Manuel Mañú Noáin
Si preguntamos a los ciudadanos occidentales por las emergencias actuales, su respuesta podría o no coincidir con las necesarias prioridades
Quizá unos miren el medio plazo y otros el corto. La necesidad de ambos enfoques es similar a los vehículos, que necesita luces cortas yl argas. Peter Drucker, en el año 2002 publicó un artículo titulado: El futuro que ya es presente. Afirmaba que en lugar de tratar de predecir el futuro, es preferible ser protagonistas de él. Añadía: Sin embargo, es posible ─y provechoso─ identificar los acontecimientos importantes que ya han sucedido […] es posible identificar y prepararse para el futuro que ya ha acontecido. Señala que el factor clave de las próximas décadas no será ni la economía ni la tecnología. Será la demografía. Afirmaba que el mundo desarrollado ─Japón, Europa y América del Norte─ está en un proceso de suicidio colectivo. Concluía que aunque ahora hubiera un repunte demográfico, se necesitarían 25 años para que quienes nacieran ahora tuvieran la edad y capacitación precisa que les permita sostenerse y mantener las prestaciones, actualmente consideradas básicas del estado del bienestar.
Entre los rasgos que destacaba ese autor, uno es que la edad de jubilación actual subirá antes del año 2000 a los 75 años, para las personas sanas; esto no ha sucedido. El autor era excelente analista, pero no profeta; salvo que se pudiera haber hecho y hayamos optado por hipotecar el futuro. El segundo rasgo que señalaba era que, en los lugares citados, se lograra lo que llamó la productividad del conocimiento. La mano de obra sin cualificar de occidente no es competitiva, pues hay otras zonas del mundo que pueden producir lo mismo con costes más bajos.
No faltan lugares en donde los jóvenes pueden tener una excelente capacitación, pero no posibilidades reales de acceder a la vivienda, ni ganar lo suficiente para sostener una familia. Si queremos que esos jóvenes cualificados no emigren, debieran tener acceso en su país o región a un trabajo digno. Es la diferencia entre pensar sólo en el corto plazo o tener una amplitud de miras y se trabaje pensando también en el mundo dejaremos.
Aunque leer a Drucker es provechoso, nos detenemos para considerar otros aspectos de lo tratado. En un mensaje de Benedicto XVI, en el 2008, trató sobre la tarea urgente de la educación. En él afirmaba que ni siquiera los valores más grandes del pasado pueden heredarse simplemente; tienen que ser asumidos y renovados a través de una opción personal, a menudo costosa. Pero cuando vacilan los cimientos y fallan las certezas esenciales, la necesidad de esos valores vuelve a sentirse de modo urgente. […]. Corremos el riesgo deformar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas.
Las causas de la caída brutal de la natalidad en las últimas décadas, son varias. Para unos es el miedo al compromiso, para otros la falta de esperanza en el mundo que tendrían sus hijos para vivir. Otra es la dificultad para acceder a una vivienda. Si no hay familias, sino lazos ocasionales, la urdimbre de la sociedad fallaría, como ya ocurre en varios países del norte de Europa. Los jóvenes no necesitan subvenciones para sus gastos diarios; lo que necesitan es una preparación y un trabajo estable que les permita hacer una proyección de futuro con unas garantías mínimas de poder afrontar un crédito, etc. Junto a la vivienda, un modelo de vida que propicie la conciliación entre familia y trabajo.
El empleo, generalmente, lo crean las empresas. Los gobiernos, por su naturaleza, tienden a crear funcionarios, tarea digna y valiosa, pero que no abarca a un elevado porcentaje de población, salvo que se deseen crear estados colectivistas. Que el llamado Estado del Bienestar atienda, o facilite hacerlo, necesidades básicas es justo; pero es preferible y más eficaz facilitar cauces para que sea el tejido social el lugar de donde salgan las personas que promuevan el empleo en muchos ámbitos. Una parte importante de la población rechaza el colectivismo y el capitalismo salvaje, porque hay algo inhumano en ambos y porque, si se hace bien, la iniciativa social suele ser más eficaz en cubrir esas áreas. Ni el estado es el único responsable, ni todo queda a la iniciativa privada. Sin un porcentaje de al menos el 30% del PIB procedente del tejido industrial, una economía puede estar en situación de riesgo.
Las iniciativas surgidas del tejido social encontrarán mayores o menores facilidades segúnlas prioridades del empleo que se desee potenciar; crear riqueza y generar puestos de trabajo, salvo excepciones, ya es valioso. Es lógico, en un sistema de libertades, que buena parte del empleo surja de la iniciativa social. Los gobiernos pueden dar o no facilidades para atraer inversiones, lograr que se ubiquen en su territorio empresas que puedan dar empleo a una parte importante de la población de la zona. Si el sistema educativo es de calidad, facilitará la formación en valores cívicos. No solo ellos se beneficiarán de la formación recibida, sino que en buena parte revierta a la sociedad. Un buen profesional no es sólo buen técnico, debe ser honesto, capaz de trabajar en equipo, ordenado, sociable, etc. De las personas se espera más que de las máquinas; a la vez, ellas tienen derecho a esperar más que una máquina de la empresa en la que trabaja. Es un ejercicio de sumar-sumar, que se da en las empresas en donde el ambiente que se forma hace grato ir a trabajar cada día.
Para responder a tres emergencias: vivienda, familia, educar en valores, se precisa unsustrato que cuide el espíritu de servicio y la responsabilidad social, etc. En las estadísticas la familia sale bien valorada; algunos afirman que es el ministerio de sanidad y de educación más eficaz, para atender las necesidades básicas de cuidado y educación. En ocasiones bastaría mirar la familia en la que uno ha nacido para darse cuenta de las horas y esfuerzo que supone sacarla adelante. Si alguien no ha tenido esa experiencia, es posible que una de sus ilusiones sea formar una familia como la que le hubiera gustado haber tenido en su infancia. Eso supone un nivel de compromiso que lo facilita el amor.
Cada persona, en su ámbito y en uso de su libertad, puede contribuir a crear entornos gratos, más humanos y habitables, una sociedad más acogedora, participando en la vida social, según el cauce que considere oportuno, entre los diversos modos de hacerlo. Contribuir a una sociedad más acorde con la dignidad del ser humano, es una meta atractiva.
La fecundidad. Los niños no nacen porque el estado lo desee, ni porque las personas tengan acceso a la vivienda, etc., pero es de justicia facilitar, a quienes tienen hijos, los derechos quecada vez son más valorados: no verse penalizados laboralmente, tener acceso a los bienes necesarios para la crianza de los hijos. Una fiscalidad que enfoque bien la responsabilidad y el gasto que supone cubrir las necesidades básicas de una familia. La sociedad debe ganar densidad de asociaciones, la opción de participar más en los diversos organismos sociales desde el ámbito local al nacional e internacional.
Fuente: eunsa.es