Almu Ezponda Sanz
Es importante recordar que lo que tenemos en nuestra mano es el presente
Muchas veces añoramos el pasado porque “fueron tiempos mejores”. O quizás, huimos de él porque le tenemos miedo, porque nos pesan ciertas cosas que hicimos y de las que ahora nos arrepentimos. Pero también puede pasar que nos agobiemos por el futuro, que le tengamos miedo. ¿Y si fallece un ser querido? ¿Y si no encuentro trabajo? ¿Y si me vuelven a hacer daño? ¿Y si…?
Está claro que la condición humana es así y, por eso, una de las frases que más repite Jesús en el Evangelio es “No temáis”, “No tengáis miedo”. Y lo hace porque sabía que nos pasaría. Sabía que tendríamos miedo en muchas ocasiones y, por eso, nos quería dejar claro que no tuviéramos miedo porque Él está siempre ahí.
Sin embargo, a pesar de que tendamos a anclarnos o mirar con miedo al pasado, o a agobiarnos por el futuro, es importante recordar que lo que tenemos en nuestra mano es el presente.
Hay un momento en Kung Fu Panda en el que Oogway le dice a Po: “Estás demasiado preocupado por lo que ya sucedió y por lo que sucederá. Sin embargo, ayer es historia, mañana es un misterio, pero hoy es un regalo. Por eso se llama presente”.
Pero, ¿por qué el presente es un regalo? Pues porque es el único momento en el que podemos amar. Como afirma Jacques Philippe en La libertad interior, “el verbo amar se conjuga en presente”. Es decir, no podemos amar en el pasado o en el futuro, sino que podemos amar ahora. El ahora es el único momento que tenemos para amar y, sin embargo, hay veces en las que perdemos esa oportunidad por estar centrados en el pasado o en el futuro.
¿Y cuál es la principal causa de ese no vivir en el presente? El miedo. ¿Y cuál es el mayor peligro del miedo? Que nos impide amar. ¿Por qué? Porque el miedo nos saca del presente, nos impide vivir en él −nos lleva al pasado o al futuro− y solo podemos amar ahora. Por tanto, el miedo nos impide amar.
Por eso, qué paz transmiten esas palabras de Jesús a lo largo del Evangelio: “No temáis”. Además, nos dice, “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt 28, 16-20).
Sin embargo, muchas veces nos falta fe. Porque aunque sepamos que Jesús nos dice que no temamos porque está con nosotros, no terminamos de confiar, no terminamos de abandonarnos en Él. Y, ¿por qué esa desconfianza? José Brage explica en Deseando amar que el pecado original es un pecado de desconfianza y que:
Desde entonces, todos llegamos al mundo marcados
por esa desconfianza hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia los
demás. Somos
unos pobres hombres heridos por el pecado. El diablo se carcajea de
nosotros, y
Dios llora.
¿Qué hacer? ¿Cómo recuperar esa confianza
perdida? ¿Cómo curar esa herida del corazón? ¿Cómo crecer en
confianza? No es
cuestión de estar seguro de las propias fuerzas. No. La confianza no
se apoya
en uno mismo. La herida se cura con un amor. La confianza brota
cuando se
percibe un cariño sincero y confiado por nosotros. Alguien que, a
pesar de
todas nuestras carencias y miserias, nos dice «te quiero». Porque no
se puede
dar amor, ni siquiera a uno mismo, si no se recibe primero. Y eso es lo que
hace Dios con nosotros: «Nosotros amamos, porque Él nos amó
primero» (1 Jn 4, 19). Mi vida es hermosa porque yo soy
definitivamente amado por Dios, suceda lo que suceda. Y, por eso,
puedo tener confianza. (José Brage, 2021).
Por tanto, ¿qué podemos hacer para confiar, vivir en el presente y, por tanto, amar −que es para lo que estamos hechos− ? En primer lugar, no se trata tanto de “hacer”, sino de dejarLe hacer a Él en nosotros. Se trata de abrirle nuestro corazón y de romper con las ataduras que nos impiden dejarle entrar. Él está deseando entrar en nuestro corazón. Solo tenemos que dejarle entrar: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap 3, 20). ¡El Señor nos lo dice! ¡Si le abrimos la puerta de nuestro corazón entrará a él y lo transformará!
Cuando Le dejemos entrar y Le dejemos hacer, descubriremos Su grandeza y, sobre todo, seremos testigos de Su Amor incondicional y exclusivo por ti, por mí, por cada uno de nosotros. Será en ese momento, al sabernos amados por el Amor, cuando nos llenemos de confianza. Y será esa confianza la que, por fin, nos dé alas para amar sin miedo, para vivir en el presente.
Solo Él puede darnos esa paz, esa esperanza, ese Amor, esa confianza que tanto anhelamos. Solo Él nos puede ayudar a vivir en el presente. Solo Él nos puede ayudar a amar de verdad, pues Él es el Amor por excelencia.
Solo en Ti, Señor. Lo tengo comprobado. Y Te pido que me des la gracia de llenar Contigo esos anhelos de amor, justicia, paz, esperanza, confianza que tengo en mi corazón. Y que me dé cuenta de que me estás diciendo que no deje para mañana lo que pueda amar hoy.
Porque esa es la clave de la felicidad: amar y ser amado.
Fuente: jovenescatolicos.es