Pilar Argelich - Catequesis para toda la familia
Seguimos, una semana más, reflexionando sobre el credo:
Creo en Dios Padre…. Creo en Dios Hijo…. Creo en Dios Espíritu Santo…
El Espíritu Santo es el gran desconocido. ¿ Cómo podemos, dentro del misterio, hablar a nuestros hijos de la tercera persona de la Santísima Trinidad?.
Es fácil para ellos entender que Dios es un Padre que nos quiere y nos cuida con amor; les hemos enseñado a rezar el padrenuestro de pequeños y a ofrecerle el día; a sentirse seguros y protegidos. Conocen la vida de Jesús, el Hijo de Dios que se hace hombre para salvarnos. Han repetido muchas veces el Jesusito de mi vida; y se lo imaginan y lo ven cercano. Pero …¿Qué saben del Espíritu Santo?
Podemos empezar, acudiendo al Nuevo Testamento y leyendo con ellos los pasajes en los que aparece el Espíritu Santo. Ver también qué símbolos lo representan: la paloma que se posa sobre Jesús en el bautismo, el fuego que transforma todo lo que toca…
El Espíritu Santo es el amor personal entre el Padre y el Hijo. Y junto al Padre y al Hijo es Dios. ¡Un solo Dios!.
Y a la vez, es un don de Dios a los hombres. Es Amor y Don. Un gran regalo que Jesús nos da para que nos haga santos. El Espíritu Santo es el mayor regalo que podemos recibir, porque es Dios que se da a sí mismo. El amor de Dios que llena nuestros corazones y nos transforma y nos hace hijos de Dios.
Y así, cuando digan:
"Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas."
Tendrán una imagen: un regalo de Amor que vive en nosotros y nos hace mejores. Y empezarán a comprender que el mejor regalo que ellos pueden hacer a los demás es quererles, porque el que ama siempre busca el bien de la persona amada.
Cuando juntos, cada domingo, rezamos el credo, y expresamos y compartimos en comunidad las verdades que creemos, damos un salto en el tiempo y nos remontamos a los orígenes del cristianismo. Que sepan nuestros hijos que es una oración antiquísima en la Iglesia, que la han rezado generaciones y generaciones de cristianos antes que nosotros, y que nos vean rezarla con devoción, alegría y fe.