4/26/11

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS CAMBIA NUESTRA VIDA



Regina Caeli del Papa en el “Lunes del Ángel”


Queridos hermanos y hermanas:
Surrexit Dominus vere! Alleluja! La Resurrección del Señor implica una renovación de nuestra condición humana. Cristo ha vencido la muerte, causada por nuestro pecado y nos devuelve la vida inmortal. De este acontecimiento brota toda la vida de la Iglesia y la existencia misma de los cristianos. Lo leemos precisamente hoy: Lunes del Ángel, en el primer discurso misionero de la Iglesia naciente: "A este Jesús- proclama el apóstol Pedro- Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el poder de Dios, recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen" (Hechos 2, 32-33). Uno de los signos característicos de la fe en la resurrección es el saludo entre los cristianos en el tiempo pascual, inspirado en el antiguo himno litúrgico: "¡Cristo ha resucitado! ¡ Verdaderamente, ha resucitado¡". Es una profesión de fe y un compromiso de vida, tal y como les sucedió a las mujeres descritas en el Evangelio de san Mateo: "De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alegraos". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron ante él. Y Jesús les dijo: "No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán" (Mateo 28, 9-10). "Toda la Iglesia --escribe el siervo de Dios Pablo VI-- recibe la misión de evangelizar, y la obra de cada uno es importante para el todo. Esta queda como un signo junto a lo opaco y luminoso de una nueva presencia de Jesús, de su partida y de su permanencia. Esta la prolonga y lo continúa" (exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, 8 diciembre 1975, 15: AAS 68, 14)



¿Cómo podemos encontrar al Señor y hacernos cada vez más sus auténticos testigos? San Máximo de Turín afirma: "Quien quiere alcanzar al Salvador, primero lo debe poner con la propia fe a la derecha de la divinidad y colocarlo con la persuasión del corazón en los cielos", por lo tanto, debe aprender a dirigir constantemente la mirada de la mente y del corazón hacia lo alto de Dios, donde Cristo ha resucitado. Entonces, en la oración, en la adoración, Dios encuentra al hombre. El teólogo Romano Guardini observa que "la adoración no es algo accesorio, secundario....se trata del interés último, del sentido y del ser. En la adoración el hombre reconoce aquello que vale en sentido puro, simple, y santo". Sólo si sabemos dirigirnos a Dios, rezarle, nosotros podemos descubrir el significado más profundo de nuestra vida y el camino cotidiano es iluminado por la luz del Resucitado.



Queridos amigos, la Iglesia, en Oriente y en Occidente, hoy festeja a San Marcos evangelista, sabio anunciador del Verbo y escritor de las doctrinas de Cristo, como era definido en la antigüedad. Él es también patrono de la ciudad de Venecia, adonde, si Dios quiere, iré en visita pastoral el 7 y 8 de mayo próximo. Invoquemos ahora a la Virgen María, para que nos ayude a cumplir fielmente y con alegría la misión que el Señor Resucitado confía a cada uno de nosotros.