7/06/16

El Papa invita a los pobres a rezar por la conversión de quienes los ignoran


El santo padre Francisco ha recibido este miércoles por la mañana en el Aula Pablo VI a los participantes de una peregrinación de franceses en situación económica de dificultad, provenientes de la diócesis de Lyon y guiados por el cardenal Philippe Barbarín.
La iniciativa es promovida por la asociación Amigos del padre Joseph Wresinski, en ocasión del centenario del nacimiento del prelado que dedicó su vida a los pobres.
Con los responsables que les acompañan, veo una hermoso testimonio de fraternidad evangélica en este caminar juntos”, dijo el Santo Padre, y subrayó el ayudarse los unos a los otros, ofreciendo recursos y tiempo para que ellos pudieran venir, “donandose a ellos, dondandonos nosotros, donandome yo, a Jesús mismo”.
Jesús quiso compartir vuestra condición –recordó el Papa– lo hizo por amor de cada uno de nosotros: despreciado por los hombres, olvidado, uno que no cuenta nada. Y cuando les suceda que prueben todo esto, no se olviden que también Jesús lo ha probado”. Esta es “la prueba cuánto somos valiosos a sus ojos y que él está cerca de nosotros”.
Y añadió que los pobres están “en el corazón de la Iglesia”, ellos nos permiten encontrar a Jesús, porque nos hablan de Él no tanto con palabras sino con toda la vida y dan testimonio con los pequeños gestos de que somos hermanos, y “que Dios es padre de todos nosotros”.
¿Qué pensaba la gente cuando veía a María, José y Jesús por las calles, huyendo a Egipto?” porque “ellos eran pobres, sufrían tribulación por la persecución, pero allí estaba Dios”.
Agradeció así a los acompañadores, que fieles a la intuición del sacerdote Wresinski, que partía de la vida compartida y no de “teorías abstractas que nos llevan a las ideologías” porque “las ideologías nos llevan a negar a Dios que se ha hecho carne, uno de nosotros. Porque la vida compartida con los pobres nos transforma y nos convierte”.
Francisco elogió el hecho, no solo de caminar con ellos, sino de despertar en torno de ellos una comunidad, restituyendo en cierto modo una existencia, una identidad, una dignidad. En particular en el Año de la Misericordia “es la ocasión de redescubrir y vivir esta dimensión de solidaridad, fraternidad, ayudo y apoyo recíproco.”
El Pontífice recordó también cuando el diácono romano San Lorenzo decía: ‘Los tesoros de la Iglesia son los pobres’. Y que Jesús que sufre está en la puerta de nuestras iglesias.
Por ello les pidió que desde la pobreza cumplan una misión: rezar por las personas que no acogen el mensaje del Padre, porque así como Jesús dijo bienaventurados los pobres, hambrientos, los que lloran, los odiados y perseguidos, dijo otra que dicha por él causa miedo. Lo ha dicho a los ricos y sabios, a quienes ahora rien, a quienes les gusta ser adulados, a los hipócritas.
Por ello, añadió, “les pido también de rezar por los culpables de vuestra pobreza, para que se conviertan”. Rezar “por tantos ricos que visten de púrpura y seda y hacen fiesta con grandes banquetes, sin darse cuenta que en su puerta hay tantos Lazzaros necesitados de comer las sobras de sus mesas”.
Les pidió también rezar por los sacerdotes y los levitas que viendo al hombre golpeado y medio muerto, pasaron de largo. Y a todas estas personas “sonríanle desde el corazón, deseenle el bien, pidan a Jesús para que se conviertan”.
El Santo Padre concluyó dándoles la bendición apostólica y rezó con ellos, y después se acercó a saludarlos.