8/24/09

"El conocimiento es siempre un acontecimiento"

Mensaje papal al Meeting organizado por Comunión y Liberación en Rímini


A su excelencia monseñor Francesco Lambiasi, obispo de Rímini:
Excelencia reverendísima:
Con motivo del "Meeting por la amistad entre los pueblos", que este año celebra su trigésimo aniversario, me agrada particularmente transmitirle el saludo del Santo Padre a usted y a cuantos han promovido y organizado este evento cultural, que en tres décadas ya ha sido testigo de la participación de miles y miles de hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, y la intervención de centenares de relatores sobre la tribunas montadas en los salones de la feria de Rímini. Ayudados por expertos de las diferentes disciplinas, por artistas, autoridades religiosas, exponentes del mundo de la política, de la economía, del deporte, se han podido afrontar las cuestiones e instancias fundamentales de la existencia humana, y profundizar en las razones para ser cristianos en nuestra época. Su Santidad desea que el Meeting siga afrontando los desafíos y los interrogantes que los tiempos de hoy plantean a la fe, y respondiendo con la riqueza de la enseñanza del fallecido monseñor Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación.
El tema del Meeting 2009 versa sobre el "conocimiento" que "es siempre un acontecimiento". "Acontecimiento" es una palabra con la que don Giussani trató de volver a explicar la naturaleza misma del cristianismo, que para él es un "encuentro", es decir, un dato experiencial de conocimiento y de comunión. Precisamente con la unión entre las palabras "acontecimiento" y "encuentro" es posible percibir mejor el mensaje del Meeting. La reflexión gnoseológica y epistemológica contemporánea ha sacado a la luz el papel determinante del sujeto del conocimiento en el acto mismo del conocimiento. A diferencia de los presupuestos del "dogma" positivista de la objetividad pura, el principio de indeterminación de Heisenberg ha hecho evidente cómo esto se aplica incluso en el caso de las ciencias naturales: en estas disciplinas, cuyo "objeto" parece estar regulado por invariables leyes de la naturaleza, la perspectiva del observador es un factor que condiciona y determina el resultado del experimento científico y, por tanto, del conocimiento científico como tal. La pura objetividad resulta, por tanto, una abstracción pura, expresión de una gnoseología inadecuada e irrealista.
Pero, si esto es válido para las ciencias naturales, lo es mucho más para aquellos "objetos" de conocimiento que a su vez están estructuralmente ligados a la libertad de los hombres, a sus opciones y diversidad. Pensemos en las ciencias históricas, que se basan sobre testimonios en los que convergen, como factores influyentes de su manera de comunicar la realidad que transmiten, las visiones del mundo de quien las ha compuesto y sus convicciones, a su vez ligadas a las de su tiempo, sus situaciones personales, las opciones con las que se han puesto en relación con la realidad que describen, su envergadura moral, su capacidad y su ingenio, su cultura. El estudioso tendrá que distinguir, por tanto, todo esto para comprender y evaluar el significado y la amplitud del mensaje transmitido en un contexto, actuando como si se encontrara ante una persona que no conoce todavía bien, pero que le está contando algo que considera importante. La consecuencia más relevante de esta situación es que el conocimiento no puede describirse como la grabación de un espectador desapegado. Es más, la involucración con el objeto conocido por parte del sujeto que conoce es la conditio sine qua non del conocimiento mismo. Por tanto, en la búsqueda de un conocimiento "objetivo" no hay que perseguir el ideal del desapego y la falta de involucración, que de todos modos es inútil, sino más bien la involucración adecuada con el objeto, una involucración capaz de hacer llegar a quien busca el conocimiento a su mensaje específico.
Por este motivo el conocimiento puede ser un "acontecimiento". Esto "acontece" como un auténtico "encuentro" entre un sujeto y un objeto. El hecho de que este encuentro sea necesario para que se pueda hablar de conocimiento nos lleva a ver al sujeto y al objeto no como dos grandezas que se pueden mantener recíprocamente en aséptica distancia con el fin de preservar su pureza; sino, por el contrario, como dos realidades vivas que se influencian recíprocamente precisamente cuando entran en contacto. La honestidad intelectual de quien conoce depende de ese arte consumado para "acoger al objeto" de manera que pueda revelarse a sí mismo como es verdaderamente, si bien no de una manera integral y exhaustiva. Y la acogida del objeto, la disponibilidad para la escucha que caracteriza al sujeto que conoce como verdadero amante de la verdad, se puede describir como una especie de "simpatía" por el objeto. Aquí se encuentra, como buena parte del pensamiento medieval nos ha transmitido, una particular fuerza cognoscitiva propia del amor. "Amar" significa "querer conocer" y el deseo y la búsqueda del conocimiento constituyen un empuje interno del amor como tal. Si se analiza adecuadamente, esto establece una relación imposible de eliminar entre amor y verdad. El conocimiento presupone por su naturaleza una cierta "conformación" entre el sujeto y el objeto: una intuición fundamental, ya condesada en el antiguo axioma de Empédocles, según el cual "lo semejante conoce lo semejante". El Evangelista Juan lo recuerda implícitamente, cuando escribe que cuando Dios "se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es" (1 Juan 3, 2).
Se puede preguntar si existe un conocimiento más necesario para el hombre que el conocimiento de su Creador; si hay un conocimiento descrito de manera más adecuada con la palabra "encuentro" que la relación fundamental que existe precisamente entre el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios. Se comprende entonces el motivo por el cual los padres de la Iglesia insistieron en la necesidad de purificar el ojo del alma para llegar a ver a Dios, inspirándose en la bienaventuranza evangélica: "Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios" (Mateo 5, 8). La racionalidad del hombre sólo puede ejercerse, y por tanto alcanzar su fin propio, que es el conocimiento de la verdad y de Dios, gracias a un corazón purificado y que ama sinceramente la verdad que busca. Purificado de este modo, el espíritu humano puede abrirse a la revelación de la verdad. Por tanto, se da un misterioso vínculo entre la bienaventuranza evangélica y las palabras dirigidas por Jesús a Nicodemo recogidas por san Juan: "Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu... Tenéis que nacer de lo alto".
El Santo Padre Benedicto XVI desea que estas palabras de Cristo resuenen en el corazón de los participantes en la trigésima edición del Meeting de Rímini como un llamamiento a dirigirse con confianza al Señor, acogiendo su misteriosa presencia, que es manantial de verdad y de amor para el hombre y la sociedad.
Con estos sentimientos, mientras desea pleno éxito y a este evento, imparte a su excelencia, a los responsables y a todos los participantes una bendición apostólica especial.
Con gusto uno mis augurios y aprovecho la oportunidad para transmitir mi aprecio.
Afectísimo en el Señor:
Cardenal Tarcisio Bertone
Secretario de Estado