11/30/19

Adviento


Evangelio (Mt 24,37-44)

Lo mismo que en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues, como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta sino cuando llegó el diluvio y los arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo: uno será tomado y el otro dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino: una será tomada y la otra dejada.
Por eso: velad, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor. Sabed esto: si el dueño de la casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que se horadase su casa. Por tanto, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del Hombre.

Comentario

Comenzamos hoy el tiempo de Adviento, un tiempo de preparación para la venida del Señor. La primera venida se realizó en la Encarnación y el nacimiento de Jesús en Belén, y se prolongó durante toda su vida terrena hasta su gloriosa Ascensión a los cielos. Pero todavía queda pendiente una nueva y última visita, que es la que profesamos cada vez que recitamos en el Credo: “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y a muertos”.
En este pasaje del Evangelio se nos habla de esa última visita suya, que sucederá al final de los tiempos. “Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente −dice el Catecismo de la Iglesia Católica− aun cuando a nosotros no nos ‘toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad’ (Hch 1,7). Este advenimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento”[1].
De ahí la advertencia de Jesús para que estemos siempre preparados. No pretende asustarnos, pero sí abrir nuestros caminos a un modo de vivir más grande que relativiza los pequeños afanes de cada día a la vez que los dota de un valor decisivo. La venida del Señor nos puede sorprender en cualquier momento, de repente, mientras estamos en medio del trajín cotidiano: “como en los días que precedieron al diluvio comían y bebían, tomaban mujer o marido hasta el día mismo en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta sino cuando llegó el diluvio y los arrebató a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (vv. 38-39).
Las palabras de Jesús constituyen una invitación a la vigilancia. Sabemos que Él vendrá, pero no conocemos cuándo, así que nos conviene estar siempre preparados, en todo momento, libres para ir a su encuentro, no atrapados en las cosas de este mundo, sino gobernándolas para que sean camino de santificación.
Para llamar la atención sobre la necesidad de la vigilancia, Jesús propone una breve parábola, bien ambientada en las aldeas de Palestina: “si el dueño de la casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que se horadase su casa” (v. 43). La oscuridad de la noche es más propicia para que los ladrones se acerquen sin ser vistos a unas casas, que tenían de ordinario una techumbre de maderas y ramajes, y unas paredes de adobe, fáciles de horadar y abrir un hueco por donde introducirse a robar. Por eso, si el dueño supiese que iban llegar en algún momento, no estaría despreocupado, sino atento a mantener la integridad de cuanto posee. ¡Cuánto más un cristiano ha de permanecer vigilante para cuidar los tesoros de la fe y de la gracia que ha recibido! “Tú, cristiano −recuerda san Josemaría−, y por cristiano hijo de Dios, has de sentir la grave responsabilidad de corresponder a las misericordias que has recibido del Señor, con una actitud de vigilante y amorosa firmeza, para que nada ni nadie pueda desdibujar los rasgos peculiares del Amor, que Él ha impreso en tu alma”[2].
San Juan Pablo II iniciaba su Testamento tomándose muy en serio esta llamada de atención realizada por el Maestro, bien consciente de que a cada uno nos llegará el momento de responder acerca de nuestra vida ante el tribunal del Señor: “‘Velad, porque no sabéis el día en que vendrá nuestro Señor’ (Mt 24, 42) −estas palabras me recuerdan la última llamada, que tendrá lugar en el momento en que el Señor así lo quiera. Deseo seguirlo y deseo que todo aquello que hace parte de mi vida terrena me prepare para este momento. No sé cuándo sucederá, pero como todo, también en este momento me pongo en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus[3]. Si estamos bien preparados, como él, podemos aguardar confiados la venida del Señor con esa misma serenidad y abandono en las manos de Virgen.
Fuente: opusdei.org

Reflexión sobre el final

El Papa ayer en Santa Marta



La última semana del año litúrgico la Iglesia nos invita a reflexionar sobre el final, el fin del mundo y el fin de cada uno, y lo hace también el Evangelio de hoy (Lc 21,29.33) donde Lucas repite las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Es así, todo acabará pero Él permanecerá y por eso es bueno pensar en el momento final, es decir en la muerte. Ninguno sabe exactamente cuando vendrá, es más, a menudo tendemos a postergar el pensamiento creyéndonos eternos, pero no es así. Todos tenemos esa debilidad de la vida, esa vulnerabilidad. Ayer medité sobre esto, con un buen artículo que sale en la Civiltà Cattolica, y dice que lo que nos une a todos es la vulnerabilidad: somos iguales en la vulnerabilidad. Todos somos vulnerables y en cierto momento esa vulnerabilidad nos lleva a la muerte. Por eso vamos al médico para ver cómo va mi vulnerabilidad física, y otros van al psicólogo para curarse de alguna vulnerabilidad psíquica.
La vulnerabilidad nos une y ninguna ilusión nos la puede quitar. En mi tierra había la moda de pagar por anticipado el funeral con la ilusión de ahorrar dinero a la familia. Cuando salió a la luz la estafa que hacían algunas empresas funerarias, la moda pasó. Cuántas veces nos estafa la ilusión, como la de ser eternos. La certeza de la muerte está escrita en la Biblia, en el Evangelio, pero el Señor nos la presenta siempre como un encuentro con Él y la acompaña de la palabra esperanza. El Señor nos dice que estemos preparados para el encuentro, porque la muerte es un encuentro: es Él quien viene a encontrarnos, es Él quien viene a tomarnos de la mano y llevarnos consigo. ¡No quisiera que esta sencilla prédica fuese un aviso fúnebre!  Es simplemente el Evangelio, es simplemente la vida, es simplemente decirse uno al otro: todos somos vulnerables y todos tenemos una puerta a la que un día llamará el Señor. 
Así pues, hay que prepararse bien para el momento en que suene el timbre, el momento en que el Señor llame a nuestra puerta: recemos unos por otros, para estar preparados y abrir con confianza la puerta al Señor que viene. De todas las cosas que hayamos recogido, que hayamos ahorrado, lícitamente buenas, no nos llevaremos nada... Bueno, sí, nos llevaremos el abrazo del Señor. Pensar en la propia muerte: ¿yo moriré cuándo? En el calendario no está fijado pero el Señor lo sabe. Y rezar al Señor: “Señor, prepárame el corazón para morir bien, para morir en paz, para morir con esperanza”. Esa es la palabra que siempre debe acompañar nuestra vida, la esperanza de vivir con el Señor aquí y luego vivir con el Señor en otra parte. Recemos los unos por los otros por esto.

11/29/19

Una vida sin freno

Si alguien piensa todavía que la lucha por la santidad es aburrida y que el vicio es una aventura mucho más apasionante, le recomiendo que lea este libro… y descubrirá lo que es de verdad vivir una vida desenfrenada, una vida que no puso ningún freno al amor
Ayer tuve la gran alegría de que me invitaran a presentar el libro “Chema Postigo, el hombre que hizo volar su corazón”, un hombre corriente, como le definió su mujer, Rosa Pich-Aguilera. Sí, sobre la marcha convinimos que seguía siendo su mujer porque el amor, cuando lo ha sido de verdad, no se extingue con la muerte, se transforma y espiritualiza.
Jaume Figa Vaello, un periodista experto en cine y fotografía, es el autor del libro. Un buen día del año 2017 se preguntó quién podía ser aquel hombre desconocido que hacía añicos cualquier cálculo humano. 13 hermanos suyos, 15 de su mujer, ¡18 hijos!, tres de los cuales ya en el Cielo, alrededor de 4.000 personas en su funeral celebrado en Barcelona y otras mil en el que después se celebró en Madrid.
Jaume acababa de terminar su tesis doctoral… y decidió empezar una nueva, pero esta no sería propiamente docta sino meramente humana. Después de un año de investigación, 130 entrevistas grabadas, decenas de visitas, reuniones y comentarios, lectura de miles de emails, cartas y anotaciones personales, ha escrito un libro documentadísimo. Pero no es un libro de investigación. Es una biografía trepidante, escrita en un estilo intimista, emotivo y próximo, en el que no hay una afirmación que no esté respaldada por un testigo o documento.
Frases breves, incisivas y la cercanía de quien ha llegado a lo profundo de un alma enamorada introducen al lector en un universo inesperado. Es como un encuentro con un héroe silencioso, que estaba allí, muy cerca, y al que la vida… −la vida no, ¡Dios!, no valen eufemismos−, ha ido preparando para una misión que, probablemente, ni él mismo vislumbraba con este alcance e influencia.
A Chema, Cristo le salió al encuentro muchas veces. Algunas −más de las que muchas vidas juntas podrían acumular− en forma de alegría: Rosa, sus 18 hijos, centenares de amigos de todas las clases sociales, horas de conversación alegre y confiada, una intensa intimidad con Dios. Otras veces, ese encuentro adoptaba la forma del dolor, del sufrimiento físico que le emboscó casi sin tregua y, sobre todo, del dolor moral −¡la pérdida de tres hijos!−, que él sabía transformar en nueva energía que regalar a los demás.
En todas esas ocasiones, lo sabemos bien quienes le conocimos, Chema supo reconocer a ese Cristo al que rezaba cada día. No era otro su secreto. Bueno, otro quizás sí. Como los discípulos de Emaús, salía a su encuentro cada mañana, y Él se le mostraba al partir el pan. Entonces, como esos mismos discípulos, Chema volvía a Jerusalén, con Pedro y los demás.
Su Jerusalén era su familia, el trabajo, la amistad y una formación intelectual honda y rigurosa. Para servir, servir, decía el santo que le abrió un nuevo horizonte en su juventud. Y Chema servía. Y, para servir mejor, se formaba como persona, como cristiano, como marido, como padre y como profesional todos los días de su vida.
En el libro hay una pequeña muestra de esa labor, de su entrega a su familia y a sus amigos, de los consejos, del tiempo invertido en cada uno de ellos.
La amistad fue, sin duda, el gran talento de Chema. Un talento que fructificó hasta el límite. La suya fue una amistad sincera y honesta. Una amistad que no instrumentaliza a los amigos transformándoles en medio para la propia diversión, satisfacción, crecimiento o realización personal. No, sino una amistad que es un fin en sí misma, en la que era Chema mismo quien se hacía medio e instrumento para el amigo, poniéndose a su servicio para ayudarle a crecer como persona y llevarle al destino que Dios tiene preparado para él. Una amistad que sabía dar al amigo lo mejor, mostrarle los bienes más altos e invitarle a vivir la felicidad que él mismo había encontrado.
Cuando terminé de leer el libro, me vino a la cabeza la exclamación de San Agustín en sus confesiones: ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Si alguien piensa todavía que la lucha por la santidad es aburrida y que el vicio es una aventura mucho más apasionante, le recomiendo que lea este libro… y descubrirá lo que es de verdad vivir una vida desenfrenada, una vida que no puso ningún freno al amor.

Javier Vidal-Quadras Trías de Bes, en javiervidalquadras.com

11/28/19

“Espadas y arados”

Mons. Enrique Díaz Díaz 


Primer domingo de Adviento
 Salmo 121: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”
 Romanos 13, 11-14: “Es hora de que se despierten porque ya está cerca nuestra salvación”
San Mateo 24, 37-44: “Velen y estén preparados”

El Papa Francisco en su exhortación “Laudato sí’”, nos pone en alerta sobre el deterioro de la hermana tierra. La tierra está mortalmente herida. Lo comprueba con dolor el pescador tabasqueño que contempla cómo el mar se ha comido su playa y la mitad de su palapa ha desaparecido. Lo sabe el indígena purépecha que mira el lago de Pátzcuaro cada día más reducido y le preocupa que sus hijos sólo de oídas conocerán el achoque y quizás el pescado blanco. Todos hemos experimentado cambios extremosos de clima, tormentas inusuales, sequías prolongadas, inundaciones terribles, fríos gélidos o calores infernales. La tierra está herida. Miles y miles de toneladas de basura y de materiales tóxicos se acumulan desordenada y peligrosamente a las afueras de las ciudades. Con voracidad se siguen exterminando los bosques, saqueando las entrañas de la tierra, explotando inmisericordemente los recursos naturales.  La tierra está herida y ¿qué estamos haciendo? Como nos dice el evangelio de este día: “Comían y bebían despreocupadamente”. Todos hablamos y decimos, pero ¡se continúa con el mismo estilo de vida!
El primer domingo de Adviento es un potente grito que busca despertarnos y llamar nuestra atención sobre lo que estamos haciendo de la vida, de la tierra y de la humanidad. El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, se ha transformado en el principal depredador de la naturaleza y en el peor enemigo del hombre. Isaías contemplando la triste situación a la que ha llegado, se niega a pensar que este sea el destino final del hombre y lanza su anuncio de esperanza pidiendo y soñando que “De las espadas forjarán arados y de las lanzas, podaderas”. Es decir, que cambiarán radicalmente las políticas y las ambiciones del hombre. La espada y la lanza se han convertido en el signo de la agresividad y de la violencia, de la destrucción egoísta y de la imposición tiránica a la que aspira cada persona. El hombre ha desfigurado su rostro creado a “imagen de Dios”, y lejos de ser creador, dinámico y fraternal, se ha transformado en el principal destructor. Con base en un crecimiento económico y en una política que favorece a pocas empresas y estados, exige un consumo de recursos que no tiene fin, un consumo que lo ha llevado a un desastre climático y a una peligrosa situación social. ¿Seremos capaces de transformar las espadas en arados? ¿Podremos reencontrar nuevamente la verdadera imagen y espiritualidad del hombre? Está llamado a sembrar en el sentido más profundo de la palabra: dar vida, entregarse y servir, para poder dar frutos.
La violencia institucionalizada contra la naturaleza y contra sus semejantes, lejos de ser su verdadera vocación, hunde a la humanidad en una espiral de autodestrucción y de aniquilamiento. Es urgente recuperar la verdadera vocación del hombre. Tendremos que ir a las raíces de la persona para reconstruirla de nuevo, para encontrar armonía. Nadie está de acuerdo con la situación que estamos viviendo, pero continuamos como adormilados, minados por el pecado, la cobardía y la mediocridad. Ya san Pablo insiste en su carta a los Romanos que se tome en cuenta el momento en que vivimos. La indiferencia, la apatía y el conformismo no podrán sacarnos adelante de los graves problemas que estamos viviendo. Nos llama a vivir “honestamente” y denuncia los excesos que corroen el corazón: comilonas, borracheras, lujurias, desenfrenos, pleitos y envidias. El hombre se ha acostumbrado a vivir sin privaciones, tocado y desfigurado por todas sus ambiciones. El hombre, como la tierra, se encuentra herido. Es tiempo de revisión y de recuperar el verdadero sentido del hombre. Pablo nos invita a que contemplemos a Jesús, que nos revistamos de sus sentimientos y así transformaremos nuestro mundo. En Cristo encontramos el verdadero modelo de felicidad, de creación y de sentido de la historia.
 Urge retomar con esperanza las palabras de Isaías y no sólo transformar las espadas en arados y las lanzas en podaderas, sino abandonar toda  carrera armamentista, toda estructura de odio y todo cúmulo de venganzas. Toda la ambición de poder que amenaza destruirnos. Los costos de las armas fácilmente pueden saciar el hambre de todos los países. Un cuidado más responsable, solidario y humano de la naturaleza nos permitirá disfrutar por más tiempo la casa de todos. No tengamos miedo, seamos valientes y afrontemos responsablemente una situación que nos puede llevar a peores consecuencias. Cambiar las espadas y las lanzas, es cambiar profundamente de una actitud agresiva a una actitud creativa, dinámica y fraternal.
 El Adviento al mismo tiempo que es un tiempo de denuncia, es un tiempo de esperanza e ilusión. La tarea del verdadero discípulo será vivir en esperanza y despertar esperanza. Velen y estén preparados, son las palabras de Jesús a sus discípulos. Y hace la comparación de esa generación con la pasividad e indiferencia de la generación que sufrió el Diluvio. Nadie lo creía, nadie lo esperaba, a pesar de que Noé lo anunciaba constantemente. Ahora son muchos los timbres de alarma que están tocando a nuestras comunidades: pérdida de valores, destrucción de la familia, desprecio de la vida, destrucción de la naturaleza. Retomemos las enseñanzas de Jesús y encendamos velas y luces de esperanza. Esta esperanza no se basa en cálculos, sino que nace del estilo de vida de quienes enfrentan la realidad enraizados y edificados en Cristo.
Adviento. ¿Estoy dispuesto a despertar y abrir los ojos para examinar mi realidad?  ¿Qué significa para mí transformar las espadas en arados y las lanzas en podaderas? ¿Qué signos reales estoy dando de esperanza?
Padre Bueno, que al igual que a la naturaleza le renuevas el corazón al hombre, concédenos que este tiempo de Adviento asumamos una actitud más creativa, responsable y solidaria frente a la naturaleza y frente a nuestros hermanos, para así prepararnos a la venida de tu Hijo Jesús. Amén

La “pérdida del sentido de la vida” es la “grave amenaza” en los países más desarrollados

El Papa ayer en la Audiencia General


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ayer volví de mi viaje apostólico a Tailandia y Japón, un regalo por el que estoy muy agradecido al Señor. Deseo renovar mi gratitud a las autoridades y a los obispos de estos dos países, que me invitaron y recibieron con gran esmero, y sobre todo manifestar mi agradecimiento al pueblo tailandés y al pueblo japonés. Esta visita ha aumentado mi cercanía y afecto por estos pueblos: Dios los bendiga con abundancia de prosperidad y paz.
Tailandia es un antiguo reino que se ha modernizado fuertemente. Durante el encuentro con el rey, el primer ministro y otras autoridades, rendí homenaje a la rica tradición espiritual y cultural del pueblo Thai, el pueblo de la “hermosa sonrisa”. Allí la gente sonríe. Alenté el compromiso de lograr la armonía entre los diferentes componentes de la nación, también para que el desarrollo económico beneficie a todos y se curen las llagas de la explotación, especialmente de las mujeres y los niños. La religión budista es parte integrante de la historia y de la vida de este pueblo; por eso fui a visitar al Patriarca Supremo de los Budistas, continuando el camino de estima mutua iniciado por mis predecesores, para que la compasión y la fraternidad crezcan en el mundo. En este sentido, el encuentro ecuménico e interreligioso que tuvo lugar en la universidad más grande del país fue muy significativo.
El testimonio de la Iglesia en Tailandia pasa también por obras de servicio a los enfermos y a los últimos. Entre ellas, destaca el  hospital Saint Louis que visité animando al personal sanitario y conociendo a algunos pacientes. También dediqué momentos específicos a los sacerdotes y a las personas consagradas, a los obispos y también a los hermanos jesuitas. En Bangkok celebré la misa con todo el pueblo de Dios en el Estadio Nacional y luego con los jóvenes en la catedral. Allí experimentamos que en la nueva familia formada por Jesucristo están también los rostros y las voces del pueblo Thai.
Luego me desplacé a Japón. Cuando llegué a la nunciatura de Tokio, fui recibido por los obispos del país, con los que inmediatamente compartimos el reto de ser pastores de una Iglesia muy pequeña, pero portadora de agua viva, el Evangelio de Jesús.
“Proteger cada vida” fue el lema de mi visita a Japón, un país que lleva las cicatrices del bombardeo atómico y que es para todo el mundo el portavoz del derecho fundamental a la vida y a la paz. En Nagasaki e Hiroshima recé, me encontré con algunos supervivientes y familiares de las víctimas, y reiteré la firme condena de las armas nucleares y la hipocresía de hablar de paz construyendo y vendiendo artefactos bélicos. Después de esa tragedia, el Japón ha demostrado una extraordinaria capacidad para luchar por la vida, y lo ha hecho incluso recientemente, después de la triple catástrofe de 2011: terremoto, tsunami y accidente en una central nuclear.
Para proteger la vida hay que amarla, y hoy la grave amenaza, en los países más desarrollados, es la pérdida del sentido de la vida.
Las primeras víctimas del vacío del sentido de vivir son los jóvenes, por eso les dediqué un encuentro en Tokio. Escuché sus preguntas y sus sueños; los animé a oponerse juntos a todas las formas de bullying, y a superar el miedo y los cierres abriéndose al amor de Dios, rezando y sirviendo a los demás. Conocí a otros jóvenes en la Universidad de Sophia, junto con la comunidad académica. Esta Universidad, como todas las escuelas católicas, es muy apreciada en Japón.
En Tokio tuve la oportunidad de visitar al Emperador Naruhito, a quien renuevo la expresión de mi gratitud; y me encontré con las autoridades del país y con el cuerpo diplomático. Manifesté el deseo de una cultura de encuentro y diálogo, caracterizada por la sabiduría y la amplitud de horizontes. Permaneciendo fiel a sus valores religiosos y morales, y abierto al mensaje evangélico, Japón podrá ser un país líder para un mundo más justo y pacífico y para la armonía entre el hombre y el medio ambiente.
Queridos hermanos y hermanas, confiemos los pueblos de Tailandia y Japón a la bondad y  a la providencia de Dios. Gracias.

Rueda de prensa en el vuelo de Japón a Roma


Matteo Bruni: Buenos días a todos, buenos días Santo Padre. Ha sido un viaje intenso, exigente −para los periodistas seguro y también para Usted−; un viaje bonito, con tantos actos altísimos y tantas cosas que decir, muchos discursos. Y ahora este momento de encuentro con la prensa. Si quiere Usted decir unas palabras para empezar…
Agradezco vuestro trabajo, porque es cierto que ha sido un viaje intenso y también con un cambio de categorías, porque una cosa era Tailandia y otra Japón. No se pueden valorar las cosas con la misma categoría; las realidades deben valorarse según las categorías que provienen de la misma realidad. Y estas eran dos realidades totalmente diversas. Por eso hace falta doble trabajo: gracias a vosotros, y también a las jornadas tan intensas, creo que el trabajo ha sido fuerte. Lo agradezco. Yo me he sentido cercano a vosotros en ese trabajo. Gracias.
Padre Makoto Yamamoto, “Catholic Shimbum”Buenas tardes, Santo Padre. Le agradecemos de corazón que haya venido a Japón desde tan lejos. Soy sacerdote diocesano de Fukuoka, cerca de Nagasaki. Querría preguntarle: Usted visitó Nagasaki e Hiroshima. Santo Padre, ¿cómo se sintió? Y otra cosa: ¿la sociedad y la Iglesia occidental tienen algo que aprender de la sociedad y de la Iglesia oriental?
Empiezo por la última. Hay una cosa que me ha iluminado mucho, un dicho: “Lux ex Oriente, ex Occidente luxus”: La luz viene del oriente, el lujo, el consumismo viene del Occidente. Es precisamente esa sabiduría oriental, que no es solo sabiduría de conocimiento, es sabiduría de tiempos, sabiduría de contemplación. A la sociedad occidental −siempre demasiado apresurada− ayuda mucho aprender un poco de contemplación, detenerse, mirar también poéticamente las cosas. ¿Sabes? Pensando esto −y es una opinión personal−, creo que al Occidente le falta un poco de poesía. Hay cosas poéticas bellísimas, pero el Oriente va más allá. El Oriente es capaz de mirar las cosas con ojos que van más allá; no quiero usar la palabra “trascendente”, porque algunas religiones orientales no mencionan la trascendencia, pero ciertamente sí una visión más allá del límite de la inmanencia, sin decir trascendencia, más allá. Por eso hablo de “poesía”, de lo que es gratuidad, buscar la propia perfección en el ayuno, en las penitencias y también en la lectura de la sabiduría de los sabios orientales. Creo que a los occidentales pararnos un poco y dar tiempo a la sabiduría nos vendría bien. La cultura de la prisa necesita la cultura del “párate un poco”. Detente. No sé si sirve esto para aclarar la diferencia y los que nosotros necesitamos.
La primera pregunta: Nagasaki e Hiroshima. Ambas sufrieron la bomba atómica, y eso las hace semejantes. Pero hay una diferencia. Nagasaki no solo tuvo la bomba, sino también cristianos. Nagasaki tiene raíces cristianas, un cristianismo antiguo. La persecución de los cristianos existía en todo Japón, pero en Nagasaki fue muy fuerte. El secretario de la Nunciatura me ha regalado un facsímil en madera donde está el wanted de aquel tiempo: “¡Se buscan cristianos! Si encuentras uno, denúncialo y cobrarás tanto, si encuentras un sacerdote, denúncialo y cobrarás tanto”. Una cosa así irá al museo. Sorprende esto: han sido siglos de persecuciones. Eso es un fenómeno cristiano que “relativiza”, en el sentido bueno de la palabra, la bomba atómica, porque son dos cosas. Si uno va a Nagasaki pensando solo: “Sí, está bien, era cristiana… Pero hubo la bomba atómica”, y se queda ahí, descuida una parte de su historia. En cambio, ir a Hiroshima es solo por la bomba atómica, porque no es una ciudad cristiana como Nagasaki. Por eso quise ir a ambas. Es verdad, en ambas hubo el desastre atómico.
Hiroshima fue una auténtica catequesis humana sobre la crueldad. La crueldad. No pude ver el museo de Hiroshima, porque tenía el tiempo justo −ese día fue tremendo−, pero dicen que es terrible, terrible: cartas de Jefes de Estado, de generales que explicaban cómo se podía hacer un desastre más grande. Para mí fue una experiencia mucho más impactante que la de Nagasaki. En Nagasaki fue el martirio: luego vi un poco el museo del martirio −de paso−; pero la de Hiroshima, muy impactante. Y allí repetí que el uso de las armas nucleares es inmoral −eso debe ir en el Catecismo de la Iglesia Católica−, y no solo el uso, también la posesión, porque un accidente, o la locura de algún gobernante, la locura de uno puede destruir la humanidad. Pensemos en aquel dicho de Einstein: “La cuarta guerra mundial se hará con palos y con piedras”.
Shinichi Kawarada, “The Asahi Shimbum”Buenos días, Santo Padre. Me gustaría hacerle una pregunta sobre el tema nuclear. Como justamente indicó, una paz duradera no es realizable sin desarme. Japón es un país que goza de la protección nuclear de los USA, y es también productor de energía nuclear, lo que comporta un gran riesgo para el ambiente y para la humanidad, como demostró trágicamente el accidente de Fukushima. ¿Cómo puede Japón contribuir a la realización de la paz mundial? ¿Deberían apagarse las centrales nucleares? Gracias.
Vuelvo a la posesión de industrias nucleares. Siempre puede haber un accidente. Vosotros lo habéis experimentado, incluso el triple desastre, que destruyó tanto. Lo nuclear está al límite. Excluyamos las armas, porque eso es destrucción. Pero el uso de la energía nuclear está muy al límite, porque aún no hemos logrado la seguridad total. No hemos llegado. Tú podrías decirme: “Sí, pero también con la electricidad se puede hacer un desastre por una falta de seguridad”. Pero es un desastre pequeño. Un desastre nuclear, de una central nuclear, será un desastre grande. Y todavía no se ha perfilado la seguridad. Yo −pero es una opinión personal− no usaría la energía nuclear hasta que no haya una total seguridad de su uso. Pero yo soy profano en esto y solo digo una idea. Algunos dicen que la energía nuclear es contraria a la custodia de la creación, que la destruirá y que se debe parar. Está en discusión. Yo me quedo en la seguridad. No tiene la seguridad para impedir un desastre. Sí, es uno en el mundo en diez años, pero luego incide en la creación: el desastre de la potencia nuclear en la creación, y también en la persona.
Aún dura el desastre nuclear en Ucrania, después de tantos años. Distingo de la guerra, de las armas. Pero aquí digo que debemos investigar en seguridad, tanto en desastres como en el ambiente. Y del ambiente creo que hemos ido más allá del límite, nos hemos pasado: en la agricultura, por ejemplo los pesticidas, en la cría de pollos −los médicos dicen a las madres que no den de comer pollos de cría, porque son cebados con hormonas y a los niños les harán daño a la salud−; tantas enfermedades raras que hay hoy a causa del uso no bueno para el ambiente. Son enfermedades raras. Los cables eléctricos y muchas otras cosas... La custodia del ambiente es algo que debe hacerse hoy o nunca. Pero volviendo a la energía nuclear: construcción, seguridad y custodia del ambiente.
Elisabetta Zunica, Kyoto News: Hakamada Iwao es un japonés condenado a muerte, en espera de la revisión del proceso. Estaba presente en la Misa de Tokio, pero no pudo hablar con Usted. ¿Nos podría confirmar si estaba programado o no un breve encuentro con él? Porque el tema de la pena de muerte en Japón es muy discutido. Poco más de un mes antes del cambio del Catecismo sobre este tema, fue ejecutada la condena de 13 detenidos. Sobre este tema no hay una referencia en sus discursos de esta visita. ¿Por qué no se ha querido pronunciar en esta ocasión, o hablarle al Primer Ministro Abe?
Sobre el caso de la pena de muerte, lo he sabido después, no sabía de esa persona: no lo sabía. Con el Primer Ministro he hablado en general de tantos problemas: de procesos de condenas eternas que nunca acaban, tanto con la muerte como sin muerte. Pero de eso hablé como de un problema general, que existe también en otros países: las cárceles hacinadas, la gente que espera con una prisión preventiva, sin presunción de inocencia… Espera allí, espera, espera… Hace quince días intervine en el congreso internacional de derecho penal y hablé de ese tema: el tema de las cárceles, el tema de la custodia cautelar y luego de la pena de muerte, de la que se ha dicho claramente que no es moral, no se puede hacer. Creo que esto va junto a una conciencia que se desarrolla cada vez más. Por ejemplo, algunos países no se atreven a la abolición por problemas políticos pero la suspenden: es un modo de declarar, sin declarar: la cadena perpetua, por ejemplo. Pero el problema es que la condena debe ser siempre para la reinserción: una condena sin “ventanas” de horizonte no es humana. También la cadena perpetua: se debe pensar cómo un condenado de por vida puede reinsertarse, dentro o fuera. Pero siempre hace falta el horizonte, la reinserción. Usted me dirá: “pero hay condenados locos, por un problema de enfermedad, de locura, de incorregibilidad genética, por así decir…”. Pues hay que buscar el modo de que al menos puedan hacer cosas que les hagan sentirse personas. Hoy, en tantas partes del mundo las cárceles están superpobladas, son depósitos de carne humana, que en vez de crecer en salud, tantas veces se corrompe por eso. Debemos luchar contra la pena de muerte, a poco a poco… Hay casos que me dan alegría porque hay Estados, países que dicen: nos detenemos. Hablé con el gobernador de un Estado, el año pasado, y antes de dejar el puesto hizo esa suspensión casi definitiva. Son pasos, pasos de una conciencia humana. En cambio, otros países aún no han logrado meterlo en la línea de la humanidad.
Jean-Marie Guénois, “Le Figaro”: Buenos días, Santo Padre. Ha dicho que la verdadera paz puede ser solo una paz desarmada. ¿Pero qué pasa con la legítima defensa, cuando un país es atacado por otro? En este caso, ¿existe aún la posibilidad de una “guerra justa”? Pequeña pregunta: se ha hablado de una encíclica sobre la no violencia: ¿está todavía en proyecto esa encíclica sobre la no violencia? Dos preguntas. Gracias, Santo Padre.
Sí, el proyecto está, pero la hará el próximo Papa, porque apenas tengo tiempo… Hay proyectos que están en los cajones…: uno sobre la paz, por ejemplo, está ahí, está madurando, y cuando sea el momento lo haré. Pero hablo bastante de esto: por ejemplo, el problema del bullying con los niños en las escuelas, es un problema de violencia, hablé precisamente a los jóvenes japoneses del tema. Es un problema que con tantos programas educativos estamos intentando ayudar a resolver. Es un problema de violencia, y los problemas de violencia se deben afrontar... Pero una encíclica sobre la no violencia aún no la siento madura, debo rezar más y buscar el camino.
Sobre la paz y las armas: hay aquel dicho romano “Si vis pacem, para bellum”. Ahí no hemos madurado. Las Organizaciones internacionales no lo logran, las Naciones Unidas no lo logran… Hacen muchas cosas, muchas mediaciones, es digno. Países como Noruega, por ejemplo: siempre dispuestos a mediar, a buscar una salida para evitar las guerras… Esto se está haciendo y a mí me gusta. Pero es poco, todavía se debe hacer más. Piense −sin ofender− en el Consejo de Seguridad: hay un problema con las armas, todos de acuerdo en resolver el problema de evitar un incidente bélico, todos votan sí, uno con derecho de veto vota no y todo se para. He oído −yo no soy capaz de juzgar si es bueno o no, es una opinión que he oído− que quizá las Naciones Unidas deberían dar un paso adelante renunciando en el Consejo de Seguridad al derecho de veto de algunas naciones. No soy técnico en esto, pero lo he oído como una posibilidad. No sé qué decir, pero sería bueno que todos tuviesen el mismo derecho.
En el equilibrio mundial hay temas que en este momento no soy capaz de juzgar. Pero todo lo que se puede hacer para detener la producción de armas, para parar las guerras, ir a la negociación, también con la ayuda de facilitadores, eso se debe hacer siempre, siempre. Y da resultados: algunos dicen pocos, pero empecemos con pocos, luego iremos más allá con los resultados de la negociación para intentar resolver los problemas. Por ejemplo, en el caso de Ucrania-Rusia: no se habla de armas, ha sido la negociación para el intercambio de prisioneros, eso es positivo. Es siempre un paso para la paz. Ahora ha habido un encuentro para pensar la planificación de un régimen de gobierno en el Donbass, diferente, y están discutiendo: eso es un paso adelante para la paz.
Pasó, hace poco tiempo, una cosa bonita y otra fea. La fea es −debo decirlo− la hipocresía “armamentista”. Países cristianos −al menos de cultura cristiana−, países europeos −se dice “Europa culta”− que hablan de paz y viven de las armas: eso se llama hipocresía. Es una palabra evangélica: Jesús la dice muchas veces en el capítulo 23 de Mateo. Hay que terminar con esa hipocresía. Que una nación tenga el valor de decir: “Yo no puedo hablar de paz, porque mi economía gana mucho con la fabricación de armas”. Sin insultar ni manchar ese país, pero hablar como hermanos, la fraternidad humana: ¡detengámonos, chicos, parémonos, porque la cosa está fea! A un puerto −ahora no lo recuerdo bien− llegó de un país una nave llena de armas que debía entregar a una nave más grande directa a Yemen. Sabemos qué pasa en Yemen. Y los trabajadores del puerto dijeron “no”. ¡Fueron valientes! Y la nave volvió a su casa. Es un caso, pero nos enseña cómo nos debemos comportar en esto. La paz hoy es muy débil, muy débil, pero no hay que desanimarse. Y con las armas favorecemos esa debilidad.
La hipótesis de la legítima defensa siempre está. Es una hipótesis que también en la teología moral se contempla, pero como último recurso. Último recurso con las armas. La legítima defensa se hace con diplomacia, con mediaciones. Último recurso la legítima defensa con las armas. Pero subrayo: ¡último recurso! Estamos yendo adelante en un progreso ético que a mí me gusta, al poner en cuestión todas esas cosas. Eso es bueno: dice que la humanidad va adelante también para el bien, no solo para el mal. Gracias a usted.
Cristiana Caricato, TV 2000: La gente lee en los periódicos que la Santa Sede ha adquirido inmuebles por cientos de millones en el centro de Londres, y se queda un poco desconcertada por ese uso de las finanzas vaticanas, en particular cuando implica también el Óbolo de San Pedro. ¿Usted conocía esas operaciones financieras? Y sobre todo, según Usted, ¿es correcto el uso que se hace del Óbolo de San Pedro? Usted ha dicho a menudo que no se debe hacer dinero con el dinero, frecuentemente ha denunciado ese mal uso de la finanza, pero luego vemos que estas operaciones involucran también a la Santa Sede, y eso escandaliza. ¿Cómo ve todo este asunto?
Gracias. Ante todo, la buena administración normal: llega la suma del Óbolo de San Pedro, ¿y qué hago? ¿La meto en el cajón? No. Esa es una mala administración. Intento hacer una inversión, y cuando necesito dar, cuando tengo necesidades durante el año, se coge el dinero, y ese capital no se devalúa, se mantiene o crece un poco. Esa es una buena administración. En cambio, la administración “del cajón” es mala. Y se debe buscar una buena administración, una buena inversión: ¿está claro esto? También una inversión… nosotros decimos “una inversión de viudas”, como hacen las viudas: dos huevos aquí, tres aquí, cinco allá. Si cae uno, está el otro, y no se arruinan. Y siempre en algo seguro, siempre en algo moral. Si haces una inversión del Óbolo de San Pedro en una fábrica de armas, el Óbolo ahí ya no es el Óbolo. Si haces una inversión y estás años sin tocar el capital, no va. El Óbolo de San Pedro del año se debe gastar durante un año, un año y medio, hasta que llegue la otra colecta, la que se hace a nivel mundial. Esa es buena administración: en algo seguro. Y sí, se puede también comprar una propiedad, alquilarla, y luego venderla, pero en cosas seguras, con todas las seguridades por el bien de la gente y del Óbolo. Esto es un aspecto.
Luego ha pasado lo que ha pasado: un escándalo, han hecho cosas que no parecen limpias. Pero la denuncia no ha venido de fuera. Esa reforma de la metodología económica que ya había comenzado Benedicto XVI ha ido adelante, y ha sido el Revisor interno de las cuentas quien dijo: aquí hay algo feo, aquí hay algo que no funciona. Vino a mí y le dije: “¿Está usted seguro?” −“Sí”, me respondió, y me enseñó los números. “¿Qué debo hacer?” −“Está la justicia vaticana: vaya y ponga la denuncia al Promotor de Justicia”. Y con eso me quedé contento, porque se ve que la administración vaticana ahora tiene los recursos para aclarar las cosas feas que suceden dentro, como este caso que, si no es el caso del inmueble de Londres −porque aún no está claro−, sin embargo ahí había casos de corrupción. El Promotor de Justicia ha estudiado el asunto, ha hecho las consultas y ha visto que había un desequilibrio en el presupuesto. Luego me pidió permiso para hacer las pesquisas. Le dije: “¿Es claro ese estudio?” −“Sí, hay una presunción de corrupción y en estos casos debo hacer pesquisas en esa oficina, en esta otra…”. Y yo firmé la autorización. Se hizo la pesquisa en cinco oficinas y al día de hoy −aunque haya presunción de inocencia− hay capitales que no están bien administrados, incluso con corrupción. Creo que en menos de un mes comenzarán los interrogatorios de las cinco personas que han sido detenidas porque había indicios de corrupción. Usted podrá decirme: “¿esos cinco son corruptos?”. No, la presunción de inocencia es una garantía, un derecho humano. Pero hay corrupción, se ve. Con las pesquisas se verá si son culpables o no. Es algo feo, no es bueno que pase esto en el Vaticano. Pero se ha aclarado por los mecanismos internos que comienzan a funcionar, que el Papa Benedicto había empezado a hacer. Por eso doy gracias a Dios. No doy gracias a Dios porque haya corrupción, sino que le doy gracias porque el sistema de control vaticano funciona bien.
Philip Pullella, de Reuters: Si me permite quería seguir con la pregunta que ha hecho Cristiana, con más de detalles. Hay mucha preocupación en las últimas semanas por lo que está pasando en las finanzas del Vaticano, y según algunos hay una guerra interna sobre quién debe controlar el dinero. La mayor parte de los miembros del consejo de administración del AIF ha dimitido. El grupo Egmont, que es el grupo de las autoridades financieras, ha suspendido al Vaticano de las comunicaciones seguras tras la redada del 1 de octubre. El director del AIF aún está suspendido, como ha dicho Usted, y todavía no hay un Revisor general. ¿Qué puede hacer o decir Usted para garantizar a la comunidad financiera internacional y a los fieles en general, que están llamados a contribuir al Óbolo, que el Vaticano no volverá a ser considerado un “paria” excluido, del que no fiarse, y que las reformas continuarán y que no se volverá a las costumbres del pasado?
Gracias por la pregunta. El Vaticano ha dado pasos adelante en su administración. Por ejemplo el IOR hoy es aceptado por todos los bancos y puede actuar como los bancos italianos, normalmente, cosa que hace un año aún no lo era. Ha habido progresos. Luego, respecto al grupo Egmont. El grupo Egmont es una cosa no oficial, internacional; es un grupo al que pertenece el AIF. Y el control internacional no depende del grupo Egmont; el grupo Egmont es un grupo privado, que tiene su peso, pero es un grupo privado. Monyeval hará la inspección: la ha programado para los primeros meses del año próximo y la hará. El director del AIF está suspendido porque había sospechas de no buena administración. El presidente del AIF se ha aliado con el grupo Egmont para recuperar la documentación, y eso la justicia no puede hacerlo. Ante esto hice la consulta con un magistrado italiano, de nivel: ¿qué debo hacer? La justicia ante una acusación de corrupción es soberana en un país, es soberana, nadie puede inmiscuirse dentro, nadie puede dar los papeles al grupo Egmont y decir: “Vuestros papeles está aquí”. No. Deben ser estudiados los papeles que hacer surgir eso que parece una mala administración en el sentido de un mal control: fue el AIF −parece− quien no controló los delitos de los demás. Su deber era controlar. Yo espero que se pruebe que no es así, porque aún está la presunción de inocencia; pero por el momento el magistrado es soberano y debe estudiar cómo ha ido; porque al contrario un país tendía una administración superior que dañaría la soberanía del país. El presidente del AIF expiraba el 19 de noviembre; yo le llamé unos días antes y él no se dio cuenta de que lo estaba llamando: así me dijo. Y anuncié que el 19 lo dejaba. Ya he encontrado un sucesor: un magistrado de altísimo nivel jurídico y económico nacional e internacional, y a mi regreso asumirá el cargo en el AIF y continuará así. Habría sido un contrasentido que la autoridad de control fuese soberana sobre el Estado. Es algo no fácil de entender. Pero el que ha perturbado un poco es el grupo Egmont, que es un grupo privado: ayuda mucho, pero no es la autoridad de control de Moneyval. Moneyval estudiará los números, estudiará los procedimientos, estudiará cómo ha actuado el Promotor de Justicia y cómo el juez y los jueces han determinado la cosa. Sé que en estos días comenzará −o ha empezado− el interrogatorio de algunos de los cinco que han sido suspendidos. No es fácil, pero no debemos ser ingenuos, no debemos ser esclavos. Alguien me dijo −pero yo no lo creo−: “Sí, con esto que hemos tocado al grupo Egmont, la gente se asusta…”. Y se está haciendo un poco de terrorismo psicológico. Pero dejémoslo de lado. Nosotros vamos adelante con la ley, con Moneyval, con el nuevo presidente del AIF. Y el director está suspendido, pero ojalá fuese inocente, yo lo querría, porque es bueno que una persona sea inocente y no culpable. Pero se ha hecho un poco de ruido con este grupo, que quería que se tocasen los papeles que pertenecen al grupo.
Philip Pulella: ¿Es para garantizar a los fieles que las cosas van bien?
¡Es para garantizar eso! Mira, es la primera vez que en el Vaticano la olla se abre desde dentro, no desde fuera. Desde fuera, ha pasado muchas veces. Nos han dicho: “Mira…”, y nosotros con tanta vergüenza… Pero en esto el Papa Benedicto fue sabio: comenzó un proceso que ha madurado, ha madurado y ahora están las instituciones. Que el Revisor haya tenido el valor de hacer una denuncia escrita contra cinco personas…: está funcionando el Revisor. De verdad que no quiero ofender al grupo Egmont, porque hace mucho bien, ayuda, pero en este caso la soberanía del Estado es la justicia. La justicia es más soberana también que el poder ejecutivo. Más soberana. No es fácil de entender, pero os pido que entendáis esta dificultad. Gracias a usted.
Roland Juchem, CIC de la prensa alemana: Santo Padre, en el vuelo de Bangkok a Tokio mandó un telegrama a la Señora Carrie Lam de Hong Kong. ¿Qué piensa de la situación allí, con las manifestaciones y después de las elecciones comunales? ¿Y cuándo podremos acompañarle a Pekín?
Los telegramas se mandan a todos los jefes de Estado, es algo automático: son un saludo y también un modo cortés de pedir permiso para sobrevolar su territorio. No tiene un significado ni de condena ni de apoyo. Es algo mecánico que todos los aviones hacen: cuando técnicamente entran, avisan que están entrando, y nosotros lo hacemos con cortesía. Saludamos. No tiene ningún valor en el sentido que usted pregunta, solo un valor de cortesía.
Lo otro que me pide es qué pienso de la situación de Hong Kong. Pero no es solo Hong Kong: piense en Chile, piense en Francia, la democrática Francia: un año de “chalecos amarillo”. Piense en Nicaragua, piense en otros países latinoamericanos, Brasil, que tienen problemas del género, y también en algún país europeo. Es algo general. ¿Qué hace la Santa Sede con esto? Llama al diálogo, a la paz… Pero no es solo Hong Kong, hay varias realidades que tienen problemas que yo en este momento no soy capaz de valorar. Yo respeto la paz y pido la paz para todos esos países que tienen problemas. Problemas así hay también en España... Conviene relativizar las cosas y llamar al diálogo, a la paz, para que se resuelvan los problemas.
Roland Juchem, CIC: ¿Y cuándo irá a Pekín?
Ah, me gustaría ir a Pekín. Amo China...
Valentina Alazraki, Televisa: Papa Francisco, América Latina está en llamas. Hemos visto después de Venezuela y Chile imágenes que no pensábamos ver tras Pinochet. Henos visto la situación en Bolivia, Nicaragua y otros países: revueltas, violencia en las calles, muertos, heridos, incluso iglesias quemadas, violadas. ¿Cuál es su análisis de lo que está pasando en esos países? ¿La Iglesia y Usted personalmente, como Papa latinoamericano, están haciendo algo?
Alguno me ha dicho eso: “Se debe hacer un análisis”. La situación hoy en América Latina se parece a la del 1974-1980, donde en Chile, Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay con Strössner, y creo que también Bolivia, con Lidia Gueiler, tenían la operación Cóndor en aquel momento. Una situación en llamas, pero no sé si es un problema similar o de otro género. De verdad, en este momento no soy capaz de hacer el análisis total de esto. Es verdad que hay declaraciones no precisamente de paz. Lo que pasa en Chile me asusta, porque Chile está saliendo de un problema de abusos que ha hecho sufrir mucho y ahora tiene un problema del género que no entendemos bien. Pero está en llamas, como usted dice, y se debe buscar el diálogo y también el análisis. Aún no he encontrado un análisis bien hecho sobre la situación en América Latina. Y hay también gobiernos débiles, muy débiles, que no son capaces de poner orden y paz dentro. Y por eso se llega a esa situación.
Valentina Alazraki, Televisa: Evo Morales ha pedido su mediación, por ejemplo. Cosas concretas…
Sí, cosas concretas. Venezuela ha pedido la mediación y la Santa Sede siempre ha estado dispuesta. Hay una buena relación; estamos allí presentes para ayudar cuando es necesario. Bolivia ha hecho algo del estilo, aún no sé bien por qué camino, debo ver, pero también ha hecho una petición a las Naciones Unidad que han enviado delegados, y también algún país de la Unión Europea. Chile, no sé si ha hecho alguna demanda de mediación internacional. Brasil seguro que no, pero también allí hay problemas. Es algo un poco extraño, no quisiera decir una palabra más porque soy incompetente, porque no he estudiado bien y sinceramente no entiendo bien el problema.
Pero aprovecho su pregunta: habéis hablado poco de Tailandia, y Tailandia es otra cosa, diferente de Japón, otra cultura, totalmente diversa, una cultura de la trascendencia, una cultura también de la belleza, diversa de la belleza de Japón: una cultura con tanta pobreza y tantas riquezas espirituales. Pero hay también un problema que hace daño al corazón y que nos hace pensar en “Grecia y las otras” [libro di Valentina Alazraki]: usted es una maestra en ese problema de la explotación, usted lo ha estudiado bien, y su libro ha hecho mucho bien. Y Tailandia, algunos lugares de Tailandia son duros, son difíciles en esto. Pero está Tailandia del Sur, está también la bella Tailandia del Norte, donde no he podido ir, la Tailandia tribal, como está la India del Nordeste tribal, que tiene otra cultura. He recibido a una veintena de personas de aquella zona, los primeros cristianos, primeros bautizados, que vinieron a Roma, con otra cultura diversa, esas culturas tribales, que en India se conocen bien, pero en Tailandia todavía no se conocen bien; está en el Norte. Y Bangkok, hemos visto, es una ciudad modernísima, es una ciudad fuerte, grande, pero tiene problemas diversos que los de Japón y tiene riquezas diversas que las de Japón. Esto es importante. Pero el problema de la explotación he querido subrayarlo, y le agradezco a usted su libro.
Como también quería agradecer el “libro verde” [El alfabeto verde del Papa Francisco] de Franca Giansoldati… ¿dónde está? Ah, está ahí. Dos mujeres que vienen en el vuelo y que han hecho cada una un libro que toca problemas de hoy: el problema ecológico, el problema de la destrucción de la madre tierra, del ambiente; y el problema de la explotación humana, que usted ha tocado. Se ve que las mujeres trabajan más que los hombres y son capaces: gracias. Gracias a vosotras, ambas, por esa contribución. Gracias. Y todavía llevo en el corazón la camiseta de Rocío [se refiere a la camiseta de una joven mexicana asesinada, que Valentina Alazraki dio al Papa durante una reciente entrevista].
Y a todos vosotros, gracias por haber hecho preguntas directas, gracias. Esto hace bien, siempre hace bien. Rezad por mí. Buen provecho. Gracias.

11/27/19

Fomentar la “reflexión” y el “discernimiento” entre profesores y estudiantes

Discurso del Papa en la Universidad de Sofía

Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra mucho poder estar unos minutos con ustedes al final de mi visita apostólica, poco antes de dejar Japón y regresar a Roma.
Mi estadía en este país ha sido breve pero intensa. Agradezco a Dios y a todo el pueblo nipón por la oportunidad de poder visitar este país, que dejó una gran huella en la vida de san Francisco Javier, y donde tantos mártires dieron testimonio de su fe cristiana. A pesar de que los cristianos son una minoría, su presencia se siente. Yo mismo he sido testigo de la estima general que se tiene hacia la Iglesia Católica, y espero que este respeto mutuo pueda aumentar en el futuro. También he observado que, a pesar de la eficiencia y el orden que caracterizan a la sociedad japonesa, se percibe que se desea y se busca algo más: un hondo anhelo por crear una sociedad cada vez más humana, compasiva y misericordiosa.
El estudio y la meditación son parte de toda cultura, y vuestra cultura japonesa está, en este sentido, orgullosa de su herencia antigua y rica. Japón ha podido integrar el pensamiento y las religiones de Asia en su conjunto y crear una cultura con identidad definida. La Escuela Ashikaga, que tanto impresionó a san Francisco Javier, es un ejemplo de la capacidad de la cultura japonesa para absorber y transmitir el conocimiento. Los centros de estudio, meditación e investigación, siguen desempeñando un papel importante en la cultura actual. Por esta razón, es necesario que conserven su autonomía y libertad, en aras de un futuro mejor. Puesto que las universidades siguen siendo el lugar principal en el que se capacitan los líderes futuros, es necesario que el conocimiento y la cultura en toda su amplitud inspire todos los aspectos de las instituciones educativas volviéndose cada vez más inclusivas y generadoras de oportunidad y promoción social.
Sophia. Siempre el hombre, para administrar sus recursos de manera constructiva y eficiente, necesitó de la verdadera Sophia, de la verdadera Sabiduría. En una sociedad tan competitiva y tecnológicamente orientada, esta universidad debería ser un centro no sólo de formación intelectual, sino también un lugar donde pueda ir tomando forma una sociedad mejor y un futuro más lleno de esperanza. En el espíritu de la encíclica Laudato si’, añadiría que el amor por la naturaleza, tan típico de las culturas asiáticas, aquí debería expresarse en una inquietud inteligente y previsora por la protección de la tierra, nuestra casa común. Inquietud que pueda amalgamarse con la promoción de una nueva episteme capaz de ampliar y cuestionar todo intento reduccionista de parte del paradigma tecnocrático (cf. nn. 106-114). No perdamos de vista que «la auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (ibíd., 112).
La Sophia University ha estado siempre marcada por una identidad humanista, cristiana e internacional. Desde su fundación, la Universidad se ha enriquecido con la presencia de profesores de varios países, incluso a veces de países en conflicto entre sí. Sin embargo, todos estaban unidos por el deseo de dar lo mejor a los jóvenes de Japón. Ese mismo espíritu perdura también en las muchas formas en las que ustedes brindan ayuda a quienes más lo necesitan, aquí y en el extranjero. Estoy seguro de que este aspecto de la identidad de vuestra Universidad se fortalecerá cada vez más, de modo que los grandes avances tecnológicos de hoy puedan ponerse al servicio de una educación más humana, justa y ecológicamente responsable. La tradición ignaciana, en la que se basa Sophia, debe impulsar a profesores y estudiantes por igual a crear una atmósfera que fomente la reflexión y el discernimiento. Ningún estudiante de esta universidad debería graduarse sin haber aprendido cómo elegir, responsable y libremente, lo que en conciencia sabe que es lo mejor. Que en cada situación, incluso en las más complejas, se interesen por lo que en su conducta es justo y humano, cabal y responsable, decididos defensores de los vulnerables, y sean conocidos por esa integridad que tanto se necesita en estos momentos en que las palabras y las acciones a menudo son falsas o engañosas.
Las Preferencias Apostólicas Universales que propuso la Compañía de Jesús dejan claro que el acompañamiento de los jóvenes es una realidad importante en todo el mundo, y que todas las instituciones ignacianas deben fomentar ese acompañamiento. Como lo demuestra el Sínodo sobre los jóvenes y sus documentos, la Iglesia universal también mira con esperanza e interés a los jóvenes de todo el mundo. Vuestra Universidad en su conjunto debe centrarse en los jóvenes, que no sólo han de ser receptores de una educación preparada, sino también parte de esa educación, ofreciendo sus ideas y compartiendo su visión y esperanzas para el futuro. Que vuestra Universidad sea conocida por ese modelo de intercambio y por el enriquecimiento y vitalidad que esto genera.
La tradición cristiana y humanista de Sophia está totalmente en consonancia con otra de las preferencias que mencioné, la de caminar con los pobres y los marginados de nuestro mundo. La Universidad, enfocada en su misión, deberá estar abierta siempre a crear un archipiélago capaz de interconectar lo que social y culturalmente puede llegar a concebirse como separado. Los marginados serán creativamente involucrados e incorporados en el currículo universitario, buscando posibilitar las condiciones para que esto se traduzca en la promoción de un estilo educativo capaz de achicar brechas y distancias. El estudio universitario de calidad, más que considerarlo el privilegio de unos pocos, tiene que ir acompañado por la conciencia de saberse servidores de la justicia y del bien común; servicio a implementarse en el área que a cada uno le toque desarrollar. Una causa que nos compete a todos; el consejo de Pedro a Pablo sigue siendo cierto hoy: no olvidemos a los pobres (cf. Ga 2,10).
Queridos jóvenes, profesores, y todo el personal de la Sophia University: Que estas reflexiones y nuestro encuentro de hoy den fruto en sus vidas y en la vida de esta comunidad académica. El Señor y su Iglesia cuentan con ustedes para que participen en la misión de buscar, hallar y expandir la Sabiduría divina y ofrecer alegría y esperanza a la sociedad actual. Por favor, no se olviden también de rezar por mí y por todos los que más necesitan de nuestra ayuda.
Ahora, mientras me dispongo a dejar Japón, les agradezco, y a través de ustedes a todo el pueblo japonés, por la amable acogida y bienvenida que me han brindado durante esta visita. Los aseguro que los tendré presentes en mi corazón y en mi oración.

11/26/19

Formación de los laicos, desde el corazón de la Iglesia

Tener en cuenta un amplio panorama de los fieles laicos, de todas las categorías sociales y de todas las regiones del mundo, ayudará mucho a “pensar de modo creativo y realista” en esa tarea formativa
En un discurso a la primera Asamblea plenaria del Dicasterio para Laicos (16-XI-2019), Familia y Vida, reunida para tratar sobre “la formación de los laicos para reforzar su identidad y su misión en el mundo”, el Papa Francisco ha señalado la importancia de sentir desde el corazón de la Iglesia, entre otras actitudes de fondo.
Si bien es algo que tiene un significado especial para los que trabajan en un Dicasterio romano, al servicio de la Iglesia universal, sin embargo es interesante como perspectiva general para todos y particularmente para los fieles laicos.
El Papa desarrolló su argumento en torno a dos “imágenes”: "sentir con el corazón de la Iglesia" y “tener una mirada de hermanos”.

El corazón de la Iglesia madre

1. “Ahí está el futuro de los laicos: sentir con el corazón de la Iglesia”, afirmó Francisco. Y dentro de esta “imagen” señaló varios puntos.
En primer lugar les animó a “pasar de una perspectiva local a una universal: la Iglesia no se identifica con mi diócesis de proveniencia, o con el movimiento eclesial al que pertenezco, o con la escuela teológica o la tradición espiritual en la que me he formado”. Es bueno, en efecto −y bueno para todos− no acostumbrarse a lo que el Papa llamó “esos pequeños encierros”.
Y explicó la razón teológica de fondo: “La Iglesia es católica, es universal y es mucho más amplia, es de ánimo más grande, es decir, es ‘magnánima’, respecto a mi punto de vista individual”. Por eso, añadió, “sentir con el corazón de la Iglesia” quiere decir por eso sentir de modo católico, universal, mirando al todo de la Iglesia y del mundo y no solo una parte”.
Además, continuó Francisco, hay que esforzarse en ir más allá de las propias competencias personales, como teólogo, profesor, médico, conferenciante, formador pastoral, etc., para adoptar la perspectiva de la Iglesia-madre”. La experiencia o el conocimiento acumulado en algún campo, es siempre útil. Pero en el caso de quienes trabajan en servicio directo de la Iglesia −y de nuevo podría decirse que es conveniente para todos los cristianos y especialmente los educadores− siempre conviene dar “un paso más”La iglesia es madre. Les animaba a preguntarse ante su trabajo: ¿Cómo “ve” la Iglesia Madre esta realidad (todo lo que afecta a los laicos, a la familia y a la vida)? ¿Cómo la “siente”?
Para responder a estas preguntas Francisco enumeró algunas características de ese “sentimiento eclesial” que deriva de considerar a la Iglesia como verdadera madre.
Una madre desea ante todo la concordia entre sus hijos, sin favoritismos ni preferencias; propone siempre la colaboración entre todos, evitando oposiciones y antagonismos estériles, y animando a la fraternidad con vistas al bien común de la familia.
Una madre desea “que sus hijos crezcan siendo autónomos, creativos y emprendedores, y no que sean infantiles”. Es decir que se hagan adultos superando resistencias y miedos, con audacia y valentía, poniendo sus talentos al servicio de las tareas que deban emprender en la sociedad, en la cultura o en la política, afrontando los retos del mundo contemporáneo.
Además una madre custodia “la historia y la tradición vivas de la familia”; sabe mantener juntos el pasado (lo que de bueno se haya logrado en la familia) junto con el presente (los desafíos actuales) y el futuro. Así también la Iglesia vive en la tensión de la memoria y la esperanza, echando las semillas del Reino sin dejarse asediar por el éxito inmediato.

Una mirada de hermanos

2. Segunda “imagen”: tener una mirada de hermanos. También desarrolló varios aspectos. Como “hermanos en la fe”, responsables de estudiar el modo de extender el mensaje cristiano entre los laicos, es necesario recordar que “la fe nace siempre del encuentro personal con el Dios vivo y se alimenta de los Sacramentos de la Iglesia”. De ahí que. “cualquier formación cristiana debe siempre apoyarse en esa experiencia fundamental del encuentro con Dios y en la vida sacramental”.
Por ese motivo “la formación no puede concentrarse exclusivamente en el hacer”. Francisco señaló la necesidad en nuestros días de enseñar a todos −más niños, jóvenes y parejas casadas− a tener “una vida de oración, un diario y familiar coloquio con Dios”. Igualmente a contar con el acompañamiento en la vida espiritual, contando también con otros laicos.
En la tarea de formar a los fieles laicos, observó algo que ya había subrayado Juan Pablo II: “vuestra tarea no es principalmente la de crear iniciativas que miran a meter laicos en estructuras y programas eclesiales, sino la de hacer crecer en su conciencia de ser testigos de Cristo en la vida privada y en la sociedad; diría casi ‘signos visibles’ de la presencia de Cristo en cada ambiente”.
La base para hacer esto es el Bautismo. Y por tanto, apuntó el Papa, es preciso “ayudar a tantos discípulos de Cristo a vivir la vida ordinaria en conformidad a la gracia bautismal que han recibido. Hay tantos fieles laicos en el mundo que, viviendo con humildad y sinceridad su fe, son grandes luces para quien vive junto a ellos”.
Francisco les dió además dos consejos prácticos. Primero, les aconsejó pensar en su propia experiencia como formadores, en los retos y dificultades que ellos mismos, en las familias, en el trabajo en el barrio. Así se pueden comprender mejor las dificultades de los fieles laicos en todo el mundo, dificultades que son a menudo “aumentadas por condiciones de pobreza e inestabilidad social, por la persecución religiosa y la propaganda ideológica anti-cristiana”.
Segundo consejo: “empatizar con aquellos cristianos que viven experiencias diferentes a las vuestras”. Concretamente −y vale la pena recoger entera esta enumeración−: “los que no pertenecen a ninguna realidad eclesial particular; los que viven en las regiones más remotas de la tierra y que tienen pocas oportunidades de formación y de crecimiento humano y espiritual; los que representan una pequeña minoría en su país y viven en contextos multi-religiosos; los que nutren su fe exclusivamente a través de la religiosidad popular; los que son evangelizados solamente por la vida de oración vivida en familia”.
De esta manera, tener en cuenta ese amplio panorama de los fieles laicos, de todas las categorías sociales y de todas las regiones del mundo, ayudará mucho “pensar de modo creativo y realista” en esa tarea formativa. Una tarea que tiene como finalidad ayudar a los bautizados “a vivir con alegría, convicción y fidelidad la pertenencia a Cristo, siendo discípulos misioneros, protagonistas en la promoción de la vida, en la defensa de la recta razón, de la justicia, de la paz, del la libertad, al favorecer la sana convivencia entre los pueblos y culturas”.

La mujer en la Iglesia

3. En la última parte, el Papa desarrolló dos puntos que estaban implícitos en su discurso. Por un lado, advirtió de nuevo sobre el “peligro de clericalizar a los laicos” (en la línea de encerrarlos en las tareas intraeclesiales sin tener en cuenta que su vocación y misión propia tienen que ver con la transformación de la sociedad, viviendo su fe en medio de las tareas cotidianas).
Por otro lado, señaló la importancia de la mujer en la Iglesia: “Seguir adelante para poner a las mujeres en los puestos de consejo, incluso de gobierno, sin miedo. Siempre teniendo presente una realidad: el lugar de la mujer en la Iglesia no es solo por funcionalidad”. La mujer puede perfectamente −decía el Papa− presidir un Dicasterio. Pero su papel va “más allá” de las cuestiones de organización eclesial.
Y explicó el significado de ese más allá con estas palabras: “La mujer es la imagen de la Iglesia madre, porque la Iglesia es mujer; no es ‘el’ Iglesia, es ‘la’ Iglesia. La Iglesia es madre. (...) Es ese principio mariano propio de la mujer; una mujer en la Iglesia es la imagen de la Iglesia esposa y de la Virgen”.
Apuntaba así Francisco a un horizonte amplio y profundo, a la vez que concreto, para comprender el papel específico de la mujer en la Iglesia, de modo complementario a su papel en el mundo, en la línea que también señaló san Juan Pablo IIa la mujer −también a la mujer cristiana− le ha sido confiada la persona humana; y le ha sido confiada como mujer, como madre, como esposa.
Ya en otras ocasiones, como al final de los trabajos del Sínodo sobre la Amazonia (cf. Discurso, 26-X-2019), Francisco ha señalado esta dirección para la Iglesia.
Como madre de la familia de la Iglesia, María representa esta tarea formativa. Por eso, en su discurso el Papa ha propuesto mantener la mirada fija en la Virgen Madre cuando estaba en oración, esperando la venida del Espíritu Santo en la Iglesia naciente:
“María, que personifica perfectamente la Iglesia-madre y enseña a todos los discípulos de su Hijo a vivir como hermanos. Esa imagen de la Virgen en oración, en espera del Espíritu Santo: es la Madre que hace vivir como hermanos”.