4/13/23

Gabriella Gambino: “Redescubrir la fuerza evangelizadora de la familia”

Giovanni Tridente


La conciencia de la “fuerza evangelizadora de la familia” está poco desarrollada en muchos contextos eclesiales y esto limita la verdadera realización de su “dimensión apostólica”, que ya el Concilio Vaticano II había indicado bien en Lumen Gentium, llamando al “especial sacramento” del matrimonio y de la vida familiar escuela por excelencia del apostolado de los laicos.

Así lo explicó Gabriella Gambino, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en la Conferencia La familia como sujeto primario de evangelización, promovida por el Centro de Estudios Jurídicos sobre la Familia, en la Facultad de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

Pastoral integral

Según la profesora, una de las soluciones para poner en práctica este tipo de “eclesiología integral” – que reconoce un verdadero papel activo a los cónyuges y a las familias cristianas en las comunidades – consiste en iniciar una “pastoral integral” que tenga su punto de apoyo en el reconocimiento de una efectiva “corresponsabilidad” entre laicos y pastores, familias y pastores, de modo que se pueda comprender mejor “la insustituible tarea que Dios confiere a la ‘Iglesia doméstica’ en la misión de proclamación/testimonio del kerigma”, algo todavía difícil de comprender en varios contextos eclesiales.

Según la subsecretaria, la importancia de situar en el centro de la misión evangelizadora a la “Iglesia doméstica” -por tanto, familias de personas unidas a Dios y unidas entre sí a través de la vida sacramental de la Iglesia- permite comprender mejor que existe un primer “territorio de misión” que se ejerce a partir de las relaciones entre esposos, padres e hijos, fuera y en las relaciones con otras familias.

Dimensión apostólica

Esta “dimensión apostólica” es intrínseca a la propia familia, y se “regenera continuamente en el sacramento nupcial, lugar vibrante de la presencia de Cristo”, que luego pasa a impregnar con el mensaje evangélico cada acción cotidiana de padres e hijos, “formando a cada uno en las virtudes cristianas e impregnando los diversos contextos de la vida con un testimonio vivido y entretejido de fe y de valores cristianos”.

No hay que olvidar subraya Gambino, que “la familia es un testimonio directo de la presencia de Cristo en la vida ordinaria y de su poder redentor”, mientras que el vínculo matrimonial que une a los esposos representa “su primer acto misionero”, ya que “son elegidos y enviados para ser una sola carne en Cristo”, adquiriendo así un significado eclesial.

La belleza de la asociación

Uno de los anuncios que debe venir de la familia es la belleza que brota precisamente de la unión de la pareja: “es ante ella que uno se asombra de la grandeza del gran misterio”, ya que es la unión misma “la que da armonía y paz a los que miran y se acercan”. Aquí radica también la especificidad de la “diferencia sexual” que precisamente en el matrimonio “se convierte en sacramento” a través de la relación entre varón y mujer, y el anuncio viene dado precisamente por la “estructura física y psicológica del ser varón y mujer”.

Misión educativa

En cambio, la primera misión tiene lugar, según la subsecretaria del Dicasterio, dentro de la propia familia a través de la educación de los hijos, a los que hay que acompañar con paciencia para discernir su vocación en el mundo, así como “descubrir el amor con que han sido deseados por un Padre que les llama a cumplir una misión en la historia”. Una tarea de la que ciertamente no puede estar exenta toda la comunidad eclesial, que debe formar y acompañar a los esposos en esta “llamada apostólica en la propia pareja”.

A continuación, Gambino presentó una propuesta para que las numerosas iglesias domésticas “entren en acción” a través de una pastoral que ya no haga de las familias “destinatarias pasivas de servicios y catequesis” sino que las anime a ser ellas mismas “sujetos y protagonistas de una pastoral en la que deben poder sentirse implicadas”, asumiendo así mutuamente la responsabilidad de evangelizar con la ayuda constante de los pastores.

Liturgia de la vida familiar

Es necesario hacer descubrir a las familias que la vida cristiana no se limita sólo a la asistencia a la parroquia o a la recepción formal de los sacramentos, sino que comienza de hecho ya “en casa”, hasta el punto de que cada actividad cotidiana podría constituir una verdadera “liturgia de la vida familiar”, marcada por la “práctica de las relaciones” (amor, respeto, escucha…), de la “práctica de los ritos familiares” (con actitudes cristianas en el trabajo, en las relaciones familiares, la oración…), y de la práctica de “dar la propia ayuda y el propio tiempo a los demás”.

Formar a las familias para que vivan esta “liturgia” especial, dijo Gambino- representa por fin “un modo concreto de formar las mentes, las conciencias, los corazones y el comportamiento cotidiano de los cónyuges y sus hijos a un estilo de vida verdaderamente cristiano”. También porque -concluyó- el Evangelio mismo, por su historicidad, es en sí mismo un acontecimiento familiar.

Fuente: omnesmag.com