Nuevos lenguajes y formas para anunciar el Evangelio
Mensaje de Benedicto XVI al Capítulo General de los Rogacionistas
Con ocasión de vuestro XI Capítulo General, deseo unirme espiritualmente a vosotros, que estáis viviendo un acontecimiento de gracia: éste es una llamada válida a volver cada vez más a las raíces de vuestra Congregación, a profundizar en el carisma para poder después encarnarlo en el actual contexto socio-cultural, en las formas más idóneas.
En estos días intensos, queréis centrar vuestra atención en el tema “La Regla de vida, expresión de la consagración, garantía de la identidad carismática, apoyo de la comunión fraterna, proyecto de misión”. Pretendéis revisar y aprobar las Constituciones y las Normas de vuestro Instituto para adecuarlas especialmente a la nueva sensibilidad eclesial surgida del Concilio Vaticano II y codificada en el vigente Código de Derecho Canónico. Este empeño reviste particular importancia, ya que se trata de presentar a toda la Familia religiosa los textos de referencia sobre los cuales cada uno deberá conformar su propia experiencia de vida fraterna y apostólica, para ser signo elocuente del amor de Dios e instrumento de salvación en todo ambiente. ¡Que Dios bendiga estos propósitos vuestros! Para que esto sea fructífero es necesario que conservéis fielmente el patrimonio espiritual transmitido por vuestro fundador, san Aníbal María De Francia, que amó con intensidad a Cristo, y se inspiró siempre en Él en la realización de un providente apostolado vocacional, como también de una valiente obra en favor del prójimo necesitado. Seguid su ejemplo y proseguid con alegría su misión, válida también hoy, aunque hayan cambiado las condiciones sociales en que vivimos. En particular, difundid cada vez más el espíritu de oración y de solicitud por todas las vocaciones en la Iglesia; sed obreros diligentes para la llegada del Reino de Dios, dedicándoos con toda energía a la evangelización y a la promoción humana.
El gran desafío de la inculturación os pide hoy anunciar la Buena Noticia con lenguajes y formas comprensibles a los hombres de nuestro tiempo, implicados en procesos sociales y culturales en rápida transformación. ¡Por tanto, es vasto el campo de apostolado que se abre ante vosotros! Como vuestro Fundados, dad vuestra experiencia a cuantos tienen “sed” de esperanza, cultivad una auténtica pasión educativa sobre todo por los jóvenes, empeñaos con una generosa actividad pastoral entre la gente, especialmente a favor de cuantos sufren en el cuerpo y en el espíritu. Con este propósito, quiero repetiros cuanto dije recientemente, casi en conclusión del Año Sacerdotal: “Cada pastor es el trámite a través del cual Cristo mismo ama a los hombres: es mediante nuestro ministerio – queridos sacerdotes – es a través de nosotros que el Señor llega a las almas, las instruye, las custodia, las guía” (Audiencia General: L'Osservatore Romano, 27 de mayo de 2010, p. 1).
Vuestra Congregación se enorgullece de una larga historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio. En esta estela sois llamados hoy a caminar con renovado celo para empujaros, con libertad profética y sabio discernimiento, a caminos evangélicos y fronteras evangélicas arriesgados, cultivando una estrecha colaboración con los obispos y los demás componentes de la comunidad eclesial. Los vastos horizontes de la evangelización y la urgente necesidad de dar testimonio del mensaje evangélico a todos, sin distinciones, constituyen el campo de vuestro apostolado. Muchos esperan aún para conocer a Jesús, el único Redentor del hombre, y no pocas situaciones de injusticia y de malestar moral y material interpelan a los creyentes.
Una misión tan urgente requiere una incesante conversión personal y comunitaria. Sólo corazones totalmente abiertos a la acción de la Gracia están capacitados para interpretar los signos de los tiempos y captar los llamamientos de la humanidad necesitada de esperanza y de paz.
Que resplandezca en los diversos campos de vuestro servicio eclesial la adhesión fiel a Cristo y a su Evangelio. Que la Virgen Santa, Reina de las vocaciones y Madre de los sacerdotes, os proteja, os ayude y sea la guía segura en el camino de vuestra Familia religiosa, para que pueda llevar a cumplimiento todo proyecto suyo de bien. Con estos augurios, mientras aseguro mi afectuoso recuerdo en la oración por cada uno de vosotros y para vuestros capitulares, os imparto de corazón mi Bendición, que de buen grado “extiendo” a todos los Rogacionistas, a las Hijas del Divino Celo y a cuantos encontráis en vuestro apostolado cotidiano.