Cuidarse de los hipócritas y aduladores
Advertencia del Papa en la misa diaria
Un cristiano no utiliza un "lenguaje educado socialmente", con tendencia a la hipocresía, sino que se vuelve portavoz de la verdad del evangelio con la misma transparencia de los niños. Esta fue la enseñanza que el papa Francisco ofreció en la homilía de la misa celebrada hoy martes en la Casa Santa Marta.
La hipocresía que mata
El idioma preferido de los corruptos es la hipocresía. La escena evangélica del tributo al César, y la aplicación sutil de los fariseos y de los herodianos a Cristo sobre la legitimidad de aquel tributo, le permitió a Francisco una reflexión en estrecha continuidad con la homilía de ayer.
La intención con la que se acercan a Jesús, dice, es aquella de hacerle "caer en la trampa." Su pregunta de si es lícito o no pagar impuestos al César se coloca --subraya el papa-- "con palabras suaves y hermosas, con palabras muy dulces."
"Tratan, añade, de mostrarse como amigos". Pero todo es falso. Porque, dijo Francisco, "ellos no aman la verdad", sino solo a sí mismos ", y así tratan de engañar, de involucrar a los demás en su engaño, en su mentira. Tienen un corazón mentiroso, no pueden decir la verdad":
"Es el lenguaje de la corrupción, de la hipocresía. Y cuando Jesús habla a sus discípulos, dice: "Que su hablar sea: '¡Sí, sí! ¡No, no!'. La hipocresía no es un lenguaje de la verdad, porque la verdad nunca va sola. ¡Nunca! ¡Siempre va con el amor! No hay verdad sin amor. El amor es la primera verdad. Si no hay amor, no hay verdad. Estos quieren una verdad esclava de sus propios intereses. Hay un amor, podemos decirlo: pero es el amor de sí mismo, el amor a sí mismos. Aquella idolatría narcisista que les lleva a traicionar a los demás, les lleva a abusar de la confianza".
Amables hoy, traidores mañana
Lo que parece un "lenguaje persuasivo", insistió el papa Francisco, lleva más bien "al error, a la mentira". Y, en el límite de la ironía, los que hoy se acercan a Jesús y "parecen tan amables en el lenguaje, son los mismos que irán la noche del jueves, para llevarlo al Huerto de los Olivos, y el viernes lo llevarán a Pilato". En cambio, Jesús pide exactamente lo contrario a los que le siguen, un lenguaje de "sí, sí, no, no", una "palabra de verdad y con amor".
"Y la humildad que Jesús quiere que tengamos no tiene nada de esta adulación, con este estilo endulzado de avanzar. ¡Nada! La mansedumbre es simple, es como la de un niño. Y un niño no es hipócrita, porque no es corrupto. Cuando Jesús nos dice: "Sea vuestra palabra '¡Sí, sí! No, no! con alma de niños, dice lo contrario del hablar de estos".
La última consideración es aquella "cierta debilidad interior", estimulada por la "vanidad", por la que, constata el papa Francisco, "nos gusta que digan cosas buenas sobre nosotros". Esto "lo saben los corruptos" y "con este lenguaje tratan de debilitarnos".
"Pensemos bien hoy: ¿Cuál es nuestro lenguaje? ¿Hablamos con verdad, con amor, o hablamos un poco con el lenguaje social del ser corteses, incluso para decir cosas buenas, pero que no sentimos? ¡Hermanos, que nuestro hablar sea evangélico! Luego, estos hipócritas que comienzan con la lisonja, la adulación, y todo esto, terminan buscando testigos falsos para acusar a los que habían halagado. Pidamos hoy al Señor que nuestra conversación sea el hablar de los sencillos, el hablar de un niño, el hablar de los hijos de Dios, hablar con verdad sobre el amor".