El Papa en Santa Marta
La
prueba de una paternidad que todo lo ama y que todo lo cubre se
encuentra en las primeras páginas de la Biblia, porque cuando Dios
expulsa a Adán del Paraíso no lo deja solo, no ledice: “apáñatelascomo
puedas”.
Embajador de Dios junto a nosotros es el
Ángel custodio, que siempre ha estado presente en cada paso de la
relación entre el hombre y el cielo. Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado,
afirma el textodel Libro del Éxodo (23,20-23a) propuesto por la
liturgia de hoy. Liturgia dedicada a esas especialespresencias
sobrenaturales que elSeñor nos ha dado a todos. Cada uno tiene uno que
nosacompaña.¡Siempre está con nosotros! Y eso es una realidad. Es como
un embajador de Dios con nosotros. Y el Señor nos aconseja: Respétalo y obedécelo. Y cuando —por ejemplo— hacemos una maldad y pensamos que estamos solos: ¡no!; está él. Respétalo y obedécelo. Escucha su voz, porque nos aconseja. Cuando sintamossu inspiración: Haz esto... O mejor aquello... Eso no lo hagas...¡Escúchalo! No te rebeles.
El Ángel custodio nos defiende siempre, y
sobre todo del mal. A veces pensamos que podemos esconder tantas cosas,
cosas feas, que al final verán igualmente la luz. Y el Ángel está ahí
para aconsejarnos, para cubrirnos, exactamente como haría un amigo. Un
amigo que no vemos, pero que sentimos. Un amigo que un día estará con
nosotros en el Cielo, en la gloria eterna. Solo nos pide que le
escuchemos, que le respetemos. Solamente eso: respeto y escucha. Y el
respeto y la escucha a ese compañero de camino se llama docilidad. El
cristiano debe ser dócil al Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu
Santo comienza con la docilidad a los consejos de este compañero de
camino.
Y para ser dóciles hay que ser pequeños,
como niños, como los que Jesús dijo que eran los más grandes en el
Reino de su Padre (cfr. Mt 18,1-5.10). Así pues, el Ángel custodio es un
compañero de camino que enseña la humildad y al que, como niños, hemos
de escuchar.
Pidamos hoy al Señor la gracia de esa
docilidad, de escuchar la voz de ese compañero, de ese embajador de Dios
que está junto a nosotros en su nombre, y que nos sostiene con su
ayuda. Siempre en camino… Y también en esta Misa, con la que alabamos al
Señor, recordemos qué bueno es el Señor que justo después de haber
perdido la amistad, no nos dejó solos, no nos abandonó.