6/13/13

''No hablen mal el uno del otro''

Homilía del papa Francisco hoy en Santa Marta


Vivir buenas relaciones
"Que su justicia sea mayor que la de los fariseos". El papa Francisco ha explicado su homilía partiendo de la exhortación dirigida por Jesús a sus discípulos. Palabras que vienen después de las Bienaventuranzas, y después de que Jesús indicó que Él no vino para disolver la Ley, sino para llevarla a cumplimiento. La suya, señaló, "es una reforma sin romper, una reforma en la continuidad: desde la semilla hasta el fruto". Aquel que "entra en la vida cristiana", advirtió, "tiene exigencias superiores a los de los demás"; "no tienen ventajas superiores", advirtió.
Y Jesús menciona algunas de estas necesidades y toca en particular, "el tema de la relación negativa con los hermanos". El que maldice, dice Jesús, "merece el infierno". Si en tu corazón hay "algo de negativo" hacia el hermano, "hay algo que no funciona y te debes convertir, tienes que cambiar." Y añadió que "la ira es un insulto contra el hermano, y ya es algo que se da en la línea de la muerte, lo mata”. Luego observó que, especialmente en la tradición latina, hay como una "creatividad maravillosa" en inventar calificativos. Pero, advirtió, "cuando este epíteto es amistoso está bien, el problema es cuando hay el otro calificativo”, cuando se da "el mecanismo del insulto, una forma de denigración de los demás."
No denigrar al otro
"Y no hay necesidad de ir a un psicólogo –continuó, para saber que cuando se denigra al otro es porque uno mismo no puede crecer y necesita que el otro sea abajado, para sentirse alguien". Y esto es "un mecanismo feo". Jesús, señaló, "con toda la sencillez dice: "No hablen mal el uno del otro. No se denigren, no se descalifiquen". Y esto, dijo, "porque después de todo estamos caminando por el mismo camino, todos vamos en ese camino que nos llevará hasta el final". De este modo, "si no se va de una manera fraterna, todos terminaremos mal: el que insulta y el insultado". Francisco señaló que "si uno no es capaz de dominar la lengua, se pierde," y lo demás, "la agresividad natural, la que tuvo Caín con Abel, se repite a lo largo de la historia". No es que somos malos, dijo el papa, "somos débiles y pecadores". Por eso resulta "mucho más fácil arreglar una situación con un insulto, con una calumnia, con una difamación, que solucionarla por las buenas". "Quisiera pedir al Señor, que nos dé a todos la gracia de poner más atención a la lengua, en relación a lo que decimos de los demás. Es ‘una pequeña penitencia’ --añadió, pero da buenos resultados".
"Hay veces en que uno se queda con hambre" y piensa: "¡Qué lástima que no he probado el fruto de un delicioso comentario hacia el otro, pero a la larga este hambre fructifica y hace bien". Por eso debemos pedirle al Señor esta gracia: adaptar nuestra vida "a esta nueva Ley, que es la Ley de la mansedumbre, la Ley del amor, la Ley de la paz, y por lo menos 'podar' un poco nuestra lengua, ‘podar’ un poco los comentarios que hacemos sobre los demás y las explosiones que nos conducen al insulto o a la ira fácil. ¡Que el Señor nos conceda a todos esta gracia!”.
“Quisiera dar gracias al Señor también --concluyó el papa, por la feliz coincidencia de que el arzobispo mayor de los ucranianos, monseñor Sviatoslav Shevchuk, que había sido obispo en Buenos Aires, “esté en Roma para la reunión de la Secretaría del Sínodo. Por lo tanto, pudo participar con nosotros en esta nostalgia argentina”.