El Papa en el Regina Caeli
Hoy el Evangelio nos cuenta que Jesús dijo a los Apóstoles: «Ya no los llamo siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15). ¿Qué significa esto?
En la Biblia, los «siervos» de Dios son personas especiales, a las que Dios confía misiones importantes, como Moisés (cf. Ex 14,31), el rey David (cf. 2 Sam 7,8), el profeta Elías (cf. 1 Re 18,36), hasta la Virgen María (cf. Lc 1,38). Son personas en cuyas manos Dios pone sus tesoros (cf. Mt 25,21). Pero todo esto, según Jesús, no basta para decir quiénes somos para Él, esto no basta, se necesita algo más, algo más grande, que va más allá de los bienes y de los planes mismos: se necesita la amistad.
Ya desde niños aprendemos lo hermosa que es esta experiencia: a los amigos les ofrecemos nuestros juguetes y los regalos más hermosos; luego, al crecer, como adolescentes, les confiamos nuestros primeros secretos; como jóvenes les ofrecemos lealtad; como adultos compartimos satisfacciones y preocupaciones; como ancianos compartimos los recuerdos, las consideraciones y los silencios de largos días. La Palabra de Dios, en el Libro de los Proverbios, nos dice que «el perfume y el incienso alegran el corazón, y la dulzura de un amigo consuela el alma» (27,9). Pensemos por un momento en nuestros amigos, en nuestras amigas, ¡y demos gracias al Señor! Un espacio para pensar en ellos…
La amistad no es fruto del cálculo, ni de constricción: nace espontáneamente cuando reconocemos algo de nosotros mismos en la otra persona. Y, si es verdadera, la amistad es tan fuerte que no decae ni siquiera ante la traición. «El amigo ama en toda ocasión» (Pr 17,17) -dice el Libro de los Proverbios-, como nos muestra Jesús cuando a Judas, que lo traiciona con un beso, le dice: «¡Amigo, para eso estás aquí!» (Mt 26,50). Un verdadero amigo no te abandona, ni siquiera cuando cometes un error: te corrige, puede reprenderte, pero te perdona y no te abandona.
Y hoy Jesús, en el Evangelio, nos dice que para Él somos precisamente eso, amigos: personas queridas más allá de todo mérito y expectativa, a las que Él tiende la mano y ofrece su amor, su Gracia, su Palabra; con las que – con nosotros, sus amigos - comparte lo que le es más querido, todo lo que ha escuchado del Padre (cf. Jn 15,15). Hasta el punto de hacerse frágil para nosotros, hasta ponerse en nuestras manos sin defensa ni pretensiones, porque nos ama. El Señor nos quiere, y como amigo quiere nuestro bien y quiere que participemos del suyo.
Preguntémonos, entonces: ¿qué rostro tiene el Señor para mí? ¿El rostro de un amigo o el de un extraño? ¿Me siento amado por Él como un ser querido? ¿Y cuál es el rostro de Jesús que testimonio a los demás, especialmente a los que cometen errores y necesitan perdón?
Que María nos ayude a crecer en la amistad con su Hijo y a difundirla a nuestro alrededor.
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Después del Regina Caeli
¡Queridos hermanos y hermanas!
Con mucho cariño envío mis mejores deseos a los hermanos y hermanas de las Iglesias ortodoxas y de algunas Iglesias católicas orientales que hoy, según el calendario juliano, celebran la santa Pascua. Que el Señor resucitado llene de alegría y de paz a todas las comunidades, y conforte a los que están en la prueba. A ellos, ¡Feliz Pascua!
Aseguro mis oraciones por el pueblo del Estado de Rio Grande do Sul, Brasil, afectado por grandes inundaciones. Que el Señor acoja a los difuntos y conforte a sus familias y a quienes han tenido que abandonar sus hogares.
Saludo a los fieles de Roma y de diversas partes de Italia y del mundo, en particular a los peregrinos procedentes de Texas, de la arquidiócesis de Chicago y de Berlín; a los estudiantes del colegio Saint-Jean de Passy de París y al grupo Human Life International. Saludo a los jóvenes de Certaldo y Lainate; a los fieles de Ancona y Rossano Cariati; a los chicos de confirmación de Cassano D'Adda, de la Unidad pastoral de Tesino y de la parroquia de S. Maria del Rosario de Roma. Y saludo y agradezco mucho a las bandas musicales de varias partes de Italia: gracias a ustedes, que tocaron tan bien, y espero que sigan tocando un poco más. ¡Gracias! Saludo al grupo «Francigeni Monteviale»; así como a los ciudadanos de Livorno y Collesalvetti, que desde hace tiempo esperan la recuperación de las zonas más contaminadas, recemos por ellos.
Saludo cordialmente a los nuevos Guardias Suizos y a sus familias, con ocasión de la celebración de este histórico y benemérito Cuerpo. ¡Un aplauso para los Guardias Suizos!
Doy la bienvenida a la Asociación «Meter», comprometida en la lucha contra todas las formas de abuso de menores. ¡Gracias, gracias por su compromiso! Y, por favor, continúen con valentía su importante labor.
Y, por favor, sigan rezando por la atormentada Ucrania - ¡sufre tanto! - y también por Palestina e Israel, para que haya paz, para que el diálogo se fortalezca y dé buenos frutos. ¡No a la guerra, sí al diálogo!
Deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Saludo a los chicos de la Inmaculada, tan buenos. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!.
Fuente: vatican.va