ROCÍO LANCHO GARCÍA
El Santo Padre ha visitado la Porciúncula con motivo del VIII Centenario del Perdón de Asís. Al finalizar la meditación ha confesado a 19 personas
Y es que el Santo Padre ha viajado por segunda vez hasta la ciudad del santo del que tomó nombre como Pontífice. En esta ocasión, el viaje se ha realizado con motivo del VIII Centenario del Perdón de Asís. El Papa ha llegado a la ciudad de san Francisco a las 16.00 en helicóptero y se ha dirigido a la basílica de Santa María de los Ángeles. Allí, ha ido directamente a la Porciúncula y se ha recogido en oración silenciosa.
En su meditación centrada en el perdón, el Santo Padre ha querido recordar las palabras que, según la antigua tradición, san Francisco pronunció justamente en ese lugar ante todo el pueblo y los obispos: «Quiero enviaros a todos al paraíso».
Al respecto ha recordado que el paraíso es “ese misterio de amor que nos une por siempre con Dios para contemplarlo sin fin”. Jamás estamos solos cuando vivimos la fe, “nos hacen compañía los santos y los beatos, y también las personas queridas que han vivido con sencillez y alegría la fe, y la han testimoniado con su vida”, ha explicado el Santo Padre.
Por otro lado, ha asegurado que la vía maestra que se debe recorrer para lograr ese puesto en el paraíso es “el perdón”. Y en el Porciúncula, “todo habla de perdón”. Así, el papa Francisco ha asegurado que el Señor nos ha hecho un gran regalo “enseñándonos a perdonar para experimentar en carne propia la misericordia del Padre”.
Además, ha recordado que debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal “porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más”. Sabemos bien –ha recordado Francisco– que estamos llenos de defectos y recaemos frecuentemente en los mismos pecados. Sin embargo, “Dios no se cansa de ofrecer siempre su perdón cada vez que se lo pedimos”, ha precisado.
Y este es un “perdón pleno”, que nos da la certeza de que “Él tiene piedad de nosotros y no deja de amarnos”. Nuestro Padre –ha insistido– se apiada siempre cuando estamos arrepentidos, y nos manda a casa con el corazón tranquilo y sereno, diciéndonos que nos ha liberado y perdonado todo.
El Papa ha subrayado que “el perdón de Dios no conoce límites; va más allá de nuestra imaginación y alcanza a quien reconoce, en el íntimo del corazón, haberse equivocado y quiere volver a Él”. Dios, ha añadido, mira el corazón que pide ser perdonado.
Por otro lado, ha observado que el problema surge “cuando nosotros nos ponemos a confrontarnos con nuestro hermano que nos ha hecho una pequeña injusticia”. Y ha advertido de que “cuando estamos nosotros en deuda con los demás, pretendemos la misericordia”; en cambio cuando estamos en crédito, “invocamos la justicia”. Este no puede ser el estilo de vida de los cristianos, ha asegurado.
Por esta razón, el Santo Padre ha asegurado que “limitarnos a lo justo, no nos mostraría como discípulos de Cristo, que han obtenido misericordia a los pies de la cruz sólo en virtud del amor del Hijo de Dios”.
Al finalizar la meditación, el Santo Padre ha invitado a los frailes y obispos presentes a ir a los confesionarios “para estar a disposición del perdón”. “Yo también iré”, ha anunciado por sorpresa, ya que no estaba previsto que el Papa confesara tras la meditación. Mientras el Papa confesaba, los fieles presentes en la Basílica rezaban el rosario, animados por los cantos del coro. El Santo Padre ha estado confesando durante casi una hora a 19 personas: una franciscano, dos sacerdotes, 4 scout, una señora en silla de ruedas y 11 voluntarios del servicio de la Basílica.
Después se ha dirigido a la enfermería del Convento donde ha saludado a unos diez religiosos enfermos con sus cuidadores. Finalmente ha salido a la plaza de la Basílica y ha saludado a los fieles allí reunidos.