El Papa antes del Regina Coeli
El Papa antes del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy, ambientado en el día de Pascua, cuenta el famoso episodio de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Es una historia que comienza y termina en el camino. De hecho, existe el viaje de los discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, dejan Jerusalén y vuelven a casa a Emaús, caminando unos 11 kilómetros. Es un viaje con la mayor parte del camino hacia abajo de la colina. Y está el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero hecho al anochecer, con parte del camino cuesta arriba después de la fatiga del viaje de ida. Dos viajes: uno fácil de día y otro agotador por la noche. Y sin embargo, el primero se realiza en la tristeza y el segundo en la alegría. En el primero está el Señor caminando a su lado, pero ellos no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desanimados y sin esperanza; en el segundo corren para llevar la buena noticia del encuentro con Jesús Resucitado a los demás.
Los dos caminos diferentes de esos primeros discípulos nos dicen a nosotros, discípulos de Jesús hoy, que en la vida tenemos por delante dos direcciones opuestas; está el camino de quien como aquellos a la ida se dejan paralizar por las desilusiones de la vida y van adelante tristes; y está el camino de aquellos que no se ponen a sí mismos y sus problemas en primer lugar, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan su visita y esperan que nosotros cuidemos de ellos. Este es el punto de inflexión: dejar de orbitar alrededor del propio yo, de las decepciones del pasado, de los ideales incumplidos, también de las cosas feas, nosotros estamos acostumbrados a orbitar, orbitar, hay que dejar eso e ir adelante mirando la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo y me ama y yo puedo hacer algo por los demás. El cambio de marcha es este: pasar de los pensamientos sobre mi yo a la realidad de mi Dios; pasar – con otro juego de palabras – de los “si” al “si”. Del “sí” al «si», ¿qué significa? si nos hubiera liberado, si Dios me hubiera escuchado, “Si la vida hubiera seguido mi camino, si tuviera esto y aquello… Una serie de lamentos que no son fecundos, no ayudan. He aquí nuestros “si”, similares a los de los dos discípulos. Pero pasan al sí: “Sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, sí, nos ponemos en camino para anunciarlo”.
Yo puedo hacer esto para que la gente sea más feliz, para que la gente mejore, para ayudar a tanta gente, sí, sí. Del “sí” al “si”. Del lamento a la alegría y a la paz. Porque cuando nosotros nos lamentamos no estamos en la alegría, estamos en un gris, ese aire gris de la tristeza y esto no ayuda, ni siquiera nos hace crecer bien. Del “si” al “sí”. Del lamento a la alegría del servicio.
Este cambio de ritmo, del yo a Dios, de si a si, ¿cómo sucedió?. Les sucedió a los discípulos encontrando a Jesús: los dos de Emaús, primero le abren su corazón; luego le escuchan explicar las Escrituras; y después le invitan a casa. Hay tres pasos que nosotros también podemos realizar en nuestros hogares: primero, abrir nuestros corazones a Jesús, confiándole las cargas, las dificultades, las decepciones de la vida; después el segundo paso, escuchar a Jesús, tomando en sus manos el Evangelio, lea este pasaje hoy en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, rezar a Jesús, con las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, quédate con nosotros”. (v. 29): “Señor, quédate conmigo”. “Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino y sin ti está la noche”.
Queridos hermanos y hermanas, en la vida siempre estamos en camino. Y nos convertimos en aquello hacia lo que vamos. Elijamos el camino de Dios, no el camino del yo; el camino del sí, no el de los si. Descubriremos que no hay ningún imprevisto, no hay salida, no hay noche que no se pueda afrontar con Jesús. Que la Virgen, Madre del Camino, que al acoger la Palabra ha hecho de toda su vida un “sí” a Dios, nos muestra el camino.
Después de la Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer se celebró el Día Mundial del Paludismo de las Naciones Unidas. Mientras estamos en la lucha contra la pandemia del coronavirus, también debemos continuar nuestros esfuerzos para prevenir y curar el paludismo, que amenaza a miles de millones de personas en muchos países. Estoy cerca de todos los enfermos, de los que los curan, y de los que trabajan para asegurar que cada persona tenga acceso a buenos servicios de salud básico.
También me gustaría saludar a todos los que hoy, en Polonia, participan en la «Lectura Nacional de la Sagrada Escritura». Lo he dicho muchas veces y me gustaría repetirlo, lo importante que es el hábito de leer el Evangelio, todos los días. Llevémoslo en el bolsillo. Que siempre esté cerca de nosotros y leer un poco cada día.
Dentro de unos días comenzará el mes de mayo, dedicado de manera especial a la Virgen María. Con una breve carta, publicada ayer, invité a todos los fieles durante este mes el santo Rosario, solos o en familia y rezar una de las dos oraciones que pongo a la disposición de todos. Nuestra Madre nos ayudará a afrontar con más fe y esperanza el tiempo de prueba de que estamos pasando.
Les deseo a todos un buen mes de mayo y un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.