Rocío Lancho García
“A finales de 1962, la humanidad se encontraba al borde de una guerra atómica mundial, y el papa Juan XXIII elevó un dramático y afligido llamado por la paz, dirigiéndose así a todos aquellos que tenían la responsabilidad del poder; decía: ‘Con la mano en la conciencia, escuchen el grito angustioso que de todos los puntos de la tierra, desde los niños inocentes a las personas ancianas, de las personas a la comunidad, que se elevaba hacia el cielo: ¡Paz, paz!’". (Francisco, 3 de octubre de 2013)
El 11 de abril, el papa Roncalli presentó la encíclica Pacem in Terris, “Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”. Una encíclica que analiza, por un lado, la “Ordenación de las relaciones civiles” estudiando la persona humana como sujeto de derechos y deberes. En detalle se habla del derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, el derecho a la buena fama, a la verdad y a la cultura, el derecho al culto divino, los derechos familiares, los derechos económicos, el derecho a la propiedad privada, el derecho de reunión y asociación, el derecho de residencia y emigración, el derecho a intervenir en la vida pública y el derecho a la seguridad jurídica.
Por otro lado se estudian los deberes, como el de respetar los derechos ajenos, de colaborar con los demás y de actuar con sentido de responsabilidad. Además, se profundiza en la convivencia civil, el carácter espiritual de la sociedad humana, donde se afirma que la convivencia tiene que fundarse en el orden moral establecido por Dios. Analizando las características de nuestra época, se habla de la elevación del mundo laboral, la presencia de la mujer en la vida pública y la emancipación de los pueblos.
Por otro lado la encíclica se detiene en la “ordenación de las relaciones políticas”, donde se habla de la necesidad de la autoridad, que debe estar sometida al orden moral porque sólo así obliga en conciencia y se salva la dignidad del ciudadano. Además se afirma que la ley debe respetar el ordenamiento divino, se habla de la relación entre autoridad y democracia y el bien común; que obliga tanto al ciudadano como al gobernante.
En tercer lugar, estudia la “ordenación de las relaciones internacionales”, relaciones que, afirma, deben regirse por la ley moral, la verdad, la justicia, la libertad y el por el principio de la solidaridad activa. En este apartado se estudia el problema de las minorías étnicas, la situación de los exiliados políticos, la carrera de armamentos y el desarme.
Finalmente, se analiza “la ordenación de las relaciones mundiales”. Se analiza la interdependencia de los Estados en lo social, político y económico y se afirma que la autoridad política es hoy insuficiente para lograr el bien común universal siendo necesaria una autoridad pública de alcance mundial y una autoridad mundial que se establezca por acuerdo general de las naciones. Esta autoridad mundial debe proteger los derechos de la persona humana.Para concluir, la encíclica propone unas “normas para la acción temporal del cristiano”.
El año pasado se celebró el 50 aniversario de la encíclica y para la ocasión, el Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz organizó tres jornadas de estudio cuyo objetivo era promover una reflexión sobre la actualidad y sobre la actualización de contenidos de la encíclica con referencia a la res novae.
El cardenal Turkson, presidente del dicasterio, afirmó que lo que se quería era "verificar la traducción en práctica de sus enseñanzas fundamentales en el ámbito de los derechos humanos, del bien común, del bien común global y de la política, campos en los cuales se juega la convivencia pacífica entre los pueblos y entre las naciones".
Asimismo, el purpurado explicó que en estas jornadas convergían varios puntos particularmente significativos. En primer lugar la cuestión de las instituciones políticas y de las políticas globales "que se revelan indispensables para afrontar las cuestiones globales”. En segundo lugar, las nuevas fronteras de la paz. Yel último punto fue el aspecto educativo, "aspecto que está particularmente en el corazón de la Iglesia y que tiene, entre sus misiones principales, la de la formación de las conciencias", subrayó el cardenal Turkson.
“La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”, son las palabras con las que comienza la encíclica, que 51 años después, permanece aún de actualidad.
También en la presentación de las jornadas, en palabras de monseñor Mario Toso S.D.B –secretario de dicasterio de Justicia y Paz- a 50 años de distancia, se puede apreciar plenamente la visión profética de la encíclica de Juan XXIII. De este modo, subrayó que hoy existen países que, mientras ven sensiblemente disminuida su capacidad de fijar las prioridades de la economía y de incidir sobre dinamismos financieros internacionales y sobre otras cuestiones vitales y globales --entre los cuales el acceso al agua potable para todos, la igual distribución de recursos energéticos, la seguridad alimentaria, el control del fenómeno de migraciones bíblicas - legisla puntillosamente sobre temas éticos y bioéticos sin tener en cuenta las leyes morales naturales, fundando a menudos las reivindicaciones sobre antropologías indiferenciadas. Y así afirmó que es todavía actual "porque sostiene que los derechos humanos son promovidos en su unidad e indivisibilidad. Debido a que en la encíclica de Juan XXIII el estado de derecho se completa y se perfecciona en la figura del estado social y democrático, nos ayuda a defenderlo de los asaltos de la imperante ideología tecnocrática, consumista y mercantilista, unida a una cultura del 'descarte'".
Porque como tal y como dijo el santo padre Francisco en el discurso a los participantes de las tres jornadas de estudio del 50 aniversario de la encíclica: “Los principios fundamentales de la Pacem in terris pueden aplicarse a una serie de realidades nuevas, como las que analizan en estos días al Encuentro de Justicia y Paz: la emergencia educativa, la influencia de los medios de comunicación de masas sobre las conciencias, el acceso a los recursos de la tierra, el buen o mal uso de los resultados de las investigaciones biológicas, la carrera armamentista y las medidas de seguridad nacionales e internacionales. La crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el ser humano y por la verdad con la que se han tomado decisiones por parte de los gobiernos y de los ciudadanos, es una prueba clara. La Pacem in terris traza una línea que parte de la paz que debe asentarse en el corazón de los seres humanos hasta un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y de acción en todos los ámbitos, para que el nuestro sea un mundo de paz. Me pregunto si estamos dispuestos a acoger la invitación”.
“A finales de 1962, la humanidad se encontraba al borde de una guerra atómica mundial, y el papa Juan XXIII elevó un dramático y afligido llamado por la paz, dirigiéndose así a todos aquellos que tenían la responsabilidad del poder; decía: ‘Con la mano en la conciencia, escuchen el grito angustioso que de todos los puntos de la tierra, desde los niños inocentes a las personas ancianas, de las personas a la comunidad, que se elevaba hacia el cielo: ¡Paz, paz!’". (Francisco, 3 de octubre de 2013)
El 11 de abril, el papa Roncalli presentó la encíclica Pacem in Terris, “Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”. Una encíclica que analiza, por un lado, la “Ordenación de las relaciones civiles” estudiando la persona humana como sujeto de derechos y deberes. En detalle se habla del derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida, el derecho a la buena fama, a la verdad y a la cultura, el derecho al culto divino, los derechos familiares, los derechos económicos, el derecho a la propiedad privada, el derecho de reunión y asociación, el derecho de residencia y emigración, el derecho a intervenir en la vida pública y el derecho a la seguridad jurídica.
Por otro lado se estudian los deberes, como el de respetar los derechos ajenos, de colaborar con los demás y de actuar con sentido de responsabilidad. Además, se profundiza en la convivencia civil, el carácter espiritual de la sociedad humana, donde se afirma que la convivencia tiene que fundarse en el orden moral establecido por Dios. Analizando las características de nuestra época, se habla de la elevación del mundo laboral, la presencia de la mujer en la vida pública y la emancipación de los pueblos.
Por otro lado la encíclica se detiene en la “ordenación de las relaciones políticas”, donde se habla de la necesidad de la autoridad, que debe estar sometida al orden moral porque sólo así obliga en conciencia y se salva la dignidad del ciudadano. Además se afirma que la ley debe respetar el ordenamiento divino, se habla de la relación entre autoridad y democracia y el bien común; que obliga tanto al ciudadano como al gobernante.
En tercer lugar, estudia la “ordenación de las relaciones internacionales”, relaciones que, afirma, deben regirse por la ley moral, la verdad, la justicia, la libertad y el por el principio de la solidaridad activa. En este apartado se estudia el problema de las minorías étnicas, la situación de los exiliados políticos, la carrera de armamentos y el desarme.
Finalmente, se analiza “la ordenación de las relaciones mundiales”. Se analiza la interdependencia de los Estados en lo social, político y económico y se afirma que la autoridad política es hoy insuficiente para lograr el bien común universal siendo necesaria una autoridad pública de alcance mundial y una autoridad mundial que se establezca por acuerdo general de las naciones. Esta autoridad mundial debe proteger los derechos de la persona humana.Para concluir, la encíclica propone unas “normas para la acción temporal del cristiano”.
El año pasado se celebró el 50 aniversario de la encíclica y para la ocasión, el Consejo Pontificio de la Justicia y de la Paz organizó tres jornadas de estudio cuyo objetivo era promover una reflexión sobre la actualidad y sobre la actualización de contenidos de la encíclica con referencia a la res novae.
El cardenal Turkson, presidente del dicasterio, afirmó que lo que se quería era "verificar la traducción en práctica de sus enseñanzas fundamentales en el ámbito de los derechos humanos, del bien común, del bien común global y de la política, campos en los cuales se juega la convivencia pacífica entre los pueblos y entre las naciones".
Asimismo, el purpurado explicó que en estas jornadas convergían varios puntos particularmente significativos. En primer lugar la cuestión de las instituciones políticas y de las políticas globales "que se revelan indispensables para afrontar las cuestiones globales”. En segundo lugar, las nuevas fronteras de la paz. Yel último punto fue el aspecto educativo, "aspecto que está particularmente en el corazón de la Iglesia y que tiene, entre sus misiones principales, la de la formación de las conciencias", subrayó el cardenal Turkson.
“La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”, son las palabras con las que comienza la encíclica, que 51 años después, permanece aún de actualidad.
También en la presentación de las jornadas, en palabras de monseñor Mario Toso S.D.B –secretario de dicasterio de Justicia y Paz- a 50 años de distancia, se puede apreciar plenamente la visión profética de la encíclica de Juan XXIII. De este modo, subrayó que hoy existen países que, mientras ven sensiblemente disminuida su capacidad de fijar las prioridades de la economía y de incidir sobre dinamismos financieros internacionales y sobre otras cuestiones vitales y globales --entre los cuales el acceso al agua potable para todos, la igual distribución de recursos energéticos, la seguridad alimentaria, el control del fenómeno de migraciones bíblicas - legisla puntillosamente sobre temas éticos y bioéticos sin tener en cuenta las leyes morales naturales, fundando a menudos las reivindicaciones sobre antropologías indiferenciadas. Y así afirmó que es todavía actual "porque sostiene que los derechos humanos son promovidos en su unidad e indivisibilidad. Debido a que en la encíclica de Juan XXIII el estado de derecho se completa y se perfecciona en la figura del estado social y democrático, nos ayuda a defenderlo de los asaltos de la imperante ideología tecnocrática, consumista y mercantilista, unida a una cultura del 'descarte'".
Porque como tal y como dijo el santo padre Francisco en el discurso a los participantes de las tres jornadas de estudio del 50 aniversario de la encíclica: “Los principios fundamentales de la Pacem in terris pueden aplicarse a una serie de realidades nuevas, como las que analizan en estos días al Encuentro de Justicia y Paz: la emergencia educativa, la influencia de los medios de comunicación de masas sobre las conciencias, el acceso a los recursos de la tierra, el buen o mal uso de los resultados de las investigaciones biológicas, la carrera armamentista y las medidas de seguridad nacionales e internacionales. La crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el ser humano y por la verdad con la que se han tomado decisiones por parte de los gobiernos y de los ciudadanos, es una prueba clara. La Pacem in terris traza una línea que parte de la paz que debe asentarse en el corazón de los seres humanos hasta un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y de acción en todos los ámbitos, para que el nuestro sea un mundo de paz. Me pregunto si estamos dispuestos a acoger la invitación”.