Luisella Scrosati
Tomás Moro es un ejemplo paradigmático de rechazo a la mundanidad como tentación que arruina el alma. La suya alcanzó el Cielo; la de Inglaterra, sostiene Joseph Pearce, se pervirtió.
Nos maravillamos al leer sobre los mártires, los reyes santos, los santuarios y todo ese tejido cristiano que el libro La fe de nuestros padres. Historia de la verdadera Inglaterra, recién publicado por la editorial estadounidense Ignatius Press, quiere ayudarnos a redescubrir.
Lo firma Joseph Pearce, autor, entre otras obras, de una serie de biografías de éxito de los protagonistas católicos de la literatura inglesa. Nacido en 1961, actualmente dirige el Center for Faith and Culture del Aquinas College de Nashville, Tennessee. Vive y enseña en Estados Unidos, pero nació y creció en Londres.
En Inglaterra tuvo lugar su conversión, que lo arrancó de un recorrido humano destructivo, como contó detalladamente en Mi carrera con el diablo.
P. Su libro se centra en la idea de una "verdadera Inglaterra" ("true England"), en comparación con la secularizada Gran Bretaña. ¿Nos lo puede explicar mejor?
R. En resumen, la "verdadera Inglaterra" es la que ha sido fiel a la verdad o, por decirlo de manera más correcta, a la Verdad en persona. Jesucristo proclamó que él era el camino, la verdad y la vida. Por consiguiente, la verdadera Inglaterra es la Inglaterra cristiana, que tiene una historia ininterrumpida de casi dos mil años. Los primeros misioneros cristianos llegaron en el siglo I, poco después de la conquista de los romanos, probablemente en el año 63, apenas treinta años después de la Crucifixión. A partir de entonces, en Inglaterra ha habido una presencia católica continua, en los periodos buenos y en los malos, en los tiempos de prosperidad y en los de persecución.
P. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre ambas?
R. La verdadera Inglaterra es muy distinta de la Gran Bretaña secularizada. La primera es pequeña y hermosa; la segunda es "grande" e imperialista. La Inglaterra verdadera apoya su vida de nación en el servicio fiel a Cristo y a su Iglesia. La Britannia secular, en cambio, ha aplastado la libertad de las naciones más débiles en su búsqueda de un fortalecimiento materialista. True England y secular Britain difieren entre ellas como difieren Cristo y el Anticristo.
P. ¿Podemos afirmar que el corazón de la "true England" es mariano?
R. La verdadera Inglaterra es inseparable de la Madre de Dios, como Dios lo es de su Madre. Es ella la Madre de la verdadera Inglaterra, así como es la Madre de Cristo y la Madre de la Iglesia. El santuario de la Virgen en Glastonbury se remonta al siglo I (63 d.C.), a los albores del cristianismo. El santuario de Walshingham, en cambio, se remonta a una aparición mariana, casi exactamente mil años después, en 1061. En la Edad Media se convirtió en uno de los lugares más importantes de peregrinación de toda la cristiandad. El amor del pueblo inglés por la Santísima Virgen María puede verse, también hoy en día, gracias al centenar de antiguas iglesias presentes en todo el país dedicadas a ella.
P. ¿Algo más?
R. En 1381, el rey Ricardo II consagró Inglaterra definiéndola "la dote de Nuestra Señora" y le ofreció la nación como "protectora" de Inglaterra. Este momento histórico está relatado con gran belleza en un famoso cuadro medieval, el Díptico Wilton, que muestra a Ricardo II arrodillado ante la Virgen y el Niño rodeados de ángeles, uno de los cuales alza la bandera con la cruz de san Jorge.
P. Más allá de las explicaciones históricas, sigue siendo un misterio entender lo que sucedió con Enrique VIII, no solo por su cambio personal, de "defensor fidei" a perseguidor de la Iglesia, sino sobre todo por el hecho de que solo un obispo, San Juan Fisher, fue capaz de oponerse al espíritu del mundo que estaba penetrando en la Iglesia.
R. Para responder a esta pregunta, me gustaría citar al gran escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn, que dijo que la batalla entre el bien y el mal se libra en el corazón de cada hombre. Si esto es verdad para la vida de cada ser humano, lo es también para la historia de la humanidad en su conjunto. Se trata de la perenne batalla entre el espíritu del homo viator, el hombre que sirve a Dios y el prójimo, intentado alcanzar el paraíso, y el del homo superbus, el hombre orgulloso que se niega a servir a Dios y al prójimo y arroja la vida de los demás en el altar que se ha erigido a sí mismo.
P. Usted ha escrito que Enrique VIII fue el precursor del secularismo totalitario moderno. ¿Por qué?
R. Lo que sucedió en Inglaterra en la época de Enrique VIII es algo que ha sucedido a lo largo de la historia y que está resumido en Antígona, la tragedia de Sófocles, en la que el rey Creonte declara que los derechos del Estado han suplantado los derechos de la religión. Enrique VIII fue un rey Creonte verdadero, que proclamó que los derechos del rey habían sustituido a la libertad religiosa. Efectivamente, estableció una religión de Estado, que le ha dado al gobierno secular la responsabilidad de la práctica religiosa, convirtiendo en un delito punible con la muerte seguir practicando la fe católica como el pueblo inglés había hecho durante siglos. Ampliando el poder del Estado y castigando a los disidentes religiosos y políticos, se estaba afirmando un modelo que seguirían los futuros totalitarismos seculares, ya fuera el Reino del Terror después de la Revolución francesa, o los otros reinos del terror bajo los soviéticos o los nazis.
P. Con el Catholic Relief Act de 1820, empezó para los católicos ingleses una nueva época, sin persecuciones externas pero con peligros procedentes del interior. El modernismo de los católicos cisalpinos fue el precursor del modernismo actual, que está amenazando, según sus mismas palabras, "la enseñanza inmortal de la Iglesia y desacralizando la belleza y el misterio de su liturgia". ¿Qué opina?
R. Es paradójico que los periodos de persecución sean tiempos de purificación de la Iglesia, mientras que los de tranquilidad son periodos de decadencia moral y teológica, conocida como modernismo. Cuando los cristianos se acomodan demasiado al mundo, se convierten en mundanos. Y quieren que también la Iglesia se vuelva mundana, que sea seducida por las tendencias y las modas profanas y que se rinda a ellas. La mejor respuesta a esta decadencia la da Chesterton, que decía que no queremos una Iglesia que se mueva con el mundo, sino una Iglesia que mueva al mundo.
P. ¿Cuál ha sido el poder de atracción de la que Newman definió "la segunda primavera" del catolicismo inglés, con sus tres pilares: el propio Newman, Chesterton y Tolkien?
R. Las tres columnas de la recuperación cultural católica que usted menciona son hombres de una gran fe, capaz de mover al mundo. La conversión de John Henry Newman, y el ejemplo y la enseñanza que la siguieron, preanunciaron esta recuperación católica. Después de su muerte surgió Chesterton como gran defensor de la fe, cuyos escritos y testimonio catalizaron la conversión de miles de personas, incluidas grandes figuras literarias. Por último, J. R. R. Tolkien, católico practicante toda su vida, escribió una de las obras literarias más grandiosas y famosas de todos los tiempos, El Señor de los anillos. Sobre el libro escribió: "Es, ciertamente, una obra fundamentalmente religiosa y católica". Estos hombres no se movieron con el mundo, sino que movieron al mundo. Los católicos de hoy en día deberían intentar seguir su ejemplo e imitar su impacto en la cultura contemporánea.
Fuente: religionenlibertad.com/