El Papa ayer en la Audiencia
Queridos hermanos y hermanas:
En las catequesis precedentes hemos visto cómo la Iglesia constituye un pueblo, un pueblo preparado con paciencia y amor por Dios, y al cual todos estamos llamados a pertenecer. Hoy quisiera destacar la novedad que caracteriza a este pueblo, hay una novedad que la caracteriza: se trata realmente de un pueblo nuevo, que se funda en la nueva alianza establecida por el Señor Jesús con el don de su vida. Esta novedad no niega el camino anterior ni se contrapone a él, sino lo lleva hacia adelante, lo lleva a cumplimiento.
1. Hay una figura muy significativa, que hace de bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: la de Juan el Bautista. Para los Evangelios Sinópticos es el “precursor”, el que prepara la venida del Señor, predisponiendo al pueblo a la conversión del corazón y a la acogida de la consolación de Dios, ya cercano. Para el Evangelio de Juan es el “testigo”, ya que nos permite reconocer en Jesús Aquel que viene de lo alto, para perdonar nuestros pecados, y para hacer de su pueblo su esposa, primicia de la nueva humanidad. Como “precursor” y “testigo”, Juan el Bautista juega un papel central al interno de toda la Escritura, en cuanto hace de puente entre la promesa del Antiguo Testamento y su cumplimiento, entre las profecías, y su realización en Jesucristo. Con su testimonio Juan nos indica a Jesús, nos invita a seguirlo, y nos dice en términos inequívocos que esto requiere humildad, arrepentimiento y conversión. Es una invitación que hace ¿no? a la humildad, al arrepentimiento y a la conversión.
2. Como Moisés había pactado la alianza con Dios, en virtud de la ley que recibió en el Sinaí, así Jesús, desde una colina junto al lago de Galilea, entrega a sus discípulos y a la multitud una nueva enseñanza que comienza con las Bienaventuranzas. Moisés da la ley en el Sinaí, y Jesús, el “nuevo Moisés” da la ley en aquel monte, a orillas del lago de Galilea. Las Bienaventuranzas son el camino que Dios indica como respuesta al deseo de felicidad inherente al hombre, y perfecciona los mandamientos de la Antigua Alianza. Estamos acostumbrados a aprender los Diez Mandamientos −seguramente todos ustedes los saben, en catequesis los hemos aprendido. Pero no estamos acostumbrados a repetir las bienaventuranzas. Probemos ahora a recordarlas y grabarlas en nuestros corazones. Hagamos una cosa: yo diré una después de la otra. Yo digo una y ustedes harán la repetición, ¿de acuerdo?
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
(R: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos).
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
(R: Bienaventurados...)
Bienaventurados ustedes cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Los ayudo: Bienaventurados ustedes cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
(R: Alégrense y regocíjense…)
¡Muy bien! Pero hagamos una cosa, les doy una tarea, una tarea para hacer en casa: tomen el Evangelio, el que llevan con ustedes −recuerden que deben llevar siempre un pequeño Evangelio con ustedes, en el bolsillo, en la bolsa, ¡siempre!− o aquél que tienen en casa. Llevar el Evangelio y en los primeros capítulos de Mateo, en el cinco, están las Bienaventuranzas. Y hoy, mañana, en casa, léanlas, ¿eh? ¿Lo harán? (responden: sí) ¡Para no olvidarlas porque son la ley que nos da Jesús! ¿Lo harán? (responden: sí) ¡Gracias!
En estas palabras está toda la novedad traída por Cristo: toda la novedad de Cristo está en estas palabras. En efecto, las Bienaventuranzas son el retrato de Jesús, su modo de vida; y son el camino hacia la verdadera felicidad, que también nosotros podemos recorrer con la gracia que Jesús nos dona.
3. Además de la nueva ley, Jesús nos entrega también el “protocolo” con el que seremos juzgados −porque en el fin del mundo seremos juzgados− y, ¿cuáles serán las preguntas que nos harán allá? ¿cuáles serán éstas preguntas? ¿cuál es el protocolo con el cual el Juez, nos juzgará? Es aquel que encontramos en el vigésimo quinto capítulo del Evangelio de Mateo 25. Hoy, la tarea es leer el quinto capítulo del Evangelio de Mateo en donde están las Bienaventuranzas y también leer el vigésimo quinto, en donde está el protocolo, las preguntas que nos harán el día del juicio.
No tendremos títulos, créditos o privilegios que excusar. El Señor nos reconocerá si a nuestra vez nosotros lo habremos reconocido en el pobre, en el hambriento, en los indigentes y marginados, en quien sufre y está solo... Este es uno de los criterios fundamentales para la verificación de nuestra vida cristiana, con el que Jesús nos invita a medirnos cada día.
Yo leo las Bienaventuranzas, pienso cómo debe ser mi vida cristiana… y luego hago el examen de conciencia con este capítulo veinticinco de Mateo. Cada día: hice esto, hice esto, hice aquello. Nos hará bien ¿eh? Son cosas simples, ¡pero concretas!
Queridos amigos, la nueva alianza consiste precisamente en esto: en el reconocerse, en Cristo, envueltos por la misericordia y la compasión de Dios. Esto es lo que llena nuestro corazón de alegría, y esto es lo que hace de nuestra vida un testimonio bello y creíble del amor de Dios por todos los hermanos que encontramos cada día. Recuérdense las tareas, ¿eh? Capítulo quinto de Mateo, y capítulo veinticinco, de Mateo. ¡Gracias!