1/30/13


'TAMBIÉN ENTRÓ EL OTRO DISCÍPULO, VIO Y CREYÓ''


Carta a la vida contemplativa del arzobispo de Burgos Francisco Gil Hellín en el Año de la Fe

‘También entró el otro discípulo, vio y creyó’ (Jn 20,8). La actitud de los dos discípulos de Jesús, corriendo hacia el sepulcro para verificar la ‘buena noticia’ de María Magdalena, es una buena expresión de lo que significa el deseo de la fe y la necesidad de confirmarlo, según las Escrituras. En el diálogo de María Magdalena con el Señor, en la sorpresa de los discípulos más queridos, en el corazón ardiente por confirmar la noticia entendemos el desenlace final del sepulcro vacío: el Señor ya no está. Por eso creemos que nuestra vida ya camina hacia la resurrección con Él.
Este rostro luminoso de vida nueva en los primeros testigos de la resurrección del Señor es lo que compruebo en las miradas de muchos religiosos y religiosas contemplativos de nuestra diócesis. Los diferentes cenobios están hechos de losas de resurrección y son el mejor testimonio de la fe perenne, hecha camino hacia la eternidad. Por eso, sin miedo, abren las puertas de sus muros a los peregrinos para que descubramos en ellos y en ellas que su corazón sigue ardiendo en el silencio, gracias al alimento de la Palabra de Dios y de la Eucaristía.
Estos hombres y mujeres contemplativos, amantes de la naturaleza, son el pulmón de nuestra Iglesia Local que oxigena y revitaliza cada una de las iniciativas evangelizadoras realizadas por cada ‘célula eclesial’. Sienten como propios los gozos y las fatigas, las alegrías y esperanzas de nuestros paisanos burgaleses. Conocen de primera mano la intensidad con la que estamos viviendo este Año de la fe.
Por eso me siento orgulloso de dirigirme a vosotros para redescubrir juntos ese aire puro de la resurrección y contagiarme de vuestra vitalidad y belleza.
Por la fe’ nace la vida contemplativa
Nuestro más ilustre burgalés, preocupado por el verdadero conocimiento y difusión de la Palabra de Dios, alentaba con estas palabras a sus primeros hermanos de comunidad: ‘contemplari et contemplata aliis tradere’. En esta máxima de santo Domingo de Guzmán veo con nitidez vuestra misión en este Año de la fe, que nos ha regalado el papa Benedicto XVI.
Las comunidades contemplativas sois el vivo testimonio de que la vida de Cristo resucitado es vuestro único fundamento. En ellas ‘sólo se vive de la fe y desde la fe’ (cf. Hb 10, 38). Por eso vuestra vida común, lejos de ser una cuestión funcional, se convierte en una actualización y anticipación del Reino de Dios en la tierra. Habéis dejado ‘padre, madre, hacienda, profesión y amor carnal’ (Mt 19,29) no por ascesis, sino por abandono en el único Dios que es riqueza eterna. Vuestra fe es vuestro único tesoro, que habéis puesto a buen recaudo en una comunidad de vida, lejos del peligro de los avatares y los deseos de éxito humano.
Me alegra llamaros ‘mártires de la fe y mártires de la esperanza en la vida eterna’ en un momento histórico donde no pocos de vuestros coetáneos han perdido ambos elementos vitales. En vuestro testimonio recordamos y redescubrimos que la vida no viene de nosotros mismos. Sólo podemos seguir creyendo y esperando si sabemos contemplar al Señor de la vida. Él nos la regala totalmente, aunque pensemos que la perdemos por no tener propiedades. Él nos la da gratuitamente, aunque creamos que la conquistamos nosotros por nuestros méritos. Él nos hace eternamente fecundos, aunque parezca que nuestros cuerpos se consumen sin función ni servicio.
Soy testigo de ‘vuestro vivir del amor a Dios y por amor a Dios’ y os animo a que lo mostréis a cuantos se acerquen a vuestros monasterios. Si el amar es el mejor icono de Dios, el dejarse amar es hacer la voluntad de Dios. Son muchos los que viven en el desamor o en la manipulación del amor. En vuestro vivir el amor de Dios ponéis toda vuestra inteligencia para que sea auténtico y vuestro cuerpo no sea más que el velo que trasluce la verdad que lleváis dentro y que nadie os arrebatará en la tierra.
Una Iglesia de Comunión, agradecida a vuestra presencia
La reciente exposición de Las Edades del Hombre en Oña, titulada Monacatus nos ha servido para comprobar, una vez más, que los grandes hitos de la cultura y fe de nuestra Iglesia Local están enraizados en la vida contemplativa. Ésta, lejos de reservarse en el arca del pasado, tiene una actualidad muy significativa. Son muchos los creyentes y no creyentes los que, después de visitar la exposición, se han acercado a un monasterio para comprobar el hoy de esta riqueza. En todos ellos no es poca la satisfacción de convivir unos minutos con vosotras y vosotros. Cuando en vuestros rostros va impresa la impronta de la alegría por la fe, la esperanza y la caridad, el visitante se lleva a su lugar vital el mejor regalo: la misma vida de Cristo resucitado.
Debo recordar y agradeceros el ser los continuadores de la tradición monacal de hitos como Valpuesta, Fresdelval, Oña, Arlanza, Silos, Cardeña, Caleruega, Palacios de Benaver, Huelgas… Todos ellos nos recuerdan la existencia milenaria de nuestra diócesis y nos permiten la celebración de no pocos eventos que hacen de nuestra diócesis un atractivo universal.
Igualmente, el recordar la pluralidad de carismas monacales nos hace una diócesis única. El carisma y regla de san Benito, san Romualdo, san Bernardo y san Bruno siguen viviéndose en no pocas comunidades. También san Agustín de Hipona, santo Domingo de Guzmán, san Francisco de Asís, santa Clara, santa Teresa de Jesús o san Francisco de Sales siguen inspirando una manera peculiar de vivir el Evangelio en el siglo XXI. En todos ellos descubrimos que la puerta de la fe sigue abierta y son muchos los que cruzan este umbral para formar parte de la comunidad original que fundaron estos grandes santos1.
La vivencia de estos carismas es la mejor expresión del ‘don de Dios a nuestra Iglesia Local’2. La mejor manera de agradecer este don admirable es vivirlo con fidelidad y renovación, tal y como hicieron los fundadores. Esto hará posible acoger nuevos frutos e, incluso, nuevas familias de religiosos y religiosas que siguen la inspiración del Espíritu Santo en la Iglesia. El Espíritu orientará a que fidelidad y renovación sean el cauce para nuevas vocaciones a esta forma de vida y a un mayor compromiso bautismal de todos los fieles.
Cuando la vocación contemplativa es vivida como don y en comunión con la Iglesia Local, resplandece todo su atractivo. Unas veces se manifiesta como ‘interrogante de sentido’, otras como modelo de generosidad, otras como ejemplo de plenitud vital, etc. En cualquiera de los casos, es una invitación permanente a ‘venir y ver’ y a ‘ver y creer’. Vosotras y vosotros, desde vuestra pequeñez, no debéis tener miedo a que el hombre de hoy conozca la fuente de vuestra alegría y la riqueza de vuestro don.
Testigos del Dios vivo
Insisto en la oportunidad de vuestras comunidades de fe y vida como centros de que irradian la hermosura del creer. ‘La caridad de Cristo nos urge’ (2 Co 5,14). Es el amor de Cristo el que llena vuestros corazones y os impulsa a comunicar -‘aliis tradere’- lo que estáis viviendo. Desde el testimonio vivo de este amor y desde vuestra oración y trabajo podéis ser el mejor estímulo para tantos creyentes, que viven con gozo su fe o que se ven en el momento dramático de perderla. Igualmente podéis ser referencia para tantos no creyentes, que miran con recelo a la Iglesia, pero se acercan a la vida contemplativa con una especial benevolencia, admirados por vuestra autenticidad. No podemos desaprovechar la oportunidad que nos ofrece el Año de la Fe para convertir vuestras comunidades en centros de oración, de peregrinación y de evangelización.
Centros de oración: Vuestra experiencia de oración merece ser conocida. Sois maestros y maestras de lectio divina, en los que se pueden mirar tantos cristianos de nuestras parroquias y movimientos, que expresan la dificultad de ser iniciados en la oración profunda. Vuestro sosiego y estabilidad es billete seguro para todo aquel que quiera encontrar una experiencia de método de oración. No pocos jóvenes de forma aislada o en grupo demandan esta iniciación tanto en la oración personal como en la oración litúrgica. Vuestros espacios pueden ser el lugar más idóneo para el aprendizaje o la consolidación.
Centros de peregrinación: La tradición monástica, siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos, siempre ha tenido una especial atención a la acogida. Quien acude a un monasterio sabe a dónde va. Las motivaciones son múltiples, y no siempre aparecen en un primer encuentro, pero siempre hay una cierta predisposición en quien se acerca a vuestro ‘lugar santo’. Lo hace con tiempo como turista, como persona con penuria económica, como peregrino que busca, como persona afligida… espera y sabe que vuestra acogida, vuestra escucha y vuestra palabra son como ‘al mismo Cristo que se acerca’.
Centros de evangelización: La evangelización parte y se fundamenta en el testimonio y anuncio de Cristo resucitado y vuestras comunidades son espacios privilegiados. En la era de la Nueva Evangelización los monasterios se pueden convertir en auténticos espacios de ‘primer anuncio’. Creo que es un ‘signo de los tiempos’ que merece reflexión y atención por parte de todos. Vuestra forma de vivir, vuestra alegría y esperanza cuestionan al hombre de hoy cómo es posible ser feliz ‘sin nada como propio’. En el encuentro con vosotras y vosotros comprueban que esa posibilidad es real y es la verdad de vuestra vida. Vuestro testimonio pasa de ser algo oculto a ser una invitación. Así ocurría en las primeras comunidades cristianas que vivían y anunciaban el kerygma.
Conocéis ya el programa de actividades del Año de la fe. Los encuentros arciprestales con comunidades contemplativas os ayudarán a participar de forma más directa en la dinámica pastoral que la Vicaría de Pastoral ha diseñado para el presente curso.
Conclusión
Junto al sepulcro del resucitado estaba también María, la Madre de Jesús. Benedicto XVI proponía a esta mujer de Nazaret como primer ejemplo de fe, que ha marcado el decurso de dos mil años de historia de salvación3. Ella acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería Madre de Dios (Lc 1,38). Con fe saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando los recuerdos de su corazón (Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella para recibir el Espíritu Santo (cf. Hc 1,14; 2, 1- 4). Esos mismos frutos de la fe son los que abundan en vuestras comunidades. A la vez que agradezco vuestra fidelidad, como la de ella, a la Palabra de Dios, os invito a que los comuniquéis a todos aquellos hombres de buena voluntad que se acerquen a vosotros y vosotras.
Con mi afecto sincero y mi bendición,
+ Francisco Gil Hellín Arzobispo de Burgos
Burgos, Solemnidad de la Epifanía 2013
Orientaciones pastorales para los monasterios de vida contemplativa en el Año de la Fe
El Año Litúrgico es el norte que orienta y da sentido a nuestro tiempo para reconocer en Él a Dios como regalo y alabarle en su epifanía. A la dinámica del Año Litúrgico añadimos ‘la alegría de nuestra fe y nuestro entusiasmo por comunicarla’. Con este objetivo de celebrar y comunicar nos situamos en el Año de la fe. A continuación recojo algunas propuestas pastorales que os pueden ayudar a hacer más prístino el resplandor del regalo de vuestra fe individual y comunitaria:
Acentuar la formación, teniendo presente el Catecismo de la Iglesia Católica y los Documentos del Concilio Vaticano II. En este sentido son muy valiosas las catequesis del Papa, pronunciadas cada miércoles desde el 17.10.12.
Profundizar en el estudio de vuestras Constituciones y en las diversas actualizaciones del carisma fundacional. Todo ello forma parte de vuestra tradición y os ayuda a descubrir vuestro ser eclesial, dentro de la ‘Iglesia de comunión’.
Potenciar los encuentros comunitarios para compartir la fe y la alegría con los miembros de la propia comunidad. El mejor estímulo es el que viene de dentro. Igualmente será útil compartir testimonios con otras comunidades de la diócesis a través de medios, como publicaciones, que permiten hacerlo con sencillez.
Acentuar y profundizar en el sentido expiatorio de la penitencia y su carácter de ‘búsqueda de Dios’. El penitente busca con mayor ahínco a Dios en su desierto particular, a la vez que encuentra al hermano sufriente en el silencio de su corazón. Que en vuestro corazón manso y beato estén las familias más necesitadas.
Crear cauces para mostrar la riqueza espiritual de la comunidad a las parroquias y movimientos del arciprestazgo: ofertar sesiones de lectio divina o lectura compartida del Evangelio; ofertar la celebración de la Liturgia de las Horas, acogiendo y preparando materiales adecuados para los fieles… Se puede comenzar invitando a los miembros de los consejos parroquiales o arciprestales o a miembros de grupos ya iniciados.
Cuidar con esmero la acogida en la recepción (porta coeli), en el locutorio, en la iglesia. Ofertar vuestro tiempo y vuestra escucha, vuestro acompañamiento espiritual o diálogos de fe para todas aquellas personas que se acercan a vosotros, especialmente los jóvenes.
Habilitar un espacio ad intra y ad extra como ‘Biblioteca de fe vivida’ con materiales sobre el Año de la Fe: libros, DVDs, evangelios… y momentos para compartir su lectura.
Seguir con atención las actividades de la Iglesia Universal y Local sobre el Año de la fe. Es importante que de alguna manera os hagáis presentes en el encuentro arciprestal con la vida contemplativa, que se ha programado.
Intensificar la oración por la Iglesia Local, por sus agentes de pastoral, por los misioneros, por las nuevas vocaciones… sin olvidar vuestra condición de ‘pulmón’ y de rostro del resucitado.
Compartir vuestra opción de vida pobre con los más afectados por la crisis económica, viviendo en la austeridad de lo necesario y participando en las campañas orientadas por Cáritas. Que ningún pobre marche de vuestra casa sin el rostro alegre.
Aprovechar la oportunidad de que vuestros monasterios son lugares de peregrinación. El peregrino camina hacia un lugar santo del que espera el testimonio del Dios vivo. Que encuentren en vosotros y vosotras al Dios del amor y del perdón. El turista busca alimentar su curiosidad. Que vuestra acogida sea ocasión para ‘el primer anuncio’ y puente para el encuentro con el Señor.
NOTAS
1.- Cf. Porta Fidei 1.
2.- Cf. Constituciones Sinodales nº 236
3.- Cf. Porta Fidei 13.