5/03/09

El Papa, las vocaciones y su peregrinación a Tierra Santa

Intervención con motivo del "Regina Coeli"

Queridos hermanos y hermanas:
Acaba de concluir, en la Basílica de San Pedro, la celebración eucarística en la que he consagrado a diecinueve nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma. Una vez más he escogido este domingo, el cuarto de Pascua, para este feliz acontecimiento, pues se caracteriza por el Evangelio del Buen Pastor (Cf. Juan 10, 1-18) y ofrece un contexto particularmente adecuado. Por este motivo se celebra hoy la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En mi mensaje anual con esta ocasión, he invitado a reflexionar sobre el tema: "La confianza en la iniciativa de Dios y la respuesta humana". De hecho, la confianza en el Señor, que continuamente llama a la santidad y a algunos en particular a una especial consagración, se expresa precisamente en la oración. Tanto personalmente como en comunidad, tenemos que rezar mucho por las vocaciones, para que la grandeza y la belleza del amor de Dios atraiga a muchos a seguir a Cristo por el camino del sacerdocio y de la vida consagrada. Es necesario además rezar para que haya también esposos santos, capaces de indicar a los hijos, sobre todo con el ejemplo, los horizontes hacia los cuales tender con su libertad. Los santos y las santas que la Iglesia propone a la veneración de todos los fieles testimonian el fruto maduro de esta unión entre la llamada divina y la respuesta humana. Encomendemos a su celeste intercesión nuestra oración por las vocaciones.
Hay otra intención por la que hoy os invito a rezar: el viaje a Tierra Santa que realizaré, si Dios quiere, del próximo viernes 8 de mayo al viernes 15. Siguiendo las huellas de mis venerados predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, peregrinaré a los principales santos lugares de nuestra fe. Con mi visita, me propongo confirmar y alentar a los cristianos de Tierra Santa, que tienen que afrontar cotidianamente muchas dificultades. Como sucesor del apóstol Pedro, les manifestaré la cercanía y el apoyo de todo el cuerpo de la Iglesia. Además, seré peregrino de paz, en el nombre del único Dios, que es Padre de todos. Testimoniaré el compromiso de la Iglesia católica a favor de cuantos se esfuerzan por practicar el diálogo y la reconciliación, para llegar a una paz estable y duradera en la justicia y el respeto recíproco. Por último, este viaje tendrá necesariamente una notable importancia ecuménica e interreligiosa. Jerusalén es, desde este punto de vista, la ciudad símbolo por excelencia: en ella Cristo murió para reunir a todos los hijos de Dios dispersos (Cf. Juan 11,52).
Dirigiéndonos ahora a la Virgen María, invoquémosla como Madre del Buen Pastor para que vele sobre los nuevos presbíteros de la diócesis de Roma y para que en todo el mundo florezcan numerosas y santas vocaciones de especial consagración al Reino de Dios.