9/30/11


La memoria cultural de Europa



El discurso del Papa a los parlamentarios alemanes es, en continuidad con la apelación de Juan Pablo II, una llamada de atención a redescubrir las raíces de Europa

      El que algunos consideran como tercer discurso más importante de Benedicto XVI en el ámbito intelectual (después de los de Ratisbona y París), dirigido a los parlamentarios en el Bundestag (22-IX-2011), trata acerca de los fundamentos del derecho. Puede dividirse en tres partes: los criterios para establecer lo justo; las ideas positivistas; el redescubrimiento de la naturaleza y de la razón creadora.

¿Cuáles son los criterios para establecer lo justo?

      La política debe guiarse por la sabiduría y la justicia. De otra manera se suprime el derecho, y los políticos se convertirían, según San Agustín, en un grupo de bandidos. Esto sucedió en la Alemania del siglo XX, con el riesgo de destruir al hombre y al mundo. Entonces, se pregunta el Papa, «¿cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente?».
      Enuncia sucesivamente tres criterios. Primero, el criterio de la mayoría, válido para muchas materias, pero no para las cuestiones fundamentales (como la dignidad del hombre), porque (como sucedió entonces) el derecho vigente puede ser una injusticia. Segundo, el criterio religioso, la referencia a una revelación divina (muy frecuente en la historia). Tercero: la naturaleza y la razón, criterio que ha seguido el cristianismo: «El cristianismo se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la Razón creadora de Dios».

Las ideas positivistas (acerca de la naturaleza y la razón)

      En la segunda mitad del siglo XX, la idea del derecho natural pierde vigencia fuera del ámbito católico. Esto sucedió porque el positivismo separó el “ser” del “deber”. Y lo hizo sobre la base de sus ideas acerca de la naturaleza y de razón. Si la naturaleza se entiende como «un conjunto de datos objetivos, unidos los unos a los otros como causas y efectos» (Kelsen), de ahí no se deduce ningún criterio ético. Lo mismo vale para la difundida noción positivista de la razón, según la cual lo que no es verificable (como la ética y la religión) no entra en el ámbito de la razón o de la ciencia.
      Si «la visión positivista del mundo es en su conjunto una parte grandiosa del conocimiento humano y de la capacidad humana», no es suficiente. Además, en la medida en que niega (de modo exclusivista e intolerante, irracional e inhumano) las dimensiones más profundas del hombre, se vuelve contra la humanidad, puede manipularla y destruirla. Es un hecho histórico comprobado y una amenaza también actual.
      Esto es, según Benedicto XVI, lo que está sucediendo en Europa. Pero, paradójicamente, con ello «Europa se sitúa, ante otras culturas del mundo, en una condición de falta de cultura y se suscitan, al mismo tiempo, corrientes extremistas y radicales. La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios. Y, sin embargo, no podemos negar que en este mundo autoconstruido recurrimos en secreto igualmente a los ‘recursos’ de Dios, que transformamos en productos nuestros».

Ecología y apertura a la razón creadora

      La solución pasa por «abrir las ventanas», ver de nuevo la inmensidad del mundo, «aprender a usar todo esto de modo justo», recuperar la grandeza de la razón y la profundidad de la naturaleza, que nos puede abrir a la razón creadora.
      El movimiento ecologista llamó la atención hacia el respeto a la naturaleza, que no existe sólo en función de nuestro uso. (Naturaleza que, por cierto, en el diccionario del castellano se define no sólo como conjunto del universo, sino ante todo como“esencia y propiedad característica de cada ser”). Esto incluye primero, dice el Papa, el valor de una «ecología del hombre», que no es sólo libertad, espíritu y voluntad, sino también naturaleza.
      Kelsen, el teórico del positivismo jurídico, a la edad de 84 años (en 1965) abandonó la separación o el dualismo entre “ser”“deber”. Antes había dicho que las normas podían derivar solamente de la voluntad; por tanto, la naturaleza podría contener en sí normas sólo si una voluntad hubiese puesto estas normas en ella. Esto —seguía diciendo Kelsen— supondría un Dios creador, cuya voluntad ha entrado en la naturaleza; pero «discutir sobre la verdad de esta fe es algo absolutamente vano». Y aquí Benedicto XVI se pregunta «¿Es así verdaderamente?»
      De hecho tal reflexión está en los pilares del patrimonio cultural europeo: «Sobre la base de la convicción acerca de la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la comprensión de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y la conciencia de la responsabilidad de los hombres en su conducta». Y de esto deben extraerse consecuencias: «Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad».
      Históricamente «la cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma —del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma». Pues bien: «Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico». Y esto significa asumir «la razón abierta al lenguaje del ser».
      Este discurso de Benedicto XVI es, en continuidad con la apelación de Juan Pablo II, una llamada de atención a redescubrir las raíces de Europa. Es el camino para seguir sirviendo al auténtico progreso del hombre de modo realista, también en el contexto contemporáneo, de acuerdo con la naturaleza y con la razón. Por eso, efectivamente, allí donde se reconoce a Dios es donde hay futuro.

9/29/11


DIOS DA A NUESTRA VIDA UN SENTIDO PROFUNDO


El Papa ayer en la Audiencia General

¡Queridos hermanos y hermanas!
Como sabéis, desde el jueves hasta el domingo realicé una Visita Pastoral a Alemania; estoy contento, por tanto, de acoger la ocasión de la actual Audiencia para recorrer con vosotros las intensas y estupendas jornadas transcurridas en mi país de origen. He atravesado Alemania de norte a sur, del este al oeste: desde Berlín a Erfurt y de Eichsfeld hasta, finalmente, Friburgo, ciudad cercana a la frontera con Francia y Suiza. Doy gracias, en primer lugar al Señor, por la posibilidad que me ha ofrecido de reunirme con la gente y hablar de Dios, de rezar unidos y de confirmar a los hermanos y hermanas en la fe, según el especial mandato que el Señor encargó a Pedro y a sus sucesores. Esta visita, desarrollada bajo el lema “Donde está Dios, allí hay futuro”, ha sido realmente una fiesta de la fe: en los distintos encuentros y coloquios, en las celebraciones especialmente en las solemnes misas con el pueblo de Dios. Estos momentos han sido un precioso regalo que nos ha hecho percibir, de nuevo, cómo Dios da a nuestra vida el sentido profundo, la verdadera plenitud, que sólo Él nos da, concediendo a todos un futuro.
Con profunda gratitud recuerdo la acogida calurosa y entusiasta como también la atención y el afecto que me demostraron en los distintos lugares que visité. Agradezco de corazón a los obispos alemanes, especialmente a aquellos cuyas diócesis me han acogido, por su invitación y por todo lo que han hecho junto a sus colaboradores, para preparar este viaje. Un sentido agradecimiento también para el Presidente Federal y el resto de autoridades políticas y civiles a nivel federal y regional. Estoy profundamente agradecido a todos los que han contribuido de varios modos al buen resultado de la Visita, sobre todo a los numerosos voluntarios. Así esta ha sido un gran regalo para mí y ha suscitado alegría, esperanza y un nuevo empuje en la fe y de compromiso para el futuro.
En la capital federal Berlín, el Presidente Federal me acogió en su residencia y me dio la bienvenida en su nombre y en el de sus compatriotas, expresando la estima y el afecto hacia un Papa natural de la tierra alemana. Por mi parte, he podido hacer una pequeña reflexión sobre la relación recíproca entre religión y libertad, recordando una frase del gran obispo y reformador social Wilhelm von Ketteler: “Como la religión necesita libertad, también esta tiene necesidad de la religión”.
Muy contento acepté la invitación de ir al Bundestag, que ha sido uno de los momentos más importantes de mi viaje. Por primera vez un Papa dio un discurso delante de los miembros del Parlamento alemán. En esa ocasión quise exponer el fundamento del derecho y del libre estado de derecho, es decir la medida de todo derecho, inscrito por el Creador en el mismo ser de su creación. Es necesario ampliar nuestro concepto de naturaleza, comprendiéndola no sólo como un conjunto de funciones sino, más allá de esto, como un lenguaje del Creador para ayudarnos a discernir el bien del mal. Sucesivamente tuvo lugar el encuentro con algunos representantes de la comunidad judía de Alemania. Recordando nuestras raíces comunes en la fe del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, hemos puesto de relieve los frutos obtenidos por el diálogo entre la Iglesia Católica y el Judaísmo en Alemania. He tenido, igualmente, el modo de reunirme con algunos miembros de la comunidad musulmana, hablando con ellos sobre la importancia de la libertad religiosa para un desarrollo pacífico de la humanidad.
La Santa Misa en el estadio olímpico de Berlín, como conclusión del primer día de la Visita, fue una de las grandes celebraciones litúrgicas que me dieron la posibilidad de rezar con los fieles y animarlos en la fe. ¡Me alegró mucho la numerosa participación de la gente! En ese momento festivo e impresionante meditamos sobre la imagen evangélica de la vid y de los sarmientos, es decir sobre la importancia de estar unidos a Cristo para nuestra vida personal de creyentes y para nuestro ser Iglesia, su cuerpo místico.
La segunda etapa de mi visita se realizó en Turingia. Alemania, y de una forma especial Turingia, es la tierra de la reforma protestante. Por tanto, desde el principio quise, ardientemente, dar una particular importancia al ecumenismo en el marco de este viaje y fue mi fuerte deseo el vivir un momento ecuménico en Erfurt, porque en esa ciudad Martín Lutero entró en la comunidad de los Agustinos y fue ordenado sacerdote. Por esto me alegré mucho por el encuentro con los miembros del Consejo de la Iglesia Evangélica en Alemania y del acto ecuménico en el ex convento de los agustinos: un encuentro cordial que, en el diálogo y en la oración, nos ha llevado de una forma más profunda a Cristo. Vimos de nuevo lo importante que era nuestro testimonio común de la fe en Jesucristo en el mundo actual, que a menudo ignora a Dios o no se interesa por Él. Es necesario nuestro esfuerzo común en el camino hacia la total unidad, pero somos muy conscientes de que no podemos “hacer” ni la fe ni la unidad tan esperada. Una fe creada por nosotros mismos no tiene ningún valor y la verdadera unidad es sobre todo un don del Señor, el cual rezó y reza siempre por la unidad de sus discípulos. Sólo Cristo puede darnos esta unidad y estaremos cada vez más unidos en la medida en que volvamos a Él y nos dejemos transformar por Él.
Un momento particularmente emocionante fue para mí la celebración de las vísperas marianas en el santuario de Etzelsbach, donde me acogió una multitud de peregrinos. Ya de joven oí hablar de la región de Eichsfeld -zona que continuó siendo católica en las distintas vicisitudes dela historia- y de sus habitantes que se opusieron valerosamente a las dictaduras del nazismo y del comunismo. Por esto me alegré mucho de poder visitar Eichsfeld y a su gente en una peregrinación a la imagen milagrosa de la Virgen Dolorosa de Etzelsbach, donde durante siglos los fieles han confiado a María sus propias peticiones, preocupaciones, sufrimientos, donde han recibido consuelo, gracias y bendiciones. También muy impactante fue la Misa celebrada en la plaza del Duomo en Erfurt. Recordando a los santos patronos de Turingia -Santa Isabel, San Bonifacio y San Kilian- y el ejemplo luminoso de los fieles que han testimoniado el Evangelio durante los sistemas totalitarios, invité a los fieles a ser los santos de hoy, testigos válidos de Cristo, y a contribuir en la construcción de nuestra sociedad. Siempre han sido, los santos y las personas imbuidas de Cristo, las que han transformado verdaderamente el mundo. Conmovedor fue el breve encuentro con monseñor Hermann Scheipers, el último sacerdote alemán superviviente del campo de concentración de Dachau. En Erfurt tuve también la ocasión de reunirme con algunas víctimas de los abusos sexuales por parte de religiosos, a los que he querido asegurar mi dolor y mi cercanía con su sufrimiento.
La última etapa de mi viaje me llevó al sudoeste de Alemania, a la archidiócesis de Friburgo. Los habitantes de esta bella ciudad, los fieles de la archidiócesis y los numerosos peregrinos venidos de la vecina Francia y Suiza y de otros países me dedicaron una acogida especialmente festiva. Pude experimentarlo también en la vigilia de oración con millares de jóvenes. Me sentí feliz de ver que la fe en mi patria alemana tiene un rostro joven, que está viva y que tiene un futuro. En este estupendo rito de la luz entregué a los jóvenes la llama del cirio pascual, símbolo de la luz que es Cristo, exhortándoles: “Vosotros sois la luz del mundo”. Les repetí que el Papa confía en la colaboración activa de los jóvenes: con la gracia de Cristo, ellos son capaces de llevar al mundo el fuego del amor de Dios.
Un momento singular fue el encuentro con los seminaristas en el Seminario de Friburgo. Respondiendo de alguna manera a la conmovedora carta que me enviaron unas semanas antes, he querido mostrar a los jóvenes la belleza y grandeza de la llamada del Señor y ofrecerles alguna ayuda para seguir su camino con alegría y en profunda comunión con Cristo. Siempre en el Seminario, pude reunirme, en una atmósfera fraterna, con algunos representantes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales, a las que nosotros, católico,s nos sentimos muy cercanos. De esta amplia comunión deriva, también, el deber común de ser levadura para la renovación de nuestra sociedad. Un amigable encuentro con los representantes de los laicos católicos alemanes concluyó la serie de eventos programados en el Seminario.
La gran celebración eucarística dominical en el aeropuerto turístico de Friburgo fue otro momento culminante de la Visita Pastoral, y la ocasión para agradecer a todos los que se comprometen en todos los ámbitos de la vida eclesial, sobre todo los numerosos voluntarios y colaboradores de las iniciativas caritativas. Son estos los que hacen posible las múltiples ayudas que la Iglesia alemana ofrece a la Iglesia universal, especialmente en las tierras de misión. Recordé también que su precioso servicio será siempre fecundo, cuando viene de una fe auténtica y viva, en unión con los obispos y el Papa, en unión con la Iglesia. Finalmente, antes de volver, hablé a un millar de católicos comprometidos con la Iglesia y con la sociedad, sugiriendo algunas reflexiones sobre la acción de la Iglesia en una sociedad secularizada, sobre la invitación a ser libre de cargas materiales y políticas para ser más transparentes a Dios.
Queridos hermanos y hermanas, este Viaje Apostólico a Alemania me ha dado la ocasión propicia para encontrarme con los fieles de mi patria alemana, para confirmarlos en la fe, en la esperanza y en el amor, y compartir con ellos la alegría de ser católicos. Pero mi mensaje estaba dirigido a todo el pueblo alemán, para invitarlos a mirar con confianza al futuro. Es verdad “Donde está Dios, allí hay futuro”. Agradezco de nuevo a los que han hecho posible esta Visita y a cuantos me han acompañado con la oración. El Señor bendiga al pueblo de Dios en Alemania y os bendiga a todos vosotros. Gracias.

9/28/11


DECLARACIÓN DE LA SANTA SEDE EN LA ONU SOBRE LOS DESAFÍOS ACTUALES


Discurso de Monseñor Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados

Señor presidente:
En nombre de la Santa Sede, tengo el placer de felicitarle por su elección a la Presidencia de la LXVI sesión de la Asamblea General de la ONU, y de asegurarle la plena y sincera colaboración de la Santa Sede. Mis felicitaciones se extienden también al Secretario General, S.E. Señor Ban Ki-moon, quien, durante este periodo de sesiones, el 1 de enero de 2012, comenzará su segundo mandato. Quisiera igualmente saludar cordialmente a la Delegación del Sudán del Sur, convertico en el 193ºpaís miembro de la Organización el pasado julio.
Señor presidente:
Como cada año, el debate general ofrece la ocasión de compartir y de afrontar las principales cuestiones que preocupan a la humanidad en búsqueda de un futuro mejor para todos. Los desafíos planteados a la comunidad internacional son numerosos y difíciles. Con todo, ponen cada vez más a la luz la profunda interdependencia existente dentro de la “familia de las naciones”, que ve en la ONU un instrumento importante, a pesar de sus límites, en la identificación y la aplicación de las soluciones a los principales problemas internacionales. En este contexto, sin querer ser exhaustivo, mi Delegación quiere detenerse sobre los desafíos prioritarios, para que el concepto de “familia de las naciones” se concrete cada vez más.
El primer desafío es de orden humanitario. Interpela a toda la comunidad internacional, o mejor, a la “familia de las naciones”, a cuidar de sus miembros más débiles. En ciertas partes del mundo, como en el Cuerno de África, estamos por desgracia en presencia de emergencias humanitarias graves y dramáticas que provocan el éxodo de millones de personas, en su mayoría mujeres y niños, con un número elevado de víctimas de la sequía, del hambre y de la desnutrición. La Santa Sede desea renovar su llamamiento, muchas veces expresado por el Papa Benedicto XVI, a la comunidad internacional para amplificar y apoyar las políticas humanitarias en esas zonas e influir concretamente sobre las diferentes causas que acrecientan su vulnerabilidad.
Estas urgencias humanitarias llevan a subrayar la necesidad de encontrar formas innovadoras para poner a la obra el principio de la responsabilidad de proteger, en cuyo fundamento se encuentra el reconocimiento de la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y de cada mujer. Como se sabe, este principio hace referencia a la responsabilidad de la comunidad internacional de intervenir en las situaciones en las cuales los Gobiernos ya no pueden por sí mismos o ya no quieren cumplir con el primer deber que les incumbe de proteger a sus poblaciones contra violaciones graves de los derechos humanos, así como ante las consecuencias de las crisis humanitarias. Si los Estados ya no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional debe intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales.
Sin embargo, hay que recordar que existe el riesgo de que dicho principio pueda ser invocado en ciertas circunstancias como un motivo cómodo para utilizar la fuerza militar. Es bueno recordar que el mismo uso de la fuerza conforme a las reglas de las Naciones Unidas debería ser una solución limitada en el tiempo, una medida de verdadera urgencia que debería acompañarse y seguirse de un compromiso concreto de pacificación. En consecuencia, es necesario, para responder al desafío de la “responsabilidad de proteger”, que haya una búsqueda más profunda de los medios de prevenir y de gestionar los conflictos, explorando todas las vías diplomáticas posibles a través de la negociación y del diálogo constructivo y prestando atención y aliento a los más débiles signos de diálogo o de deseo de reconciliación por parte de las partes implicadas. La responsabilidad de proteger debe entenderse no solamente en términos de intervención militar, que deberían ser siempre el último recurso, sino, ante todo, como un imperativo para la comunidad internacional de estar unida ante las crisis y de crear las instancias para negociaciones correctas y sinceras, para apoyar la fuerza moral del derecho, para buscar el bien común y para incitar a los Gobiernos, a la sociedad civil y a la opinión pública a encontrar las causas y a ofrecer soluciones a las crisis de todo tipo, actuando en estrecha colaboración y solidaridad con las poblaciones afectadas y poniendo por encima de todo, la integridad y la seguridad de todos los ciudadanos. Es por tanto importante que la responsabilidad de proteger, entendida en este sentido, sea el criterio y la motivación que subyazga en todo el trabajo de los Estados y de la Organización de las Naciones Unidas para restaurar la paz, la seguridad y los derechos del hombre. Por otro lado, la larga y generalmente exitosa historia de las operaciones de mantenimiento de la paz (peacekeeping) y las iniciativas más recientes de construcción de la paz (peacebuilding) pueden ofrecer experiencias valiosas para concebir modelos de puesta en acto de la responsabilidad de proteger, en el pleno respeto del derecho internacional y de los intereses legítimos de todas las partes implicadas.
Señor presidente: 
El respeto de la libertad religiosa es el camino fundamental para la construcción de la paz, el reconocimiento de la dignidad humana y la salvaguarda de los derechos del hombre. Este es el segundo desafío, sobre el que quisiera detenerme. Las situaciones en las que el derecho a la libertad religiosa es lesionado o negado a los creyentes de las diferentes religiones, son desgraciadamente numerosos; se observa, ay, un aumento de la intolerancia por motivos religiosos, y desgraciadamente se constata que los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre en mayor número persecuciones a causa de su fe. La falta de respeto de la libertad religiosa representa una amenaza para la seguridad y la paz e impide la realización de un auténtico desarrollo humano integral. El peso particular de una religión determinada en una nación no debería jamas implicar que los ciudadanos pertenecientes a otras confesiones sean discriminados en la vida social o, peor aún se tolere la violencia contra ellos. A propósito de esto, es importante que un compromiso común de reconocer y de promover la libertad religiosa de cada persona y de cada comunidad sea favorecido por un diálogo interreligioso sincero, promovido y puesto en práctica por los representantes de las diferentes confesiones religiosas y apoyado por los Gobiernos y por las instancias internacionales. Renuevo a las autoridades y a los jefes religiosos el llamamiento preocupado de la Santa Sede, para que se adopten medidas eficaces para la protección de las minorías religiosas, allí donde están amenazadas, con el fin de que, por encima de todo, los creyentes de todas las confesiones puedan vivir en seguridad y seguir aportando su contribución a la sociedad de la que son miembros. Pensando en la situación de ciertos países, quisiera repetir, en particular, que los cristianos son ciudadanos con el mismo título que los demás, ligados a su patria y fieles a todos sus deberes nacionales. Es normal que puedan gozar de todos los derechos de ciudadanía, de la libertad de conciencia y de culto, de la libertad en el campo de la enseñanza y de la educación y en el uso de los medios de comunicación.
Por otra parte, hay países en los que, aunque se concede gran importancia al pluralismo y a la tolerancia, paradójicamente, se tiende a considerar la religión como un factor extraño a la sociedad moderna o considerarlo como desestabilizador, buscando por diversos medios marginarla e impedirle toda influencia en la vida social. ¿Pero cómo puede negarse la contribución de las grandes religiones del mundo al desarrollo de la civilización? Como ha subrayado el Papa Benedicto XVI, la búsqueda sincera de Dios ha llevado a un mayor respeto de la dignidad del hombre. Por ejemplo, las comunidades cristianas, con sus patrimonios de valores y de principios, han contribuido fuertemente a la toma de conciencia de las personas y de los pueblos respecto a su propia identidad y dignidad, así como a la conquista de las instituciones del Estado de derecho y a la afirmación de los derechos del hombre y de sus correspondientes deberes. En esta perspectiva, es importante que los creyentes, hoy como ayer, se sientan libres de ofrecer su contribución a la promoción de un ordenamiento justo de las realidades humanes, no solamente mediante un compromiso responsable a nivel civil, económico y político, sino también mediante el testimonio de su caridad y de su fe.
Un tercer desafío sobre el que la Santa Sede querría llamar a la atención a esta asamblea concierne la prolongación de la crisis económica y financiera mundial. Todos sabemos que un elemento fundamental de la crisis actual es el déficit ético en las estructuras económicas. La ética no es un elemento externo a la economía y la economía no tiene futuro si no tiene en cuenta el elemento moral: en otras palabras, la dimensión ética es fundamental para afrontar los problemas económicos. La economía no sólo funciona a través de una autorregulación del mercado y mucho menos a través de acuerdos que se limiten a conciliar los intereses de los más poderosos; tiene necesidad de una razón de ser ética para funcionar al servicio del hombre. La idea de producir recursos y bienes, es decir la economía, y de gestionarlos de un manera estratégica, es decir política, sin tratar de hacer el bien a través de las mismas acciones, es decir sin ética, se convierte en una ilusión ingenua o cínica, siempre fatal. De hecho, cada decisión económica tiene una consecuencia moral. La economía tiene necesidad de la ética para funcionar correctamente; no de una ética cualquiera, sino de una ética centrada en la persona y capaz de ofrecer perspectivas a las nuevas generaciones. Las actividades económicas y comerciales orientadas hacia el desarrollo deberían ser capaces de hacer disminuir efectivamente la pobreza y de aliviar los sufrimientos de los más desprotegidos. La Santa Sede alienta en este sentido el refuerzo de la ayuda pública al desarrollo, en conformidad con los compromisos asumidos en Gleneagles. Y mi delegación tiene la esperanza de que las discusiones sobre este tema, con motivo del próximo diálogo de alto nivel sobre la “Financiación del desarrollo”, traigan los resultados esperados. Por otra parte, la Santa Sede ha subrayado en varias ocasiones la importancia de una nueva y profunda reflexión sobre el sentido de la economía y sus objetivos, así como una revisión clarividente de la arquitectura financiera y comercial global para corregir las problemas de funcionamiento y las distorsiones. Esta revisión de las reglas económicas internacionales debe integrarse en el marco de la elaboración de un nuevo modelo global de desarrollo. En realidad, lo exige el estado de salud ecológico del planeta, y lo requiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes por doquier desde hace tiempo.
Esta reflexión debe inspirar también las sesiones de trabajo de la Conferencia de la ONU sobre el desarrollo sostenible (Río+20), del mes de junio próximo, con las convicción de que “el ser humano debe ser el centro de las preocupaciones por el desarrollo sostenible”, como lo afirma el primer principio de la Declaración de Río de 1992 sobre el ambiente y el desarrollo. El sentido de la responsabilidad y la salvaguarda del ambiente deberían ser orientadas por la conciencia de ser una “familia de naciones”. La idea de “familia” evoca inmediatamente algo más que relaciones simplemente funcionales o simples convergencias de intereses. Una familia es por su misma naturaleza una comunidad fundada en la interdependencia, en la confianza y ayuda mutua, en el respeto sincero. Su pleno desarrollo no se basa en la supremacía del más fuerte, sino en la atención al más débil y marginado, y su responsabilidad se amplía a las generaciones futuras. El respeto por el desarrollo nos debería hacer más atentos a las necesidades de los pueblos más desfavorecidos; debería crear una estrategia a favor de un desarrollo centrado en las personas, favoreciendo la solidaridad y la responsabilidad con todos, incluyendo las generaciones futuras.
Esta estrategia debe beneficiarse de la Conferencia de la ONU para analizar el Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA), prevista en 2012. Un comercio de armas que no esté regulado ni sea transparente tiene importantes repercusiones negativas. Frena el desarrollo humano integral, aumenta los riesgos de conflictos, sobre todo internos, y de inestabilidad, y promueve una cultura de violencia y de impunidad, con frecuencia ligada a las actividades criminales, como el tráfico de droga, el tráfico de seres humanos y la piratería, que constituyen problemas internacionales cada vez más graves. Los resultados del actual proceso del TCA serán un test para medir la voluntad real de los estados de asumir sus responsabilidad moral y jurídica en este campo. La comunidad internacional debe preocuparse por alcanzar un Tratado para el Comercio de Armas que sea efectivo y aplicable, consciente del gran número de personas que están afectadas por el comercio ilegal de armas y municiones, así como de sus sufrimientos. De hecho, el objetivo principal del Tratado no sólo debería ser la regulación del comercio de armas convencionales o convertirse en obstáculo del mercado negro, sino también y sobre todo debería tener por objetivo proteger la vida humana y edificar un mundo más respetuoso de la dignidad humana.
Señor presidente:
Su contribución a la edificación de un mundo más respetuoso de la dignidad humana demostrará la capacidad efectiva de la ONU para cumplir con su misión, que tiene por objetivo ayudar a la “familia de naciones” a perseguir objetivos comunes de paz, de seguridad, y de un desarrollo humano integral para todos.
La preocupación de la Santa Sede se dirige también a los acontecimientos que tienen lugar en algunos países de África del Norte y de Oriente Medio. Quisiera renovar aquí el llamamiento del Santo Padre Benedicto XVI para que todos los ciudadanos, en particular los jóvenes, hagan todo lo posible para promover el bien común y para edificar sociedades en las que se venza la pobreza y en las que toda opción política se inspire en el respeto de la persona humana; sociedades en las que la paz y la concordia triunfarán sobre la división, el odio y la violencia.
Una última observación concierne a la demanda de reconocimiento de Palestina como Estado miembro de las Naciones Unidas, presentada aquí mismo el 23 de septiembre por el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, señor Mahmud Abas. La Santa Sede considera esta iniciativa en la perspectiva de los intentos de encontrar una solución definitiva, con el apoyo de la comunidad internacional, a la cuestión ya afrontada por la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con fecha del 29 de noviembre de 1947.Este documento fundamental sienta la base jurídica para la existencia de dos Estados. Uno de ellos ya fue creado, mientras que el otro aún no ha sido aún constituido, a pesar de que han pasado casi sesenta y cuatro años. La Santa Sede está convencida de que, si uno quiere la paz, hay que saber adoptar decisiones valientes. Es necesario que los órganos competentes de las Naciones Unidas tomen una determinación que ayude a poner por obra de forma efectiva el objetivo final, es decir, la realización del derecho de los Palestinos a tener su propio Estado independiente y soberano, y el derecho de los israelíes a la seguridad, estando ambos Estados provistos de fronteras reconocidas internacionalmente.
La respuesta de las Naciones Unidas, sea la que sea, no constituirá una solución completa, y sólo se logrará una paz duradera mediante negociaciones de buena fe entre israelíes y palestinos evitando acciones o condiciones que contradigan las declaraciones de buena voluntad. La Santa Sede, en consecuencia, exhorta a las partes a retomar las negociaciones con determinación y hace un apremiante llamamiento a la comunidad internacional para que aumente su compromiso y estimule su creatividad y sus iniciativas, para que se llegue a una paz duradera, en el respeto de los derechos de los israelíes y de los palestinos.
Gracias, Señor presidente.

9/27/11


LAS 17 CITAS CLAVE DE LA PEREGRINACIÓN DE BENEDICTO XVI A ALEMANIA


Libertad y Solidaridad
1.La libertad necesita de una referencia a una instancia superior. El que haya valores que nada ni nadie pueda manipular, es la autentica garantía de nuestra libertad. El hombre que se sabe obligado a lo verdadero y al bien, estará inmediatamente de acuerdo con esto: la libertad se desarrolla sólo en la responsabilidad ante un bien mayor. Este bien existe sólo si es para todos; por tanto debo interesarme siempre de mis prójimos. La libertad no se puede vivir sin relaciones.En la convivencia humana no es posible la libertad sin solidaridad. Aquello que hago a costa de otros, no es libertad, sino una acción culpable que les perjudica a ellos y también a mí. Puedo realizarme verdaderamente como persona libre sólo cuando uso también mis fuerzas para el bien de los demás. Esto vale no solo en el ámbito privado, sino también en el social.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Derecho, razón y natura
2. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y debe ser el deber fundamental del político. En un momento histórico en el que el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo especialmente urgente (…) En la base de la convicción acerca de la existencia de un Dios creador se ha desarrollado la idea de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, el conocimiento de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada individuo y la conciencia de la responsabilidad de los hombres por sus actuaciones. Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma -del encuentro entre la en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro forma la identidad de Europa. En la conciencia de la responsabilidad del hombre ante Dios y en el reconocimiento de la dignidad inviolable del hombre, de todo hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho, defenderlos es nuestro deber en este momento histórico.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
El horror nacionalsocialista
3. En este lugar, hay que recordar también la noche del pogromo, del 9 al 10 de noviembre de 1938. Solamente unos pocos percibieron en su totalidad la dimensión de dicho acto de desprecio humano, como lo hizo el Deán de la Catedral de Berlín, Bernhard Lichtenberg, que desde el púlpito de esa Santa Iglesia de Santa Eduvigis, gritó: "Fuera, el Templo está en llamas; también éste es casa de Dios". El régimen de terror del nacionalsocialismo se fundaba sobre un mito racista, del que formaba parte el rechazo del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, del Dios de Jesucristo y de las personas que creen en Él. (...) El mensaje de esperanza, transmitido por los libros de la Biblia hebrea y del Antiguo Testamento cristiano, ha sido asimilado y desarrollado por los judíos y los cristianos de modo distinto. "Después de siglos de contraposición, reconozcamos como tarea nuestra el esfuerzo para que estos dos modos de la nueva lectura de los escritos bíblicos –la cristiana y la judía– entren en diálogo entre sí, para comprender rectamente la voluntad y la Palabra de Dios" (Jesús de Nazaret. Segunda parte: Desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, pp. 47-48). En una sociedad cada vez más secularizada, este diálogo debe reforzar la común esperanza en Dios. Sin esa esperanza la sociedad pierde su humanidad.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
Permanecer en Cristo
4.Algunos miran a la Iglesia, quedándose en su apariencia exterior. De este modo, la Iglesia aparece únicamente como una organización más en una sociedad democrática, a tenor de cuyas normas y leyes se juzga y se trata una figura tan difícil de comprender como es la "Iglesia". Si a esto se añade también la experiencia dolorosa de que en la Iglesia hay peces buenos y malos, grano y cizaña, y si la mirada se fija sólo en las cosas negativas, entonces ya no se revela el misterio grande y profundo de la Iglesia.
(…) Permanecer en Cristo significa, como ya hemos visto, permanecer también en la Iglesia. Toda la comunidad de los creyentes está firmemente unida en Cristo, la vid. En Cristo, todos nosotros estamos unidos. En está comunidad, Él nos sostiene y, al mismo tiempo, todos los miembros se sostienen recíprocamente. Ellos resisten juntos a las tempestades y se protegen mutuamente. Nosotros no creemos solos, sino que creemos con toda la Iglesia.
Berlín, 22 de septiembre de 2011.
La dimensión pública de la religión
5.Muchos musulmanes atribuyen gran importancia a la dimensión religiosa. Esto, en ocasiones, se interpreta como una provocación en una sociedad que tiende a marginar este aspecto o a admitirlo, como mucho, en la esfera de las opciones individuales de cada uno.
La Iglesia católica está firmemente comprometida para que se otorgue el justo reconocimiento a la dimensión pública de la afiliación religiosa. Se trata de una exigencia de no poco relieve en el contexto de una sociedad mayoritariamente pluralista. Sin embargo, es necesario estar atentos para que el respeto hacia el otro se mantenga siempre. El respeto reciproco crece solamente sobre la base de un entendimiento sobre ciertos valores inalienables, propios de la naturaleza humana, sobre todo la inviolable dignidad de toda persona. Este entendimiento no limita la expresión de cada una de las religiones; al contrario, permite a cada uno dar testimonio de forma propositiva de aquello en lo que cree, sin sustraerse al debate con el otro.
Berlín 22 de septiembre de 2011.
Las cosas importantes para el verdadero ecumenismo
6.Lo más necesario para el ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha sido el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el ethos cristiano ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo, reconocemos esta comunión como nuestro fundamento imperecedero.Por desgracia, el riesgo de perderla es real.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
El Ecumenismo no se basa en ventajas o desventajas
7.En la vigilia de la visita del Papa, se ha hablado varia veces de que se espera de está visita un don ecuménico del huésped. No es necesario que yo especifique los dones mencionados en tal contexto. A este respecto, quisiera decir que esto constituye un malentendido político de la fe y del ecumenismo. Cuando un jefe de estado visita un país amigo, generalmente preceden contactos entre las instancias, que preparan la estipulación de uno o más acuerdos entre los dos estados: en la ponderación de los ventajas y desventajas se llega al compromiso que, al fin, aparece ventajoso para ambas partes, de manera que el tratado puede ser firmado. Pero la fe de los cristianos no se basa en una ponderación de nuestras ventajas y desventajas. Una fe autoconstruida no tiene valor. La fe no es una cosa que nosotros excogitamos o concordamos.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
En el corazón de María
8.Una particularidad de la imagen milagrosa de Etzelsbach es la posición del Crucificado. En la mayor parte de las representaciones de la Piedad, el cuerpo sin vida de Jesús yace con la cabeza vuelta hacia la izquierda. De esta forma, el que lo contempla puede ver su herida del costado. Aquí en Etzelsbach, en cambio, la herida del costado está escondida, ya que el cadáver está orientado hacia el otro lado. Creo que dicha representación encierra un profundo significado, que se revela solamente en una atenta contemplación: en la imagen milagrosa de Etzelbach, los corazones de Jesús y de su Madre se dirigen uno al otro, se acercan el uno al otro. Se intercambian recíprocamente su amor. Sabemos que el corazón es también el órgano de la sensibilidad más delicada para el otro, así como el órgano de la íntima compasión. En el corazón de María encuentra cabida el amor que su divino Hijo quiere ofrecer al mundo.
Erfurt - Etzelsbach, 23 de septiembre de 2011.
Creer junto a los demás
9.La fe es siempre, y esencialmente, un creer junto con otros. El hecho de poder creer lo debo sobre todo a Dios que se dirige a mí y, por decirlo así, "enciende" mi fe. Pero, más concretamente, debo mi fe también a los que están cerca de mí y que han creído antes que yo y creen conmigo. Este "con", sin el cual no es posible una fe personal, es la Iglesia. Y esta Iglesia franquea las fronteras de los países como lo demuestran las nacionalidades de los santos que he mencionado anteriormente: Hungría, Inglaterra, Irlanda e Italia. En este sentido, se resalta lo importante que es el intercambio espiritual que se extiende a través de toda la Iglesia universal. Si nos abrimos a toda fe, en la historia entera y en los testimonios de toda la Iglesia, entonces la fe católica tiene futuro también como fuerza pública en Alemania. Al mismo tiempo, las figuras de los santos que he recordado nos muestran la gran fecundidad de una vida santa, de ese amor radical por Dios y por el prójimo. Los santos, aun que sólo sean pocos, también cambian el mundo.
Erfurt, 23 de septiembre de 2011.
Dios y el futuro del hombre
10."Donde está Dios, allí hay futuro"; así reza el lema de esta Visita Pastoral. Como Sucesor del Apóstol Pedro, al que el Señor encomendó el encargo de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,32), vengo gustoso a estar con vosotros para rezar juntos, para proclamar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía. Os pido que recéis para que estos días sean fructíferos, de modo que Dios confirme nuestra fe, fortalezca nuestra esperanza y acreciente nuestro amor. Que en estos días, lleguemos a ser nuevamente conscientes del amor que Dios nos tiene y de su bondad, de forma que, con fe plena, nos pongamos a nosotros mismos en sus manos, así como todo lo que motiva nuestro corazón y es importante para nosotros. En Él, nuestro futuro está asegurado. Él da sentido a nuestra vida y puede llevarla a plenitud. El Señor os acompañe en la paz y os haga mensajeros de la alegría.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Ortodoxos: nuestra cercanía
11.Me alegra mucho que hoy estemos aquí reunidos. Les agradezco de todo corazón su presencia y la posibilidad de este encuentro amistoso. Agradezco en particular al Metropolita Augoustinos sus palabras llenas de confianza. En este contexto, repito lo que ya he dicho en otras ocasiones: entre las Iglesias y las comunidades cristianas, teológicamente, la Ortodoxia es la más cercana a nosotros; católicos y ortodoxos poseen la misma estructura de la Iglesia de los orígenes. Por ello, podemos esperar que no esté muy lejano el día en que de nuevo podamos celebrar juntos la Eucaristía (cf. Luz del Mundo. Una conversación con Peter Seewald, pp. 99s). La Iglesia católica sigue con interés y simpatía el desarrollo de las comunidades ortodoxas en Europa occidental, que han tenido un notable crecimiento.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Conjugar fe y razón
12. La preparación al sacerdocio prevé sobre todo la formación, que no es una eventualidad académica sino un aspecto esencial. “Estad preparados en todo momento -explica el Papa recordando las palabras de San Pedro- a dar, a quien os la pide, la razón, el “logo” de vuestra fe”. “Es importante -añade el Santo Padre que exhortó a los seminaristas estudiosos, atentos y humildes- estar informados, comprender, tener una capacidad racional abierta, aprender. Estudiando se contribuye a hacer resplandecer la luz de Dios en el pensamiento, a conjugar fe y razón”.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Insidias del relativismo subliminal
13.Vivimos en un tiempo caracterizado en gran parte por un relativismo subliminal que penetra todos los ambientes de la vida. A veces, este relativismo llega a ser batallador, dirigiéndose contra quienes afirman saber dónde se encuentra la verdad o el sentido de la vida.
Y notamos cómo este relativismo ejerce cada vez más un influjo sobre las relaciones humanas y sobre la sociedad. Esto se manifiesta en la inconstancia y discontinuidad de tantas personas y en un excesivo individualismo. Hay quien parece capaz de renunciar a nada en absoluto o a sacrificarse por los demás. También está disminuyendo el compromiso altruista por el bien común, en el campo social y cultural, o a favor de los necesitados. Otros ya no son idóneos para unirse de manera incondicional a un partner. Ya casi no se encuentra el valor de prometer fidelidad para toda la vida; el valor de optar y decir: "yo ahora te pertenezco totalmente", o de buscar con sinceridad la solución de los problemas comprometiéndose con decisión por la fidelidad y la veracidad
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
Cristo, la luz verdadera
14.Puede haber en nuestro entorno tiniebla y oscuridad y, sin embargo, vemos una luz: una pequeña llama, minúscula, que es más fuerte de la oscuridad, en apariencia poderosa e insuperable. Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte, vive, y la fe en Él, como una pequeña luz, penetra todo lo que es oscuridad y zozobra. Ciertamente, quien cree en Jesús no siempre ve solamente el sol en la vida, casi como si pudiera ahorrarse sufrimientos y dificultades; ahora bien, tiene siempre una luz clara que le muestra el camino hacia la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Los ojos de los que creen en Cristo vislumbran aun en la noche más oscura una luz, y ven ya la claridad de un nuevo día.
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
El corazón abierto
15. LA Iglesia en Alemania tiene muchas instituciones sociales y caritativas, en las que el amor por el prójimo se ejercita, incluso de forma socialmente eficaz y hasta los confines de la tierra. A todos los que se comprometen con la Cáritas alemana o en otras organizaciones, o incluso que ponen a disposición su tiempo y sus fuerzas en encargos de voluntariado en la Iglesia, quisiera expresar mi gratitud y mi aprecio. Tal servicio exige, antes que nada, una competencia objetiva y profesional. Pero en el espíritu de la enseñanza de Jesús es necesario más: el corazón abierto, que se deja tocar por el amor de Cristo, y así da al prójimo, que necesita de nosotros, más que un servicio técnico: el amor, en el que al otro se le hace presente el Dios que ama, Cristo.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Cómo, cuándo y por qué cambiar la Iglesia
16.A la beata Madre Teresa le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: usted y yo.
Este pequeño episodio pone de relieve dos cosas: por un lado, la Religiosa quiere decir a su interlocutor que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. Por otro lado, parte del presupuesto de que efectivamente hay motivo para un cambio, de que existe esa necesidad. Cada cristiano y la comunidad de los creyentes están llamados a una conversión continua.
¿Cómo se debe configurar concretamente este cambio? ¿Se trata tal vez de una renovación como la que realiza, por ejemplo, un propietario mediante una restructuración o la pintura de su edificio? ¿O acaso se trata de una corrección, para retomar el rumbo y recorrer de modo más directo y expeditivo un camino? Ciertamente, estos y otros aspectos tienen importancia. Pero por lo que respecta a la Iglesia, el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la Iglesia misma (…) Digámoslo con otras palabras: la fe cristiana es para el hombre siempre un escándalo, no sólo en nuestro tiempo. Creer que el Dios eterno se preocupe de los seres humanos, que nos conozca; que el Inasequible se haya convertido en un momento dado en accesible; que el Inmortal haya sufrido y muerto en la cruz; que a los mortales se nos haya prometido la resurrección y la vida eterna; para nosotros los hombres, todo esto es verdaderamente una osadía.
Este escándalo, que no puede ser suprimido si no se quiere anular el cristianismo, ha sido desgraciadamente ensombrecido recientemente por los dolorosos escándalos de los anunciadores de la fe. Se crea una situación peligrosa, cuando estos escándalos ocupan el puesto del skandalon primario de la Cruz, haciéndolo así inaccesible; esto es cuando esconden la verdadera exigencia cristiana detrás de la ineptitud de sus mensajeros.
Friburgo, 25 de septiembre de 2011.
Rezo por Alemania
17.Animo a la Iglesia en Alemania a seguir con fuerza y confianza el camino de la fe, que hace volver a las personas a las raíces, al núcleo esencial de la Buena Noticia de Cristo. Surgirán pequeñas comunidades de creyentes, y ya existen, que con el propio entusiasmo difundan rayos de luz en la sociedad pluralista, suscitando en otros la inquietud de buscar la luz que da la vida en abundancia. "Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él" (Homilía en el inicio solemne del Pontificado, 24 de abril de 2005). De esta experiencia crece al final la certeza: "Donde está Dios, allí hay futuro". Donde Dios está presente, allí hay esperanza y allí se abren nuevas prospectivas y con frecuencia insospechadas, que van más allá del hoy y de las cosas efímeras. En este sentido acompaño, con el pensamiento y la oración, el camino de la Iglesia en Alemania.

DISCURSO DEL PAPA EN EL ENCUENTRO CON LOS SEMINARISTAS EN FRIBURGO


Queridos seminaristas, queridos hermanos y hermanas:
Para mi es una gran alegría poder encontrarme aquí con los jóvenes que se encaminan para servir al Señor; que escuchan su llamada y quieren seguirlo. Quisiera dar las gracias de modo particularmente caluroso por la bella carta que el Rector del seminario y los seminaristas me han escrito. Realmente me ha tocado el corazón cómo habéis reflexionado sobre mi carta, y de ella habéis desarrollado vuestras preguntas y respuestas; con qué seriedad acogéis lo que he intentado proponer y, en base a esto, desarrolláis vuestro propio camino.
Ciertamente lo más bonito sería que pudiésemos tener un diálogo juntos, pero el horario del viaje, al que estoy obligado y debo obedecer, por desgracia, no me permite cosas de este tipo. Puedo solamente intentar subrayar una vez más algunos pensamientos a la luz de lo que habéis escrito y de lo que yo había escrito.
En el contexto de la pregunta: “¿De qué forma parte el seminario; qué significa este periodo?” en el fondo, me impacta cada vez más que nada el modo en que san Marcos, en el tercer capítulo de su Evangelio, describe la constitución de la comunidad de los Apóstoles: “El Señor instituyó a los Doce”. Él crea algo, Él hace algo, se trata de un acto creador. Él los crea, “para que estuvieran con él, y para enviarlos”(cfr. Mc 3, 14): esta es una doble voluntad que, bajo ciertos aspectos, parece contradictoria. “Para que estuvieran con él”: tienen que estar con Él, para llegar a conocerle, para escucharle, para dejarse plasmar por Él; tienen que ir con Él, estar con Él en camino, alrededor de Él y detrás de Él. Per al mismo tiempo deben ser enviados que parten, que llevan fuera lo que han aprendido, lo llevan a los demás hombres en camino – hacia laperiferia, en el vasto ambiente, también hacia lo que está muy alejado de Él. Y sin embargo, estos aspectos paradójicos van juntos: si ellos están verdaderamente con Él, entonces están siempre también en camino hacia los demás, entonces están en búsqueda de la oveja perdida, entonces van allí, tienen que transmitir lo que han encontrado, tienen que darle a conocer, convertirse en enviados. Y viceversa: si quieren ser verdaderos enviados, tienen que estar siempre con Él. San Buenaventura dijo una vez que los Ángeles, allí donde van, por lejos que sea, se mueven siempre dentro de Dios. Así es también aquó: como sacerdotes debemos salir a los múltiples caminos en los que se encuentran los hombres, para invitarles a su banquete nupcial. Pero sólo podemos hacerlo permaneciendo siempre junto a Él. Y aprender esto, este salir fuera, ser enviados, junto con estar con Él, permanecer junto a Él, es – creo – precisamente lo que tenemos que aprender en el seminario. La forma correcta de permanecer con Él, de estar profundamente arraigados en Él – estar cada vez más con Él, conocerle cada vez más, separarse cada vez menos de Él – y al mimso tiempo salir cada vez más, llevar el mensaje, transmitirlo, no guardarlo para nosotros, sino llevar la Palabra a los que están alejados y que, sin embargo, en cuanto que criaturas de Dios y amados por Cristo, llevan en el corazón el deseo de Él.
El seminario es por tanto un tiempo para ejercitarse; ciertamente también para discernir y aprender: ¿Él me quiere para esto? La vocación debe ser confirmada, y de esto forma parte además la vida comunitaria y forma parte naturalmente el diálogo con los guías espirituales que tenéis, para aprender a discernir lo que es su voluntad. Y después aprender la confianza: si Él lo quiere realmente, entonces puedo confiarme a Él. En el mundo de hoy, que se transforma de modo increíble y en el que todo cambia continuamente, en el que los vínculos humanos se rompen porque tienen lugar nuevos encuentros, se hace cada vez más difícil creer: yo resistiré toda la vida. Ya para nosotros, en nuestros tiempos, no era fácil imaginar cuántas décadas Dios habría querido darme, cuánto habría cambiado el mundo. ¿Perseveraré con Él, tal como le prometí?... Es una pregunta que, precisamente, exige la comprobación de la vocación, pero después – más reconozco: sí, Él me quiere – también la confianza: si me quiere, entonces también me sostendrá; en la hora de la tentación, en la hora del peligro estará presente y me dará personas, me mostrará caminos, me sostendrá. Y la fidelidad es posible, porque Él está siempre presente, y porque Él existe ayer, hoy y mañana; porque Él no pertenece sólo a este tiempo, sino que es futuro y puede sostenernos en todo momento.
Un tiempo de discernimiento, de aprendizaje, de llamada... Y después, naturalmente, en cuanto que tiempo de estar con Él, tiempo de oración, de escucha de Él. Escuchar, aprender a escucharle de verdad – en la Palabra de la Sagrada Escritura, en la fe de la Iglesia, en la liturgia de la Iglesia – y aprender el hoy en su Palabra. En la exégesis aprendemos muchas cosas sobre el ayer: todo lo que existía entonces, qué fuentes hay, que comunidades existían, etc. También esto es importante. Pero más importante es que en este ayer nosotros aprendemos el hoy; que Él con estas palabras habla ahora y que éstas llevan todas en sí su hoy, y que, más allá de su inicio histórico, llevan en sí una plenitud que habla a todos los tiempos. Y es importante aprender esta actualidad de su hablar – aprender a escuchar – y así poder hablar de ella a los demás hombres. Ciertamente, cuando se prepara la homilía del Domingo, este hablar... Dios mío, ¡está a menudo tan lejos! Pero si yo vivo con la Palabra, entonces veo que no está lejos en absoluto, que es actualísima, está presente ahora, se refiere a mí y se refiere a los demás. Y entonces aprendo también a explicarla. Pero para esto se necesita un camino constante con la Palabra de Dios.
Estar personalmente con Cristo, con el Dios vivo, es una cosa; la otra es que siempre, sólo en el “nosotros” podemos creer. A veces digo: san Pablo escribió: “la fe viene de la escucha” – no del leer. Necesita también de la lectura, pero viene de la escucha, es decir, de la palabra viviente, de las palabras que los demás me dirigen y que puedo escuchar; de las palabras de la Iglesia a través de todos los tiempos, de la palabra actual que ésta me dirige mediante los sacerdotes, los obispos y los hermanos y hermanas. Forma parte de la fe el “tú” del prójimo, y forma parte de la fe el “nosotros”. E precisamente este ejercitarse en soportarse mutuamente es algo muy importante; aprender a acoger al otro como otro en su diferencia, y aprender que él tiene que soportarme a mí en mi diferencia, para llegar a ser un “nosotros”, para que un día también en la parroquia podamos formar una comunidad, llamar a las personas a entrar en la comunidad de la Palabra y estar juntos en camino hacia el Dios viviente. Forma parte de ello el “nosotros” concreto, como lo es seminario, como lo será la parroquia, pero también el mirar más allá del “nosotros” concreto y limitado al gran “nosotros” de la Iglesia en todo lugar y en todo tiempo, para no hacer de nosotros mismos el criterio absoluto. Cuando decimos: “Nosotros somos Iglesia” – sí, es verdad: somos nosotros, no cualquier persona. Pero el “nosotros” es más amplio que el grupo que lo está diciendo. El “nosotros” es la entera comunidad de los fieles, sí, allí existe, por así decirlo, el juicio de la mayoría de hecho, pero nunca puede haber una mayoría contra los Apóstoles y contra los Santos: esto sería una falsa mayoría. Nosotros somos Iglesia: ¡seámoslo! Seámoslo precisamente en el abrirnos y en el ir más allá de nosotros mismos y en serlo junto con los demás.
Creo que, en base al horario, quizás debería concluir. Quisiera solamente deciros una cosa más. La preparación al sacerdocio, el camino hacia él, requiere ante todo también el estudio. No se trata de una casualidad académica que se ha formado en la Iglesia occidental, sino que es algo esencial. Sabemos todos que san Pedro dijo: “Estad siempre dispuestos a defenderos delante de cualquiera que os pida razón de la esperanza que tenéis”(cfr. 1Pe 3, 15). Nuestro mundo hoy es un mundo racionalista y condicionado por la cientificidad, aunque a menudo se trate de una cientificidad sólo aparente. Pero el espíritu de la cientificidad, del comprender, del explicar, del poder saber, del rechazo a todo lo que no es racional, es dominante en nuestro tiempo. Hay en esto algo grande, aunque a menudo detrás se esconde mucha presunción e insensatez. La fe no es un mundo paralelo del sentimiento, que nos permitimos además como un “plus”, sino que es lo que abraza el todo, le da sentido, lo interpreta y le da también las directrices éticas interiores, para que sea comprendido y vivido de cara a Dios y a partir de Dios. Por esto es importante estar informados, comprendes, tener la mente abierta, aprender. Naturalmente, dentro de veinte años estarán de moda teorías filosóficas totalmente distintas de las de hoy: si pienso en lo que entre nosotros era la más alta y moderna moda filosófica y veo cómo todo eso ya se ha olvidado... A pesar de ello, no es inútil aprender estas cosas, porque en ellas hay también elementos duraderos. Y sobre todo, con ello aprendemos a juzgar, a seguir mentalmente un pensamiento – y a hacerlo de forma crítica – y aprendemos a hacer que, al pensar, la luz de Dios nos ilumine y no se apague. Estudiar es esencial: sólo así podemos hacer frente a nuestro tiempo y anunciarle el logos de nuestra fe. Estudiar también de forma crítica – en la conciencia, precisamente, de que mañana otro dirá algo distinto – pero ser estudiantes atentos y abiertos y humildes, para estudiar siempre con el Señor, ante el Señor y para Él.
Sí, podría decir aún muchas cosas, y quizás debería hacerlo... Pero os doy las gracias por la escucha. Y en la oración, todos los seminaristas del mundo están presentes en mi corazón – no tan bien, con el nombre de cada uno, como les he recibido aquí, pero con todo en una camino interior hacia el Señor: que Él los bendiga a todos, les dé luz a todos y les indique el camino correcto, y nos de muchos buenos sacerdotes. Gracias de corazón.

LA IGLESIA, INVITADA A PRECISAR QUÉ SIGNIFICA “NUEVA EVANGELIZACIÓN”


Monseñor Ricardo Blázquez, 
vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española


La expresión “nueva evangelización” de Juan Pablo II todavía está abierta al debate sobre su significado preciso, su aplicación, sus implicaciones, etcétera.
Lo afirmó el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Valladolid, monseñor Ricardo Blázquez, en una conferencia titulada La nueva evangelización: de Juan Pablo II a Benedicto XVI.
Su ponencia clausuró las 44ª Jornadas de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca, celebradas en Plasencia los días 12 y 13 de septiembre bajo el título: Nueva evangelización: retos y posibilidades.
“La nueva evangelización es la palabra clave de orientación para la pastoral presente y futura”, una “fórmula muy repetida en que se concentran tareas, necesidades apostólicas y esperanzas de la Iglesia”, afirmó el obispo Blázquez, citando los Lineamenta para el próxima Asamblea del Sínodo de Obispos que se celebrará en octubre de 2012 sobre el tema La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
“Es una gran cuestión planteada a la Iglesia, y abierta en su comprensión y realización, ante la cual debemos estar muy atentos”, continuó.
“Aunque inmediatamente la expresión recaba consentimientos y hasta felicitaciones, sin embargo una reflexión más detenida descubre la necesidad de precisar su contenido”, dijo.
Para explicar lo que se entiende por “nueva evangelización”, el obispo citó unas palabras de Juan Pablo II en su carta apostólica Novo milenio ineunte, recogidas en la conclusión de losLineamenta.
“Hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización de la nueva y cambiante situación de los pueblos y culturas que la caracteriza”, escribió el papa polaco.
Y continuó: “He repetido muchas veces en estos años la “llamada” a la “nueva evangelización”. La reitero ahora, sobre todo para que indicar que hace falta reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés”.
Ya entonces, Juan Pablo II auguró que “esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no puede ser delegada a unos pocos “especialistas”, sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios”.
Los Lineamenta (orientaciones) fueron aprobados el 2 de febrero de este año. Antes del 1 de noviembre deben ser enviadas las respuestas de los cuestionarios a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos.
Con las respuestas atentamente analizadas e integradas se elaborará el Instrumentumlaborispara la Asamblea Sinodal.
Origen de la expresión
El obispo Blázquez recordó que Juan Pablo II fue quien introdujo por primera vez la expresión “nueva evangelización”, sin atribuirle una relevancia particular ni sospechar que estaba destinada a hacer historia.
Fue en Polonia en 1979, en el santuario de la Santa Cruz, de Mogila, en las celebraciones del milenario de la evangelización en esa zona.
El papa destacó aquel día que “donde surge la cruz, se ve la señal de que ha llegado la Buena Noticia de la salvación del hombre mediante el amor”.
Con la nueva cruz de madera levantada no lejos de aquí, señaló, “hemos recibido una señal: que en el umbral del nuevo milenio –en esta nueva época, en las nuevas condiciones de vida-, vuelve a ser anunciado el Evangelio. Se ha dado comienzo a una nueva evangelización, como si se tratara de un segundo anuncio, aunque en realidad es siempre el mismo”.
“Las efemérides de lo acontecido hace un milenio sugieren a Juan Pablo II la evangelización al comienzo del nuevo”, interpretó el obispo Blázquez.
Nuevos matices
Juan Pablo II utilizó particularmente la fórmula en la preparación para las celebraciones del comienzo del V centenario de la Evangelización de América.
Al dirigirse a los obispos del CELAM el 9 de marzo de 1983, pidió el compromiso de obispos, sacerdotes y fieles “no de re-evangelizar, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”.
En un discurso muy importante dirigido por Juan Pablo II al Simposio del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa  el 11 de octubre de 1983, apareció la fórmula “nueva evangelización” referida a la situación de Europa, de Europa occidental, prosiguió monseñor Blázquez.
“Europa, a la que hemos sido enviados, ha experimentado tales y tantas transformaciones culturales, políticas, sociales y económicas, que plantean el problema de la evangelización en términos totalmente nuevos”, dijo entonces Juan Pablo II.
“La nueva evangelización de Europa debe insertarse en las raíces comunes, que están guardadas por la memoria maternal de la Iglesia”, continuó el papa.
Y afirmó que en la nueva situación de Europa la Iglesia “está llamada a proponer una nueva evangelización, una síntesis creativa entre el Evangelio y la vida”.
“Ni el fermento evangélico se ha debilitado ni las entrañas de Europa están muertas –añadió-. La nueva evangelización en Europa mira hacia delante sin perder la memoria histórica”.
En misión
El vicepresidente de la CEE explicó que en la misión se pueden distinguir tres situaciones: la misión ad gentes, cuando se dirige a pueblos donde Cristo y el Evangelio no son conocidos.
En segundo lugar, diferenció la misión con las comunidades cristianas con sólidas estructuras eclesiales y vida y acción pastoral ordinaria.
Y finalmente se refirió a “una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido de su fe o se han alejado de la Iglesia, de Cristo, del Evangelio”.
En este tercer caso es necesaria una “nueva evangelización”, destacan los Lineamenta del sínodo.
El obispo Blázquez planteó: “¿No es la iniciación cristiana el método prioritario de la nueva evangelización?”, e indicó que “la iniciación cristiana es la forma que la nueva evangelización debe adoptar, según los métodos adecuados”.
El relevo
A continuación, indicó que Benedicto XVI ha retomado el reto de la nueva evangelización, como lo demuestran numerosas de sus intervenciones, escritos y actuaciones.
“La exigencia de una nueva evangelización tan fuertemente sentida por mi venerado predecesor, ha de ser confirmada sin temor, con la certeza de la eficacia de la Palabra divina”, destaca en la exhortación apostólica Verbum Domini, por ejemplo.
También habla en este sentido el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, instituido por el actual Papa el 21 de septiembre de 2010.
En el motu proprio Ubicumque et sempercon el que instituyó el dicasterio, Benedicto XVI tomó unas palabras de la exhortación apostólica Christifideleslaici.
“Enteros países y naciones, en los que en un tiempo la religión y la vida cristiana fueron florecientes y capaces de dar origen a comunidades de fe viva y operativa, están ahora sometidas a dura prueba e incluso alguna que otra vez son radicalmente transformadas por el continuo difundirse el indiferentismo, del secularismo y del ateísmo”, señala ese documento del año 1988.
“Se trata, en concreto, de países y naciones del llamado Primer Mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo –si bien entremezclado con espantosas situaciones de pobreza y miseria- inspiran y sostienen una existencia vivida “como si Dios no existiera”.
“Sólo -dice más adelante la exhortación apostólica-, una nueva evangelización puede asegurar el crecimiento de una fe límpida y profunda, capaz de hacer de estas tradiciones una fuerza de auténtica libertad”.
Rasgos de la nueva evangelización
El obispo Blázquez puso de relieve en su conferencia diversos rasgos que caracterizan la nueva evangelización, que “tiene su punto de partida y su fundamento en el Concilio Vaticano II”.
Este acontecimiento eclesial marcó algunas actitudes misioneras para nuestro tiempo: evangelización en clave de diálogo con la humanidad, unión de la escucha atenta y la verdad pronunciada con amor, humildad en su presentación, valentía y amor a los hombres.
También destacó el obispo como rasgo de la nueva evangelización el “celo por la verdad límpida e íntegra de la fe” y “la claridad en la pertenencia eclesial”.
“Debemos proclamar abiertamente, con valor y entusiasmo, el Evangelio de la verdad y de la gracia de Dios –continuó-. No hay derecho a que el mensaje de la Iglesia sea excluido de la configuración de la opinión pública”.
Respecto  al contexto en que acontece la evangelización, el obispo señaló que “es, a diferencia de situaciones anteriores en que la existencia de Dios se daba por supuesta, de indiferencia religiosa, de enfriamiento, de agnosticismo, de ateísmo, de vivir al aparecer sin inquietud trascendente. Este contexto hace más radical la evangelización”.
Atrio de los gentiles
“Por esto insiste tanto Benedicto XVI en que la prioridad misionera consiste en anunciar a Dios y abrir a los hombres a su búsqueda”, destacó monseñor Blázquez.
En este contexto se inserta el llamado “atrio de los gentiles”, un espacio próximo al templo de Jerusalén cuya denominación se usa hoy para designar espacios para dialogar con “todos los pueblos que no dejan de preguntarse por Dios y con los que es necesario entrar en diálogo misionero”.
Y en ese diálogo, el prelado indicó algunas “realidades fundamentales que configuran en conjunto la forma de proceder en la evangelización”: verdad y caridad; razón y fe; conocimiento y amor; argumentos sólidos, bien razonados y presentados con respeto y cordialidad; con obras y palabras.
Liturgia, caridad, jóvenes
Monseñor Blázquez también subrayó que la liturgia de la Iglesia “tiene mucho que ver con la irradiación de la santidad de Dios en la nueva evangelización”, así como el ejercicio de la caridad evangélica y la creación de instituciones de ayuda a las numerosas formas de pobres.
“Las obras del amor, humilde y servicial, son vías de evangelización; y de nueva evangelización particularmente, teniendo en cuenta la difidencia de muchos hacia la Iglesia”, afirmó.
Y añadió que “la nueva evangelización tiene mucho que ver con los jóvenes como destinatarios y como sujetos evangelizadores” y que “la nueva evangelización y la iniciación cristiana deben caminar unidas”.
Finalmente, monseñor Blázquez reiteró la necesidad de que la Iglesia continúe su discernimiento sobre la nueva evangelización y entusiasmando nuevamente a los que muestran signos de cansancio y de resignación.
Y concluyó: “Se trata de evangelizar al hombre desde los cimientos, uniendo anuncio de la fe y de la conversión con el encuentro con Jesucristo en la Palabra y los Sacramentos; armonizando el  crecimiento de la fe personal y la maduración de la comunidad; acompasando conocimiento de la fe, experiencia y misión”.