4/14/20

“¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!”

El Papa ayer antes del “Regina Coeli”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, Lunes del Ángel, resuena la alegre proclamación de la Resurrección de Cristo. La página del Evangelio (cf. Mt 28, 8-15) nos dice que las mujeres, asustadas, salen apresuradamente del sepulcro de Jesús, que han encontraron vacío; pero Jesús mismo se les aparece en el camino diciendo: “No tengan miedo; vayan para anunciar a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán”. (v. 10). Con estas palabras, el Resucitado confía a las mujeres un mandato misionero hacia los Apóstoles. De hecho, dieron un admirable ejemplo de fidelidad, dedicación y amor a Cristo tanto en el tiempo de su vida pública como durante su pasión; ahora son recompensadas por Él con un gesto especial de atención y predilección.
Primero las mujeres, luego los discípulos y, en particular, Pedro, ven la realidad de la resurrección. Jesús les había predicho repetidamente que, después de la pasión y la cruz, resucitaría, pero los discípulos no lo entendieron, porque aún no estaban preparados. Su fe tenía que dar un salto de cualidad que sólo el Espíritu Santo, don del Resucitado, podría provocar.
Al principio del libro de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos a Pedro declarar con franqueza: “A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos somos testigos de él” (Hechos 2:32) como decir, yo doy mi vida por él y en efecto, después dará la vida por él. A partir de ese momento, el anuncio de que Cristo ha resucitado se extiende por todas partes y llega a todos los rincones de la tierra, convirtiéndose en el mensaje de esperanza para todos. La resurrección de Jesús nos dice que la última palabra no es la muerte, sino la vida. Al resucitar al Hijo unigénito, Dios Padre ha manifestado plenamente su amor y misericordia por la humanidad de todos los tiempos.
Si Cristo ha resucitado, es posible mirar con confianza todos los acontecimientos de nuestra existencia, incluso los más difíciles, llenos de angustia e incertidumbre. Este es el mensaje Pascual que estamos llamados a proclamar, con palabras y sobre todo con el testimonio de la vida. Que esta alegre noticia resuene en nuestros hogares y en nuestros corazones: “¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!” (Secuencia Pascual). Esta certeza refuerza la fe de todo bautizado y anima especialmente a aquellos   que se enfrentan a mayores sufrimientos y dificultades.
Que la Virgen María, testigo silencioso de la muerte y resurrección de su hijo Jesús, nos ayude a creer firmemente en este misterio de salvación que, acogido con fe, puede cambiar nuestras vidas. Este es el deseo de Pascua que renuevo a todos. Se lo confío a ella, nuestra Madre, a quien ahora invocamos con la oración del Regina Coeli.

Después del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas,
Hemos escuchado que las mujeres dieron a los discípulos el anuncio de la Resurrección de Jesús. Hoy quiero recordar con ustedes lo que muchas mujeres hacen, incluso en este momento de emergencia sanitaria, para cuidar a los demás: mujeres médicas, enfermeras, agentes de la ley y funcionarias de prisiones, empleadas de las tiendas de artículos de primera necesidad, muchas madres y hermanas y abuelas que se encuentran encerradas en sus casas con toda la familia, con niños, ancianos, discapacitados. Ellas corren el riesgo de ser objeto de violencia, por una cohabitación de la cual ya llevan un peso demasiado grande. Recemos por ellas, para que el Señor les dé fuerza y para que nuestras comunidades las apoyen junto con sus familias. Que el Señor nos dé el valor de las mujeres, de ir siempre adelante.
En esta semana de Pascua quiero recordar con cercanía y afecto a todos los países que han sido afectados por el coronavirus y algunos con un gran número de contagiados y de fallecidos, de manera especial, Italia, EEUU, España, Francia, la lista es larga. Ruego por todos ellos y no lo olviden, el Papa ruega por ustedes, les es cercano
Renuevo cordialmente mi deseo de Pascua a todos. Permanezcamos unidos en oración y en el compromiso de ayudarnos unos a otros como hermanos. Que tengan un buen almuerzo y adiós.