4/13/13


El papa Francisco, religioso y sacerdote

Jorge Rangel Sánchez


Hoy se cumple un mes de la elección del papa Francisco. Jorge Rangel Sánchez, de la Comisión Diocesana para la Pastoral de la Comunicación Social de la diócesis de Querétaro, México, describe la figura del pontífice desde su condición de religioso y sacerdote.

“Habemus Papam”, fueron las palabras que iniciaron el fin del bombardeo de especulaciones de quienes fuera de la Iglesia hasta se atrevían a hacer listas de favoritos y tenían a mano los datos según ellos espectaculares de cargos y notas que dieran de qué hablar del nuevo sucesor de san Pedro, el humilde pescador.
Todo falló, no estaba el elegido de Dios entre las predicciones humanas. Conforme van pasando los días hay noticias sobre el papa. Que si pagó su cuenta en el hotel, que si fue a un hospital, que si le lavó los pies a los presos. Lo novedoso, lo diferente es su sencillez, la anécdota, y los más habladores, especulan, dicen que está ganando la calle, que es una estrategia, los que observan pensando que la Iglesia es una gran fábrica, hasta aquí quedaron.
Ver y estar atento a la persona del papa, en lo personal, me ha recordado a decenas de religiosos y religiosos sacerdotes, que entregan su vida al servicio de la Iglesia. Sencillos en su trato, obedientes al papa y a sus superiores, pobres con austeridad y castos amando a Cristo y a sus hermanos, viviendo en comunidad, desgastando su vida, viviendo un estilo, una manera de ser, imitando a Jesús, escuchando la voz de Dios en sus superiores y en el cumplimiento de una vida ordenada, cada acción tiene su tiempo, con la vista en la tierra y la mirada en el cielo.
Tener un papa “religioso”, es oportunidad de reflexionar sobre la identidad del “religioso sacerdote”. Advirtiendo que por ser religioso, su vocación sacerdotal está impregnada por un “carisma”, rasgo de la rica personalidad de Jesucristo, que toda congregación o instituto asume desde sus orígenes por inspiración divina, para la vivencia de los consejos evangélicos. No es más, ni menos, es definidamente diferente.
El santo padre, cuando profesó como joven religioso jesuita, asumió con mayor fidelidad la pasión que ardía en su corazón y lo impulsaba a buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas. Decidió vivir un estilo que comprende Identidad y Misión.
Ser religioso ante todo es un regalo de Dios y supone madurez, aptitudes, voluntad, deseo y capacidades. Aunque Dios siempre con su gracia suple la deficiencia humana y da al que con humildad pide lo que necesita. Para ser religioso se observa una madurez humana necesaria, una vida cristiana probada e instruida, y un crecimiento espiritual ardiente para vivir siguiendo a Jesús, es decir imitándolo como discípulo a su Maestro. Y para quien aspire además de la vida religiosa al sacerdocio debe mantener su vida intachable, es decir, ser digno, esto lo manifiestan los formadores del religioso candidato al orden sacerdotal.
Los medios informativos nos ayudan a ver rasgos de la calidad humana del que siendo Jorge Mario Bergoglio, hombre, religioso, sacerdote, obispo, y ahora Santo Padre, tiene y ha tenido para los destinatarios de su trabajo, como jesuita y como sacerdote.
Desde la fe veamos que la primera característica de la vocación cristiana del Santo Padre y de todo cristiano es: un encuentro con Cristo, una relación personal de amistad con el Señor que llena el corazón y transforma la vida. Este encuentro transformador animado por la caridad, en actos sencillos y espontáneos, convierte a los creyentes y a las comunidades cristianas en propagadores de la Buena Nueva del Evangelio de Jesús. Las obras de Dios se aprecian mejor en la suave brisa que en el viento huracanado. El santo padre es un hombre de fe y esto se manifiesta en las sencillas obras de amor que no son actuadas ni premeditadas sino frutos de su entrega alegre.
Cada día, el papa Francisco como miembro de la Iglesia, con su testimonio de vida responde al llamado de renovar el dinamismo vocacional de sus hermanos en la fe: comunica y comparte el entusiasmo y la pasión con la que está viviendo su vocación cristiana, de modo que su propia vida se convierte en propuesta vocacional para otros.
“Caminar, edificar, confesar”, ideas expresadas en su primera homilía son reflejo de su programa de vida porque todo jesuita por naturaleza busca “Servir al Señor solo y a la Iglesia”. Siempre al servicio de la fe, promoviendo la justicia, promoviendo el diálogo intercultural e interreligioso. Su santidad Francisco unido a los obispos en Aparecida dijo: ¡No teman! ¡Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo!... quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera… ¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo. Quien se da a Él, recibe el ciento por uno. Sí, abran, abran de par en par las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida”.