Discurso del Papa ayer en Loreto
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Y gracias por vuestro calurosa bienvenida, ¡gracias!
Las palabras del ángel Gabriel a María: “Alégrate, llena de gracia” (Lc 1, 28), resuenan de manera singular en este Santuario, un lugar privilegiado para contemplar el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Aquí, de hecho, están las paredes que, según la tradición, provienen de Nazaret, entre las cuales la Santísima Virgen pronunció su “sí”, convirtiéndose en la madre de Jesús. Desde que la llamada “casa de María” se convirtió en una presencia venerada y amada en este lugar, la Madre de Dios no ha dejado de conseguir beneficios espirituales para aquellos que, con fe y devoción, vienen aquí para rezar. Entre estos, hoy también me coloco yo, y agradezco a Dios el habérmelo concedido precisamente en la fiesta de la Anunciación.
Saludo a las Autoridades, con gratitud por su acogida y su colaboración. Saludo al arzobispo Fabio Dal Cin, que ha expresado los sentimientos de todos vosotros. Con él saludo a los otros prelados, a los sacerdotes, a las personas consagradas, con un pensamiento especial para los Padres capuchinos, a quienes está confiada la custodia de este insigne santuario tan querido por el pueblo italiano. ¡Son buenos estos capuchinos! Siempre en el confesionario, siempre, hasta el punto de que entras en el santuario y siempre hay allí, uno, o dos, o tres o cuatro, pero siempre; tanto por la mañana como por la tarde y es un trabajo difícil. Son buenos y les agradezco especialmente este precioso ministerio del confesionario continuo durante toda la jornada. ¡Gracias! Y a todos vosotros, ciudadanos de Loreto y peregrinos reunidos aquí, extiendo mi cordial saludo.
A este oasis de silencio y piedad, vienen muchos, de Italia y de todo el mundo, para conseguir fortaleza y esperanza. Pienso en particular en los jóvenes, las familias y los enfermos.
La Santa Casa es la casa de los jóvenes,porque aquí la Virgen María, la joven llena de gracia, sigue hablando a las nuevas generaciones, acompañando a cada uno en la búsqueda de su propia vocación. Por eso he querido firmar aquí la Exhortación Apostólica, fruto del Sínodo dedicado a los jóvenes. Se titula “Christus vivit – Cristo vive”. En el evento de la Anunciación, aparece la dinámica de la vocación, expresada en los tres momentos que marcaron el Sínodo: 1) escucha del proyecto de la Palabra de Dios; 2) discernimiento; 3) decisión.
El primer momento, el de la escucha, se manifiesta con las palabras del ángel: “No temas María, […] concebirás un hijo, le darás a luz y le pondrás por nombre Jesús” (vv. 30-31). Siempre es Dios quien toma la iniciativa de llamar para que lo sigamos. Dios es quien toma la iniciativa. Él nos precede siempre, nos precede, abre camino en nuestra vida. La llamada a la fe y al camino coherente de vida cristiana o a la consagración especial es una irrumpir discreto pero fuerte de Dios en la vida de un joven, para ofrecerle su amor como un regalo. Es necesario estar listos y dispuestos a escuchar y aceptar la voz de Dios, que no se reconoce en el ruido y la agitación. Su diseño sobre nuestra vida personal y social no se percibe quedándose en la superficie, sino bajando a un nivel más profundo, donde actúan las fuerzas morales y espirituales. Es allí donde María invita a los jóvenes a bajar y entra en sintonía con la acción de Dios.
El segundo momento de cada vocación es el discernimiento, expresado en las palabras de María: “¿Cómo será esto?” (V. 34). María no duda; su pregunta no es una falta de fe; de hecho, expresa el deseo de descubrir las “sorpresas” de Dios. Ella está atenta para captar todas las exigencias del plan de Dios para su vida, para conocerlo en todas sus facetas, para que su colaboración sea más completa y más responsable. Es la actitud propia del discípulo: toda colaboración humana con la iniciativa gratuita de Dios debe inspirarse en una profundización de las propias capacidades y actitudes, conjugadas con el saber que siempre es Dios es el que da, el que actúa; así también la pobreza y la pequeñez de aquellos a quienes el Señor llama a seguirlo en el camino del Evangelio se transforma en la riqueza de la manifestación del Señor y en la fuerza del Todopoderoso.
La decisión es el tercer pasaje que caracteriza toda vocación cristiana y se hace explícita en la respuesta de María al ángel: “Hágase en mí según tu palabra” (v. 38). Su “sí” al proyecto de salvación de Dios, actuado a través de la Encarnación, es la entrega a Él de toda su vida. Es el “sí” de la plena confianza y la total disponibilidad a la voluntad de Dios. María es el modelo de cada vocación y la inspiradora de toda pastoral vocacional: los jóvenes que buscan o se preguntan sobre su futuro, pueden encontrar en María aquella que los ayuda a discernir el plan de Dios para sí mismos y la fuerza para adherirse a él.
¡Pienso en Loreto como en un lugar privilegiado donde los jóvenes pueden venir en busca de su vocación, a la escuela de María! Un polo espiritual al servicio de la pastoral vocacional. Por lo tanto, espero que se relance el Centro “Juan Pablo II” al servicio de la Iglesia en Italia e internacionalmente, en continuidad con las indicaciones surgidas del Sínodo. Un lugar donde los jóvenes y sus educadores puedan sentirse bienvenidos, acompañados y ayudados a discernir. Por este motivo, también pido encarecidamente a los frailes capuchinos un servicio más: el servicio de ampliar el horario de apertura de la basílica y de la Santa Casa a última hora de la tarde y también a primera de la noche cuando haya grupos de jóvenes que vienen a orar y discernir su vocación.
El Santuario de la Santa Casa de Loreto, también debido a su ubicación geográfica en el centro de la península, se presta a convertirse, para la Iglesia que está en Italia, en un lugar de propuesta para la continuación de los encuentros mundiales de los jóvenes y de la familia. Es necesario, en efecto, que el entusiasmo de la preparación y celebración de estos eventos se corresponda con la actualización pastoral, lo que da sustancia a la riqueza de los contenidos, a través de propuestas de profundización, oración y compartición
La casa de María es también la casa de la familia. En la delicada situación del mundo actual, la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer asume una importancia y una misión esenciales. Es necesario redescubrir el plan trazado por Dios para la familia, reafirmar su grandeza y su carácter insustituible al servicio de la vida y de la sociedad. En la casa de Nazaret, María vivió la multiplicidad de las relaciones familiares como hija, novia, esposa y madre.
Por eso, cada familia, en sus diferentes componentes, encuentra aquí acogida e inspiración para vivir su identidad. La experiencia doméstica de la Virgen Santa indica que la familia y los jóvenes no pueden ser dos sectores paralelos de la pastoral de nuestras comunidades, sino que deben caminar juntos, porque muy a menudo los jóvenes son aquella que una familia les ha dado durante su crecimiento. Esta perspectiva recompensa en unidad una pastoral vocacional atenta a expresar el rostro de Jesús en sus muchos aspectos, como sacerdote, como esposo, como pastor.
La casa de María es la casa de los enfermos. Aquí encuentran acogida los que sufren en cuerpo y espíritu, y la Madre da a todos la misericordia del Señor de generación en generación. La enfermedad hiere a la familia y los enfermos deben ser acogidos dentro de la familia. Por favor, no caigamos en esa cultura del descarte que proponen las múltiples colonizaciones ideológicas que hoy nos atacan. La casa y la familia son la primera cura del enfermo para amarlo, apoyarlo, alentarlo y cuidarlo. Por eso el santuario de la Santa Casa es el símbolo de cada casa acogedora y santuario de los enfermos. Desde aquí les envío a todos, en cualquier parte del mundo, un pensamiento afectuoso y les digo: Vosotros estáis en el centro de la obra de Cristo, porque compartís y lleváis de manera más concreta la cruz de cada día detrás de Él. Vuestro sufrimiento puede convertirse en una colaboración decisiva para la venida del Reino de Dios.
Queridos hermanos y hermanas: Dios, a través de María, confía una misión en nuestro tiempo a vosotros y a quienes están vinculados a este Santuario: Llevar el Evangelio de la paz y de la vida a nuestros contemporáneos a menudo distraídos, atrapados por intereses terrenales o inmersos en un clima de aridez espiritual. Hay necesidad de personas sencillas y sabias, humildes y valientes, pobres y generosas.
En resumen, personas que, según la escuela de María, acojan el Evangelio sin reservas en sus vidas. Así, a través de la santidad del pueblo de Dios, desde este lugar seguirán difundiéndose en Italia, en Europa y en el mundo testimonios de santidad en cada estado de vida, para renovar la Iglesia y animar a la sociedad con la levadura del Reino de Dios.
¡Qué la Santísima Virgen ayude a todos, especialmente a los jóvenes, a recorrer el camino de la paz y la fraternidad fundadas en la acogida y el perdón, en el respeto a los demás y en el amor, que es entrega de uno mismo! Nuestra Madre, estrella luminosa de alegría y serenidad, conceda a las familias, santuarios del amor, la bendición y la alegría de la vida. María, fuente de todo consuelo, brinde ayuda y confortación a los que están sometidos a duras pruebas.
Con estas intenciones, ahora nos unimos en la oración del Ángelus.