AGUSTÍN, UN GENIO DE LA HUMANIDAD Y UN GRAN SANTO
El cardenal arzobispo de Milán Angelo Scola celebrará la eucaristía mañana 28 de agosto, fiesta litúrgica de san Agustín, ante la tumba del santo situada en la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro, en la ciudad de Pavía, Italia.
Según informa la Curia Generalicia Agustiniana, ante la tumba celebrarán también en horas diversas el obispo de Pavía monseñor Giovanni Giudici y el prior general de la Orden de San Agustín, padre Robert F. Prevost.
El cardenal Angelo Scola ha valorado la figura de san Agustín en una entrevista hecha pública por la Curia Generalicia Agustiniana. La presencia del cardenal Scola, arzobispo de la diócesis ambrosiana, en este acto renueva la estrecha relación que existió entre san Ambrosio y san Agustín.
A este respecto, declara el cardenal en la citada entrevista: “Ambrosio y Agustín vivieron decenios difíciles del pasado, entre lo antiguo, representado por el imperio romano ya extenuado y encaminado a su inexorable declive, y lo nuevo que se anunciaba en el horizonte pero del que no se veía todavía nítidamente el perfil. Estaban inmersos en una sociedad por muchos aspectos similar a la nuestra, sacudida por continuos y radicales cambios, bajo la presión de los pueblos extranjeros y agobiada por la depresión económica debida a las guerras y las carestías”.
“En estas condiciones –añade el cardenal--, aún en la profunda diversidad de historia y temperamentos, Ambrosio y Agustín fueron anunciadores indomables del acontecimiento de Cristo a cada hombre, en la humilde certeza de que la propuesta cristiana, si se asume libremente, es un recurso valioso para la construcción del bien común. Ellos fueron defensores incansables de la verdad, sin mirar los riesgos y dificultades que esto comporta”.
Tomando prestadas palabras actuales, el cardenal Scola define a los dos santos “como dos paladines de la dimensión pública de la fe y de un sano concepto de laicidad”.
Para el cardenal la perenne actualidad del pensamiento y la aventura humana de san Agustín se explica por “el corazón inquieto del que el mismo habla al principio de las Confesiones". Y destaca que "su incansable búsqueda, que ha fascinado a los hombres de todos los tiempos, es especialmente valiosa para nosotros hoy, inmersos (y a menudo sumergidos) en las angustias de este inicio del tercer milenio. Una búsqueda que no se detiene en la dimensión horizontal, aunque esta sea sin fin: sino que se adentra en la vertical".
El cardenal concluye dando su personal definición del santo obispo de Hipona: "Un genio de la humanidad y un gran santo, es decir un hombre plenamente logrado. Me impresionó, en este sentido, una afirmación de Maritain, que cito repetidamente a los jóvenes, a menudo tan obsesionados por el problema del éxito y la autorrealización: 'No hay personalidad verdaderamente perfecta sino en los santos. Pero ¿cómo? ¿Los santos se han propuesto desarrollar la propia personalidad? No. La han encontrado sin buscarla, porque no la buscaban sino sólo a Dios'".