2/22/11

EL PAPA A LA COMUNIDAD DEL COLEGIO FILIPINO DE ROMA


Con ocasión del 50 aniversario de su fundación

Su eminencia, queridos hermanos obispos y sacerdotes:
Me complace daros la bienvenida a vosotros, estudiantes de la facultad del Colegio Pontificio Filipino, en este año en el que se celebra el quincuagésimo aniversario de su creación por mi predecesor el beato Juan XXIII. Me uno a vosotros para dar gracias a Dios por todo lo que vuestro Colegio ha contribuido a la vida de vuestros hermanos filipinos, a los que están en el país y a los que están en el extranjero, a lo largo de estas últimas cinco décadas.

Como casa de formación situada aquí, sobre las tumbas de los grandes Apóstoles Pedro y Pablo, el Colegio Filipino ha cumplido la misión que se le confío de muchas maneras. La primera y más importante tarea sigue siendo la de asistir a los estudiantes en su formación en las ciencias sagradas. El Colegio ha llevado esta tarea con éxito ya que muchos sacerdotes han vuelto a casa con títulos importantes logrados en las varias universidades Pontificias e instituciones de la ciudad, y han ido a servir a la Iglesia en todo el mundo, algunos de ellos con gran distinción. Permitidme animaros a vosotros, actual generación de estudiantes en el Colegio, a que crezcáis en la fe, a que luchéis por la excelencia en vuestros estudios, y a que aprovechéis cada oportunidad que se os ofrece para alcanzar la madurez espiritual y teológica, de manera que estéis equipados, entrenados y valientes para afrontar lo que os espera en el futuro.
Como sabéis, una formación completa para el sacerdocio incluye no sólo la parte académica: más allá del componente intelectual que se os ofrece aquí, los estudiantes del Colegio Filipino se forman también espiritualmente a través de la historia viva de la Iglesia de Roma y el brillante ejemplo de sus mártires cuyo sacrificio los configura perfectamente en la persona de Jesucristo mismo. Confío en que cada uno de vosotros se sienta inspirado por esta unión con el misterio de Cristo y abrace la llamada del Señor a la santidad que se exige de vosotros como sacerdotes, nada menos que la entrega total de vuestras vidas y de vuestros trabajos a Dios. Haciendo esto en compañía de otros sacerdotes jóvenes y seminaristas aquí reunidos de todas las partes del mundo, volveréis a casa, como aquellos que lo hicieron antes que vosotros, con un permanente y agradecido conocimiento de la historia de la Iglesia de Roma, de sus raíces en el misterio pascual de Cristo, y de su maravillosa universalidad.
Mientras estáis en Roma, no debe ser ignorada la necesidad pastoral y es necesario, incluso para los sacerdotes que están estudiando, considerar las necesidades de los que tienen alrededor, incluyendo a los miembros de la comunidad filipina que vive en Roma y sus alrededores. Haciendo esto, poned vuestro tiempo siempre en un equilibrio saludable entre las necesidades de la pastoral local y los requerimientos académicos de vuestra estancia aquí, en beneficio de todos.
Finalmente, no olvidéis el afecto del Papa por vosotros y por vuestra tierra. Os exhorto a todos a volver a Filipinas con vuestro afecto inquebrantable al Sucesor de Pedro y con el deseo de fortalecer y mantener la comunión que une a la Iglesia en caridad con lo que la rodea. De esta manera, habiendo completado vuestros estudios, seguramente seréis un fermento del Evangelio en la vida de su amada patria.
Invocando la intercesión de Nuestra Señora de la Paz y Buen Viaje, como prenda de la gracia y la paz del Señor, os imparto gustosamente a todos mi Bendición Apostólica.