Cardenal Bagnasco (ZENIT – Roma)
En la misa en honor a san Lorenzo, el arzobispo de Génova explica que existe hoy también una forma más sutil de persecución
Fue asesinado el 10 de agosto del 258 por orden del emperador romano Valeriano porque no estaba dispuesto a negociar su fe en Cristo. El martirio de san Lorenzo es todavía actual. Lo es en la medida en la que, en el mundo, muchos cristianos están dispuestos a aceptar sacrificios por no aceptar al pensamiento dominante.
Lo dijo este miércoles el cardenal Angelo Bagnasco, en la misa celebrada en ocasión de la fiesta de san Lorenzo, patrón de la catedral de Génova, de la que es arzobispo el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
La historia de san Lorenzo sugiere al purpurado italiano una comparación con la época contemporánea: “mientras continúan las persecuciones clásicas, que conocemos de una historia que se creía lejana, hoy se añaden formas refinadas pero no menos crueles, legalizadas pero no menos injustas”. Su referencia es a “nuestro viejo occidente”, “enfermo como está en las propias ideologías fracasadas”, que presume de “derechos” mientras que “discriminan el cristianismo cada vez más”. Sin embargo –advirtió el cardenal– ningún poderoso de la tierra podrá poseer para siempre el corazón del hombre a través de la propaganda de las mentiras, con promesas trucadas, democracias aparentes.
Hoy, añadió el presidente de la CEI, en nombre de valores como la igualdad, la tolerancia, los derechos, se pretende marginar el cristianismo y se quiere crear un orden mundial sin Dios, donde la diversidad por una parte es exaltada y por otro es aplastada. Existe “la voluntad prepotente de homologar, de querer condicionar las visiones profundas de la vida y de los comportamientos, el sistemático restablecimiento de las identidades culturales”.
Se está llevando a cabo en Europa –según el cardenal Bagnasco– una refundación continental dañina que los pueblos sienten pesada y arrogante, donde el cristianismo viene considerado divisivo porque no se postrar a los emperadores de turno. Pero “la historia demuestra que cuando los poderosos se concentran en la propia supervivencia para ambiciones personales, y renuncian a los intereses públicos, es la hora de la decadencia”.
El arzobispo de Génova recordó que “la crisis del mundo es sobre todo una crisis espiritual” y “nuestro continente, frente a los desafíos actuales, tartamudea porque está perdido y asustado, porque ya no sabe quién es, habiendo cortado sus orígenes culturales y religiosos, hasta sentir vergüenza de las propias tradiciones, de los propios símbolos y de los propios ritos”.
A propósito de san Lorenzo, el cardenal Bagnasco precisó el valor que el cristianismo da al martirio: “El mártir no es aquel que pierde la vida en el intento de quitarla a los otros, sino aquel que ofrece su vida para que los otros la tengan”. Como recuerda el Evangelio de esta memoria litúrgica: “Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto” y “los frutos verdaderos son vida, no muerte”.
Por otro parte, “la vida humana es sagrada porque viene de Dios” por tanto –la conclusión del arzobispo de Génova– es que “va siempre respetada y nadie se la puede quitar a sí mismo o a los otros”.