todo nuestro ser y correr el riesgo de enfrentarnos a un desafío desconocido; debemos dejar todo lo que nos puede mantener amarrados a nuestra pequeña barca, impidiéndonos tomar una decisión definitiva; se nos pide esa audacia que nos impulse con fuerza a descubrir el proyecto que Dios tiene para nuestra vida".

Tolkien, en uno de sus cuentos, relata así la vida de un joven: "el muchacho se golpeó la frente con la mano y allí quedó en el centro la estrella, y allí la llevó durante muchos años. Pocos del pueblo la notaron, aunque no resultaba imperceptible para unos ojos atentos, y por lo común no brillaba lo más mínimo. Algo de su luz pasó a los ojos del muchacho; y la voz, que ya desde el momento mismo en que la estrella vino a él había empezado a embellecerse, se hacía cada vez más hermosa a medida que él crecía. A la gente le gustaba oírle, aunque solo fuesen los buenos días". La vocación embellece nuestras vidas, seguirla es lo más hermoso de la libertad.


Juan Luis Selma, en eldiadecordoba.es.

Invita a los jóvenes a enviar un abrazo a los ancianos

El Papa ayer en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,
En la memoria de santos Joaquín y Ana, los “abuelos” de Jesús, quisiera invitar a los jóvenes a realizar un gesto de ternura hacia los ancianos, sobre todo a los que están más solos, en las casas y en las residencias, los que desde hace muchos meses no ven a sus seres queridos. ¡Queridos jóvenes, cada uno de estos ancianos es vuestro abuelo! ¡No les dejéis solos! Usad la fantasía del amor, haced llamadas, videollamadas, enviad mensajes, escuchadles y, donde sea posible respetando las normas sanitarias, id a visitarlos. Enviadles un abrazo.  Por esto es importante la unión y la conexión con vuestras raíces. “Lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”, dice un poeta de mi patria. Por esto os invito a dar un aplauso grande a nuestros abuelos, ¡todos!
He sabido que los miembros del Grupo de Contacto Trilateral han decidido recientemente en Minsk un nuevo alto el fuego respecto a la zona de Donbbas. Mientras agradezco este signo de buena voluntad destinado a restaurar la paz tan deseada en esa región atormentada, rezo para que lo que se acordó finalmente se ponga en práctica, también a través de un proceso efectivo de desarme y eliminación de las minas. Solo así se podrá reconstruir la confianza y sentar las bases para la reconciliación, tan necesaria y tan esperada por la población.
Os saludo de corazón a todos vosotros, romanos y peregrinos de diferentes países. Saludo en particular a los fieles de Franca (Brasil), está la bandera allí, a los jóvenes de la archidiócesis de Módena-Nonantola y los de la parroquia de Santos Fabiano y Venanzio de Roma. ¡Estos son ruidosos, se hacen oír!
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

7/26/20

Vaticano: 8 claves para que las parroquias cumplan mejor su misión

Artículo de ‘Desde la fe’

La Congregación para el Clero de la Santa Sede dio a conocer el lunes 20 de julio la Instrucción ‘La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia’, promulgada el pasado 29 de junio.
Este documento no hace ninguna reforma a las disposiciones actuales de la Iglesia sobre las parroquias, sino que se centra en el cuidado pastoral de las comunidades parroquiales, y nos recuerda que “en la Iglesia hay lugar para todos y todos pueden encontrar su lugar” en la familia de Dios, en el respeto de la vocación de cada uno.
Se trata de un texto muy bello que busca adecuar la acción de las parroquias en un contexto en el que la globalización y el mundo digital han cambiado su vínculo específico con el territorio, que ya no es sólo un espacio geográfico, sino un espacio existencial.
Aquí elegimos 8 de sus puntos más importantes:
1. La conversión pastoral
Se requiere que en las comunidades cristianas se adopte una decidida opción misionera, capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.
2. Cercanía y proximidad
La parroquia ha dejado de ser, como en el pasado, el lugar primario de reunión y de sociabilidad; está llamada a encontrar otras modalidades de cercanía y de proximidad respecto a las formas habituales de vida. Esta tarea constituye un desafío que debe ser acogido con entusiasmo.
3. Protagonistas de la Evangelización
Toda la comunidad es el sujeto responsable de la misión, ya que la Iglesia no se identifica solamente con la jerarquía, sino que se constituye como el Pueblo de Dios. Será tarea de los pastores mantener viva esta dinámica, para que cada bautizado se considere un protagonista activo de la evangelización.
4. La Santa Misa
La celebración del misterio eucarístico es ‘fuente y cumbre de toda la vida cristiana’ y, por tanto, el momento sustancial de la constitución de la comunidad parroquial. En ella, la Iglesia se hace consciente del significado de su propio nombre: convocación del Pueblo de Dios que alaba, suplica, intercede y agradece. Al celebrar la Eucaristía, la comunidad cristiana acoge la presencia viva del Señor Crucificado y Resucitado, recibiendo el anuncio de todo su misterio de salvación.
5. Comunión y Unidad
Los diferentes componentes en los que la parroquia se articula están llamados a la comunión y a la unidad. En la medida en que cada uno, habiendo recibido su propia complementariedad, la pone al servicio de la comunidad, por un lado, se puede apreciar la plena realización del ministerio como pastores tanto del párroco como de los sacerdotes que colaboran y, por otro, emerge la peculiaridad de los diversos carismas de los diáconos, las personas consagradas y los laicos, para que cada uno trabaje en la construcción del único cuerpo.
6. La regla suprema de la caridad
A menudo, la comunidad parroquial es el primer lugar de encuentro humano y personal de los pobres con el rostro de la Iglesia. En particular, los sacerdotes, los diáconos y las personas consagradas son quienes deben mostrar compasión por la “carne herida” de los hermanos, visitándolos en la enfermedad, apoyando a las personas y familias sin trabajo, abriendo la puerta a todos cuantos pasan alguna necesidad.
Con la mirada puesta en los últimos, la comunidad parroquial evangeliza y se deja evangelizar por los pobres, redescubriendo así la implicación social del anuncio en sus diferentes ámbitos, sin olvidar la “regla suprema” de la caridad, en base a la cual seremos juzgados.
7. Convertir las estructuras
La parroquia debe proponerse una conversión de sus estructuras, que requiere en primer lugar un cambio de mentalidad y una renovación interior, sobre todo de aquellos que están llamados a la responsabilidad de la guía pastoral. Para ser fieles al mandato de Cristo, los los párrocos deben advertir con urgencia la necesidad de una reforma misionera de la pastoral.
Esta renovación, por supuesto, no solo concierne al párroco, ni puede ser impuesta desde arriba, excluyendo al Pueblo de Dios. La conversión pastoral de las estructuras implica la participación del Pueblo de Dios.
8. Las necesidades de la parroquia
Bajo la guía de su párroco, los fieles de la comunidad deben sentirse responsables y directamente involucrados en sustentar las necesidades de la Iglesia. Bajo esta óptica, las parroquias deben evitar  dar la impresión de que la celebración de los sacramentos – especialmente de la Santísima Eucaristía – y las otras acciones ministeriales pueden estar sujetas a tarifas.

7/25/20

El tesoro escondido


Evangelio (Mt 13,44-52)

El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo oculta y, en su alegría, va y vende todo cuanto tiene y compra aquel campo.

Asimismo el Reino de los Cielos es como un comerciante que busca perlas finas y, cuando encuentra una perla de gran valor, va y vende todo cuanto tiene y la compra.

Asimismo el Reino de los Cielos es como una red barredera que, se echa en el mar y recoge todo clase de cosas. Y cuando está llena la arrastran a la orilla, y se sientan para echar lo bueno en cestos, y lo malo tirarlo fuera. Así será el fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.

¿Habéis entendido todo esto?

−Sí −le respondieron.

Él les dijo:

−Por eso, todo escriba instruido en el Reino de los Cielos es como un hombre, amo de una casa, que saca de su almacén cosas nuevas y cosas antiguas.

Comentario

Jesús compara el Reino de los Cielos con un tesoro escondido bajo tierra. La reacción del hombre que lo encuentra no parece la más virtuosa, porque oculta su hallazgo al dueño del campo y empeña sus bienes para comprarle el terreno y quedarse con el tesoro por añadidura. Sin embargo, con la ambiciosa reacción del personaje de la parábola, Jesús subraya por contraste el enorme valor que tiene el Reino de Dios, un tesoro cuyo descubrimiento debería llenarnos de alegría y también de un decidido afán por hacerse con él.

En realidad, el tesoro del cristiano −o la perla preciosa a la que se refiere la siguiente parábola−, es Cristo mismo, que nos ofrece su amor y su amistad; por quien vale la pena posponerlo todo en la jerarquía de nuestros afectos e intereses. San Josemaría explicaba este sentido de la parábola así: “El tesoro. Imaginad el gozo inmenso del afortunado que lo encuentra. Se terminaron las estrecheces, las angustias. Vende todo lo que posee y compra aquel campo. Todo su corazón late allí: donde esconde su riqueza”. Y añadía entonces el Fundador del Opus Dei: “Nuestro tesoro es Cristo; no nos debe importar echar por la borda todo lo que sea estorbo, para poder seguirle. Y la barca, sin ese lastre inútil, navegará derechamente hasta el puerto seguro del Amor de Dios”.

El Papa Francisco identificaba también el tesoro del campo con el amor de Jesús: “quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús: ¡este es el gran tesoro!” (…) Puedes cambiar efectivamente de tipo de vida, o bien seguir haciendo lo que hacías antes −aclara el Papa− pero  eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, lo que da sabor, lo que da luz a todo, incluso a las fatigas, al sufrimiento y también a la muerte”.

Jesús compara el Reino de los Cielos, a su vez, con una red barredera que abre sus brazos a todos sin distinción. Y al final, todos pasan también por un examen, un juicio, como el que hacen los pescadores con los peces en la orilla, para desechar los que no son buenos. Esta parábola es por tanto una metáfora del fin del mundo, del juicio final que precede a la posesión definitiva del Reino por parte de quienes lo han merecido durante su vida. La parábola de la red barredera se relaciona además con las anteriores del tesoro y la perla: precisamente porque el Reino (el amor de Cristo) es tan valioso como un tesoro o una perla finísima, por eso también se nos pedirá cuentas de cómo lo hemos buscado y amado en esta vida: “Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo”, solía recomendar san Josemaría a quienes trataba, animándoles a poner afán generoso en su amistad con Cristo, en su amor por Él.

“Es de notar −señala Santo Tomás de Aquino− que la bienaventuranza se otorga en proporción a la caridad y no en proporción a cualquier otra virtud”. En definitiva, la mejor forma de comprar el tesoro en el campo o la perla preciosa, lo que nos hará realmente buenos peces, será nuestro amor a Dios y a los demás. Y de eso se nos juzgará: “a la tarde −escribió san Juan de la Cruz− te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado”.


Fuente: opusdei.org.

 

La figura de Santiago apóstol, patrono de la hispanidad

ALEJANDRO VÁZQUEZ-DODERO

Conocido como Santiago el Mayor
Uno de los discípulos especialmente escogidos por el Señor, pues quiso contar con él en momentos muy particulares de su vida, junto con Pedro y Juan: en la resurrección de la hija de Jairo, en la transfiguración, o en el huerto de Getsemaní acompañando a Jesús agónico frente a la inminente Pasión.
Asimismo, asistió a apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el mar de Tiberíades.
El mismo Mesías le puso el sobrenombre de “Boanerges”, hijo del trueno, debido a su carácter fuerte, impetuoso: lo delata el pasaje en que pide a Jesús junto con su hermano Juan que consuma a fuego una ciudad samaritana. Recibió la llamada del Señor a formar parte de los apóstoles, según relata el Evangelio, encontrándose pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano Juan.
Labor como apóstol
Tras la venida del Espíritu Santo, hacia el año 33 d.C., Santiago cruzó el Mediterráneo y desembarcó en Hispania –la actual península ibérica– para evangelizarla. Varias tradiciones sostienen que la recorrió de este a oeste, motivo por el que sería proclamado patrón protector.
Eligió siete discípulos, que serían quienes continuaran con la labor evangelizadora una vez abandonase la península y regresara a Jerusalén.
Hacia el año 40 la Virgen María se aparecería a Santiago en Caesaraugusta, Zaragoza, España, dejando como prueba de esa visita una columna de jaspe, conocida como “el Pilar”. Nótese que la Virgen aún no habría ascendido al cielo. Por tal motivo Santiago y sus siete discípulos edificaron una capilla en el lugar de la aparición.
Cuenta la tradición que, acercándose el momento de la muerte de la Virgen, para ser asunta al cielo, presentó a Dios su deseo de morir –o dormirse– rodeada de los apóstoles; pero como se hallaban dispersos por el mundo predicando el Evangelio, la única opción sería concediéndole aparecérseles allá donde estuvieran. La aparición a Santiago tendría lugar sobre el referido pilar, que continúa venerándose en la basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza.
Murió en Jerusalén, decapitado a manos de Herodes Agripa I, entre los años 41 y 44.
Dos de sus discípulos, según la leyenda, Atanasio y Teodoro, trasladarían su cuerpo por el mar Mediterráneo hasta Galicia, España, donde lo habrían enterrado.
La leyenda del apóstol Santiago
El descubrimiento de los restos del apóstol Santiago el Mayor se realizó en un momento muy delicado para España a nivel social y moral. La conquista musulmana tenía entonces en jaque a los monarcas españoles.
Cuenta la leyenda que en la época en la que los musulmanes dominaban la península, los cristianos fueron forzados a pagar un tributo de 100 doncellas a los árabes. La negativa al monarca Ramiro I a hacer entrega de las cien jóvenes fue el origen de la batalla de Clavijo.
El apóstol se apareció en sueños al rey Ramiro I y le dijo que él debía cumplir la función de Patrón de las Españas. Según dicen, durante la batalla el monarca imploró ayuda a Santiago y éste apareció sobre una nube, montando un caballo blanco.
Los árabes fueron derrotados. Desde entonces, se impuso la figura del apóstol a lomos de un caballo blanco y se le dio a conocer como “Santiago Matamoros”. Esta representación pasó a ser el símbolo de la Reconquista y Santiago Matamoros se erigió como el protector de los cristianos frente a los árabes.
Por lo anterior, Santiago pasó a ser el patrono del Arma de Caballería del Ejército de Tierra.
Patrono de España
Santiago apóstol es patrono de España, y numerosas ciudades y pueblos lo celebran el 25 de julio.
En torno a su festividad se organizan procesiones, misas y ruegos junto a verbenas, conciertos o actividades infantiles en multitud de poblaciones. A título de ejemplo baste citar Albaladejo –Ciudad Real–, Navas de Oro –Segovia–, o Moratones –Zamora–.
También es patrón de la ciudad de Moncada –Valencia–, y de numerosos pueblos de la sierra madrileña como Collado Villalba o Colmenarejo. En Ermua –Vizcaya– es también patrono.
En las islas Canarias Santiago es patrono de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, capital de la isla de Tenerife, así como del municipio de Santiago del Teide. Igualmente, la Villa de Los Realejos, al norte de Tenerife, fue puesta bajo la protección del apóstol.
En la isla de Gran Canaria, Santiago es el patrono del municipio de Gáldar, y cuenta con su propia ruta peregrina oficial que une Santiago de Tunte con Santiago de Gáldar.
Patrono de la hispanidad
Pero además de España, Santiago apóstol es patrono de multitud de poblaciones a nivel mundial, destacadamente en Latinoamérica. Y ello por diversos motivos, destacando una reconocida piedad popular. Hemos querido mencionar seguidamente la gran mayoría de ellos –no todos, sería bien difícil dado el grandísimo número de ellos–, para hacer notar la relevante devoción al santo que le tienen tantas y tantas poblaciones.
En Argentina el apóstol es el patrono de la provincia de Santiago del Estero, de la de Mendoza y su capital; y en Salta de los municipios de Campo Quijano y de Isla de Cañas.
En Bolivia se le venera en Toro, la provincia de Charcas. En Chile, Santiago es el patrono de la ciudad capital.
En Brasil, en la ciudad de Sao Tiago la devoción al santo existe desde el siglo XVIII, y cada año el día de su fiesta se organiza una procesión muy sonada.
En Colombia es el santo patrón de Tunja, capital de departamento de Boyacá. También del municipio de Santiago de Tulú, departamento de Sucre. Es asimismo uno de los santos patronos de Rionegro –Antioquía–.
En Costa Rica es patrón de las ciudades de Cartago, donde existe un templo erigido en honor al santo, así como en las ciudades de Puriscal y Río Segundo. Cuba cuenta con su capital, Santiago, dedicada al apóstol. Ecuador cuenta con su patrocinio en Guayaquil.
En Estados Unidos, Texas, existe el puerto de los Brazos de Santiago, hoy día la boca del canal de navegación del Puerto de Brownsville.
En Guatemala el apóstol Santiago es el patrón de la archidiócesis de Antigua Guatemala. En Honduras la ciudad de Yoro tiene como santo patrón a Santiago, y cada 25 de julio se festeja al santo en Santiago de Puringla.
En México se celebra en la propia capital del país, Ciudad e México, y en Ayapango, Santiago de Tepopula, Quechultenango, Jesús María, Santiago de Querétaro, Sahuayo, el Estado de Nuevo León, Santiago de Anaya, Tecozautla, algunas regiones de los Estados de Zacatecas, Nayarit, Coahuila, Veracruz, Durango, Guanajuato y Potosí. Además, es uno de los patronos de la Provincia Franciscana de los santos Francisco y Santiago en México.
En Nicaragua en la ciudad de Jinotepe, capital del Departamento de Carazo, y en Boaco, se celebra al santo. En Panamá se celebra en las ciudades de Natá de los Caballeros y Santiago de Veraguas.
En Perú la ciudad de Santiago de Ica cuenta con él como patrono, así como las ciudades de Pauza, Santiago de Chuco, Nazca, Abancay, Cabana, Guzmango, Lunahuaná y Cusco.
En Puerto Rico se celebra en la ciudad de Fajardo, Guánica, Santa Isabel, Aibonito, Loíza, y es el patrono de la diócesis de Fajardo-Humacao. En República Dominicana es el santo patrono de la ciudad de Santiago de los Caballeros.
Y en Venezuela, desde su fundación en el siglo XVI fue el santo patrón de la ciudad de Caracas hasta que en 2005 el Papa Benedicto XVI, a petición del clero caraqueño, decretó como patrona de la ciudad a la Virgen de Coromoto, igualmente patrona del país.

7/23/20

“Un tesoro y no basura”

Monseñor Enrique Díaz Díaz
I Reyes 3, 5-13: “Por haberme pedido sabiduría”
 Salmo 118: “Yo amo, Señor, tus mandamientos”
 Romanos 8, 28-30: “Nos predestina para que reproduzcamos en nosotros mismos la imagen de su Hijo”
San Mateo 13, 44-52: “Vende cuanto tiene y compra aquel campo”
En nuestro mundo, que teóricamente ha optado por el reconocimiento de la dignidad y de los derechos de la persona, nos encontramos, en la práctica, con fuertes discriminaciones, violación de los derechos, depresiones, suicidios, complejos y negación de las personas. Y todo tiene su razón en los valores que nos motivan. Una de las más grandes desgracias de nuestro tiempo es la escala de valores que rige nuestra sociedad a la cual se apegan muchísimas personas en busca de felicidad. Una escala que nos domina y manipula. Hay quienes, con culpa o sin ella, están atrapados en el anzuelo de engañosos tesoros que los alienan y dividen. El placer, la droga, la ambición de poder, el deseo incontrolable de bienes, el alcohol, la sexualidad desenfrenada, la buena vida, y otros atractivos por el estilo, son los valores que nos mueven en la actualidad. Por estos “tesoros” estamos dispuestos a dar casi todo. Y cuando descubrimos que no sacian nuestra sed de felicidad y de amor, nos encontramos vacíos y caemos en pesimismos y depresiones pensando que el hombre no vale nada. San Pablo previene a los Romanos y les ofrece una pauta para descubrir el verdadero valor de la persona: Dios predestina a las personas para que reproduzcan en sí mismas la imagen de su propio Hijo, las llama, las justifica y las glorifica. No valemos por lo que traemos encima, no estamos aquí por casualidad, somos amados, escogidos y llamados por Dios para una misión especial.
Ya en la primera lectura de este domingo, tomada del primer libro de los Reyes, Salomón, en una narración romántica y acomodada, pide al Señor en sus sueños no la acumulación de las riquezas, no la muerte de los enemigos, no la docilidad de los súbditos, sino que se declara un muchacho inexperto y pide la “sabiduría del corazón”, para distinguir entre el bien y el mal. ¿Qué pediríamos nosotros si tuviéramos la oportunidad? ¿Qué es lo que más ambicionamos? Los hombres y mujeres, buenos y justos, los que han encontrado el éxito y se sienten realizados, son los que saben distinguir una escala de valores que orienta su vida y se rigen por ella. Son los que han sabido descubrir el tesoro que hay en su corazón y no necesitan de apariencias y ropajes exteriores que disfracen su resequedad interior. Dentro de tu corazón se hace presente Dios con todo su amor y nos permite mirar de otra forma todas las cosas y los acontecimientos. Nos permite descubrir la verdadera sabiduría que nos lleva a discernir lo que es bueno y lo que es malo. Tan confundidos andamos que, ateniéndonos a nuestras ambiciones, nos atrevemos a llamar “bien”, a aquello que nos agrada, aunque sea injusto, destruya a la humanidad y coarte la verdadera libertad.
Jesús con sus parábolas también nos pone en alerta: el tesoro y la perla preciosa cuando son encontrados producen una gran felicidad. ¡Atención! Todo vale nada frente a ellos y se deja todo para adquirirlos, pero no para hacer negocios sino para guardarlos en el corazón. No es el comerciante que compra un tesoro sólo para obtener más ganancias negociando con él. No es la perla que se adquiere para revenderla después. Sí, este tesoro y esta perla producen gran alegría en el corazón. Es el signo de la presencia de Jesús en el corazón del discípulo y el Reino de Dios en la vida de los hombres. Es un tesoro valiosísimo que nos seduce y que produce una gran alegría que el que lo encuentra se olvida de todo lo que tiene, lo abandona todo y mira el mundo a través de este tesoro. No son reglas exteriores, no son títulos o reconocimientos, es la seguridad de tener a Dios en el corazón, de saberse amado por Él, de reconocerse hermano de todos los hombres y mujeres, de sentir la inmensa satisfacción que da el amar y saberse amado. Es la alegría de encontrar el Reino. No como una carga que se impone, sino como una riqueza que llena y da plenitud. No se necesita nada más, no se va a acumular más, ese tesoro basta para dar la plena felicidad. Encontrar a Cristo, encontrar su Reino, nos llena de la verdadera alegría.
Alguien diría que es una suerte encontrar este tesoro, pero Jesús nos dice que es un regalo y que responde a una búsqueda. Hay que abrir el corazón y los ojos para descubrirlo. Lo tenemos dentro de nosotros, pero necesitamos hacer el “hallazgo” y estar dispuestos a sacrificar lo que no es “tesoro”, lo que es basura, lo que ata y engaña, lo que seduce y atrofia. Las otras dos parábolas que nos presenta Jesús nos dicen que el encontrar este tesoro no es una casualidad, sino que tenemos la responsabilidad y la obligación de encontrarlo. Es decir, para esto fuimos hechos y si no lo logramos estaremos fallando en lo más íntimo de nuestro ser. Fuimos llamados para la felicidad y encontrar el tesoro es nuestra responsabilidad. Si no fuera así, no se entiende esta especie de juicio que a unos condena y a otros justifica. Así, debemos rechazar este conformismo que nos asegura que todo es igual. No es cierto: hay tesoro y hay oropel; hay valores y hay antivalores. Por esos estas parábolas continúan con la exigencia de un seguimiento radical y una búsqueda sin excusas del Reino. Cada momento de nuestra vida es decisivo en esta elección. No podemos decir que ahora no tenemos tiempo o que no es el momento preciso. Cada instante es precioso y debemos vivirlo a plenitud. Al igual que el escriba, debemos encontrar tanto en las cosas antiguas como en las nuevas, aquellas que son valores y que nos llevan a tener vida y felicidad verdaderas. Cristo nos pone la comparación de este escriba sabio que va escogiendo lo mejor de cada momento. Cada etapa tiene sus valores, pero es necesario escoger y actuar conforme a los valores de Jesús. Y los valores de Jesús son el Reino, el amor al prójimo, la voluntad de su Padre, el perdón y el servicio.
¿Cuáles son los valores que mueven mi vida? ¿Cuáles valores rescato de lo antiguo y cuáles valores nuevos voy adquiriendo? ¿Cómo juzgo tanto lo nuevo como lo antiguo? ¿Vivo mi existencia de forma mediocre sin entusiasmarme por el Reino?
Dios, Padre Bueno, concédenos sabiduría para descubrir el significado y la importancia del Reino que tu Hijo anunció e inauguró entre nosotros; que lo acojamos en nuestra existencia como el tesoro más precioso, y que dediquemos a él toda nuestra vida. Amén.

7/22/20

“Señor, dame la auténtica sabiduría”

Padre Antonio Rivero L.C. 
 DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO - Ciclo A
Textos: 1 Re 3, 5.7-12; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52
Idea principal: Pedir a Dios la verdadera sabiduría.
Resumen del mensaje: Hoy Cristo nos invita a ser buenos negociantes no solo en las cosas materiales, sino también y sobre todo en las espirituales (Evangelio). Para eso necesitamos el don de la sabiduría (primera lectura). El mejor negocio que podemos llevar a cabo en nuestra vida es reproducir en nosotros la imagen de Cristo (segunda lectura). El hombre necesita la sabiduría, como Salomón, para discernir dónde están los verdaderos valores, trabajar por conseguirlos e invertir en ellos.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, lo importante es que los seguidores de Jesús seamos lo suficientemente listos para descubrir que los valores del espíritu (la virtud, la honradez, la verdad, el trabajo, el amor, la justicia, la fidelidad, la piedad, la fe, la esperanza…) son más importantes que todos los demás y hacer una clara opción por ellos. Otros valores son externos y caducos: salud, dinero, amor, como se cantaba en la España otrora: Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor el que tenga estas tres cosas, que le dé gracias a Dios”. El mundo nos encandila con cosas llamativas, con baratijas superficiales que no salvan y no dan felicidad auténtica.
En segundo lugar, para ello necesitamos pedir a Dios que nos dé sabiduría -don del Espíritu Santo-, como pidió Salomón: “te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”. Nosotros: “Señor, concédenos un corazón sabio que sepa distinguir entre los verdaderos valores que Tú nos entregaste y los oropeles de este mundo engañador que nos engatusa y nos invita a sestear a la isla de las sirenas engañadoras”. Dios no puede cerrar sus oídos ante semejante petición. Optar por los valores espirituales, matrimoniales y éticos es invertir bien. Es promesa de éxito y de alegría plena. El que apuesta por los valores éticos y espirituales, que son seguros, no fracasa.
 Finalmente, no debemos olvidar que estos valores espirituales son caros. Son tesoros escondidos en el campo del mundo y de la Iglesia, que nos exigen vender todo o mucho y comprar ese campo. Son perlas finas –no hojalata- que no podemos rebajar en el mercado de la vida mundana, sino vender las otras mil chácharas que escondíamos tontamente en el cofre de nuestro interior, para poder adquirir esas joyas. No se trata de renunciar a cosas por ascética o por masoquismo, sino porque eso que compramos son tesoros y perlas que darán sentido pleno a nuestra vida personal, matrimonial, profesional, ministerial. Muchas veces hay que sacrificar algo para conseguir lo que vale más. Y el valor de los valores es Jesucristo, por el que tenemos que dejar todo lo demás, si Él nos lo pide para dedicarnos a Él y a su Reino en cuerpo y alma. San Agustín diría: “Ese tesoro es el Verbo-Dios que está escondido en la carne de Cristo”. Cuando san Pablo encontró este tesoro dijo que todo el resto es pérdida y basura al lado de Cristo.
Para reflexionar: ¿Puedo decir con el salmista hoy: “Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata”? ¿Ya vendí todo para comprar esos tesoros de Cristo que la Iglesia me ofrece: la doctrina santa salida de los labios del mismo Jesucristo y transmitida por la Iglesia durante más de dos mil años; la gracia divina infundida en los sacramentos y que hace de nuestra alma otra perla preciosa, riquísima en virtudes, dones y sagrario del Dios tres veces santo? ¿Quisiera recuperar lo que ya he vendido para comprar el tesoro y la perla? Sería una especie de locura preferir las bagatelas al tesoro y la perla de Cristo y su Iglesia.
Para rezar: con el Salmo 9, recemos:
 Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras

y que estaba presente cuando hiciste el mundo;

ella sabe lo que te agrada

y lo que está de acuerdo con tus mandamientos.

10 Envíala desde tu santo cielo,

mándala desde tu trono glorioso,

para que me acompañe en mi trabajo

y me enseñe lo que te agrada.

11 Ella, que todo lo conoce y lo comprende,

me guiará con prudencia en todas mis acciones

y me protegerá con su gloria…

17 Nadie puede conocer tus planes

sino aquel a quien das sabiduría

y sobre quien desde el cielo envías tu santo espíritu.

18 Gracias a la sabiduría

han podido los hombres seguir el buen camino

y aprender lo que te agrada:

fueron salvados gracias a ella.