Las religiones siempre deben defender la dignidad inviolable del ser humano
Mensaje del Papa al Encuentro Internacional de Oración por la Paz en Barcelona
Señor Cardenal Lluís MARTINEZ SISTACH:
Con ocasión del Encuentro Internacional de Oración por la Paz, organizado por la Comunidad de Sant'Egidio, en colaboración con el arzobispado de Barcelona, el Papa Benedicto XVI me ha encargado transmitirle su saludo afectuoso, así como a todos los participantes en dicho evento.
En un tiempo difícil de crisis y conflictos, agudizados por el fenómeno cada vez más extenso de la globalización, las religiones están llamadas a realizar su especial vocación de servicio a la paz y a la convivencia. Todos los pueblos, para vivir como una auténtica comunidad de hermanos y hermanas, necesitan inspirarse y apoyarse sobre el fundamento común de valores espirituales y éticos. Reconociendo en Dios la fuente de la existencia de cada hombre, las religiones ayudan a la entera sociedad a promover la dignidad inviolable de todo ser humano. "Sobre la base de este principio supremo se puede percibir el valor incondicionado de todo ser humano y, así, poner las premisas para la construcción de una humanidad pacificada" (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz 2008, n. 6).
Asimismo, el servicio desinteresado a la paz exige por parte de todos los creyentes el compromiso ineludible y prioritario de la oración. En efecto, "si la paz es don de Dios y tiene su manantial en él, sólo es posible buscarla y construirla con una relación íntima y profunda con él" (Juan Pablo II, Discurso en Asís, 24 de enero de 2002). En la plegaria, se nos da también la posibilidad de aprender el lenguaje de la paz y el respeto, fortaleciendo esa semilla de paz que el mismo Dios ha sembrado en el corazón de los hombres, y que constituye, por encima de diferencias de razas, culturas y religiones, el anhelo más profundo del ser humano. Al mismo tiempo, en la oración podemos encontrar nuevas fuerzas espirituales para no dejamos vencer por las dificultades ni las insidias del mal, y para no desfallecer en la necesaria vía del diálogo, que aleje definitivamente incomprensiones y suspicacias, y nos permita seguir construyendo como hermanos y miembros de la misma familia humana el camino de la convivencia armónica.
El Santo Padre encomienda al Altísimo a todos los participantes en ese Encuentro Internacional de oración por la Paz, para que esa loable iniciativa alcance copiosos frutos y atraiga sobre todos abundantes bendiciones divinas.
Al unirme yo también a estos deseos del Sumo Pontífice, aprovecho la ocasión para manifestarle, Señor Cardenal, los sentimientos de mi consideración y fraterna estima en Cristo.
Cardenal Tarcisio BertoneSecretario de Estado de Su Santidad
En un tiempo difícil de crisis y conflictos, agudizados por el fenómeno cada vez más extenso de la globalización, las religiones están llamadas a realizar su especial vocación de servicio a la paz y a la convivencia. Todos los pueblos, para vivir como una auténtica comunidad de hermanos y hermanas, necesitan inspirarse y apoyarse sobre el fundamento común de valores espirituales y éticos. Reconociendo en Dios la fuente de la existencia de cada hombre, las religiones ayudan a la entera sociedad a promover la dignidad inviolable de todo ser humano. "Sobre la base de este principio supremo se puede percibir el valor incondicionado de todo ser humano y, así, poner las premisas para la construcción de una humanidad pacificada" (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz 2008, n. 6).
Asimismo, el servicio desinteresado a la paz exige por parte de todos los creyentes el compromiso ineludible y prioritario de la oración. En efecto, "si la paz es don de Dios y tiene su manantial en él, sólo es posible buscarla y construirla con una relación íntima y profunda con él" (Juan Pablo II, Discurso en Asís, 24 de enero de 2002). En la plegaria, se nos da también la posibilidad de aprender el lenguaje de la paz y el respeto, fortaleciendo esa semilla de paz que el mismo Dios ha sembrado en el corazón de los hombres, y que constituye, por encima de diferencias de razas, culturas y religiones, el anhelo más profundo del ser humano. Al mismo tiempo, en la oración podemos encontrar nuevas fuerzas espirituales para no dejamos vencer por las dificultades ni las insidias del mal, y para no desfallecer en la necesaria vía del diálogo, que aleje definitivamente incomprensiones y suspicacias, y nos permita seguir construyendo como hermanos y miembros de la misma familia humana el camino de la convivencia armónica.
El Santo Padre encomienda al Altísimo a todos los participantes en ese Encuentro Internacional de oración por la Paz, para que esa loable iniciativa alcance copiosos frutos y atraiga sobre todos abundantes bendiciones divinas.
Al unirme yo también a estos deseos del Sumo Pontífice, aprovecho la ocasión para manifestarle, Señor Cardenal, los sentimientos de mi consideración y fraterna estima en Cristo.
Cardenal Tarcisio BertoneSecretario de Estado de Su Santidad