4/26/24

El cardenal Parolin y las “cinco preguntas que agitan a la Iglesia”

Hernan Sergio Mora

El cardenal Pietro Parolin presentó el 24 de abril el libro "Cinco preguntas que agitan a la Iglesia", del periodista vaticano Ignazio Ingrao, de TG1 RAI.

El 24 de abril el periodista vaticano Ignazio Ingrao, de TG1 RAI, presentó su libro «Cinco preguntas que agitan a la Iglesia» junto al cardenal Pietro Parolin. Al término de la presentación del libro, el cardenal respondió a Omnes: «Lo más hermoso de este libro es que pone sobre la mesa las grandes preguntas que todos llevamos encima, en cambio sobre las respuestas…» (se limitó a mover un poco la cabeza como diciendo que estaba menos convencido).

El libro, de 160 páginas, en italiano, publicado por la editorial San Paolo, fue presentado en la sede del Ministerio de Cultura, en Roma, en presencia de ministros, embajadores, autoridades civiles y religiosas. Plantea cinco preguntas, por lo que el cardenal Parolin recordó otra obra, «De las cinco heridas de la Iglesia», del filósofo y teólogo Antonio Rosmini. 

En cambio -dijo el Secretario de Estado del Vaticano- «aquí se trata obviamente de cuestiones nuevas relacionadas con la actualidad de los tiempos, que sin embargo -me gusta subrayarlo- van en la misma direcció, que la ‘reforma de la Iglesia’ promovida por el Papa Francisco», aseguró.

«La Iglesia, como sabemos, es ‘semper reformanda'» -señaló el cardenal-, «es decir, debe ser reconducida a su forma propia, porque, como afirma la Constitución conciliar ‘Lumen Gentium‘, ‘Cristo es santo, inocente, inmaculado… [por lo que] la Iglesia, que tiene en su seno a los pecadores, es santa, pero al mismo tiempo está ‘siempre necesitada de purificación’, por lo tanto ‘avanza continuamente por el camino de la penitencia y de la renovación'».

El cardenal invitó a leer el libro presentado, sin olvidar algo parecido, la «situación de turbación y espanto que encontramos en el Evangelio de Mateo: ‘En esto se produjo una tempestad tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron y lo despertaron gritándole: ‘¡Señor, sálvanos, que perecemos!'».

«Y, sin embargo, nosotros, a diferencia de los discípulos» -continuó el cardenal Parolin-, «sabemos que el Espíritu Santo, es decir, el soplo de Dios dado por Jesús en la cruz y luego el día de Pentecostés, hace que la Iglesia sea ante todo su Iglesia, es decir, capaz de resistir a las tempestades de las convulsiones culturales y a los pecados de los hombres y mujeres que pertenecen a ella».

A continuación, el cardenal se explayó sobre los capítulos del libro.

Iglesia en salida

Sobre la primera pregunta: «¿Hasta dónde ha llegado la Iglesia en salida de Bergoglio; cómo de lejos está la Iglesia de la realidad actual, a pesar de sus esfuerzos?», el cardenal señaló cómo el autor describe en una «fría teoría de cifras» números poco atractivos sobre la Iglesia en Europa y América, y cómo Benedicto XVI se preguntaba dónde había ido a parar el impulso del Concilio Vaticano II.

«Estábamos contentos» -dijo Benedicto XVI el 11 de octubre de 2012- «y llenos de entusiasmo. Se había inaugurado el gran Concilio Ecuménico; estábamos seguros de que iba a llegar una nueva primavera de la Iglesia, un nuevo Pentecostés, con una nueva presencia fuerte de la gracia liberadora del Evangelio».

El libro también apunta a la visión del Papa Francisco en la «Evangelii Gaudium», como el programa de su pontificado: «Privilegiar acciones que generen nuevos dinamismos en la sociedad e involucren a otras personas y grupos que los lleven adelante, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos». Procesos que el autor «ve concretarse también en la elección por parte del Papa de nuevos colaboradores a los que se pide explorar nuevos caminos».

Del libro, el cardenal precisa que en este contexto el vaticanista Ingrao critica «la teología de escritorio, hija de una lógica fría y dura que busca dominarlo todo», indicando como ejemplo la Declaración «Fiducia Supplicans«, si bien el Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe considera que se trata de un texto que «queda siempre abierto a la posibilidad de precisarlo, enriquecerlo, mejorarlo y quizás dejarlo iluminar mejor por las enseñanzas de Francisco».

La primera pregunta se cierra -explica el cardenal- con una instantánea sobre los jóvenes según el Papa Francisco, que son definidos por el autor como «exploradores, avanzadilla en la distraída sociedad de las redes sociales para despertar los verdaderos sentimientos, el deseo de autenticidad, la capacidad de soñar», con sensibilidad ecológica y una profunda atención a los tiempos y a los retos del pontificado.

Disminución de la práctica religiosa

La segunda cuestión se refiere a dos elementos problemáticos: la disminución de la práctica religiosa en el mundo. En particular, el autor se detiene en América Latina, donde la Iglesia católica ya no es la primera en número de fieles, sino que ha sido superada por las iglesias pentecostales. Sin olvidar las intervenciones de Benedicto XVI y de Francisco, que afirmaron con determinación cómo la Iglesia crece no por proselitismo sino por atracción, es decir, por fuerza testimonial, explicó el cardenal.

Apertura a los laicos

El cardenal, sobre la «tercera pregunta, si la apertura a los laicos y a las mujeres es real o sólo una fachada», señala cómo el autor hace hincapié en una serie de experiencias y en el Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad. Y, por último, recuerda los roles de mando que hoy ocupan las mujeres dentro de la curia romana.

Urgencias antropológicas

«Las urgencias antropológicas abren la cuarta pregunta. Inicio y fin de la vida, fronteras de la medicina y cuestiones de género: de hecho, escribe Ingrao, ‘no se trata de buscar respuestas más o menos acordes con los tiempos o alineadas en defensa de la moral tradicional. Se trata más bien de hacer madurar un nuevo humanismo que, enraizado en el personalismo cristiano, sepa responder a los interrogantes de hoy'», explicó el cardenal.

¿Qué pasará con las reformas?

«Llegamos así a la última de las cinco preguntas, ¿qué pasará con las reformas emprendidas por el Papa Francisco? A la que se añade una que suena para algunos como una amenaza y para otros como una ilusión: ‘¿Existe el riesgo de volver hacia atrás?'».

«El último capítulo» -concluye el cardenal Parolin- «dedicado a estas preguntas permanece abierto, como debe ser. De hecho, habla de reformas, como las define el autor, ‘emprendidas’, es decir, ‘in itinere'». Por tanto, «el discernimiento, que no es simple intuición, sino fruto de la oración continua en el Espíritu, indicará, en el tiempo distendido de quien sabe ser paciente, cómo continuar y qué volver institucional. Precisamente porque es acción del Espíritu, no puede haber vuelta atrás».

Fuente: omnesmag.org


“Necesitamos redescubrir la belleza del matrimonio”

Francisco Otamendi

El pasado 15 de abril se celebró el ‘Foro Omnes’ "Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer", con los ponentes María Calvo y Fernando Simón


Los invitados destacaron que asistimos en la actualidad a un gran desconocimiento de la belleza del matrimonio, que se manifiesta entre otras cosas en no saber qué es el hombre ni qué es la mujer, en la “ausencia de la capacidad de amar”, en un “matrimonio en clave emotivista”, y en “la sustitución de la genealogía por la tecnología”.   

Las estadísticas indican que más de la mitad de los matrimonios se rompen en España, y en otros países occidentales existen tasas similares. Sin embargo, Álvaro González, director del Máster de Formación Permanente en Derecho Matrimonial y Procesal Canónico de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, aseguró ayer tarde en el Foro Omnes que “hay una sensación de que el matrimonio está en crisis, y no es verdad”. 

“Necesitamos redescubrir una vez más la belleza de esta auténtica maravilla del matrimonio, la realidad del matrimonio desde su misma naturaleza, conocer cada vez mejor esta realidad, para saber descubrir la belleza y la bondad, que siempre se apoyan en la verdad”, añadió Álvaro González, quien aseguró a Omnes hace tiempo que “hacen falta profesionales bien preparados para asistir y ayudar a quienes lo deseen”. Ayer lo reiteró: “Este Máster nació con la ilusión de contribuir a la formación de tanta gente que trabaja en los tribunales eclesiásticos, con el deseo de ayudar y aportar una formación integral”.

En paralelo, en la sociedad actual es fácil ver, por citar sólo dos o tres tendencias, padres que declaran no querer “ejercer de padres” al conocer su paternidad, mujeres en pareja, o solas, que deciden tener un hijo por reproducción asistida, prescindiendo del varón, con lo que se priva al niño de la referencia paterna, o la disminución de jóvenes que se casan.

Ponentes

En este contexto ha tenido lugar ayer tarde en Madrid este Foro organizado por Omnes junto a este Máster formativo, en la sede de Posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid, moderado por la redactora jefe de OmnesMaría José Atienza, y patrocinado por Fundación CARF, con la presencia de su director general, Luis Alberto Rosales, y el Banco Sabadell. El título fue “Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer”, y fue presentado por el citado Álvaro González y el director de OmnesAlfonso Riobó

El coloquio contó con la participación de María Calvo Charro, profesora titular de Derecho Administrativo, profesora del Máster, y autora de libros sobre hombre y mujer; maternidad y paternidad, como “La masculinidad robada” o “La mujer femenina”, y de Fernando Simón Yarza, catedrático acreditado de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra, y Premio Tomás y Valiente 2011 a la mejor obra en Derecho Constitucional. 

María Calvo: “Hemos perdido la capacidad de amar”

La profesora María Calvo, madre de cuatro hijos, comenzó afirmando que “hablar de matrimonio es hablar de la solución a muchos de los problemas sociales que hay actualmente. ¿Por qué se separa un matrimonio cada segundo en el mundo desarrollado?” “¿Por qué nuestros jóvenes no quieren casarse?” ¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Qué está pasando en la sociedad?”

“Hay muchísimas causas, muchísimas razones, pero yo creo que podríamos dar una respuesta muy genérica, y a la vez muy concreta: hemos perdido la capacidad de amar. Hemos perdido la capacidad de amar porque hemos perdido el conocimiento sobre nosotros mismos”. “Sin conocimiento no hay amor, es imposible amar lo que no se conoce, pero el gran problema es que no nos conocemos a nosotros mismos, no que no conozcamos al otro”. 

“Mutación antropológica”

“¿Y por qué no nos conocemos?”, prosiguió, “pues porque realmente, en las últimas décadas, hemos experimentado una mutación antropológica. Toda época histórica tiene crisis, pero yo creo sinceramente que esta época tiene una crisis con una novedad radical que no se ha dado nunca antes, y es esa mutación del ser humano, del concepto del ser humano, esa nueva ética, esa nueva metafísica que nos han impuesto, esa alteración también en los códigos simbólicos, especialmente en los códigos simbólico-familiares que se han vuelto muy líquidos: es lo mismo ser padre, que ser hijo, que ser hombre, que ser una mujer, que estar casado, que no estar casado. Hay una fluidez ahí que nos conduce al final a la angustia”. 

Según María Calvo, esta mutación antropológica “ha permeado con mucha facilidad, con mucha rapidez, bien por los medios tecnológicos que tenemos evidentemente, pero también porque se está utilizando un lenguaje performativo, muy manipulador, muy teatralizado que se ve en la legislación misma, y éste es el peligro para los jóvenes, que les hace parecer muy atractivos conceptos y principios que realmente son degenerados, y les hace parecer muy progresistas con otros conceptos y otras realidades que son realmente perversas”.

Entre otros ejemplos, la profesora y escritora considera que “hablar de salud reproductiva para identificar el aborto es una de esas manipulaciones del lenguaje. Realmente estamos hablando de violencia extrema contra la mujer y el hijo; y las leyes y la administración hablan de salud reproductiva cuando realmente es salud mental y salud espiritual, porque extirpas al hijo de tu cuerpo pero queda instalada en tu mente de por vida una huella indeleble, una fractura irreversible en el corazón de la feminidad. Ese es el lenguaje que hace que estos postulados vayan filtrándose con esa facilidad especialmente entre los jóvenes”.

Tres elementos, tres renuncias 

“¿En qué ha consistido esta mutación antropológica? Yo he podido detectar tres elementos que son los que tejen las bases de nuestra civilización occidental: la falta de naturaleza, la renuncia a la naturaleza humana, a la alteridad sexual, a la biología; la renuncia a la racionalidad y la renuncia a la trascendencia. Desnaturalizados, sin racionalidad y sin trascendencia. Esos son los postulados que sostienen al ser humano ahora. Y afectan directísimamente al matrimonio”.

A juicio de María Calvo, “sin naturaleza, sin biología, sin alteridad sexual, pensando que somos iguales, idénticos, intercambiables, que el sexo no es constitutivo de la persona y que por lo tanto el ser hombre o ser mujer depende de un sentimiento, de la voluntad, y que es absolutamente fluida y que la puedes escoger; esto produce un daño horrible a la pareja. Es imposible que un matrimonio se sostenga pensando que el que tiene al lado es idéntico, fungible, intercambiable, que va a ver el mundo desde el mismo prisma que lo estás viendo tú, cuando realmente hay diferencias entre los sexos que hay que tener en cuenta”.

Iguales, pero con diferencias

“Es verdad que (varón y mujer) somos iguales y que somos iguales en derechos, deberes, en dignidad, en humanidad y somos iguales en cociente intelectual, en objetivos a cumplir”, ha señalado la profesora del Máster. “Pero realmente, la forma de ver la vida, la forma de amar, la sexualidad es tan distinta y así lo ha demostrado la ciencia. De manera que no atender a esto produce conflicto, desencanto y ruptura realmente”.

“Y cuando somos padre y madre eso se exacerba porque realmente la neuroquímica cerebral de la mujer cambia, y cambia para proteger a esa criatura que ha llegado tan indefensa, y que es una mezcla entre necesidad y libertad, y también la del padre, porque de repente se vuelve protector, se da cuenta de que tiene que dar seguridad, protección, fortalecer a esa criatura, y entonces es verdad que diferencias que al principio nos parecían un poco nimias, luego, cuando ejercemos la paternidad y la maternidad se exacerban mucho; pero son necesarias para ese niño, para el equilibrio de ese niño”.

Fernando Simón: subjetivización del matrimonio

El catedrático de Derecho Fernando Simón Yarza realizó un enfoque de fundamentación jurídica, para “centrarme en la dualidad sexual como rasgo esencial de la institución matrimonial”, y pasó del análisis del concepto clásico “a la concepción emotivista”. El concepto clásico se ha roto, a su juicio, en la ley española 13/2005 (regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo), o en Estados Unidos en Obergefell v. Hodges (2015). 

Se trata de un fenómeno de “subjetivización del matrimonioNos encontramos ante un cambio que altera radicalmente el significado de la institución, que supone la subjetivización radical del matrimonio en clave emotivista”.

“La masculinidad y la feminidad son arquetipos, no estereotipos”, señaló el jurista. “No aluden a un modelo (typos) que se asiente simplemente sobre una convicción social firme (stereos), sino a algo que está en el principio u origen (archē) de la realidad. Por lo que es imposible suprimir el atractivo de la dualidad sexual, justamente porque es un arquetipo (Peter Kreeft)”.

Órgano reproductor, hombre y mujer unidos

Fernando Simón definió el matrimonio entre un hombre y una mujer como “una alianza comprehensiva de vida. Unión orgánica comprehensiva (expresión fascinante que emplean, entre otros, John Finnis)”, manifestó. “Es orgánica, forma un solo órgano. A diferencia de lo que sucede con la unión de los sexos, ninguna otra unión física entre dos personas puede formar tal órgano unitario. El individuo se basta a sí mismo para realizar sus funciones vitales (digestiva, respiratoria, etc.) porque es capaz de coordinar orgánicamente distintas partes de su cuerpo”.

“La función de transmitir la vida, sin embargo, es la única para la que el individuo no se basta a sí mismo, sino que es, a tal efecto, orgánicamente incompleto”, subrayó. “En sentido riguroso, es falso decir que el individuo tiene órganos reproductores. El órgano reproductor son el-hombre-y-la-mujer unidos. La donación de la vida trasciende al individuo, y sólo puede realizarse naturalmente en la coordinación biológica de hombre y mujer formando un único órgano. Por eso el Génesis no es metafórico cuando dice que el hombre y la mujer se hacen un solo cuerpo”.

Tres rasgos del matrimonio emotivista

“La nueva visión del matrimonio es esencialmente emotivista”, subrayó Fernando Simón en varios momentos, “y está plagada de aporías, de contradicciones, y se caracteriza por “tres rasgos: unión afectivo-sexual, entendiendo lo sexual como pura coexistencia en contacto libidinoso consentido, sin necesidad de complementariedad (1), cuidado y apoyo mutuo (2), y reparto de las cargas domésticas (3). El problema es que el afecto sexual, al margen de la orientación estructural a la vida que es propia del matrimonio, debería carecer de relevancia jurídica», señaló Simón.

Algunas consecuencias de sus palabras, son, a su juicio, que “la legalización de la nueva visión del matrimonio distorsiona el entendimiento conyugal del matrimonio. El sexo se entiende, en esencia, como libido, pero entonces se ve como carente de una orientación estructural y normativa más allá de la libido”. En segundo lugar, “oscurece la realidad de que la educación en un hogar con un padre y una madre natural favorece el desarrollo del niño, una tesis avalada, a mi modo de ver, por el sentido común, y defendida por destacados académicos. La lucha contra este lugar del “common sense” ha sido agresiva, y ha llevado a la cancelación de científicos sociales”.

Y también, en su opinión, “el oscurecimiento de las correlaciones entre “matrimonio conyugal” y “procreación y educación de los hijos” conduce inexorablemente a una pérdida de sentido de multitud de normas maritales basadas en dicha correlación”.

En sus conclusiones, Fernando Simón señaló que “el matrimonio es un arquetipo. Como tal, no puede oscurecerse de la conciencia. Para oscurecerlo en la conciencia hay que hacer violencia constante, vivir en el continuo activismo violento. El derecho que trata de alterar este arquetipo con ficciones constituye un acto de violencia sobre la sociedad. Incide en la conciencia de las personas confundiéndolas sobre el objeto de sus deseos, sobre el objeto de la justicia, sobre la verdad de las cosas”.

Los deseos se transforman en derechos

Tras Fernando Simón, María Calvo se refirió también al segundo factor de desestabilización del matrimonio, que es, a su juicio, “la pérdida de racionalidad terrible que estamos experimentando. Porque ahora mismo, y si miramos las leyes es increíble, por ejemplo la de transexualidad, pero muchas otras, la ley del aborto también está incluida en este emotivismo y en esta sensiblonería en la que hemos caído y en esta anulación de la razón”.

“Hemos eliminado la razón y hemos sublimado los deseos hasta un punto en el que, como dice algún autor, mi deseo es la ley”, añadióla profesora. “Entonces, si yo no deseo tener un hijo, pues tengo derecho al aborto, es decir, los deseos se transforman en derechos. El problema de sublimar los deseos, los sentimientos, las emociones y de anular la razón es que no podemos amar. No podemos amar porque el amor es uso de la razón”.

En sus intervenciones, Maria Calvo analizó la alteridad sexual: “El problema de ahora es qué es ser hombre y qué es ser mujer”. “Está haciendo mucho daño esta ideología de género que niega las diferencias biológicas”. “Qué es ser varón”. Ahora los niños se han adaptado culturalmente al arquetipo femenino, es cariñoso, empático, etc.”. “Hay miedo a ser hombre, y lo que implica (autoridad, protección, seguridad)”.

“Mi tiempo, mi libertad”

En una encuesta de 2022 del Instituto valenciano de infertilidad, el 62 % de las mujeres declaraba abiertamente que quería estar sola, no quería casarse ni tener hijos. Los motivos eran “mi tiempo y mi libertad”. Y si se plantean tener algún hijo, ¿para qué queremos el matrimonio, si puedo tener hijos sola?, reflexionó María Calvo, al aportar que un porcentaje alto de mujeres jóvenes españolas se plantea ser madre sola, sin padre, a lo largo de su vida, citando un trabajo del instituto valenciano de infertilidad.

“Este prescindir de los hombres ha llegado hasta extremos insospechados”, dijo en otro momento. “No necesitamos a los hombres, todo lo que tiene que ver con la maternidad ya está conseguido (técnicas de reproducción asistida): se sustituye la genealogía por la tecnología”.

“Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos”

En cuanto a la pérdida de la trascendencia, María Calvo señaló al final. “Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos. Porque realmente nos emancipamos del  reador, caemos en la idolatría del yo, entonces es mi yo autorreferencial, mi tiempo, mi libertad. En ese egocentrismo y en ese narcisismo el matrimonio es imposible, por lo que hemos dicho antes, el amor es pensar en el otro antes que en uno mismo como hábito”.

En el número de mayo de la revista Omnes, encontrarán éstas y otras cuestiones tratadas en el Foro Omnes, incluyendo preguntas de los asistentes.

Fuente: omnesmag.com


4/25/24

Vivir la vida de Cristo

5.° domingo de Pascua

Evangelio (Jn 15, 1-8)

«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí es arrojado fuera, como los sarmientos, y se seca; luego los recogen, los arrojan al fuego y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y se os concederá. En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos».

Comentario al Evangelio

Jesucristo se está despidiendo de sus amigos íntimos. Le cuesta abandonar a los suyos.

Rodeado de los doce apóstoles, en la última cena, va desgranando las horas en un clima de gran intimidad. Les abre su corazón y les muestra la profundidad de su amor.

En otras ocasiones, les había hablado del Reino de los Cielos comparándolo con una viña que es arrendada a unos labradores. Ahora, introduce una novedad. Él es la vid.

No dice: “vosotros sois la vid”, ni tampoco “vosotros sois los labradores de la viña”.

Sino, “yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. El hijo mismo, que en la parábola de la viña era el heredero, ahora se identifica con la vid. Ha entrado en la viña, en el mundo, y se ha hecho vid. Se ha dejado plantar en la tierra.

Con ello, Jesucristo les está mostrando la profundidad del Amor de Dios. La vid ya no es una criatura a la que Dios mira con amor. Él mismo se ha hecho vid, se ha identificado para siempre con la vid, con los hombres, con la vida de cada uno de nosotros.

Y, por ello, la vid ya nunca podrá ser arrancada, no podrá ser abandonada a los ladrones y furtivos. Pertenece definitivamente a Dios, porque el Hijo de Dios mismo vive en ella.

La promesa hecha a Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David, los profetas, se ha hecho definitiva. Con su Encarnación, Dios se ha comprometido a sí mismo, su amor es irrevocable.

Pero, al mismo tiempo, la imagen de la vid y de los sarmientos nos habla de una exigencia de ese amor. Se dirige a cada uno de nosotros, reclamando una respuesta. Es preciso, entrar en esa corriente de amor; quitar, podar, purificar todo aquello que impide que esa corriente llegue hasta el último rincón de este mundo.

El viñador toma las tijeras de labranza y poda los sarmientos para que tengan más sol y luz, para que den racimos de uva sabrosa. Cristo mismo quiere podarnos, para que vivamos su propia vida. Quiere introducirnos en su Pasión, que la incorporemos en nuestra propia vida, que la encarnemos.

De esa manera, recibimos un nuevo modo de ser. La vida de Cristo se vuelve también la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús.

Y como consecuencia, podemos amar a los demás como él lo ha hecho: en su corazón, desde su corazón, con su corazón. Y llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Este es el deseo de Jesucristo: arrancar nuestro corazón de piedra, y darnos un corazón de carne, lleno de vida, un corazón compasivo y misericordioso. Y nos pide que nos pongamos en sus manos llagadas, para que pueda quitar de nuestra vida lo que estorba, lo que nos separa de Dios.

Las pequeñas mortificaciones son, precisamente, un modo de decirle al Señor que nos quite soberbias, avaricias, enfados, iras, perezas, envidias, egoísmos, vanidades, rencores, impurezas. Dejamos que el Espíritu Santo vaya podando todo lo que no es vivir en Cristo. Hace que nuestro corazón tenga la medida del corazón de Jesucristo.

Si permitimos que la acción de Dios entre en nuestra vida, entonces permanecemos en su amor, damos fruto verdadero. Con nuestras pequeñas mortificaciones y actos de penitencia le estamos diciendo a Dios: “quiero vivir en ti, por ti, contigo”; “quiero hacer presente la fuerza de tu amor allí donde estoy”.

Por ello, no se trata de hacer grandes mortificaciones, sino de hacerlas con amor, pidiéndole al Señor que nos cambie el corazón y lo pongamos en los demás.

Cristo nos da así una vida enamorada. Hacemos nuestra su vida y su muerte, de manera que Él puede vivir en nosotros por el amor. Y nos hace capaces de seguir sus pasos, corredimiendo a todas las almas, llevando su vida redentora a todos los lugares donde nos encontramos (cfr. San Josemaría, Via Crucis, XIV Estación).

Fuente: opusdei.org 

Experiencias religiosas

Pedro López

Llama la atención el hecho corroborado de algunas experiencias religiosas que podemos calificar de singulares. En Francia, el día que la Iglesia celebra la vigilia pascual, se han bautizado más de 7.000 adultos; y a lo largo de este año lo harán unos 20.000. Y aumenta cada año. Algunos proceden del Islam y hay una cosa extraña: suele iniciarse el proceso de acercamiento al catolicismo tras una visión sorprendente, que destacan casi todos: sueñan mientras duermen con Jesucristo que les invita con dulzura a no tener miedo a acercarse a Él. Esto les impacta mucho, hasta el punto de que al día siguiente comienzan la lectura de los Evangelios que tienen prohibido no solo leer sino poseer. Este acercamiento produce un rechazo muy vivo por parte de los parientes, vecinos, amigos, que tratan por todos los medios de evitar. Saben los neófitos que si siguen adelante en su propósito han de renunciar a su familia (padres, hermanos, primos, etc.), pues serán considerados apóstatas y, en consecuencia, recusados y cancelados civilmente, e incluso con grave daño para su integridad física. Es muy duro.

En Gran Bretaña está sucediendo también una cosa un poco asombrosa, y ya se habla públicamente de un retorno al cristianismo, quizá todavía incipiente, pero perceptible. Por ejemplo, Richard Dawkins, famoso por ser adalid de los ateos y materialista convencido, autor de la fantasmal teoría del ‘gen egoísta’, acaba de declararse “cristiano cultural”, cuando a principios de siglo XXI auguró la desaparición total de la religión a favor del ‘culto a la ciencia’. O Tom Holland, escritor, quien tuvo una experiencia en Irak que le ha marcado profundamente y que significó un proceso de acercamiento a la fe cristiana. Mientras filmaba un documental en esa tierra asolada, quedó hondamente conmovido ante la matanza del ISIS contra varones cristianos que fueron crucificados. Un punto de inflexión en sus convicciones.

Como indicara C.S Lewis “los cristianos que más hicieron por el mundo actual son los que pensaron en el otro mundo”. Paradójico. Y esto es lo que está removiendo las estructuras aparentemente solidificadas e inamovibles del pensamiento irreligioso o antirreligioso de nuestros coetáneos. Algo se mueve.

Observaba Victor Frankl, en ‘el hombre en busca de sentido’, que “el ser humano tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro: sub specie aeternitatis. Y esto constituye su salvación en los momentos más difíciles de su existencia”. Y concluía afirmando que “el prisionero, en el campo de concentración, que perdía la fe en el futuro —en su futuro— estaba condenado. Con la pérdida de la fe en el futuro perdía asimismo su sostén espiritual; se abandonaba y decaía”.

Y ya en nuestro solar patrio, es Unamuno quien nos habla del todo o nada: “¡Eternidad!, ¡eternidad! Este es el anhelo: la sed de eternidad es lo que se llama amor entre los hombres; y quien a otro ama es que quiere eternizarse en él. Lo que no es eterno tampoco es real”.

Fuente: levante-emv.com


La moral no ha muerto

Rafael Gómez Pérez

«Puede ser legal, pero no es ético». Se ve escrito y se oye cada vez con más frecuencia. A veces se añade: «Ni ético ni estético». Dejo lo de estético para otra ocasión.

¿Qué es lo ético? Existen sesudos estudios que distinguen, como un pelo en dos, la ética de la moral. Pero tanto la etimología como el hablar común los equipara. Ético viene del griego ethos, lo referente a las costumbres, al modo de comportarse. Moral, del latín mos, moris, con el mismo sentido. Cuando alguien dice que algo no es ético entiende que no es moral. Con la diferencia de que para lo no moral hay hasta dos términos, inmoral, amoral, y para lo no ético ninguno.

¿Por qué se evita tanto el término moral? Porque quizá se ve en eso algo religioso, confesional. Pero entonces también Cicerón es confesional, porque escribió, en De Fato (45 a.C.): «atañe a las costumbres, lo que los griegos llaman ethos mientras que nosotros solemos llamar a esa parte de la filosofía 'el estudio de las costumbres', pero conviene llamarla 'moral' para que se enriquezca la lengua latina».

El recurso eufemístico de hablar de ética y no de moral parece indicar «no moralicemos». Pero ahí está el fallo: moralizamos siempre. En la vida corriente es de lo más común: «Se portó mal conmigo», «me odia»; o «es una buena persona», «son gente de bien». Estas y cientos de expresiones más son morales. Casi todas las ideologías políticas moralizan. Y algunas leyes del Estado. Cuando, por ejemplo, se prohíbe fumar en tal o cual sitio se moraliza, porque se entiende que «fumar mata». Hasta una simple cajetilla de tabaco tiene su moraleja.

La ética o moral se mueve en el eje del bien y del mal y eso es pacífico. Lo decisivo es determinar cuál es el criterio de lo bueno y lo malo. Bueno y bien incluyen un toque de polisemia, porque hay un bien y mal «técnicos» y un bien y mal moral. Un asesinato bien hecho es algo malo; una acción buena realizada por interés no es tan buena o es medio mala.

Se ha escrito muchas veces que «haz el bien y evita el mal» es algo inserto en la naturaleza humana y que se llega a verlo sin más dilucidaciones. Pero cuando se desciende a lo concreto, ¿qué es bien?, ¿qué es mal?, las cosas ya no están tan claras. Por eso se vio como más intuitiva y cierta la expresión «no quieras para otro lo que no quieres para ti», denominada regla áurea. Está en el Evangelio y también en libros de otras religiones o cosmovisiones. En la filosofía de Confucio: «¿Hay alguna máxima que deba uno seguir en la vida? Lo que no deseamos que nos hagan no lo hagamos a los demás». En el Avesta indio: «Es bueno el que se abstiene de hacer a otros lo que no es bueno para uno mismo». En el Corán: «Ninguno de vosotros será verdadero creyente, a no ser que desee para su hermano lo mismo que desea para sí mismo». En la tradición hebrea del Talmud: «Lo que no quieras para ti, no lo quieras para tu prójimo; esto es toda la ley; lo demás es comentario».

Esa expresión permite concretar lo que se entiende por mal: no quiero que me maten, que me torturen, que me roben, que me insulten, que me calumnien, que me engañen... Luego no lo quieras ni lo hagas para cualquier persona, que es semejante a ti, porque en la igual dignidad de todos los seres humanos parece que sí hay acuerdo.

Todo lo anterior se puede entender racionalmente y da origen a una ética o moral natural. Esa moral es recogida y a la vez elevada desde dentro en el Antiguo Testamento y por Jesucristo en los Evangelios: «ama a tu prójimo como a ti mismo». Salvo en casos extremos de desesperación o de graves enfermedades mentales, cada ser humano desea lo bueno para sí mismo, que eso es amar, desear el bien. Y esa es la medida del amor al prójimo, que sería, en positivo, la regla áurea: «quiere para otros lo bueno que quieres para ti».

Cuando en una sociedad de tradición cristiana, ese fermento de vida que es el Evangelio viene a menos, el individualismo egoísta empieza a ganar terreno y se quiere para otros lo que no se quiere para uno mismo. Y con el individualismo egoísta viene el cinismo, el todo vale, el «los hechos se justifican por el simple hecho de darse». Esas son muestras de decadencia de una cultura. Si sus efectos no se notan hasta el límite, se debe a que, en esa misma sociedad, hay personas que, de modo callado y silencioso, llevan a Dios en sus corazones y en sus obras. De esto apenas se habla, porque es propio del bien no presumir de sí mismo, sino pensar que, por mucho que haga, nunca es suficiente.

En eso consiste la grandeza de alma, que revela, lo quiera o no, por contraste, las marrullerías y la mediocridad de otras muchas vidas. Y no me gustaría poner ejemplos de la vida política.

Fuente: eldebate.com


4/24/24

Vicios y virtudes

El Papa en la Audiencia General


 Catequesis 16. La vida de gracia según el Espíritu

Queridos hermanos y hermanas:

En las catequesis pasadas reflexionamos sobre las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Hoy nos acercamos a las tres virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad. Se denominan teologales porque son infundidas por Dios y se viven en la relación con Él. Estas virtudes nos dan una especial asistencia del Espíritu Santo para poder seguir las huellas de Jesús en nuestra vida cotidiana.

El Espíritu Santo nos ayuda a distinguir claramente el bien del mal y a tener la fuerza para optar por el bien. En el deseo de hacer lo correcto, sin embargo, podemos caer en la autosuficiencia o en el voluntarismo. Pero si nos abrimos con humildad al Espíritu Santo, Él reaviva en nosotros las virtudes teologales. Así, cuando perdemos la confianza, Dios aumenta nuestra fe; cuando nos desalentamos, despierta en nosotros la esperanza; y cuando nuestro corazón se enfría, Él lo enciende en el fuego de su amor.    

***

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda la gracia de creer, esperar y amar a imitación del Corazón de Cristo, siendo sus testigos en toda circunstancia. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.


“Necesitamos redescubrir la belleza del matrimonio”

Francisco Otamendi

El pasado 15 de abril se celebró el ‘Foro Omnes’ "Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer", con los ponentes María Calvo y Fernando Simón


Los invitados destacaron que asistimos en la actualidad a un gran desconocimiento de la belleza del matrimonio, que se manifiesta entre otras cosas en no saber qué es el hombre ni qué es la mujer, en la “ausencia de la capacidad de amar”, en un “matrimonio en clave emotivista”, y en “la sustitución de la genealogía por la tecnología”.   

Las estadísticas indican que más de la mitad de los matrimonios se rompen en España, y en otros países occidentales existen tasas similares. Sin embargo, Álvaro González, director del Máster de Formación Permanente en Derecho Matrimonial y Procesal Canónico de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, aseguró ayer tarde en el Foro Omnes que “hay una sensación de que el matrimonio está en crisis, y no es verdad”. 

“Necesitamos redescubrir una vez más la belleza de esta auténtica maravilla del matrimonio, la realidad del matrimonio desde su misma naturaleza, conocer cada vez mejor esta realidad, para saber descubrir la belleza y la bondad, que siempre se apoyan en la verdad”, añadió Álvaro González, quien aseguró a Omnes hace tiempo que “hacen falta profesionales bien preparados para asistir y ayudar a quienes lo deseen”. Ayer lo reiteró: “Este Máster nació con la ilusión de contribuir a la formación de tanta gente que trabaja en los tribunales eclesiásticos, con el deseo de ayudar y aportar una formación integral”.

En paralelo, en la sociedad actual es fácil ver, por citar sólo dos o tres tendencias, padres que declaran no querer “ejercer de padres” al conocer su paternidad, mujeres en pareja, o solas, que deciden tener un hijo por reproducción asistida, prescindiendo del varón, con lo que se priva al niño de la referencia paterna, o la disminución de jóvenes que se casan.

Ponentes

En este contexto ha tenido lugar ayer tarde en Madrid este Foro organizado por Omnes junto a este Máster formativo, en la sede de Posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid, moderado por la redactora jefe de OmnesMaría José Atienza, y patrocinado por Fundación CARF, con la presencia de su director general, Luis Alberto Rosales, y el Banco Sabadell. El título fue “Desde la esencia del matrimonio: varón y mujer”, y fue presentado por el citado Álvaro González y el director de OmnesAlfonso Riobó

El coloquio contó con la participación de María Calvo Charro, profesora titular de Derecho Administrativo, profesora del Máster, y autora de libros sobre hombre y mujer; maternidad y paternidad, como “La masculinidad robada” o “La mujer femenina”, y de Fernando Simón Yarza, catedrático acreditado de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra, y Premio Tomás y Valiente 2011 a la mejor obra en Derecho Constitucional. 

María Calvo: “Hemos perdido la capacidad de amar”

La profesora María Calvo, madre de cuatro hijos, comenzó afirmando que “hablar de matrimonio es hablar de la solución a muchos de los problemas sociales que hay actualmente. ¿Por qué se separa un matrimonio cada segundo en el mundo desarrollado?” “¿Por qué nuestros jóvenes no quieren casarse?” ¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Qué está pasando en la sociedad?”

“Hay muchísimas causas, muchísimas razones, pero yo creo que podríamos dar una respuesta muy genérica, y a la vez muy concreta: hemos perdido la capacidad de amar. Hemos perdido la capacidad de amar porque hemos perdido el conocimiento sobre nosotros mismos”. “Sin conocimiento no hay amor, es imposible amar lo que no se conoce, pero el gran problema es que no nos conocemos a nosotros mismos, no que no conozcamos al otro”. 

“Mutación antropológica”

“¿Y por qué no nos conocemos?”, prosiguió, “pues porque realmente, en las últimas décadas, hemos experimentado una mutación antropológica. Toda época histórica tiene crisis, pero yo creo sinceramente que esta época tiene una crisis con una novedad radical que no se ha dado nunca antes, y es esa mutación del ser humano, del concepto del ser humano, esa nueva ética, esa nueva metafísica que nos han impuesto, esa alteración también en los códigos simbólicos, especialmente en los códigos simbólico-familiares que se han vuelto muy líquidos: es lo mismo ser padre, que ser hijo, que ser hombre, que ser una mujer, que estar casado, que no estar casado. Hay una fluidez ahí que nos conduce al final a la angustia”. 

Según María Calvo, esta mutación antropológica “ha permeado con mucha facilidad, con mucha rapidez, bien por los medios tecnológicos que tenemos evidentemente, pero también porque se está utilizando un lenguaje performativo, muy manipulador, muy teatralizado que se ve en la legislación misma, y éste es el peligro para los jóvenes, que les hace parecer muy atractivos conceptos y principios que realmente son degenerados, y les hace parecer muy progresistas con otros conceptos y otras realidades que son realmente perversas”.

Entre otros ejemplos, la profesora y escritora considera que “hablar de salud reproductiva para identificar el aborto es una de esas manipulaciones del lenguaje. Realmente estamos hablando de violencia extrema contra la mujer y el hijo; y las leyes y la administración hablan de salud reproductiva cuando realmente es salud mental y salud espiritual, porque extirpas al hijo de tu cuerpo pero queda instalada en tu mente de por vida una huella indeleble, una fractura irreversible en el corazón de la feminidad. Ese es el lenguaje que hace que estos postulados vayan filtrándose con esa facilidad especialmente entre los jóvenes”.

Tres elementos, tres renuncias 

“¿En qué ha consistido esta mutación antropológica? Yo he podido detectar tres elementos que son los que tejen las bases de nuestra civilización occidental: la falta de naturaleza, la renuncia a la naturaleza humana, a la alteridad sexual, a la biología; la renuncia a la racionalidad y la renuncia a la trascendencia. Desnaturalizados, sin racionalidad y sin trascendencia. Esos son los postulados que sostienen al ser humano ahora. Y afectan directísimamente al matrimonio”.

A juicio de María Calvo, “sin naturaleza, sin biología, sin alteridad sexual, pensando que somos iguales, idénticos, intercambiables, que el sexo no es constitutivo de la persona y que por lo tanto el ser hombre o ser mujer depende de un sentimiento, de la voluntad, y que es absolutamente fluida y que la puedes escoger; esto produce un daño horrible a la pareja. Es imposible que un matrimonio se sostenga pensando que el que tiene al lado es idéntico, fungible, intercambiable, que va a ver el mundo desde el mismo prisma que lo estás viendo tú, cuando realmente hay diferencias entre los sexos que hay que tener en cuenta”.

Iguales, pero con diferencias

“Es verdad que (varón y mujer) somos iguales y que somos iguales en derechos, deberes, en dignidad, en humanidad y somos iguales en cociente intelectual, en objetivos a cumplir”, ha señalado la profesora del Máster. “Pero realmente, la forma de ver la vida, la forma de amar, la sexualidad es tan distinta y así lo ha demostrado la ciencia. De manera que no atender a esto produce conflicto, desencanto y ruptura realmente”.

“Y cuando somos padre y madre eso se exacerba porque realmente la neuroquímica cerebral de la mujer cambia, y cambia para proteger a esa criatura que ha llegado tan indefensa, y que es una mezcla entre necesidad y libertad, y también la del padre, porque de repente se vuelve protector, se da cuenta de que tiene que dar seguridad, protección, fortalecer a esa criatura, y entonces es verdad que diferencias que al principio nos parecían un poco nimias, luego, cuando ejercemos la paternidad y la maternidad se exacerban mucho; pero son necesarias para ese niño, para el equilibrio de ese niño”.

Fernando Simón: subjetivización del matrimonio

El catedrático de Derecho Fernando Simón Yarza realizó un enfoque de fundamentación jurídica, para “centrarme en la dualidad sexual como rasgo esencial de la institución matrimonial”, y pasó del análisis del concepto clásico “a la concepción emotivista”. El concepto clásico se ha roto, a su juicio, en la ley española 13/2005 (regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo), o en Estados Unidos en Obergefell v. Hodges (2015). 

Se trata de un fenómeno de “subjetivización del matrimonioNos encontramos ante un cambio que altera radicalmente el significado de la institución, que supone la subjetivización radical del matrimonio en clave emotivista”.

“La masculinidad y la feminidad son arquetipos, no estereotipos”, señaló el jurista. “No aluden a un modelo (typos) que se asiente simplemente sobre una convicción social firme (stereos), sino a algo que está en el principio u origen (archē) de la realidad. Por lo que es imposible suprimir el atractivo de la dualidad sexual, justamente porque es un arquetipo (Peter Kreeft)”.

Órgano reproductor, hombre y mujer unidos

Fernando Simón definió el matrimonio entre un hombre y una mujer como “una alianza comprehensiva de vida. Unión orgánica comprehensiva (expresión fascinante que emplean, entre otros, John Finnis)”, manifestó. “Es orgánica, forma un solo órgano. A diferencia de lo que sucede con la unión de los sexos, ninguna otra unión física entre dos personas puede formar tal órgano unitario. El individuo se basta a sí mismo para realizar sus funciones vitales (digestiva, respiratoria, etc.) porque es capaz de coordinar orgánicamente distintas partes de su cuerpo”.

“La función de transmitir la vida, sin embargo, es la única para la que el individuo no se basta a sí mismo, sino que es, a tal efecto, orgánicamente incompleto”, subrayó. “En sentido riguroso, es falso decir que el individuo tiene órganos reproductores. El órgano reproductor son el-hombre-y-la-mujer unidos. La donación de la vida trasciende al individuo, y sólo puede realizarse naturalmente en la coordinación biológica de hombre y mujer formando un único órgano. Por eso el Génesis no es metafórico cuando dice que el hombre y la mujer se hacen un solo cuerpo”.

Tres rasgos del matrimonio emotivista

“La nueva visión del matrimonio es esencialmente emotivista”, subrayó Fernando Simón en varios momentos, “y está plagada de aporías, de contradicciones, y se caracteriza por “tres rasgos: unión afectivo-sexual, entendiendo lo sexual como pura coexistencia en contacto libidinoso consentido, sin necesidad de complementariedad (1), cuidado y apoyo mutuo (2), y reparto de las cargas domésticas (3). El problema es que el afecto sexual, al margen de la orientación estructural a la vida que es propia del matrimonio, debería carecer de relevancia jurídica», señaló Simón.

Algunas consecuencias de sus palabras, son, a su juicio, que “la legalización de la nueva visión del matrimonio distorsiona el entendimiento conyugal del matrimonio. El sexo se entiende, en esencia, como libido, pero entonces se ve como carente de una orientación estructural y normativa más allá de la libido”. En segundo lugar, “oscurece la realidad de que la educación en un hogar con un padre y una madre natural favorece el desarrollo del niño, una tesis avalada, a mi modo de ver, por el sentido común, y defendida por destacados académicos. La lucha contra este lugar del “common sense” ha sido agresiva, y ha llevado a la cancelación de científicos sociales”.

Y también, en su opinión, “el oscurecimiento de las correlaciones entre “matrimonio conyugal” y “procreación y educación de los hijos” conduce inexorablemente a una pérdida de sentido de multitud de normas maritales basadas en dicha correlación”.

En sus conclusiones, Fernando Simón señaló que “el matrimonio es un arquetipo. Como tal, no puede oscurecerse de la conciencia. Para oscurecerlo en la conciencia hay que hacer violencia constante, vivir en el continuo activismo violento. El derecho que trata de alterar este arquetipo con ficciones constituye un acto de violencia sobre la sociedad. Incide en la conciencia de las personas confundiéndolas sobre el objeto de sus deseos, sobre el objeto de la justicia, sobre la verdad de las cosas”.

Los deseos se transforman en derechos

Tras Fernando Simón, María Calvo se refirió también al segundo factor de desestabilización del matrimonio, que es, a su juicio, “la pérdida de racionalidad terrible que estamos experimentando. Porque ahora mismo, y si miramos las leyes es increíble, por ejemplo la de transexualidad, pero muchas otras, la ley del aborto también está incluida en este emotivismo y en esta sensiblonería en la que hemos caído y en esta anulación de la razón”.

“Hemos eliminado la razón y hemos sublimado los deseos hasta un punto en el que, como dice algún autor, mi deseo es la ley”, añadióla profesora. “Entonces, si yo no deseo tener un hijo, pues tengo derecho al aborto, es decir, los deseos se transforman en derechos. El problema de sublimar los deseos, los sentimientos, las emociones y de anular la razón es que no podemos amar. No podemos amar porque el amor es uso de la razón”.

En sus intervenciones, Maria Calvo analizó la alteridad sexual: “El problema de ahora es qué es ser hombre y qué es ser mujer”. “Está haciendo mucho daño esta ideología de género que niega las diferencias biológicas”. “Qué es ser varón”. Ahora los niños se han adaptado culturalmente al arquetipo femenino, es cariñoso, empático, etc.”. “Hay miedo a ser hombre, y lo que implica (autoridad, protección, seguridad)”.

“Mi tiempo, mi libertad”

En una encuesta de 2022 del Instituto valenciano de infertilidad, el 62 % de las mujeres declaraba abiertamente que quería estar sola, no quería casarse ni tener hijos. Los motivos eran “mi tiempo y mi libertad”. Y si se plantean tener algún hijo, ¿para qué queremos el matrimonio, si puedo tener hijos sola?, reflexionó María Calvo, al aportar que un porcentaje alto de mujeres jóvenes españolas se plantea ser madre sola, sin padre, a lo largo de su vida, citando un trabajo del instituto valenciano de infertilidad.

“Este prescindir de los hombres ha llegado hasta extremos insospechados”, dijo en otro momento. “No necesitamos a los hombres, todo lo que tiene que ver con la maternidad ya está conseguido (técnicas de reproducción asistida): se sustituye la genealogía por la tecnología”.

“Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos”

En cuanto a la pérdida de la trascendencia, María Calvo señaló al final. “Si se pierde a Dios, nos perdemos a nosotros mismos. Porque realmente nos emancipamos del  reador, caemos en la idolatría del yo, entonces es mi yo autorreferencial, mi tiempo, mi libertad. En ese egocentrismo y en ese narcisismo el matrimonio es imposible, por lo que hemos dicho antes, el amor es pensar en el otro antes que en uno mismo como hábito”.

En el número de mayo de la revista Omnes, encontrarán éstas y otras cuestiones tratadas en el Foro Omnes, incluyendo preguntas de los asistentes.

Fuente: omnesmag.com


4/22/24

Conferencia Nacional de obispos de Camerún

Discurso del cardenal Robert Sarah

Queridos hermanos obispos de Camerún:

En vuestra valiente y profética declaración del 21 de diciembre sobre el tema de la homosexualidad y la bendición de las «parejas homosexuales», recordando la doctrina católica sobre este tema, habéis servido grande y profundamente a la unidad de la Iglesia. Habéis realizado una obra de caridad pastoral recordando la verdad.

Algunos en Occidente querían hacer creer a la gente que actuabais en nombre de un particularismo cultural africano. ¡Es falso y ridículo atribuiros tales propósitos! Algunos afirmaban, en una lógica de neocolonialismo intelectual, que los africanos no estaban «todavía» preparados para bendecir a las parejas homosexuales por razones culturales. Como si Occidente estuviera por delante de los africanos atrasados. ¡No! Hablasteis en nombre de toda la Iglesia, «en nombre de la verdad del Evangelio y de la dignidad humana y de la salvación de toda la humanidad en Jesucristo». Hablasteis en nombre del único Señor, de la única fe de la Iglesia. ¿Cuándo debe someterse la verdad de la fe, la enseñanza del Evangelio, a determinadas culturas? Esta visión de una fe adaptada a las culturas revela hasta qué punto el relativismo divide y corrompe la unidad de la Iglesia.

Queridos hermanos obispos, este es un punto que es necesario vigilar con gran celo de cara a la próxima sesión del Sínodo. Sabemos que algunos, aunque digan lo contrario, se están preparando para defender un programa de reformas en él. Entre ellas está la idea destructiva de que la verdad de la fe debe recibirse de manera diferente según los lugares, las culturas y los pueblos.

Esta idea no es más que una manifestación de la dictadura del relativismo, tan fuertemente denunciada por Benedicto XVI. Su objetivo es permitir violaciones de la doctrina y la moral en ciertos lugares bajo el pretexto de una adaptación cultural. Les gustaría permitir el diaconado femenino en Alemania, los sacerdotes casados ​​en Bélgica, la confusión entre sacerdocio ordenado y sacerdocio bautismal en la Amazonía. Algunos expertos teólogos nombrados recientemente no ocultan sus planes. Y os dirán con falsa amabilidad: “Tened la seguridad de que en África no os impondremos este tipo de innovación. No estáis preparados culturalmente».

¡Pero nosotros, sucesores de los apóstoles, fuimos ordenados no para promover y defender nuestras culturas, sino la unidad universal de la fe! Actuamos, en vuestras palabras, obispos de Camerún, “en nombre de la verdad del Evangelio y por la dignidad humana y la salvación de toda la humanidad en Jesucristo”. Y esta verdad es la misma en todas partes, tanto en África, como en Europa y los Estados Unidos. Porque la dignidad humana es la misma en todas partes.

Parece que, por un misterioso plan de la Providencia, los episcopados africanos son ahora los defensores de la universalidad de la fe contra los defensores de una verdad fragmentada, los defensores de la unidad de la fe contra los defensores del relativismo cultural. Sin embargo, Jesús fue explícito en el mandato dado a los apóstoles: «Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28, 19-20). De hecho, los apóstoles fueron enviados a todas las naciones para predicar la fe y la moral evangélica.

En la próxima sesión del Sínodo, es esencial que los obispos africanos hablen en nombre de la unidad de la fe y no en nombre de culturas particulares. En la sesión anterior, la Iglesia de África defendió enérgicamente la dignidad del hombre y la mujer creados por Dios, pero su voz fue ignorada y despreciada por aquellos cuya única obsesión es complacer a los lobbies occidentales. La Iglesia de África pronto tendrá que defender la verdad del sacerdocio y la unidad de la fe. La Iglesia de África es la voz de los pobres, los sencillos y los pequeños. Tiene la tarea de anunciar la Palabra de Dios a los cristianos occidentales que, por ser ricos, se creen evolucionados, modernos y sabios en la sabiduría del mundo. Pero “la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, mas fuerte que la fuerza de los hombres” (1Co 1, 25).

No sorprende, por tanto, que los obispos de África, en su pobreza, sean hoy los heraldos de esta verdad divina frente al poder y a la riqueza de ciertos episcopados occidentales, porque «lo necio del mundo ha elegido Dios para confundir a los sabios. Y ha elegido Dios lo que es débil para el mundo, para confundir a los fuertes.

Lo innoble y despreciado por el mundo, lo que no es nada, ha elegido Dios para reducir a la nada lo que es» (1Co 1, 27-28).

Pero ¿tendremos el valor de escucharlos en la próxima sesión del Sínodo sobre la sinodalidad? ¿O deberíamos pensar que, a pesar de las promesas de escucha y respeto, no se tendrán en cuenta sus advertencias, como ya vemos hoy? ¿Deberíamos pensar que el Sínodo será explotado por aquellos que, bajo el pretexto de la escucha mutua y la “conversación en el Espíritu”, sirven a una agenda de reforma mundana? Todo sucesor de los apóstoles debe tener la valentía de tomar en serio las palabras de Jesús: “Que sea vuestro hablar: ‘Sí, sí’ o ‘No, no’; porque todo lo demás viene del Maligno” (Mt 5, 37).

Queridos hermanos obispos, a veces nos dicen que no hemos comprendido el espíritu del Concilio Vaticano II que impondría un nuevo enfoque a la objetividad de la fe. Algunos nos dicen que el Vaticano II, sin cambiar la fe misma, habría cambiado la relación con la fe. Nos dicen que de ahora en adelante lo más importante para un obispo es la acogida de las personas en su subjetividad más que el anuncio del contenido del mensaje revelado. Todo debe ser relación y diálogo y debemos relegar a un segundo plano el anuncio del «kérygma» y el anuncio de la fe, como si estas realidades fueran contrarias al bien de las personas.

Creo que aclarar definitivamente esta cuestión será una tarea importante para los próximos años y, ciertamente, para un futuro pontificado. En verdad, ya sabemos la respuesta. Pero el Magisterio deberá enseñarlo con una solemnidad definitiva. Porque detrás de esta pregunta se esconde una especie de miedo psicológico que se ha extendido en Occidente: el miedo a estar en contradicción con el mundo. Pero como dijo Benedicto XVI: “En nuestro tiempo, la Iglesia sigue siendo un ‘signo de contradicción (Lc 2, 34)’”. Y, no en vano, el Papa Juan Pablo II, cuando aún era cardenal, dio este título a los ejercicios espirituales predicados en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia Romana. El Concilio no podría haber tenido la intención de abolir esta contradicción con el mundo tan evangélica, que alerta sobre los peligros y errores que acechan al hombre. En efecto, «fue ciertamente su intención dejar de lado las contradicciones erróneas o superfluas, para presentar a este mundo nuestro la necesidad del Evangelio en toda su grandeza y pureza» (Benedicto XVI, 22 de diciembre de 2005).

Pero muchos prelados occidentales están paralizados ante la idea de oponerse al mundo. Parece que sueñan con ser amados del mundo. Han perdido la voluntad de ser signo de contradicción. Quizás la riqueza material excesiva conduzca a compromisos con los asuntos mundanos. La pobreza es garantía de ser libres para Dios. Creo que la Iglesia de nuestro tiempo experimenta la tentación del ateísmo. No el ateísmo intelectual, sino esta otra condición sutil y peligrosa del espíritu: el ateísmo fluido y práctico. Esta última es una enfermedad peligrosa aunque sus primeros síntomas parezcan benignos.

Debemos tomar conciencia de esto: el ateísmo fluido corre por las venas de la cultura contemporánea. Nunca dice su nombre, pero se infiltra por todas partes, incluso en los discursos eclesiásticos. Su primer efecto es una forma de somnolencia de la fe. Anestesia nuestra capacidad de reaccionar, de reconocer el error, el peligro. Y, desgraciadamente, se ha ido extendiendo por toda la Iglesia.

¿Qué debemos hacer? Quizás os digan que así es como está hecho el mundo y no podéis escapar a ello. Quizás os digan que la Iglesia debe elegir entre adaptarse o morir. Quizás os digan que, dado que lo esencial está seguro, debe ser flexible con los detalles. Tal vez os digan que la Verdad es teórica, y los casos particulares se le escapan. ¡Muchas máximas que confirman la grave enfermedad que nos afecta a todos!

Prefiero invitaros a pensar diferente. ¡No debemos ceder a las mentiras! La esencia del ateísmo fluido es la promesa de un acuerdo entre la verdad y la falsedad. ¡Es la mayor tentación de nuestro tiempo! ¡Todos somos culpables de acomodaciones, de complicidad con esta gran mentira que es el ateísmo fluido! Nos hacemos pasar por cristianos creyentes y hombres de fe, celebramos ritos religiosos, pero en realidad vivimos como paganos y no como creyentes. No nos engañemos, no luchemos contra este enemigo, porque siempre termina arrastrándonos. El ateísmo fluido es resbaladizo y viscoso. Si lo atacas, te atrapará en sus sutiles compromisos. Es como una telaraña: cuanto más luchas contra ella, más se cierra a tu alrededor. El ateísmo fluido es la última trampa del Tentador, de Satanás.

Él te seduce y atrae a su propio terreno. Si lo sigues, te verás inducido a utilizar sus armas: la mentira, el disimulo y el compromiso. Fomenta la confusión, la división, el resentimiento, la amargura y las facciones a su alrededor. ¡Mira el estado en que se encuentra la Iglesia! En todas partes no hay más que desacuerdos y sospechas. El ateísmo fluido vive y se alimenta de todas nuestras pequeñas debilidades, de todas nuestras capitulaciones y compromisos con su mentira.

Con todo mi corazón de pastor quiero invitaros hoy a tomar una solemne decisión. Porque no debemos crear partidos en la Iglesia. No debemos proclamarnos salvadores de tal o cual institución. Todo esto contribuiría al juego del rival. Pero cada uno de nosotros puede hoy tomar una firme decisión: la mentira del ateísmo ya no encontrará lugar en mí. Ya no quiero renunciar a la luz de la fe; ya no quiero, por conveniencia, por pereza o por conformismo, hacer convivir en mí la luz y las tinieblas. Es una decisión interior muy sencilla y concreta que cambiará nuestras vidas. No se trata de ir a la guerra. No se trata de denunciar a los enemigos. No podemos cambiar el mundo, pero si podemos cambiarnos a nosotros mismos. Y si cada uno lo decidiera humildemente, el sistema de mentiras se derrumbaría por sí solo, porque su única fuerza es el lugar que le damos dentro de nosotros mismos.

Queridos hermanos obispos, al ofrecernos la fe, Dios abre su mano para que pongamos allí la nuestra y nos dejemos llevar por Él. ¿A qué tendremos miedo? ¡Lo esencial es sostener nuestra mano firmemente en la suya! Nuestra fe es esta conexión profunda con Dios mismo. “Sé en quién he puesto mi fe”, dice san Pablo (2Tm 1,12). Frente al ateísmo fluido, la fe adquiere una importancia esencial. Es al mismo tiempo el tesoro que queremos defender y la fuerza que nos permite defenderlo.

Conservar el espíritu de fe es renunciar a cualquier compromiso ajeno a ella, es negarse a ver las cosas de otra manera que no sea la de la fe. Significa ponernos en las manos de Dios, única fuente posible de paz y dulzura, y única garantía de verdadera benevolencia sin complicidad, de verdadera dulzura sin cobardía, de verdadera fuerza sin violencia.

Y la fe, queridos hermanos, es también fuente inagotable de verdadera alegría. ¿Cómo no estar gozosos cuando nos hemos confiado a Aquel que es la fuente del gozo? La fe es exigente, pero no rígida ni tensa. Intentemos ser felices acercándonos a Él. La fe genera fuerza y ​​alegría juntas. “El Señor es mi fortaleza, ¿a quién temeré?” (Sal 27, 1). La Iglesia está muriendo, infestada de amargura y espíritu partidista, y sólo en el espíritu de fe puede fundarse una auténtica benevolencia fraterna. El mundo está muriendo, devorado por la mentira y la rivalidad, y sólo el espíritu de fe puede traerle la paz.

Fuente: almudi.org