Solemnidad de la Asunción de la Virgen
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
¡Buenos días! En el Evangelio de hoy, Solemnidad de la Asunción de María Santísima, la Virgen Santa reza diciendo: “Mi alma magnifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador”. Veamos los verbos de esta oración: Magnifica y exulta.
Se exulta cuando sucede algo tan bello que no basta con regocijarse dentro en el alma, sino que se quiere expresar la felicidad con todo el cuerpo. Entonces se regocija. María exulta a causa de Dios, quien sabe si a nosotros nos ha sucedido exultar con el Señor. Exultamos por un resultado obtenido, por una bella noticia recibida, pero hoy María nos enseña a exultar en Dios. ¿Por qué? Porque Él hace grandes cosas.
A las grandes cosas se alude con el otro verbo. Magnificar. “Mi alma magnifica”. En efecto magnificar significa exaltar una realidad por su belleza, por su grandeza. María exalta la grandeza del Señor. Lo alaba diciendo que Él es verdaderamente grande. En la vida es importante buscar cosas grandes, de lo contrario uno se pierde detrás de tantas cosas pequeñas. María nos demuestra que si queremos que nuestra vida sea feliz, en primer lugar hay que poner a Dios porque solo Él es grande.
Cuántas veces, en cambio, vivimos persiguiendo cosas de poca importancia: Prejuicios, rencores, rivalidades, envidias, bienes materiales superfluos, cuantas mezquindades en la vida. Nosotros conocemos esto. Hoy María invita a levantar la mirada, levantar la mirada a las grandes cosas que el Señor ha realizado en Ella. También en cada uno de nosotros el Señor hace tantas cosas grandes. Debemos reconocerlas y exultar, magnificar, por estas grandes cosas.
Porque son las grandes cosas que festejamos hoy: María es asunta al Cielo, pequeña y humilde, es la primera es recibir la más alta gloria. Ella, que es una criatura humana, una de nosotros, alcanza la eternidad en alma y cuerpo, y allí nos espera como una madre espera que sus hijos vuelvan a casa. En efecto, el pueblo de Dios la invoca como la Puerta al Cielo, nosotros estamos en camino, peregrinos a la Casa de allá arriba. Hoy miramos a María y vemos la meta. Vemos que una criatura ha sido asunta a la gloria de Jesucristo resucitado. Y esa criatura solo podría ser Ella: La Madre del Redentor.
Vemos que en el paraíso, junto a Cristo, el nuevo Adán, está también Ella, María, la nueva Eva. Y esto nos da consuelo y esperanza en nuestra peregrinación acá abajo. La fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente para cuantos están afligidos por dudas y tristezas, y viven con la mirada dirigida hacia abajo, en lugar de levantar la mirada.
Miremos hacia arriba. El Cielo está abierto, no despierta temor, ya no está distante, porque en el umbral del Cielo hay una Madre que nos espera, y es nuestra Madre. Nos ama, nos sonríe y nos socorre con cuidado, como toda madre quiere lo mejor para sus hijos. Y nos dice: “Ustedes son preciosos a los ojos de Dios, no están hechos para las satisfacciones del mundo, sino para las grandes alegrías del Cielo. Sí, porque Dios es alegría, no aburrimiento, Dios es alegría”.
Dejémonos llevar por la mano de la Virgen. Cada vez que tomamos el Rosario en nuestras manos y le rezamos, damos un paso adelante hacia la gran meta de la vida. Dejémonos atraer por la verdadera belleza, no nos dejemos absorber por las pequeñas cosas de la vida, sino escojamos la grandeza del Cielo, que la santa Virgen, Puerta del Cielo, nos ayude a mirar con confianza y alegría allá, donde está nuestra verdadera Casa, donde está Ella, que como Madre nos espera.
(Ángelus)
Palabras del Papa después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Expreso mi cercanía a las poblaciones de diversas naciones del sur de Asia, que han sido afectadas duramente por las lluvias monzónicas. Rezo por los desplazados, por todas las familias sin hogar. Que el Señor les de fuerza a ellos y a cuantos los socorren.
Hoy en Częstochowa, Polonia, muchos peregrinos se reúnen para celebrar a la Virgen asunta y para conmemorar el centenario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas de la Santa Sede y Polonia. Envío mi saludo a cuantos están reunidos a los pies de la Virgen negra y los exhorto a orar por toda la Iglesia. Y también saludo a todos los polacos aquí presentes.
Les dirijo un saludo cordial a ustedes, peregrinos italianos y de varios países. De modo especial saludo a la familia misionera Donum dei, a la unión seglar de san Antonio María Claret y el grupo venezolano de los festeros de san Vicente, venidos en bicicleta desde Valencia, y a jóvenes de Nóvoli, que están trabajando en un campo escolar.
Y ahora les pido que me acompañen con la oración este gesto. Bendeciré un gran número de rosarios destinados a los hermanos de Siria. Por iniciativa de la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada, se han hecho unas 6.000 coronas del Rosario por las hermanas carmelitas. Hoy en esta gran fiesta de María, yo las bendigo. Y después, serán distribuidas a las comunidades católicas en Siria, como signo de mi cercanía, especialmente para las familias que han perdido a alguien a causa de la guerra. La oración hecha con fe es poderosa. Sigamos rezando el Rosario por la paz, en Oriente Medio y en todo el mundo.
Antes de bendecir, vamos a rezar el Ave María. (Dios te salve María…)
Y a todos les deseo una feliz fiesta de la Asunción. Por favor, no se olviden de rezar por mí.