Nosotros y los ángeles tenemos la misma vocación: cooperamos juntos al plan de salvación de Dios. Lo dice la oración colecta* de hoy, Fiesta de los tres arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Somos –por así decir– “hermanos” en la vocación. Y ellos están delante del Señor para servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria del rostro del Señor. Los ángeles son los grandes contemplativos. Contemplan al Señor; sirven y contemplan. Pero, también, el Señor los envía para acompañarnos por la senda de la vida. Y en particular, Miguel, Gabriel y Rafael tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación.
El Gran Miguel es el que combate al diablo, al gran dragón, la serpiente antigua, que nos molesta en nuestra vida, y seduce a toda la tierra habitada como sedujo a nuestra madre Eva con argumentos convincentes. Pero luego, cuando caemos, nos acusa ante Dios: ¡Come del fruto! Te sentirá bien, te hará conocer tantas cosas… Y comienza, como la serpiente, a seducir, a seducirnos… Y luego, cuando hemos caído nos acusa delante de Dios: ¡Es un pecador, es mío! Este es mío: eso es lo que dice el diablo. Nos vence por la seducción y luego nos acusa ante Dios: Es mío. A este me lo llevo conmigo. Y Miguel le hace la guerra. El Señor le pidió que le combatiera. Para nosotros, que estamos en camino en esta vida hacia el Cielo, Miguel nos ayuda a combatirlo, a no dejarnos seducir.
Es una labor de defensa que Miguel hace por la Iglesia y por cada uno de nosotros, distinta de la de Gabriel, otro arcángel de hoy, el que trae las buenas noticias; el que llevó la noticia a María, a Zacarías, a José: la noticia de la salvación. También Gabriel está con nosotros, y nos ayuda en el camino, cuando “olvidamos” el Evangelio de Dios: que Jesús vino a nosotros para salvarnos.
Y el tercer arcángel que celebramos hoy es Rafael, que camina con nosotros y nos ayuda en ese sendero: debemos pedirle que nos proteja de la seducción de dar el paso equivocado.
Así pues, estos son nuestros compañeros de viaje al servicio de Dios y de nuestra vida, a los que podemos rezar de manera sencilla: Miguel, ayúdanos en la lucha; cada uno sabe qué lucha tiene en su vida hoy: cada uno sabe su lucha principal, la que hace arriesgar la salvación. ¡Ayúdanos! Gabriel, tráenos noticias, tráenos la Buena Noticia de la salvación: que Jesús está con nosotros, que Jesús nos ha salvado, y danos esperanza. Rafael, llévanos de la mano y ayúdanos en el camino para no equivocar la senda, para no permanecer quietos. Siempre caminar, pero ayudados por ti.
* Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y de los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el cielo. (Misal Romano. Colecta del 29 de septiembre) (ndt).