El bosón de Higgs
no es “la partícula de Dios”
Carlos A. Marmelada
El bosón de Higgs explica que otras partículas tengan masa y,
por tanto, que en el universo se hayan formado cuerpos, pero eso no es
“crear”.
Pocas veces los medios de comunicación se vuelcan de forma intensa y masiva
en el análisis y difusión de una noticia relacionada con un descubrimiento hecho
en el campo de la física cuántica. Sin embargo, la cosa cambió el miércoles 4 de
julio, cuando los portavoces de los experimentos CMS y ATLAS (llevados a cabo en
el Gran Colisionador de Hadrones o LHC del CERN en Ginebra) anunciaron en
Melbourne (Australia), durante la inauguración de la Conferencia Internacional
de Física de Altas Energías, que probablemente habían descubierto el bosón de
Higgs.
Desde que en los siglos VI y V a.C. los filósofos presocráticos se
preguntaran por el origen del universo y por la composición de la materia, la
mente humana no ha dejado de intentar responder racionalmente a estas
cuestiones. El primer tercio del siglo XX vio nacer un nuevo paradigma
cosmológico, la teoría del Big Bang, que, gracias a sus múltiples revisiones,
continúa siendo el modelo explicativo que responde a la primera de las dos
cuestiones. Quedaba la segunda.
Para estudiar la estructura de la materia se construyeron los grandes
aceleradores de partículas. La proliferación de éstas en cada colisión desbordó
las previsiones de los científicos. Para poner orden en este maremágnum, a
principios de los setenta se propuso el modelo estándar, con el que se pretendía
explicar cuáles eran los componentes de la materia y las fuerzas con las que
interactúan (electromagnética, nuclear fuerte, nuclear débil y gravitatoria).
Todas las partículas propuestas por el modelo fueron descubiertas a lo largo de
las siguientes décadas; la última de ellas ha sido el renuente bosón de
Higgs.
Quizá el bosón de Higgs ayude a aclarar grandes incógnitas aún
pendientes, como la materia oscura, que es casi la cuarta parte del universo.
Esta partícula, postulada por Peter Higgs en 1964, es de capital importancia,
puesto que es, según el modelo, la que confiere masa a las otras partículas en
el seno del campo de Higgs (un océano de energía cuántica que ocuparía todo el
universo), posibilitando con ello la existencia de cuerpos. De ahí que en 1993
el premio Nobel Leon Lederman la llamara “la partícula de Dios” en un libro
titulado justamente así (The God Particle). Pero no hay que tomar la
metáfora al pie de la letra: la partícula que es condición para que haya un
universo con cuerpos, en vez de un puro plasma de radiación, no “crea de la
nada”.
Los bosones de Higgs confieren masa a una partícula en función de la
capacidad de interacción de la partícula con el campo de Higgs. Un fotón no
interactúa con el campo de Higgs, por lo que carece de masa. Un electrón sí
interactúa, por lo que adquiere masa; también el quark top, y con una intensidad
350.000 veces mayor, por lo que tiene una masa 350.000 veces mayor que el
electrón. Así, la masa de una partícula sería en realidad la intensidad con la
que actúa con el campo de Higgs.
En palabras de Brian Greene, doctor en física por la Universidad de Oxford y
profesor de física y matemáticas en la de Columbia, quedaría pendiente de
resolver una cuestión: “No hay ninguna explicación fundamental para la manera
exacta en que cada una de las partículas conocidas interacciona con el campo de
Higgs. En consecuencia, no hay ninguna explicación fundamental de por qué las
partículas conocidas tienen las masas concretas que se han mostrado
experimentalmente” (B. Greene, El tejido del cosmos; Crítica, Madrid,
2006, p. 338).
Aunque este hallazgo respalda el modelo estándar, todavía queda mucho camino
por recorrer. Por ejemplo, está pendiente el hallazgo del gravitón (la partícula
encargada de transportar la gravedad y sobre la que cunde el escepticismo) o la
unificación de las cuatro fuerzas fundamentales, algo no conseguido hasta la
fecha por teoría alguna. De todos modos, el descubrimiento del bosón de Higgs
supone un avance científico de tal magnitud que sus consecuencias son todavía
difíciles de prever. Nos ha de llevar a nuevos horizontes en el ámbito del
conocimiento de la realidad física, en donde la materia explicada por el modelo
estándar es solo un 4% de todo lo que hay en el universo. Otro 23% lo representa
la materia oscura (tal vez, el hallazgo del bosón de Higgs nos ponga en el
camino de su conocimiento) y el 73% restante la energía oscura, esa misteriosa
fuerza que hace que el Universo se esté expandiendo de forma
acelerada.