En san José “se perfila el hombre nuevo”
El Papa ayer con motivo del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!:
En este cuarto domingo de Adviento el Evangelio de san Mateo narra cómo sucede el nacimiento de Jesús colocándose desde el punto de vista de san José. Él era el prometido de María, la cual “antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18). El Hijo de Dios, realizando una antigua profecía (cf. Is 7,14), se hace hombre en el seno de una virgen, y ese misterio manifiesta a la vez el amor, la sabiduría y el poder de Dios a favor de la humanidad herida por el pecado. San José es presentado como hombre “justo” (Mt 1,19), fiel a la ley de Dios, disponible a cumplir su voluntad. Por eso entra en el misterio de la Encarnación después de que un ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le anuncia: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21).
Abandonado el pensamiento de repudiar en secreto a María, la toma consigo, porque ahora sus ojos ven en ella la obra de Dios.
San Ambrosio comenta que “En José nos fue dada la amabilidad y la figura del justo, para hacer más digna su calidad de testimonio” (Exp. Ev. sec. Lucam II, 5: CCL 14,32-33). Él -prosigue Ambrosio- “no habría podido contaminar el templo del Espíritu Santo, la Madre del Señor, el seno fecundado por el misterio” (ibid., II, 6: CCL 14,33). A pesar de haber experimentado turbación, José actúa “como le había ordenado el ángel del Señor”, seguro de cumplir lo justo. También poniendo el nombre de “Jesús” a ese Niño que rige todo el universo, él se sitúa en las filas de los servidores humildes y fieles, parecidos a los ángeles y a los profetas, parecidos a los mártires y a los apóstoles -como cantan antiguos himnos orientales. San José anuncia los prodigios del Señor, dando testimonio de la virginidad de María, de la acción gratuita de Dios, y custodiando la vida terrena del Mesías. Veneremos por tanto al padre legal de Jesús (cf. CCC, 532), porque en él se perfila el hombre nuevo, que mira con fe y valentía al futuro, no sigue su propio proyecto, sino que se confía totalmente a la infinita misericordia de Aquel que realiza las profecías y abre el tiempo de la salvación.
Queridos amigos, a san José, patrono universal de la Iglesia, deseo confiar a todos los Pastores, exhortándoles a ofrecer “a los fieles cristianos y al mundo entero la humilde y cotidiana propuesta de las palabras y de los gestos de Cristo” (Carta Convocatoria del Año Sacerdotal). Que nuestra vida pueda adherirse cada vez más a la Persona de Jesús, precisamente porque “Aquel que es el Verbo asume Él mismo un cuerpo, viene de Dios como hombre y atrae a sí a toda la existencia humana, la lleva al interior de la palabra de Dios” (Jesús de Nazaret, Milán 2007, 383). Invoquemos con fe a la Virgen María, la llena de gracia “adornada por Dios”, para que, en la próxima Navidad, nuestros ojos se abran y vean a Jesús, y el corazón se alegre en este admirable encuentro de amor.