LA COMUNICACIÓN ES NECESARIA PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Padre José Antonio Pérez SSP
El pasado mes de octubre se celebró la XIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, con el lema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Desde hace años la terminología “nueva evangelización” resulta ya familiar para los creyentes, especialmente desde que el beato Juan Pablo II empezó a usarlo repetidas veces. De hecho, la convocatoria del Sínodo con este tema no es sino uno de los frutos concretos de la necesidad que el pueblo de Dios sentía desde hace tiempo, un intento de responder a los retos actuales planteados por el agnosticismo y la indiferencia religiosa.
“¿Por qué la media europea de católicos practicantes ha pasado de más del 70% en la primera mitad del siglo XX a menos del 10% en los albores del nuevo milenio? ¿Por qué tenemos más funerales de bautismos? ¿Por qué Europa corre el riesgo de convertirse en un continente postcristiano?”, se preguntaba hace unos meses Robert Cheaib, en la edición italiana de ZENIT (ver: http://www.zenit.org/article-32734?l=italian).
Sin duda hay que tener en cuenta la complejidad de los elementos que han llevado a la situación actual; pero esta realidad exige a los cristianos una autocrítica seria que, sin embargo, no debería desembocar en el pesimismo, sino en un impulso para elevar la fe a una eficaz toma de conciencia del mandato de la evangelización que todo cristiano ha recibido.
Una fe que se transforma en evangelización
Nace, pues, espontánea la necesidad de una “nueva evangelización”, que no puede ser solo una palabra bonita, una moda, y ni siquiera una ola de entusiasmo que pasa sin dejar huella, sino que debe ir al fondo de lo que habría que hacer, cambiar y recuperar para un anuncio eficaz del Evangelio hoy.
“El mundo necesita una nueva, larga y profunda evangelización”. Esta frase, que parecería haber sido pronunciada por uno de los participantes en el reciente Sínodo, fue escrita por el beato Santiago Alberione en 1926. Y él mismo afirmaba en 1950: “El apostolado es la flor de un verdadero amor a Dios y a las almas... Supone un corazón ardiente, que no puede contener y comprimir el fuego interior: por eso, se extiende y se manifiesta en todas las formas acordes con la Iglesia...”.
Ciertamente, nos encontramos ante una empresa colosal, que afecta a todos, pero “no es tarea de aficionados, sino de verdaderos apóstoles”.
“Hoy el gran mundo, los jóvenes, la clase dirigente --constataba el padre Alberione--, reciben diariamente otras doctrinas, escuchar otras teorías en la radio, asisten a toda clase de exhibiciones de cine, ven la televisión... generalmente amoral o inmoral. El sacerdote predica a un pequeño rebaño, con iglesias casi vacías en muchas regiones... Nos dejan los templos cuando nos los dejan, y se llevan las almas”. Y en 1960 afirmaba: “La prensa, el cine, la radio, la televisión son hoy las más urgentes, las más rápidas y eficaces obras del apostolado católico. Puede que los tiempos nos reserven otros medios mejores. Pero en la actualidad parece que el corazón del apóstol no podría desear nada mejor para dar a Dios a las almas y las almas a Dios”.
El desafío de la comunicación
El reciente Sínodo ha reconocido una vez más que el uso de los medios de comunicación social juega un papel fundamental para llegar a todos con el mensaje de la salvación e insiste en la necesidad de una formación adecuada: “En este campo, especialmente en el mundo de las comunicaciones electrónicas, es necesario que los cristianos convencidos sean formados, preparados y capacitados para transmitir fielmente el contenido de la fe y la moral cristiana. Deben tener la capacidad de hacer un buen uso de las lenguas y las herramientas actuales que están disponibles para la comunicación en la aldea global... La educación para el uso racional y constructivo de los medios de comunicación social, es una herramienta importante para la nueva evangelización” (cfr. Prop. No. 18).
La apertura a los signos de los tiempos hizo del beato Alberione un verdadero profeta en diversos campos de la vida de la Iglesia (el papel de la mujer y de los laicos en la Iglesia, la crisis de fe y práctica religiosa, la crisis de vocaciones, la necesidad de llevar la palabra de Dios al centro de la vida cristiana...). Pero especialmente lo abrió a los medios más rápidos y eficaces para la evangelización. Convencido de la necesidad de “salvar a los hombres de hoy con los medios de hoy”, adoptó la comunicación de todos los tiempos con la convergencia de las diversas formas de apostolado de su Familia religiosa.
Pablo VI lo reconoció abiertamente cuando, en presencia del Fundador, afirmó en 1969: “Ahí lo tenéis: humilde, silencioso, incansable, siempre vigilante, siempre recogido en sus pensamientos, que corren de la oración a la acción, siempre pendiente de escudriñar los signos de los tiempos, es decir, las formas más geniales para llegar a las almas. Nuestro padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para dar fuerza y amplitud a su apostolado, nuevas capacidades y nueva toma de conciencia de la validez y las posibilidades de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos”.
No simples subsidios, sino verdadera evangelización
En la línea de pensamiento del Magisterio, es más actual que nunca la intuición del Fundador de la Familia Paulina cuando habla de la “predicación escrita junto a la predicación oral”, que se traduce en el uso de la comunicación no como simple “medio”, sino como “una nueva forma de evangelización”. Como ha dicho Benedicto XVI, “no cambia solo el modo de comunicar, sino la comunicación misma”; y por tanto invita no solo “a expresar el mensaje evangélico en el lenguaje de hoy”, sino también a “pensar la relación entre la fe, la vida de la Iglesia y los cambios” actuales.
No se trata de usar la comunicación solo como un “lenguaje” sino de “pensar” en un modo nuevo de expresar la fe. Es la gran intuición del beato Santiago Alberione: la “preocupación pastoral” de la comunicación, entendida no solo como una de varias formas de llevar a cabo la labor pastoral, sino como una “nueva evangelización” integral, de la que el mundo tiene hoy más urgencia que nunca: “El mundo necesita una nueva, larga y profunda evangelización”. No solo nueva, sino también larga y profunda.