Un joven que deja su trabajo y entra en el seminario, enamorado de Dios, de las vocaciones, de la Eucaristía. Diego de La-Chica cuenta en Omnes su testimonio como seminarista.
“Si tuviésemos fe, veríamos a Dios escondido en el sacerdote como una luz tras el cristal, como el vino mezclado con agua”. Esto afirmó el Santo Cura de Ars. Diego de La-Chica, un joven seminarista, tiene un corazón enamorado de Dios que ha entregado por completo para ser ese cristal que deje pasar la luz. En Omnes cuenta su testimonio en el seminario, explicando su día a día, lo que más le impresiona de su vocación y su relación con Cristo.
¿Cómo pasas de ser un estudiante de Psicología a ser seminarista en Navarra?
Yo ya estaba trabajando, había terminado la carrera y había hecho el máster. Antes de empezar el máster, yo ya lo veía más o menos claro, pero me daba bastante vértigo. Antes de terminar el máster, que era de un año y medio, cuando llevaba un año, me lancé. Hablé con el rector y realicé un año de propedéutico, que es un tiempo de introducción que es obligatorio en España.
Durante el año de propedéutico yo cada vez iba teniendo más ganas porque iba viendo que el Señor me estaba llamando. Lo más difícil fue dejar el trabajo. Llevaba cinco meses trabajando en Proyecto Hombre, estaba en la parte residencial, con personas que pasan nueve meses ahí ingresados. Aprendía mucho de ellos, me lo pasaba muy bien. Era un trabajo muy bonito que me gustaba mucho y es lo que más me ha costado dejar.
¿Tu labor como psicólogo y tus estudios te ayudan a entender cosas o te permiten proyectarte mejor en tu labor como sacerdote?
Claro que me han ayudado, en el seminario tenemos dos asignaturas de psicología. En Proyecto Hombre me di cuenta de que muchas personas tenían problemas que no eran de carácter psicológico o físico, sino espiritual.
Yo creo que la psicología es muy importante. En la dirección espiritual, en la confesión o para la labor en las parroquias conviene que sepas de psicología, para poder entrar bien, para conocer las causas.
A pesar de todo, la misericordia del Señor es la única que sabe, pero tú puedes ayudar a que vean desde el punto de vista de la psicología. Esto hay que matizarlo, pero creo que en eso los estudios puede ayudar.
¿Cómo es tu día a día en el seminario?
Cambia mucho el horario de lunes a viernes pero nosotros, a excepción del lunes, tenemos oración personal a las siete y cuarto. A las ocho menos cuarto hay Misa con laudes, a las ocho y media desayuno. Luego, de nueve y cuarto hasta la una y cinco o dos menos diez, depende de las asignaturas, tenemos clase.
Después hacemos la hora intermedia, una oración de la Liturgia de las Horas. Al terminar, comemos, recogemos y limpiamos. De tres a cuatro solemos tener tiempo libre, que se dedica casi siempre al deporte. A las cinco y media tenemos merienda y después, dependiendo del día, hay lectio divina, adoración, formación con visitas externas, etc.
Después de cenar, algunos rezamos el Rosario, luego hacemos completas (otra oración) y a partir de las diez hay silencio hasta la mañana siguiente.
En tus manos van a estar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, tú vas a ser otro Cristo, ¿cómo reaccionas al saber eso?
Depende del momento. Algunas veces lo piensas y es una pasada, una locura. Hay veces que tengo sensación de vértigo y de miedo porque soy un pecador, sigo igual de pecador que siempre. Muchas veces no somos conscientes pero en alguna asignatura, en la que vamos hablando de las partes de la Misa, hemos profundizado en el misterio, en el lenguaje apocalíptico y su modo de plasmarse en la Santa Misa, y lo vas pensando, lo vas viviendo, y cuando lo ves alucinas.
Hay una tontería que me ocurre mucho y es que hay un momento en la Misa en el que soy consciente de que está Cristo, detrás de Cristo, sosteniendo a Cristo. Cuando el sacerdote, que es Jesús, eleva a Jesús Eucaristía detrás de Cristo altar, es una locura.
Cuanto más consciente eres de lo que es la Misa, de lo que significa cada cosa, todo se vuelve más bonito y, a la vez, te das cuenta de que es algo serio. De hecho creo que el demonio muchas veces ataca con eso, tanto con hacerte pensar que no hay más, que lo importante es solo la Eucaristía y que todo lo demás da igual; o te hace ver que no eres nada y que no mereces nada de esto. Si bien, es verdad que no lo merecemos, no podemos hacer nada que nos haga merecer sostener a Cristo, y menos aún consagrar su Cuerpo y su Sangre.
¿Es saber que vas a consagrar lo que más te impresiona de tu vocación?
Yo diría que sí. Eso y el perdonar pecados que es también una locura. O el bautizar, hacer que alguien sea hijo de Dios. Muchas veces lo vemos de refilón, pero todos los sacramentos son una pasada.
¿Qué tiene que tener claro un chico antes de entrar al seminario?
No hay nada que se pueda imponer, de decir que tiene que tenerlo claro al 100%, porque entonces nadie entraría en el seminario. Lo único es que realmente esa persona, en mayor o menor medida, sea consciente de que Dios le está salvando y que la vocación no es una cosa para ti. Ahora no hablo solo del sacerdocio, cualquier vocación es de entrega. El matrimonio es claramente una entrega completa a Dios a través de tu marido o de tu mujer.
Hay que tener clara, en mayor o menor medida, la entrega, y que la vocación es un don que no mereces, que es para servir a Dios y saber que Él te ha salvado. Si no ves a Cristo como salvador, no tiene sentido que entres al seminario.
Es importante también ser capaz de amar las demás vocaciones y estar dispuesto a lo que te pida el Señor. En general, para saber cuál es tu vocación, para poder escuchar a Dios y saber lo que te está pidiendo realmente, tienes que estar dispuesto a cualquier vocación a la que te llame. Para eso tienes que amar esas vocaciones. Otra cosa es que veas que no es lo tuyo, eso es normal.
¿Ha cambiado tu relación con Cristo desde que estás en el seminario y sabes que vas a ser sacerdote?
En parte sí y en parte no. La oración cada vez es más fácil, cada vez hay más temas, igual que con un amigo. En ese sentido, yo diría que ha cambiado la relación en cuanto que es más, pero no en cuanto a diferente.
Durante la lectio divina cogemos las lecturas del domingo, las meditamos y compartimos entre nosotros lo que el Señor nos dice en esa oración. Ahí sí que noto que Dios habla de muchas formas y una de ellas es a través de la gente.
Cuando estaba en Proyecto Hombre había un hombre, ateo declarado, que me vacilaba mucho por ser católico. Nos llevábamos muy bien y un día me pidió que le bautizara. Yo le dije que no podía porque, sin ser sacerdote, solo le podía bautizar en peligro de muerte. Él me respondió que, por no estar bautizado, ya estaba en peligro de muerte. Dios habla mucho a través de estas cosas y eso lo noto mucho especialmente en la lectio.
Este es uno de los puntos que más me ayuda y más me gusta del seminario en la oración. Es una locura que, cuando estás en la iglesia ayudando, escuchas las lecturas varias veces, recuerdas lo que tus compañeros han dicho porque el Señor les ha inspirado y eso también te habla a ti. Disfrutas la Misa muchísimo. Rezas y estás con el Señor muy cerca.
Acolitar, ser monaguillo, es una locura. Tienes a Dios a dos metros en el momento de la Consagración. Vas viendo, vas entendiendo las cosas que Dios te quiere decir.
La oración al final es conocer y hablar con Dios que te conoce, te ama. Le vas conociendo, te dejas conocer más por Él, te conoces más a ti mismo y te sorprendes de cómo Dios te ha ido ayudando en cada momento. Te das cuenta de los signos y señales que Él ha ido dejando para que te des cuenta de cuál es tu vocación, que pueden ser cosas muy pequeñas pero que son para ti, que es el lenguaje que tú necesitas. El Señor lo hace todo para ti y es maravilloso.
Fuente: omnesmag.com