11/15/10

La agricultura, respuesta a la crisis económica


El Papa ayer durante el rezo del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas:

En la segunda lectura de la Liturgia de hoy, el apóstol Pablo subraya la importancia del trabajo para la vida del hombre. Este aspecto es también recordado por la “Jornada de Acción de Gracias”, que se celebra tradicionalmente en Italia en este segundo domingo de noviembre como acción de gracias a Dios al término de la estación de las cosechas. Aunque en otras áreas geográficas los tiempos de cultivación son naturalmente distintos, hoy quisiera aprovechar la oportunidad de las palabras de san Pablo para unas reflexiones, en particular sobre el trabajo agrícola.
La crisis económica actual, de la que se ha tratado también en estos días en la reunión del llamado G20, debe tomarse en toda su seriedad: esta tiene numerosas causas y manda una fuerte llamada a una revisión profunda del modelo de desarrollo económico global (cfr Enc. Caritas in veritate, 21). Es un síntoma agudo que se ha añadido a otros también graves y ya bien conocidos, como el perdurar del desequilibrio entre riqueza y pobreza, el escándalo del hambre, la emergencia ecológica y, actualmente también general, el problema del paro. En este cuadro, parece decisivo un relanzamiento estratégico de la agricultura. De hecho, el proceso de industrialización a veces ha ensombrecido al sector agrícola, el cual, aún tomando a su vez beneficio de los conocimientos y de las técnicas modernas, con todo ha perdido importancia, con notables consecuencias también en el plano cultural. Me parece el momento para un llamamiento a revalorar la agricultura, no en sentido nostálgico, sino como recurso indispensable para el futuro.
En la actual situación económica, la tentación para las economías más dinámicas es la de recurrir a alianzas ventajosas que, con todo, pueden resultar gravosas para los Estados más pobres, prolongando situaciones de pobreza extrema de masas de hombres y mujeres y apurando los recursos naturales de la Tierra, confiada por Dios Creador al hombre – como dice el Génesis – para que la cultive y la custodie (cfr 2,15). Además, a pesar de la crisis, consta aún que en los países de antigua industrialización se incentivan estilos de vida marcados por un consumo insostenible, que resultan también dañinos para el ambiente y para los pobres. Es necesario apuntar, por tanto, de forma verdaderamente concertada, sobre un nuevo equilibrio entre agricultura, industria y servicios, para que el desarrollo sea sostenible, no falte a nadie el pan y el trabajo, y el aire, el agua y los demás recursos primarios sean preservados como bienes universales (cfr Enc. Caritas in veritate, 27). Es fundamental para esto cultivar y difundir una clara conciencia ética a la altura de los desafíos más complejos del tiempo presente; educarse todos a un consumo más sabio y responsable; promover la responsabilidad personal junto con la dimensión social de las actividades rurales, fundadas en valores perennes, como la acogida, la solidaridad, en compartir el cansancio en el trabajo. No pocos jóvenes han elegido ya este camino; también muchos licenciados vuelven a dedicarse a la empresa agrícola, sintiendo responder así no solo a una necesidad personal y familiar, sino también a un signo de los tiempos, a una sensibilidad concreta por el bien común.
Oremos a la Virgen María, para que estas reflexiones puedan servir de estímulo a la comunidad internacional, mientras elevamos a Dios nuestra acción de gracias por los frutos de la tierra y del trabajo del hombre.