El Papa en la Audiencia General
«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! La catequesis de hoy está dedicado a un tema central: el gran don que Dios dio a la humanidad con la creación del hombre y de la mujer y con el sacramento del matrimonio. Esta catequesis y la próxima se refiere a la diferencia y a la complementariedad entre el hombre y la mujer, que están en la cumbre de la creación divina; los próximas dos serán sobre el tema del matrimonio.
Iniciamos con un breve comentario a la primera narración sobre la creación, en el libro del Génesis. Aquí leemos que Dios, después de haber creado el universo y a todos los seres vivientes, creó su obra maestra, o sea el ser humano, que hizo a su propia imagen: “A imagen de Dios los creó: varón y mujer los creó”. (Gen 1,27). Así dice el libro del Génesis.
Como todos sabemos, la diferencia sexual está presente en tantas formas de vida, en la amplia escala de los vivientes. Aunque solamente en el hombre y la mujer esta lleva en sí la imagen y semejanza de Dios: ¡el texto bíblico lo repite nada menos que tres veces en dos estrofas (26-27)!
El hombre y la mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. Esto nos dice que no solamente el hombre en sí es a imagen de Dios, no solamente la mujer tomada en sí es a imagen de Dios, pero también el hombre y la mujer como pareja, lo son a imagen y semejanza de Dios. La diferencia entre hombre y mujer no es contraposición, o la subordinación, pero para la comunión y la generación, siempre a imagen y semejanza de Dios.
La experiencia nos enseña: para conocerse bien y crecer armónicamente el ser humano tiene necesidad de la reciprocidad entre hombre y mujer. Cuando esto no sucede, se ven las consecuencias. Estamos hechos para escucharnos y ayudarnos mutuamente. Podemos decir que sin en enriquecimiento recíproco en esta relación --en el pensamiento y en la acción, en los afectos y en el trabajo, y también en la fe-- los dos no pueden ni siquiera entender hasta el fondo qué significa ser hombre y mujer.
La cultura moderna y contemporánea ha abierto nuevos espacios, nuevas libertados y nuevas profundidades para enriquecer la comprensión de esta diferencia. Pero ha introducido también muchas dudas y mucho escepticismo.
Por ejemplo me pregunto si la así llamada teoría del gender no sea también expresión de una frustración y de una resignación, que tiene en vista borrar la diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Sí, corremos el riesgo de hacer un paso hacia atrás. La remoción de la diferencia de hecho, es el problema, no la solución. Para resolver su problema de relaciones, el hombre y la mujer tienen en cambio que hablarse más, escucharse más, conocerse más, quererse más. Tiene que tratarse con respeto y cooperar con amistad. Con estas bases humanas, sostenidas por la gracia de Dios, es posible proyectar la unión matrimonial y familiar para toda la vida.
La relación matrimonial y familiar es una cosa seria, y lo es para todos, no solamente para los creyentes. Querría exhortar a los intelectuales a no disertar sobre el tema, como si fuera secundario para el empeño en favor de una sociedad más libre y más justa.
Dios ha confiado a la tierra la alianza del hombre y de la mujer: su fracaso vuelve árido el mundo de los afectos y oscurece el cielo de la esperanza. Los señales son ya preocupantes y los vemos. Querría indicar, entre muchos, dos puntos que creo deban empeñarnos con más urgencia.
El primero. Es indudable que debemos hacer mucho más a favor de la mujer, si queremos dar más fuerza a la reciprocidad entre hombres y mujeres. Es necesario de hecho, que la mujer no solamente sea más escuchada, sino que su voz tenga un peso real, un prestigio reconocido en la sociedad y en la iglesia.
El modo mismo con el cual Jesús ha considerado a las mujeres -el evangelio lo indica así- era un contexto menos favorable del nuestro, porque en esos tiempos la mujer era puesta en segundo lugar. Pero Jesús la considera de una manera que da una luz potente que ilumina un camino que lleva lejos, del cual hemos recorrido solamente un tramo. Aún no hemos entendido en profundidad cuales son las cosas que nos puede dar el genio femenino de la mujer en la sociedad. Tal vez haya que ver las cosas con otros ojos para que se complemente el pensamiento de los hombres. Es un camino que es necesario recorrer con más creatividad y más audacia.
Una segunda reflexión se refiere al tema del hombre y de la mujer creados a imagen y semejanza de Dios. Me pregunto si la crisis de confianza colectiva en Dios, que nos hace tanto mal, y nos hace enfermar volviéndonos resignados delante de la incredulidad y del cinismo, no esté conectada a la crisis de alianza entre el hombre y la mujer. De hecho la narración bíblica con el gran cuadro simbólico sobre el paraíso terrenal y el pecado original, nos dice justamente que la comunión con Dios se refleja en la comunión de la pareja humana y que la pérdida de la confianza en el Padre celeste genera división y conflicto entre el hombre y la mujer.
De aquí se ve la gran responsabilidad de la Iglesia y de todos los creyentes, y sobretodo de las familias creyentes, para descubrir la belleza del plan creador que pone la imagen de Dios, también en la alianza entre el hombre y la mujer. La tierra se llena de armonía y de confianza cuando la alianza ente el hombre y la mujer se vive en el bien. Y si el hombre y la mujer la buscan juntos entre ellos y con Dios, sin dudas la encuentran. Jesús nos anima explícitamente al testimonio de esta belleza, que es la imagen de Dios. Gracias».