José Antonio García-Prieto Segura
«No tenga miedo, añadía, porque ‘quien trabaje por la santidad del matrimonio y de la familia será siempre combatido y odiado de todas formas, porque este es el punto decisivo (…) Sin embargo, Nuestra Señora ya ha aplastado su cabeza’» (carta de Santa Lucia)
El 13 de mayo, nueva conmemoración de la Virgen de Fátima, me ha suscitado recuerdos en torno a la familia. A primera vista poco tiene que ver el mensaje de Fátima con la institución familiar; sin embargo, curiosas coincidencias han hecho que estas dos realidades se den la mano. Las expongo seguidamente y el lector verá si desea sacar alguna conclusión.
Era el 13 de mayo de 1981 cuando el papa Juan Pablo II, en la plaza de san Pedro, se disponía a comenzar la audiencia ante innumerables fieles. Herido por los disparos de Alí Agciá y trasladado urgentemente al Policlínico Gemelli, el encuentro quedó suspendido. El texto que ya no leería se conserva entre los documentos magisteriales. La esencia del Discurso, preparado con motivo del 90º aniversario de la Encíclica “Rerum novarum”, era sobre el empeño de la Iglesia por las cuestiones sociales. Pero en la parte final había una referencia explícita y directa a la familia; Juan Pablo II habría concluido la Audiencia con estas palabras del texto:
“Deseo anunciaros ahora que, con el fin de responder adecuadamente a las expectativas sobre problemas concernientes a la familia, expresadas por el Episcopado del mundo entero (…), he considerado oportuno instituir el "Pontificio Consejo para la Familia" que sustituirá al Comité para la Familia”. Quería potenciar así los esfuerzos con el fin de “promover la pastoral de la familia y el apostolado específico en el campo familiar, (…) para que se ayude a las familias cristianas a cumplir la misión educativa, evangelizadora y apostólica a que están llamadas.” Y continuó:
“Además, he decidido fundar en la Pontificia Universidad Lateranense (…), un ''Instituto internacional de Estudios sobre matrimonio y familia" que comenzará su actividad académica el próximo octubre. (…). Será un lugar donde la verdad sobre el matrimonio y la familia se estudien a fondo a la luz de la fe y con la contribución también de las distintas ciencias humanas.
“Pido a todos que acompañen con la oración estas dos iniciativas que quieren ser un signo más de la solicitud y estima de la Iglesia hacia la institución matrimonial y familiar, y de la importancia que ésta le atribuye en orden a su propia vida y a la vida de la sociedad.” El terrible atentado contra la vida del Papa acalló su voz y quedaron silenciadas esas dos importantes iniciativas. Si el Maligno estuvo en la raíz de aquellos disparos, a él habría que atribuir haber silenciado la importancia de la familia.
Con todo, la fecha formal de creación del Instituto fue ese día 13 de mayo. El cardenal Caffarra recibió el encargo de ponerse al frente de la Institución y entiendo que algo debió intuir para relacionar Fátima con las familias, porque enseguida se comunicó con sor Lucia, la vidente de la Virgen. En efecto: pasados los años, el 16 de febrero de 2008, en una entrevista en Tele Radio Padre Pío -publicada al mes siguiente en “La Voce di Padre Pio”-, decía Caffarra:
“Al inicio de este trabajo escribí una carta a Sor Lucia de Fátima a través de su obispo (…) recibí una larga carta con su firma. Inexplicablemente, aunque no esperaba una respuesta, porque sólo le pedía oraciones, me llegó a los pocos días una larguísima carta autógrafa, ahora en los archivos del Instituto».
En esa carta Sor Lucía había escrito que el enfrentamiento final entre el Señor y el reino de Satanás será sobre la familia y sobre el matrimonio. «No tenga miedo, añadía, porque ‘quien trabaje por la santidad del matrimonio y de la familia será siempre combatido y odiado de todas formas, porque este es el punto decisivo (…) Sin embargo, Nuestra Señora ya ha aplastado su cabeza’».
El Cardenal Caffarra continuaba: «Se advertía también hablando con Juan Pablo II que este era el nudo (la familia), porque se tocaba la columna que sostiene la Creación, la verdad sobre la relación entre el hombre y la mujer y entre las generaciones. Si se toca la columna central todo se viene abajo” (La Voce di Padre Pío, marzo 2008).
Desgraciadamente, ese pilar central de la vida y de toda la creación que es la familia, sigue sufriendo ataques desde múltiples frentes; cada uno, a su manera, trata de debilitar la firmeza de esta institución, Así, por ejemplo: un feminismo radicalizado que, entre otras cosas, ve el matrimonio como pura convención social; o la confrontación artificial y exasperada que se promueve entre varón y mujer, fruto amargo de la semilla sembrada por Simone de Beauvoir en su libro “El segundo sexo”, de 1949; o también hoy día, y con auténtico empeño digno de mejor causa, la ideología de género que lleva a la introducción de nuevos modelos de familia, en la que lo femenino y lo masculino campan a su antojo y se abren a múltiples opciones.
El papa Francisco ha salido al paso de esos ataques; el año pasado en una entrevista para “La Nación”, decía: “La ideología de género, en este momento, es de las colonizaciones ideológicas más peligrosas (…) Porque diluye las diferencias; y lo rico de los hombres y de las mujeres y de toda la humanidad es la tensión de las diferencias. (…) La cuestión del género va diluyendo las diferencias y haciendo un mundo igual: todo romo, todo igual. Y eso va contra la vocación humana” (Entrevista para “La Nación”, de Argentina, 12-III-23). Se entiende que se refiere a una tensión positiva, diferenciadora, abierta a frutos beneficiosos.
La batalla continúa y el pasado 4 de mayo Francisco ha recibido en Roma a los responsables internacionales del movimiento “Equipes Notre-Dame”, comprometido con la defensa y promoción de las familias. En ese encuentro, ha vuelto a recordar que “la familia cristiana” atraviesa “una verdadera tormenta cultural en esta época de cambio y se encuentra amenazada y tentada en diversos frentes". (Discurso al “Movimento Équipes Notre-Dame”, 4-V-2024)
Nada nuevo habré descubierto al lector en lo que mira a la grave situación de las familias, en todo el mundo, sean o no cristianas. Quizá algunos no supieran de esa conexión que he mencionado, entre Fátima y la situación que desde hace años atraviesa la institución familiar. Pero esa era mi intención: reavivar la conciencia de que el combate prosigue, y estamos llamados a defender la columna central de la sociedad, que es la familia, cada uno desde el lugar que ocupe en la sociedad, entre los círculos de amigos y conocidos que frecuente, y con los medios a su alcance. Y lejos de pensar que sea poco lo que pueda hacer, es preferible recordar el refrán: “Un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”.
Fuente: religion.elconfidencialdigital.com